Afganistán ¿un cubo de Rubik sin solución?
Vivimos tiempos en los que el mundo se ha instalado en la inestabilidad total. Si a lo largo del planeta podíamos encontrar innumerables conflictos internos que han perdurado en el tiempo, últimamente hay que añadir una concatenación de guerras, que no dejan de ser producto de unos procesos de incubación de conflictos, hasta que han terminado por estallar. Estamos inmersos en lo que Slavoj Žižek denominó hace más de una década “tiempos interesantes”, expresión china que utiliza para definir “tiempos de inestabilidad, guerra y lucha por el poder que dejan millones de víctimas inocentes sufriendo las consecuencias”.
En esta espiral bélica en la que el mundo está sumido, se van enlazando guerras, de tal forma que el último conflicto sirve para relegar al anterior, hasta hacerlo caer en el pozo del olvido. Esto no deja de ser una táctica de las grandes potencias, un borrón y cuenta nueva, pero dejando en el camino miles de víctimas y, en la gran mayoría de los casos, una situación peor que la inicial.
Una de esas guerras es el conflicto de Afganistán, pues no hace más de tres años servía para abrir informativos y ser portada durante semanas de la prensa internacional, pero sólo fue necesario que EEUU tensionara otra región del planeta, en este caso Ucrania, para que surgiese un nuevo conflicto y Afganistán dejase de existir para EEUU y la OTAN. No sólo dejó de ser portada, sino que las potencias que han tenido una responsabilidad desde hace medio siglo, han decidido abandonar a la población afgana a su suerte y dejar otro conflicto empantanado y dedicarse a centrar sus fuerzas en el siguiente.
A día de hoy, en Afganistán sigue existiendo una guerra, con sus periodos intermitentes de mayor o menor virulencia, pero como lo que no sale en las noticias no existe para el común de los mortales, ha caído en el saco del olvido.
Mucha de la información que podemos encontrar acerca de este conflicto no deja de tener un componente importante de propaganda occidental, dirigida a crear opinión, como ocurrió durante la década de los 80 del siglo pasado, durante la guerra que mantuvieron el Gobierno de Kabul y la URSS contra los mudjahidin[1], y en otros muchos casos, esta adolece de rigor. En ese lodazal en el que es complicado bucear para poder encontrar información con cierta fiabilidad, me ha parecido interesante rescatar un libro que con el título “Afganistán. Auge, caída y resurgimiento del régimen talibán” el politólogo Pere Vilanova (Editorial Los libros de la Catarata) publicó en 2021, con la reciente vuelta de los talibán[2] al poder en Afganistán. Un libro de donde se pueden obtener algunos datos y claves para conocer, aunque sea mínimamente el conflicto afgano.
Este ensayo es un botón de muestra de lo complicado que resulta comprender el mundo actual, la dificultad, en muchos casos, de poder entender lo que ocurre en otras regiones del mundo, si nos empeñamos en verlas con gafas graduadas en los países occidentales. Y en palabras del autor de este ensayo, Afganistán “es un aviso para los que se creen (sobre todo muchos tertulianos y opinadores) dar un diagnóstico y claro y conciso sobre el asunto”.
El libro está dividido en tres bloques o capítulos que le servirán al autor para analizar el conflicto afgano a lo largo de la historia, ubicándolo en el contexto de Asía Central, y lo que ha supuesto en las políticas de las grandes potencias en esa región.
En el primero, denominado “A modo de introducción”, el autor realiza una serie de reflexiones que sirven para entender los errores en los que han caído los diferentes imperios y las potencias occidentales a lo largo de los siglos, llegando a la conclusión que en caso de Afganistán, una vez más se ha vuelto a repetir la historia. En palabras de Pere Vilanova, este manual es un “cursillo acelerado sobre guerras perdidas en las que se cometen los mismos errores a través de los siglos”.
Para entender un conflicto no hay nada mejor que haber pisado el terreno, lo que permite conocerlo de primera mano. Y en este caso, en este primer capítulo, Pere Vilanova relata la experiencia que vivió en 1984, cuando se trasladó a Pakistán y Afganistán para conocer in situ todo lo que se movía alrededor de los diferentes grupos mudjahidin que luchaban contra el gobierno afgano y las tropas soviéticas (posteriormente, entre 2007 y 2009 realizó varios viajes a Afganistán y Pakistán de los que da cuenta en el último capítulo de este ensayo). Los datos que aporta de aquellos viajes son muy enriquecedores porque ayudan a entender muchas de las cosas que han sucedido a lo largo de estos últimos 50 años.
Fruto de ese viaje el autor describe a los diferentes grupos guerrilleros, sus orígenes, etnias que los formaban, las relaciones o, mejor dicho, la rivalidad entre ellos, que en muchos casos se dirimían a tiro limpio, el papel de EEUU, a través de la CIA, que regaba de armas y dólares a todos los grupos guerrilleros, a los que el entonces presidente Ronald Reagan los denominaba “luchadores por la libertad”, sin olvidar en ningún momento el papel que en la región siempre ha desempeñado Pakistán.
El autor, como si fuera un libro de viajes, nos irá relatando su llegada a la región con el objetivo contactar con alguno de los grupos mudjahidin, lo que le llevará a desplazarse a Peshawar (Pakistán), capital de la tierra de los pastunes, etnia que “vive a caballo de una frontera entre dos países (Pakistán y Afganistán) que nunca han entendido como tales y que se rigen socialmente por su propio código social: el Pashtunwali”. Serán claves, porque, con el tiempo, en su seno surgirán los talibán. Es un pueblo dividido en tribus y clanes que en su inmensa mayoría no tienen un sentimiento nacional, sino que les mueve el vivir siguiendo su forma tradicional. Para el pueblo pastún la frontera existente entre estos dos países no deja de ser artificial. No hay que olvidar que en Peshawar el ejército británico sufrió tres derrotas en su deseo de ensanchar el Imperio británico desde la India a Afganistán.
En el segundo bloque de este ensayo el autor profundiza en el origen del conflicto afgano, y a modo de introducción, da algunos datos que son necesarios si queremos entender todo lo sucedido en el último medio siglo y el título nos deja algunas pistas “Raíces históricas que siempre vuelven”.
La primera parte de este capítulo tiene como finalidad el poder conocer Afganistán y para ello aporta una serie de datos históricos, políticos y sociológicos imprescindibles para poder interpretar todo ello. Es uno de los poquísimos Estados del mundo que no tiene un pasado ni herencia colonial, pero si hay un dato de carácter histórico que es importante y nada casual, es que Afganistán fue el primer Estado con quien la URSS, en 1923, después de finalizar su guerra civil, estableció relaciones diplomáticas y un Tratado de Buena Vecindad que se mantuvo más de 50 años. No cabe duda que los revolucionarios bolcheviques eran conscientes de la importancia geoestratégica de Afganistán.
Es muy importante tener en cuenta que el concepto que sus habitantes tienen del Estado difiere totalmente respecto al que podemos tener en los países occidentales. Para ellos, no deja de ser un concepto un tanto abstracto. “Sus lealtades individuales pueden ser múltiples y estar ordenadas de modo volátil, o al menos difícilmente para nosotros: religión (islam), grupo étnico, grupo lingüístico y, dentro de ello, la lealtad tribal”. El “mi país” para estos pueblos se circunscribe a su valle o los más cercanos.
Otro dato que suele pasar desapercibido y que no pasa por alto este ensayo, es que Afganistán entró en guerra civil en 1973, es decir, seis años antes que entrasen las tropas soviéticas, cuando se produce un golpe de Estado de orientación comunista contra el rey Zahir Shah, por parte de un sobrino suyo, pues las élites militares y políticas afganas del momento estaban encuadradas en una de las dos facciones del PDD (Partido Popular Democrático), siglas del Partido Comunista de Afganistán, lo que no dejaba de ser un conflicto de carácter interno. A partir de ese momento se inicia una guerra que provocará la entrada del ejército soviético, hasta que en 1989 se produjese el repliegue a la URSS, porque como expone Pere Vilanova, Gorbachov hacía tiempo que había tomado la decisión de salir Afganistán, pero “no podía hacerlo de cualquier modo ni a cualquier precio”.
De los muchos datos que Pere Vilanova aporta, me voy a centrar en algunos que es difícil encontrar en la prensa de estas latitudes.
Uno de ellos desarrolla los motivos por los que la URSS de Breznev decide entrar en Afganistán, contra el criterio de la cúpula militar soviética que entendía que “estaba abocada al desastre más absoluto”, como así sucedió. Y visto lo acontecido en el tiempo, sin perjuicio del mencionado fracaso, los dirigentes de la URSS realizaron un análisis bastante certero. Temían que un hipotético triunfo de las fuerzas que desde 1973 luchaban contra el Gobierno de Kabul, abandonarían “su tradición neutral y buenas relaciones con la URSS” para aliarse con Occidente (no dejaban de estar financiadas desde un primer momento por EEUU). En un escenario en el que en Irán acababa de triunfar la revolución islámica y teniendo presente que varias repúblicas soviéticas de Asia Central sociológicamente musulmanas eran frontera con Afganistán, los soviéticos temían que toda esa efervescencia islamista se les convirtiera en un problema dentro de esas republicas.
El autor expone que el islam nunca ha servido para unificar a los grupos mudjahidin. Han pesado más sus diferencias culturales, lingüísticas, que existieron en todo momento; una sociedad compuesta por grupos tan variados como los pastunes, los baluches, los uzbekos, los tayikos, los turkmenos, los hazara, los kirguís y los muristaníes con el lazo de unión de la religión, siendo todos ellos, excepto los hazara, musulmanes sunitas, no sirvió para tener un proyecto común. De hecho, los EEUU nunca lograron una unidad de acción, pese a toda la financiación que recibían, pero se agudizaron de forma mucho más terrible, cuando en 1992, al caer el gobierno comunista afgano, se enredaron en una guerra civil de cuatro años, que supuso un desastre, lo que desembocó en la llegada de los talibán.
Este ensayo analiza cuales fueron los motivos que llevaron a los talibán al poder, el origen pastún, una etnia que como se ha dicho anteriormente, se encuentra situada en el sureste de Afganistán y en el oeste de Pakistán. Los talibán lograron “unificar este grupo étnico, excesivamente fragmentado por enfrentamientos tribales y familiares”, lo que les dio la fortaleza suficiente para dominar el este y sureste de Afganistán y posteriormente tomar Kabul. A todo ello ayudó la actitud de una de las guerrillas más importantes, la liderada por Ahmad Sahd Masud (asesinado por colaboradores de Bin Laden dos días antes del 11 de septiembre de 2001), de retirarse a sus valles y las montañas del norte de Afganistán. Este grupo estaba compuesto por tayikos y uzbekos que fueron los que llevaron el peso de la lucha contra los soviéticos en el periodo 1979-1989.
Los grupos mudjahidin que lucharon desde 1973 hasta 1989, año el que se produce la retira de las tropas soviéticas, eran tan fundamentalistas en materia religiosa como los talibán. Aspiraban a “la instauración de una república islámica, en una versión que en su momento (1980) parecía ya muy radical”, pero que la posterior llegada al poder de los talibán los han superado, porque estos últimos han metido en una coctelera “el rigorismo absurdo” de la interpretación que realizan del islam con “una tradición social estructurada en clanes y tribus en la que la mujer ha estado siempre particularmente oprimida”, haciendo una interpretación del islam proveniente de las madrassas pakistaníes.
Dentro de este segundo capítulo analiza la dimensión regional del conflicto afgano teniendo como eje a dos de los Estados vecinos, Irán y Pakistán, y el papel que juegan, pero profundizando más en Pakistán, puesto que la cuestión afgana afecta de forma directa a la política interna pakistaní, pues como antes se ha dicho el territorio pastún se encuentra a ambos lados de la frontera y durante los años en el que los señores de la guerra tenían sumido Afganistán en el mayor de los desastres, Pakistán apostó por los talibán como elemento estabilizador de la situación.
El autor circunscribe el conflicto afgano a la región de Asia Central, diferenciándolo del existente en Oriente Próximo, encontrándose ubicado en una zona geográfica donde muchas potencias de la zona tienen grandes intereses y la estabilidad de la zona es un tanto irregular.
Realiza un análisis sobre el papel de las fuerzas militares de EEUU y los países de la OTAN en sus operaciones y los criterios que deberían seguir en este tipo de misiones, donde una vez más, vuelven a cometer los mismos errores que tuvieron en otros lugares del mundo (Indochina, Vietnam, Argelia), no consiguiendo conectar con la población, pues no dejaban de ser fuerzas extranjeras de ocupación, lo que le lleva a enlazar con un problema que tenían sobre la mesa los países que lideraron la intervención, que no era otro que cuándo abandonar el país, pero sobre todo, cómo irse y el escenario posterior a su marcha, que no fue otro que una desbandada, un salir corriendo, dejar a la población civil a su suerte. EEUU y algunos de sus aliados lo enfocaron como “una operación más de contrainsurgencia”, craso error del que luego se han visto las consecuencias.
El tercer bloque recoge las experiencias vividas por el autor en una serie de viajes que realizó por Pakistán y Afganistán entre los años 2007 y 2009, en los que tuvo la oportunidad de visitar la mitad norte de Afganistán, teniendo una relación directa con la población. Ese trato con sus gentes, le sirve a Pere Vilanova para dar a conocer mejor la realidad afgana, que no es otra cosa que “un gran desastre humanitario desde hace cuatro décadas”, del que sólo en los años ochenta había algo más de dos millones de refugiados en Pakistán y un millón en Irán. Una de las dudas que le surgen al autor es cuál será la relación entre las diferentes etnias que forman Afganistán, a partir de la vuelta de los talibán.
El relato que en algunos momentos se asemeja más a un libro de viajes, sirve para adentrarse en analizar la situación de Asia Central. Una región donde los intereses geoestratégicos enfrentan a las diferentes potencias del continente asiático. Si Rusia, China y las repúblicas exsoviéticas son actores principales, este ensayo nos recuerda “la competición entre la influencia persa/iraní frente a la influencia turca es, en esta zona de Asia, una tradición de siglos”, pues estos últimos tienen su origen en los turcomanos de Asia Central.
Es interesante la descripción que encontramos en este ensayo de las cinco exrepúblicas soviéticas de Asia Central, no sólo desde el punto de vista de las reservas que tienen y su posición geográfica, sino de sus estructuras sociales y su gestión de la cuestión religiosa.
Pere Vilanova acaba definiendo Asia Central, y en especial Afganistán, como “un cubo de Rubik con demasiados lados y líneas que cuadrar, y donde el futuro viene cargado de pasado”.
Corren tiempos de inestabilidad, guerra y lucha en este mundo global y Asia Central probablemente sea uno de los puntos del planeta donde se están acumulando más tensiones e intereses enfrentados, donde el pasado pesa mucho y Afganistán es uno de ellos. Una región donde las superpotencias tienen tantos intereses en juego, pero donde sus diferentes pueblos y etnias sufren las consecuencias.
[1] Mudjahidin: Es el plural del término mudjahid, el que lucha en la yihad (o guerra santa) y está dispuesto al martirio.
[2] “Talib” en singular, “talibán” en plural, se refiere a los “estudiantes religioso” de las madrassas (escuelas teológicas).
Un pensamiento en “Afganistán ¿un cubo de Rubik sin solución?”