¿Es posible una ética para el siglo XXI? Javier Sádaba nos da algunas claves

¿Es posible una ética para el siglo XXI? Javier Sádaba nos da algunas claves

Desde que Aristóteles escribió Ética a Nicómaco allá por el siglo IV a.C. han pasado más de 2.300 años y para el ser humano la ética sigue siendo un tema recurrente. Si bien el pensamiento del filósofo de Estagira sigue siendo piedra angular en todo lo relativo al razonamiento que gira alrededor del ser humano, la vida actual nada tiene que ver con la que vivieron en la Grecia Clásica. En la actualidad estamos inmersos en tiempos de incertidumbre, que se caracterizan por unos cambios vertiginosos, lo que obliga al hombre a interpretar las nuevas situaciones existentes para buscar unos códigos de conducta que nos puedan ayudar a que las relaciones con nuestros semejantes se muevan en unos parámetros lo más cercanos, en la medida de nuestras posibilidades, a la felicidad. Porque no olvidemos que la ética tiene como finalidad la búsqueda de la felicidad.

En estos tiempos de cierta zozobra por lo que nos pueda deparar el futuro, que se refleja en el los valores que hay en nuestra sociedad, el filósofo Javier Sádaba publicó en septiembre de 2020 su ensayo “Una ética para el siglo XXI”. Editorial Tecnos, en una edición de bolsillo.

Bajo un título un tanto sugestivo, Sádaba da respuesta desde una mirada ética al mundo en el que vivimos. Para ello, este ensayo de algo menos de 200 páginas, consta de seis capítulos. En cada uno de ellos “desde la perspectiva de la ética” se acercará a los desafíos que el ser humano tiene en la actualidad.

Estando inmersos en la pandemia que nos sacude, este libro puede ser una ayuda para poder afrontar los grandes problemas que tenemos en esta sociedad, teniendo muy presente los actuales avances tecnológicos que afectan directamente a las personas. 

  1. Ética y cultura.

Este primer capítulo lo desarrolla en tres partes. Lo inicia realizando un compendio de lo que es la ética para posteriormente abordar la cultura. Las enfrenta entre sí, para finalizar con las conclusiones del autor.

Al hablarnos de la ética, Sádaba lo inicia con una definición que nos sirve para tener presente en qué parámetros se va a mover a lo largo de esta obra: “ La ética o moral consiste en lograr el mejor modo de vida con uno mismo y con los demás […] En ser fiel a lo que uno cree y hacer el mayor bien a los otros evitando su mal”. A partir de aquí, inicia una síntesis de lo que es la ética. Si bien en este ensayo ética y moral los utilizará como sinónimos, da unas pinceladas de las diferencias existentes y los usos para la ética. Incide en que la ética o moral forma parte de las ciencias sociales o humanas, de ahí que factores como “la libertad humana la rodean de una inevitable incertidumbre”, pero sin llegar a ser algo arbitrario.

En este contexto en el que para responder a las dudas que surgen en el campo de la moral surgen las justificaciones o “Teorías Morales”, desarrollando cinco teorías: emotivismo, intuicionismo, la moral de la religión, deontologismo (principialismo) y el utilitarismo. Haciendo un discurso en el que desmonta las tres primeras teorías, se centra en el principialismo, siendo Kant su principal defensor y en el utilitarismo, representado por Hume, Bentham y Mill, para enfrentándolos entre sí llegar a la conclusión que lo ideal es combinar ambas opciones para “hacerlos complementarios”. Si “para el deontologista algo es bueno porque debe hacerse”, por el contrario “para el utilitarista algo debe de hacerse porque es bueno”. Para Sádaba hay que empezar siendo utilitarista, pero ha de haber una barrera compuesta de principios para neutralizar el egoísmo.

Este debate lo traslada a nuestros días utilizando la economía y los Derechos Humanos para analizar ambas posturas.

Deja para el final hablar, por un lado, del amoral, que sencillamente es quien rechaza las diferentes teorías para vivir al margen del resto de los seres humanos, siendo él el epicentro de su mundo y, por otro, quien opta por vivir la moral en su plenitud. Éste último elige el vivir La Vida Buena, teniendo como objetivo que todo el mundo viva mejor, lo que a esta persona le aporta “una satisfacción de conciencia que le hace sentirse a gusto con el resto de los humanos”.

Para el autor, el objetivo de la Vida Buena debería de estar siempre presente, aunque los avatares del día a día los vayan rebajando.

Al entrar a confrontar ética y cultura nos llevará a través de conceptos como la etología y biología, lo que desemboca en la relación entre los genes y la cultura, pues para Sádaba “la base de la cultura se entienda como se entienda, reside en la genética”.

Menciona tres formas culturales sobre las que les pasará el filtro de la ética para optar por una de ellas. Rechaza el concepto de cultura basada en “la posesión de los mayores conocimientos y sabiduría posibles” pues desde un punto de vista ético este concepto trae aparejados “el elitismo y la estratificación clasista de la sociedad”. La cultura como “transmisión social de conocimientos, entendidos estos en su sentido más amplio” la deshecha por el riesgo que “inmovilismo podría afectar a la transmisión social en cuestión”. Para el autor, una cultura dentro de los parámetros de la ética aconseja vivir la cultura de forma democrática. Une los conceptos ética, cultura y democracia. La cultura tiene que servir para “vivir el día a día con la mayor curiosidad posible” y una ética cultural debería “ayudarnos a que no nos engañen ni nos autoengañemos, a que sepamos aspirar a una manera política de vivir que nos haga convivir como iguales y con toda la libertad posible”.

Viendo los tiempos en los que estamos inmersos, con un ascenso de las ideas totalitarias, las palabras de Sádaba nos sirven para poner en valor el respeto a la diversidad cultural dentro de los valores democráticos.

  1. Ética y política.

Este capítulo es el más extenso. En él, el autor una vez que de la mano de Kant nos interrelaciona ambos conceptos al propugnar “el ejercicio de la política,.., sin entrar en colisión con derechos básicos de la persona”. Nos realiza un repaso histórico fugaz de las diferentes ideologías, arrancando en el siglo XVII con algunas pinceladas sobre el liberalismo político, para pasar a hacer una autentico repaso de las diferentes corrientes de la izquierda. Sin perder de vista que Sádaba se define como una persona libertaria, tanto en este libro como en el anterior que ha publicado[1], realiza un análisis en el que nos expone sus puntos de vista al respecto.

Al analizar las diferentes ideologías del entorno de la izquierda, uno de los interrogantes que se plantea Sádaba es dónde se encuentran en la actualidad los socialistas clásicos que se oponían a la lectura que el leninismo hacía en lo referente a la dictadura del proletariado. Por lo que respecta a la socialdemocracia, le asigna el papel de blanqueador del capitalismo. Y acabará realizando un análisis del anarquismo. La conquista o la destrucción del Estado no deja de ser el debate que a lo largo de los años ha sobrevolado en las diferentes corrientes de la izquierda.

Para Sádaba, el comportamiento de un partido ante “la conquista o la destrucción del Estado” o “cómo se confronta un partido político respecto a la estructura del Estado sirve hoy como criterio esencial para distinguir si se trata de un partido de la antigua usanza o de lo que se está llamando la nueva política”.

Todo este estudio tiene como finalidad realizar una crítica mordaz a lo que ha sido la trayectoria de la izquierda durante los últimos cincuenta años, sobre todo en el Estado español. Aboga por una democracia radical, en la que prevalezca la soberanía de los individuos, que están por encima de los políticos que se deben de limitar a ser “recadistas” de cada uno de los individuos “y no al revés”.

Es muy crítico con la teoría del mal menor que ha rondado en la izquierda española como argumento recurrente para aceptar la transición española, convirtiéndose “dogmáticamente en un principio incuestionable” que le ha llevado a encadenar fracasos, pues ha estado más preocupada en obtener poder que en “buscar alternativas … para construir una sociedad verdaderamente democrática”.

Para el autor, la ética, dentro del campo de la política, tiene que buscar una justicia para toda la sociedad, que sirva para mejora la vida de todos.

Desde el campo de la ética, profundiza en la democracia, las ideologías totalitarias y los Derechos Humanos donde nos hace un diagnóstico en el que pone el acento en la desideologización en la que se encuentra inmersa la sociedad actual. La ideología se va diluyendo hasta tocar suelo, lo que sirve de caldo de cultivo para el resurgimiento de la extrema derecha cuyos pilares son el totalitarismo y la negación de la democracia. Ante esta situación los “Derechos Humanos languidecen” al no tener una “ideología convencida que los defienda”.

Para Sádaba, el triunfo de la concepción utilitarista de la ética está llevando a esta pérdida de valores morales y a que “la democracia haga aguas”.

En la última parte de este segundo bloque, lo dedica a la “ética y la identidad local en el marco de un mundo global”. Nos expondrá una serie de conceptos como son identidad y globalización. Para ello vuelve a traer a colación la identidad cultural desde una perspectiva local y global. Sádaba nos dice que la cultura la hacemos los seres humanos, pues esta no está dada y la identidad cultural la va construyendo el ser humano, siendo el idioma, historia y tradición los tres motores de nuestra identidad cultural.

A la hora de desarrollar el estudio de la identidad local en el mundo global, como vasco y conocedor de la idiosincrasia de su pueblo, utilizará Euskadi y su identidad cultural como herramienta para realizar un análisis crítico de la situación en la que se encuentra.  A este respecto el filósofo portugalujo sostiene que “la identidad vasca tiene que ser vasca y universal. Conseguirlo, supone entender la identidad como un conjunto de rasgos distintivos que se modifican a lo largo del tiempo y que dependen de nosotros” y para ello entiende que “los vascos debemos de mantener aquello que nos constituye como tales”. A la hora de poder entender esta cuestión, el acervo cultural es una herramienta fundamental.

  1. Ética y Economía

Este capítulo no es de los más extensos, pero Sádaba sintetiza su discurso lo suficiente para que su análisis sea sencillo y ágil. Si economía y política tienen una relación estrechísima, capitalismo y liberalismo son dos caras de una misma moneda. Esto es una cuestión importante porque la crítica que realiza de la economía capitalista, va indisolublemente unida a la crítica al sistema político que lo sustenta, cuestión esta que ya ha sido tratada en el bloque anterior.

A la hora de hablar de ética y economía, se centra en la ética de la empresa o ética de los negocios, pues esta (la empresa) se ha convertido en el corazón de la economía capitalista. Sin la existencia de la empresa, el capitalismo no sería como lo conocemos en la actualidad. La empresa lo mueve todo, genera las condiciones necesarias para que el capitalismo se pueda expandir en todos los ámbitos, siendo la responsable de las desigualdades que sufre la sociedad actual. La empresa se ha convertido en el epicentro del sistema capitalista dentro de la aldea global en la que vivimos y en autentico “incitador al consumo”. Por tanto ¿qué mejor forma para hablar de la ética en la economía que haciéndolo sobre la empresa?

Sádaba, a lo largo de este bloque hace un repaso histórico de la concepción que han tenido de la empresa algunos pensadores y filósofos para pasar a analizar dos puntos de vista contrapuestos: los que propugnan una ética de la empresa y los que, por el contrario, realizan una crítica de raíz a este concepto. Nos muestra como a lo largo de la historia de la humanidad ha habido una contraposición significativa entre economía y ética. Y para hacer ese recorrido histórico, se remonta a la Grecia Clásica y, en concreto a Aristóteles, como pensador más antiguo que ya veía con desconfianza “la obtención de rentas ilimitadas”, pues ello “trastocará el recto funcionamiento de la ciudad”. Esa disputa entre economía de la empresa y ética sirve para plantearse si la empresa tiene moral o su único objetivo es la obtención de beneficios. Para ello, nos hablará de los términos RSE (Responsabilidad Social de la Empresa) y RSC (Responsabilidad Social Corporativa), que hoy están muy en boga, como un intento de salvaguarda de la imagen reputacional de las empresas.

La defensa de la ética empresarial se caracteriza por proyectar un capitalismo con rostro humano, “no cuestionarán el capitalismo sino sus excesos”, son defensores del mercado, pero “sujeto a limitaciones”. Sus seguidores utilizarán términos como RSE y RSC como herramientas para mejorar la relación de la empresa dentro de la sociedad. Dejar a un lado el término consumidor para sustituirlo por ciudadano. La pregunta es si detrás de todo este proceso de moralidad empresarial no se esconde una nueva fórmula para cosechar mayores beneficios, como ha ocurrido en empresas donde se ha puesto en práctica.

El autor se posicionará entre los que realizan una crítica radical hacia los defensores de la ética en la empresa. A la hora de analizar las teorías económicas opuestas a la ética empresarial, mencionará a marxistas y libertarios. De los primeros manifestará que “el socialismo real ha fracasado”, si bien hará una mención a la corriente del entorno del marxismo que entiende que el concepto de ética empresarial no deja de ser un intento de consolidar el sistema capitalista. Sádaba argumenta que no sostienen una alternativa clara al capitalismo, pero su insatisfacción le lleva a afirmar que “otro mundo es posible”, y para ello, canalizarían sus esfuerzos en utilizar algunas herramientas existentes dentro del sistema capitalista, como la organización de cooperativas y empresas autogestionados, como método para que la sociedad se organice en movimientos sociales, para poner en marcha los mimbres para que crezca el movimiento asociativo.

Otra de las críticas que realizan a la ética empresarial se fundamenta en que bajo esta imagen un tanto altruista y con rostro humano se esconde el mejorar la cuenta de resultado de las empresas.

Sádaba no se opone al libre mercado, pero si a la mercantilización global existente, ni se opone a la competencia siempre que esta se mantenga dentro de los parámetros de “una armonizada humanidad”.

  1. Ética y feminismo: la igualdad de la mujer

Dedica una parte de su obra al feminismo, al ser un asunto que todavía no ha sido superado de forma global por la sociedad. Siendo consciente el autor de la imposibilidad de ser original en este punto, afronta este tema para dar una respuesta comprometida.

Es interesante la radiografía que hace a lo largo de la historia para constatar la valoración que se ha hecho de la mujer, que ha tenido como denominador común la marginación a la que ha estado sometida y el desprecio hacia el género femenino.

Para Sádaba “la revolución del pensamiento femenino ha traído consigo una revolución similar en lo que atañe a la igualdad y la diferencia” y este tema pasa por “establecer una teoría feminista en la que se insista más en la diferencia, en la igualdad, o se busquen fórmulas intermedias”.

En el campo de la ética el autor nos habla de una ética masculina y otra femenina, que irían ligadas a la conciliación de las virtudes femeninas y masculinas, para la búsqueda de una ética más equilibrada. Cualquier avance en el marco de la ética que recoge este ensayo, pasa porque se dé en el marco de una sociedad igualitaria, y la igualdad hombre-mujer es, sin duda alguna, primordial.

  • Ética y religión

Al tratar sobre la ética y la religión lo hace desde dos planos diferenciados. En un primer lugar lo enfoca desde una visión académica, para ver la relación que tienen ambos términos. Es de tener cuenta la valoración que realiza de “la religión en sentido amplio” como herramienta para la búsqueda de respuestas, porque “solo desde la conciencia de tales contrasentidos surge el gran animal que es el hombre. Solo de esa manera se hace el hombre un animal interesante”.

Siendo cierto que la relación entre moral (ética) y religión tiene su punto de partida en el origen de las religiones, pues estas “incorporan un código moral a sus creencias”, Sádaba nos dice que hay que abandonar la idea que moral sea religión. Y a partir de esa afirmación nos mostrará que si bien ambas nacieron de la mano, por el contrario, la religión se moverá en el ámbito de la fe y la moral tendrá su desarrollo en el ámbito de una sociedad laica. La teología y la moral chocarán cuando una invada el terreno de la otra y ¿Cuándo se invade? Cuando una impone sus postulados a la otra.

Al estudiar esta cuestión desde “la vida cotidiana”, Sádaba nos recuerda que en la sociedad actual se siguen dando soluciones desde una visión teológica a las cuestiones morales que rondan en esta sociedad, llegándose a dar la paradoja a día de hoy, que el no creyente es el que tiene que fundamentar su postura, en vez de ser el creyente sobre el que recaiga la carga de la prueba.

Para el autor de este trabajo, esto lleva a que la religión católica goce del apoyo institucional, lo que lleva a situarla en un lugar privilegiado, en el que la religión esté por encima de la ética.

  • La ética ante la ciencia del siglo XXI

Los grandes avances de la ciencia en los últimos decenios han abierto nuevos escenarios en los que el hombre tiene que buscar respuestas y para ello necesita de la ética. Esta se convierte en una herramienta imprescindible para que los avances en todos los ámbitos de la ciencia no pongan en cuestión la identidad del ser humano. Javier Sádaba dará respuesta a todo esto a través de la ética y lo hará hablando de tres temas: la bioética, la eutanasia y el transhumanismo.

El autor nos habla de la bioética, cuya función consiste en aportar “una valoración moral sobre las ciencias de la vida”. Para ello nos realizará un viaje para darnos a conocer las diferentes tendencias que se mueven en este campo y las respuestas que dan al respecto, teniendo presente que “lo científico y lo humanístico se tocan o pueden tocarse en ocasiones”.

La bioética se enfrenta, entre otros, a temas como el aborto, eutanasia, las células madre o investigación sobre embriones. De todos estos temas se centrará en la eutanasia.

Defensor de la práctica de la eutanasia, Sádaba profundizará en ella para enfrentarla con la moralidad y las objeciones existente.

Si en palabras de Sádaba, para Francis Bacon, el significado de eutanasia es “buena muerte”, el autor de este ensayo aboga por la inclusión de varias características fundamentales como “la voluntad clara del paciente de que se acabe con su vida, irreversibilidad de la enfermedad, con la consiguiente falta de alternativas, y sufrimiento físico y psíquico”, lo que le lleva a diferenciar algunas prácticas que no se pueden considerar propiamente eutanasia activa.

La eutanasia la encuadra “dentro de los derechos que nos competen a los humanos y que funcionan para proteger algunas de nuestras necesidades”. Y nada tiene que ver con la eutanasia pasiva o el suicidio asistido. La gran diferencia con el suicidio asistido es que en este último caso no se le aplica a un enfermo terminal, como sucede en la eutanasia.

Sádaba nos realiza un discurso muy clarificador para diferenciar la eutanasia con cierto tipo de praxis que sí que se pueden considerar atrocidades contra vida y la dignidad humana. Y desmonta los tabús y la imagen manipulada que se quiere dar de la eutanasia.

Cuando confronta la eutanasia con la moralidad, utiliza como pilares la libertad y el no sufrir. En el caso de la libertad, que equivale a ser uno dueño de sus actos y, por tanto, debe de ser respetada “la libertad que la persona tiene sobre su cuerpo y su salud”. Si el morir es el último acto de la vida, este tiene que estar en manos de cada individuo, para que pueda de tener un final con dignidad, que pasa por el respeto a que la persona pueda decidir con su propia muerte.

En esta confrontación entre ética y eutanasia Sádaba nos viene a decir que uno de los fines de la ética, al igual que la medicina, es evitar el sufrimiento Hay que evitar el sufrimiento inútil. Lo importante no es la vida sino la calidad de vida, y la eutanasia ayuda a minimizar el sufrimiento.

El último tema que trata en este capitulo es el concerniente al transhumanismo. Genética, robótica y desarrollo tecnológico son términos que están ayudando a mejorar el cuerpo humano. En el caso de la robótica, nos acerca a la Inteligencia Artificial. Todo esto tendría como finalidad “lograr seres superhumanos con una inteligencia” superior a la nuestra. Todos estos avances que van superando el concepto que tenemos de humanidad, está revolucionando hasta tal punto los estándares existentes, que se está abriendo paso términos como inmortalidad.

Al hablar de inmortalidad la ciencia entra en el campo de las religiones, pues, como nos dice Sádaba, “el núcleo de las religiones de nuestro entorno reside en la superación de la muerte”. Buscan la inmortalidad. En la actualidad nos encontraríamos con unos avances científicos que podrían poner en peligro al ser humano como lo concebimos, o en palabras de Sádaba “tales transformaciones podrían acabar con lo que entendemos por Homo Sapiens”.

Para finalizar, la lectura de este libro nos puede ayudar a responder algunos interrogantes que nos surgen en este mundo tan complicado y cambiante. El filósofo Javier Sádaba nos expone en este libro su visión de una serie de temas alejada de cualquier dogmatismo.


[1] Porque soy libertario; Editorial Catarata; Autor Javier Sádaba. https://mikelcastrillourrejola.wordpress.com/2020/03/11/el-pensamiento-libertario-en-javier-sadaba/

El fin de la hegemonía de Occidente

A lo largo de la historia de la humanidad tanto las civilizaciones como los imperios han tenido una evolución un tanto similar a los seres humanos. Surgen, van creciendo hasta alcanzar su cenit, y a partir de un momento empiezan un periodo de decadencia que los aboca, en el mejor de los casos, a su desaparición y en las situaciones más traumáticas a su total destrucción.

En la prehistoria la duración de las civilizaciones e imperios podía prolongarse durante varios milenios, pero con el transcurso del tiempo el periodo de maduración de las diferentes civilizaciones, imperios y hegemonías han ido acortándose de forma sustancial. La secuencia es diáfana. La civilización egipcia se prolongó durante más de 3.500 años, la civilización romana y su posterior imperio se extendieron lo largo de algo más de un milenio y los posteriores imperios, como el español o el británico, apenas duraron unos siglos. Ahora que la hegemonía de EEUU está en retroceso y a falta de ver quién coge el testigo, aunque da la impresión que es China quien tiene todas papeletas, podemos decir que su duración no ha llegado ni a tan solo doscientos años. El mundo cada vez se mueve a mayor velocidad, lo que hace que tenga una vida muy intensa pero que los periodos de dominación a nivel internacional sean menores.

En este contexto parece que los EEUU han entrado en una fase en la que su hegemonía no sólo está en entredicho, pues lleva tiempo dando síntomas de agotamiento, sino que los últimos acontecimientos están siendo el preludio de su desaparición como la potencia que hemos conocido a lo largo del siglo XX y, de paso, está arrastrando a los países que forman la UE y lo que conocemos como Occidente, pues no dejan de ser sus aliados estratégicos y preferentes a través de la OTAN y otros tratados internaciones.

La salida a trompicones de Afganistán ha sido algo más que un simple traspiés. Ha supuesto un torpedo en la línea de flotación de la estrategia geopolítica de todos los países occidentales cuyas consecuencias se podrán evaluar con el tiempo. Pero hay una cosa que es necesaria tener presente, cuando alguien pierde es porque otro gana y en este caso el verdadero ganador lo veremos más pronto que tarde, porque no parece que los talibanes vayan a ser los vencedores de la batalla geoestratégica.

El ridículo con el que nos han obsequiado todos los países que han tenido una intervención directa en Afganistán a lo largo de estos últimos veinte años será estudiado en los libros de historia como uno de los fracasos más estrepitosos de la política intervencionista americana y sus socios en este conflicto, superando con creces a Vietnam o a los fracasos militares de Napoleón y Hitler en la gélida Rusia. EEUU y los países de la OTAN acaban de tener en Afganistán su Waterloo particular y no parece que estén haciendo propósito de enmienda. Las políticas intervencionistas de EEUU y sus aliados en la zona van de fiasco en fiasco y han logrado que desde Túnez hasta la frontera con India, todos esos países sean un avispero. Un conflicto internacional con varios escenarios bélicos, Libia, Siria, Kurdistán, Palestina, Irak, Yemen y Afganistán entre otros, con muchos intereses cruzados en juego y con un mundo cada vez más inseguro.

La llegada de los talibanes al poder en Afganistán era de todo punto esperable. Han realizado un trabajo de hormiga desde que en 2001 fueron desalojados del poder. Han sido pacientes y han tenido una ayuda externa nada desdeñable. El Gobierno proamericano de Afganistán de los últimos veinte años ha podido mantenerse en el poder única y exclusivamente gracias a la ayuda integral que ha recibido de Occidente. Un apoyo que se ha plasmado en todo lo que puede necesitar un gobierno para mantenerse en el poder. Era como un bebe que requería todo tipo de cuidados, pero con el paso del tiempo, en cuanto lo dejaron para que se valiese por sí mismo, se diluyó como un azucarillo en el agua.

La llegada de los talibanes era predecible desde la firma de los acuerdos de Doha por parte de la Administración de Trump en septiembre de 2020. Pusieron la pista de aterrizaje a la llegada de los talibanes, pero el poder presentar a la opinión pública americana la salida de su ejército de Afganistán, no dejaba de ser la fotografía que necesitaba Trump para presentarla en la campaña electoral a las elecciones presidenciales que estaban a dos meses vista. El aceptar ante los talibanes la retirada de las fuerzas militares americanas podía ser una fuente de votos, pero también era la firma del acta de defunción del régimen proamericano de Afganistán.

Son muchas las preguntas que quedan en el aire y muchas las hipótesis que se pueden formular sobre lo ocurrido en Afganistán y los nuevos equilibrios internaciones que se van a dar a partir de ahora, y para ello va a ser necesario que pase un tiempo prudencial para poder tener una perspectiva sobre todo lo ocurrido.

A estas alturas creer que EEUU cuando interviene militarmente en un país es para exportar la democracia es creer sencilla y llanamente en la cuadratura del círculo. Todo este tipo de intervenciones en absoluto han tenido una finalidad política, sino de control geoestratégico. La estrategia que EEUU ha utilizado de forma reiterada nunca ha pasado por poner los mimbres para que en el país invadido se fuera consolidando un régimen democrático con el que sus habitantes se sintieran identificados. Sólo hay que ver el modus operandi que han desarrollado en Latinoamérica a lo largo de la historia, llenando el continente de militares golpistas. Las soluciones que han planteado, y Afganistán es uno de los ejemplos palmarios, han sido la de poner a un gobierno títere, corrupto hasta las cejas, que más que servir a los intereses de su pueblo, estaba interesado en satisfacer las pretensiones de quienes lo habían colocado en la cúspide y, de paso, enriquecerse por si en algún momento fuese necesario buscar un exilio dorado.

La política geoestratégica que EEUU y sus aliados han desarrollado a lo largo del planeta y en especial en Oriente Medio y el norte de África en los últimos cincuenta años han estado presididas por tener aliados que están en las antípodas de los estándares democráticos y de los derechos humanos, pero con el fin de satisfacer un deseo insaciable de apropiarse de todos los recursos naturales de esos países, y para ello no han escatimado esfuerzos, ni se han preocupado por esos valores que presiden los discursos de los dirigentes de Occidente. Es sorprendente que a estas alturas hablen del desastre que supone que hayan llegado los talibanes al poder en Afganistán cuando la mayor parte de los países de la región son la negación de lo que Occidente dice representar y por el contrario las relaciones internacionales de estos con Occidente son muy estrechas. Países como las monarquías del Golfo Pérsico o Israel deberían de sonrojar a cualquier demócrata, pero para los dirigentes de EEUU y la UE siempre han estado por encima otros intereses mucho más oscuros, entre ellos el crematístico, lo que les ha llevado a ser capaces de incendiar una región del planeta para defender sus objetivos.

En algo más de veinte años han conseguido el record de desestabilizar toda la región, que de por sí ya era un escenario caliente, organizando una guerra contra Irak, financiando una serie de guerras para derrocar a los regímenes de Siria y Libia, teniendo como socios preferentes a Israel y Arabia Saudita a los que les han dado cobertura para todos sus desmanes. Y al final, todos esos conflictos se les han ido de las manos. Cuando a principios de los años ochenta del siglo pasado financiaron todo tipo de grupos muyahidines, entre los que estaban los talibanes,  para luchar contra la URSS en Afganistán, utilizando Pakistán como  auténtico santuario fueron engordando a un monstruo que ha acabado por devorarlos.

Durante décadas Occidente ha tenido como uno de sus objetivos estratégicos hacer suculentos negocios con las monarquías de Oriente Medio, vendiéndoles armamento pesado, teniendo constancia que gran parte de ese armamento podía acabar en manos de grupos de integristas islámicos para realizar todo tipo de tropelías tanto en esa región como en diferentes partes del mundo y no parece que a los países occidentales eso les haya importado demasiado. Por encima de toda ética democrática estaban muy los intereses de la industria armamentística y las contrapartidas que podrían obtener de las monarquías feudales de los países del Golfo. El lema podría ser el capitalismo por encima de la democracia.

La relación que Occidente, pero sobre todo EEUU, tiene con Pakistán, que ha sido la gran base logística de los talibanes es para tener muy presente. Algo que puede parecer a simple vista como una auténtica contradicción o, dicho de otro modo, un error de cálculo por parte de Occidente, no deja de ser una zona oscura en la que Occidente ha jugado sin que le genere ninguna contradicción pero donde se ha vuelto demostrar que han sido el cazador cazado.

Que nadie se lleve a engaños, el régimen talibán no se va a sentir sólo ni va a sufrir ningún tipo de bloqueo económico al estilo de Cuba o Venezuela. Esta forma de actuar sólo está reservada para países que reivindican su soberanía, se oponen a todo tipo de injerencias externas y tienen a gala defender un sistema económico al margen de capitalismo. Si ya en el mes de julio, antes de haber tomado el poder, una delegación de los talibanes se desplazaba a Pekín para reunirse con los dirigentes chinos, nada más tomar el poder han viajado a Pakistán para reunirse con sus autoridades. Pero el país que ha sido el mayor aliado estratégico de los talibanes ha sido Qatar y por lo últimos movimientos habidos, Turquía no se quiere quedar atrás. Por tanto, si en menos de un mes de haber logrado los talibanes el poder, ya han conseguido todos estos éxitos a nivel internacional, la duda no es si Occidente va a reconocer a los talibanes, sino cuanto van a tardar en reconocerlos. Como siempre, mirarán para otro lado en materia de derechos humanos e intentarán que sus enemigos estratégicos no tengan el control total de la zona, aunque se me antoja que llegan muy parte para evitar esto último.

En todo este tablero que es la política internacional a nivel mundial tanto Rusia como China, pero sobre todo esta última, se empiezan a encontrar muy cómodas. Sin necesidad de realizar intervenciones bélicas generalizadas, al estilo de los EEUU, están ampliando sus aéreas de influencia en todos los continentes. No es que sus políticas se caractericen por métodos éticos en su forma de operar, pues utilizan todo tipo de fórmulas para ir expandiendo su influencia.

Y como ocurrió cuando estalló la Primera Guerra Mundial, a lo largo de todas estas décadas la socialdemocracia europea ha vuelto a desarrollar un papel en el que le ha preocupado mucho más los intereses de las élites de sus respectivos países que los intereses de las clases populares. No se les ha visto un posicionamiento uniforme habiendo aceptado las políticas de los partidos de la derecha europea e intentando no contravenir mucho las posturas de los EEUU. La socialdemocracia está totalmente desaparecida en lo que atañe a la política internacional, lo que deja el camino expedito para que en política internacional la derecha europea pueda hacer seguidismo de la política internacional de los EEUU, al servicio de los intereses de las multinacionales que tienen intereses en esas regiones de conflicto.

Todo este desastre que ha supuesto la llegada de los talibanes al poder de Afganistán y el desastre humanitario que ya estamos viendo, lo único que está sirviendo es para que los partidos xenófogos y de extrema derecha pongan encima de la mesa su discurso de odio para que siga calando en la población, utilizando como mantra su discurso en contra de los refugiados y el miedo al enemigo exterior. No deja de ser un discurso que cala fácilmente en la población y que no parece que encuentre grandes obstáculos para ponerlo en práctica. En este tema, una vez más, la UE está intentando escurrir el bulto y dentro de su discurso vacío aunque de frases grandilocuentes, no está haciendo absolutamente nada por resolver la emergencia humanitaria que se avecina. La fractura interna que arrastra desde hace tiempo lleva de forma irremediable a otro nuevo fracaso y así hasta que se acabe autodestruyendo.