Hay un libro del editorial Altaffaylla titulado “Navarra 1936 de la esperanza al terror”. Es una obra que se editó por primera vez 1986, cuando se cumplía el quincuagésimo aniversario de la sublevación fascista. En ese momento, lo de la memoria histórica, no dejaba de ser un trabajo residual de unos pocos historiadores, investigadores y personas comprometidas con su pueblo. En ese libro se relatan, entre otras cosas, la llegada de la Segunda República a Navarra, el triunfo del Frente Popular y el golpe de Estado de julio de 1936, acción que en Navarra fue dirigida por el general Mola. También se realiza un trabajo único en el que se investiga la represión que realizaron los sublevados con el asesinato de casi 3.000 navarras y navarros, violaciones y un sinfín de tropelías con el agravante que, en todo el territorio de Navarra, no hubo línea de frente. Todos los asesinatos y la represión fueron realizados en la retaguardia de la zona ocupada por los golpistas.
Detrás de este libro hay un trabajo de campo inmejorable. En 2018 sus autores han realizado una nueva edición actualizada y completada.
Todo esto lo traigo a colación después de los movimientos políticos que se acaban de dar hace pocos días en Navarra. No sé si ha sido el subconsciente o esa parte del cerebro donde se guardan los recuerdos y le ha dado por ponerse a trabajar, lanzándome de golpe este libro y lo que en él se relata.
Hace pocos días las derechas de Navarra: Unión del Pueblo Navarro, Partido Popular y Ciudadanos, han acordado presentarse a las elecciones generales y forales en una sola candidatura. Han cerrado un acuerdo electoral en el que, hasta la fecha, lo más importante ha sido el criterio para formar las listas electorales al Congreso, Senado y Parlamento Foral navarro. Además está el acuerdo de que los diputados de UPN apoyarán en el Congreso de los diputados la investidura del candidato del PP o de Ciudadanos, si este último es el que se presenta a la elección. Sin embargo no han facilitado ningún tipo de línea programática de la coalición. En este acuerdo han comentado sobre todo, debido al requerimiento de la prensa y de las críticas de los rivales políticos, que Ciudadanos no va a cuestionar una de las fobias políticas más importantes que tiene: el Régimen fiscal del Viejo Reino, regulado por el Convenio Económico y por el Cupo.
Más allá de esas declaraciones, muy genéricas, con el objetivo de salir del paso y evitar que se hubiera abierto un debate acerca de ese pacto, habría que preguntarse qué se esconde detrás de este acuerdo y para ello es fundamental conocer la historia reciente de Navarra.
No cabe duda de que Euskal Herria siempre ha sido un laboratorio político en el que se han dado todo tipo de estrategias y tácticas, por parte de los partidos que han apuntalado el Régimen del 78, pero Navarra lo ha superado con creces. Desde antes de la muerte de Franco, Navarra fue el lugar donde el Régimen se empeñó en que no se diera un cambio político, porque lo vislumbraba como un territorio sagrado a la hora de conservar las esencias franquistas. Hubo un intento de cerrar todas las ventanas para que no entrara aire fresco, para que lo más rancio del franquismo pudiera seguir respirando el olor a naftalina de un armario que llevaba 40 años sin abrirse. Los años de la mal llamada Transición fueron el ejemplo más diáfano de lo que representaba Navarra para esas élites, que después de los años de terror habían campado a sus anchas por el Viejo Reino. La represión que se dio en los años 70 en este territorio tenía una clara finalidad: demostrar quienes mandaban y dejar constancia de su poder incuestionable. Durante los años 1976 y 1977 se fueron dando una serie de acontecimientos que tuvieron como colofón los trágicos sucesos acaecidos en las fiestas de San Fermín de 1978, con el asesinato del militante de LKI-LCR, Germán Rodríguez. Es curioso que hayan tenido que pasar más de 40 años para que el informe que “nunca existió” haya visto la luz recientemente. En él se cuestiona la versión oficial sobre los hechos acaecidos en Pamplona en las fiestas de San Fermín de 1978.
No cabe duda que para que estas políticas pudieran perdurar en el tiempo, una vez de la llegada del Régimen del 78, hacía falta un colaborador necesario para que la balanza cayese hacia un lado, hacia el del franquismo de camisa azul y boina roja, barnizado con el término foral. Ese colaborador, sin duda, ha sido a lo largo de todo este tiempo el PSOE, a través de su sucursal en Navarra, el PSN, una vez que estos últimos abandonaron el Partido Socialista de Euskadi-PSOE, en una operación de puro trilerismo político. Este partido, que llegó al gobierno foral en 1983, decidió ponerse de perfil ante los herederos del franquismo y realizar políticas de espaldas a los sectores que decía representar. Así mismo aplicó un discurso diluido, etéreo, que sirve tanto para un roto como para un descosido. Era la época de Gabriel Urralburu como presidente del Gobierno de Navarra que, junto al Delegado de Gobierno en esa época, Luís Roldán, camparon a sus anchas. Fueron los tiempos de las comisiones a cuenta de la autovía de Leizarán y de lo que se terciara. Estábamos en la cultura del pelotazo. Decía en aquel entonces otro personaje de la tierra, Carlos Solchaga: “España es el país del mundo donde más rápido puede uno hacerse rico” ¡Qué tiempos aquellos! Luego ocurrió lo que tenía que ocurrir, que el votante, ante la confusión ideológica y política, acabó entregando el gobierno a UPN, la derecha más reaccionaria que hay en todo el Estado español. Es lo que ocurre cuando hay que elegir entre el original o la copia. Una derecha que habla de la foralidad pero que, durante 40 años, no se preocupó de recuperarla. Siendo los valedores del franquismo en Navarra, estaban más preocupados en dominar las estructuras políticas y económicas, además de tener controlado al pueblo a través de toda la red de caciques de la Comunidad Foral.
Pasaban los años y cada vez que había una ocasión para que se pudiera dar una alternativa a los gobiernos de la derecha neofranquista, ahí estaba el PSOE para poner palos en las ruedas. En 2007 hubo la posibilidad de llegar a un acuerdo entre Nafarroa Bai y PSN para desbancar a UPN pero ya se encargó José Blanco, secretario de organización del PSOE, de decir que tocaba facilitar el Gobierno de Navarra y la alcaldía de Pamplona a la derecha. Curiosamente, unos días antes, Alfonso Guerra había tenido una reunión con el mayor enemigo de la democracia en Navarra, Jaime Ignacio del Burgo. Éste le hizo ver a Alfonso Guerra que Navarra era una cuestión de Estado. Estas son las cosas que tiene el Régimen del 78, heredero de 40 años de franquismo, que hay “cuestiones de Estado” que están por encima del resultado de las urnas y de la voluntad de la ciudadanía. Hubo una segunda oportunidad en 2011, cuando las derechas de Navarra volvían a estar en minoría, pero el PSN optó por darse un tiro en el pie y entró en un gobierno de coalición con UPN, presidido por Yolanda Barcina. Si, la que cobraba dobles y triples dietas en Caja Navarra. Roberto Jiménez, líder efímero del PSN, una vez que es expulsado por los socios de ese gobierno de coalición, decide presentar una moción de censura contra la derecha navarra y ¿Qué es lo que ocurrió? Muy sencillo, que Rubalcaba le dijo que la retirara, dejando al PSN a los pies de los caballos. Otra vez más la esperanza de un cambio en Navarra se volvió a esfumar. Claro, estas cosas no suelen salir gratis y tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe y eso es lo que ocurrió en 2015. En mayo de ese año, en las elecciones municipales y forales se dieron todas las circunstancias necesarias para que se diese un cambio histórico, tanto en el Gobierno Foral como en el Ayuntamiento de Pamplona. Las fuerzas del cambio sumaron la representación suficiente para construir una mayoría absoluta sin tener que depender del PSN, habiendo obtenido este partido los resultados peores de su historia en Navarra. El día de la investidura de Uxue Barkos no sabría decir quienes tenían la cara más desencajada, la derecha navarra o los parlamentarios del PSN.
Estos cuatro años no han sido fáciles para revertir las políticas que se han hecho durante décadas en Navarra pero, sin duda alguna, se han puesto los cimientos para que se avance en ese sentido y los partidos del cambio han debido de ir por el buen camino cuando las derechas en Navarra han tomado el camino de 1933: crear la CEDA del siglo XXI, a falta de invitar a VOX a la fiesta en cuanto que los números lo requieran. Lo que está claro es que la derecha puede ser muchas cosas, pero nadie le gana en la defensa a ultranza de sus intereses como clase dominante, para ello pactan con quien sea y como sea. Se ha hablado de las diferencias que existentes entre UPN y Ciudadanos en lo concerniente al Convenio Económico y al Cupo, pero eso no deja de ser una minucia porque ¿Dónde ha estado UPN durante el tiempo que en La Moncloa estaba su socio Rajoy a la hora de reclamar la negociación del Convenio y del Cupo? Porque llegaron a boicotear la negociación entre el Gobierno navarro presidido por Uxue Barkos y el Gobierno del PP, con final feliz porque debido a las presiones del PNV (por eso de la aritmética parlamentaria y el cambio de cromos) consiguieron sacarlo adelante. Por tanto, ese tema no va a causarles ningún problema.
Tienen muchas cosas que les unen, desde apostar por la privatización de los servicios públicos, pasando por el abandono de la enseñanza pública en beneficio de la enseñanza privada, el apoyo sin límites al Opus, su universidad y sus negocios y trapicheando con todo tipo de prebendas. La persecución de la linguae navarrorum[1], volviendo a aplicar políticas en las que los navarros y navarras, según donde residan, no tengan el derecho a poder estudiar en la lengua que ellos elijan. Si ganan las derechas les faltará tiempo para fulminar la RGI (Renta de Garantía de Ingresos) para las personas más necesitadas y dilapidar el superávit que deja el actual gobierno y si pueden vuelven a traer a la cripta del Monumento a los Caídos de Pamplona los restos de los golpistas Mola y Sanjurjo, porque hay que recordar que sin tanto ruido mediático el Ayuntamiento de Pamplona logró exhumar los restos de los dos golpistas que estaban enterrados en dicho monumento. Claro que ha habido algunas cosas de las que uno no puede estar contento con el actual Gobierno, como es la actuación del Gobierno Foral con el gaztetxe[2] Maravillas, solicitando su desalojo. Pero estas son las cosas que suelen pasar en la izquierda que el grado de autoexigencia y de autocrítica muchas veces nos lleva a nuestra propia autodestrucción.
En esta
encrucijada se encuentra Navarra: Entre avanzar o desandar lo andado. Para ello
las fuerzas del cambio deberían de hacer un esfuerzo por llegar a una
confluencia y tejer un acuerdo que sirva de ejemplo para poder seguir avanzando
hacia una Navarra plural, en la que todas las sensibilidades se sientan cómodas
y así poder recuperar todo lo que no se
ha avanzado durante tantos años de gobierno de la derecha rancia navarra.
[1] Lengua de los navarros. Expresión medieval, empleada por Sancho el Sabio (1167) para designar el vascuence o euskera.
[2] Gaztetxe: (CSO) Centro Social Ocupado.