El constante maltrato al electorado de izquierdas

El constante maltrato al electorado de izquierdas

No era mi intención escribir línea alguna sobre las elecciones andaluzas, más que nada, porque el final de la película era muy previsible, en el ambiente no había duda alguna que se iba a dar el tercer resultado consecutivo en unas elecciones autonómicas en las que el PSOE pincharía y la izquierda española volvería a darse otro batacazo y de esa forma se cumpliría un guion escrito con mucho tiempo de antelación. Algunos partidos ya habían perdido las elecciones desde el momento en el que fueron convocadas. La única duda era si el PP obtendría la mayoría absoluta, como así ha ocurrido al final del proceso electoral.

El motivo que me han hecho cambiar de opinión a la hora de escribir esto, lo podría resumir en que con los resultados en la mano, es imposible que algunos líderes que se denominan de izquierdas maltraten peor a su potencial electorado.

Escuchar al candidato del PSOE decir que el mal resultado de su partido se debe a que no se ha movilizado el votante de izquierdas es un insulto a toda aquella persona que se siente de izquierdas y que es vilipendiada día tras día por parte de un partido, el PSOE, que desde que llegó por primera vez a gobernar, allá por 1982, ha realizado políticas de derechas en el Estado español, y en Andalucía en particular. Ante este fracaso, al candidato del PSOE habría que recordarle algunas cuestiones que son imprescindibles para entender lo que le ha pasado a su partido.

Las políticas del PSOE en Andalucía no han sido muy diferentes de las realizadas por el PP. Durante los más de 35 años que el PSOE gobernó en esa comunidad, las políticas de izquierda brillaron por su ausencia, sobre todo, cuando no necesito el apoyo de IU. Su acción de gobierno, en muchas ocasiones, las separaba de las del PP una línea difusa, llegando a conseguir que el electorado no encontrase diferencias entre ambos. Un ejemplo es el de la Sanidad Pública. Estando de acuerdo que es un ejercicio muy sano criticar continuamente el furor del PP para privatizar la gestión de la Sanidad en las comunidades donde gobierna, como es el caso de Díaz Ayuso en Madrid, también es necesario recordar que cuando ha gobernado el PSOE en Andalucía ha realizado las mismas políticas. Durante muchos años los hospitales que se construyeron en Andalucía bajo los mandatos del PSOE fueron de gestión privada.

Uno de los problemas que arrastra el PSOE es que no asimila que el votante ya no tiene una identificación o sentimiento inquebrantable a lo largo del tiempo con unas siglas. Esto ya no funciona como los sentimientos con un club de fútbol que son para toda la vida. Hoy en día una persona es capaz de cambiar su voto de toda la vida, máxime si, como he dicho anteriormente, las diferencias con su oponente son imperceptibles. Esto le llevaba ocurriendo al PSOE en Andalucía desde hace tiempo, pero parece que no se quieren enterar. Deben de seguir echando de menos esa época en la que para ganar las elecciones sacaban a pasear a Felipe González y Alfonso Guerra y con cuatro frases y un poco de gracejo andaluz, les era más que suficiente para cubrir sus expectativas electorales.

Cuando gobierna el PSOE suele ser una auténtica heroicidad que realice políticas de izquierda en materia socioeconómica, o para poner en su sitio a las multinacionales de la energía, como ocurre en estos momentos tan complicados que estamos pasando. Es incapaz de adoptar medidas que no sean paños calientes y que sirvan para mejorar de forma sustancial la situación de los sectores más humildes de la población, aunque ello colisione con los privilegios de unos pocos. Ante esta situación que se repite de forma cíclica cuando llega al gobierno, es imposible que el electorado de izquierdas se movilice masivamente en unas elecciones en favor de estas siglas y ocurra que el PP cada vez obtiene mejores resultados en los barrios más deprimidos  de Andalucía.

Un dato que hay que tener en cuenta es que el PSOE de Andalucía ha sido, junto al PSOE de Extremadura y Castilla-La Mancha, el estandarte del PSOE más rancio de todo el Estado español. Ese PSOE de mantilla y castañuela, que se ha montado a caballo, al igual que un señorito andaluz, enarbolando todos los símbolos de la derecha más rancia, que ha criticado cualquier gesto para solucionar los conflictos de carácter plurinacional, que ha sido reacio a más no poder con los pactos alcanzados por la dirección de su partido a la hora de formar gobierno y que ha criticado duramente cualquier acuerdo con independentistas vascos o catalanes, como si fueran una banda de apestados y no olvidemos que aplaudieron fervorosamente la aplicación del 155 en Catalunya por parte del Gobierno del PP. Cualquiera de esas intervenciones que realizan los dirigentes del PSOE de esas comunidades las puede haber realizado perfectamente cualquier líder de la ultraderecha española. Un partido que en Andalucía no ha evolucionado en el tiempo y no ha sabido hacer pedagogía por esas tierras para asumir la realidad de un Estado plurinacional. Han preferido envolverse en la bandera española, al más puro estilo de la extrema derecha, sin tener en cuenta que cuando se entra en ese juego al final lo pierden, porque ese discurso es una de las señas de identidad de la ultraderecha española.

La izquierda andaluza (cuando hablo de la izquierda me refiero única y exclusivamente a todo ese espectro a la izquierda del PSOE) iba a estas elecciones con una mochila repleta de problemas que venía arrastrando de tiempo atrás y que han terminado de explotar en cuanto fueron convocadas las elecciones.

Los problemas empezaron hace algo más de dos años con la ruptura de Anticapitalistas con Podemos derivadas de las diferencias políticas insalvables. Dos formas concepciones antagónicas a la hora de analizar el momento político, pero sobre todo, de las estrategias a seguir. La situación se agravó y llegó a ser lamentable cuando los miembros de UP expulsaron del grupo parlamentario a los miembros de Anticapitalistas entre las que se encontraba Teresa Rodríguez y el posterior intento frustrado de UP para privarles de las actas de diputados autonómicos. Una acción, la de intentar que perdieran sus actas, que generó muchas dudas legales y que no prosperó, pero que dejó una herida imposible de cicatrizarse a medio plazo, lo que auguraba que cada uno recorrería caminos diferente.

Si todo lo anterior presagiaba un futuro poco halagüeño, no era nada para el espectáculo que nos tenían reservado para los meses previos a las elecciones. Bajo el nombre Por Andalucía, la mayoría de los grupos de izquierdas crearon una candidatura en la que Podemos e IU eran las formaciones con mayor peso. Pero ese proceso ha sido uno de los capítulos más lamentables de la izquierda que uno pueda recordar. Los navajazos entre Podemos e IU a la hora de ver quien lideraba la candidatura, el reparto de las subvenciones y la imagen por parte Podemos, llegando fuera de plazo su adhesión a la candidatura, han servido para ahuyentar al votante de izquierdas. Pero como todo este esperpento no les debía de parecer suficiente, la guinda al pastel ha sido cuando la candidatura de Por Andalucía impugnaba la presencia de Adelante Andalucía en los debates televisados. El cainismo de la izquierda en estado puro. En la candidatura de Por Andalucía, tampoco han sabido dar una imagen de unidad a lo largo de la campaña y eso el votante lo percibe. Cada partido ha realizado la campaña un poco por su lado. En los mítines los líderes de unos partidos no coincidían con los de otros partidos. Mas que una candidatura, era la suma de muchas siglas. Todo esto ha ayudado a que se diese un fracaso histórico.

Claro, cuando uno escucha las declaraciones de la candidata de Por Andalucía, Inma Nieto, en las que para justificar el fracaso de su candidatura, culpa a Teresa Rodríguez (Adelante Andalucía) de los malos resultados por presentarse en solitario y dividir a la izquierda no deja de ser un insulto a la inteligencia. Inma nieto, una de las responsables de la expulsión de Teresa Rodríguez y los suyos del grupo parlamentario que compartían en la anterior legislatura andaluza acusa a esta de la división de la izquierda. Las declaraciones de la candidata de Por Andalucía tenían una explicación: era la manera de desviar la atención de un fracaso que llevaba fraguándose varios años, pero que el proceso para crear la candidatura Por Andalucía lo ha acabado rematando.

Si la izquierda andaluza arrastraba los problemas anteriormente descritos, en el caso de la candidatura Por Andalucía, en la que las formaciones más importantes son Podemos e IU, hay que añadir un problema de fondo en su discurso. Es muy complicado querer hacer una campaña de izquierdas con el bagaje que estos dos partidos están teniendo en el gobierno de coalición. Se hace difícil hablar de políticas progresistas en esta campaña cuando IU y Podemos forman parte de un gobierno que no es capaz de aplicarlas. Cada vez que tienen que aprobar alguna medida parece el parto de los montes. La postura de estos dos partidos es muy complicada, pues se antoja bastante difícil y, si se me apura, incómodo estar en un gobierno y a su vez desde fuera apoyar iniciativas que critican la acción del gobierno al que pertenecen.

Sin ser un buen resultado el de Adelante Andalucía, ha conseguido cubrir los objetivos que se habían marcado, que no era otro que entrar en el Parlamento andaluz. Aun teniendo una candidata muy conocida, el objetivo era complicado. La posibilidad de poder de tener voz en el un parlamento autonómico les va a permitir confrontar su discurso con el resto de fuerzas políticas.

La campaña realizada por el PSOE y las candidaturas de izquierda han servido para constatar que no han sido incapaces de acorralar al candidato del PP. Este salió ileso y si se me apura, fortalecido después de los dos debates de televisión. Los partidos a la izquierda han vuelto a entrar al trapo de pedir al candidato del PP que explicase si iba a gobernar o no con VOX. Una pregunta innecesaria, puesto que después de las elecciones de diciembre de 2018 el PP de Moreno Bonilla ya recurrió a VOX para poder lograr la investidura y visto lo visto en Castilla y León, la pregunta ya está respondida. Ante esa obcecación, el efecto que han conseguido ha sido el contrario al deseado, puesto que un porcentaje de votantes del PSOE han apoyado al candidato del PP para evitar que dependiera de los votos de la ultraderecha. Y a su vez, ante todo este despropósito, más de un votante de izquierdas, ha entendido que el voto útil era apoyar al PSOE como mal menor. Todo esto ha generado un corrimiento del electorado hacia la derecha.

A todo este movimiento de votos que se fueron al PP procedentes de votantes del PSOE, hay que añadir que VOX se pasó de frenada durante la campaña exigiendo entrar en el gobierno del PP si este no lograba la mayoría absoluta. Su insistencia fue de tal tono que lo que han conseguido es facilitarle al PP una victoria que probablemente hace unos meses no contaban que fuera de esta magnitud.

Después de las elecciones de Andalucía, el futuro del Gobierno de coalición pende de un hilo. Las consecuencias de la guerra están siendo diabólicas, máxime si le añadimos las secuelas que se arrastraba desde la pandemia. Si en las próximas semanas no es capaz de tomar medidas de carácter económico de envergadura para neutralizar la actual situación, a finales de año estará clínicamente muerto. Este mensaje le está llegando por activa y por pasiva, porque el margen de tiempo cada vez es menor y el poco crédito que le queda se le acaba.