Ciudadanos. Crónica de una muerte anunciada

No por ser esperada, la debacle de Ciudadanos (Cs) ha pasado inadvertida ni  ha dejado indiferente a nadie y me atrevería a decir que había mucha gente, tanto en la izquierda como en la derecha, que estaba esperando el momento de ver pasar el cadáver político de Ciudadanos. Pero en el caso de Cs, al ser el desastre por etapas, está dando más juego, porque no olvidemos que el calvario que le queda por pasar todavía tiene recorrido. Vendrán las elecciones andaluzas y, posteriormente, las elecciones municipales y autonómicas. Y todo ese poder que han acumulado en los gobiernos de coalición con el PP, con la colaboración necesaria e imprescindible de VOX, porque de lo contrario los números no daban, se vendrá abajo como un castillo de naipes. En ese momento habrá llegado el fin de fiesta a esa carrera desenfrenada por tocar poder, de recepciones y besamos en salones nobles, ágapes servidos por camareros engalanados para las grandes ocasiones e invitaciones para codearse con la flor y nata de la oligarquía económica y política en eventos como los que organiza el Club Bilderberg. Algunos, antes que el agua les llegue a la cintura, ya habrán saltado del barco para buscar acomodo en alguno de los socios que han tenido en su corta carrera política. Un viaje de ida y vuelta, porque no olvidemos que cuando subían como la espuma eran los reyes de los fichajes de políticos de otros partidos. En aquel entonces la cotización de Cs estaba por las nubes y había tortas por colocarse en algún puesto de relumbrón. En cambio, según y como se sucedan los acontecimientos, la zona más transitada de la flamante sede que Cs tiene en Madrid será la escalera de incendios. Será la forma más rápida de abandonar el Coloso en llamas.

Para ubicar a Cs, que siempre han hecho gala de la bandera liberal, es necesario recordar que la derecha española, de la que este partido es uno de sus tres pilares, junto al PP y VOX, es una anomalía en Europa, pues es algo que se arrastra desde hace dos siglos y es la gran lacra de la política española. En el siglo XIX el liberalismo español era monárquico, en contraposición con el francés que era republicano y para diferenciarse del resto de Europa el liberalismo hispano representaba los intereses de terratenientes, latifundistas y aristócratas, lo que no dejaba de ser un liberalismo conservador y caciquil. Nunca se planteó una reforma agraria ni cualquier otra medida que cuestionara la posición dominante de las clases más conservadores e inmovilistas de la época y para rematar el fin de siglo fueron actores principales en la puesta en marcha de la Restauración borbónica con Alfonso XII, uno de los periodos más infames de la historia de España.

A lo largo del siglo XX la derecha española, si por algo destacó, es por sus carencias democráticas. Su posicionamiento y maneras durante el reinado de Alfonso XIII, la dictadura primorriverista, así como a lo largo de los cuarenta años de dictadura franquista es propia del estilo del señorito andaluz. La derecha siempre ha pensado que el Estado es su cortijo, por eso cuando pierden las elecciones nos ofrecen los espectáculos a los que nos tienen acostumbrados. Lo de la democracia queda muy bien, pero siempre y cuando ganen las elecciones y/o no peligren los privilegios de la oligarquía. Es por ello que a día de hoy no hay partido que se precie de ser de derechas en el Estado español que ante el franquismo en el mejor de los casos eche balones fuera, porque lo usual es que tengan alguna palabra amable o de justificación. Ese tipo de manifestaciones las realizan ante un micrófono a las doce de la mañana, porque si están en las fiestas de un pueblo de la España profunda y a altas horas de la madrugada tienen un resorte en el brazo derecho que lo estiran como si estuvieran parando un taxi en la Gran Vía y es posible se fotografíen junto a la bandera franquista. Ni es la primera vez ni será la última.

Lo más importante y grave, a su vez, es que lo expuesto hasta ahora son los fundamentos de la derecha sociológica. En general el ciudadano que vota a las opciones de derecha en el Estado español no tiene un gran parecido con el votante de derechas europeo. Tiene un posicionamiento muy laxo ante los periodos dictatoriales que se han vivido en el siglo XX. En el mejor de los casos, su discurso se ciñe a decir que eso pasó hace muchos años y que hay que olvidarlo. Y en muchas ocasiones su posición es de comprensión pues lo enmarca en la situación que se estaba viviendo en aquellos años y llegan a afirmar sin ruborizarse que el franquismo trajo el progreso y salvó a España del comunismo.

Si uno se pone a bucear en el baúl de la derecha para encontrar algo con cierto tono democrático en los últimos 40 años, lo único que me viene a la cabeza es lo que en 1986 se denominó la Operación Roca, a través del Partido Reformista Democrático, cuyo líder era Antonio Garrigues y que en Catalunya tenían como socios a CiU. Uno de los cerebros de esa operación era Miquel Roca, de ahí su nombre. Y fue un auténtico fracaso, excepto en los resultados que obtuvo CiU en Catalunya. Fue un desastre porque la derecha sociológica no veía con buenos ojos un partido que de verdad fuese liberal en lo político y, menos aún, que el catalanismo tuviera un peso importante en todo ese movimiento político. Por aquel entonces, el votante de derechas estaba obnubilado con el franquista de Manuel Fraga, que en aquel momento se había disfrazado de demócrata.

La historia de Cs nos la han contado por activa y por pasiva y se resume en el intento de las élites económicas por aupar a una formación política de derechas que viniese limpia de todo el lastre que arrastraban las dos formaciones que sostenían el régimen del 78, el PP de Bárcenas, la Gürtel, los sobres de dinero B, la Púnica, Lezo, etc., y el PSOE de los ERES, Filesa, GAL, etc.., y que hiciera de dique de contención a la subida de Podemos o de cualquier organización que cuestionara el régimen actual. Su tarjeta de presentación era el ultranacionalismo español que había desplegado en Catalunya. Ideal para los servicios que tenía que prestar al régimen.

La derecha sociológica española en un principio recibió con muy buenos ojos a Cs. El PP ya no les acababa de llenar. El lastre de la corrupción le pasaba factura y la crítica que Cs hacía a las supuestas políticas entreguistas del PP y PSOE hacia el nacionalismo catalán y vasco eran de su agrado. Las banderas de Cs en materia económica eran menos Estado, menos impuestos y más privatizaciones.

Sin perjuicio que Cs rascase votos en diferentes extractos de la sociedad y lugares geográficos, uno de los caladeros de votos más importante se encontraba en los núcleos urbanos y eran personas jóvenes y de mediana edad. Por ello me voy a detener en Madrid ciudad. Si uno observaba los barrios donde Cs obtuvo mejores resultados en la Capital lo entenderá a la perfección. En los PAU (Programa de Actuación urbanística), sobre todo los de la zona norte de la ciudad, el partido naranja obtuvo unos excelentes resultados en sus comienzos, tocando techo en las elecciones generales de abril de 2019.

El modelo urbano de los PAU viene a ser un reflejo de lo que representa el concepto de sociedad para el entorno de la derecha consiste en urbanizaciones cerradas en las que tienen una serie de servicios privados que les permite realizar ciertas actividades sin salir del perímetro de su comunidad. En la mayoría de ellas disponen de pequeñas zonas de ocio para sus hijos y zona deportiva privada. Las personas que viven en ellas entran y salen en coche absolutamente para todo. Son barrios despersonalizados en los que no es frecuente ver a gente por la calle porque no hacen vida en el barrio o, mejor dicho, no hacen vida de barrio. Por no haber no hay ni tiendas. Cubren sus necesidades en grandes superficies o a través de Internet. Son los mejores clientes de Amazon. No se percibe en ellos ningún tipo de tejido asociativo, pero son urbanizaciones que cuando se han construido han tenido unos precios accesibles para familias que tenían este perfil, con el añadido que algunas promociones eran de protección oficial. En su gran mayoría son familias que para mantener su status trabajan las dos personas que forman la pareja, tienen una hipoteca, dos vehículos de gama media-alta, sus hijos estudian en colegios concertados porque la escuela pública está atestada de inmigrantes e hijos de currelas. Y la contribución que hacen para dar colorido a la arquitectura de sus urbanizaciones es la bandera española que cuelga de las ventanas o terrazas de sus casas. Para ellos Cs era donde se reflejaba su concepto de sociedad. Alejado de todo lo que pudiera ser lo colectivo y centrado en lo individual. Se sienten los representantes más genuinos de lo que llaman clase media pero en su mayor parte son asalariados o en el mejor de los casos son propietarios de una pyme. Dicho de otro modo, resulta casi imposible encontrar la diferencia que pueden tener con un votante del PP o de VOX, lo cual es importante para entender los trasvases de votos que hay entre estos tres partidos.

De forma muy sintética, decir que se ha instaurado en los medios de comunicación la teoría de la caída de Cs fundamentada en el error que supuso el enrocamiento de su anterior líder, Albert Rivera, al no haber facilitado la investidura de Sánchez después de las elecciones generales de abril de 2019 y, por tanto, haber forzado unas nuevas elecciones en noviembre de ese año, teniendo su estrategia centrada en dar el sorpasso al PP. Otro que no aprendió del error garrafal de Pablo Iglesias con la repetición de las elecciones en 2016. Los que sostienen ese argumento plantean que su electorado le dio la espalda porque no facilitó la gobernabilidad.

La percepción que tengo del fracaso de Cs es más de asfalto y de pie de calle que de redacción de medio de comunicación y, por tanto, difiere bastante.

En primer lugar y no siendo el argumento de más peso que voy a exponer, diría que si el electorado de Cs hubiera pensado en clave de gobernabilidad y estabilidad política, en noviembre de 2019 hubiera habido un trasvase de votos al PSOE, aunque no fuera masivo, por eso de facilitar la gobernanza, pues fue el partido que en abril había obtenido más escaños y, sobre todo, con vistas a evitar un hipotético gobierno del PSOE en coalición con Unidas Podemos. Pero los votos que perdió Cs fueron en su gran mayoría a la abstención, a VOX y al PP.

Como he manifestado anteriormente Cs, cuando aterrizó en la política estatal, lo que resaltaba en su curriculum era su nacionalismo español, su postura en contra del nuevo Estatuto catalán y en lo que concierne a las políticas socioeconómicas eran derecha ultraliberal y amantes de la bronca y la sobreactuación política en el Parlament de Catalunya y en cada entrevista o aparición en los medios de comunicación, sin olvidar que en las elecciones europeas de 2009 se presentaron junto a una plataforma de extrema derecha. Con ese expediente, no cabía la menor duda que un sector importante de la derecha sociológica española le iba a dar la oportunidad ¿Quién no recuerda las legislaturas en las que el PP estando en la oposición se pasaba el día crispando el ambiente político? Pues Cs iba a mejorar la forma de montar el pollo. Mimbres tenía y todavía sigue teniendo para dar y regalar en sus filas. Suyas fueron las ocurrencias de ir a montar actos políticos a Altsasu, Rentería o Arrigorriaga. Lugares donde nadie les vota, pero su estrategia de provocación y crispación diseñada tenía un objetivo claro: captar el máximo de votos posibles en el resto del Estado gracias a esa imagen de defensores de la unidad de España. Su forma de animarse en los mítines y arengar a sus seguidores era que los dirigentes del partido dieran saltos al grito de “Yo soy español, español….” Todo más típico de un partido de fútbol, pero con esa forma de hacer política la diferencia con VOX es una línea fina que ellos mismo la han borrado y los seguidores ya no saben dónde tienen puestos los pies.

Este perfil que he descrito de gran parte del votante de Cs., liberal en lo económico y ultraconservador en lo político, con un sentimiento nacionalista español hasta la médula y con la bandera española en su balcón y ahora en la mascarilla, podía cambiar de partido dentro del espectro político de la derecha en el momento que viniese otro que fuera más ruidoso que ellos.

Cuando Cs llegó a la política española siguió actuando igual que en Catalunya, quiso liderar la bronca política en el Parlamento español, y eso les dio resultado. Y empezaron a crecer, y en esa dinámica fueron haciendo fichajes de políticos de otros partidos, sobre todo del PP. En este caso los que perdían poder dentro del PP empezaban a abandonar el barco de Génova. Todo era crecimiento exponencial, ostentación a raudales, sede lujosa y el coche que el partido ponía a disposición de su caudillo dejaba al resto al nivel de un triste utilitario.

Cs veía que podía tocar poder en Andalucía con los resultados que se dieron en sus elecciones autonómicas, pero para gobernar no les quedaba más remedio que llegar a acuerdos con VOX. Y es aquí donde empieza a cimentarse su posterior declive, pero no porque pacte con la extrema derecha, como han dicho muchos, sino porque intenta evitar a toda costa la fotografía con ellos. Querían la cuadratura del círculo, gobernar con los votos de VOX pero como si todo eso fuese un fenómeno meteorológico, y lo que no se daban cuenta es que sus votantes estaban encantados que gobernasen con VOX, que la derecha sociológica española no tiene escrúpulos de ningún tipo. Utilizando su lenguaje, todo lo que sea evitar un gobierno de socialcomunistas, bolivarianos gracias al apoyo de los bilduetarras y golpistas catalanes bienvenido sea, y los de VOX son buenos chicos, aunque un poco exaltados en las formas.

A partir de ese momento, principios de 2019, empieza la campaña de las tres derechas para que se adelanten las elecciones generales y echar la “okupa de Sánchez” de La Moncloa y para ello organizan el acto de Colón. Si los dirigentes de Cs estaban evitando en todo momento no salir en la fotografía junto a los de VOX, sus simpatizantes no tenían la misma actitud. Se sentían muy cómodos dentro de esa multitud en la que había gentes de los tres partidos del Trifachito. La preocupación de las cabezas pensantes de Cs se centraba en que los medios de comunicación no proyectaran una imagen que les pudiera señalar como los amigos de VOX. Las mentes pensantes de Cs no fueron capaces de percibir que gran parte de su electorado era tan de derecha extrema como un votante del PP o tan de extrema derecha como un votante de VOX.

A partir de ese momento Cs empezó su declive, aunque no era del todo perceptible. Los resultados de las elecciones de abril de 2019 fueron su primer contratiempo al no conseguir su gran objetivo, que no era otro que superar al PP.  Y a eso se unió el fiasco en las municipales y autonómicas, en las que quedaron por detrás del PP en lugares donde un mes antes habían superado al PP (Comunidad de Madrid) o estaban empatados (Madrid ciudad). Los resultados de Cs vistos a simple vista fueron buenos, pero si se profundizaba en ellos se podía observar que habían tocado techo y empezaban a perder apoyos, que casualmente iban a parar a los partidos de su entorno sociopolítico.

Desde esas elecciones hasta la repetición electoral de las generales de noviembre de ese año los partidos de la derecha extrema y la extrema derecha siguieron su estrategia incendiaria y cuando se entra en esa dinámica quien tiene todas las de ganar es el que sea más salvaje, porque la derecha sociológica necesita ese tipo de discursos para sacar pecho. Frases como España se rompe, los españoles primero, los inmigrantes vienen a quitarnos el pan, gobierno okupa o peligro que viene un gobernó bolivariano. Todo este rosario de frase y otras muchas más han sido la gran aportación a la política de cualquiera de los tres partidos del Trifachito. Los líderes del PP-Cs-VOX se paseaban por las redacciones de la Brunete mediática y era sintomático, escuchabas a uno y habías escuchado a los otros dos. Estaban inmersos en una carrera para ver quién de los tres partidos era más de extrema derecha. Y esos discursos y maneras son la caja de las esencias de la extrema derecha y en ese barro VOX siempre va a ganar al PP y a Cs.

La debacle que sufrió en noviembre de ese año no era más que un aviso para todos. La batalla dialéctica dentro de la derecha la empezaba a ganar VOX y para algunos, como es el caso de Cs ya era demasiado tarde. Y a partir de ese momento quien está representando en el Parlamento la forma de pensar de la derecha sociológica es VOX. Por muchos cables que alguna prensa de derechas les lance a Cs y al PP, ya llegan tarde. VOX perdió la moción de censura de forma contundente en el Parlamento, pero ese victimismo de haber sido rechazados por todos los partidos, incluso por los socios de la foto de Colón, le está reportando suculentos beneficios dentro del espectro de la derecha y se han plasmado en las elecciones catalanas. Porque una cosa son los titulares de la prensa, incluida la de derechas, que se dieron para aplaudir los discursos del PP y Cs durante la moción de censura y otra cosa bien distinta es la forma de reaccionar del ciudadano de bandera española en la mascarilla. Estos se mueven por instintos más que por la racionalidad.

Lo que ha ocurrido en Catalunya estaba ya escrito desde hacía meses, lo único que faltaba era que se confirmara en las urnas. VOX ha entrado en el Parlament para realizar la misma labor que ha realizado Cs hasta este momento pero con un toque más casposo.

Una cuestión que quería dejar para el final es hablar, aunque sea brevemente, de la ideología que profesan los que han pasado por la dirección de Cs. Se podría pensar que eso era un totum revolutum, con personas que venían de diversos partidos políticos y en algunos casos este era el tercer partido en el que militaban, vamos, unos auténticos mercenarios de la política. En muchos casos, estos peregrinajes de un partido a otro no dejaban de ser más que una deriva ideológica que les iba llevando a posiciones de derecha extrema junto al deseo irrefrenable de vivir de lo público. Algo que no es nuevo porque hay infinidad de casos similares. Pero en todos ellos se podían observar algunos rasgos comunes que reflejaban que Cs era un partido ultranacionalista español, ultraliberal en lo económico y que para diferenciarse de los otros dos partidos de su espectro, quería dar una imagen de falso progresismo en algunas cuestiones como en igualdad de género, eutanasia, colectivo LTBI, intentando lanzar mensajes que les intentara proyectar una imagen moderna. Todo eso no dejaba de ser puro marketing para crecer en votos por el centro, porque cuando han necesitado de VOX para gobernar no le han hecho ningún asco y quien sabe si en un futuro no muy lejano algunos de estos dirigentes acabarán en VOX. Lo que si sabemos a día de hoy, es que el sector crítico de Cs pide fusionarse con el PP, es decir, con el partido al que han puesto a escurrir por los casos de corrupción y la última perla en todo este enredo que tienen entre los partidos del Trifachito es que el líder de VOX ha dicho en el día de hoy en una emisora de la Brunete mediática que la fusión del PP y Cs sería buena para España.

Está claro. En la derecha extrema y en la extrema derecha ya están lanzando una OPA a Cs, si es hostil o amistosa el tiempo lo dirá, pero la víctima está en el punto de mira y sus socios se quieren repartir el botín cuanto antes. La muerte de Cs está anunciada, solo falta el certificado de defunción.