31 vidas antifascistas vascas

31 vidas antifascistas vascas es una vacuna contra el olvido

Hace unos días leí una noticia en la que se daba cuenta del descubrimiento de una fosa común de la Guerra Civil en el cementerio de Amorebieta-Etxano. Según Euskal Prospekzio Taldea, en ella podrían encontrarse gudaris, milicianos y fallecidos procedentes del hospital que hubo en esta localidad durante la Guerra Civil. La noticia, que me llegó a través de un amigo y activista del Foro de la Memoria Histórica de Guadalajara, se cruzó con la lectura del libro, que tenía entre manos, titulado “31 vidas antifascistas vascas” (Desacorde Ediciones) del periodista Iban Gorriti González, publicado a finales de 2022. El artículo y el libro tienen dos nexos de unión entre sí, el primero no es otro que rescatar la memoria de todas aquellas personas que sufrieron el fascismo a partir del golpe de Estado que dieron militares españoles con la finalidad de derrocar al gobierno legítimo de la República e instaurar un régimen fascista, sustentado en el terror a la población, y el segundo nexo de unión es que, casualmente, ambos textos son del mismo autor.

Monte Kolitza

El espacio de tiempo comprendido desde el 18 de julio de 1936, momento en el que se produce la asonada militar, que fracasó en su intento de derrocar de forma fulgurante la República, derivando en una guerra, hasta la caída del frente vasco en julio de 1937, después de la batalla del monte Kolitza, se puede definir como los días más negros que vivió el pueblo vasco a lo largo del siglo XX. El terror y la destrucción se impusieron a la voluntad de un pueblo de vivir en paz y libertad. En este periodo de poco más de un año, los ejércitos totalitarios de la Alemania nazi, la Italia fascista y la España franquista tuvieron tiempo más que suficiente para demostrar al mundo las barbaridades que tenían reservadas para las poblaciones civiles que no estuvieran en su bando. Bombardeos, entre otros, como los de Otxandio, Durango, Gernika, Amorebieta-Etxano o Galdakao, eran el preludio de lo que el fascismo sería capaz de hacer en los siguientes años a lo largo y ancho de Europa.

Mural plaza de Andikona de Otxandio

Tenemos la obligación moral de que hechos como estos no caigan en el olvido para que sean recordados y tengan conocimiento las nuevas generaciones, y con ello, rendir un homenaje a todas esas personas que formaron parte de la resistencia antifascista y de “aliviar el dolor” que a día de hoy sigue produciendo. Con ese deseo traigo este libro, que no defrauda en esta labor áspera pero imprescindible.

Hay lecturas que, siendo desgarradoras, son necesarias porque son un antídoto contra el olvido, y ayudan a mitigar el dolor producido por el fascismo y la obra de Iban Gorriti es una de ellas. En este libro hay una recopilación de los avatares de un puñado de personas que vivieron en sus propias carnes la tragedia que supuso el fallido golpe de Estado militar de 18 de julio de 1936 y que en una guerra con el fin de derrocar a la legalidad vigente, que no era otra que la Segunda República, para instaurar un régimen totalitario al estilo de sus aliados: la Alemania nazi y la Italia fascista.

En los tiempos que estamos viviendo, con el resurgimiento de esa extrema derecha, que no deja de ser el fascismo del siglo XXI, que tiene como uno de sus objetivos el blanqueamiento de todo lo que supuso el golpe militar de julio de 1936, “la mal llamada guerra civil” y varias décadas de dictadura, “31 vidas antifascistas vascas” es una vacuna contra el olvido y un bálsamo contra ese dolor que se ha acumulado, “alivia el poso del dolor franquista y otros fascismos y reduce el afán de tiranía” y así lo resume el prólogo del libro cuyo autor es el actor Juanjo Otero: “Este es un libro antifascista. Por eso es necesario. Por ello, restaura y por eso mismo duele y libera. Por eso hace justicia”.

Iban Gorriti recoge la experiencia vital de 31 personas que de forma directa vivieron la guerra y la represión fascista, pero no cabe ninguna duda que esta cifra podría ser casi infinita. Desde Tudela hasta Muskiz y de Isaba al Valle de Añana podríamos encontrar innumerables historias y vivencias de ciudadanos que sufrieron aquella época negra.

Este libro es un ejercicio de “empatía ante el sufrimiento causado” y consigue que todas esas pequeñas historias que recoge pasen de pertenecer a las personas que las vivieron y sus familiares a formar parte de una historia colectiva que nos pertenece, por ello, es fundamental que salgan a la luz, para que puedan ser conocidas y compartidas. Las 31 vidas que encontramos en este libro han abandonado el anonimato y eso ahí queda para el futuro, lo que debería de animar a todos aquellos que en su seno tengan una historia similar a que la saquen del cajón del olvido.

Placa recuerdo Ayuntamiento de Olite

Entre las 31 vidas que recoge este libro se pueden encontrar personas de lo más diverso: gudaris, milicianos, civiles, niñas y niños que sufrieron en primera persona la violencia, o que en el mejor de los casos fueron evacuados fuera de Euskal Herria, viviendo auténticas odiseas. Las personas que dan vida al libro forman un gran abanico ideológico, desde nacionalistas vascos hasta anarquistas, pasado por socialistas y comunistas, pero a todas ellas les unía la lucha contra el fascismo y lo que representaba en los años 30.

Las historias que más impacto pueden causar por la violencia que en ellas se recogen las protagonizan mujeres. En ellas se da la violencia por partida doble: por un lado, la violencia fascista y, por otro la violencia de género. Alguna de esas terribles historias quizá sea más conocida como la que sufrió Maravillas Lamberto[1], pero Iban Gorriti nos da cuenta que no fue la única que sufrió una violencia de este tipo.  La elgetarra Anttoni Telleria vivió una situación muy similar, con la diferencia que en este caso logró salvar su vida. Y no quisiera olvidarme del drama que padeció la zornotzarra Marina García, que desde Villar de Chinchilla (Albacete) acabó recalando en Amorebieta-Etxano, siguiendo la estela de su madre que estaba presa y se encontraba en la cárcel de El Karmelo (Amorebieta-Etxano). En aquella época el fascismo ya practicaba la dispersión.

Si bien las historias que nos trae Iban Gorriti son muy crudas por el sufrimiento que llevan aparejadas, algunas de ellas tienen una cara tierna, como la que protagonizó el donostiarra Clemente Famaraza Sandegi, militante de la CNT y miembro de las Milicias Antifascistas Vascas (MAV) que operaban en Madrid, que donó los 40 duros de su nómina para que las niñas y niños de un hospicio de Madrid tuviesen juguetes el 6 de enero de 1937. Y sin olvidar la historia de amor de la pareja lodosarra, formada por Amelia Resano y Benito Salvatierra, pues “el padre de él llevó a fusilar a al abuelo de ella” en julio de 1936.

Para algunas de estas personas de las que fueron evacuadas o tomaron el camino del exilio, el sufrimiento no acabó cuando abandonaron Euskal Herria. En el mejor de los casos, algunos fueron a recalar al otro lado del Atlántico, para rehacer su vida lejos de su tierra y con la incógnita de si algún día podrían volver a ella, pasando a formar parte de esa diáspora vasca llevando en la mochila su herrimina[2] particular. Otros, por el contrario, bastante tuvieron con sobrevivir a los horrores de la II Guerra Mundial, sobre todo, los niños de la guerra, los que fueron evacuados a la URSS. Allí volvieron a vivir en unas condiciones infrahumanas, como las niñas y niños vascos que sufrieron el asedio nazi de Leningrado.

Algunas de las personas que recoge el libro de Iban Gorriti han sido tan extraordinarias y diría que irrepetibles, que sus vidas han sido llevadas al cine o sus biografías han quedado recogidas en libros y diversas publicaciones. Fueron personas irrepetibles que en muchos casos a lo largo de su vida se encontraron en situaciones límite, que se dejaron la piel por unos ideales y en algunos casos llegando a dar su vida.

Quisiera resaltar el lenguaje adecuado que en todo momento utiliza el autor, expresiones que sirven para acabar con toda esa retahíla de eufemismos que se suelen utilizar para hablarnos de lo que sucedió a partir del golpe de Estado de julio de 1936. Son varias las locuciones que utiliza pero voy a reproducir una frase que define lo que fue todo aquello: “una guerra que no fue civil, sino militar, causada por un golpe de Estado que atentó contra la ciudadanía que había elegido de forma legítima en las urnas la Segunda República”. No hay nada como llamar a las cosas por su nombre.

Para finalizar, el libro recoge una breve cronología de la Guerra Civil en Euskadi, realizada por Aitor Miñambres Amezaga, director del Museo Memorial del Cinturón de Hierro, y el lector tiene la posibilidad de escuchar mediante un código QR, seis canciones relacionadas con la memoria histórica, compuestas por el autor del libro. También quisiera destacar que la obra tiene una presentación muy cuidada con una amplia gama de fotografías.

[1] Maravillas Lamberto, vecina de Larraga (Navarra), fue violada por falangistas y requetés delante de su padre y posteriormente asesinaron a los dos.

 

[2] Herrimina: Notalgia en euskera.

Portada del libro 31 vidas antifascistas vascas

La historia oficial

La historia oficial

La historia oficial es aquella que nos encontramos en los libros, la que vemos diariamente en los medios de comunicación, pero detrás de ella encontramos multitud de pequeñas historias en las que los protagonistas somos nosotros, personas anónimas, que carecemos de un altavoz lo suficientemente potente para que puedan conocerse, pero donde hay mucho que contar, porque detrás de cada una de ellas se esconde una parte importante de la historia de la humanidad, esa que los medios oficiales quieren ocultarnos.

Bajo el título “La Historia oficial” (Editorial Txalaparta), Jonathan Martínez hace unos meses  publicó un libro en el que partiendo de su historia personal y familiar, la va entrelazando con diferentes historias ignoradas para la inmensa mayoría y, a su vez, con esos acontecimientos que nos han contado los que controlan el poder, y todo ello a través de una serie de relatos cortos. Para definir este libro el autor utiliza el ejemplo de un vaso que se rompe, el vaso representaría la historia oficial, pero los trozos rotos, que no dejan de ser partes de ese vaso, representan todas esas pequeñas historias desconocidas pero que forman parte de nuestra historia. Este libro intenta barrer todas esas pequeñas historias como contrapunto a la historia de la humanidad.

Una de las características es que es difícil clasificarlo en un género concreto. No es un ensayo, ni una colección de relatos. Se puede decir que no es un libro al uso, pero el autor nos da una pista en uno de los capítulos al definirlo como “un relato de relatos”.

Jonathan Martínez ha sacado a la luz su historia familiar para compartirla con el lector, pero ha logrado algo más importante: que pase a formar parte de todos nosotros. La lectura de este libro nos invita a que demos el paso que él ha dado para que todas esas historias personales no queden silenciadas, pues como muy bien nos dice “escribir es ganarle terreno al olvido” y sin duda alguna con este libro ha logrado ese objetivo. Su historia personal nos trasladará al valle de Karrantza (Bizkaia), pero servirá para llevarnos por otras latitudes y nos descubrirá las conexiones con otros lugares y sucesos que nos relata en su trabajo, pues como nos dice el autor “los destinos privados de las personas arrojan luz sobre el rumbo colectivo de los pueblos”, pues “detrás del yo se esconde un nosotros”. Y de ello da buena cuenta en el libro.

Realmente cuando uno inicia su lectura no sabe lo que se va a encontrar, siendo necesario ir leyendo los relatos para poder ir adentrándose en el libro e ir hilando la relación que hay entre todos ellos.

Al ir desmadejando su historia personal, nos relatará las vivencias de sus abuelos y el descubrimiento de la existencia de un familiar que desapareció en la Guerra Civil. Todo ello le empuja a una investigación que le llevará a recorrer otros lugares y a cruzarse con otras historias anónimas. En ese viaje nos hablará de su bisabuela maestra, de la escuela de Rioseco, de las Misiones Pedagógicas durante la II República, de la represión que sufrió el maestro Teodoro, nos acercará al horror que fue el bombardeo de la plaza de Andikona (julio de 1936) en plenas fiestas de Santamañak y el posterior asedio de Otxandio (abril de 1937), donde se supone que falleció un antepasado suyo luchando en el frente.

En este libro nos muestra que poder y represión van de la mano a lo largo de la historia: los Médicis en Florencia, la inquisición a lo largo de los siglos, el franquismo, el nazismo, las dictaduras militares chilena y argentina y los regímenes actuales, donde “el estado de excepción es cada vez más una forma de gobierno”[1]. Y a lo largo de la lectura de este libro estará presente un compañero de viaje, que no nos abandonará en ningún momento: el miedo. Es la herramienta que utiliza el autor para armar esta obra, pues sin el miedo no se podrían entender los relatos de Jonathan Martínez.

A lo largo de la historia de la humanidad encontramos que el miedo está siempre presente, y al que Jonathan Martínez lo define como “ese gran dictador que escribe la historia”. Todas las citas que hay al inicio de cada capítulo tienen que ver con este elemento y están relacionadas con el contenido del capítulo en el que aparecen. Y de su mano aparece la muerte, pues es el mayor miedo al que nos enfrentamos las personas. Sólo por el hecho de leer las citas que aparecen al inicio de cada relato merece la pena dedicar un tiempo a su lectura.

Jonathan Martínez a la hora de coger un período de la historia oficial para  armar este libro acota la historia en los últimos veinte años, para ello sitúa su inicio en septiembre de 2001, momento en el que se producen los atentados del 11S y finaliza con la huida de los aviones estadounidenses de Kabul. Si la imagen del 11S era gente tirándose al vacío desde las Torres Gemelas, en agosto de 2021 era la de personas queriendo huir de Kabul ante la llegada de los talibanes, y para ello intentaban agarrarse a cualquier parte de los aviones norteamericanos que despegaban de Kabul.

Este periodo de la historia se ha caracterizado por el miedo, que en uno de los relatos nos lo define como “una jaula de rejas invisibles”. A través del libro nos va mostrando que ese miedo ha servido a los que controlan el poder para ponernos ante una falsa elección entre libertad y seguridad. A lo largo de estos últimos veinte años se han producido una cascada de recortes en las libertades individuales y colectivas en aras a una falsa seguridad, pues dos décadas después los talibanes vuelven a gobernar Afganistán y la prometida seguridad solo ha servido para que EEUU haya realizado auténticas masacres de civiles en los conflictos que ha patrocinado. Pero como muy bien dice Jonathan Martínez “un pueblo no permanece unido por lo que todos aman sino por lo que todos temen”, y los que dirigían los designios de EEUU supieron realizar esa lectura en su propio provecho y pusieron en marcha los mecanismos necesarios para que los ciudadanos renunciasen a la libertad, en favor de tener una falsa seguridad. Y como el poder sabe gestionar este tipo de situaciones, la guerra es el mejor aliado para aplicar lo que el autor denomina “la economía del miedo”, es decir, la formula perfecta para que algunos se enriquezcan exportando el terror a lo largo del planeta.

Si en la historia de la Europa occidental hay un personaje que fue un gran conocedor del miedo, ese es Maquiavelo, por ello Jonathan Martínez lo tiene muy presente. El político florentino y algunas de sus reflexiones realizadas durante su exilio sobrevuelan este trabajo. Todo el pensamiento político que elaboró en esa etapa, cuando los Medici los expulsaron de Florencia, está recogido en El Príncipe y en él se plantea el siguiente dilema: qué es lo mejor para un gobernante ¿se amado o ser temido?, pregunta que surgirá en varios relatos, porque “el temor es el gobernante más peligroso”.

Las reflexiones que Maquiavelo realiza en El Príncipe sirven a Jonathan Martínez para trasladarlas a los diferentes acontecimientos que se han vivido a lo largo del siglo XX, porque la obra del pensador de Florencia no deja de ser un libro de cabecera para todo aquel gobernante que basa su autoridad en inculcar el miedo a sus ciudadanos, “basta una cucharada de mano dura para amedrentar a las masas”. Maquiavelo, que con la llegada de los Médicis cayó en el ostracismo, también vivió en sus carnes la crueldad del poder.

En esa labor de ir hilvanando el libro a través de diversas historias Jonathan Martínez une Otxandio, Nueva York, Herāt, Faluya o Kabul, lugares que tienen en común el horror de la muerte y la destrucción. En todos ellos hay multitud de historias personales que no forman parte de esa historia oficial pero que nos pertenecen por muy lejos que se hayan producido.

Algunas de las pequeñas historias del libro recalarán en los centros de tortura de la DINA, Abu Ghraib o Tres Cantos y con ello la sombra de Maquiavelo nos acompañará, pues sufrió los horrores de esta práctica a cargo de los Médicis.

A lo largo del libro hay varios relatos dedicados a la dictadura militar chilena, pero me voy a parar en uno de ellos en los que nos habla de la visita de Milton Friedman al Chile de Pinochet para “predicar el dogma del libre mercado”. Puede parecer un sarcasmo hablar de libertad en una dictadura, pero claro, el libre mercado va de acumulación de riqueza por parte de una minoría y para lograrlo en muchos casos la represión es el instrumento imprescindible. Represión y liberalismo son dos compañeros de viaje. Jonathan Martínez realiza un relato magistral en el que intercala testimonios de represión y torturas con las recomendaciones que Milton Friedman realizó a Pinochet para poner en práctica en Chile. No duda a la hora de buscar un nexo de unión entre la dictadura y las teorías económicas de Friedman: “la matanza y la nueva economía cabalgan codo con codo. Por lo visto, para liberar el mercado había que encerrar a personas”. Para esta historia el autor elige una cita del libro “La doctrina del Shock” de Naomi  Klein que refleja lo que fue la dictadura chilena[2].

El título del libro no es original, el autor lo extrae de un largometraje argentino que trata el drama de los bebes robados durante la dictadura argentina, esas historias silenciadas por la historia oficial y que Jonathan Martínez quiere rescatar del olvido para que formen parte de nuestra historia colectiva, y para ello en uno de esos relatos nos habla de las desapariciones y de bebes robados. Si el tema es duro de por sí, la cita que podemos encontrar al inicio de ese relato sencillamente es espeluznante. Es un pequeño fragmento de una conversación entre un militar golpista y el periodista argentino Jacobo Timerman[3].

En este trabajo el autor recoge una reflexión de Umberto Eco que es el fiel reflejo de la forma en la que en muchos casos se construye la identidad nacional: “Tener enemigo es vital para definir una identidad nacional porque garantiza un obstáculo contra el que medir un sistema de valores. Cuando no existe un enemigo es urgente construirlo”. Me atrevería a decir que esta frase también sirve para construir discursos de corte fascista, vacíos de cualquier contenido.

Jonathan Martínez ha combatido el miedo escribiendo y nos ha obsequiado un libro que rompe moldes por su originalidad y nos ha enseñado que la historia es mucho más de lo que nos cuentan en los libros. La historia nos pertenece porque la construimos todos nosotros.


[1] Cita de Giorgio Agamben recogida en este libro.

[2] Naomi Klein (La doctrina de Shock):“Estaban convencidos de que solo podrían retener el poder si lograban que los chilenos vivieran completamente aterrorizados”.

[3] Conversación entre el periodista Jacobo Timerman y el coronel Ramón J. Camps:

  •  Si exterminamos a todos, habrá  miedo por varias generaciones.
  • ¿Qué quiere decir todos?
  • Todos… unos 20.000. Y además sus familiares. Hay que borrarlos a ellos y a quienes puedan llegar a acordarse de sus nombres.