Hor egon ginen (Allí estuvimos). La batalla del relato

Hor egon ginen (Allí estuvimos). La batalla del relato

Han tenido que pasar varias décadas desde la muerte del dictador para poner en el centro del debate la recuperación de la memoria histórica. Las dos leyes que se han aprobado hasta la fecha: la de Memoria Histórica siendo auspiciada por Rodríguez Zapatero, y la de Memoria Democrática a iniciativa del Gobierno de coalición PSOE-UP, en modo alguno han satisfecho las reivindicaciones legítimas de quienes lucharon, tanto durante el franquismo como a lo largo de los años siguientes, para la consecución de un régimen democrático que no arrastrase ninguna hipoteca de la dictadura. Sin embargo en el ámbito donde se están dando pasos importantes es en la batalla por recuperar ese relato que se guardó en un baúl bajo llave y se tiró al fondo del mar. Todavía queda camino por recorrer pero es un proceso que ya no tiene  vuelta atrás.

La historia la suelen escribir los vencedores, pero en el caso que nos ocupa para ello tienen que fulminar de la faz de la tierra todo lo que pueda cuestionar su relato sesgado de la historia. No niego que puedan tener ventaja al tener grandes apoyos, sobre todo mediáticos, pero a día de hoy la victoria no es de ellos, pues aunque parezca mentira, la batalla del relato está en el epicentro de la política. Y cuando la derecha política y mediática está todo el día intentando reescribir la historia con exabruptos, eso sólo se debe a que no han conseguido imponer su relato. Es por ello que cuando algunos dicen que en la pelea del relato el capitalismo nos gana de calle, habría que decir que aún queda partido.

La batalla del relato tiene una importancia transcendental para hacer acercar lo que fueron los años del franquismo a toda esa generación que no conoció la dictadura ni los años siguientes, pues muchos jóvenes en sus casas poco o nada habrán escuchado de lo que se vivió en aquella época y sus conocimientos provienen únicamente de los libros de texto que manejaron en su etapa estudiantil.

En este contexto de aportar testimonios, gracias a las diferentes asociaciones memorialistas están apareciendo publicaciones escritas, así como trabajos audiovisuales de gran valor por los testimonios que aportan. Recogen de primera mano las experiencias vividas por militantes antifranquistas anónimos, que no han sido mediáticos pues nunca ostentaron cargos políticos de relevancia.

Uno de esos trabajos fue presentado el pasado jueves en Euskal-Etxea de Madrid. Organizado por Madrileños por el Derecho a Decidir, la Asociación La Comuna (Asociación de presxs y represaliadxs por la dictadura franquista) y Euskal-Etxea de Madrid, se proyectó  el documental “Hor egon ginen (Estuvimos ahí)”[1], con la presencia de su director, Iosu del Moral y de uno de sus protagonistas, Sabino Cuadra, en el que una docena de militantes antifranquistas dan testimonio de sus vivencias en la lucha antifranquista durante el periodo 1965-1975. Salvando algunas excepciones, como es el caso anteriormente mencionado de Sabino Cuadra y de Joxe Iriarte Bikila, las personas que participan en este documental fueron militantes de base, que relatan su experiencia política de esos años tocando diversos temas : la represión que se sufría en el Estado y en mayor medida en Euskal Herria (de los cinco estados de excepción que hubo durante el franquismo, tres de ellos sólo se aplicaron en Euskal Herria), la represión del euskera y lo que tuviese relación con la cultura vasca, la adquisición por parte de esos militantes de esa conciencia nacional y de clase, lo que suponía vivir en clandestinidad, la experiencia del paso por la cárcel, la violencia procedente del régimen y la respuesta a esta violencia, para finalizar con lo que les movió en esa época y les sigue moviendo a luchar por unos ideales.

El documental es producto de un análisis desde la subjetividad de esas personas jóvenes, y en algunos casos extremadamente jóvenes, que vivieron en primera persona el periodo 1965-1975, que tenían como objetivo derrocar la dictadura franquista para traer un régimen racialmente democrático sin ningún tipo de tutelas heredadas de la dictadura.

A lo largo del documental los entrevistados realizan una serie de reflexiones sobre ciertas cuestiones que tienen gran importancia para entender en los parámetros por donde iba dirigida su lucha. El entorno de la época era una sociedad cerrada y rancia donde el Estado y la Iglesia habían naturalizado la represión. A la falta de libertades que había en todo el Estado había que añadir ciertas características de la represión propias de Euskal Herria y que no se daban en el resto del Estado (prohibición del uso y aprendizaje del euskera) , el autoritarismo existente en el ámbito laboral que se reflejaba en la explotación de la clase trabajadora, la violencia en la escuela, Todo ello  empujó a estas personas a tomar un compromiso contra la dictadura. Toman el relevo de los que lucharon en la guerra y los años posteriores.

La procedencia de los militantes entrevistados es diversa, algunos procedentes de familias obreras pero otros de familias con un mejor acomodo social, sin embargo a todos ellos les unía la empatía con el débil, los valores de libertad e igualdad, la conciencia de clases que fueron forjando en sus primeras experiencias laborales y la defensa de su identidad , lengua, cultura.

En el documental se trata un tema que siempre es tabú, la violencia. Los intervinientes exponen que la falta de libertades y la represión existente durante el franquismo legitimaba la utilización de una violencia de respuesta. Sabino Cuadra aborda esta cuestión poniendo sobre la mesa una serie de violencias que son legales, entre las que se encuentran las amparadas en la legislación, teniendo el Estado el monopolio en el uso de la violencia. Existen otras violencias, como la violencia laboral, la violencia machista y hay otras violencias que pudiendo ser “consideradas en los mismos parámetros, pero son tachadas de terroristas”.  Es aquí donde en se encuadra el debate sobre la utilización de la violencia tanto en el plano ético como político .

En el coloquio posterior a la proyección, el director, Iosu del Moral, manifestó que con este trabajo intentó reflejar la realidad de lo que fue la izquierda revolucionaria en Euskal Herria, un espectro político plural y totalmente diferenciada de la oposición que realizaron partidos como el PNV o PSOE. Es por ello que estos dos partidos no fueran tenidos en cuenta a la hora de la realización del documental. En el caso del PCE, si bien durante el franquismo sostuvo una lucha importante, en Euskal Herria en ningún momento tuvo el alcance y grado de oposición al régimen como el que desarrolló la izquierda revolucionaria vasca.

En el ámbito de las ausencias, en este trabajo se echa en falta una participación mayor de militantes de base de lo que fue la izquierda revolucionaria abertzale (organizaciones como ETA pm, ETA m, EHAS, LAIA LAB, LAK), que no tenía vínculos políticos con organizaciones del resto del Estado y que a través de sus organizaciones fueron las que tuvieron mayor grado de confrontación con los aparatos franquistas.

En el posterior coloquio, Sabino Cuadra expuso la impunidad de la que ha disfrutado el franquismo a lo largo de todos estos años en todos los estamentos del Estado y la sociedad: policía, ejército, judicatura, iglesia y oligarquía financiera y empresarial son ejemplos de grupos sociales que han sido controlados hasta día de hoy por elementos de extrema derecha.

Ese documental tiene el objetivo de hacer llegar a las personas más jóvenes como fue ese periodo (1965-1975), la respuesta al franquismo de la juventud vasca de la época, el compromiso militante que adquirían, como se vivía la militancia política, lo que ha supuesto en sus vidas esa experiencia vital y cómo la valoran a día de hoy después de tantas décadas. Y digo llegar a personas jóvenes porque ellas tienen que portar el testigo en la batalla del relato para poder defender la memoria de todas aquellas personas que lucharon contra la dictadura franquista y evitar el blanqueamiento de esta y en palabras de Iñaki Garmendia, uno de los protagonistas del documental, “si los jóvenes no se mueven no hay cambio posible, siempre son los jóvenes y en muchos casos los más jóvenes, como en su tiempo, los que mueven las cosas”.

Para finalizar, todo aquel que esté interesado en ver el documental, puede hacerlo a través del enlace que hay en este artículo, de esa forma cada cual podrá obtener sus conclusiones.


[1] El documental HOR EGON GINEN (Allí estuvimos) se puede ver en este enlace de Youtube: HOR EGON GINEN Estuvimos ahi (Largometraje 2021) Estreno en FLUXUS REMIX habitual Video Team – YouTube

¿Existe la conciencia de clase?

¿Existe la conciencia de clase?

No es mi intención el analizar este concepto desde términos teóricos o recordando la importancia que tuvo en la historia del movimiento obrero. Lo que voy a escribir es más de andar por casa, tiene más que ver con situaciones cotidianas que pueden servirnos para entender la realidad actual al hablar de conciencia de clase.

Cuando ante algunas personas he utilizado el término conciencia de clase, la respuesta del personal ha sido de lo más surrealista, desde los que se ponen de perfil, pasando por los que te dicen que eso es cosa de otro siglo, como si el tema no fuera con ellos y hasta los que les produce tal urticaria que me llaman comunista.

Si en algo se han caracterizado los últimos cuarenta años en la Europa occidental, es en la pérdida de derechos por parte de los trabajadores. Se están viviendo situaciones que no hace tanto tiempo estaban superadas. El deterioro de las condiciones laborales se ha ido generalizado hasta tal extremo  que es muy difícil no encontrar a alguna familia en la que alguno de sus miembros no ha haya sufrido algún tipo de medida que haya visto mermada sus condiciones de trabajo. No hay semana que no haya alguna información sobre planes de despidos colectivos, estos últimos días le ha tocado el turno a las empresas tecnológicas (Twitter y Facebook).

Es curioso observar la falta de conciencia de clase en muchas personas que tienen unas condiciones laborales muy precarias. Uno de los motivos para que tengan esa actitud hostil hacia este término se debe a que ello conlleva asumir a la clase a la que pertenecen y eso no es fácil. Además de un ejercicio de negacionismo, es una actitud basada en intentar ignorar ese hecho, como si escondiéndolo en un baúl, la precariedad la sobrellevasen mejor. Y siempre está latente el sueño de poder dejar de pertenecer a esa clase que no quieren ni mencionar su nombre, y para ello, no dudan en anteponer el individualismo en detrimento de lo colectivo. Hoy en día este perfil lo observo en personas que tienen una cualificación laboral y trabajan en sectores de producción que no tienen nada que ver con los tradicionales de toda la vida, pero que las situaciones de precariedad laboral se dan tanto o más que en los empleos tradicionales.  

El estallido de la pandemia nos hizo pensar a algunos que iba a servir para buscar soluciones colectivas a los problemas globales de la sociedad, pero por el contrario, nos encontramos con la desagradable sorpresa que lo que ha salido fortalecido es la búsqueda de soluciones individuales, el sálvese quien pueda. Ha sido el triunfo del liberalismo más salvaje. Una muestra son los resultados electorales que se han ido dando en los diferentes países europeos, donde las opciones más conservadoras y de extrema derecha han ido ganado terreno a las opciones de izquierda.

Lo grave es que últimamente vengo observando que este fenómeno va creciendo de forma exponencial y tengo la impresión que este tipo de situaciones sólo revierte cuando se produce una crisis aguda en la que de un día para otro uno se despierta y se da cuenta que ha sido un peón sacrificado en esta partida de ajedrez que está jugando el capitalismo.

Al hablar de conciencia de clase, es obligado empezar por los que tienen una conciencia de clase muy arraigada: Los empresarios ¿O es que alguien ha podido pensar que la conciencia de clases era únicamente patrimonio de la clase trabajadora? La defensa de los intereses particulares dentro de la sociedad actual requiere tener muy claro el status al que pertenece y donde se sitúa su oponente, y en eso el capital no tiene rival que le haga sombra. No hace muchas fechas, allá por el mes de octubre, el señor Garamendi, presidente de la CEOE, se expresaba de forma nítida. Le preocupaba el planteamiento de ruptura de lo que es la sociedad actual y decía que “no se puede hablar de ricos y pobres”. Es curioso, no decía que no se hablase de “derecha o izquierda”, sino de “ricos y pobres”. Su discurso tiene toda la lógica del mundo desde la trinchera que lo realiza. No le interesa que se hable en esos términos por varios motivos. El primero porque hablar de ricos y pobres puede hacer despertar a más de un despistado y darse cuenta que es pobre, que cuando se levanta y se mira al espejo se va a encontrar con la cruda realidad, que tiene un contrato precario, que tiene una jornada laboral interminable sin cobrar las horas extras y que tiene problemas para llegar a fin de mes. Y si con un poco de suerte adquiere conciencia de su situación, es más fácil que entienda la siguiente parte del discurso, que es pobre porque la riqueza la amasa una élite minoritaria de la sociedad. El hecho que haya ricos y pobres le llevaría a plantear la injusticia del reparto de la riqueza y las medidas que deberían de adoptarse para corregir esa situación. La conclusión es clara. Garamendi tiene una conciencia de clase muy marcada y pone todo su esfuerzo para que esa conciencia quede diluida en los que tiene enfrente: los trabajadores.

Por el contrario, cuando uno pisa la calle se encuentra con algunas perlas que estoy convencido que en más de una ocasión todos hemos escuchado y son el mejor reflejo de la sociedad en la que nos encontramos. Son situaciones que uno se puede encontrar en su lugar de trabajo, en la conversación  con un conocido mientras tomas un café,  con el vecino que coincides en la tienda del barrio haciendo la compra o esa persona con la que compartes trayecto en el transporte público todas las mañanas para ir al trabajo.

Sin ir más lejos, es algo recurrente escuchar expresiones de este estilo: “es normal que los ricos se marchen a Suiza porque en España se pagan muchos impuestos”, “no hay derecho a que exista el impuesto sobre el patrimonio porque me hacen pagar sobre algo que es mío”, “hoy en día a las empresas no les quedan más remedio que contratar a inmigrantes porque los españoles no quieren trabajar” (en este caso la frase va aderezada con tintes racistas), “los jóvenes no tienen ganas de trabajar”. Este tipo de frases las estoy escuchando con una frecuencia preocupante, porque provienen de personas trabajadoras. Estoy por ver que me encuentre a una persona que me diga que le parece magnífico que se apliquen políticas fiscales progresivas  en función de los ingresos y el patrimonio de las personas.

Si todas esas frases que he mencionado son ciertamente preocupantes, a mí lo que me ha parecido el sumun de la alienación, algo difícil de superar, es una perla que he escuchado en estos días. La frase en cuestión se la he escuchado a un trabajador en el que todo ufano se pregunta “dónde están los derechos del empresario cuando un trabajador rescinde su relación laboral con una empresa porque está dejando tirado al empresario”.  Lo primero que me vino a la mente fue la frase que escribió en un tuit Ignacio Aguado, el que fuera candidato fracasado por Ciudadanos a la Comunidad de Madrid en la que decía “¿Por qué un empresario que no quiera contar con un trabajador tiene que indemnizarle con 45 días/año y un trabajador se puede ir cuando quiera?” Cuando un trabajador piensa de esta forma, en él la conciencia de clase ni está ni se la espera. Al escuchar a este tipo de personas no sé si estoy hablando con un trabajador de los que cuando sale y llega a su casa es de noche para ganar un modesto salario o con el presidente de la CEOE.

En esta espiral de desnortamiento y desubicación, se suele dar con frecuencia esa actitud de falta de solidaridad, pero que yo iría más lejos, y la definiría como egoísmo individual, que es la actitud que muchas personas adoptan cuando existe un conflicto laboral que conlleva una respuesta por parte de los trabajadores afectados, esa extendida falta de empatía con los que se ven obligados a adoptar medidas de presión, como puede ser una huelga. Y es un síntoma preocupante que no se tenga presente que si los trabajadores de un sector productivo, gracias a las medidas de presión ejercidas, consiguen obtener unos derechos o neutralizar las políticas de la patronal, eso suele tener consecuencias positivas para los trabajadores de otros sectores.

Hay conflictos que pueden ocasionarnos ciertas molestias, como puede ser una huelga de los sanitarios o del transporte público, y me suele indignar las quejas de los usuarios de esos servicios, cuando en muchos casos la reivindicación no es una cuestión monetaria, sino la mejora de las condiciones laborales que inciden de forma directa en la calidad del servicio que recibimos los usuarios. Eso es conciencia de clase, entender que somos parte directa e interesada en esa protesta, como es el caso de la lucha que están llevando los sanitarios en estos días en la Comunidad de Madrid, pues su objetivo es mejorar la sanidad pública ante el desmantelamiento que está realizando Diaz Ayuso, la reina de las cañas, los bares y las terrazas.

Antiguamente la conciencia de clase era algo que se llevaba en el ADN. No era necesario que el trabajador tuviera grandes estudios, pero tenía algo más importante, la experiencia que le había proporcionado la el día a día para sobrevivir. Este ha sido el gran triunfo del capitalismo, lograr la pérdida de conciencia de su clase antagónica.  

En la actualidad, la historia reciente nos ha enseñado que para que se de un cambio de mentalidad en un sector importante de los trabajadores, que no olvidemos que son la inmensa mayoría de la sociedad, y recuperen la conciencia de clase, suele venir de la mano de esas crisis cíclicas que nos depara el capitalismo, en las que suele deshacerse de un porcentaje importante de la masa trabajadora, expulsándolo del mercado laboral y dando un nuevo giro de tuerca a las condiciones laborales.