El próximo día
3 de marzo se cumplirán cuarenta y tres años de los sucesos de Vitoria-Gasteiz.
Los hechos trágicos que ese día se produjeron son de sobra conocidos, aunque si
hay alguien que, a día de hoy los desconozca, realizaré un breve resumen. El
proceso de la Reforma política desde un primer momento se encargó de forma
premeditada que estos hechos, como otros muchos, cayesen en el olvido con la
finalidad de hacer un lifting al franquismo (no olvidemos que estos sucesos
sucedieron tres meses después de la muerte de Franco) y al posfranquismo para
iniciar un proceso de reescritura de la historia en el momento oportuno. De esa
forma intento contribuir, de forma modesta, a que estos hechos no queden en el
olvido y sirvan como testimonio a la hora de hacer el relato histórico de esa
época; porque un pueblo que olvida su pasado
está condenado a repetirlo.
El día 3 de
marzo de 1976 se había convocado la tercera huelga general que paralizó
totalmente la ciudad de Vitoria-Gasteiz, producto de las luchas obreras que se
estaban dando en esas fechas. La clase trabajadora de esta ciudad llevaba más
de dos meses de huelga y movilizaciones, con anterioridad ya había habido dos
días de huelga general. El día 3 de marzo Vitoria-Gasteiz amaneció con la
convocatoria de la tercera huelga general con la total paralización de la
actividad en la ciudad. Antes de que sucedieran los graves acontecimientos en el
barrio de Zaramaga ya se habían producido algunos enfrentamientos con la
policía, habiendo habido algunos manifestantes heridos de bala. Pero eso no era
nada comparado con lo que iba a ocurrir ese mismo día a las 5 de la tarde. A esa hora había convocada una asamblea
general informativa de trabajadores de la ciudad en la iglesia de San Francisco
de Asís en el barrio de Zaramaga. Las asambleas se realizaban en las iglesias
al ser un lugar seguro pues, según el Concordato que tenía el Estado español
con la Santa Sede, la policía no podía entrar en los templos religiosos y los
párrocos de los barrios obreros solían permitir este tipo de reuniones. La
policía de forma deliberada dejó que se llenase la iglesia. En ella había
alrededor de cinco mil personas y un número superior en el exterior. Una vez
que se estaba realizando la asamblea en el interior del templo la policía
intentó desalojar la iglesia, acción que fue impedida por el párroco. A partir
de este momento la policía utilizó gases lacrimógenos lanzándolos al interior de templo y también utilizó armas
de fuego para reprimir a las personas que salían despavoridas del interior de
la iglesia. Como consecuencia de la brutal represión murieron cinco
trabajadores. Todos por disparos de bala que fueron efectuados por la policía
armada. Las conversaciones de la policía por la emisora no dejaron lugar a
dudas: “¡J-3 para J-1! Manden fuerza para
aquí. Ya hemos disparado más de mil tiros.- ¿Cómo está por ahí el asunto?-Te
puedes figurar, después de tirar más de mil tiros y romper la iglesia de San Francisco…
Te puedes imaginar cómo está la calle y cómo está todo.- ¡Muchas gracias, eh!
¡buen servicio! -dile a Salinas, que hemos contribuido a la paliza más grande
de la historia. Aquí ha habido una masacre. Cambio.- De acuerdo, de acuerdo.-
Pero de verdad: una masacre”. Esta masacre inspiró a Lluis Llach para
componer el tema “Campanades a morts” en homenaje a los cinco asesinados.
La respuesta a
estos gravísimos hechos fueron jornadas de huelgas y protestas que se
extendieron a todo Euskal Herria y a otros puntos del Estado español. Como
consecuencia de esas protestas hubo dos muertos más: uno en Basauri (Bizkaia) y
otro en Tarragona (Cataluña) por disparos de la policía.
Pero las
preguntas que nos debemos hacer son: ¿Cómo se llegó a esa situación?, ¿cuál era
la dinámica que seguía el movimiento obrero en esos momentos?, ¿La represión
que ejerció el gobierno de Arias Navarro fue casual o, por el contrario, tenía
una finalidad concreta?
Para contestar
a la primera pregunta esta situación hay que enmarcarla dentro del Proceso de
Reforma que se estaba viviendo en el Estado español. No hacía ni cuatro meses
que Franco había muerto y el Estado español estaba inmerso en una crisis
económica que se venía arrastrando desde hacía varios años. Era la famosa
crisis del petróleo a la que en el Estado español había que añadir la crisis
estructural y política que se estaba viviendo. Eran las consecuencias del Plan
de Estabilidad franquista. El Gobierno había aprobado un decreto de congelación
salarial y en ese momento los únicos representantes legales de los trabajadores
eran los enlaces y jurados sindicales pertenecientes al Sindicato Vertical.
Ello llevó a los trabajadores a organizarse entorno a una Plataforma
reivindicativa para iniciar un proceso de lucha que desembocó en las huelgas en
los primeros días de enero de ese año con una tabla de reivindicaciones. Una
vez que se inicia la huelga, la patronal responde con despidos. A partir de ese
momento se inicia la organización de un movimiento obrero que será el motor de
las luchas que se dieron en todas las fábricas de la ciudad y que acabaría
desembocando en los sucesos del día 3 marzo.
Por lo que
respecta a la segunda pregunta: ¿Cuál era la dinámica que seguía el movimiento
obrero en esos momentos? Hay que recordar que en las postrimerías del
franquismo, y cuando empieza a dar los primeros pasos el proceso de reforma
política, en Euskal Herria se estaba viviendo un movimiento asambleario de gran
importancia en diferentes campos. La clase trabajadora se estaba organizando en
asambleas, lo que venía a ser una negación de la legalidad existente, pues se
organizaban y negociaban al margen de los representantes sindicales del
Sindicato Vertical, pero, sin duda alguna, lo más importante es que los
sindicatos de trabajadores, que en ese momento eran ilegales, son superados por
la organización obrera desde la base. Este movimiento asambleario que se daba
en las fábricas, barrios, etc… tendrá una importancia fundamental porque estas
luchas obreras asamblearias superaron las reivindicaciones del tipo salarial
para convertirse en una lucha global en la que se planteaban reivindicaciones
de mayor calado. Pues bien, en este contexto hay que entender la lucha que
llevaron los trabajadores y trabajadoras de Vitoria-Gasteiz. Las asambleas de
fábrica se vieron superadas por las asambleas del conjunto de fábricas,
asambleas de mujeres de obreros en paro, asambleas de barrio, etc. Era un
proceso acumulativo en el que la lucha se adueñaba de todos los aspectos de la
vida, un puro ejercicio de contrapoder popular. Todo un movimiento que
desbordaba a los partidos y sindicatos democráticos que luchaban en la
clandestinidad.
A final del
franquismo en Euskal Herria se vivía una eclosión de organizaciones políticas y
sindicales con un grado muy grande de heterogeneidad y gran riqueza ideológica
y organizativa que contribuyó, sin lugar a dudas, a que las diferentes vanguardias
políticas delegasen el poder en las asambleas. Vitoria-Gasteiz no fue el único
lugar donde se dieron experiencias similares. En el entorno de Donostia, Valle
del Urola, Alto Deba, zona industrial de Pamplona, etc… hubo experiencias donde
la lucha obrera, a través de las asambleas, tuvieron una importancia muy
importante pues se erigieron en representantes de los trabajadores a la hora de
negociar con la patronal y de globalizar las diferentes luchas (laborales,
sociales, urbanas, ecologistas) con una finalidad: deslegitimar el Régimen
político existente. En este periodo la incidencia de las organizaciones que
posteriormente han sido legitimadoras del proceso de Reforma (UGT, CCOO, PSOE,
PCE y PNV) era mínima.
Todo esto nos
lleva a dar respuesta a la última pregunta que he realizado ¿La represión que
ejerció el gobierno de Arias Navarro fue casual o, por el contrario, tenía una
finalidad concreta?
Sin duda
alguna el Régimen no actuó de forma casual. Sabía lo que se jugaba en el
conflicto existente en Vitoria-Gasteiz. La lucha de la clase obrera superaba
las meras reivindicaciones salariales producto de la pérdida de poder
adquisitivo de las capas populares para realizar una serie de exigencias mucho más
amplias (desde la reducción de la jornada laboral, días de vacaciones, edad de
jubilación, etc…). Habían deslegitimado y negado la representatividad de los
representantes sindicales del Régimen y el modelo organizativo (asambleario)
era el embrión de algo que el Régimen no iba a tolerar: la creación de
contrapoder popular.
Son diáfanas
las palabras del que en ese momento era ministro de Gobernación, Manuel Fraga.
Frases como “Fue el punto más alto de la
presión intentada por la izquierda en la calle para formar un Gobierno
provisional como en 1931” o “aquello
de Vitoria había que aplastarlo porque estaba dirigido por dirigentes que
manipulaban a la clase trabajadora y eran pequeños soviets que se estaban
gestando y había que extinguirlos”. Tampoco debe de pasar
desapercibido que el proceso de industrialización en Álava, entorno a la capital,
era reciente si lo comparamos con el resto de Euskal Herria. Este proceso se
inicia en la década de los 50 del siglo XX, lo que conllevó una llegada de mano
de obra inmigrantes de otras zonas del Estado español que no tenían una
experiencia en conflictos laborales ni en luchas de este tipo. Este dato
tampoco pasa desapercibido al Régimen que quiere cortar de raíz cualquier
conflicto de estas características para que no quedara lugar a dudas quien
tenía el monopolio del poder coercitivo. Por tanto, es un intento de intimidar
y domesticar a la incipiente lucha obrera que surge en esta ciudad, para que no
se convierta en otro foco de resistencia al proceso de metamorfosis del Régimen
franquista.
Vitoria-Gasteiz fue símbolo de la victoria y
derrota del movimiento asambleario. Victoria por todo el proceso histórico
acumulativo que llevó a que las protestas asamblearias desbordaran la fábrica
para adueñarse de todos los aspectos de la vida, realizando un ejercicio de contrapoder
popular. Derrota porque esta experiencia naufragó en tanto en cuanto a
corto-medio plazo se acabó imponiendo la política sindical de las organizaciones
sindicales que un año después firmaron con el régimen los Pactos de la Moncloa.
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