La injerencia de los países occidentales en la política interna de terceros países no deja de ser una constante. No renuncian a seguir tuetelándolos, como si a día de hoy Occidente siguiera siendo la metrópoli y el país en cuestión una colonia. En estos momentos uno de los países que se lleva la palma no es otro que Venezuela. En lo que concierne al Estado español, el grado de intromisión es tal, que ha pasado a formar parte de la política interna y es motivo de debates en el Congreso ¿Se imagina alguien que en el Congreso de los diputados se debatiera acerca de la calidad democrática de las elecciones en los EEUU o en Turquía? No, pero si es Venezuela todo vale.
En ese contexto, las diferentes familias de la ultraderecha española lo están utilizando como un recurso más en su pugna por desgastar al gobierno del PSOE-Sumar. Y en todo ese bombardeo, le ha faltado tiempo al PNV para entrar en ese barro, cosa que a algunos bienintencionados les ha dejado algo descolocados, pero si uno escarba un poquito, la estrategia del PNV en absoluto es fruto de la casualidad. Por detrás de todo ello hay una línea ideológica y política que perdura en el tiempo, aunque no saque el mismo ruido que la ultraderecha, y no es otra que la defensa de la oligarquía venezolana y estar al servicio de las políticas atlantistas.
Sin embargo, en esta ocasión el PNV ha ido demasiado lejos. Su defensa de los intereses de las élites venezolanas, con la excusa de que muchos de ellos son descendientes de vascos, recurso que tiene poco o nulo recorrido, le ha llevado a ir de la mano de Abascal, Ortega Smith y Cayetana Álvarez de Toledo, es decir, lo más casposo y ultra de la política española.
La actitud de los jeltzales sencillamente no tiene un pase. En todo el proceso electoral que se ha vivido en Venezuela los de Sabin Etxea no han respectado ni la soberanía, ni las resoluciones de las diferentes instancias jurídicas de este país; han dado por buenos unos resultados, sustentados en unas actas que posteriormente hemos sabido que eran falsas, hasta el extremo que el candidato opositor, Edmundo González se ha desvinculado de ellas ¡vaya tufo!
Actuando de esa forma, la cuestión es sencilla: cómo se va a poder tomar en serio al PNV cuando habla de pedir la soberanía para Euskal Herria, cuando no respeta la soberanía de un Estado que es independiente y con asiento en diferentes organismos internacionales, como la ONU. Parece que han olvidado que el libertador de Venezuela, Simón Bolívar, tiene sus raíces en Euskal Herria. Esta actitud del PNV no deja de ser una tomadura de pelo. Esto no va de defender o atacar a Maduro, va de respetar a un país soberano. Y si todo esto es grave, aún lo es más el hecho que en toda esta cacería en contra de las autoridades venezolanas, vaya de la mano de los partidos de ultraderecha españoles, los mismos que niegan la soberanía del pueblo vasco para decidir su futuro.
Hay que decir que la actitud de su socio de gobierno en Ajuria Enea es infumable, decidiendo dar asilo político a una persona sobre la que hay una acusación formal de las instituciones judiciales venezolanas por una serie de cargos, y no digamos, la de la ministra Margarita Robles, la más ultra del gobierno, que llama dictador a Maduro. Pero el PNV ha decidido ir más lejos y se ha unido a la ultraderecha española para dar un paso que ni la UE se ha atrevido a dar, como es el reconocer a Edmundo González como presidente legítimo de Venezuela. Y curiosidades de la vida, la votación en el Congreso se ha celebrado un 11 de septiembre, aniversario del golpe de Estado contra Salvador Allende en Chile, y votando de la mano de quienes han blanqueado durante décadas la dictadura de Pinochet. Esa ultraderecha española que aplaudiría una intervención de militar en Venezuela por parte de alguna potencia de la región. Esto es lo que ocurre en política, que hay que saber elegir los compañeros de viaje.
Por cierto, si tanto le preocupa al PNV los descendientes de vascos, podían poner el foco en la Argentina de Milei, donde muchos de ellos están viviendo una situación social que es insostenible.
La ultraderecha española llevaba semanas cocinando este potaje y sólo le faltaba ponerle el perejil para rematar su guiso, pero ha llegado el PNV y lo ha puesto sin que nadie se lo haya solicitado. Se ha apuntado a la fiesta y, claro, los organizadores encantados de haberse conocido. Lo que habrán pensado es que ya falta menos para volver a reeditar un nuevo trifachito ¡Al tiempo!
Julián Zugazagoitia y su novela el botín. Un exponente de la novela social del siglo XX
Hoy voy a desempolvar a un escritor que fue uno de los exponentes de la novela social en los años veinte del siglo XX. El escritor en cuestión no es otro que Julián Zugazagoitia (1899-1940), periodista y escritor vocacional, pero, sin duda alguna, más conocido por su actividad política dentro del socialismo vasco de las primeras décadas del siglo XX.
Su actividad periodística estuvo íntimamente ligada a su militancia socialista; dirigió el semanario La Lucha de Clases (años veinte) y el periódico El Socialista (1931-1937), siendo asiduo colaborador del periódico El Liberal de Bilbao, donde Indalecio Prieto desempeñó varios papeles importantes. En su faceta como escritor, fue autor de varios libros, donde destaca la biografía de Pablo Iglesias, las memorias de Tomás Meabe, así como varias novelas, entre las que se encuentran Una vida anónima (1927), El botín (1929) y El asalto (1930), siendo estas una muestra de la novela social de la época.
De entre todas ellas, hoy voy a destacar la novela El botín, que en noviembre de 2023 volvió a ser reeditada a cargo de la editorial Txalaparta, y sobre la que va a versar mi comentario.
“El botín” nos trasladará a la tumultuosa segunda década del siglo XX. A nivel mundial, la Gran Guerra era la que acaparaba todas las portadas, y en lo concerniente a los asuntos domésticos, a lo largo de la obra predominará la situación social que se vivía por entonces, la conflictividad existente que desembocó en la huelga revolucionaria de 1917 y la posterior despiadada represión. Eran los vientos que recorrían la vieja Europa, daba la sensación que todo ello no dejaba de ser un presagio de lo que se iba a vivir en la Rusia revolucionaria y bolchevique, aunque en este caso con victoria de la clase trabajadora. Y toda la novela está ambientada en el Bilbao de la época, el de las grandísimas desigualdades existentes, con una oligarquía incrementando sus riquezas de forma exponencial a costa de la miseria en la que vivía la clase trabajadora y campesina. Se podría decir que algunos parámetros poco han variado.
Zugazagoitia sostiene su novela en varios pilares. En el plano socioeconómico, el autor nos mostrará una sociedad vasca que había vivido una tremenda transformación; los rescoldos de la última guerra carlista, y el proceso de industrialización salvaje, trajeron consigo la aparición de nuevas clases sociales: por un lado el surgimiento de una oligarquía a costa de la explotación de una clase social hasta entonces desconocida por estas latitudes: el proletariado, en su inmensa mayoría proveniente de otros lugares del Estado, mano de obra imprescindible y barata para el florecimiento de los negocios de la oligarquía. En este contexto, el autor nos muestra la llegada de una ideología propia de lugares industrializados: el socialismo y la lucha por la mejora de las condiciones de vida de la clase trabajadora. Pero el autor también expondrá que la frustración que conllevó la última derrota carlista desembocaría en el surgimiento de una nueva ideología: el nacionalismo vasco, que veía en la naciente oligarquía la responsable de los males del País; era la enemiga de Euskal Herria, expoliaba sus riquezas, traía mano de obra de otros lugares, abocando a la población de las zonas rurales a la pobreza, y traía consigo la pérdida de la identidad nacional y cultural del pueblo vasco. En la novela podemos observar cómo dos ideologías que en aquel momento eran totalmente antagónicas (socialismo y nacionalismo) compartían un mismo enemigo: la oligarquía. Todavía no había llegado la época en la que se conjugaran ambas variables.
La cuestión religiosa y lo que representaba en la sociedad de la época será otro pilar fundamental sobre el que se sustentará esta obra. El autor, a través de los diálogos del protagonista y sus soliloquios, se servirá para realizar una crítica a lo que representaba la religión en un contexto social en el que la respuesta que esta ofrecía a las clases más desfavorecidas ni daba soluciones ni aportaba absolutamente nada para redimirla de la explotación a la que se veían sometidas; contrapone la justicia social frente a la caridad religiosa. Pero Zugazagoitia va más allá, al profundizar en cuestiones como la existencia de Dios y lo que representaba. Es aquí donde el autor nos ofrece su visión más profunda acerca de la religión.
Zugazagoitia nos irá haciendo un retrato de ese Bilbao producto de la industrialización, caracterizado por el choque entre las diferentes clases sociales y cuyo eje vertebrador era la Ría que le daba dinamismo. No es que en esa descripción salga mal parada la Villa, sencillamente nos muestra tal y como era, una ciudad áspera, que en las últimas décadas había experimentado una grandísima transformación; el surgimiento de las grandes industrias y con ello los nuevos barrios obreros, consecuencia de la llegada de trabajadores de otros lugares, en contraposición con el Bilbao burgués, que se extendía por el Ensanche de la Villa. En este contexto, el autor realiza una crítica a la sociedad bilbaína, donde dominaba esa oligarquía que predicaba los valores cristianos, mientras se enriquecía gracias a la guerra que asolaba Europa y la explotación de la clase trabajadores; y como no podía ser de otra forma, eran los mejores clientes de los burdeles de la Villa. Sin lugar a dudas, la novela describe esa hipocresía, y en ese contexto el autor analiza el tema de la prostitución en la época.
En la novela hay dos últimas cuestiones que no quisiera pasar por alto. La primera es que el autor, a lo largo de la narración, transmite con dosis de gran realismo, lo que supuso la huelga revolucionaria de 1917, y los métodos que utilizaron los dirigentes obreros para que pudiera triunfar. Para quien desconozca la historia de la época, probablemente al leer el libro le pueda llamar la atención, pero así sucedía, las organizaciones obreras, a la hora de defender los intereses de la clase trabajadora, no se perdían en interminables debates, eran gentes de acción. La explotación y represión que sufrían solía generar una respuesta directa, en la que el choque estaba garantizado, reivindicando como legítima la utilización de la violencia revolucionaria. Esas organizaciones todavía no habían sido asimiladas por el sistema. El sólo hecho de recordarlo a día de hoy y mirar cómo está el patio en las organizaciones herederas de aquellas de principios del siglo XX, uno no puede evitar esbozar una cierta sonrisa irónica.
La segunda cuestión que quisiera resaltar, y en la que me sucede una sensación similar a la anterior, la encuentra el lector en unos pasajes de la novela, en los que algunos dirigentes del socialismo vasco estando en un trance delicadísimo, debido a la represión que estaban sufriendo, reciben la ayuda del campesinado vasco, ideológicamente enclavado en el nacionalismo vasco y que era blanco de las críticas en la prensa socialista, aquella en la que Zugazagoitia desarrolló gran parte de su carrera periodística. La pregunta que uno se puede plantear es si el socialismo vasco de la época había iniciado una evolución, arrinconando algunos postulados en los que eran más afines al nacionalismo español, pues algunos artículos que se podían encontrar en el semanario La Lucha de Clases eran de lo más incendiaros hacia el euskera, la cultura vasca y las reivindicaciones políticas del nacionalismo vasco de la época, estando más en sintonía con los postulados políticos de la derecha española o, por el contrario, se debe a que Zugazagoitia iba un paso por delante de sus compañero de partido e ideología.
Para finalizar, comentar que es una novela de lectura rápida. Sus algo más de 300 páginas, están divididas en cuatro partes, en la que podemos encontrar algunas ilustraciones a blanco y negro de la época y en la que los personajes que le dan vida están muy bien caracterizados por Zugazagoitia en el papel que cada uno representa.
La liberación de Pablo González ha sido sin duda alguna, junto a la de Julian Paul Assange, la mejor noticia en mucho tiempo para los defensores de la libertad de comunicación, expresión y los DDHH. Pero dicho esto, también tiene sus sombras y su cara más rancia, que no es otra que la forma en la que se ha producido su liberación, poniendo fin al secuestro al que estaba sometido por parte del Gobierno polaco desde hace casi dos años y medio. Y es que no cabe la menor duda que esta no era la forma en la que Pablo hubiera querido obtener la libertad.
Tanto él, como su familia, en todo momento han luchado para lograr su libertad como consecuencia de la celebración de un juicio con todas las garantías, en el que hubiera podido defenderse y quedase clara su inocencia, porque no hay que olvidar que Pablo no la tenía que demostrar, puesto que la carga de la prueba recaía en todo momento sobre el gobierno polaco, quien debía de probar las acusaciones por la que fue encarcelado y sobre las que nunca presentaron una sola prueba. Todo quedaba en acusaciones con un tono de gran gravedad, pero que no pasaron de ser una mera teatralización ante los medios de comunicación, todo ello para justificar su encarcelación.
A lo largo de estos casi dos años y medio ha reinado el secretismo y el silencio por parte de las autoridades polacas, y ante esa actuación, la actitud del Gobierno español y de las instituciones de la UE no han destacado por preservar los derechos de sus ciudadanos, pues no olvidemos que Pablo González tiene doble nacionalidad: española y rusa. La primera al ser un nieto de los niños de la guerra que fueron llevados a la URSS, y la rusa, porque nació en ese país. Y ninguna institución ha hecho nada para preservar sus derechos. El gran delito de Pablo no ha sido otro que tener la nacionalidad rusa, pues ese dato es el que de forma machacona se ha repetido en innumerables ocasiones tanto por el Gobierno polaco como por los medios de comunicación, cuando se trataba el tema de su encarcelación; la posesión de un pasaporte ruso convertido en prueba acusatoria, la Inquisición del siglo XXI en estado puro.
En este contexto de atropello jurídico, hay que añadir las condiciones inhumanas en las que se ha encontrado encarcelado, y las consecuencias se resumen en que todavía se encuentra ingresado en un hospital de Moscú, debido a un problema que le han detectado en el pulmón. Este es el trato que ha recibido un ciudadano comunitario en una prisión de un país que pertenece a la OTAN y a la UE. No es que por ser comunitario deba de tener mejor trato, porque debería de ser igual para cualquier ser humano, pero el hecho que sea ciudadano comunitario obliga al país donde se ha producido la detención a seguir un protocolo, cosa que en el caso que nos ocupa no se hadado en ningún momento. Todo ello nos muestra en qué contexto se produjo su detención y su posterior encarcelamiento.
En todo este proceso de liberación, a día de hoy, hay muchas preguntas que siguen en el aire, entre otros motivos, porque durante todo el tiempo que ha durado su encarcelamiento, en Occidente se impuso el silencio en todo este tema, con el apoyo mediático de la inmensa mayoría de los medios de comunicación, que han seguido a pies juntillas las directrices que recibían desde los gobiernos español y polaco por un lado, y de las organismos y organizaciones internacionales, véase UE y OTAN, pero sobre todo, de esta última, pues no deja de ser la que está liderando la ofensiva en todos los ámbitos en la guerra de Ucrania, y la guerra mediática e informativa es un espacio tan importante como el militar. En este contexto, en el que el Gobierno polaco no presentó ni una sola prueba ni fue capaz, en más de dos años, de realizar un juicio con garantías, estamos asistiendo a un bombardeo mediático en el que están apareciendo informaciones en las que se está acusando a Pablo González de ser expía de Rusia, pero sin aportar ni una sola prueba, puro trabajo de intoxicación mediática. Lo que no han logrado por la vía judicial, lo quieren conseguir a través de los medios de comunicación. No hay que ser muy avispado para saber quién está detrás de toda esta campaña. El hecho que tras su liberación haya sido recibido por Putin, como el resto de las personas que llegaron a Moscú como consecuencia del intercambio de presos, les ha servido como munición para escribir todo tipo de comentarios y elucubraciones sin ningún rigor, pero para poco más, sencillamente, una cortina de humo con poco recorrido.
Durante estos dos años y cinco meses, hemos visto que el Gobierno español no es que se haya puesto de perfil, sino que no se ha preocupado por un ciudadano con pasaporte español; en ningún momento ha exigido a las autoridades polacas que presentaran pruebas y que celebrasen un juicio lo más rápidamente posible y con garantías. Por el contrario, ha hecho seguidismo del gobierno polaco, cosa muy diferente de otros casos de ciudadanos del Estado español que han sido detenidos en el extranjero. La comparación ha sido sencillamente escandalosa y humillante para Pablo y su familia. El Ministerio de Asuntos Exteriores, con su titular a la cabeza, ha sido una marioneta de la OTAN y EEUU, ha hecho dejación de la soberanía a la hora de defender los derechos de un ciudadano con pasaporte español que estaba realizando una labor de comunicación en otro país de la UE y la OTAN, y en ningún momento ha exigido un juicio rápido y con garantías; ha sido incapaz de exigir la aplicación de la legislación europea para casos de ciudadanos de la UE encarcelados en un país miembro. Y todo ello ha sucedido en un Estado, cuyo funcionamiento de la justicia ha sido cuestionado y sancionado nada más y nada menos que por la UE, la misma que desde un tiempo a esta parte ha entrado en una deriva de blanqueamiento de la ultraderecha europea ¡Cómo tiene que ser el nivel de la justicia en Polonia para recibir un rapapolvo de Bruselas!
Pero si lo expuesto hasta aquí es muy grave, esto se incrementa con las declaraciones de Pablo González, en las que ha manifestado que ha sufrido torturas y que le indujeron al suicidio. Ante esta situación, el Gobierno español, a través del Ministerio de Asuntos Exteriores, está tardando en abrir una investigación para exigir responsabilidades en este asunto, de lo contrario, quedará en evidencia que en todo esto no ha dejado de ser un títere de los EEUU y la OTAN, haciendo dejación de su soberanía. Y todo esto con un gobierno que dice ser progresista.
Siendo conscientes que a lo largo del proceso que se ha seguido en la liberación de Pablo, ha predominado el silencio y la discreción al ser un tema muy delicado en el que el intercambio de prisioneros ha sido el más grande desde 1985, todavía quedan muchas cuestiones por aclarar. Hasta ahora lo poco que tenemos claro es que la negociación ha sido liderada por EEUU por parte de la OTAN y que las negociaciones se han prolongado durante muchos meses. En todo esto el Estado español no ha pintado nada y Polonia tampoco parece que haya tenido un gran protagonismo en todo este proceso. Ello hace pensar que el motivo por el que no se ha celebrado su juicio es, sencilla y llanamente, porque para el Gobierno polaco, para EEUU y la OTAN era una valiosa moneda de cambio en esas negociaciones.
Con la liberación de Pablo González, el Gobierno polaco se ha quitado una patata caliente, porque el tiempo avanzaba y en ningún momento se vislumbraba que presentaran alguna prueba. Lo único que hacían era prorrogar su estancia en prisión, por lo que una de las conclusiones que se podrían entresacar es que mientras durase el conflicto ucraniano, Pablo se había convertido en un rehén en manos de un país de la OTAN, para lograr utilizarlo en las negociones anteriormente mencionadas.
Sin lugar a dudas, el infierno que ha pasado Pablo González ha tocado a su fin, pero toda esta pesadilla finalizará cuando pueda recibir un merecido ongi etorri en Nabarniz, rodeado de su familia y amigos.
Siempre he mirado a Portugal con cariño y admiración, porque un pueblo que hace la revolución se merece eso y algo más. Ni vinieron de fuera para liberarles del fascismo, ni el dictador se les murió en la cama. Y para realzar su gesta, uno de los actores principales fueron los militares demócratas, algo que no se ha visto en otras latitudes.
La Revolución de los Claveles 1974-1975 fue una experiencia única en el continente europeo, la última revolución, donde el ejercicio de la democracia participativa llevó al pueblo a logros impensables, cómo la propiedad común de los medios fundamentales de producción social, pero, sobre todo demostró que hay alternativa al capitalismo.
El movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA) eligió la canción Grândola, Vila Morena, compuesta por José “Zeca” Afonso, como señal para el levantamiento contra la dictadura salazarista. En ella hay una frase que dice “O povo é quem mais ordena” (El pueblo es quien más ordena), que se convirtió en consigna y ahora da título a un libro cómic que Raquel Varela y Robson Vilalba han publicado en marzo de 2024 (Editorial Txalaparta)[1].
El relato de este cómic nos llevará al Portugal de los años 60 y 70, los últimos años del Estado Novo, nombre que dieron al régimen dictatorial fascista que había en este país, y lo hará de la mano de un joven, José, que desde pequeño vive de primera mano la situación que sufre el pueblo, las penalidades por las que pasaba, el alto precio en vidas que pagaba para que la dictadura mantuviera las guerras coloniales en África. Todo ello le llevará a ir adquiriendo conciencia política, y a tomar parte activa en el proceso revolucionario que se vivió a partir del 25 de abril de 1974.
Este cómic, si bien es una historia imaginaria, refleja la realidad en la que estaba inmerso Portugal bajo la dictadura salazarista y la lucha que llevó el pueblo en su deseo de echar abajo las estructuras del Estado Novo para hacer realidad lo que muchos llaman utopía, porque si de alguna forma se puede definir lo que fue la Revolución de los Claveles, sería la que Raquel Varela recoge en la introducción de este libro cómic: “la fuerza colectiva de millones de personas que se movilizan por la transformación de sus vidas es un poderoso motor de imaginación creativa y pensamiento crítico con el que diseñar soluciones de futuro para la organización de las sociedades humanas”.
En el relato encontramos diferentes momentos históricos que se vivieron en Portugal a lo largo de los años 60 y 70, pues lo imaginario en esta obra son únicamente los personajes y sus historias personales. Este libro cómic relata la política colonial portuguesa, una de las más salvajes, donde primaba explotación de su población, trabajos forzados, y para mantener ese dominio, la dictadura movilizó a un millón de portugueses, con un alto coste en vidas; más de cien mil personas de Guinea-Bisáu, Angola y Mozambique perdieron la vida en esa guerra por nueve mil del lado portugués. También nos da a conocer el desastre que originaron las inundaciones que se produjeron en 1967, donde la población más humilde fue quien se llevó la peor parte.
La historia de José servirá a los autores para ir mostrándonos las inquietudes de los jóvenes portugueses en los últimos años de la dictadura, la experiencia que supuso el movimiento revolucionario en los diferentes ámbitos de la sociedad, la colectivización de la tierra, la autogestión de empresas, el control público de la banca y la participación activa del pueblo en una experiencia revolucionaria impensable en Europa.
Los dibujos e ilustraciones realizados en tonalidades grises se caracterizan por su sencillez, que van muy acordes con el contenido de la obra.
El epílogo de este trabajo es una síntesis de lo que representó la Revolución de los Claves, sus logros, pero sobre todo es un mensaje para los tiempos que corren, en los que el auge de la extrema derecha recorre Europa, de recordarnos que en los momentos de crisis, como el actual, “son momentos de elección de encrucijadas”, “momentos en los que la barbarie es tan posible como también lo son los proyectos de emancipación social” y “corremos el riesgo que si nosotros no cambiamos el mundo, el mundo nos cambiará a nosotros”.
[1] Esta obra está editada en euskera y castellano por el Editorial Txalaparta y en catalán por el Editorial Manifest Llibres.
“Nuestra lucha no ha sido ni podrá ser contra ninguna raza, religión, secta o grupo específico. Nuestra lucha ha sido contra la represión, la ignorancia y la injusticia, contra el subdesarrollo forzado y contra toda forma de opresión”.
Abdullah Öcalan
Hablar de Kurdistán es poner sobre la mesa todas las miserias de los países occidentales en sus políticas colonialistas e imperialistas en aras de primar sus intereses geoestratégicos y económicos. El pueblo kurdo es uno de los muchos que ha sufrido en sus carnes las consecuencias de los tratados internacionales firmados entre las potencias internacionales en los dos últimos siglos.
En el caso de los kurdos, se puede decir que hasta hace pocas décadas “no existían. Nadie los conocía. No existían en el mapa ni tampoco como entidad política”. Los elementos de la ecuación que han provocado la situación de este pueblo eran sencillos: de un lado, la descolonización de Medio Oriente se hizo de espaldas a los pueblos y etnias que lo habitan y, de otro, las políticas de sometimiento y represión del pueblo kurdo por parte de Irán, Iraq, Siria y Turquía, estados que se reparten el territorio Kurdo, y dentro de las políticas de estos cuatro estados hay que resaltar y denuncuar el nacionalismo otomano de los diferentes regímenes turcos, sus políticas expansivas en la zona de Medio Oriente y la gestión que hacen de su posición geoestratégica para presionar a Europa a la hora de defender sus intereses.
Para hablar de Kurdistán, hoy traigo a este blog un libro pequeño en tamaño, pero extraordinario en contenido, en el que en poco más de 110 páginas el lector conocerá de primera mano la lucha del pueblo kurdo y el proyecto que está llevando a cabo en las últimas décadas, donde está rompiendo los estándares de lucha y organización que conocemos en los diferentes procesos de liberación nacional que hay en el planeta. “Kurdistán prácticas de otro mundo posible” es un trabajo realizado por Orsola Casagrande (Italia) y Adem Uzun (kurda), en colaboración con Suargi Elkartea, y publicado por la editorial Zorrotz Liburuak a finales de 2022
En una región caracterizada por la diversidad de pueblos, culturas, religiones, donde en muchos casos la represión hacia las minorías ha sido el denominador común, el proyecto que está llevando a cabo el pueblo Kurdo está sirviendo para dar a conocer que otro mundo es posible, en concreto en Rojava, donde llevan casi dos décadas poniendo en práctica el modelo de Confederalismo Democrático teorizado por Abdullah Öcalan.
En el primer bloque la periodista Orsola Casagrande nos hará un recorrido por las regiones de Kurdistán y la situación en la que se encuentra cada una de ellas en función de en qué estado estén enclavadas, lo que ayuda a entender los diferentes procesos que se dan dentro el pueblo kurdo. Dedicará gran parte de su trabajo a analizar las experiencias políticas y organizativas que el pueblo kurdo ha puesto en marcha aplicando el modelo del Confederalismo Democrático en Baku (la parte ocupada de Turquía) y en Rojava-Federación del Norte y Este de Siria.
Los orígenes del movimiento de liberación Kurdo se sitúan a finales de los años 70 con el nacimiento del PKK, pues en palabras de la militante kurda Sakine Cansiz “si hay una cuestión kurda es gracias al PKK”.
Orsola Casagrande, a través de testimonios de militantes y activistas kurdas que en primera persona expondrán sus experiencias a lo largo de sus años de lucha, nos irá introduciendo en la Revolución de Rojava, en el contexto de la guerra que se produjo en Siria a partir del estallido de las “primaveras árabes” y convirtiendose en una guerra total, con la participación de una serie de actores armados en territorio sirio, donde los crímenes de guerra fueron una constante. Los kurdos en Rojava tomaron varias decisiones que han sido trascendentales en su devenir. La primera hay que situarla en el inicio de la guerra en Siria; ante el gobierno del Baath, que siempre los había reprimido y la oposición Siria, decidieron no alinearse con ninguna de las partes, lo que se conoce como la “tercera vía”. La segunda es que “los kurdos en Rojava vieron la posibilidad de poner en práctica el modelo de Confederalismo Democrático desarrollado por Abdullah Öcalan”.
El libro nos muestra los diferentes pilares sobre los que se ha construido la Revolución de Rojava. El más importante ha sido el papel que han jugado las mujeres kurdas, porque han sido las que más han sufrido la violencia del Estado Islámico y que mejor forma de conocerlo que a través de la experiencia de Meryem Kobanê, una de las comandantes que participó en la liberación de Kobanê. Ella nos irá explicando su experiencia en la organización de milicias de mujeres para luchar contra el ISIS y para “demoler los valores dominantes de los hombres”.
Uno de los apartados de este bloque que no quiero dejar pasar por alto es el relativo a “la liberación de Kobanê, la reconstrucción y la sanación de heridas” para el logro de la paz verdadera, en la que “se dejan atrás sentimientos de rechazo y de repulsión”, y para dar a conocer esta labor nada mejor que las experiencias de varios activistas que han desarrollado su labor en pro de los DDHH entre las mujeres y niños que han sufrido los horrores del ISIS, así como trabajando con mujeres e hijos de militantes del Estado Islámico que se encuentran en los campos de refugiados, y con la preocupación de todas estas personas enfocada en el peligro latente de las “células durmientes financiadas y apoyadas logísticamente por Turquía que representan una amenaza muy seria para la estabilidad de toda la zona” y la inacción de la Comunidad Internacional.
En este apartado iremos viendo como la educación y la cultura han sido unos de los pilares para avanzar en el Confederalismo Democrático, desde la óptica que la diversidad es una riqueza y no un problema, y uno de sus logros ha sido la participación de los pueblos que componen la sociedad, kurdos, árabes, armenio, asirios, chechenos y la promoción de todas la culturas que están presentes en este territorio, introduciendo el kurdo en las escuelas y la universidad, cosa que el gobierno del Baath no lo permitía como lengua vehicular. El sistema está basado en el respeto a la diversidad lingüística, los niños de las diferentes culturas tienen la posibilidad de estudiar, además de en su idioma, otro de su entorno, junto con el inglés. Conoceremos la labor realizada a la hora de creación de una universidad en la que se vean reflejados estos valores y la importancia que ha tenido el cine en este proceso revolucionario.
El recorrido de la periodista italiana por este bloque la llevará a retrotraerse en el tiempo para darnos una visión de lo que ha sido la lucha del pueblo kurdo en Turquía, donde el PKK encabezó la resistencia armada y donde el pueblo kurdo se organiza a nivel político, desarrolla una actividad cultural en todos los ámbitos, entre ellos en el cine, pero viviendo en todo momento con la espada de Damocles de la represión de los gobiernos kurdos, independientemente que hayan sido juntas militares fascistas producto de algún golpe de estado o en la actualidad los gobiernos del AKP de Erdoğan. Las continuas ilegalizaciones de organizaciones políticas en las que se organiza la comunidad kurda, el encarcelamiento de sus políticos, la persecución, asesinato de periodistas kurdos y la represión generalizada en sus territorios ha sido una constante a la que han tenido que hacer frente y de la que encontraremos innumerables datos en este libro.
En lo referente a la situación de los kurdos en Iraq, el trabajo de Orsola Casagrande sintetiza lo que representa la administración autónoma kurda de la mano de Masud Barzani, a la que no duda en calificarla de corrupta, el papel que juega en las relaciones con Turquía y lo que supone negativamente para la resistencia del PKK en las montañas entre el Kurdistán turco e iraquí.
De forma similar trata la situación de los kurdos en Irán y las revueltas vividas en 2022 como consecuencia del asesinato de la joven kurda Jina Amini. Expone la lucha de las organizaciones kurdas por lograr unas bases democráticas en la que puedan coexistir todas culturas, religiones y etnias y garantizar constitucionalmente los derechos de las mujeres, cosa que hasta la fecha el régimen iraní niega todos estos derechos.
El segundo bloque corre a cargo de Adem Uzun, perteneciente al Consejo Administrativo del Congreso Nacional de Kurdistán (KNK). Aquí nos vamos a encontrar las bases ideológicas y políticas de lo que Abdullah Öcalan denomina “Sistema de Civilización Democrática
Adem Uzun nos irá introduciendo en la teoría de Öcalan que es el pilar ideológico sobre el que el pueblo kurdo ha fundamentado su proyecto, sobre todo en Rojava. Me voy a detener en algunas cuestiones que me han parecido interesantes porque sirven para abrir un debate acerca del Estado, algo que parece olvidado en la izquierda occidental.
El análisis que realiza del siglo XX le lleva a plantear que en la etapa capitalista “se produce el apogeo del sistema jerárquico estatista, que ha conducido a la humanidad a la actual crisis estructural y existencial de la humanidad”, y que tampoco desde la izquierda se han resuelto los problemas sociales. A partir de estas realidades construye la expresión “Era de la Civilización Democrática” o “Tiempo de los Pueblos”.
Öcalan enfrenta la democracia con el Estado, al entender superada esa etapa en la que el ejercicio de la democracia es una forma de expresión del propio Estado. “La democracia es el autogobierno de todos los sectores sociales no estatales (el pueblo)”, por lo que “democracia es el autogobierno del pueblo”, al margen del Estado, puesto este está por encima del pueblo.
Parte de una concepción radical de la democracia que no tiene nada que ver con el concepto liberal, puesto que la base de ella está en la sociedad y no en las instituciones del Estado (parlamentos, gobiernos…) que no dejan de ser instrumentos para “enmascarar el sistema de dominación y explotación”. Las teorías del líder kurdo desbordan la democracia representativa para que el pueblo no sea un “sujeto pasivo de su propia realidad”, pues “para que exista la democracia, como autogobierno del pueblo, el pueblo debe ser poder” y para ello necesita articularse para poder participar, discutir y decidir y ese es el papel que desempeña el Confederalismo Democrático que funciona como un sistema de asambleas puesto que la democracia tiene un sentido comunal.
Con el desarrollo de sus teorías, el líder kurdo crea en el ámbito de las Ciencias Sociales la escuela del Sistema de Civilización Democrática, cuya unidad básica es la moral y la política, que son la base de la esencia del hombre y de la sociedad. En lo referente al termino moral, le da un sentido diferente al que se le da en el sistema estatal jerárquico, pues “moral es la socialización misma y es una realidad que humaniza, un estado de práctica comunitaria donde todos son el uno para el otro, complementándose”. Si los crímenes contra la sociedad en el proceso de civilización son una ruptura con la moralidad, entonces “el capitalismo es el sistema más inmoral conocido”.
Enfrenta el estado (sistema estatal-esclavista) y el pueblo (sistema civilizatorio democrático) a la hora de hablar de la sociabilidad no estatal, al ser “fenómenos contradictorios que viven en constante pugna”.
Para finalizar, el tercer bloque del libro nos hablará de la experiencia de solidaridad internacionalista vivida por la ONG SUARGI Elkartea, con el hermanamiento entre los pueblos de Durango y Kobanê. Nos irán dando a conocer las diferentes labores que han llevado a cabo en el campo de la ayuda y solidaridad con el pueblo de Kobanê y, en concreto con sus mujeres, pues es un proyecto internacional que tiene como objetivo el hermanamiento de las mujeres de ambas poblaciones.
Los proyectos que realiza la ONG SUARGI Elkartea en la zona de Kobanê están dirigidos a las mujeres de la zona para paliar algunas de las muchas necesidades que tienen, sobre todo con las derivadas de la guerra que han sufrido y que a día de hoy no ha finalizado.
A modo de conclusión, este es un libro que es de utilidad para todas aquellas personas que no tengan un conocimiento del Kurdistán y del proceso político que está viviendo el pueblo kurdo en las últimas décadas, pues de forma sucinta aporta la información necesaria para que el lector pueda conocer su lucha.
(Colaboración realizada por Alex Larragoiti Gonzalez de Mendibil)[1]
“El internacionalismo eficaz no deserta de las patrias, sino que las transforma en órganos de una nueva humanidad “
(Alfonso Daniel Rodríguez Castelao)
Acontecimientos terribles como el reciente terremoto, activan también mecanismos de solidaridad internacional que muchas veces y afortunadamente emanan directamente de la propia sociedad civil. El tejido asociativo que hace posibles respuestas ante este tipo de acontecimientos es una clara muestra de la riqueza de la sociedad vasca.
Pero en circunstancias como esta, la prioridad de la ayuda pasa a ser en sí misma un todo absoluto e inmatizable. Plantear cualquier crítica al formato de la misma pasa a ser incluso temerario.
Una y otra vez vemos que las miserias se ceban principalmente en aquellos más necesitados, en las clases populares y empobrecidas de la sociedad; en los parias de la tierra de cada estado opresor. La desigualdad y los modelos de explotación capitalista neocolonial de estados como el turco o el sirio aparecen más desnudos que nunca ante quienes quieran verlo.
Pero circunstancias como estas hacen también que los mecanismos de dominación, perpetuación de la desigualdad y manipulación masiva comiencen también a trabajar a toda máquina para garantizar la propia supervivencia y razón de ser de estos Estados. Y es en este punto donde me pregunto dónde debe situarse un internacionalista consciente de su pertenencia a un pueblo como el nuestro.
Los tiempos han cambiado mucho y esta no es la sociedad en la que crecimos en los 90. Años en los que la desintegración de la Unión Soviética puso en un primer plano, no ya a las 15 repúblicas, sino a un crisol de nacionalidades que hasta entonces permanecían diluidas en los corsés estatales e incluso imperiales. Cárceles de pueblos como la del nacionalismo ruso readaptado este a cada circunstancia política, pero también asimilador, clasista y racista. Chechenos, inghuses, cherqueses, kumiks, tártaros…. Decenas de naciones y sus culturas y lenguas nos mostraban a nosotros, otra nación minorizada más, que nuestra lucha por la pervivencia como Pueblo no era sino otra más en un mundo que va mucho más allá de lo que nuestra visión del mundo capitalista y euro atlantista nos permite ver.
Fueron años en los que se abrieron puertas a la emancipación de muchos pueblos y en los que, dando otra vuelta de tuerca, tratamos de comprender también las identidades múltiples de Oriente Medio (interesantísima la obra de igual nombre, de Bernard Lewis), acercándonos a ese otro crisol de culturas, creencias y sentimientos de pertenencia diversos que coexisten en esas tierras ancestrales. Aprendimos que las identidades múltiples enriquecen y se construyen a pesar de los esfuerzos asimiladores de los estados post y neocoloniales. Comprendimos que allí coexisten lenguas y culturas altaicas, semíticas o indoeuropeas; que la civilización islámica es muy compleja más allá del chiismo o sunismo; que existen otras identidades religiosas minoritarias como los alevís, alauís, los yezidies, los caldeos, los siriacos…, que también hay ateos, que las formas estatales actuales no son sino retazos postcoloniales y que allí sobreviven y luchan de forma ejemplar pueblos; y que entre ellos resplandece especialmente la mayor nación sin estado del mundo: Kurdistán.
La ética internacionalista y el convencimiento de que la solidaridad es la ternura de los pueblos y, nos llevan a indignarnos, cuando constatamos cómo se abandona a otros pueblos. Especialmente de aquel pueblo que se sigue sacrificando en la lucha contra la barbarie y por un mundo justo para todas y todos.
Nos indigna por ejemplo que en EITB se ignore algo tan básico como que el terremoto haya sucedido también en Kurdistán, no sólo en Siria y Turquía como tratan de hacer ver. Prefiero no pensar que ello responda a algún cálculo malicioso, pues ¿qué se podría pensar de un medio de comunicación público de un pueblo minorizado como el nuestro, que consciente y calculadamente ignore hasta la existencia de un pueblo hermano?; hermano en tanto que también es un pueblo en lucha por su pervivencia. Que dicha línea editorial la marquen profesionales del periodismo que obviamente deberían conocer no solo la complejidad de la zona y la existencia, además de la lucha del pueblo kurdo en respuesta al genocidio que sufre, me lleva a sospechar que esa actitud solamente se pueda explicar por ignorancia o aún peor, por atender intereses espurios.
Debiera dar qué pensar que como sociedad solidaria y ejemplar que pretendemos ser, asumamos de forma acrítica o directamente ignorante un modelo irresponsable de humanitarismo acrítico. También da mucho que pensar que incluso desde una web de una determinada ONG vasca que ahora trata de ayudar en Siria, se llame a la población vasca a colaborar también ignorando a los kurdos y contribuyendo así a ese otro seísmo genocida turco o sirio. No deja de sorprender que incluso se llegue a colaborar activamente con colectivos que no solo ignoran la propia pluralidad socio política de la zona apelando a un sentido del “pueblo árabe” que niega el derecho a existir a los kurdos y otras minorías, sino que son incluso agentes activos en la ocupación del territorio kurdo, amén de colaboradores con el Estado turco y en gran medida también con promotores de valores islamo-fascistas. Todo esto es perfectamente comprobable en las memorias de actividad publicadas a poco que uno se interese por los detalles.
Como recordara Rodríguez Castelao apelando a una acepción del término “internacionalismo” que entiendo que nada tiene que ver con el humanitarismo asimilador y colaborador con los sátrapas de hoy, la solidaridad no se construye desertando de patrias propias, y menos aún de patrias ajenas que necesitan la solidaridad de Pueblos hermanos.
Sirvan estas líneas para tratar de levantar la voz y reivindicar ahora más que nunca al pueblo kurdo y su lucha por una sociedad justa, integradora, feminista y hermana de otros pueblos; lucha enemiga del racismo y clasismo imperantes.
Como dijo Castelao, el internacionalismo transforma las patrias en órganos de una nueva humanidad, y quizá los kurdos sean su mejor representante en nuestros días.
Ayuda de emergencia por el terremoto en Kurdistán Norte y Rojava:
[1] Alex Larragoiti Gonzalez de Mendibil, autor del artículo: Diplomado en ciencias empresariales y especialista en cooperación y desarrollo internacional (UPV). Compañero de una mujer que, para mí, es un ejemplo a seguir día a día. Aita de Aratz e Izaro. Llevo más de veinte años desarrollando mi carrera profesional en una cooperativa del ámbito industrial, pero mi pasión es otra: la política internacional y los pueblos sin estado.
He viajado todo lo que he podido a aquellos lugares que fueron conformando mi propia personalidad política. He tenido la suerte de conocer Guatemala, Chiapas, Cuba, Turquía, Kurdistán (en el Kurdistán iraní, Iraquí y turco) y en cada uno de esos lugares traté de reconocer sus complejidades y diversidad. Pero sobre todo tuve la gran suerte de tener la amistad de grandes personas y aprender de ellos.
Juan Sorín me abrió las puertas del mundo de par en par, me diplomó en la ternura de los pueblos y me contagió su admiración al pueblo kurdo. Bittor Kapanaga me enseñó a aprender de nuestros mayores, la importancia de conocer la cultura propia y que la diversidad es un tesoro. Con Iñaki Aldekoa aprendí cómo funcionan los entresijos de la política y traté de aprender de su gran sabiduría. En Igor López de Munain vi qué es la dignidad en la vida y cómo aprender puede ser en sí una razón de nuestra existencia. Son muchos los amigos de los que trato de aprender humildemente y me hacen tomar conciencia de mis propias limitaciones, en la seguridad de que nunca es suficiente lo que sabes y que para tratar de acercarte a comprender realidades complejas, hay que escuchar mucho.
La insumisión al servicio militar despertó en mí el pacifismo como un eje vertebrador de mi ideología; y la militancia política en Euskal Herria me dotó de unos principios éticos que creo que vertebran la izquierda soberanista; y con el tiempo he aprendido que el futuro será socialista, libertario y feminista, o no será. En la política aprendí que el sacrificio merece la pena, que se aprende equivocándose pero que los principios son irrenunciables. También a tener conciencia de las limitaciones de uno mismo y a poner en valor la entrega de tantos y tantos compañeros y compañeras que lo han dado todo por un mundo mejor.
Muy agradecido a mi amigo Mikel por su ejemplo de tenacidad y esfuerzo infatigable por el aprendizaje. Su amistad es un privilegio.
Hor egon ginen (Allí estuvimos). La batalla del relato
Han tenido que pasar varias décadas desde la muerte del dictador para poner en el centro del debate la recuperación de la memoria histórica. Las dos leyes que se han aprobado hasta la fecha: la de Memoria Histórica siendo auspiciada por Rodríguez Zapatero, y la de Memoria Democrática a iniciativa del Gobierno de coalición PSOE-UP, en modo alguno han satisfecho las reivindicaciones legítimas de quienes lucharon, tanto durante el franquismo como a lo largo de los años siguientes, para la consecución de un régimen democrático que no arrastrase ninguna hipoteca de la dictadura. Sin embargo en el ámbito donde se están dando pasos importantes es en la batalla por recuperar ese relato que se guardó en un baúl bajo llave y se tiró al fondo del mar. Todavía queda camino por recorrer pero es un proceso que ya no tiene vuelta atrás.
La historia la suelen escribir los vencedores, pero en el caso que nos ocupa para ello tienen que fulminar de la faz de la tierra todo lo que pueda cuestionar su relato sesgado de la historia. No niego que puedan tener ventaja al tener grandes apoyos, sobre todo mediáticos, pero a día de hoy la victoria no es de ellos, pues aunque parezca mentira, la batalla del relato está en el epicentro de la política. Y cuando la derecha política y mediática está todo el día intentando reescribir la historia con exabruptos, eso sólo se debe a que no han conseguido imponer su relato. Es por ello que cuando algunos dicen que en la pelea del relato el capitalismo nos gana de calle, habría que decir que aún queda partido.
La batalla del relato tiene una importancia transcendental para hacer acercar lo que fueron los años del franquismo a toda esa generación que no conoció la dictadura ni los años siguientes, pues muchos jóvenes en sus casas poco o nada habrán escuchado de lo que se vivió en aquella época y sus conocimientos provienen únicamente de los libros de texto que manejaron en su etapa estudiantil.
En este contexto de aportar testimonios, gracias a las diferentes asociaciones memorialistas están apareciendo publicaciones escritas, así como trabajos audiovisuales de gran valor por los testimonios que aportan. Recogen de primera mano las experiencias vividas por militantes antifranquistas anónimos, que no han sido mediáticos pues nunca ostentaron cargos políticos de relevancia.
Uno de esos trabajos fue presentado el pasado jueves en Euskal-Etxea de Madrid. Organizado por Madrileños por el Derecho a Decidir, la Asociación La Comuna (Asociación de presxs y represaliadxs por la dictadura franquista) y Euskal-Etxea de Madrid, se proyectó el documental “Hor egon ginen (Estuvimos ahí)”[1], con la presencia de su director, Iosu del Moral y de uno de sus protagonistas, Sabino Cuadra, en el que una docena de militantes antifranquistas dan testimonio de sus vivencias en la lucha antifranquista durante el periodo 1965-1975. Salvando algunas excepciones, como es el caso anteriormente mencionado de Sabino Cuadra y de Joxe Iriarte Bikila, las personas que participan en este documental fueron militantes de base, que relatan su experiencia política de esos años tocando diversos temas : la represión que se sufría en el Estado y en mayor medida en Euskal Herria (de los cinco estados de excepción que hubo durante el franquismo, tres de ellos sólo se aplicaron en Euskal Herria), la represión del euskera y lo que tuviese relación con la cultura vasca, la adquisición por parte de esos militantes de esa conciencia nacional y de clase, lo que suponía vivir en clandestinidad, la experiencia del paso por la cárcel, la violencia procedente del régimen y la respuesta a esta violencia, para finalizar con lo que les movió en esa época y les sigue moviendo a luchar por unos ideales.
El documental es producto de un análisis desde la subjetividad de esas personas jóvenes, y en algunos casos extremadamente jóvenes, que vivieron en primera persona el periodo 1965-1975, que tenían como objetivo derrocar la dictadura franquista para traer un régimen racialmente democrático sin ningún tipo de tutelas heredadas de la dictadura.
A lo largo del documental los entrevistados realizan una serie de reflexiones sobre ciertas cuestiones que tienen gran importancia para entender en los parámetros por donde iba dirigida su lucha. El entorno de la época era una sociedad cerrada y rancia donde el Estado y la Iglesia habían naturalizado la represión. A la falta de libertades que había en todo el Estado había que añadir ciertas características de la represión propias de Euskal Herria y que no se daban en el resto del Estado (prohibición del uso y aprendizaje del euskera) , el autoritarismo existente en el ámbito laboral que se reflejaba en la explotación de la clase trabajadora, la violencia en la escuela, Todo ello empujó a estas personas a tomar un compromiso contra la dictadura. Toman el relevo de los que lucharon en la guerra y los años posteriores.
La procedencia de los militantes entrevistados es diversa, algunos procedentes de familias obreras pero otros de familias con un mejor acomodo social, sin embargo a todos ellos les unía la empatía con el débil, los valores de libertad e igualdad, la conciencia de clases que fueron forjando en sus primeras experiencias laborales y la defensa de su identidad , lengua, cultura.
En el documental se trata un tema que siempre es tabú, la violencia. Los intervinientes exponen que la falta de libertades y la represión existente durante el franquismo legitimaba la utilización de una violencia de respuesta. Sabino Cuadra aborda esta cuestión poniendo sobre la mesa una serie de violencias que son legales, entre las que se encuentran las amparadas en la legislación, teniendo el Estado el monopolio en el uso de la violencia. Existen otras violencias, como la violencia laboral, la violencia machista y hay otras violencias que pudiendo ser “consideradas en los mismos parámetros, pero son tachadas de terroristas”. Es aquí donde en se encuadra el debate sobre la utilización de la violencia tanto en el plano ético como político .
En el coloquio posterior a la proyección, el director, Iosu del Moral, manifestó que con este trabajo intentó reflejar la realidad de lo que fue la izquierda revolucionaria en Euskal Herria, un espectro político plural y totalmente diferenciada de la oposición que realizaron partidos como el PNV o PSOE. Es por ello que estos dos partidos no fueran tenidos en cuenta a la hora de la realización del documental. En el caso del PCE, si bien durante el franquismo sostuvo una lucha importante, en Euskal Herria en ningún momento tuvo el alcance y grado de oposición al régimen como el que desarrolló la izquierda revolucionaria vasca.
En el ámbito de las ausencias, en este trabajo se echa en falta una participación mayor de militantes de base de lo que fue la izquierda revolucionaria abertzale (organizaciones como ETA pm, ETA m, EHAS, LAIA LAB, LAK), que no tenía vínculos políticos con organizaciones del resto del Estado y que a través de sus organizaciones fueron las que tuvieron mayor grado de confrontación con los aparatos franquistas.
En el posterior coloquio, Sabino Cuadra expuso la impunidad de la que ha disfrutado el franquismo a lo largo de todos estos años en todos los estamentos del Estado y la sociedad: policía, ejército, judicatura, iglesia y oligarquía financiera y empresarial son ejemplos de grupos sociales que han sido controlados hasta día de hoy por elementos de extrema derecha.
Ese documental tiene el objetivo de hacer llegar a las personas más jóvenes como fue ese periodo (1965-1975), la respuesta al franquismo de la juventud vasca de la época, el compromiso militante que adquirían, como se vivía la militancia política, lo que ha supuesto en sus vidas esa experiencia vital y cómo la valoran a día de hoy después de tantas décadas. Y digo llegar a personas jóvenes porque ellas tienen que portar el testigo en la batalla del relato para poder defender la memoria de todas aquellas personas que lucharon contra la dictadura franquista y evitar el blanqueamiento de esta y en palabras de Iñaki Garmendia, uno de los protagonistas del documental, “si los jóvenes no se mueven no hay cambio posible, siempre son los jóvenes y en muchos casos los más jóvenes, como en su tiempo, los que mueven las cosas”.
Para finalizar, todo aquel que esté interesado en ver el documental, puede hacerlo a través del enlace que hay en este artículo, de esa forma cada cual podrá obtener sus conclusiones.
No es mi intención el analizar este concepto desde términos teóricos o recordando la importancia que tuvo en la historia del movimiento obrero. Lo que voy a escribir es más de andar por casa, tiene más que ver con situaciones cotidianas que pueden servirnos para entender la realidad actual al hablar de conciencia de clase.
Cuando ante algunas personas he utilizado el término conciencia de clase, la respuesta del personal ha sido de lo más surrealista, desde los que se ponen de perfil, pasando por los que te dicen que eso es cosa de otro siglo, como si el tema no fuera con ellos y hasta los que les produce tal urticaria que me llaman comunista.
Si en algo se han caracterizado los últimos cuarenta años en la Europa occidental, es en la pérdida de derechos por parte de los trabajadores. Se están viviendo situaciones que no hace tanto tiempo estaban superadas. El deterioro de las condiciones laborales se ha ido generalizado hasta tal extremo que es muy difícil no encontrar a alguna familia en la que alguno de sus miembros no ha haya sufrido algún tipo de medida que haya visto mermada sus condiciones de trabajo. No hay semana que no haya alguna información sobre planes de despidos colectivos, estos últimos días le ha tocado el turno a las empresas tecnológicas (Twitter y Facebook).
Es curioso observar la falta de conciencia de clase en muchas personas que tienen unas condiciones laborales muy precarias. Uno de los motivos para que tengan esa actitud hostil hacia este término se debe a que ello conlleva asumir a la clase a la que pertenecen y eso no es fácil. Además de un ejercicio de negacionismo, es una actitud basada en intentar ignorar ese hecho, como si escondiéndolo en un baúl, la precariedad la sobrellevasen mejor. Y siempre está latente el sueño de poder dejar de pertenecer a esa clase que no quieren ni mencionar su nombre, y para ello, no dudan en anteponer el individualismo en detrimento de lo colectivo. Hoy en día este perfil lo observo en personas que tienen una cualificación laboral y trabajan en sectores de producción que no tienen nada que ver con los tradicionales de toda la vida, pero que las situaciones de precariedad laboral se dan tanto o más que en los empleos tradicionales.
El estallido de la pandemia nos hizo pensar a algunos que iba a servir para buscar soluciones colectivas a los problemas globales de la sociedad, pero por el contrario, nos encontramos con la desagradable sorpresa que lo que ha salido fortalecido es la búsqueda de soluciones individuales, el sálvese quien pueda. Ha sido el triunfo del liberalismo más salvaje. Una muestra son los resultados electorales que se han ido dando en los diferentes países europeos, donde las opciones más conservadoras y de extrema derecha han ido ganado terreno a las opciones de izquierda.
Lo grave es que últimamente vengo observando que este fenómeno va creciendo de forma exponencial y tengo la impresión que este tipo de situaciones sólo revierte cuando se produce una crisis aguda en la que de un día para otro uno se despierta y se da cuenta que ha sido un peón sacrificado en esta partida de ajedrez que está jugando el capitalismo.
Al hablar de conciencia de clase, es obligado empezar por los que tienen una conciencia de clase muy arraigada: Los empresarios ¿O es que alguien ha podido pensar que la conciencia de clases era únicamente patrimonio de la clase trabajadora? La defensa de los intereses particulares dentro de la sociedad actual requiere tener muy claro el status al que pertenece y donde se sitúa su oponente, y en eso el capital no tiene rival que le haga sombra. No hace muchas fechas, allá por el mes de octubre, el señor Garamendi, presidente de la CEOE, se expresaba de forma nítida. Le preocupaba el planteamiento de ruptura de lo que es la sociedad actual y decía que “no se puede hablar de ricos y pobres”. Es curioso, no decía que no se hablase de “derecha o izquierda”, sino de “ricos y pobres”. Su discurso tiene toda la lógica del mundo desde la trinchera que lo realiza. No le interesa que se hable en esos términos por varios motivos. El primero porque hablar de ricos y pobres puede hacer despertar a más de un despistado y darse cuenta que es pobre, que cuando se levanta y se mira al espejo se va a encontrar con la cruda realidad, que tiene un contrato precario, que tiene una jornada laboral interminable sin cobrar las horas extras y que tiene problemas para llegar a fin de mes. Y si con un poco de suerte adquiere conciencia de su situación, es más fácil que entienda la siguiente parte del discurso, que es pobre porque la riqueza la amasa una élite minoritaria de la sociedad. El hecho que haya ricos y pobres le llevaría a plantear la injusticia del reparto de la riqueza y las medidas que deberían de adoptarse para corregir esa situación. La conclusión es clara. Garamendi tiene una conciencia de clase muy marcada y pone todo su esfuerzo para que esa conciencia quede diluida en los que tiene enfrente: los trabajadores.
Por el contrario, cuando uno pisa la calle se encuentra con algunas perlas que estoy convencido que en más de una ocasión todos hemos escuchado y son el mejor reflejo de la sociedad en la que nos encontramos. Son situaciones que uno se puede encontrar en su lugar de trabajo, en la conversación con un conocido mientras tomas un café, con el vecino que coincides en la tienda del barrio haciendo la compra o esa persona con la que compartes trayecto en el transporte público todas las mañanas para ir al trabajo.
Sin ir más lejos, es algo recurrente escuchar expresiones de este estilo: “es normal que los ricos se marchen a Suiza porque en España se pagan muchos impuestos”, “no hay derecho a que exista el impuesto sobre el patrimonio porque me hacen pagar sobre algo que es mío”, “hoy en día a las empresas no les quedan más remedio que contratar a inmigrantes porque los españoles no quieren trabajar” (en este caso la frase va aderezada con tintes racistas), “los jóvenes no tienen ganas de trabajar”. Este tipo de frases las estoy escuchando con una frecuencia preocupante, porque provienen de personas trabajadoras. Estoy por ver que me encuentre a una persona que me diga que le parece magnífico que se apliquen políticas fiscales progresivas en función de los ingresos y el patrimonio de las personas.
Si todas esas frases que he mencionado son ciertamente preocupantes, a mí lo que me ha parecido el sumun de la alienación, algo difícil de superar, es una perla que he escuchado en estos días. La frase en cuestión se la he escuchado a un trabajador en el que todo ufano se pregunta “dónde están los derechos del empresario cuando un trabajador rescinde su relación laboral con una empresa porque está dejando tirado al empresario”. Lo primero que me vino a la mente fue la frase que escribió en un tuit Ignacio Aguado, el que fuera candidato fracasado por Ciudadanos a la Comunidad de Madrid en la que decía “¿Por qué un empresario que no quiera contar con un trabajador tiene que indemnizarle con 45 días/año y un trabajador se puede ir cuando quiera?” Cuando un trabajador piensa de esta forma, en él la conciencia de clase ni está ni se la espera. Al escuchar a este tipo de personas no sé si estoy hablando con un trabajador de los que cuando sale y llega a su casa es de noche para ganar un modesto salario o con el presidente de la CEOE.
En esta espiral de desnortamiento y desubicación, se suele dar con frecuencia esa actitud de falta de solidaridad, pero que yo iría más lejos, y la definiría como egoísmo individual, que es la actitud que muchas personas adoptan cuando existe un conflicto laboral que conlleva una respuesta por parte de los trabajadores afectados, esa extendida falta de empatía con los que se ven obligados a adoptar medidas de presión, como puede ser una huelga. Y es un síntoma preocupante que no se tenga presente que si los trabajadores de un sector productivo, gracias a las medidas de presión ejercidas, consiguen obtener unos derechos o neutralizar las políticas de la patronal, eso suele tener consecuencias positivas para los trabajadores de otros sectores.
Hay conflictos que pueden ocasionarnos ciertas molestias, como puede ser una huelga de los sanitarios o del transporte público, y me suele indignar las quejas de los usuarios de esos servicios, cuando en muchos casos la reivindicación no es una cuestión monetaria, sino la mejora de las condiciones laborales que inciden de forma directa en la calidad del servicio que recibimos los usuarios. Eso es conciencia de clase, entender que somos parte directa e interesada en esa protesta, como es el caso de la lucha que están llevando los sanitarios en estos días en la Comunidad de Madrid, pues su objetivo es mejorar la sanidad pública ante el desmantelamiento que está realizando Diaz Ayuso, la reina de las cañas, los bares y las terrazas.
Antiguamente la conciencia de clase era algo que se llevaba en el ADN. No era necesario que el trabajador tuviera grandes estudios, pero tenía algo más importante, la experiencia que le había proporcionado la el día a día para sobrevivir. Este ha sido el gran triunfo del capitalismo, lograr la pérdida de conciencia de su clase antagónica.
En la actualidad, la historia reciente nos ha enseñado que para que se de un cambio de mentalidad en un sector importante de los trabajadores, que no olvidemos que son la inmensa mayoría de la sociedad, y recuperen la conciencia de clase, suele venir de la mano de esas crisis cíclicas que nos depara el capitalismo, en las que suele deshacerse de un porcentaje importante de la masa trabajadora, expulsándolo del mercado laboral y dando un nuevo giro de tuerca a las condiciones laborales.
La oscuridad de una noche que parece que no tiene fin, en la que la penumbra y el silencio se adueña de todo, donde las sombras se mueven con la impunidad que le confiere ese ambiente de tinieblas para que el terror campe a sus anchas. Así se podría definir lo que viene a ser una dictadura militar en la que la represión y el terror es el arma que utiliza para que el miedo se apodere de la población.
Una de las dictaduras más sangrientas de los últimos cincuenta años fue la que protagonizaron los militares argentinos entre los años 1976-1983. En esos siete años de dictadura más de 30.000 argentinos fueron detenidos, torturados y asesinados. Como posteriormente se ha sabido los asesinatos podían ser de diferentes formas: torturados hasta la muerte, fusilados después de haber sufrido torturas o lanzados vivos al mar desde aviones. En toda esta orgía represiva no faltó por parte de los golpistas el robo de bebés de los detenidos y posteriormente asesinados. Y todo esto con la permisividad del Comunidad Internacional y la Conferencia Episcopal argentina que para eso el nuncio apostólico Pío Laghi jugaba al tenis con el almirante Emiliano Eduardo Massera, miembro de la Junta Militar.
El periodista Giovanni Claudio Fava en su novela “Los silenciados” (Editorial Txalaparta), publicada en septiembre de 2022, nos traslada a los primeros años de la dictadura militar argentina para rescatar unos hechos que sucedieron en el equipo de rugby de La Plata, del que mataron a diecisiete jugadores en cuatro años. Para construir este relato ha sido fundamental el testimonio del único integrante del equipo de rugby que sobrevivió al terrorismo de Estado promovido por la dictadura de los militares argentinos, Raúl Barandiarán, de origen vasco, pues su abuelo era de una localidad de Gipuzkoa.
Claudio Fava, natural de la Catania (Italia) conoce bien este tipo de situaciones, pues su padre, Giuseppe Fava, periodista y escritor como Claudio, fue asesinado por la mafia italiana. En una de sus estancias en Argentina, el autor tuvo conocimiento de la historia del club de rugby de La Plata y fruto del trabajo de investigación ha publicado esta novela, en la que nos narra como un grupo de muchachos integrantes del primer equipo sufren la represión del régimen de forma despiadada. Su delito no fue otro que “pensar diferente, elevar la voz fuera del coro” y esas cosas los milicos no las perdonaban.
El autor ambienta la novela en la Argentina de 1978, estando cercano el Mundial de futbol, el escaparate que querían utilizar los militares para lavar su imagen cara al exterior. “Argentina, tierra de derechos humanos , porque todo lo demás no es más que propaganda comunista, cosa de melenudos y huelguistas”.
“Los silenciados” recoge fielmente en sus páginas lo que fue el terror de la dictadura militar y el espíritu que representó, que se puede resumir en las palabras del general Manuel Ibérico Saint-Jean, gobernador militar de la provincia de Buenos Aires, “primero eliminaremos a los subversivos, luego a sus amigos y por fin a los indecisos”. Es por ello que en muchos casos la guerra sucia asesinaba a personas “porque no sabían lo que pensaban, y eso les ponía los pelos de punta”. Y para esta labor estaba el “Servicio de Inteligencia del Ejército: los barrenderos de la Junta Militar, encargados de hacer limpieza en el país”. Era lo que Naomi Klein describe en La doctrina del shock cuando habla de los generales chilenos[1]. No cabe duda que los militares argentinos tuvieron en la dictadura chilena el referente más cercano para aplicar la teoría del terror generalizado.
En el relato de la novela se produce el asesinato de Javier, un muchacho del equipo de La Plata a manos de los milicos. Este hecho será la mecha para que este modesto equipo rete al régimen militar con diez minutos de silencio antes del inicio del siguiente partido. Esta “afrenta a los militares y sus esbirros hecha sólo de silencio, había dado la vuelta al país” y será el detonante para que a partir de este momento, y en vísperas del Mundial de futbol, los cuerpos represivos pongan en su punto de mira en los jugadores de este club. Todo esto dará inicio a una espiral de represión que va a encontrar una respuesta colectiva por parte de este grupo de muchachos, seguir jugando el campeonato de rugby como forma de enfrentarse al poder. Fue su modo de “no darles la razón y una manera de honrar a los compañeros muertos”.
En la novela del periodista Claudio Fava sobrevuelan conceptos habituales en situaciones de terrorismo de Estado y guerra sucia, como la utilización de la mentira y la intoxicación informativa para conseguir la impunidad de la represión.
Aunque es producto de un trabajo periodístico, el autor no busca tanto contar hechos como “imaginar los pensamientos y los gestos de aquellos muchachos que prefirieron quedarse y morir”. El autor conserva en la novela el nombre del único superviviente, Raúl Barandiarán, no así el del resto de sus compañeros de equipo.
De la novela me gustaría destacar los diálogos porque se ajustan mucho a las situaciones que se se describen en el libro. Los diálogos entre el protagonista, Raúl Barandiarán y su entrenador, o los que tiene con su pareja, dan cuenta del miedo que se respiraba durante la dictadura militar y la situación dramática que vivía el pueblo. Dentro de la dureza que supone el relato de este tipo de hechos, no ha impedido a Claudio Fava escribir una novela que se caracteriza por una lectura ágil, sencilla y con ritmo. Por ello la lectura se realiza en un breve espacio de tiempo.
[1] Naomi Klein en su libro “La doctrina del shock” se expresa en estos términos: “Pero encarcelar y matar al gobierno no era suficiente para la nueva Junta Militar chilena. Los generales estaban convencidos de que sólo podrían retener el poder si lograban que los chilenos vivieran completamente aterrorizados, como había pasado con la población de Indonesia. En los días que siguieron al golpe, unos trece mil quinientos civiles fueron arrestados, subidos a camiones y encarcelados, según un informe de la CIA recientemente desclasificado. 5 miles acabaron en los dos principales estadios de futbol de Santiago, el Estadio de Chile y el enorme Estadio Nacional. Dentro del Estadio Nacional, la muerte reemplazó al futbol como espectáculo público”.
En primer lugar, como cuestión preliminar, y viendo que al tratar el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania ha aumentado la sensibilidad de la opinión pública hasta el extremo que si uno hace un comentario o análisis crítico acerca de una de las partes en conflicto ya se le acusa de estar a favor de la otra, voy a dejar claras algunas cuestiones.
En primer lugar, estoy en contra de todo tipo de agresión, militar o de otra naturaleza, a cualquier país soberano, por eso me parece una aberración la carrera armamentística de las grandes potencias mundiales que sólo tiene una finalidad: la defensa de los intereses económicos de las élites de los países contendientes. Las guerras son un instrumento del capitalismo para acumular más riqueza y para ello, utilizan el nacionalismo más reaccionario para enfrentar a unos pueblos contra otros, siendo estos los que ponen los muertos en todo conflicto. Y quien sufre las consecuencias es, como siempre, la población civil. Y por supuesto, estoy en contra de los que exportan la guerra lejos de sus fronteras con la finalidad de obtener grandes beneficios para sus empresas armamentísticas.
Por todo lo que acabo de exponer, estoy en contra de todas las agresiones y guerras que se han dado o se dan a lo largo del planeta, que por cierto, en la actualidad hay algo más de una docena de ellas y de las que no se habla. El hecho de que la guerra se esté produciendo en Europa no lo hace más grave que cuando ocurre en otras regiones del mundo.
En el caso de la guerra entre Rusia y Ucrania también voy a hacer una consideración preliminar. El conflicto no se ha iniciado el pasado 24 de febrero con el ataque de Rusia a Ucrania y su invasión. El conflicto lleva produciéndose desde 2014, con alrededor de 14.000 muertos en la zona del Dombás. Si bien es cierto que hay muchas personas que teniendo conocimiento de esto, curiosamente han entrado en un estado de amnesia para poder mantener en este momento un discurso bélico acorde con los dictados de EEUU, la OTAN y ese títere de los EEUU que es la Unión Europea.
Dicho todo esto, son innumerables los temas que se pueden tratar entorno a este conflicto, pero el que en este momento me preocupa es la miseria moral de Occidente en esta conflagración, que se puede englobar en las siguientes cuestiones: política de refugiados, política de sanciones, vulneración del derecho de información y blanqueo de regímenes que no cumplen los estándares de las democracias liberales.
No ha sido necesario que hayan pasado más de dos semanas desde que el Ejército ruso iniciara la ofensiva contra Ucrania para volver a constatar una vez más la mezquindad de Occidente con la colaboración inestimable de la gran mayoría de los medios de comunicación, pues no hay cuestión que afecte a este conflicto que no esté bajo los efectos de la manipulación política y/o informativa.
Occidente en general y Europa en particular, representan en estos momentos la mayor de las miserias y cada día que pasa logran superarse. A lo largo de las dos décadas que hemos consumido de este siglo, los países occidentales han llevado la guerra a diferentes zonas del planeta, en algunos casos de forma directa, como fueron las invasiones de Afganistán, Irak y los bombardeos a Libia, o de forma indirecta, apoyando a algunos países o grupos terroristas para derrocar a gobiernos que no eran de su cuerda o que eran un estorbo para sus intereses en la zona, como son el caso de las guerras en Siria y Yemen.
EEUU, en colaboración con los países que forman la OTAN y la UE, ha exportado destrucción y muerte para millones de personas inocentes que veían como de la noche a la mañana lo perdian todo, convirtiendo su vida en un infierno, siendo su única salida la huida y el abandono de su país. La situación actual de Ucrania es similar a la vivida en Siria, Libia, Iraq, Afganistán o Yemen. Mención especial tiene la cobertura que proporciona Occidente a las políticas belicistas del Estado de Israel para atacar al pueblo palestino y los países de su entorno, especialmente Siria. Es la típica guerra que se encuentra junto a nosotros, como el que tiene una jaqueca crónica que llega un momento que pasa a ser como algo connatural a esa persona. Eso sucede con la situación de los palestinos. Una situación sangrante en la que Occidente mira para otro lado, pues no se puede disgustar a Israel.
Las imágenes de destrucción y de personas huyendo que estamos viendo estos días son similares a las de cualquiera de los conflictos que he enumerado. Lo que cambia es que las personas que en Ucrania lo están sufriendo son blancos, rubios, no tienen la tez morena ni son negros, profesan la religión cristiana, van vestidos con ropa occidental de las mismas marcas que por estas tierras se consumen y llevan consigo un móvil de última generación. Y todo esto no es cuestión menor, pues casualmente en cuanto estalló este conflicto, la celeridad demostrada por los gobiernos de la UE ha sido inimaginable. No tardaron ni 48 horas en ponerse de acuerdo para aprobar el status de refugiado para todo aquel ucraniano que entrase en un pais de la UE, vamos, todo lo contrario de lo que ha sucedido en otras crisis humanitarias promovidas y provocadas por ese tridente formado por EEUU, la OTAN y el tonto útil que es la UE. Ello ha venido a demostrar que existen refugiados de primera y de segunda. Se critica a la extrema derecha, pero se acaba actuando como ella. La bajeza moral ha llegado hasta el extremo de diferenciar a las personas que huían de Ucrania entre los que eran nativos de este país y los que habían recalado en él como consecuencia de la huida de otros conflictos, como los procedentes de Siria o Afganistán. Si la actitud con la inmigración ucraniana la comparamos con el trato dado a lo largo de estos últimos días a las personas que saltaban la valla en Melilla, la comparación es insultante. Estos últimos eran recibidos a porrazo limpio. Eso con el gobierno más progresista de la historia. No quiero ni pensar cómo serán recibidos cuando VOX gobierne.
En relación a la acogida a los refugiados me parece impresionante el gesto de solidaridad de la sociedad europea volcándose en acoger a los refugiados ucranianos, dando ayuda de todo tipo, personas que han cogido una furgoneta y se han ido a traer familias para acogerlos en sus casas. Pero, como he mencionado anteriormente, en las dos últimas décadas ha habido varias crisis humanitarias provocadas por los países occidentales y, en el mejor de los casos, ha habido sectores de la población que han dado un apoyo, pero ni mucho menos ha tenido la misma magnitud, y ha estado sujeto a la crítica constante de los partidos de derecha europeos. Esto en el Estado español lo sabemos muy bien, el trio de Colón en su conjunto ha estado en contra de cualquier acogimiento a inmigrantes, aduciendo del peligro que generaba el efecto llamada. Ahora parece que no hay riesgo de que se produzca el tan temido para la derecha efecto llamada y toda solidaridad es poca. La conclusión es que la doble vara de medir de la clase política europea ha sido asimilada por la sociedad. Y con esto en absoluto critico la solidaridad desplegada durante estas últimas semanas, sino que echo en falta que se actúe de la misma forma cuando se dan situaciones similares en otros conflictos, con el agravante que su origen se encuentra en las injerencias políticas y militares de los países de occidentales. Hasta en la solidaridad hay un poso de xenofobia.
La política de sanciones que aplica Occidente no deja de ser una forma arbitraria de imponer su hegemonía. Su finalidad no es tanto la democratización ni el respeto de los derechos humanos en los Estados a los que se les aplica cualquier medida de esta naturaleza, sino que sigan los dictados de EEUU y de la UE. A la hora de imponer sanciones económicas a un Estado las grandes potencias tienen presente los beneficios o perjuicios económicos y geoestratégicos que la decisión generaría. En función de esto se blanquea al régimen de turno, sin perjuicio que sea una dictadura feudal, caso de las monarquías feudales del Golfo Pérsico con Arabia Saudita a la cabeza, un Estado genocida, al estilo de Israel con el pueblo palestino o Marruecos con el pueblo saharaui. A ninguno de estos países se les ha impuesto sanciones económicas. Y habría que preguntarse ¿y por qué ahora a Rusia? Porque el régimen ruso no ha engañado a nadie en los últimos 30 años. Ha practicado la represión contra la prensa y la oposición hasta el punto de llegar a envenenar, asesinar o encarcelar a ciudadanos rusos, practicó atrocidades durante las dos guerras de Chechenia y durante todo este tiempo la Comunidad Internacional nunca tomó medidas de calado, se ha limitado a protestar y nunca se han puesto en tela de juicio los procesos electorales rusos sobre los que ha habido algo más que indicios de fraude.
Ahora, como la cosa en materia energética se complica, el guardián de las esencias democráticas, EEUU, ha dado un paso más en su falta de ética y por cuestiones crematística no ha dudado en tocar la puerta de Venezuela y de intentar normalizar las relaciones. Después de haberlo demonizado y de haber aplicado un embargo económico que lo ha sufrido todo el pueblo venezolano ahora da un giro de 180 grados. Partiendo de la premisa que Venezuela es un Estado soberano sobre el que no debe de haber ninguna injerencia extranjera, el viraje de los EEUU es una muestra más de la falta de toda moral en materia de derechos humanos.
Otro tema que es muy preocupante es que la vulneración del derecho de información es una constante en una guerra y esta no está siendo una excepción. Entiendo que para la inmensa mayoría de los medios de comunicación de Occidente debe de ser casi imposible escribir desde unos parámetros de imparcialidad, rigor y profesionalidad sobre las innumerables cuestiones que afectan al conflicto armado entre Rusia y Ucrania. Su relación de dependencia con los grandes grupos económicos y de poder político les lleva a ubicarse en el bando del poder. Por tanto, nada podemos esperar de su labor, pues va dirigida a apuntalar a los prebostes políticos y económicos.
Es muy preocupante que en lo relacionado con la información se esté viviendo un auténtico estado de excepción. La decisión adoptada por los países de la UE de prohibir la emisión de canales de televisión rusos es una vulneración del derecho que tiene el ciudadano a elegir donde se quiere informar y de tratarnos por tontos. Que este tipo de prácticas se den en Rusia, un país donde los derechos fundamentales se encuentran diariamente vulnerados, es algo esperable, pero que lo haga la UE es muy preocupante, como lo es que el reportero vasco Pablo González se encuentre encarcelado en Polonia acusado de espionaje, sin que a día de hoy hayan aportado prueba alguna. Ante esta vulneración del derecho de información la UE mira para otro lado. Debe de ser que no quieren testigos incómodos.
A lo largo de estas semanas se ha podido observar cómo los medios de comunicación españoles han intentado desnaturalizar algunos hechos que se han producido en los últimos ocho años en Ucrania. Comprobar como han intentado lavar la cara del régimen ucraniano surgido del Euromaidán[1] en cuestiones como la quema de la casa de los sindicatos en Odessa por parte del grupo paramilitar de ideología neofascista Sector Derecho, partidario del Gobierno ucraniano, donde murieron más de cuarenta personas que se habían refugiado en ese edificio para protegerse de las agresiones de estos grupos, la inclusión en el ejército regular ucraniano de todas estas unidades paramilitares neonazis o la ilegalización de los partidos comunistas de Ucrania son una muestra de la labor que está realizando la prensa. Además de poca profesionalidad, no han dudado en alinearse con una de las partes enfrentadas, en vez de ser rigurosos a la hora de informar.
Da la sensación que la UE se siente más cómoda con medios de comunicación que blanquean a organizaciones nazis y fascistas a través de la cobertura informativa que les están proporcionando. Tanto en televisión como en la prensa escrita han aparecido entrevistas a miembros de grupos fascistas que se han apuntado de voluntarios para alistarse en los regimientos nazis que hay en Ucrania, como es el Regimiento Azov (grupo paramilitar nazi ucraniano que ha sido integrado en el ejército de este país). Lo cuál no deja de ser un blanqueamiento político del actual régimen ucraniano, que no es que haya brillado por la defensa de los derechos humanos y los valores democráticos.
Esto último me sirve para enlazar con la última cuestión que es la relativa al blanqueo por parte de Occidente de los regímenes que no cumplen con los estándares de las democracias liberales y un ejemplo es el régimen ucraniano. Las políticas de las democracias occidentales vienen a demostrar que no tienen ningún interés en que países como Ucrania se conviertan en democracias donde se garanticen los derechos civiles y políticos de la población y se respeten los derechos humanos, entre otros de las minorías existentes. EEUU y sus socios están más preocupados por la geopolítica para la defensa de sus intereses y lo de la democracia y los derechos humanos se queda en pura retórica.
[1] Euromaidán: Revolución que se produjo en Ucrania en 2014.
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