Nubarrones en el horizonte político de la izquierda

La victoria contundente que el PP ha obtenido en las elecciones autonómicas madrileñas está alertando la posibilidad de un cambio de ciclo político. Si nos guiamos por las encuestas que se están publicando, la derecha podría obtener una mayoría absoluta en el Congreso de los diputados.

Este nuevo panorama que hace unos meses parecía harto improbable, es producto de un desgaste del actual Gobierno de coalición que en poco menos de dos años ha sido incapaz de poner todos los medios para ejecutar el acuerdo de Gobierno que aprobaron en diciembre de 2019 y plasmarlo en una batería de leyes e iniciativas que sirvieran para dejar sin efecto la involución que fue la etapa del PP en el Gobierno de la mano de Mariano Rajoy.

El documento que firmaron en su día PSOE y Unidas Podemos (UP), sin ser la panacea, era lo suficientemente interesante como para poder avanzar en el camino de la recuperación de derechos fundamentales civiles y sociales. Este Gobierno durante el tiempo de legislatura que ha consumido debía de haber impulsado una batería de leyes e iniciativas que negociadas previamente con las formaciones políticas que posibilitaron su investidura, sirvieran para derribar toda la involución que se vivió durante la etapa neoliberal del PP.

Cierto es que los primeros meses de la pandemia trastocaron ese calendario de actuaciones y hasta se podría admitir que el Ministerio de Trabajo diese prioridad a toda esa batería de Decreto-leyes que están siendo imprescindibles para sofocar la situación laboral de millones de trabajadores como consecuencia del confinamiento y la pandemia y durante los primeros meses dejase a un lado la derogación de la reforma laboral del PP. Lo que no tiene lógica es que diese un auténtico parón en el resto de temas y que este Gobierno no haya avanzado en el cumplimento de su propia hoja de ruta que elaboró y que fue instrumento fundamental para que los socios que lo sustentan facilitasen la investidura.

Con la perspectiva que está dando el transcurso de casi año y medio de gobierno, y la inacción en la que está sumido, la conclusión que se obtiene es sencilla. Todo se resume en el bloqueo que existe desde dentro de la mayoría del gobierno a la hora de sacar adelante el programa pactado por PSOE y UP y el modus operandi está siendo diáfano.

Para ello es necesario tener una mirada retrospectiva. La situación que está viviendo este Gobierno tiene su origen en las circunstancias que llevaron a que se diese este acuerdo de coalición. Este gobierno es producto de una repetición electoral, pues las elecciones de abril de 2019, aun dando a los dos partidos que forman la coalición de gobierno una mayoría superior a la que tienen en la actualidad, fue imposible que llegasen a un acuerdo.

En los meses posteriores a las elecciones de abril de 2019 un hipotético acuerdo entre PSOE y UP se antojaba harto complicado. No sólo hay diferencias ideológicas y políticas entre ambas formaciones. La cuestión va a allá. Estos dos partidos representan dos conceptos diametralmente opuestos de modelo jurídico-político que quieren para el Estado. El PSOE es un ferviente defensor del Régimen del 78, lo que lleva aparejado que no cuestione la monarquía y las instituciones surgidas a partir de 1978, posicionándose en contra del derecho de autodeterminación de los diferentes pueblos del Estado español y, a nivel socioeconómico cuando ha gobernado ha realizado políticas neoliberales, bordeando esa línea casi inapreciable que le separa del PP, teniendo una relación de gran complicidad con los poderes económicos.

Frente a esta posición de partido sostenedor del régimen heredero del franquismo, está UP que se alinea en una posición crítica contra las esencias de este régimen, manteniendo una actitud muy crítica con todos esos poderes con los que el PSOE no tiene problema alguno para salir en la misma fotografía.

Ante esta situación era tremendamente complicado que hubiera cierto grado de química entre ambas partes, aunque alguien dirá que la política es el arte de lo imposible y cosas más raras se han visto. La realidad se imponía y no hubo acuerdo, entre otras cosas, porque lo que realmente seducía al PSOE era llegar a un acuerdo con Ciudadanos (Cs), pues la suma de ambos partidos en el Congreso les daba una mayoría absoluta, sin tener que necesitar ningún otro apoyo. Que el PSOE se decantaba por esta opción es algo que está probado porque algunos líderes del PSOE han reconocido que esa era la opción que barajaban en su partido. La negativa reiterada por parte del líder de Cs para hablar con Sánchez y la imposibilidad de llegar a un acuerdo con UP, abocó a una repetición electoral, pero el nuevo escenario que surgió en noviembre dejó al PSOE sin margen de maniobra. Con un Cs reducido a la mínima expresión, el PSOE tuvo que hacer de la necesidad virtud y negociar con UP un acuerdo de gobierno y un programa que a día de hoy todo hace iniciar que no cree mucho en él.

Eso y no otro motivo es lo que empujó a Sánchez a mover ficha a las pocas horas de las elecciones de noviembre de 2019. El PSOE, además de representar lo que representa, uno de los pilares del régimen, no deja de ser una máquina electoral que le obliga imperiosamente a estar en el poder para poder mantener su estructura como partido. Este tipo de partidos tienen muchos estómagos que alimentar y para ello su oxígeno es ostentar el poder en las diferentes administraciones. Eso le abocó a Sánchez a olvidar todo lo que había dicho en campaña y a abrirse a negociar no sólo con UP, sino con otras fuerzas políticas para que los números le dieran la presidencia del gobierno.

En el caso hipotético que se hubiera dado la posibilidad de haber llegado a un acuerdo con Cs después de las primeras elecciones, la relación entre ambos partidos no hubiera estado tan salpicada de diferencias y enfrentamientos entre ambos socios. Sólo hay que ver como el PSOE comparte gobierno con el PNV en la CAV y las diferencias son mínimas. Alguna que otra surge cuando se habla de un nuevo Estatuto, porque ahí le sale al PSOE la vena jacobina, pero por el resto de temas suele ser una balsa de aceite. Y algo similar se puede decir del gobierno de coalición que comparte en Cantabria con el PRC. Las diferencias son de andar por casa.

Este Gobierno está controlado por el PSOE y en algunos momentos los ministros de UP dan la sensación que son auténticos jarrones decorativos, surgiendo las profundas diferencias cuando se tropiezan con algún tema de los que vienen recogidos en el acuerdo de gobierno.

En el caso de los proyectos de ley que tienen que sacar adelante los ministerios controlados por el PSOE, el ministro en cuestión suele ignorar bastante el contenido y el espíritu del documento de forma casi sistemática, sacando adelante borradores de documentos que lo que consiguen es el enfrentamiento con sus socios de gobierno, que frecuentemente se traslada a los medios de comunicación con declaraciones cruzadas. Todo esto lo único que logra es soliviantar a los socios del Gobierno de coalición y, a partir de ese momento el esperpento está servido. Casos como el de la ley de vivienda que se tramita a través del ministerio de que controla Jose Luís Ábalos o la reforma de las pensiones que controla Escrivá están siendo la muestra palpable que los ministros del PSOE están ignorando un día sí y otro también los acuerdos firmados.

En el caso de los proyectos de ley que elaboran los ministerios controlados por UP, la estrategia del PSOE está siendo tanto o más sangrante. Al llegar los borradores a las inmediaciones del Gobierno. Es decir, cuando el ministro de turno de UP los lleva a la comisión de secretarios y subsecretarios, que la preside la vicepresidenta del gobierno, es el momento en el que la lugarteniente de Pedro Sánchez pone en marcha toda la maquinaria para aparcar esas iniciativas. Utilizando todo tipo de argucias jurídicas, como la solicitud de informes, la duda de la constitucionalidad de las iniciativas que se presentan, etc… La realidad es que ministerios como el de Igualdad han sido incapaces hasta el momento de aprobar ningún proyecto de ley en todo este tiempo. Ni el proyecto de  del “Solo sí es sí”, que es la ley estrella de este ministerio y que lleva una tramitación de más de un año, ni la ley trans han sido capaces de llegar al Consejo de ministros para que sea aprobada y se remita al Parlamento.

A todo esto hay que añadir la imagen que están dando en los medios de comunicación, que ávidos de carnaza informativa, esto les viene como anillo al dedo. Pero lo más grave es la percepción que recibe la ciudadanía. Porque todo esto acaba generando frustración en el electorado y al final se acaba imponiendo la decepción.

La táctica que está siguiendo UP de criticar a posteriori algunas de las decisiones que previamente han sido aprobadas en Consejo de ministros, no pasa de ser una forma bastante burda de hacer oposición desde dentro del Gobierno. Las decisiones que se adoptan en ese órgano son colegiadas y no es muy coherente actuar de esta forma. UP realmente quiere actuar como si fuese un socio del Gobierno a través de un acuerdo de legislatura, en el que le permite tener una libertad mucho mayor. Pero la apuesta de la dirección de Podemos fue la de gobierno de coalición por encima de todo. Entrar en el Gobierno al precio que fuese y el resultado es que en menos de dos años han quemado al líder del partido y de la coalición. Pésimo negocio pues no parece que su estancia en el gobierno les esté deparando mejores perspectivas electorales.

Por el contrario, estas cosas no le pasan a la derecha. Cuando gobiernan no se andan con miramientos si una ley se ajusta a la Constitución o si puede levantar ampollas en la opinión pública. La derecha llega al Gobierno para servir unos intereses, tienen muy claros que tener a su disposición el Boletín Oficial del Estado es la mayor herramienta existente para aplicar sus políticas. Cuanto antes sea publicado en el Boletín la norma que quieran sacar adelante, ellos ponen todos los medios para lograr sus objetivos. Entonces ¿por qué le pasa a este Gobierno? Por una combinación de factores. El nulo entusiasmo del PSOE en sacar adelante la hoja de ruta acordada con su socio y la incapacidad política que está demostrando UP en el Gobierno.

Al margen de la pandemia y lo que ha acarreado, Podemos se ha volcado en el trabajo institucional, olvidando sus origines que no son otros que las calles y plazas. Lo del partido movimiento se ha quedado para los documentos políticos. Ha obviado la importancia que tiene la presión en la calle para poder azuzar a su socio de gobierno y lo que ha conseguido es que la extrema derecha se haya adueñado de la calle y que este partido se distancie más de su verdadero pulmón que es la capacidad movilizadora que se supone que es una de las esencias de la izquierda.

Todo esto siendo algo obvio, es una situación que se repite con gran frecuencia allá donde la izquierda llega a gobernar, exceptuando honrosas excepciones. La izquierda para que llegue al poder tienen que darse unas condiciones muy determinadas y a eso hay que añadir que los obstáculos que tiene que sortear no tienen comparación con la facilidad que tiene la derecha para ganar unas elecciones. Por ello no es comprensible que cuando la izquierda logra constituir gobiernos más o menos progresistas se diluya en ellos. Entran en una especie de burbuja y, lo que es más grave, se abre una brecha entre el gobierno y la calle.

Este gobierno olvida que las posiciones no están ganadas de por vida. El votante ya no es como hace cuarenta años que era fiel a unas ideas o a unas siglas. La ciudadanía está en constante movimiento y evolución y cuando observa que no hay diferencia entre las políticas de la derecha y la izquierda acaba votando a la extrema derecha populista porque les vende un discurso plagado de demagogia pero que les suena bien.

A este gobierno ya le empieza a correr el cronómetro, pues casi ha consumido la mitad de la legislatura y hay que tener presente que sacar adelante las diferentes leyes lleva unos plazos en función del tipo de norma que sea. Si a esto le añadimos que para que la ciudadanía pueda percibir la aplicación de toda esa nueva legislación tiene que pasar un periodo para que se vean los resultados. Los plazos se acortan y este año es fundamental para dar un impulso político. Las dudas radican de la voluntad política que tenga el PSOE en cumplir el documento de gobierno de coalición.

Toda esta inacción no hace sino allanar el camino a la derecha para que en las próximas citas electorales pueda lograr mayorías suficientes para poder gobernar. En estos momentos en los que por Europa corre el viento de los populismos de extrema derecha, los partidos que forman el Gobierno tienen la responsabilidad de retomar la iniciativa para hacer de muro de contención. No pueden estar pendientes de que los números salgan gracias a que en Catalunya y Euskal Herria los partidos de la foto de Colón son testimoniales. Ellos tienen que poner los mimbres necesarios para recuperar la ilusión en el electorado que les votó. En sus manos está limpiar el horizonte de los nubarrones que representa las derechas o que se oscurezca el futuro más inmediato.

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