Los resultados de las elecciones municipales y forales han puesto de manifiesto algunos escenarios nuevos. En la Comunidad Autónoma Vasca el PNV ha mejorado los resultados de 2015, llegando a tener a su alcance el control de las tres diputaciones forales. Podría hacerlo sin necesidad de grandes pactos y lo mismo se puede aplicar para las tres capitales. EH Bildu ha mejorado ligeramente sus resultados, así como el PSOE. Por el contrario, Podemos ha tenido una tendencia a la baja, el PP se la ha vuelto a pegar, por lo que respecta a Cs y VOX, sencillamente no existen. Sin duda alguna Euskal Herria sigue siendo un oasis libre de partidos de extrema derecha.
Sin embargo, Navarra ha sido el territorio que ha protagonizado un cambio sustancial del mapa político. La caída de Podemos hasta las catacumbas y de todas las marcas surgidas en 2015 (Aranzadi, Izquierda-Ezkerra) ha traído consigo la recuperación del PSN-PSOE y esto le permite ser la llave para futuros pactos. Pero es aquí donde vuelven los socialistas a estar en la misma disyuntiva de 2007 y 2011: Apoyar a gobiernos progresistas o dejar que la derecha gobierne Navarra. En este escenario, si nos dejamos guiar por la experiencia anterior, la incógnita se despeja en un momento: El PSN-PSOE hará todo lo contrario que en el resto el Estado y se pondrá la armadura del Duque de Alba cuando entró en 1512 a conquistar el Reino de Navarra. Servirá de alfombra roja para que la derecha más reaccionaria del Estado español campe a sus anchas por Navarra y es necesario señalar que la sociedad navarra, a esa derecha recalcitrante, no le ha dado la mayoría absoluta.
Lo que ocurre es que esa duda que hay con el PSN en estos momentos ha entrado en cuarentena. Las declaraciones de Joseba Egibar en Radio Euskadi han generado un sobresalto en los medios de comunicación y partidos políticos y ha pillado a todos con el pie cambiado. Ha dicho que la decisión que adopte el PSN en Navarra condicionará los posibles pactos del PNV. En otras palabras: como el PSN facilite el acceso a la derecha de Navarra al gobierno del Ayuntamiento de Pamplona y del Gobierno foral, se verán afectados los acuerdos que el PNV tiene con el PSE-PSOE en todas las instituciones de la Comunidad Autónoma Vasca y quizás el apoyo a Sánchez en la investidura.
El PNV en sus negociaciones y pactos postelectorales no ha sido proclive a poner en la mesa Navarra. En la historia reciente de Euskal Herria el PNV tiene el precedente del año 1983 y no creo que en Sabin Etxea tengan muy buenos recuerdos de aquel proceso. Después de las elecciones municipales y forales de aquel año, Xabier Arzallus negoció con Manuel Fraga, presidente de Alianza Popular, para que las instituciones de Navarra no fueran gobernadas por el PSOE y entregárselas a la derecha navarra formada por UPN y Alianza Popular. Aquello derivó en un cisma dentro del PNV, pues los electos del PNV en Navarra se negaron a acatar ese acuerdo. Los hechos acabaron con un verdadero cisma que dividió al partido en dos, surgiendo Eusko Alkartasuna. Casi toda la militancia y los cargos públicos del PNV en Navarra entraron en Eusko Alkartasuna y, a partir de ese momento, el PNV se quedó como un partido testimonial en Navarra. Durante varias décadas ha tenido su travesía del desierto en Navarra, hasta hoy en día que está más recuperado.
Sin embargo ahora la situación es muy diferente, el PNV tiene una posición hegemónica que le permite apretar al PSOE para que acceda a negociar con los partidos del cambio en Navarra (Geroa Bai, EH Bildu, Podemos e Izquierda-Ezkerra). Por el contrario, el PSOE que salió muy tocado en las elecciones municipales y forales de 2015 en la CAV, tuvo unos muy malos resultados que consiguió paliar con el acuerdo al que llegó con el PNV, para entrar a formar parte de los gobiernos de las tres capitales de la CAV y de las tres diputaciones forales.
Ni en el mejor de los sueños al PSOE se le hubiera pasado por la cabeza el tocar poder con los malos resultados que obtuvo en 2015. El PNV tuvo un gesto de generosidad con el PSOE que a muchos sorprendió enormemente por varios motivos. En ese momento el PSOE estaba pasando uno de los peores momentos en todo el Estado y no daba la sensación que fuese a ser alternativa de gobierno a nivel estatal. El PNV para gobernar podía haber llegado a pactos postelectorales y/o pactos de legislatura con diferentes fuerzas políticas, siendo el PSOE una más. El PNV podía haber actuado con cierto revanchismo hacia el PSOE pues no quedaba tan lejos el acuerdo que alcanzó el PSOE y el PP para desbancar al PNV en el Gobierno Vasco. Más de algún jeltzale todavía tendría alguna factura que pasarles. Pero no, el PNV le ofreció al PSOE nada más y nada menos que un acuerdo de gobierno, por el que los socialistas entraban en el gobierno de las diputaciones y ayuntamientos de la CAV, en los que los números dieran para gobernar ambas formaciones con mayoría absoluta.
Esa situación, unida a que en las últimas elecciones autonómicas el PSOE ha pasado a formar parte del ejecutivo de Urkullu, no deja de ser un balón de oxígeno para un partido que en estos momentos podía estar pasando un calvario porque, no nos engañemos, estos partidos si no están en el poder no son nadie. Tienen que dar de comer a muchas bocas del aparato. Si el PSE-PSOE no estuviera en el poder, gracias a la generosidad del PNV, hubiera tenido que hacer un ERE mayor que el que está negociando el Banco de Santander en la actualidad. Los partidos tradicionales si no tienen una representación considerable y no controlan algunas instituciones peligran más de lo que la ciudadanía se imagina. Cuando ostentan una consejería autonómica, una cartera en alguna diputación foral o una concejalía es el momento de ejercer de oficina de colocación para el partido y para lo que haga falta. Es el refugio ideal de todos los que no han sido elegidos en las urnas.
Pues bien, si el PNV optase por poner en la mesa de negociación con el PSOE la alcaldía de Pamplona y la elección del Gobierno foral de Navarra será curioso ver el pulso que se produzca entre ambas formaciones. Hay que tener claro que en este tema el PSN realmente no negocia, quien negocia es el PSOE desde Ferraz, porque para el Régimen del 78, Navarra es una cuestión de Estado igual que lo era para los Reyes Católicos y la “E” de las siglas del PSOE pesan mucho.
El PNV también tiene otros intereses, como son las competencias que recoge el Estatuto de Gernika y que después de 40 años de aprobación aún no han sido trasferidas por completo. Es decir, una Ley Orgánica aprobada en 1979 que aún no se ha cumplido y que, para conseguir que se cumpla (aunque sea a plazos) la única fórmula que el PNV suele aplicar es la de pedir transferencias a cambio de sus votos, cuando éstos son imprescindibles en el Congreso. Y es por aquí por donde el PSOE puede apretar al PNV, entrarían a negociar puestos por competencias.
Todo estas cuestiones van a estar flotando en el ambiente y vamos a ver si el PNV realmente le está echando un órdago a grande al PSOE o se queda en envite a chica. Conociendo como conozco al PNV, me inclino por lo segundo, quedando como damnificada la Navarra del cambio y toda la ciudadanía que la representa.