La normalización del uso del euskera ¿el fin de una anomalía democrática?

La normalización del uso del euskera  ¿el fin de una anomalía democrática?

 “Euskara,/ Jalgi hadi mundura!/ Jalgi hadi mundura!/ Lengoajetan ohi hintzan/ Estimatze gutitan;/ Orai aldiz hik behar duk/Ohorea orotan”.

(¡Euskera Sal al mundo! /Estabas en poca estima/ Entre las lenguas;/ Pero ahora serás la más noble/ de todas).

Bernat Etxepare

A caballo del siglo XV y XVI, Bernat Etxepare (1480-1545), autor del primer libro en lengua vasca del que hay constancia, escribió una poesía en la que pedía que el euskera saliese al mundo en pie de igualdad con el resto de lenguas. Muy optimista fue el clérigo bajonavarro, pues la realidad histórica ha sido bien distinta. Idioma perseguido y minorizado a lo largo de la historia, sufriendo uno de los mayores ataques a lo largo del siglo XX, convirtiéndose en una lengua minorizada y en peligro de extinción.

La historia ha venido a demostrarnos que para que el euskera sobreviva no queda más remedio que defenderlo día a día, y para ello hay que situarlo en todos los ámbitos de la vida, que bastantes ataques sufre, y sino que se lo pregunten a los ayuntamientos vascos con la última sentencia del Tribunal Constitucional o cuando el juez de turno anula una oposición en la que se exige el conocimiento del euskera. Da igual que sean reaccionarios o progresistas, cuando hay que dictar sentencias sobre el euskera, uno ya se huele el resultado antes de que se reúnan a deliberar. Los magistrados no parecen tener presente el aplicar la discriminación positiva en defensa de una lengua que está en una situación de clara desventaja.

Todo esto viene a cuento porque quién  nos iba a decir hace unos meses que en el Congreso de los diputados podríamos escuchar a algunos diputados vascos poder realizar sus discursos en euskera sin que la presidencia de turno no cortara automáticamente la intervención del orador, que es lo que hacía Meritxell Batet. Y he dicho algunos, porque no todos los parlamentarios vascos dominan la lengua de Etxepare, Arrese Beitia, Lauaxeta, Kanpion, Azkue, Gabriel Aresti, Txillardegi, Atxaga o Kirmen Uribe. Es lo que hay, y no es que sea porque no quieran “hacer el canelo”, es porque algunos, como Borja Semper, autor de esta última sinsorgada, no saben ni han hecho intención de aprenderlo. Para muchos de esos políticos, en el mejor de los casos, el euskera es como un jarrón chino que sirve para enseñarlo a las visitas. Para otros, y no son pocos, la linguae navarroum hay que introducirla en un gueto, sin posibilidad que pueda expandirse, para ellos bastante tienen con aguantar que el euskera sea una lengua milenaria y la más antigua de Europa. Sencillamente, esto último les supera.

La realidad sea dicha, que se haya logrado que todas las lenguas que se hablan en el Estado español puedan ser utilizadas en el Congreso ha sido más producto de la aritmética parlamentaria actual que de la convicción de algún grupo parlamentario en la defensa de esta reivindicación, y me estoy refiriendo al PSOE. Pues no es la primera vez que se planteaba en el Congreso esta reivindicación, pero en ese momento el PSOE no tuvo reparos en unir sus votos al PP y VOX para rechazar este tipo de iniciativas, sin ir más lejos, en junio de 2022 fue planteada por ERC y PNV para usar las lenguas oficiales en la Cámara Baja, siendo rechazada por PSOE, PP, Vox y Ciudadanos. Sin embargo, en esta ocasión el PSOE ha hecho de la necesidad virtud, y ha dado el paso para normalizar en el Congreso el uso de algunas lenguas que se hablan en el Estado español. Y he dicho de algunas, porque  el bable, el aranés y el aragonés no han corrido la misma suerte.

No voy a poner en cuestión al PSOE en su actitud favorable con otras lenguas cooficiales, como en el caso del catalán o el galego, pero en el caso del euskera, siempre ha tenido una actitud más hostil o, en el mejor de los casos, más remolona. No voy a traer a colación los posicionamientos del PSOE en sus primeros años de andadura política, a finales del siglo XIX y primer tercio del siglo XX, porque sonrojaría a más de uno. No cabe duda que el PSOE ha evolucionado, pero sigue teniendo muchas contradicciones, como votar a favor de que el euskera, catalán y gallego se puedan utilizar en el Congreso de los diputados, pero marginar a la linguae navarrorum en Navarra, convirtiéndola en una lengua de tercera y eso es gracias al PSOE, que en esa comunidad aplica políticas de apartheid lingüístico de la mano de UPN.

La normalización del uso del euskera ¿el fin de una anomalía democrática?
Mural en favor del euskera en Agoitz (Navarra)

Si de algo no hay duda, es que los derechos no se conceden sino que se conquistan, y la historia del euskera lo demuestra, el reconocimiento del euskera ha sido gracias a la lucha en diferentes espacios, estando latente el peligro en el que viven las lenguas minorizadas, y no cabe duda que en la comunidad vascoparlante de Navarra va a tener que luchar contra viento y marea para lograr los derechos que le asisten y poner al euskera al mismo nivel que el castellano.

Por ello, lo de hoy en el Congreso, en lo referente al euskera es un hecho importantísimo y se puede decir que histórico, pero mucho más lo será cuando la ciudadanía navarra vascoparlante deje de estar discriminada en su comunidad y el euskera deje de sufrir ataques por parte de algunas instituciones del Estado, en concreto, de la judicatura. Es entonces cuando se dará una normalización del uso del euskera, pero hasta entonces seguirá habiendo una anomalía democrática en el Estado español.

La normalización del uso del euskera ¿el fin de una anomalía democrática?
Cartel en favor del euskera en Amorebieta-Etxano

En este debate, la extrema derecha española y sus altavoces mediáticos nos han obsequiado con lo mejor de su repertorio, han realizado un esfuerzo colosal en su afán de superarse a sí mismos para oponerse y centrar el debate en sus típicos mantras, el “España se rompe”, “Gobierno golpista”, “ataque al español”, “humillación para España y los españoles”, “un paso más hacia la destrucción de la unidad nacional”, “un día dramático”, “los españoles hablamos español”. No es que les vaya a dar ideas, pero les ha faltado decir una frase que he escuchado en más de una ocasión y no hace tanto tiempo: “aquí se habla en cristiano”.  Algo que ha hecho la extrema derecha española a lo largo de su historia, es unir los conceptos de nación, idioma y religión, algo así como aquellas frases de “una unidad de destino en lo universal” o “el imperio hacia Dios”, es decir, nacionalismo rancio español en su más alta expresión.

Los que se han opuesto en el Congreso son los herederos ideológicos y políticos de los que durante décadas prohibían el uso del euskera, poniendo multas si era utilizado en la calle, desterrándolo totalmente de la enseñanza, su censura no permitía publicar libros, periódicos en euskera o su utilización en medios de comunicación. Pusieron en marcha una cruzada total para herirlo de muerte. Era la España en blanco y negro. Pero también son los responsables directos del mayor ataque al euskera durante el régimen del 78- Lo realizaron hace 25 años, con un gobierno del PP, cerrando el único periódico que se publicaba íntegramente en euskera. Un cierre que fue declarado ilegal por la Audiencia Nacional, que absolvió a todos los procesados y que al final el TDHE acabó condenando al Estado español, por no haber investigado las torturas que sufrieron los miembros del consejo de administración del periódico durante el periodo de detención en dependencias policial. Visto lo visto, lo de que se hable en euskera en el Congreso es la mayor bofetada que han podido recibir.

Como he dicho anteriormente, el problema que tienen está en que su esquema rudimentario se basa en “un Estado, una nación, un idioma”. Y todo lo que se salga de ahí es un ataque a su nación. Lo de la diversidad lingüística y cultural nunca ha ido con ellos, son más de uniformidades y,  si es necesario, a base de palo y mano dura, amigos de que la letra con sangre entra. Son incapaces de ver que el hecho que en el Estado español se hablen varias lenguas en pie de igualdad es una riqueza d la que deberían de estar orgullos y no un ataque al castellano. Pero, desgraciadamente, que nadie busque algo de racionalidad en su discurso porque no la va a encontrar.

La extrema derecha española, y digo extrema, porque lo que se dice derecha a secas haberla no hayla, se encuentra totalmente desquiciada por no haber digerido todavía el resultado del 23J, y el hecho que la legislatura empiece con la normalización lingüística en el Congreso ha sido la puntilla. No cabe duda que esta legislatura se les va a hacer muy larga.

 

La cara no tan oculta del PNV

La cara no tan oculta del PNV

Tengo que reconocer que siempre me ha parecido un tanto curiosa la opinión que ha despertado el PNV fuera de Euskal Herria, sobre todo en el entorno de la izquierda madrileña. Cuando este tema surgía en alguna conversación, en muchas ocasiones me empujaba a mantener una postura de abogado del diablo, a la contra, en función de quién fuera mi interlocutor.

En algunas de esas conversaciones me encontraba con personas cercanas y/o votantes del PSOE, que solían decir que el PNV era un partido de derechas. En ese tipo de situaciones no podía evitar meterles un poco el dedo en el ojo, que no era otra cosa que decirles que el PNV era tan derechas como el PSOE, cosa que solía soliviantar a más de un progre madrileño. Y para ello ponía sobre el tapete argumentos sencillos, sin estrujarse uno la sesera, pero de sentido común. Era la década de los 80 y 90 del siglo pasado, los años en los que el PNV, de la mano de los Arzallus, Ardanza, Atutxa, Azkuna y cía. gobernaban cómodamente en coalición con el PSOE en la Comunidad Autónoma Vasca. Los jeltzales eran los guardianes del régimen del 78 en las provincias rebeldes del Norte, iban en comandita con el PSOE para aportar su granito de arena en esa ardua labor de tenerlas bajo su control. Se repartían la tarta del Gobierno Vasco, las diputaciones, y ayuntamientos, vamos, como ahora, nada nuevo bajo el sol. El PNV y el  poder son dos caras de una misma moneda.

Las políticas del PNV estaban dentro de los estándares de la democracia-cristiana europea y sus políticas sociales y fiscales no variaban mucho de las realizadas por el PSOE de Felipe González, y algo muy importante, compartían su vocación atlantista, pues para ambos partidos la OTAN era el guardián de las esencias capitalistas. Claro, si su acción de gobierno se comparaba con las políticas que Alianza Popular (AP) primero y luego el PP aplicaban en aquellas CCAA donde gobernaban, el PNV era un partido que seguía unos estándares más progresistas, pero sin tirar cohetes. Se podría resumir en que no es que el PNV fuera más o menos de derechas, es que era el PSOE el que se había derechizado.

La cara no tan oculta del PNV
Aznar y Xabier Arzallus

Si por algo ha destacado siempre el PNV es por intentar tener buena sintonía con el partido que estuviera en La Moncloa, excepto en la legislatura en la que Aznar tuvo mayoría absoluta. Aquello fue el primer laboratorio de la derecha que sirvió para lo que nos depararía en décadas posteriores cuando han gozado de mayoría absoluta.

Por el contrario, en los últimos años me he encontrado con que algunos sectores de la izquierda española han entrado en un proceso de admiración al PNV. Para ellos es ese partido que se mueve en el centro-derecha en algunas cosas, en otras puede ser más progresista, pero lo que más les atrae es que está en una de las dos orillas, en la de los demócratas, es decir, en la de los antifascistas, porque en Europa Occidental no se entiende ser demócrata si previamente no eres antifascista. Las intervenciones de sus representantes en las Cortes no dejan lugar a dudas, pues no tienen ni color con las del PP, VOX y Cs y eso genera un efecto de frenesí para ese elector de izquierdas que más abajo del Ebro sufre día tras día a una de las derechas más rancias de la antigua Europa.

Sin ignorar algunos de estos argumentos que suelen esgrimir personas de la izquierda que miran con un guiño de complicidad al PNV, en este último caso también hay material para echar por tierra esa imagen. En los últimos años el famoso oasis vasco que representaba el PNV, con una supuesta gestión modélica, se ha ido desmoronando como un castillo de naipes. Por un lado, los casos de corrupción de cargos del PNV, y lo que es más grave, la nefasta gestión de esos escándalos, su falta de transparencia y cierta mano ancha con los condenados, han dado lugar a situaciones que a uno le hacen recordar el famoso sms de Mariano Rajoy a Bárcenas, cuando le escribió “Luís se fuerte”, y, por otro lado, la deriva neoliberal del PNV en sus políticas socioeconómicas.

Esa es la verdadera cara de un partido que desde un tiempo a esta parte ha perdido esa imagen de buen gestor. Sólo voy a dar alguna que otra pincelada de su deriva neoliberal en estos tiempos que hemos vivido y el descontrol de su gestión: En el primer caso estaría el desmantelamiento de la Sanidad Pública Vasca. A Díaz Ayuso le han salido unos alumnos muy aventajados, que sacando menos ruido que ella, siguen la misma estela. Y como ejemplo de proceder chapucero está su nefasta gestión de la Ertzaintza. Un cuerpo policial que está infectado de elementos ultras y eso solo puede pasar por la falta de control de sus efectivos y la dudosa metodológica democrática utilizada a la hora de formar a sus miembros. Y todo esto de la mano de su socio de gobierno, el PSOE.

La realidad nos demuestra que el PNV casi no ha variado a lo largo del tiempo. Nos ha acostumbrado a hacer de vez en cuando sus típicas ziabogas, pero más allá de ello, siempre ha tenido claro cuáles son sus objetivos: el poder al precio que sea. Es por ello que los últimos movimientos del PNV en estas últimas semanas han dejado descolocada a más de una persona de izquierdas que vive fuera de Euskal Herria. Su estrategia desatada por no perder ni un ápice del poder del que ostentaba hasta las pasada elecciones municipales y forales, le ha llevado a situaciones en las que ha ofrecido una fotografía que dista mucho de ese partido sensato que está alejado de los modos de la ultraderecha española.

En los últimos meses en el PNV habían aflorado unos nervios que uno no recuerda que se dieran en las filas jeltzales desde el cisma que vivieron allá por 1986 y que se tradujo en el nacimiento de Eusko Alkartasuna (EA). Discursos crispados como los de Andoni Ortuzar queriendo retrotraerse a tiempos pasados, daban la impresión que tenían suficientes datos como para prever que las urnas no les iban a deparar un buen resultado, pero la conclusión es que el golpe ha sido mayor de lo esperado. No deja de ser un clásico que cada vez que nos acercamos a unas elecciones la extrema derecha saque a pasear a ETA, pero que el PNV entre en un juego de similares características para atacar a un adversario político, en este caso EH Bildu, sólo se podía entender en clave de no tenerlas todas consigo, sin duda alguna, lo más grave es que ha utilizado el lenguaje y los argumentos de la ultraderecha española. Da la sensación que el PNV está desubicado en la era post-ETA. Claro, a partir de aquí, empezaba a estar claro que la veda iba a estar abierta y todo iba a valer.

En este escenario de debacle del PNV es donde se ha lanzado a una estrategia que si bien a corto plazo le garantiza un control institucional muy superior a los resultados obtenidos, a medio-largo plazo está por ver los efectos secundarios que pueda tener en próximas convocatorias electorales.

En ese proceso de negociaciones para lograr alcaldes y el gobierno de las diputaciones forales no ha tenido reparo alguno en negociar con la ultraderecha española, pero tan grave o más ha sido que esta última es la que ha logrado la meta que buscaba. A lo largo de la campaña electoral el PP no había escondido su objetivo, que no era otro que gracias a sus votos evitar que la izquierda abertzale gobernase en ayuntamientos y Juntas Generales (JJGG). El PP ha logrado proyectar la imagen que el PNV ha necesitado los votos de la extrema derecha española para lograr alcaldías y la diputación de Gipuzkoa, ha demostrado que su apoyo ha sido producto de una negociación y que en ningún caso ha sido gratis, y a decir verdad, no parece que el PNV esté avergonzado por tener que haber recurrido a los apoyos ultras.

Aquí ha habido cambio de cromos y gracias a la avaricia por el poder del tándem PNV-PSOE la extrema derecha ha logrado salir de su aislamiento. No sólo es que el PNV y, su socio, el PSOE, hayan blanqueado a la ultraderecha, es que han caído en su estrategia, lo que ha llevado a ver situaciones de lo más estrambóticas.

En Álava, como agradecimiento a que EH Bildu no lograse la alcaldía de Vitoria-Gasteiz gracias al PP, el PNV ha sido capaz de renunciar a gobernar en una de las localidades emblemáticas de La Rioja Alavesa, Labastida, para cedérsela a los populares, aunque le haya costado una revuelta entre la militancia de la localidad. En Gipuzkoa para retener la diputación Gipuzkoa ha facilitado que el PP entre en la mesa de las JJGG de Gipuzkoa, siendo una fuerza que todos sus votos caben en un autobús. Pero en todo este proceso de elección de alcaldes, el caso más grave es el que se ha vivido en Durango (Bizkaia) a la hora de elegir quien presidiría la corporación municipal. En esta localidad la ultraderecha española diseñó una estrategia que en ningún momento la ocultaron para que EH Bildu no repitiera de nuevo en la alcaldía. Dicha estrategia pasaba por convencer a VOX, algo que lograron en un abrir y cerrar de ojos, para que en Durango no presentara candidatura a las elecciones municipales para concentrar todo el voto ultra en la candidatura del PP, y de esa forma lograr un concejal, que podía ser decisivo en la votación para la elección de la alcaldía. Para que la lista del PP fuera más atractiva al votante ultra, la persona que cerraba la lista era Miguel Ángel Rodríguez, asesor de Díaz Ayuso y en su día asesor y portavoz del gobierno de Aznar. Y como no podía ser de otra forma, se presentó en Durango para echar por la boca todo tipo de bilis. Como estrategia ultra no se le podía pedir más a la candidatura del PP. Y así fue, obtuvo un concejal que tenía la llave de la alcaldía. El PNV no dudó lo más mínimo en gobernar aunque fuera gracias al voto de un ultra y para que no quedase lugar a la duda, la jornada de la elección nos deparó esa fotografía en la que la nueva alcaldesa del PNV se fundía en un efusivo abrazo con el concejal ultra del PP. Si Enrique de Navarra dijo que “París bien vale una misa” y renunció al protestantismo para convertirse al catolicismo y lograr ser rey de Francia, en el PNV lo tienen claro, el poder bien vale un abrazo con la extrema derecha española. Quien sabe y el siguiente paso es ver a Aitor Esteban abrazándose con Abascal.

Todo esto solo puede llevar a una conclusión: el PNV ha sido y es una pieza fundamental dentro del régimen del 78. El hecho que se abstuviera en el referendum de la Constitución, no ha sido obstáculo para que haya desempeñado el papel de valedor de la monarquía en Euskal Herria y aunque en los últimos años se haya alejado de la institución monárquica, su actuación no va dirigida a poner en cuestión el actual marco jurídico-político. Que nadie piense que va a poner en marcha ninguna iniciativa del estilo del Plan Ibarretxe ni de plantear una consulta para superar el actual Estatuto de Autonomía, bastante tiene con cumplir la misión que tiene encomendada, que no es otra que ser el muro de contención ante cualquier proyecto que cuestione el actual régimen.

El PNV es ese partido que vivió muy cómodo mientras podía exhibir la cara amable del nacionalismo vasco, pero parece que no ha sabido digerir la disolución de ETA y que de un tiempo a esta parte ha dejado de ser la centralidad en la política vasca. Ha perdido ese lugar preferencial de ser el partido que negociaba en Madrid arrogándose la representación del pueblo vasco, ahora le ha surgido competencia y está sirviendo para ver que más que defender los intereses de los vascos siempre ha estado más preocupado en la defensa de las élites vascas.

Enseñanzas que nos deja el cierre de Egunkaria

Enseñanzas que nos deja el cierre de Egunkaria

El pasado sábado se podía leer en la edición digital del diario Berria, que su director, Martxelo Otamendi, se jubila. El decano de los directores “con obligado pasaporte español” ha llegado a la edad de jubilación. Y no se retira por gusto, pero, como bien dice, hay que dejar paso a las nuevas generaciones. Enamorado de su profesión, piensa seguir unido a ella, aunque de forma menos intensa.

El hecho que Martxelo Otamendi de un paso a un lado, después de 30 años dirigiendo primero el diario Euskaldun Egunkaria y posteriormente el diario Berria, y que este año se cumplieran 20 años del cierre de Egunkaria por orden del juez de la Audiencia Nacional (AN), Juan del Olmo, fue la excusa perfecta para que un grupo de personas del mundo de la cultura y el periodismo de Madrid organizasen el pasado jueves 1 de junio, un acto-homenaje al diario Egunkaria y a su director Martxelo Otamendi en el Ateneo La Maliciosa[1].

Para quienes desconozcan lo que hace 20 años sucedió con el diario Euskaldun Egunkaria y haciendo un esfuerzo para poder sintetizarlo en pocas líneas, decir que el 20 de febrero de 2003, el juez de la Audiencia Nacional, Juan del Olmo, ordenó el cierre del diario y detuvo a diez personas de la dirección del periódico, de las cuales cinco sufrieron un proceso judicial que se alargó hasta 2010, año en el que fueron juzgados y absueltos, con una sentencia de las más duras que ha dictado la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, en la que desmontaba una a una todas las acusaciones existentes, dejando a la altura del betún todas actuaciones del juez instructor Juan del Olmo.

La Sala de lo Penal de la AN recoge en su sentencia que el cierre no se ajustó a derecho, pues vulneró derechos fundamentales como la libertad de información y expresión, obviando preceptos constitucionales que garantizan estos derechos y que los acusados en ningún momento habían incurrido en delito alguno, pero el daño estaba hecho. El calvario que pasaron los cinco personas que se sentaron en el banquillo es indescriptible, y como muestra, reseñar las palabras del presidente de la Sala de lo Penal, el magistrado Gómez Bermúdez, en este acto. Arrancó su intervención diciendo que el caso Egunkaria “fue un error judicial enorme, al menos en la fase de instrucción”, para llegar a afirmar que “el Tribunal tuvo la firme convicción que en este caso hubo malos tratos y torturas” y en la sentencia, la Sala de lo Penal reprocha la falta de control de la incomunicación por parte del juez instructor.

La comunidad euskaldun[2] se vio privada del único periódico escrito íntegramente en euskera, si bien, fue momentáneamente, porque los 150 trabajadores de Egunkaria se pusieron manos a la obra para que al día siguiente saliera un periódico de 16 páginas, gracias a la infraestructura de un diario local de Gipuzkoa. Fueron un ejemplo que perdurará en el tiempo. Por lo que respecta a la respuesta de la ciudadanía fue histórica, en Donostia se vivió la manifestación más grande que ha habido en esa ciudad, hubo una movilización sin precedentes en todo Euskal Herria que superó cualquier previsión y las muestras de solidaridad se dieron a nivel internacional. El Estado se encontró con una respuesta que no esperaba.

Después haber asistido al acto-homenaje a Martxelo Otamendi, que éste lo hizo extensivo a todos los trabajadores de Egunkaria, creo que es necesario hacer una reflexión sosegada de lo que se vivió hace 20 años, desde la perspectiva de lo que estamos viviendo en la actualidad, porque algunas de las intervenciones del jueves en el Ateneo La Maliciosa, sin hacer una comparación directa entre aquella época y el momento actual, dieron algunos datos que permiten relacionar ambos contextos.

Intervención de Martxelo Otamendi
Intervención de Martxelo Otamendi

Algunos de los intervinientes, en concreto los periodistas Luís Rodríguez de Aizpeolea y Martxelo Otamendi contextualizaron el cierre del diario Egunkaria y la detención de sus directivos en un momento muy concreto: gobernaba Aznar con mayoría absoluta y desde 2001 la derecha mediática, es decir, la inmensa mayoría de los medios de comunicación, estaban inmersos en una guerra sin cuartel contra el nacionalismo vasco en su conjunto, elevando el tono de sus comentarios, e intentando criminalizar instituciones, partidos y medios de comunicación que no comulgaban con sus postulados. Era una campaña en la que se criminalizaron ideas políticas. En su particular ofensiva inquisitorial cabían todos: desde el entonces lehendakari Ibarretxe, pasando por entidades financieras, centros educativos que representaban un modelo educativo diferente al que a ellos les gustaría, hasta editoriales y distribuidoras de libros. La teoría del todo es ETA era una larga sombra que teniendo su inicio en los autos del juez Garzón, se extendía como una mancha de aceite por tertulias, editoriales de prensa y todo ello con la finalidad de dar cobertura mediática a la política desplegada por el gobierno de Aznar.

Si uno se para a pensar un momento, lo primero que le viene a la cabeza es que han pasado 20 años y la situación empieza a tener tintes bastante similares, con el agravante de que es susceptible de empeorar. Acabamos de vivir una campaña electoral por parte de la derecha extrema y la extrema derecha que en su mayor parte ha girado alrededor de ETA, organización que dejó de atentar hace más de once años y que hace más de cinco años de disolvió, y la derecha mediática ha sido el altavoz de ese mensaje. Todo esto ha sido algo más que la campaña del barro. La derecha mediática está haciendo el papel que le han asignado para allanar el camino a un futuro gobierno PP-VOX y la deriva autoritaria que puede tomar.

Si a principios de siglo el gobierno de Aznar aprobó una nueva Ley de Partidos Políticos, con la finalidad de ilegalizar a izquierda abertzale, en esta campaña algunos líderes de la extrema derecha, con Ayuso a la cabeza, han vuelto a poner encima de la mesa la necesidad de ilegalizar a EH Bildu, aunque los órganos judiciales españoles manifestaron en su momento que reunía todos los requisitos para ser un partido legal. Es por ello que plantean modificar la actual legislación para darle una nueva vuelta de tuerca, con la finalidad de lograr sus objetivos.

No parece que hayamos avanzado mucho, más bien se están dando pasos atrás. Hasta ahora este tipo de medidas sólo se han aplicado en lo relacionado con el contencioso vasco, pero no sería nada descabellado que quieran dar un paso más allá. Y me estoy refiriendo a que con un gobierno de mayoría absoluta de la extrema derecha se extendiesen estas políticas a partidos y organizaciones de otras latitudes que en la actualidad están sufriendo un auténtico linchamiento mediático por los mismos medios de comunicación que a principios de los años 2000 actuaron de forma similar con Egunkaria, la izquierda abertzale y el nacionalismo vasco en general. Sin duda alguna uno de los puntos de mira podría ser Catalunya y los partidos independentistas y no sería descartable que todo lo que se mueve a la izquierda del PSOE fuese otra diana. Frases repetidas a modo de martillo pilón, gobierno ilegítimo, socialcomunistas, bolivarianos, enemigos de la unidad de España, etc…, sirven para ir preparando a la opinión pública para justificar otro tipo de actuaciones.

Las enseñanzas que nos ha dejado el caso Egunkaria son varias. La primera es el riesgo latente a que se sigan vulnerando derechos fundamentales, como la libertad de información y expresión, que empiezan por apuntar a todos aquellos medios que no siguen la línea editorial de la derecha mediática, para que un gobierno afín pase a otra fase. Y esto es extensible a partidos políticos y todo tipo de organizaciones políticas y del tejido asociativo.

Y para finalizar, el otro aprendizaje que nos deja este caso es que una respuesta tan masiva y contundente, como la que dio la sociedad vasca, sirvió para que el Estado fuese consiente que había encontrado algo más que una piedra en un zapato. Es primordial una sociedad organizada y movilizada para frenar el cercenamiento de los derechos y libertades fundamentes por parte de gobiernos con tics totalitario

[1] Quien esté interesado en ver el acto-homenaje, dejo el enlace de la crónica que Iñaki Alrui ha escrito en loquesomos.org y donde se puede ver el acto-homenaje en su totalidad: https://loquesomos.org/madrid-un-abrazo-solidario-a-egunkaria/

[2] Euskaldun: Persona que habla euskera.

Egunkaria libre!
Cartel en favor del diario Egunkaria

La izquierda y el piolet

La izquierda española vuelve a desenterrar el piolet

“La izquierda tiene esa vocación conspiratoria que le pierde. En toda reunión en la que la izquierda trata de organizarse parece que hay unos cuantos piolets escondidos debajo de la mesa. Supongo que tiene que ver con esa tradición de cuestionarse permanentemente, de hacerse preguntas, que es muy saludable en cierto punto. Pero al mismo tiempo también tiene que ver con la vocación al fracaso, que ha sido un lastre por parte de ciertos sectores de la izquierda”.

Esta reflexión con la que comienzo este artículo es de Ismael Serrano y la he extraído del libro Tomar partido” (Editorial Txalaparta) que el periodista Sergio Gregori Marugán publicó en 2019 y en el que se recogen alrededor de medio centenar de entrevistas a actores políticos, intelectuales, periodistas y personajes visibles del mundo de la izquierda. Y hoy la he rescatado porque si en su momento me pareció muy acertada, desgraciadamente hoy está más vigente que nunca, y algunos se han propuesto no aprender del pasado.

Lo que estamos viviendo en los últimos meses, porque todo esto viene de atrás, raya la esquizofrenia. Algunos han sustituido el piolet por el tuit o el bolígrafo y se han puesto a disparar en medios de comunicación y redes sociales a todo lo que se mueve, haciendo tanto o más daño. No es nuevo este espectáculo, pero sigue siendo igual de bochornoso.

Antes de entrar en harina, voy a dejar algunas cosas claras: en este juego de tronos que nadie busque buenos o malos, y la sensación que acaba teniendo el votante de izquierdas es que esto va de cuatro popes que están jugando a ese tacticismo cruel que lleva a unos a auparse en el poder a costa de otros y acaban arrastrando a las bases de los diferentes bandos a una guerra fratricida. Igual los males de la izquierda pasan porque hay que acabar con tanto liderazgo y esto va dirigido a todas y todos.

Llevamos varias semanas escuchando a Pablo Iglesias y a algunas personas de la dirección de Podemos que para entrar en el proyecto de SUMAR tan sólo es necesario que Yolanda Díaz llegue a un acuerdo bilateral con Podemos en el que la primera acepte la celebración de unas primarias abiertas. Da la sensación que lo único que importa es el método para la elaboración de las listas ¿quizá quieren decir la forma de repartirse los puestos de la candidatura? pues no le han requerido para hablar del programa de gobierno que es lo que le interesa al votante de izquierdas, si Julio Anguita levantara la cabeza. Y han ignorado al resto de formaciones que ya están apoyando el proyecto SUMAR, si se me permite, algo poco respetuoso si se quiere ir de la mano con esas formaciones políticas en una única candidatura.

La respuesta de Yolanda y su equipo hasta hace unos días venía siendo de un perfil bajo, sin entrar en rifirrafes dialécticos, lo cual le estaba obligando a la otra parte a subir el tono y es cuando se han escuchado frases como que Yolanda Yolanda Díaz está actualmente “mucho más cerca políticamente” de Más País, es decir, de Íñigo Errejón, que de Podemos, o que el PSOE quiere una izquierda que la pueda manejar como lo hizo con IU. Lo primero que pienso es si este tipo de declaraciones de verdad sirven para unir, porque la sensación que he extraído es que han ayudado a caldear más el ambiente, y volviendo al contenido de las declaraciones, si es cierto ese acercamiento de Yolanda Díaz a las posiciones de Errejón ¿Podemos se sentiría cómodo en ese proyecto? ¿por qué ese interés de llegar a un acuerdo con Yolanda? ¿no le sería más útil defender su espacio político fuera de la candidatura de Sumar?

En esta historia no hay ni buenos ni malos, ni todo es blanco ni todo es negro, y para entenderlo es necesario tener una mirada retrospectiva y remontarnos cuatro años atrás. Allá por 2020 pasaron muchas cosas, no hacía un mes que el gobierno de coalición PSOE-UP había iniciado su andadura y en una entrevista que Yolanda Díaz concedió al diario El País nos dejaba esta perla: “Técnicamente no es derogable toda la reforma laboral, sería irresponsable”. Frase infumable donde las haya, pero parecía premonitoria a la vista del desenlace que tuvo la tan cacareada derogación de la reforma laboral del PP. Pero lo más llamativo es que en aquel momento, primeras semanas de 2020, ante esas declaraciones nadie de Podemos alzó la voz, en aras a defender el compromiso del gobierno de coalición de derogar la reforma laboral de Rajoy, y no voy a entrar en una guerra semántica, porque todo el mundo entiende perfectamente lo que significa derogación. Acababan de empezar a pisar las moquetas de los ministerios e igual estaban deslumbrados por ese nuevo status.

Pocas semanas después vino la pandemia y lo puso todo patas arriba. Y hay que decir que la labor desplegada por el ministerio de Trabajo, sin ser para echar cohetes, sirvió para que la clase trabajadora de este país no se hundiera aún más en la miseria y no me cabe la menor duda que con un gobierno de las derechas las decisiones hubieran sido muy diferentes en perjuicio de la población más vulnerable. Pero muchos de esos decretos, así como los relativos al confinamiento salieron adelante gracias a otras fuerzas políticas,  que para algunos gurús de Podemos están vendidas a los poderes económicos. Parece que a algunos se les ha olvidado con mucha rapidez que para convalidar algunos decretos-ley, anduvieron mendigando votos, pues cada voto en el Congreso valía su peso en oro. Por cierto, hay que decir alto y claro, esos que hoy no parecen que sean tan izquierdas para los defensores de las esencias de la izquierda, cuando subían al estrado del Congreso, exigían al gobierno que fuese más valiente a la hora de tomar medidas, recuerdo discursos de Errejón y Baldoví muy críticos con el gobierno en materia laboral, críticos desde posturas de izquierda. Así son las cosas. Y todo ello sin olvidar ese pacto de mayo de 2020 que los partidos del Gobierno firmaron con EH Bildu, y que nunca cumplieron, para la derogación de la reforma laboral del PP a cambio de una prórroga del Estado de alarma.

Posteriormente vino, e iba siendo hora, la negociación de la reforma laboral y algunos vimos, no sin cierto asombro, que se negoció con todo el mundo, menos con los que había que negociarla: los partidos que facilitaron la investidura. Se hizo todo de espaldas a los representantes de la ciudadanía, la patronal estaba feliz por el acuerdo, y como los números no salían tuvieron que buscar ayuda en Cs, y en la extrema derecha navarra (UPN), aunque sin éxito en este último caso. La puesta en escena de todo ese proceso fue muy clara: aupar a Yolanda Díaz al status de líder de la izquierda y futura candidata a presidenta del Gobierno. Podemos no sólo no lanzó ni una crítica a Yolanda Díaz por una infumable reforma laboral, es que solo faltó pontificarla, y así lo hizo en su discurso la portavoz de Podemos dentro del grupo parlamentario confederal de Unidas Podemos el día que se debatió la reforma laboral en el Congreso. En Podemos nadie discutía el liderazgo de Yolanda Díaz, parecía que iba a ser el Mesías. Y si la reforma laboral propiciada por el gobierno de coalición salió adelante, fue, entre otros, por los votos de Más País y Compromís. Allí estuvieron echando un capote a Unidad Podemos, aunque se quejaron que esta reforma estaba lejos de lo prometido y que con ella no se recuperaban todos derechos perdidos por los trabajadores. Y Yolanda Díaz y su equipo dejaron en la estacada a EH Bildu y a ERC, que decidieron no apoyar ese trágala, recibiendo un aluvión de críticas.

Llama la atención que desde Podemos la crítica se centre en la exigencia de unas primarias abiertas, cosa que en la coalición Unidas Podemos nunca se ha llevado a cabo y cuando la elección de Yolanda Díaz fue un dedazo en toda regla por parte de Pablo Iglesias, ignorando a las bases, una forma de actuar más propia de los partidos tradicionales, todo lo que siempre habían criticado. Por tanto, la legitimidad de Yolanda Díaz se la dio Pablo Iglesias, quizá pensando que por detrás podría mover los hilos de su proyecto, cosa que no parecería muy descabellada si observamos el rol que está adoptando en toda esta trifulca, porque habría que preguntarse cuál es el papel de Pablo Iglesias en todo esto, una persona que al cabo del día realiza muchísimas más declaraciones que Ione Belarra, actual secretaria general de Podemos y la actitud que tiene en los medios de comunicación es la de la persona que lleva las riendas de Podemos, quien dirige el partido en la sombra, cosa que no favorece nada ni a la actual dirección de Podemos ni al conjunto del partido. El hecho que se haya conocido que hace unos meses se reunieran Yolanda Díaz y Pablo Iglesias para rebajar el tono lo dice todo, pues no se reunió con nadie de la dirección de Podemos, lo hizo con el poder en la sombra.

Aquí se está hablando mucho de la fórmula de un frente amplio y que es necesario que Sumar y Podemos se entiendan para evitar que la derecha obtenga la mayoría absoluta, pero nadie está diciendo absolutamente nada sobre la posibilidad que otras sensibilidades de la izquierda se incorporen a este proyecto, como es el caso de Adelante Andalucía, la formación de Teresa Rodríguez y Anticapitalistas. No deja de ser una sensibilidad más dentro de la izquierda que hasta no hace tanto tiempo compartía espacios con algunas de las organizaciones que están en Sumar y que estuvieron en Podemos.

Si lo expuesto hasta ahora es preocupante, aún lo es más los derroteros por donde están yendo las declaraciones de Yolanda Díaz y algunas personas de su entorno en estos últimos días. Si hasta ahora había jugado un papel amable, da la sensación que ha cambiado el chip y ha pasado de tender la mano a no hacerle ascos a evitar que Podemos se incorpore a Sumar, y frases como “Sumar no será será un fracaso si no está Podemos” no ayudan a crear un ambiente de confluencia.

En toda esta bronca hay mucho de tacticismo y mucho pánico al día después del 28 de mayo. No corren buenos vientos para Unidas Podemos en las municipales y autonómicas y todo el mundo tiene claro que sentarse a negociar con los resultados electorales en la mano va ser más complicado para las formaciones que obtengan un mal resultado, pero sería injusto que ese lastre recayese únicamente sobre Podemos, pues no hay que olvidar que en Unidad Podemos también está IU y debería de compartir esa responsabilidad.

Lo que no puede repetirse es el escándalo de la negociación que se dio en Andalucía para negociar la candidatura de las elecciones autonómicas del año pasado, aunque parece que nadie ha aprendido nada de ese espectáculo bochornoso en el que el motivo de la pelea eran los puestos de las listas y el reparto de la financiación. Y la realidad es que a día de hoy el ambiente está peor que hace un año.

Sería más productivo que explicasen al votante de izquierdas cuál es la estrategia para afrontar los comicios de noviembre, si esta pasa por intentar reeditar un acuerdo de gobierno, como hasta ahora, si se van a centra únicamente en la política institucional como fin en sí mismo o, si por el contrario, piensan recuperar el pulso de la calle. Cuando UP entró a formar parte del gobierno de coalición, renunció a la calle como instrumento de presión, y cuando en algún momento quisieron salir a protestar, su socio de gobierno le hizo ver que no se puede estar gobernando y simultáneamente manifestándose en contra de las decisiones del gobierno.

Y en esas estamos, sería importante saber qué hoja de ruta tienen los diferentes actores de la izquierda, que proyecto de gobierno tienen y si hay o no posibilidad de llegar a confluir en un frente amplio, pero por favor, que todos terminen con este espectáculo lamentable, dejen de conspirar tanto y entierren el piolet.

La Ley Mordaza, el PSOE y el arte de marear la perdiz

La Ley Mordaza

En política cuando se marea la perdiz es porque se quieren dejar las cosas como están. De ello puede dar buena cuenta el PSOE que es un experto en esas lides, y lo acabamos de ver con el fracaso para la derogación de la Ley Mordaza. Se ha tirado alrededor de tres años alargando unas negociaciones en las que desde el primer momento se percibía su falta de voluntad política para derogar las cuestiones más escabrosas de la norma que aprobó el PP durante el gobierno de Rajoy, y a pocos meses para el final de la legislatura, sin haberla consensuado con los grupos que sustentan este gobierno, deciden que se vote en la Comisión de Interior del Congreso sabiendo que no iba a pasar el trámite, porque no tenía los apoyos necesarios.

Hay varios detalles que no se pueden dejar pasar por alto y que corroboran la nula predisposición del PSOE para derogar la Ley Mordaza. El más importante es que este proyecto de ley no ha sido impulsado por el Gobierno, por contrario, es producto de una proposición de ley que presentó en 2020 uno de los partidos que facilitaron la investidura, el PNV. El Ministerio del Interior en ningún momento ha tenido voluntad política para elaborar un proyecto de ley para derogarla, algo lógico conociendo a quién dirige Interior, Grande-Marlaska. Solo hay que recordar que la Ley Mordaza fue aplicada con total arbitrariedad durante el periodo de pandemia, a excepción de los barrios pudientes, como el barrio de Salamanca de Madrid, que eran el oasis del incumplimiento.

La proposición de ley presentada por el PNV fue aprobada, faltaría más, puesto que al PSOE no le quedaba más remedio que votar sí, pero con el bagaje parlamentario que posee a sus espaldas, supo utilizar todo tipo de argucias parlamentarias para que la proposición de ley fuera dando tumbos por los pasillos del Congreso, en algunos momentos durmiera el sueño de los justos y en otras ocasiones estuviera sumida en un proceso de negociaciones interminables en las que no se desatascarían las cuestiones más importantes, y así lograr el objetivo de empantanar este tema. El PSOE, que cuando es necesario se alía con quién haga falta, no le hubiera hecho ascos a recibir algún apoyo de la bancada ultra para lograr sus pretensiones.

Conociendo todo esto, y con un PSOE enrocado, plantear votarla en comisión era la antesala del fracaso, puesto que era conocido que con ese texto en la mano habría partidos que no apoyarían su tramitación y visto lo sucedido, no parece que este final le haya disgustado mucho.

Una vez que ha sido rechazado el texto votado, era el turno de la maquinaria de propaganda para buscar culpables, en vez de centrarse en las causas de su rechazo. Para ello la prensa progre de Madrid no ha perdido la ocasión de encontrar chivos expiatorios, señalando a ERC y EH Bildu. Lo mismo que sucedió con la reforma laboral, que llegó cocinada al Congreso, no se podía tocar una coma porque eso podía importunar a la CEOE, aunque estos no tuvieran representación parlamentaria, y para ello no hicieron ascos al apoyo de Ciudadanos y a pactar con UPN, pero esto último les salió el tiro por la culata. Y aunque salió adelante por el error  del diputado Casero (PP) en la votación, en esa ocasión arreciaron una cascada de críticas a los partidos aliados del gobierno que votaron en contra.  Parece que es un sacrilegio no seguir los dictados del gobierno.

No es nuevo este modus operandi del PSOE, por un lado, en actos públicos habla de derogar la Ley Mordaza, pero, por otro lado, su actuación parlamentaria se aleja de sus declaraciones, y para ello utiliza todo tipo de argucias, abriéndose a procesos negociadores interminables. Este gobierno ha tenido tiempo más que suficiente para haber derogado la Ley Mordaza, pero esto parece que pasa de largo. Los diferentes análisis, editoriales y comentarios en tertulias, acerca de lo que ha sucedido con la Ley Mordaza y la polvareda que ha levantado el voto en contra de EH Bildu y ERC en la Comisión del Congreso han obviado buscar las causas para ceñirse al único argumento ventajista: si alguien sufre los efectos de la Ley Mordaza, ello se debe única y exclusivamente a EH Bildu y ERC que han votado en contra. Curioso argumento, cuando el gobierno actual ha aplicado esta ley a destajo, y qué decir del PNV, que le ha faltado tiempo para acusar a EH Bildu y ERC de este fracaso, pero desde el Departamento de Interior del Gobierno Vasco se aplica la Ley Mordaza como una apisonadora, ignorando el mandato del Parlamento Vasco en el que le instaba que no sea aplicada.

La postura del PSOE va más allá de un hipotético miedo a los sindicatos policiales, como se ha llegado a decir, cosa que no niego. La cuestión es que hay que tener presente que nunca han cuestionado el modelo policial, ni los modos de actuación. Si por algo ha destacado este partido desde que llegó al gobierno por primera vez, en 1982, es por el perfil que han tenido sus ministros del Interior y sus modos, personajes como Barrionuevo, Corcuera, Belloch, Rubalcaba, Grande-Marlaska no los voy a descubrir ahora. Han aprobado todo tipo de leyes que han vulnerado los derechos y libertades: leyes antiterroristas, la de la patada en la puerta, etc….

En lo sustancial, no hay diferencias entre el modelo de seguridad del PSOE y del PP, varían los matices, porque no deja de ser uno de los pilares del régimen del 78, por ello había preceptos de la Ley Mordaza con los que se sienten muy cómodos. Y otro tanto le ocurre al PNV.

Los motivos por los que los aliados del gobierno no han apoyado el texto en comisión se centran en tres temas que son los pilares de la ley que se pretendía derogar y que salían de rositas. La prohibición de las pelotas de goma, que en ningún momento entraba en los planes del PSOE y el PNV, pues solo hay que ver como los dos partidos que están coaligados en el Gobierno Vasco han actuado en el caso de Iñigo Cabacas, muerto a consecuencia del disparo de una pelota de goma por parte de la Ertzaintza.

El caso de la negativa a derogar las entregas en caliente de inmigrantes, una vulneración de los derechos humanos, hecho que ha sido denunciado por diversas ONGs, y que a uno le hace pensar que es la coartada perfecta para que vuelvan ocurrir casos como el de la valla de Melilla.

Finalmente, el dejar vigente las faltas de respeto a la autoridad e infracciones por desobediencia es otro de los motivos que han propiciado ese rechazo, que es de gran importancia si se quiere blindar los derechos y libertades. Es algo que vemos continuamente cuando se produce un desahucio, una concentración, etc…, en el que se aplican de forma arbitraria estas infracciones, con el agravante que supone el valor que se da a la versión policial en detrimento de la que aporte el denunciado, algo que hemos visto en diferentes procesos judiciales.

Estos días muchos de los comentarios se fundamentaban en que al menos era una derogación parcial, aunque los apartados más importantes quedasen inmaculados. Esa teoría del mal menor, que nos lleva a renunciar a nuestros planteamientos para aceptar que las cosas queden igual, pero con un barniz más atrayente, en vez de poner el foco en aquellos que no han cumplido con su compromiso, que en este caso era la derogación de la Ley Mordaza, y no su reforma.

Si hubiese voluntad política en el PSOE, cosa que dudo, esta ley se puede derogar en menos de 15 días, tan sencillo como volver a presentar una proposición de ley y que sea tramitada por vía de urgencia de la siguiente forma: “Artículo único: Quedan derogados todos los artículos de Ley Orgánica 4/2015, de 30 de marzo, de protección de la seguridad. Vuelven a entrar en vigor toda legislación que quedó derogada con esta ley”. Dicho esto, no nos dejemos engañar, y partir de aquí todo lo que quieran decir es volver a marear la perdiz.

La soberanía popular a merced de las togas

La soberanía popular a merced de las togas

El panorama político español se asemeja a la teoría del filósofo presocrático Zenón de Elea, que argumentaba que una flecha disparada no se mueve, puesto que el movimiento no existe. En  la política española ocurre algo similar, parece como si no pasase el tiempo, da igual el momento, porque ya se encarga la derecha extrema y la extrema derecha de repetir continuamente la misma situación vivida con anterioridad, que no es otra que deslegitimar la voluntad popular expresada en las urnas cuando no obtienen el resultado electoral deseado.

Es un bucle que lo vivimos cuando ganó las elecciones Rodríguez Zapatero, cuando prosperó la moción de censura contra M. Rajoy y con las elecciones de 2019 que propiciaron el actual gobierno de coalición y en esas se encuentran las derechas, instaladas en el  discurso de negar legitimidad al gobierno de coalición y para ello todo vale. Tampoco nos debería de extrañar todo esto, pues a lo largo de la historia ha sido una constante esta forma de actuar, como es el caso de los dos periodos republicanos, que como no fueron del gusto de la derecha española, lo que no ganaron en las urnas, lo lograron en el caso de la I República de la mano del general Pavía y en la II República con el golpe de Estado de Franco.

Es conveniente no pasar por alto los arrebatos a los que nos tienen acostumbrados cuando hay procesos electorales en Catalunya, la Comunidad Autónoma Vasca o en la Comunidad Foral de Navarra, pues siempre tienen la misma solución al problema: ilegalizar todo aquello que no les gusta y en algunos casos, como es en Navarra, les entra la histeria porque las opciones independistas son imprescindibles para que haya gobiernos de progreso.

No soportan el no controlar los poderes legislativo y ejecutivo. Toda esta forma de actuar de las derechas españolas acaba teniendo una consecuencia letal, que no es otra que el discurso golpista de la extrema derecha acaba engullendo a toda la derecha española y se enzarzan en una competición por ver quien va más lejos, y empujados por esa inercia del todo vale, acaban actuando al margen de los estándares democráticos.

Desde los días previos a la votación de investidura en enero de 2020 hasta hoy no han escatimado recursos para derribar a este gobierno y la inmensa mayoría de ellos al margen de los cauces democráticos. Los días previos a la investidura de Sánchez ya enseñaron sus credenciales, cuando algunos diputados del PSOE recibieron amenazas para que votaran en contra de la investidura de Pedro Sánchez. Esto no era más que el principio de la estrategia de acoso y derribo al actual gobierno y para ello la única solución que se les pasa por la cabeza es un golpe de estado, ahora bien, ¿qué tipo de golpe? ¿a la antigua usanza? Es aquí donde a algunos les pueden surgir las dudas. La extrema derecha no ha tenido ni tiene dudas al respecto, ha realizado varios guiños a los militares y en algunos casos, sencilla y llanamente, ha solicitado su intervención. El resto de la derecha no es que le haga ascos, pero son más de guardar las formas. Ellos no van a hacer un llamamiento de esa naturaleza, pero si se da la oportunidad, les faltará tiempo para apuntarse.

Ante esta disyuntiva, la derecha ha apostado por el comodín del Poder Judicial. Es consciente que mientras este Gobierno no se atreva a presentar en el Parlamento un proyecto de ley para modificar la Ley Orgánica del Poder Judicial (LOPJ) en la que se cambien las mayorías necesarias para renovar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), siguen teniendo el control de la Justicia. Esta estrategia ya la utilizaron durante el periodo en el que Zapatero fue presidente del Gobierno y la siguen utilizando, viendo los excelentes réditos que obtienen.

Desde que en 1985 el Gobierno de Felipe González aprobó la LOPJ la derecha ha tenido fijación con esa ley. Nunca le gustó la fórmula de elección del CGPJ. No olvidaré aquellos años en la facultad de derecho en la que el profesorado conservador aprovechaba cualquier clase que impartían para denunciar que esa ley quebrantaba la separación de poderes, los mismos docentes que no dudaban en alabar la legislación administrativa o procesal aprobada durante la dictadura franquista. Así funcionan las cosas en la derecha española.

Curiosamente, la contradicción le surge a la derecha cuando suele llegar al gobierno porque nunca ha tocado esa ley. Se ha beneficiado de ella y como el PSOE no deja de ser un partido del régimen siempre ha aceptado los acuerdos que le han ofrecido los diferentes gobiernos del PP para la renovación del CGPJ y del Tribunal Constitucional, pero en los que el PP salía beneficiado, pues era el partido que gobernaba.

La derecha siempre ha intentado hacer un discurso tramposo en lo referente a la elección del Poder Judicial. Plantean que sean los jueces los que elijan a los órganos del Poder Judicial, todo ello sustentado en la separación de poderes y sin que intervengan en su elección los otros dos poderes, el Legislativo y Ejecutivo. Este planteamiento obvia algo tan importante como que la soberanía reside en el pueblo del que emanan los poderes del Estado. Y con la actual Constitución en la mano la única fórmula para que el Poder Judicial emane del pueblo es mediante su elección por parte de quienes son sus representantes.

En los países con democracias representativas hay diferentes sistemas de elección, pero me voy a quedar con el existente en EEUU, nada sospechoso de izquierdoso ni de bolivariano. En el caso norteamericano el Tribunal Supremo es elegido por el presidente de EEUU con el consejo y consentimiento del Senado que lo tiene que confirmar. Los jueces federales suelen ser elegidos de forma similar a los del Tribunal Supremo. Y por lo que respecta al resto de los jueces, suelen ser elegidos de varias formas: Los hay donde los elige la Asamblea Legislativa de cada Estado, es decir, el poder legislativo, en otros Estado es el Gobernador el que los elige, es de decir, el poder ejecutivo y hay estados donde son elegidos mediante votación directa. En ningún caso son elegidos entre los propios jueces.

El problema radica en dos cuestiones: En primer lugar, la judicatura española no fue depurada de elementos franquistas, puesto que los mismos que dictaban sentencias en el Tribunal de Orden Público contra militantes antifranquistas, pasaron a impartir justicias desde la Audiencia Nacional y siguieron subiendo en el escalafón hasta llegar en algunos casos al Tribunal Supremo ¿se puede imaginar uno un juez leal a los principios del movimiento nacional impartiendo justicia bajo unos parámetros democráticos? La derecha es la mejor conocedora de todo esto y en segundo lugar, algo tan o más importante es que el acceso a la judicatura, como a otros cuerpos de la Administración del Estado, en la realidad es muy restringido para la población. Son cuerpos en los que los apellidos pesan mucho, no es extraño encontrar sagas familiares. No hay que olvidar que son oposiciones que su preparación conlleva un coste económico nada desdeñable. En ese caldo de cultivo la derecha sabe que tiene todas las de ganar. Así las cosas hay una oligarquía judicial que controla el Poder judicial.

Ante esta situación el Gobierno de coalición ha actuado acomplejado y en cierta forma dividido, porque desde Unidas Podemos siempre han tenido claro que era primordial modificar las mayorías para la elección del CGPJ. La propuesta de UP era reformular el concepto de mayorías, pasando de tres quintas partes a mayoría absoluta y que estuviera apoyada por un número de grupos parlamentarios. Estuvieron a punto de sacar esta reforma adelante pero al final el PSOE, que no deja de ejercer de partido del régimen dio un paso atrás.

Ahora el problema es que al no haber actuado con anterioridad y dejarlo para el final de la legislatura le está pasando factura, pues la derecha política y judicial se veían que lograban llegar a las elecciones del año que viene siguiendo todo como hasta ahora. Al impulsar el Gobierno esta reforma con cierta urgencia, la derecha que probablemente no se esperara este movimiento ha decido romper el juego parlamentario e intentar dar un golpe de estado a través de los jueces conservadores del TC.

El acto de recurrir al Tribunal Constitucional para que paralice el debate de la modificación de una ley en el Congreso, no es que vaya contra el Estado de derecho, es que va en contra de toda esencia democrática. Esto va más allá de la judicialización de la política, es un intento de golpe de Estado para lo que necesita la cooperación necesaria de quien va a estudiar dicho recurso, en este caso el TC. Si finamente prohíbe el poder debatir y votar una modificación legislativa, sería de facto la suspensión de la potestad legislativa del Parlamento. Esto no sería una intromisión de un Poder en otro, sino la toma del Poder por parte de una aristocracia judicial.

Lo que se está dilucidando no es que el TC estudie si una ley aprobada por el Parlamento es constitucional o, por el contrario, vulnera algún precepto constitucional. Lo que se está poniendo sobre la mesa es si el Poder Legislativo tiene potestad para poder realizar su labor legislativa sin tutelas externas. Sería entendible que después de que se aprobase el proyecto de ley fuese recurrido ante el TC, pero si todavía no se sabe ni cómo va a quedar redactado, y con el añadido que posteriormente tiene que pasar por el Senado ¿qué amparo constitucional solicita la derecha? ¿que el TC consiga lo que en el Congreso y Senado no puede lograr porque es  minoría? Sin duda, esto es un golpe de Estado.

Es curioso ver como en el PSOE y los medios de comunicación progresistas han saltado todas las alarmas, sobre todo porque el TC va a estudiar el amparo solicitado por el PP para evitar el debate y aprobación de una ley por parte del Congreso. Habría que recordarles que el PP no es la primera vez que utiliza este método para cercenar debates en un órgano legislativo. El Gobierno de M. Rajoy lo hizo de forma reiterada para prohibir debates en el Parlament de Catalunya. En ese momento el PSOE no ofreció ninguna resistencia y la prensa progresista no se manifestó con la misma fuerza que ahora. Y en ese momento se estaba creando un precedente gravísimo, porque se llamó  golpistas a los que ponían urnas y demócratas a los que aplicaban el 155 y amordazaban al Parlament al prohibir adoptar debatir y adoptar resoluciones.

He dejado para el final una cuestión que desde este lado del Atlántico parece que no se le está dando la importancia que tiene. Todos los think tank de las derechas golpistas latinoamericanas tienen conexiones con las derechas españolas que últimamente está muy activas en Latinoamérica, sobre todo VOX. Y los resultados en esa parte del globo los estamos viendo a diario Cada vez que pueden las derechas utilizan cualquier fórmula para derrocar a los gobiernos de izquierdas.

Es imposible saber cuál será la decisión del TC, si prosperarán las recusaciones presentadas por el PSOE y UP contra algunos magistrados por tener interés directo en que no se renueve el TC. Lo que no cabe dida es que la situación es de extremada gravedad y, como es de suponer, no se espera ninguna comparecencia del inquilino de la Zarzuela.

Belloch. Una imagen cutre del estado de derecho

Belloch. Una imagen cutre del estado de derecho

Hay una película americana de 1992 titulada Algunos hombres buenos, cuyo protagonista es Tom Cruise, (1992), un teniente de la Marina de EEUU que le asignan la defensa de dos marines estadounidenses, acusados de haber asesinado a un compañero en la base militar de Guantánamo (Cuba).

En el interrogatorio que Tom Cruise realiza en la vista oral al comandante  de la base militar, tiene la habilidad de lograr sacarlo de sus casillas hasta el extremo que acaba reconociendo que había dado la orden a los dos acusados de aplicar un código rojo al marine asesinado. Un código rojo no es otra cosa que aplicar un castigo al margen de las normas de régimen interno. Y como cabe de esperar, estas cosas no suelen terminar bien, en este caso acabo en muerte.

La escena del interrogatorio al comandante de la base de Guantánamo es muy interesante. El militar interrogado, embriagado de ardor guerrero, le responde al abogado defensor con la siguiente frase: “no tengo ni el tiempo ni las ganas de explicarme ante un hombre (se refiere al abogado) que se levanta y se acuesta bajo la manta de la libertad que yo le proporciono y después cuestiona el modo en el que la proporciono”. En resumen, y para que todo el mundo lo entienda: para salvaguardar la libertad, el ejército estadounidense tiene barra libre para todo, el fin justifica los medios. En el Estado español la frase análoga sería la que dijo Felipe González: “el Estado de derecho también se defiende en las alcantarillas” y dentro de ella todos tenemos claro a qué se refería.

Lo anterior no deja de ser una película que nos puede servir para conocer como son las cosas entre EEUU y, en concreto, entre sus militares, sobre todo en lugares como Guantánamo, que se ha convertido en los últimos veinte años en una macro cárcel de prisioneros procedentes en su inmensa mayoría de Oriente Medio, y donde los derechos fundamentales de los detenidos no existen, están privados de libertad de forma indefinida, sin ningún tipo de protección jurídica.

A diferencia de la película Algunos hombres buenos, últimamente algunos exministros del PSOE, durante la etapa de Felipe González no hace falta sacarlos de sus casillas, sólo necesitan una entrevista distendida para contar algunas de sus hazañas durante aquella etapa. Da la impresión que los que fueron ministros en los diferentes gobiernos de Felipe González se han venido arriba, como el comandante de la base americana de Guantánamo. A muchos no nos ha pillado de sorpresa, pues teníamos pocas dudas o mejor dicho, ninguna de lo que habían sido aquellos años. Lo que ha variado es que algunos protagonistas parece que llegados a una edad ya no les importa soltarlo ante un micrófono. Primero fue Barrionuevo cuando relató que ordeno la puesta en libertad del ciudadano francés  Segundo Marey secuestrado por el GAL y que ordenó el secuestro del Jose María Larretxea, y en fechas recientes ha sido Juan Alberto Belloch, quien llegó a ostentar simultáneamente las carteras de Justicia e Interior en el periodo 1994-1996, el que ha soltado algunas perlas que no se pueden dejar pasar por alto.

En la entrevista que Juan Alberto Belloch ha concedido hace unos días a El Español no queda ningún atisbo de duda en los métodos que se han utilizado en el Estado español a la hora de defender lo que denominan el Estado de derecho, ha plasmado negro sobre blanco como funcionaban los poderes del Estado y, en concreto, en lo referente a los derechos fundamentales y la integridad física de los detenidos. En dicha entrevista dice: “Hice general a Galindo porque, pese a maltratar a los detenidos, era el mejor en la lucha antiterrorista. Tuvo permiso de Interior para sus métodos hasta que yo se lo quité”.

Hasta la fecha, no había habido ninguna declaración de ningún exministro ni alto cargo del Gobierno que reconociera, aunque fuese con el término eufemístico de maltrato, que la tortura era una práctica generalizada. Si bien tengo que realizar una precisión al respecto: Fernando López Agudín, quien fuera director general de Relaciones Informativas y Sociales del Ministerio de Justicia e Interior, durante la etapa de Juan Alberto Belloch como ministro de Justicia e Interior y siendo Margarita Robles secretaria de Estado de Interior, publicó un libro que no hay que echarlo en saco roto. Bajo el título “En el laberinto. Diario de Interior 1994-1996”, recoge en diferentes pasajes del libro la práctica de la tortura por parte de los cuerpos policiales destacados en Euskal Herria. El término que utilizaban para definir este método es el de “trabajar con red”. En dicha obra relata, entre otros temas del momento, que desde la Secretaría de Estado de Interior se intentó que esa práctica desapareciera. El tiempo nos ha demostrado que la realidad fue bien distinta, pues los casos de torturas persistieron, la colaboración de todas las instancias implicadas (judiciales y gubernamentales) para su erradicación brilló por su ausencia y cuando de forma aislada los tribunales dictaban alguna sentencia condenatoria, ya se encargaba el Poder Ejecutivo de que no se aplicase y de dictar el oportuno indulto.

Las afirmaciones de Belloch viniendo de un ex juez no hay por donde cogerlas. Tuvo la poca catadura moral de no impulsar una investigación judicial para que fuesen estudiados todos los casos de torturas, ni de cesar inmediatamente a Rodríguez Galindo para ponerlo delante de un juez. Y para que la escena fuese más vergonzante, lo ascendieron a general ¿qué más podía pedir Galindo? Y todo esto lo hace un ministro que durante el tiempo que permaneció en la carrera judicial fue fundador y destacado miembro de la Asociación Jueces para la Democracia y cuando dejó la política volvió a ejercer como juez. Con este bagaje uno tiene derecho a dudar de su profesionalidad como persona que se ha dedicado a impartir justicia. De ministro no fue capaz de poner en manos de la justicia a una persona del que tenía conocimiento que había infringido la ley, porque no vale con decir que él le quitó el permiso para usar esos métodos ¿y los torturados hasta esa fecha no merecían una justicia reparadora? ¿Hizo algo para esclarecer la muerte de Mikel Zabalza y que los culpables fueran juzgados? Se limitó a hacer borrón y cuenta nueva, al estilo de la Transición, como si lo pasado no contase y  le quitó el permiso para que siguiese torturando, es decir, que a partir de ese momento no tenía el visto bueno del ministro, lo que no quería decir que no continuase utilizando esas prácticas.

El problema es que cuando esa forma de actuar está tan arraigada y ha tenido toda la cobertura del régimen, decirle a una persona como Rodríguez Galindo que le quitaba el permiso para torturar es como decirle que a partir de ese momento Belloch se limpiaba las manos como Pilatos, pero poco más. Para que esa orden hubiera tenido un grado de seriedad, el ministro tenía que haber adoptado una serie de medidas mucho más profundas, sin ir más lejos, la depuración total de los cuerpos policiales, empezando por Rodríguez Galindo, que estaban infectados de elementos franquistas, igual que en estos momentos. Nada ha cambiado. Salvando las distancias parece que entre Guantánamo e Intxaurrondo había alguna que otra semejanza. El poder que ostentaban los que dirigían ambos lugares podía ser superior al que tenía un ministro.

Si este fragmento de la entrevista realizada a Belloch es muy grave, tanto o más es la escasa repercusión que ha tenido en muchos ámbitos de la vida política.

En el terreno político sencillamente no ha tenido eco. La extrema derecha (PP VOX y Cs) no tiene ningún interés en ello, pues esas prácticas las enmarcan en lo que denominan la defensa de la Patria. El PSOE en todas esas cuestiones tiene por costumbre ponerse de perfil, sabe perfectamente como actuaron sus mayores en la década de los 80, pero lo más importante es no poner en tela de juicio nada que pueda afectar a la perdurabilidad del Régimen del 78. Pero lo más preocupante es que a la izquierda el PSOE no se ha alzado ninguna voz para denunciar la tortura en un régimen que se define como democrático ni para tener alguna iniciativa. Parece que todo esto está amortizado. Y en este caso, alzar la voz en este tema no deja de ser un ejercicio de memoria democrática y de defensa del estado de derecho.

Para finalizar, en el ámbito periodístico, como no podía ser de otra forma, este fragmento de la entrevista ha pasado bastante inadvertido. Los medios de comunicación han puesto el foco en todo lo que tenía que ver con Luís Roldán. Tiene su lógica que todo lo relativo a la tortura no sea atractivo para la inmensa mayoría de la prensa española. Se han pasado la vida negando su existencia, y enmarcando las denuncias que se producían en que todo era una estrategia de ETA en la que instaba a sus militantes para que denunciaran torturas. Llegaron al extremo de hablar de la existencia de un manual en que se recogía como debían de actuar ante el juez, por tanto, hubiera sido un milagro que de la noche a la mañana admitieran que en el Estado español la tortura ha sido una práctica. La prensa española no deja de servir al poder, sólo hay que ver quienes controlan sus consejos de administración y no hay que olvidar la lluvia de millones que reciben de las Administraciones Públicas. Pero sí que he echado en falta que la prensa más progresista hubiera realizado alguna referencia a este fragmento de la entrevista. Parece ser que aquí vende más hablar de Guantánamo o Abu Ghraib, que hablar de lo que sucede en casa. Ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.

Solo cabe esperar que un tercer ministro de Felipe González tenga a bien animarse ante un micrófono y se explaye. Corcuera calienta que sales.

27 de septiembre, una fecha para conmemorar la lucha antifranquista

27 de septiembre, una fecha para conmemorar la lucha antifranquista

Ayer, 27 de septiembre, se cumplieron 47 años de los últimos fusilamientos del franquismo. Estando todavía mucha gente despertándose del resultado electoral de Italia y haciéndose la pregunta retórica de cómo ha podido pasar que en Italia el fascismo del siglo XXI haya ganado unas elecciones, nos encontramos que las barbaridades que hizo el fascismo a lo largo de 40 años en el Estado español siguen siendo la preocupación de una minoría. Fiel reflejo de ello es la falta de un acto institucional por parte de un Gobierno que se autodefine progresista y de izquierdas y que ha aprobado a bombo y platillo la nueva Ley de Memoria Democrática y la nula repercusión que ha tenido en los medios de comunicación.

Empiezo por el final, es decir, por los medios de comunicación. Si digo que los medios que componen la Brunete mediática están al servicio de los grandes poderes económicos no estoy desvelando ningún secreto y que para estos poderes el fascismo no sólo no es su preocupación, sino que perfectamente puede llegar a ser su aliado táctico y estratégico, es algo que lo estamos comprobando en el día a día. Por ello, la estrategia de esos medios de comunicación en su labor de blanquear al fascismo en el Estado español no debería de llamar la atención a nadie que esté medianamente informado, lo que conlleva el olvido de hechos como los que se produjeron el 27 de septiembre de 1975. Lo que debería de llamar la atención es la gran cantidad de medios que en la actualidad se pueden definir como condescendiente con el golpe de Estado de julio de 1936 y con la dictadura franquista.

Lo realmente triste y grave es que la prensa que se puede enclavar en un espacio democrático y progresista, salvado contadas excepciones, parece que ha decidido meter en el cajón del olvido unos hechos que deberían de ser recordados todos años.

A lo largo de esta legislatura este Gobierno no ha dado muestras palpables de querer recordar esta fecha de una forma solemne. A nivel institucional este hecho sencillamente no existe. Parece que hay que contentarse con que los actos que se convocan no sean prohibidos, bajo el pretexto que se daba un enaltecimiento del terrorismo, como ocurrió con algunos homenajes que se intentaron celebrar en la pasada década. Parece como si los homenajes haya que hacerlos de tapadillo.

La lucha contra la dictadura franquista, en general, debería de ser motivo de estudio y admiración en cualquier régimen que se precie de democrático y, en particular, tanto por parte del Gobierno como de la prensa que defiende unos valores democráticos y antifascistas. De hecho, es algo habitual que en el Estado francés, como en otros estados europeos, todos los años se celebre la victoria contra el nazismo, fascismo, o como se quieran denominar los movimientos totalitarios que se dieron en los años 20 y 30 del siglo XX. Y para ello existen fechas emblemáticas, como puede ser la liberación de París o de Berlín, esta última por parte de las tropas soviéticas. Todo esto sólo sirve para hacer chirriar, aún más si cabe, la sala de máquinas de lo que hoy se denomina democracia española.

En el Estado español no existe ninguna fecha similar a las comentadas anteriormente por la sencilla razón que el fascismo murió plácidamente en la cama. Ello nos llevaría a plantear que en ausencia de buscar una fecha que significara la victoria contra el fascismo, un estado que se precie de ser democrático debería buscar otra que sirva para homenajear a todos aquellos luchadores antifranquistas y, en ese caso se hace difícil pensar que haya una fecha mejor que el 27 de septiembre, día en el que la dictadura franquista fusiló a cinco militantes antifranquistas. En esa fecha el régimen biológicamente estaba en las últimas, puesto que el dictador duró algo menos de dos meses. El problema radica en que políticamente el régimen ha durado mucho más, puesto que todavía estamos sufriendo las consecuencias políticas de dicho periodo dictatorial y ese el mayor obstáculo para institucionalizar el 27 de septiembre como día de la lucha antifranquista.

Esa fecha reúne todos los requisitos necesarios para que sea un día de recuerdo a todas las personas que durante los cuarenta años de dictadura lucharon contra el franquismo, primero defendiendo la legalidad republicana y después luchando contra la dictadura militar. Los militantes antifranquistas fusilados sufrieron detenciones, torturas y un simulacro de juicio en el que se vulneraron todo tipo de garantías para condenarlos a muerte.

Un Estado que apueste por ensalzar los valores democráticos debe de tener presente una serie fechas en las que se conmemoren hechos de esta naturaleza. Si la Diada, día nacional de Catalunya se homenaje a los que defendieron Barcelona de las tropas borbónicas, el 19 de julio se homenajea en Amaiur a los defensores del Reino de Navarra o el 2 de mayo se recuerda al pueblo de Madrid que se sublevó contra las tropas francesas, falta un día en el que se recuerde a los que dieron su vida por la libertad durante el franquismo. Y el mejor día es el 27 de septiembre, fecha en la que la dictadura franquista fusiló a cinco militantes antifascistas. Y lo demás es seguir blanqueando al franquismo y los cuarenta años de dictadura fascista.

Hagan juego señores, pero la patronal siempre gana

Hagan juego señores, pero la patronal siempre gana

Lo sencillo sería recurrir a la frase que allá por 1990 inmortalizó el futbolista británico Gary Lineker y que decía que “el fútbol es un deporte que inventaron los ingleses, juegan 11 contra 11 y siempre gana Alemania”. A mí me ha venido a la mente porque en la política española si hay alguien que siempre gana es la patronal, siendo indiferente el color del gobierno y las mayorías que haya en el Congreso. Los Garamendi y Cía duermen tranquilos, la maquinaria por la que hacen crecer de forma exponencial sus plusvalías a cuenta de la clase trabajadora funciona a destajo incasablemente de noche y de día, teniendo la tranquilidad que todos los vientos van a soplar a su favor. Da igual que sea en materia laboral como en el campo de la fiscalidad, la deriva legislativa existente desde los años 80 ha girado en reducir derechos laborales, incrementar los ajustes salariales y aprobar grandes reformas fiscales que han ido dejando de gravar los beneficios empresariales y a las grandes fortunas.

Hagan juego señores, pero la patronal siempre gana
Antonio Garamendi. Presidente de la CEOE

Cuando se pusieron los mimbres para que arrancase el acuerdo de gobierno uno de los pilares fue la derogación de la reforma laboral del PP, que a finales del año pasado vimos que era un deseo que se esfumaba en aras a llegar a grandes acuerdos con los agentes sociales, para acabar siendo una reforma de la reforma. Para apuntalar ese viraje se intentó vender a la población las bondades de un acuerdo en el que estuvieran patronal y sindicatos. Se hicieron discursos grandilocuentes más parecidos al País de las Maravillas por el que se paseó Alicia, pero una de las cosas que llamaba la atención es lo satisfecha que estaba la patronal y su entorno, hasta el extremo que las tuvieron tiesas con el PP, que en ese momento lideraba Casado. Personajes nada dudosos como Fátima Báñez, ex ministra de Trabajo en los gobiernos de Rajoy y ahora en nómina de la CEOE, y antiguos pesos pesados del PP salieron en defensa de ese acuerdo, llegando a pedir al PP la abstención. Pero una de las cosas que más rechinaba eran los piropos que la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz lanzaba a la patronal por el acuerdo alcanzado.

No hay que ser muy avezado para tener claro que el papel que jugó la patronal fue inteligente. Entró al juego de la negociación con la carta que se levantaba de las negociaciones si se traspasaban ciertas líneas sabiendo que por parte del Gobierno había un deseo de llegar a un acuerdo a tres bandas (Gobierno, patronal y sindicatos). Eran conocedores que tenían de su lado a parte del Gobierno representado por los ministros del PSOE y en la negociación tenía enfrente a dos sindicatos totalmente apesebrados (CCOO y UGT). Solo les faltaba neutralizar a Unidas Podemos, que era algo relativamente sencillo sabiendo que la ministra de Trabajo y futura candidata a Presidenta del Gobierno tenía muchísimo interés en buscar una fotografía en la que estuvieran Gobierno, patronal y sindicatos, aunque tuviese que renunciar a liderar una reforma más progresiva y valiente, pues esa imagen la podía catapultar como líder de su nuevo proyecto político. El final de ese vodevil es de sobra conocido, pues hasta su aprobación en el Congreso fue más propio de una ópera bufa.

Lo que ocurre es que en estos tiempos en los que reina la zozobra y la incertidumbre en todos los ámbitos, y en especial en el económico con una inflación galopante, este Gobierno y, sobre todo su ministra de Trabajo y los sindicatos se han encontrado con algo que era esperable: una postura de la patronal muy nítida, consistente en no negociar nada que suponga la merma de sus beneficios. Los empresarios saben que el incremento de los salarios, excepto el SMI, no los puede regular el Gobierno, por el contrario, dependen de la negoción colectiva en el marco de cada convenio y no se van a mover de ese punto. Esta postura de la patronal, que por otra parte era del todo esperable, ha llevado a la ministra de Trabajo a apoyar las reivindicaciones sindicales y a realizar una crítica a la patronal en las que se ha quedado sola, porque la parte socialista del Gobierno no está por la labor de enemistase con la patronal. Son muchos años en los que el PSOE ha estado más cerca de la patronal que de los trabajadores, y sus dirigentes, en el mejor de los casos, se limitan a realizar declaraciones contra las grandes empresas que en realidad van más dirigidas a llenar los oídos de sus votantes que a adoptar políticas concretas para revertir la gravedad del momento actual.

Esta situación de bloqueo en lo que concierne a la negociación salarial no va a desparecer con la actual correlación de fuerzas existentes en el ámbito político, puesto que el PSOE va a torpedear cualquier medida que se pueda tomar en el marco de las relaciones laborales para presionar a la patronal, aunque ,sin duda alguna, es el momento ideal para cambiar la legislación en materia de despidos, como en materia de ajustes de empleo colectivos como pueden ser los ERE o ERTE, viendo que se avecina un incremento del paro debido a los efectos que está causando la situación política internacional (no es únicamente la guerra entre Rusia y Ucrania la que está generando la coyuntura actual).

Sería un paso muy importante hacer una modificación legislativa que sirviese para que un empresario antes de despedir a un trabajador se lo tuviera que pensar dos veces porque no le iba a salir gratis. Cuestiones como la recuperación de los 45 día por año en los despidos, el incremento en el tope de la indemnización de 2 a 4 años, la supresión de algunos supuestos a la hora de realizar ERES o ERTES, como la reducción de la facturación, puesto que no es sinónimo de reducción de beneficios o generación pérdidas y su aprobación por la autoridad laboral y el reconocimiento de los salarios de tramitación, serían cuestiones importantes para garantizar a los trabajadores unas condiciones de protección mínimas.

El problema reside en que el PSOE no está por esa labor, ni se le pasa por la imaginación enfrentarse a los empresarios y, como siempre, lo apuesta a la mejora de la coyuntura económica. Algo similar a lo que le pasó a Zapatero en su segundo mandato. No se enfrenta al poder económico porque eso sería tanto como romper con los consensos que ha habido en el Estado español para apuntalar al Régimen del 78.

Toda esta situación ha llevado a una situación un tanto insólita. La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, se ha posicionado del lado de las reivindicaciones salariales de los sindicatos, lanzando mensajes muy críticos con la patronal. Algo a lo que hasta la fecha no estábamos acostumbrados, pero la realidad es que se ha quedado sola dentro del Gobierno, porque desde el socio de Gobierno, encabezado por Pedro Sánchez, ya se han encargado de lanzar algunas flores al empresariado español. Una vez más la imagen que proyecta este Gobierno es de una profunda división a la hora de tratar cuestiones tan importantes como la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores, volviendo a dar munición a la derecha.

La hipótesis de que se avecina un otoño caliente con movilizaciones obreras reclamando un incremento salarial que palie los efectos de la inflación, si bien van a tener como objetivo la patronal, pueden acabar pasando factura al Gobierno que haya en ese momento y el actual lleva sufriendo un desgaste feroz desde la aparición de la pandemia, hace más de dos años, por lo que esto podría incrementar su desgaste, con el alborozo de la patronal. Sin presentarse a las elecciones conseguirían cargarse a un gobierno que sin haberse sido beligerante con los empresarios, al menos, no se ha posicionado descaradamente al lado de estos.

Las movilizaciones sindicales están totalmente justificadas, pero tan importe como esta fórmula de presión, es la de saber transmitir al conjunto de la ciudadanía a quién van dirigidas las movilizaciones y en quién recae la responsabilidad de las protestas, y esto último se me antoja complicado si vemos que la inmensa mayoría de los medios de comunicación están alienados con la derecha política y económica, si es que no pertenecen directamente a la Brunete mediática, lo que aprovecharán para atacar al Gobierno de coalición.

Lo preocupante del momento es que si en 2023 la derecha obtuviese una mayoría suficiente para recuperar el poder, la diferencia con el actual Ejecutivo sería clara. Aparcaría todo tipo de concertación entre los agentes sociales, los sindicatos pasarían a un segundo plano, para volver a legislar a golpe de decreto-ley, dando la enésima vuelta de tuerca a los derechos laborales de los trabajadores mediante una norma que llegaría redactada a la Moncloa en un correo electrónico con remite de la CEOE. Y el juego seguiría siendo el mismo, la patronal gobierne quien gobierne seguiría marcando las pautas legislativas, en unos casos con un descaro insultante y en otros de forma más sibilina, pero siempre volcada en esa ofensiva emprendida por el capital para ir recortando los derechos de los trabajadores. Y siendo todo esto que he escrito algo tan obvio, parece que si se plasma en un papel da la sensación que es un escrito con tintes incendiarios. Así es el tiempo en el que nos ha tocado vivir, en el que está triunfando de forma contundente la defensa de los intereses individuales a los colectivos. Eso del sálvese quien pueda.

Conflicto Rusia-Ucrania ¿Geopolítica o ideología?

Conflicto Rusia-Ucrania ¿Geopolítica o ideología?

A lo largo de estos cinco meses de duración del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania el contenido de la información que los gobiernos y la inmensa mayoría de los medios de comunicación europeos han enviado a la opinión pública se han movido en los parámetros del simplismo, la desinformación, pero sobre todo, la intoxicación porque había que hacer llegar a la ciudadanía que en esta guerra hay unos buenos, Ucrania, y unos malos, Rusia. De esta forma es más fácil manipular a la opinión pública, y en este conflicto se ha equiparado a Putin con el pueblo ruso o viceversa. Tenían que evitar por todos los medios que se pudiera pensar que todo es más complejo y que detrás de este conflicto, lo que hay es una lucha por el control económico del mundo y en muchos momentos las ideologías no dejan de ser utilizadas como coartada o como herramienta para el logro de otros fines. El hecho que la inmensa mayoría de los países de Europa Occidental formen parte de la OTAN y bailen al son de los EEUU, inclina la balanza hacia uno de los lados de este conflicto. Y a la hora de tratar cuestiones de política internacional la cloaca mediática no se diluye, sino que actúa a las órdenes de los grandes lobbys y las multinacionales occidentales.

A día de hoy ha pasado el tiempo suficiente para poder hacer un diagnóstico que nos ayude a vislumbrar lo que el futuro nos puede deparar a medio-largo plazo. Pero para ello es necesario hacer un ejercicio de guardar una cierta distancia con todos esos análisis que están viciados en origen, puesto que son de parte y adolecen de rigor. No están tan lejos esos mensajes que recorrían los medios de comunicación en los que se decían que la guerra no se prolongaría durante mucho tiempo, debido a la superioridad militar rusa y que era cuestión de semanas la ocupación de todo el territorio ucraniano. Todo ello con la finalidad de introducir el miedo en la población europea y para ello barajaban la hipótesis de que Putin no pararía una vez que conquistase Ucrania. Detrás de esas afirmaciones, había un intento de influir sobre la opinión pública occidental para que se posicionara en contra de Rusia, que asimilara esta guerra como suya, viese con buenos ojos todo el apoyo enviado al Gobierno ucraniano y se recibiera con los brazos abiertos a toda la oleada de inmigrantes de este país. Y lo más importante, se empezaba a poner en marcha la demonización de Rusia y todo lo que sonase a ruso.

Después de las primeras semanas, y con motivo de los efectos económicos, el mensaje fue virando  con una finalidad muy concreta, que nos fuésemos haciendo a la idea que esta guerra va a durar años y que algunas de las consecuencias que vamos a sufrir, entre otras muchas, es el desabastecimiento energético y alimentario, es decir, mentalizar a la población que se avecinan tiempos duros, pues, al fin y al cabo, la ciudadanía va a ser quien sufra las consecuencias más duras. Y todas las informaciones se han enmarcado desde la visión que todo este sacrificio tiene como finalidad salvar a Occidente y su hegemonía a lo largo y ancho del planeta. Detrás de todo esto lo que buscan es que la ciudadanía no piense, porque para ello ya están las altas instancias de la OTAN y la UE que lo hacen por ella. Si hoy nos fijamos en la información que recibimos del conflicto, es más bien escasa y está enfocada únicamente a los efectos económicos del conflicto. Lo que si se puede afirmar es que Europa Occidental está al borde de una crisis sin precedentes.

A lo largo de estos meses de guerra la geopolítica y la batalla ideológica están sobrevolando en todo momento, pero lo importante es que sepamos darle el valor que tiene cada una de ellas y como encajar las piezas de este puzzle, puesto que ambos conceptos no tienen por qué coincidir, cada uno tiene su lógica y siguen caminos diferentes. Pueden relacionarse en algún momento dado, pero no es requisito sine qua non.

Por ello voy a tratar ambas cuestiones en el ámbito de la guerra ruso-ucraniana, para intentar entender en la medida de lo posible todo lo que está sucediendo, e intentar ayudar a entender lo que se nos avecina y, en ese contexto, analizar los posicionamientos de la izquierda.

Expansionismo desbocado de EEUU en la Europa oriental

Para hablar de las causas geopolíticas que han llevado al momento actual, no queda más remedio que empezar por el principio, que no es otro que todos esos hechos que han ocurrido a lo largo de las últimas décadas, que en su momento pudieron pasar desapercibidos, pero que bien ordenados sirven para entender el momento actual.

De todos es conocido que desde principios de la década de los noventa del siglo pasado, la OTAN inició un proceso de expansión hacia Europa del Este, aprovechando la caída de los regímenes prosoviéticos, la desaparición de la URSS y su posterior desmoronamiento. De esta forma se rompió el equilibrio geoestratégico existente hasta entonces, vulnerando todo tipo de acuerdo o pactos en los que la OTAN se comprometía a no expandirse hacia el Este de Europa. En aquel momento esta estrategia pudo pasar desapercibida, pues hasta la misma Rusia, después de la desaparición de la URSS, en la década de los 90, realizó un acercamiento a la OTAN, con el deseo de formar parte de ella, cosa que no acabó fructificando, probablemente porque no entrase en los planes ni en los intereses de EEUU. Era el inicio de un nuevo orden mundial en el que todo pilotaría sobre el eje de esta organización militar, bajo el liderato norteamericano.

Todo este terremoto en la Europa del Este fue aprovechado por EEUU a través de la OTAN para aislar a Rusia. Un dato histórico que es necesario tener presente es que al finalizar la II Guerra Mundial, y el inicio de la guerra fría, la primera organización internacional de carácter militar que se constituyó fue la OTAN en 1949, mucho antes del surgimiento del Pacto de Varsovia, que se produjo en 1955. La organización que englobaba a los países del Este se creó como necesidad de defensa ante la escalada armamentística de EEUU y sus aliados cuando se inició la guerra fría. Es por ello que con la desaparición del Pacto de Varsovia, la OTAN no se plantease su desaparición, pues su objetivo era y es el control absoluto del mundo para crear un nuevo orden mundial y que EEUU sea quien lo lidere, y claro, los conflictos surgen cuando hay potencias que intentan disputarle esa hegemonía, como es el caso de China que se ha convertido en una potencia económica de primer orden o Rusia que no quiere injerencias en su entorno más cercano.

A lo anteriormente comentado hay que añadir que EEUU tanto en el marco de la OTAN como fuera de ella lleva tiempo queriendo recuperar un protagonismo que en los últimos tiempos había sufrido algunos traspiés, debido a los fracasos cosechados en sus políticas internacionales, véase Afganistán, Irak, pérdida de influencia en África, Latinoamérica y en otras regiones del planeta.

Una estrategia para el aislamiento de Rusia

Viendo el desarrollo de los acontecimientos en estas últimas décadas, podemos tener claras algunas ideas acerca de la estrategia de EEUU, a través de la OTAN que han desembocado en el escenario actual.

A lo largo de los años EEUU ha ido provocando una serie de situaciones para atraer a todos los países que pertenecieron al Pacto de Varsovia y/o formaron parte de la extinta URSS, con la finalidad de aislar a la actual Rusia, lo que a esta última le ha supuesto una pérdida de la capacidad hegemónica en todos los países que fueron de la órbita soviética. Primero fue el apoyo dado por Occidente a las repúblicas bálticas para lograr la independencia de la URSS, aprovechando la situación que vivía el régimen soviético. Posteriormente fue en la antigua ex Yugoslavia, con la finalidad de controlar los Balcanes, algo que pasó más desapercibido debido a las características del conflicto armado que hubo entre las ex repúblicas yugoslavas y que este Estado no pertenecía al Pacto de Varsovia.

En el caso de Ucrania, país donde ha estallado la guerra actual, como ya veremos en su momento, los problemas surgieron con el golpe de Estado dado con la revolución del Euromaidán (2014). Todo esto ha servido para que Rusia se sienta acosada y vea como una amenaza la entrada de Ucrania en la OTAN y en la UE. De hecho, cabría decir que en estos últimos años, desde los sucesos de 2014, EEUU ha diseñado una estrategia con la intención de medir la reacción rusa y provocar algún error del Gobierno ruso.

Con los datos que se manejan en la actualidad, el hecho que Rusia iniciara un conflicto bélico a gran escala contra Ucrania, no deja de ser una reacción a las políticas occidentales en Ucrania. Todo lo sucedido se podría ver desde la óptica que EEUU habría planificado una estrategia para Ucrania con la finalidad de provocar a Rusia para que más pronto que tarde se viera abocada a realizar un ataque militar contra esta república exsoviética de Ucrania. Si el Gobierno de Moscú optaba por una estrategia militar, no cabría duda que EEUU ya habría obtenido uno de sus objetivos: tener una guerra porque la política internacional norteamericana está basada en exportar conflictos armados para obtener suculentos beneficios. Y en todo este juego, Ucrania no deja de ser el saco que se va a llevar todos los golpes.

Una guerra a la medida de los EEUU

Para los EEUU esta guerra reúne los requisitos necesarios de la guerra perfecta para sacarle una rentabilidad que no ha podido logar en los últimos tiempos con otros conflictos y con el añadido de su reforzamiento a nivel mundial.

Una guerra de estas características en el corazón de Europa ha servido para un fortalecimiento de EEUU como potencia líder ante sus aliados, puesto que desde el primer momento está imponiendo su estrategia tanto en la OTAN como en su relación con sus aliados en las diferentes regionales del planeta. Todo esto le ha ayudado a recuperar la iniciativa perdida en política internacional y le ha servido para hacer resucitar a la OTAN que después del fracaso de Afganistán, empezaba a ser un cadáver con un futuro un tanto incierto y desde el punto de vista de la imagen internacional, EEUU necesitaba de forma imperioso lavar su imagen.

Este conflicto ha sido la excusa perfecta para que los norteamericanos hayan obtenido el compromiso sin rechistar del resto de países de la OTAN para un incremento en el gasto militar. Una vieja reivindicación de la Administración norteamericana a la que se resistían el resto de países de la OTAN, pero que el conflicto entre Ucrania y Rusia ha servido para doblegar la resistencia europea.

Si todas las guerras en las que participa EEUU suelen ser a decenas de miles de kilómetros de sus fronteras, en el caso que nos ocupa hay que añadir el elemento nada desdeñable que no está teniendo un coste en bajas humanas, cuestión importante porque evita que la opinión pública se pueda volver en contra de la Administración norteamericana.

Dentro de la política expansionista de la OTAN, esta guerra ha servido para que Finlandia y Suecia hayan abandonado su tradicional neutralidad y hayan pedido el ingreso en la OTAN. De esta forma se incorporan dos países con una situación estrategia que supone una amenaza para Moscú. Sin este conflicto se hace difícil pensar que hubieran cambiado su status. Otro logro más en la política expansiva de la OTAN.

En todo conflicto bélico siempre hay países que obtienen una rentabilidad económica a costa de los contendientes, y en el caso que nos ocupa, los EEUU están obteniendo unos beneficios nada desdeñables. Este conflicto está sirviendo para reforzar sectores estratégicos de la economía norteamericana. El primer sector que se está viendo beneficiado por el conflicto es la industria armamentística americana. El envío de armamento al Gobierno ucraniano y las inversiones que los aliados de EEUU están realizando dentro de esta carrera desaforada está proporcionando un beneficio inusitado al sector armamentístico norteamericano y europeo, pues hay que ser muy ingenuo para pensar que el armamento que recibe el Gobierno de Zelensky es a título gratuito, por lo tanto, nadie debe de olvidar que los EEUU han apostado por una guerra que se prolongue en el tiempo, cuanto más se prolongue, los beneficios serán mayores. Las declaraciones que el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, realizó el pasado mes de junio al diario alemán Bild fueron bastante premonitorias. Advirtió que es preciso estar preparados para que la guerra en Ucrania dure posiblemente años. No cabe duda que están abonando el camino para un escenario en el que el conflicto se alargue en el tiempo.

Las sanciones económicas impuestas a Rusia y la estrategia surgida desde la UE de dejar de adquirirle materias primas dio como primer fruto la venta por parte de EEUU de gas y otros productos energéticos a la UE, pero con unos incrementos en los precios que en el caso del gas rondaban el 40 por ciento, lo que ha contribuido a seguir mejorando la economía norteamericana a costa de la UE. Esta estrategia seguida desde Bruselas, que se puede calificar como un suicidio en toda regla, al pasar a depender energéticamente de los EEUU, está sirviendo como un auténtico pelotazo económico para EEUU.

Lo alarmante es que no sólo se está viviendo esta situación con los productos energéticos, también se está generalizando con otras materias primas, como son los productos agrícolas, pues EEUU tiene un interés muy importante en poder introducir ciertos alimentos que hasta el momento tenían una gran dificultad en poderlos introducir en la UE debido a que no cumplen con las normas europeas.

Los países de Europa occidental en esta estrategia de plegamiento ante los intereses de EEUU se han dejado llevar a un callejón de muy difícil salida. La economía de la UE lleva años arrastrando problemas como consecuencia de la pandemia y de factores como la deslocalización, la dependencia energética del exterior, a lo que hay que añadir sus políticas erráticas y neoliberales. Con una economía sin haber recuperado el pulso a niveles de antes de la pandemia, el bloqueo económico impuesto a Rusia se está volviendo en su contra. La tan cacareada insolvencia de Rusia a medio y corto plazo no parece que se vaya a producir y, por el contrario, es Rusia la que en las últimas semanas ha procedido al corte del suministro energético a los países europeos, lo que está suponiendo un efecto boomerang para la estrategia de la UE en este conflicto.

Por ello no es nada descabellado pensar que EEUU estaba necesitado de tener un conflicto de estas características para que le reportara unos beneficios que en condiciones normales no los hubiese tenido.

La Ucrania de Zelensky

La Ucrania actual es producto de un proceso que nació con la mal llamada revolución del Euromaidán. Y digo mal llamada revolución, porque aquello tuvo similitudes a un golpe de Estado auspiciado por intereses occidentales con una finalidad muy concreta: el acercamiento de Ucrania a la OTAN y la UE. Para ello desataron una represión feroz contra la minoría rusa y contra los partidos comunistas de Ucrania, contraponiéndose con la permisibilidad que tenían las organizaciones de ideología nazi y fascista, encargadas de desatar el terror contra la minoría rusa y las organizaciones de izquierdas. Los sucesos de Odesa en la casa de los sindicatos no fueron algo casual. La guerra en el Dombás fue una muestra más de agresión a la minoría rusa de la región que causó más de 14.000 muertos y donde se firmaron los acuerdos de Minsk, que han sido vulnerados de forma sistemática por el Gobierno ucraniano. Como el Gobierno ucraniano debió quedar muy satisfecho del trabajo realizado por las bandas nazis, no se le ocurrió mejor premio que integrarlos en el Ejército ucraniano y como muestra está el Batallón Azov, plagado de nazis ucranianos.

En todo este proceso EEUU empezó a tomar posiciones en el sector energético ucraniano. La historia se vuelve a repetir como en otros conflictos no tan lejanos. EEUU y la OTAN no tienen como prioridad ni exportar la democracia ni el apoyar a gobiernos democráticos. Lo importante es la lucha en el marco geopolítico para ganar influencia en más regiones del mundo.

En la actualidad Zelensky representa un régimen que cualquier parecido con una democracia de corte liberal es pura coincidencia y en esta situación de guerra, han convertido a Ucrania en un parque temático de la extrema derecha, un laboratorio en el que los partidos nazis y fascistas europeos están obteniendo una formación militar que debería preocupar a cualquier demócrata. Cuando vuelvan todos los voluntarios de extrema derecha alistados en las milicias ucranianas, van a ser un auténtico problema para los gobiernos de Europa occidental, cosa que no parece que preocupe a ningún gobierno.

Las ilegalizaciones de partidos de izquierda y la vulneración de los derechos de la minoría rusa se siguen produciendo sin que ningún gobierno realice ninguna declaración al respecto. Si a esto añadimos la alfombra roja que los medios de comunicación han puesto a todos estos grupos neonazis en la cobertura mediática que han tenido, nos podemos esperar cualquier cosa. Sin olvidar que Zelensky no deja de ser un peón de los EEUU, este ha sabido utilizar los medios de comunicación para atraer las simpatías de Occidente y reforzarse en el poder.

De todo esto la conclusión que obtenemos es que una vez más EEUU y la OTAN no están defendiendo ni la democracia ni a un país democrático, es pura geopolítica que esconde intereses económicos y la guerra durará lo que ellos quieran, porque no parece que la UE con líderes como Borrell vayan a dar un giro de 180 grados. La única preocupación es el poner parches a la situación actual sin cuestionar las decisiones estratégicas norteamericanas.

La Rusia de Putin

Cuando en el mes de febrero estalló este conflicto desde Occidente se puso el objetivo en Putin y Rusia para lanzar toda una batería de críticas y acusaciones de todo tipo. Parecía como si nadie conociese a Putin. Parece que nadie recordaba las barbaridades que había realizado en otros conflictos. Quizá una de las más destacado sea la Guerra de Chechenia, en la que Putin decidió arrasar el país caucásico, pero hay otros conflictos en los que ha actuado de forma similar, caso de Siria, así como en lo concerniente a la política interna rusa. Pero durante muchos años Occidente ha mirado para otra parte y/o le ha reído las gracias.

Al hablar de Rusia es necesario diferencia entre los intereses de su ciudadanía y las políticas de Putin, pues este no gobierna para la gran mayoría del pueblo ruso. El hecho que Putin sea un político deplorable, no nos puede hacer olvidar que a Rusia y al pueblo ruso le asiste el derecho de defenderse de las políticas expansionistas de EEUU y la OTAN. Es lógico que vean como un peligro latente el expansionismo de la OTAN y que vean con gran preocupación la situación de las minorías rusas que hay en los países de Este de Europa. Las políticas internacionales aplicadas por EEUU han sido humillantes para Rusia y salvando las distancias, tienen una cierta similitud con el trato recibido por Alemania en el Tratado de Versalles, al finalizar la I Guerra Mundial, lo que acabó derivando en el III Reich.

El pueblo ruso está herido en su orgullo y a nadie le debería de extrañar los acontecimientos de los últimos meses, con el agravante que no sabemos cuanto tiempo puede durar.

La izquierda europea ante el conflicto Rusia-Ucrania

Dentro de la izquierda se ha dado un debate acerca de cuál debía de ser el papel que debía desempeñar en esta guerra. Por un lado los que han apoyado al régimen ucraniano y, por otro,  los que se han posicionado en contra de la OTAN y dentro de estos nos encontramos algunos sectores que ha apoyado a Rusia. Y ante este conflicto, como no podía ser de otra forma, ha surgido el debate acerca del posicionamiento que los gobiernos europeos debían de tener en esta guerra. Si había que ayudar a Ucrania ante la invasión rusa o lo coherente era la no intervención en el conflicto y la búsqueda de una solución dialogada.

Se mire como se mire, tanto Putin como Zelensky y los regímenes que ambos representan no tienen un pase. Ambos regímenes no es que estén muy lejos de lo que es la izquierda europea, es que están a años luz de lo que son los estándares democráticos liberales. Cada uno con sus características, son dos regímenes que tienen un pie en el populismo de derechas y el otro pisando la raya del fascismo.

Como con anterioridad ya he expuesto, aunque de forma breve, lo que representa el actual régimen político de Ucrania, me voy a centrar en Rusia, pues quizá haya sido donde en la izquierda ha habido un mayor debate.

El rechazo que genera la OTAN en un sector importante de la izquierda española ha vuelto  salir a la luz con motivo de la estrategia belicista de esta organización en este conflicto, lo que nos ha retrotraído en el tiempo al debate que hubo en los años 80 acerca de la entrada del Estado español en la alianza militar. La realidad es que la alianza no ha variado un ápice su discurso ni sus políticas, lo que refuerza la posición anti-OTAN de la gran parte de la izquierda española.

Respecto a Putin es necesario decir que lidera un régimen corrupto y profundamente reaccionario, xenófobo, contrario a los derechos humanos, a las reivindicaciones del colectivo LGTBI y muy cercano a la Iglesia Ortodoxa rusa, teniendo dirigida su mirada a tener contentos a los oligarcas del país que han hecho dinero a su sombra.

A estas alturas de la película nadie puede negar los vínculos estrechos que mantiene Putin con la extrema derecha mundial y antiglobalista. Putin lleva años tejiendo relaciones con personajes como Le Pen en Francia, Orbán en Hungría o Salvini en Italia o con organizaciones de la órbita de VOX como Hazte Oir. Los oligarcas rusos afincados en países occidentales han financiado a partidos de derechas como a los conservadores británicos y Putin ha llegado a financiar la campaña de Lepen para las presidenciales francesas de 2017. Es curioso que todo esto no haya levantado ninguna ampolla en los medios de comunicación europeos. Se ha recogido en la prensa pero de forma normalizada, no ha supuesto ningún escándalo.

Por lo que respecta a las bases ideológicas de Putin, estas quedaron expuestas en el discurso que realizó al inicio de la invasión de Ucrania, en él marcaba las líneas maestras de su ideología y su revisionismo de la historia reciente de Rusia. Utilizando un lenguaje propio de la Rusia zarista, reivindicó la gran Rusia e hizo una crítica feroz a las políticas que aplicaron con la Revolución bolchevique en lo referente a los derechos de los diferentes pueblos que formaban el Imperio ruso y el derecho de autodeterminación de los pueblos.

Al hablar de ucrania de definía como “parte inalienable de nuestra propia historia, cultura y espacio espiritual”. Se me viene a la cabeza un recurso fácil, pero se parece bastante a la frase que utilizaba el régimen franquista de “una unidad de destino en lo universal”. Un discurso en el que juega con los términos ruso y cristiano ortodoxo. Pero la concepción que tiene de la “Ucrania moderna” es lo más contrario al espíritu de la revolución rusa de 1917. Para Putin “la Ucrania moderna fue creada completamente por Rusia o, para ser más precisos, por la Rusia bolchevique, comunista. Este proceso comenzó prácticamente justo después de la revolución de 1917, y Lenin y sus asociados lo hicieron de una manera extremadamente dura con Rusia: separando, cercenando lo que históricamente es tierra rusa. Nadie preguntó a los millones de personas que vivían allí qué pensaban”.

Realiza una enmienda a la totalidad de lo que fue la Revolución bolchevique, erigiéndose en sucesor de las políticas imperialistas del zarismo y criticando duramente “el humillante Tratado de Brest-Litovsk”, por el que los bolcheviques ponían fin a la participación rusa en la I Guerra Mundial, en consonancia con la postura que habían mantenido desde que estalló la guerra.

Por lo que respecta a los destacamentos militares que ha enviado Putin, tampoco se puede dejar pasar por alto que ha utilizado mercenarios de la empresa Wagner o las milicias chechenas, que no tienen nada que envidiar a otros grupos de tendencia fascista.

En este escenario y con este discurso por parte de Putin, se me hace muy complicado que haya algunos sectores de la izquierda que estén cercanos a este posicionamiento, por muchas imágenes que nos muestren a tanques rusos con banderas soviéticas. El rechazo a la OTAN y lo que ha representado a lo largo de la historia es lo que en cierto sentido ha movido a hacer un análisis más desde un prisma geopolítico que ideológico.

La postura de la izquierda que apuesta por el desarme, la no beligerancia y agotar la vía diplomática y el dialogo siempre es complicada, máxime cuando toda la maquinaria de comunicación está al servicio de los sectores proclives a la solución militar. El exponer a día de hoy que el incremento en gastos de defensa no es sinónimo de más seguridad, probablemente muchas personas no lo compartan, pero la paz nunca se puede construir armándose para la guerra.

El no encuadrarse en un bando, aunque se le intente aplicar el “si no estás conmigo estás contra mi”, no deja de ser una posición coherente en un conflicto que teniendo muchas aristas, destacan las relacionadas con los intereses económicos y el control de la región. La conclusión que se puede obtener de la guerra entre Rusia y Ucrania nos ha ofrecido un escenario en el que la confrontación es más geopolítica que ideológica y es resto es propaganda pura y dura.