El pasado domingo se alinearon todos los astros para que se dieran unos resultados electorales que han cogido con el pie cambiado a más de un analista y tertuliano, aunque el foco mediático lo intenten dirigir en función de sus intereses mediáticos.
Las elecciones al Parlamento vascongado eran un tanto extrañas. La imposibilidad de realizarse en abril a causa del confinamiento y algunos hechos acaecidos en los meses precedentes (sentencia del caso De Miguel, vertedero de Zaldibar y una cuestionada gestión sanitaria) generaban algunas dudas acerca de la respuesta que pudiera dar el electorado en las urnas. Para rematar la situación el brote de Ordizia y la prohibición de ejercer el derecho al voto a las personas infectadas en esa localidad por el COVID-19 no dejaba de ser la guinda a toda esta situación vivida.
De los resultados que se han dado el pasado domingo se pueden sacar algunas conclusiones que nos tienen que servir para interpretar los futuros movimientos políticos.
La primera conclusión es que hay un ganador indiscutible: el PNV, pero si se profundiza en los resultados, esa victoria no es tan brillante como a simple vista pudiera parecer. El primer dato es bastante elocuente, el PNV pierde casi 49 mil votos. Esta paradoja de subir en porcentaje y escaños aun habiendo tenido esta fuga de votos tiene una explicación sencilla. El resto de los partidos, a excepción de EH Bildu, tiene una sangría similar o mayor de votos. Después de haber visto estos resultados es más fácil de entender la estrategia durante los últimos días de campaña del PNV y las declaraciones de algunos de los líderes jeltzales, sobre todo, del presidente del EBB, Andoni Ortuzar. No las tenían todas consigo y se concentraron en realizar un llamamiento a sus simpatizantes para que no dejaran de votar. No cabe duda que manejaban ciertos datos que les podían generar algunas dudas al respecto. Ahora bien, sus 31 escaños le dan una posición muy cómoda para ser el eje de cualquier acuerdo de gobierno, porque un hipotético acuerdo entre EH Bildu, PSOE y Elkarrekin Podemos, a día de hoy, es ciencia ficción.
Los resultados señalan que hay un partido que no sólo ha mejorado sus anteriores resultados, sino que ha obtenido un resultado histórico. Es el caso de EH Bildu. Pero sin duda, ese resultado tiene mucho más valor, aun si cabe, porque ninguna encuesta le daba el resultado cosechado y a muchos analistas políticos les ha descolocado sus esquemas. En una campaña tan extraña en la que no se han podido hacer actos multitudinarios, ha sabido trabajar a pie de obra. Algunos titulares de la prensa española han puesto el foco en que la formación independentista ha tocado techo. La lectura que se debe de realizar es de forma inversa. Si con un incremento de la abstención ha incrementado sus votos en algo más de 23 mil papeletas, no cabe la menor duda que tiene un suelo firme gracias a un electorado fiel, lo único que le falta es mirar hacia arriba.
A partir de aquí el resto de los partidos han tenido unos resultados que se pueden calificar de mediocres en el caso del PSOE, catastróficos en el caso de Elkarrekin Podemos y por lo que respecta a la pomposa coalición PP-Cs les ha pasado por encima un tsunami devastador.
EL PSOE de Idoia Mendia ha tenido el dudoso honor de obtener los segundos peores resultados de la historia de este partido en la elecciones autonómicas. Las encuestas le habían tratado bastante mejor que el resultado obtenido en las urnas. Han ganado un escaño gracias, única y exclusivamente, a que otros partidos han tenido una caída mucho mayor. No han rentabilizado ni haber pertenecido al gobierno de coalición con el PNV ni que su partido sea el inquilino de La Moncloa, hecho que siempre tiene un efecto de atracción de votantes.
La clave puede ser que la ciudadanía de la Comunidad Autónoma Vasca (CAV) ha sido crítica con la gestión que ha realizado el PSOE desde el Gobierno Central durante el confinamiento. La deriva jacobina de recentralizar competencias recogidas en el Estatuto de Autonomía a través de los diferentes decretos de alarma ha tenido una respuesta nítida por parte de la ciudadanía vasca. Al fin y al cabo, esa recentralización no deja de ser más que la aplicación del 155 con guante de terciopelo.
Es necesario recordar las tensiones que en estos meses se han vivido entre los dos partidos que han gobernado en coalición el Gobierno Vasco a la hora de gestionar la situación generada por la pandemia. No están tan lejanas las críticas demoledoras que Iñigo Urkullu lanzaba a Pedro Sánchez durante el periodo de confinamiento. Todos esos desencuentros han servido para pasar factura a un PSOE que ha echado el resto realizando un desembarco de ministros en los diferentes actos electorales. Para finalizar, hay que tener presente el desgaste que ha podido sufrir el PSOE en el caso del vertedero de Zaldibar, porque a nadie se le debe escapa que el Consejero de Medioambiente en el Gobierno Vasco es Iñaki Arriola, del PSOE.
En el caso de Elkarrekin Podemos su caída es más sangrante. Los resultados que han obtenidos son dramáticos en todas sus variables. Pierden casi 55 mil votos y bajan casi un 4 por ciento. Todo esto se traduce en la pérdida de 5 escaños. Si la caída de Elkarrekin Podemos era un secreto a voces, pues todas las encuestas les auguraban una pérdida de apoyo electoral, los resultados reales han superado claramente las previsiones iniciales. Estos resultados de Elkarrekin Podemos son muy similares a los que cosechó Ezker Batua (Izquierda Unida) en las elecciones autonómicas de 1994 donde esta organización cosechó los mismos parlamentarios que en la actualidad. Esos resultados de EB fueron los mejores resultados de su corta historia.
Para entender esta caída por un precipicio es necesario realizar un repaso panorámico de los últimos cuatro años de Elkarrekin Podemos en la CAV. En 2016 Podemos elige como cabeza de cartel a una persona que no se le conocía actividad política alguna, pero su imagen en la carrera a Ajuria Enea podía reportarle una rentabilidad electoral. Pili Zabala, hermana de Joxi Zabala, víctima del GAL, fue la persona elegida. Todavía era la época de los golpes de efecto de Podemos. Pero, curiosamente, cuando se forma el grupo parlamentario de Elkarrekin Podemos fue apartada para ejercer la portavocía en el Parlamento de Vitoria y deciden colocar a alguien de la dirección del partido en la CAV. Esa decisión no dejó de ser un arrinconamiento de la cabeza de lista.
A finales de 2019, con la legislatura prácticamente acabada, Elkarrekin Podemos se rompe internamente a la hora de adoptar una posición ante los Presupuesto de la CAV para el año 2020. Los parlamentarios de Podemos llegan a un acuerdo con el Gobierno de coalición PNV-PSOE para sacar adelante los Presupuestos, pero los parlamentarios de IU y Anticapitalistas se oponen a ese acuerdo. Todo ello se trasluce en que el grupo parlamentario se parte y unos votan a favor y otros en contra. Esa imagen vislumbra a las claras que no hay una postura homogénea en la coalición, y una máxima en política es que el electorado castiga las divisiones internas.
El hecho que en febrero la dirección de Podemos Euskadi dimitiese en bloque al no salir elegida su candidata en las primarias para las elecciones autonómicas tampoco les ha ayudado a la hora de minimizar la caída y la imagen que se ha proyectado a la sociedad es que hay un control férreo desde la dirección de Madrid.
Y en este rosario de errores y torpezas, sin duda alguna, la imagen que ha dado Unidas Podemos no hace muchas semanas en relación con la creación de una comisión para investigar al GAL en el Congreso de los diputados ha sido uno de los episodios más lamentables de su corta historia y en el que su líder, Pablo Iglesias, ha sido el responsable máximo. Su negativa inicial a la creación de esa comisión y la respuesta que le dio a Pili Zabala, al decirle que “en este momento no era adecuado apoyar la comisión de investigación”, ha servido para que quede negro sobre blanco el maquiavelismo político que se gasta el líder de Podemos. Pero como en otras ocasiones, al percatarse del error, rectifican, cambian de opinión, pero la patita ya la había enseñado y si no había quedado claro, ya se encargó Echenique de escribir un tuit bastante lamentable. Cuando uno se convierte en el Partido Veleta, emulando a Ciudadanos, sobre todo en la época de Rivera, pasa lo que tiene que pasar, que la ciudadanía te acaba dando la espalda.
No se puede pasar por alto el papel que ha jugado Unidas Podemos a lo largo del estado de alarma. Ha sido colaborador necesario de la recentralización de competencias. Su federalismo y y respeto a las naciones del Estado español no deja de ser más que una idea un tanto hueca que se queda en pura retórica.
A esto hay que añadir que la hoja de servicios de los ministros de Unidas Podemos no es como para sacar pecho. La ministra de Trabajo ha sido incapaz de sacar adelante una materia de su competencia como es la derogación de la reforma laboral y han incumplido el acuerdo que firmaron PSOE y UP con EH Bildu para su derogación. Este hecho la ciudadanía lo percibe como una manifiesta incapacidad política.
A nivel global la derecha extrema y la extrema derecha han cosechado un rotundo fracaso en estas elecciones. Se presentaban en dos listas electorales y entre ambas se han quedado en 6 escaños. Sin duda alguna son, junto con los resultados de las elecciones autonómicas de 1986, los peores resultados que ha obtenido la derecha española.
La coalición PP-Cs ha sido un fiasco y se ha vuelto a demostrar, una vez más, que en política dos más dos no siempre son cuatro, también pueden ser tres y en este caso el batacazo se ha traducido en una caída se casi 69 mil votos y la pérdida de 4 escaños. La mayor parte de los votos que obtuvieron en 2016 les han dado la espalda y un porcentaje pequeños se les han ido a VOX. El problema de los herederos políticos del franquismo es que las formas de hacer política en el barrio Salamanca o en la España profunda no dan los mismos resultados ante la sociedad vasca. Su estrategia no les ha dado resultado ni el municipio de Getxo, buque insignia de la aristocracia de Neguri, que han quedado por debajo del PNV y de EH Bildu.
El discurso de esta derecha que bordea la extrema derecha tiene una finalidad muy clara. No va dirigido a la sociedad vasca, es un discurso pensado para que resuene en el resto del Estado español y, sobre todo, en aquellos lugares donde estas formas de hacer política les da grandes réditos electorales. La derecha española sigue a pie de la letra el discurso de FAES, Aznar, Mayor Oreja, María San Gil e Iturgaiz, en esa carrera que tiene con VOX para ver quién de los dos es más de extrema derecha y la ocurrencia más descabellada es bien recibida en Toledo, aunque ese discurso sea un fracaso en Euskal Herria. El problema que tiene esa estrategia para el PP y Cs es que el votante de derechas entre la copia y el original siempre va a elegir el original y acaba votando a la extrema derecha pura y dura.
El resultado de VOX no debería de extrañar a nadie. La obtención de un escaño por el territorio alavés era algo previsible por varias circunstancias.
Desde la óptica legal, la legislación electoral vasca exige un tres por ciento para poder obtener representación parlamentaria, a diferencia de la legislación estatal que ese porcentaje lo eleva al cinco por ciento. Es un factor que beneficia a las pequeñas formaciones políticas, como es el caso de VOX. Para obtener el escaño de Álava no ha necesitado obtener ni cinco mil votos en ese territorio. Es fundamental tener presente que los tres territorios tienen el mismo número de escaños, 25 cada uno de ellos. Esta circunstancia lleva a que en Gipuzkoa el único escaño que ha obtenido la coalición PP-Cs ha sido con casi 14 mil votos y en Bizkaia, con algo más de 30 mil sufragios, sólo ha conseguido otro.
Desde una óptica más sociopolítica, la extrema derecha siempre ha estado presente en el Estado español y Euskal Herria no es una excepción. Era un sector importante dentro del PP. No eran cuatro nostálgicos del franquismo. Lo que ha sucedido es que durante mucho tiempo se ha sentido cómoda primero en Alianza Popular y luego en el Partido Popular. Ambos partidos fueron fundados por exministros franquistas y el régimen del 78 en ningún momento ha puesto en peligro los privilegios de los que han gozado y siguen gozando. Cuando estos elementos más ultras han visto peligrar en cierta forma algunos de sus privilegios, es cuando han decidido salir del armario y sacar en público su perfil más franquista. El PP ha dejado de satisfacer sus necesidades y se ven lo suficientemente fuertes para poner en marcha su proyecto político.
Otro de los factores que le ha reportado algunos votos del espectro de la derecha es lo sucedido durante la campaña electoral. Los actos de VOX han suscitado un rechazo frontal por parte de la población y VOX ha sido perfectamente consciente de ello. Por ello, su estrategia ante el electorado de derechas se ha fundamentado en todo momento en dar una imagen de víctima frente a la otra candidatura que le hacía la competencia.
Estos resultados han servido para que no haya lugar a dudas que los partidos abertzales superan cualquier mayoría cualificada dentro de la sociedad de la CAV, pero el régimen puede estar tranquilo, porque ni el PNV tiene intención alguna de cuestionar el status quo actual y el PSOE está deseoso de reeditar el actual pacto de gobierno para seguir apuntalando el régimen del 78.
El PSOE es una máquina electoral que necesita estar en el gobierno, por ello le ha faltado tiempo para ofrecerse como socio al PNV y éste, a su vez, no tiene ningún deseo de modificar su estrategia y de iniciar un proceso en que se ponga fin al actual marco jurídico-político.
El proyecto de nuevo Estatuto seguirá durmiendo el sueño de los justos, porque su actual y futuro socio, el PSOE, se opone frontalmente a cualquier cambio que conlleve el cambiar el modelo actual y el PNV tampoco quiere incomodar a sus socios de gobierno. Ambos partidos tienen intereses comunes y se necesitan el uno al otro.
Un acuerdo entre el PNV actual y EH Bildu es imposible por muchos motivos. A la falta de voluntad política para cambiar el actual marco hay que añadir que el modelo de sociedad que defiendan ambas formaciones es antagónico.
Un acuerdo entre las tres fuerzas de izquierdas no tiene visos de viabilidad por varios motivos. El primero es muy claro. El PSOE nunca va a votar a un lehendakari de la izquierda abertzale, aunque este le doble en votos y escaños, como ocurre en al actualidad. Sin ir más lejos, el año pasado el PSOE prefirió que el alcalde de Iruñea sea de la derecha navarra más recalcitrante en vez de la izquierda abertzale, ahora no va a ser una excepción. Pero si entramos en contenidos tampoco es factible un acuerdo de esta naturaleza teniendo como socio a un partido que día tras día está adoptando medidas liberales y recentralizadoras desde el Gobierno Central. Es buscar la cuadratura del círculo y quizás sea eso lo que le está pasando al actual gobierno de Madrid.
Si bien es verdad que ha habido movimientos en el tablero político vasco en el que han salido fortalecidas las fuerzas abertzales y de izquierda, a corto-medio plazo el régimen puede dormir tranquilo porque no ve peligrar su posición. Es lo que tiene la democracia parlamentaria, que lo reflejado en las urnas tiene una importancia relativa.