Todas las fichas ya están en el tablero político para afrontar unas nuevas elecciones que, se mire por donde se mire, podían haberse evitado. Sin embargo, el maquiavelismo de unos, la falta de visión a largo plazo de otros y la esquizofrenia de alguno, han llevado a una situación que no tiene marcha atrás. No cabe duda que el 10N va a traer sorpresas, quizás más de las que nos podamos imaginar, porque en política todo es posible.
Todo lo vivido en estos últimos meses se podría calificar como un cúmulo de despropósitos sino fuese porque en política las cosas no suceden porque sí. Un análisis sereno de lo vivido, nos deja una serie de ideas que pueden servir para poder afrontar el futuro a corto plazo.
En primer lugar, cuando se utiliza la palabra bloque progresista o bloque de izquierdas sólo se puede entender como expresión retórica para hacer un discurso político en el que se intente conectar con ese sector de la ciudadanía que se siente de izquierdas, pero cuando va a las urnas introduce la papeleta del PSOE, en un acto de fe, con el convencimiento que esas siglas representan algo dentro de la izquierda.
En el lado opuesto está el votante de izquierdas que tiene una imagen del PSOE que se encuentra en sus antípodas, pero que es consciente que la travesía del desierto conlleva recorrer el camino, en algunos momentos, de la mano de esa máquina electoral que se llama PSOE; el mismo que puede pasar más tiempo pidiendo ayuda a la derecha para que facilite un gobierno de Pedro Sánchez que sentando las bases de un gobierno que corrija la deriva neoliberal que ha sufrido la ciudadanía en los últimos 10 años.
Pero la batalla del relato se puede resumir de la siguiente forma: Una nula intención por parte del PSOE de negociar nada que no fuese un gobierno gratis total y así tener las manos libres para hacer las políticas a las que nos tiene acostumbrados cuando llega al poder. Siempre teniendo en mente el intentar no enfadar a la oligarquía financiera y empresarial. Y el desaprovechamiento de UNIDAS PODEMOS del momento de flaqueza del PSOE, cuando quedaron descolocados por la decisión de Pablo Iglesias de hacerse a un lado para llegar así a un acuerdo, fue una ocasión única de entrar en el Gobierno, aunque fuera con calzador. Cuando se desperdician ocasiones de este tipo lo que ocurre es que el rival político no te las vuelve a dar.
Otra cosa es que la ciudadanía que sólo se informa a través de los medios de comunicación convencionales tenga claro el relato, porque no nos olvidemos que la inmensa mayoría de la población no tiene una actitud proactiva a la hora de informarse. Se limita a recibir la información que le dan los grandes medios de comunicación. Lo de bucear y contrastar la información es una actividad de una minoría.
En todo este escenario, el tercer protagonista es Cs. No hay que olvidar que, en esta legislatura fallida, la suma del PSOE y CS en el Congreso daba mayoría absoluta y que en ningún momento utilizó esa aritmética para llegar a algún acuerdo de gobernabilidad con el PSOE, y erigirse en lo que tanto sueña Rivera, ser el partido líder de la oposición que facilita ciertos acuerdos de Estado. Este partido se encuentra sumido en una deriva entre el suicidio político y la esquizofrenia ideológica. Ha dejado pasar la mejor oportunidad que ha tenido para evitar unas elecciones y poder consumar lo que realmente quería el PSOE y sobre todo la CEOE y la oligarquía de este país: Un pacto entre estos dos partidos que sirviera para en lo político apuntalar el Régimen del 78 y en lo socioeconómico para no tocar las reformas neoliberales que se han llevado a cabo durante los diez últimos años. Por eso, viendo que Cs no se movía de su posición inmovilista, sumergido en una competición con sus socios, PP y VOX, en ver quien es más de extrema derecha, los poderes económicos se han pasado todo este periodo pidiendo al PSOE que no llegase a un gobierno de coalición con Unidas Podemos o que el mal menor fuera la repetición electoral. A esto hay que añadir que hace unos días se ha publicado la noticia que, en verano, Pedro Sánchez manifestó al jefe de la CEOE que no pensaba pactar un gobierno de coalición con Unidas Podemos. Está claro quien ha ganado la batalla ¿a alguien le quedaba alguna duda?
A priori esta situación lo único que generaba era un futuro negrísimo para la izquierda, y sobre todo, para todo lo situado a la izquierda del PSOE. Lo vivido en los últimos quince días se podría calificar como situación de pánico, porque en este barrizal empezamos a observar que en el 10N va a haber más de un perdedor.
En un principio se ha hablado de una gran abstención por parte del electorado de izquierdas y de una subida del PSOE en intención de voto, pero después de la irrupción de MÁS PAÍS, a día de hoy nada de todo lo dicho está claro. Lo que se dice clara solo hay una cosa. El PP va a obtener un resultado mejor que en abril, porque hacerlo peor es ya imposible. En el PP le deberían estar agradecidos eternamente al PSOE por esta repetición electoral. Un favor que solo se puede entender dentro de los fundamentos ideológicos que tienen todos los defensores del Régimen del 78, y sobre todo, en lo concerniente a recuperar el bipartidismo. Otra bocanada de oxígeno para que el Régimen se recupere.
Cs empieza a vivir su particular calvario y no porque las encuestas le vaticinen unos malos resultados. Su actitud de no colaborar en buscar una salida para un gobierno dócil, que evitara veleidades progresistas, le va a acarrear enemigos dentro en los poderes económicos y ya le ha generado problemas internos que a lo largo de los próximos meses, veremos si no van a más. No hay que olvidar que es un partido que si no tiene el apoyo de los poderes económicos y del establishment no es nadie.
Pero sin duda alguna, todos los análisis que se estaban realizando hasta ahora acerca de cuál podría ser el nuevo mapa político y la situación que estaba viviendo el centro izquierda, se han quedado obsoletos con la irrupción en este proceso electoral de un nuevo sujeto político: El partido liderado por Íñigo Errejón. Se había especulado mucho sobre este escenario, pero cuando se pasa de la especulación a la confirmación de la noticia todo el tablero político se recoloca de forma más o menos virulenta y esto trae consecuencias.
El primer efecto de la irrupción de MÁS PAÍS ha sido el de conseguir ser un revulsivo para toda la izquierda. Desde los que califican a Íñigo como un traidor y un peón del sistema, pasando por los que lo ven con buenos ojos siempre que desgaste a PODEMOS, porque piensan que puede ser un agente político más manejable que Podemos. Por otro lado está ese sector de la izquierda que estaba muy quemado por lo vivido en estos últimos meses y que dudaba entre quedarse en casa o votar con la nariz tapada y que ahora ha encontrado una nueva ilusión en este nuevo partido. Lo que está claro es que la irrupción de Más País no ha dejado indiferente a nadie. Este hecho tampoco ha pasado desapercibido para la derecha, porque si en algo le puede perjudicar es en la variable con la que jugaban, la gran abstención en la izquierda, que ahora puede no ser tan grande.
La aparición de este nuevo partido es un movimiento que tiene algunas lecturas, tiene como objetivo no dejar huérfano a ese votante de izquierdas que está sumido en el hartazgo de ver como se ha perdido una oportunidad histórica para que, por primera vez, la izquierda entre en el gobierno de este país. Quizás uno de los políticos que ha visto esta situación de forma más nítida es Gabriel Rufián, en algunas de las declaraciones que ha realizado.
La propuesta de sólo presentarse en las circunscripciones en las que tengan posibilidad de obtener representación institucional, sin restar dentro del bloque del centro izquierda, y de no presentarse en provincias poco pobladas, pidiendo de forma implícita el apoyo al PSOE o a Unidas Podemos, es un signo de prudencia y de no beligerancia hacia estas dos formaciones.
Una de las incógnitas más importantes es saber de dónde va a atraer más votos. Si en un primer momento se ha dicho que sería a costa de Unidas Podemos, realmente saldremos de dudas una vez que conozcamos los resultados electorales. No habría que descartar que uno de los partidos más damnificados con la irrupción de MÁS PAÍS sea el PSOE. La línea que ha seguido Sánchez y su entorno tiene un poco de estrategia suicida. Hay declaraciones que han realizado que son para enmarcarlas y guardarlas en el cajón de los disparates. Si las han escuchado con posterioridad puedo entender que ahora no duerman tranquilos. Tengo dudas de que esta estrategia le genere alguna rentabilidad al PSOE, por el contrario, creo que incrementa el hartazgo. A esto hay que añadir que, durante el debate de investidura, Sánchez se pasó más tiempo pidiendo a la derecha que le facilitara la investidura que intentando atraer a la izquierda. Poco ha tardado en renegar de la posición que le llevó a dimitir como secretario general del PSOE en 2016, para no facilitar la investidura de Rajoy, de la que hizo bandera para presentarse de nuevo a la secretaria del PSOE. Por todo este elenco de contradicciones puede ser que el electorado del PSOE en su gran mayoría no le dé la espalda a Sánchez, pero si le puede costar unos puñados de votos, lo suficientemente importantes como para que el PSOE no consiga el objetivo que busca con esta repetición electoral que es recuperar el peso que tenía en otras épocas en el espectro del centro-izquierda.