Olvidaron que los muertos tienen vivos y los vivos memoria

Hay una placa sencilla en una de las columnas del Ayuntamiento de Olite (Navarra) en la que da se puede leer la frase que da título a esta reseña y que recoge el nombre de 50 asesinados tras el golpe militar del 18 julio de 1936.

Para quien no conozca Olite: es un pueblo situado en la Navarra Media, al sur de Tafalla, que en la actualidad no supera los 4.000 habitantes y que cuando se produjo el golpe militar apenas tenía 3.000 habitantes. Esto quiere decir que los sublevados asesinaron a más del uno por ciento de la población, en un territorio donde no hubo ni un kilometro de frente de batalla.

En la merindad de Estella (Navarra) hay un pueblo que se llama Sartaguda, pero que es conocido por el pueblo de las viudas. No es necesario que profundice más sobre el sobrenombre. En esta localidad se dio una tasa de 67,6 asesinatos por cada 1.000 habitantes y según los estudios que se han realizado calculan que asesinaron al 40% de los votantes masculinos del Frente Popular.

En agosto de 1936, los falangistas y requetés detuvieron a Maravillas Lamberto Yoldi de 14 años de edad y a su padre en la localidad de Larraga. Ambos fueron asesinados, pero previamente violaron a Maravillas Lamberto en las dependencias del Ayuntamiento. Todo fuera por la cruzada  para imponer el nacional-catolicismo.

Podría seguir recordando los asesinados que fueron tiraados por los precipicios de la Sierra de Urbasa o los que se quedaron en las cunetas de los caminos que recorren el Viejo Reino, pero esa labor ya la han realizado y de forma muy meritoria otras personas que a través de magníficos trabajos de investigación han publicado un elenco de obras y publicaciones que nos han ayudado a hacer una composición de lugar de lo que pasó en los meses siguientes al golpe militar de julio de 1936.

En Navarra la represión se cebó con socialistas, comunistas, anarquistas, nacionalistas y con todo aquel que tuviera algún gen demócrata en su ADN. Para ello Navarra fue uno de los epicentros del golpe militar. La II República no tuvo mejor ocurrencia que para alejar al golpista Mola de Madrid y que no pudiera conspirar desde la capital, lo nombró gobernador militar de Navarra al mando de la 12ª Brigada de Infantería. El lugar perfecto para que pudiera organizarse y coordinarse con los requetés navarros que llevaban tiempo preparándose como organización paramilitar, introduciendo armamento suministrado por los fascistas italianos a través de Bera y de todo el Pirineo navarro. Ya unos días antes a que se produjese la sublevación Dolores Ibarruri informó de todos estos hechos a Casares Quiroga, Presidente del Gobierno. El alcalde de Estella durante la II República, el nacionalista vasco Fortunato de Aguirre, también avisó en diversas ocasiones de las actividades de Mola y los requetés, llegando a hablar con Casares Quiroga pero para variar, los republicanos seguían en babia.

Los siguientes 40 años tampoco fueron de color de rosa para todos aquellos navarros y navarras que con inquietudes políticas querían luchar en contra de la ilegalidad establecida mediante el golpe militar y para ello Navarra tiene otro record en lo concerniente a la represión. Un hijo del pueblo de Uxue, localidad de la Navarra Media, Jacinto Ochoa Marticorena, tiene el “privilegio” de haber sido el preso político que más años estuvo en las cárceles franquistas. 26 años y 10 meses. Previamente tuvo dos condenas de muerte, que le fueron conmutadas por largas penas ¿delito? ser militante comunista y haber luchado contra el fascismo.

No cabe ninguna duda que la represión fue brutal en todo el Estado, pero en un día tan señalado como hoy he querido hacer este comentario de lo que supuso en Navarra porque tengo la sensación que las demás autonomías perciben a Navarra como una comunidad conservadora, tradicional. Igual tengo una percepción equivocada, pero la he experimentado en varias ocasiones. Lo que ocurre es que, desde la muerte del dictador, en Navarra ha habido algunas personas que aunque se definen como de izquierdas, sólo han sido unos colaboradores de los herederos de la represión franquista, todo ello para no dejar de ser un pilar del Régimen heredero del franquismo.

Sin embargo Navarra ha sido una tierra de luchadores por la libertad mucho antes que se creara el Reino de Navarra. Desde que los vascones sacaran a pedradas y palos a las huestes de Carlo Magno a su paso por el collado de Ibaeta (Roncesvalles) allá por año 778, pasando por la lucha por defender al Viejo Reino de la invasión castellana, manteniendo viva su llama para evitar la asimilación, por no hablar de las guerras carlistas en la defensa de los derechos históricos de Navarra., la lucha por la defensa del comunal y del campesinado navarro saliendo al paso de las tropelías de hacendistas explotadores.

Por eso, hoy, día 18 de julio, quitando las localidades que celebren la onomástica de Santa Marina, no hay nada que celebrar y mucho que recordar porque como bien dice la placa que hay en el Ayuntamiento de Olite “Olvidaron que los muertos tienen vivos y los vivos memoria”.

En recuerdo de los sucesos del tres de marzo de 1976 en Vitoria-Gasteiz

El próximo día 3 de marzo se cumplirán cuarenta y tres años de los sucesos de Vitoria-Gasteiz. Los hechos trágicos que ese día se produjeron son de sobra conocidos, aunque si hay alguien que, a día de hoy los desconozca, realizaré un breve resumen. El proceso de la Reforma política desde un primer momento se encargó de forma premeditada que estos hechos, como otros muchos, cayesen en el olvido con la finalidad de hacer un lifting al franquismo (no olvidemos que estos sucesos sucedieron tres meses después de la muerte de Franco) y al posfranquismo para iniciar un proceso de reescritura de la historia en el momento oportuno. De esa forma intento contribuir, de forma modesta, a que estos hechos no queden en el olvido y sirvan como testimonio a la hora de hacer el relato histórico de esa época; porque un pueblo que olvida su  pasado está condenado a repetirlo.

El día 3 de marzo de 1976 se había convocado la tercera huelga general que paralizó totalmente la ciudad de Vitoria-Gasteiz, producto de las luchas obreras que se estaban dando en esas fechas. La clase trabajadora de esta ciudad llevaba más de dos meses de huelga y movilizaciones, con anterioridad ya había habido dos días de huelga general. El día 3 de marzo Vitoria-Gasteiz amaneció con la convocatoria de la tercera huelga general con la total paralización de la actividad en la ciudad. Antes de que sucedieran los graves acontecimientos en el barrio de Zaramaga ya se habían producido algunos enfrentamientos con la policía, habiendo habido algunos manifestantes heridos de bala. Pero eso no era nada comparado con lo que iba a ocurrir ese mismo día a las 5 de la tarde.  A esa hora había convocada una asamblea general informativa de trabajadores de la ciudad en la iglesia de San Francisco de Asís en el barrio de Zaramaga. Las asambleas se realizaban en las iglesias al ser un lugar seguro pues, según el Concordato que tenía el Estado español con la Santa Sede, la policía no podía entrar en los templos religiosos y los párrocos de los barrios obreros solían permitir este tipo de reuniones. La policía de forma deliberada dejó que se llenase la iglesia. En ella había alrededor de cinco mil personas y un número superior en el exterior. Una vez que se estaba realizando la asamblea en el interior del templo la policía intentó desalojar la iglesia, acción que fue impedida por el párroco. A partir de este momento la policía utilizó gases lacrimógenos lanzándolos  al interior de templo y también utilizó armas de fuego para reprimir a las personas que salían despavoridas del interior de la iglesia. Como consecuencia de la brutal represión murieron cinco trabajadores. Todos por disparos de bala que fueron efectuados por la policía armada. Las conversaciones de la policía por la emisora no dejaron lugar a dudas: “¡J-3 para J-1! Manden fuerza para aquí. Ya hemos disparado más de mil tiros.- ¿Cómo está por ahí el asunto?-Te puedes figurar, después de tirar más de mil tiros y romper la iglesia de San Francisco… Te puedes imaginar cómo está la calle y cómo está todo.- ¡Muchas gracias, eh! ¡buen servicio! -dile a Salinas, que hemos contribuido a la paliza más grande de la historia. Aquí ha habido una masacre. Cambio.- De acuerdo, de acuerdo.- Pero de verdad: una masacre”. Esta masacre inspiró a Lluis Llach para componer el tema “Campanades a morts” en homenaje a los cinco asesinados.

La respuesta a estos gravísimos hechos fueron jornadas de huelgas y protestas que se extendieron a todo Euskal Herria y a otros puntos del Estado español. Como consecuencia de esas protestas hubo dos muertos más: uno en Basauri (Bizkaia) y otro en Tarragona (Cataluña) por disparos de la policía.

Pero las preguntas que nos debemos hacer son: ¿Cómo se llegó a esa situación?, ¿cuál era la dinámica que seguía el movimiento obrero en esos momentos?, ¿La represión que ejerció el gobierno de Arias Navarro fue casual o, por el contrario, tenía una finalidad concreta?

Para contestar a la primera pregunta esta situación hay que enmarcarla dentro del Proceso de Reforma que se estaba viviendo en el Estado español. No hacía ni cuatro meses que Franco había muerto y el Estado español estaba inmerso en una crisis económica que se venía arrastrando desde hacía varios años. Era la famosa crisis del petróleo a la que en el Estado español había que añadir la crisis estructural y política que se estaba viviendo. Eran las consecuencias del Plan de Estabilidad franquista. El Gobierno había aprobado un decreto de congelación salarial y en ese momento los únicos representantes legales de los trabajadores eran los enlaces y jurados sindicales pertenecientes al Sindicato Vertical. Ello llevó a los trabajadores a organizarse entorno a una Plataforma reivindicativa para iniciar un proceso de lucha que desembocó en las huelgas en los primeros días de enero de ese año con una tabla de reivindicaciones. Una vez que se inicia la huelga, la patronal responde con despidos. A partir de ese momento se inicia la organización de un movimiento obrero que será el motor de las luchas que se dieron en todas las fábricas de la ciudad y que acabaría desembocando en los sucesos del día 3 marzo.

Por lo que respecta a la segunda pregunta: ¿Cuál era la dinámica que seguía el movimiento obrero en esos momentos? Hay que recordar que en las postrimerías del franquismo, y cuando empieza a dar los primeros pasos el proceso de reforma política, en Euskal Herria se estaba viviendo un movimiento asambleario de gran importancia en diferentes campos. La clase trabajadora se estaba organizando en asambleas, lo que venía a ser una negación de la legalidad existente, pues se organizaban y negociaban al margen de los representantes sindicales del Sindicato Vertical, pero, sin duda alguna, lo más importante es que los sindicatos de trabajadores, que en ese momento eran ilegales, son superados por la organización obrera desde la base. Este movimiento asambleario que se daba en las fábricas, barrios, etc… tendrá una importancia fundamental porque estas luchas obreras asamblearias superaron las reivindicaciones del tipo salarial para convertirse en una lucha global en la que se planteaban reivindicaciones de mayor calado. Pues bien, en este contexto hay que entender la lucha que llevaron los trabajadores y trabajadoras de Vitoria-Gasteiz. Las asambleas de fábrica se vieron superadas por las asambleas del conjunto de fábricas, asambleas de mujeres de obreros en paro, asambleas de barrio, etc. Era un proceso acumulativo en el que la lucha se adueñaba de todos los aspectos de la vida, un puro ejercicio de contrapoder popular. Todo un movimiento que desbordaba a los partidos y sindicatos democráticos que luchaban en la clandestinidad.

A final del franquismo en Euskal Herria se vivía una eclosión de organizaciones políticas y sindicales con un grado muy grande de heterogeneidad y gran riqueza ideológica y organizativa que contribuyó, sin lugar a dudas, a que las diferentes vanguardias políticas delegasen el poder en las asambleas. Vitoria-Gasteiz no fue el único lugar donde se dieron experiencias similares. En el entorno de Donostia, Valle del Urola, Alto Deba, zona industrial de Pamplona, etc… hubo experiencias donde la lucha obrera, a través de las asambleas, tuvieron una importancia muy importante pues se erigieron en representantes de los trabajadores a la hora de negociar con la patronal y de globalizar las diferentes luchas (laborales, sociales, urbanas, ecologistas) con una finalidad: deslegitimar el Régimen político existente. En este periodo la incidencia de las organizaciones que posteriormente han sido legitimadoras del proceso de Reforma (UGT, CCOO, PSOE, PCE y PNV) era mínima.

Todo esto nos lleva a dar respuesta a la última pregunta que he realizado ¿La represión que ejerció el gobierno de Arias Navarro fue casual o, por el contrario, tenía una finalidad concreta?

Sin duda alguna el Régimen no actuó de forma casual. Sabía lo que se jugaba en el conflicto existente en Vitoria-Gasteiz. La lucha de la clase obrera superaba las meras reivindicaciones salariales producto de la pérdida de poder adquisitivo de las capas populares para realizar una serie de exigencias mucho más amplias (desde la reducción de la jornada laboral, días de vacaciones, edad de jubilación, etc…). Habían deslegitimado y negado la representatividad de los representantes sindicales del Régimen y el modelo organizativo (asambleario) era el embrión de algo que el Régimen no iba a tolerar: la creación de contrapoder popular.

Son diáfanas las palabras del que en ese momento era ministro de Gobernación, Manuel Fraga. Frases como “Fue el punto más alto de la presión intentada por la izquierda en la calle para formar un Gobierno provisional como en 1931” o “aquello de Vitoria había que aplastarlo porque estaba dirigido por dirigentes que manipulaban a la clase trabajadora y eran pequeños soviets que se estaban gestando y había que extinguirlos”. Tampoco debe de pasar desapercibido que el proceso de industrialización en Álava, entorno a la capital, era reciente si lo comparamos con el resto de Euskal Herria. Este proceso se inicia en la década de los 50 del siglo XX, lo que conllevó una llegada de mano de obra inmigrantes de otras zonas del Estado español que no tenían una experiencia en conflictos laborales ni en luchas de este tipo. Este dato tampoco pasa desapercibido al Régimen que quiere cortar de raíz cualquier conflicto de estas características para que no quedara lugar a dudas quien tenía el monopolio del poder coercitivo. Por tanto, es un intento de intimidar y domesticar a la incipiente lucha obrera que surge en esta ciudad, para que no se convierta en otro foco de resistencia al proceso de metamorfosis del Régimen franquista.

 Vitoria-Gasteiz fue símbolo de la victoria y derrota del movimiento asambleario. Victoria por todo el proceso histórico acumulativo que llevó a que las protestas asamblearias desbordaran la fábrica para adueñarse de todos los aspectos de la vida, realizando un ejercicio de contrapoder popular. Derrota porque esta experiencia naufragó en tanto en cuanto a corto-medio plazo se acabó imponiendo la política sindical de las organizaciones sindicales que un año después firmaron con el régimen los Pactos de la Moncloa.