Los complejos de la izquierda española

Los complejos de la izquierda española

La escritora y ex militante de las Brigadas Rojas, Bárbara Balzerani, en su novela “Compañera luna” describe lo que fueron las políticas del PCI de los años 70-80 del pasado siglo, conocidas por la “democracia progresiva”. Esa revolución que “no lleva ni al comunismo, ni siquiera al socialismo, pero que a cambio de un repliegue de posiciones prometía una salvaguarda ante las nunca adormecidas tentaciones de la derecha fascista”.

El nuevo Gobierno de coalición lleva un mes y da la sensación que ha asimilado este concepto al pie de la letra y en las decisiones que está tomando le está faltando la determinación que suele tener la derecha cuando gobierna.

Cuando el PP llegó al gobierno de la mano de Mariano Rajoy no tuvo ningún complejo a la hora de aplicar sus políticas. Llegaron a la Moncloa con la determinación de poner el ADN de la derecha a todo tipo de medidas y, sobre todo, sabían perfectamente para quienes gobernaban y qué intereses representaban.

A la semana siguiente de haber llegado al poder no les tembló la mano para aprobar el primer decreto-ley en el que entraron a legislar sobre cuestiones tributarias, presupuestarias y financieras.  La excusa perfecta era la necesidad de reducir el déficit y ante la imposibilidad de iniciar el año con unos presupuestos aprobados por el Gobierno del PP no dudaron en legislar de la noche a la mañana.  El uno de enero de 2012 amanecimos con una subida del IRPF, pero cuidado, el peso de la reforma no estaba pensado para que lo sufrieran las rentas más altas y la ciudadanía lo pagó a escote.

Ese fue el pistoletazo de salida para aprobar en cuatro meses alrededor de 15 decreto-ley, entre los que se encontraba la reforma laboral, norma que no se demoró mucho, pues fue aprobada en el tercer decreto-ley, cuando la derecha llevaba poco más de un mes en el Gobierno. La derecha utilizó el mismo procedimiento para realizar reformas en el sector financiero, en materia energética, renovables, liberalización del comercio y servicios, etc… Toda aquella materia que con la Constitución en la mano se podía legislar a través de un decreto-ley y no era preceptivo tramitarla a través de Ley orgánica, el Gobierno del PP utilizó la vía del decreto-ley para aprobarla a la mayor brevedad.  La lectura de todo ese tsunami legislativo no dejaba lugar a dudas. El PP había llegado con las ideas muy claras y no estaba para perder el tiempo.

La derecha cuando gobierna no tiene complejos en aplicar sus políticas liberales en materia económica y políticas conservadoras en materia de derechos y libertades. Dicho de otro modo, abogan por políticas económicas para beneficiar a las multinacionales, grandes empresas y rentas altas y en lo político restricción de todo tipo de libertades para tener amarrada a la ciudadanía; y para ello no dudan en poner en marcha toda la maquinaria propagandística necesaria con el objetivo que cale en la población y, si es necesario, sacar a la policía a la calle para que quede claro quién manda.

Por el contrario, el nuevo Gobierno y los partidos que lo forman están actuando con muchísimas dudas. En un mes únicamente han sido capaces de aprobar la subida de las pensiones, del salario de los funcionarios e incrementar el SMI en la revolucionaria cantidad de 50 euros. Las medidas que han aprobado no dejan de ser la aplicación de la ley y, lo más grave, es que parece que el incremento del SMI es el responsable del incremento del desempleo en sectores como la agricultura. Conclusión: la izquierda falla a la hora de explicar sus decisiones políticas.

En el marco de estas políticas acomplejadas hace unas semanas la nueva Ministra de Trabajo se desmarcó con unas declaraciones en un medio de comunicación en el que manifestaba que “Técnicamente no es derogable toda la reforma laboral, sería irresponsable”. No había pasado ni un mes de la firma del documento entre el PSOE y Unidas Podemos en el que acuerdan por escrito derogar la reforma laboral y ya empiezan a matizar y limar todo lo acordado. Por el contrario, la derecha cuando gobierna no se anda con dudas ni titubeos ni hace políticas de concertación social. Las cuestiones técnicas no le suponen ningún impedimento ni contratiempo. Legislan y si algo de lo aprobado es una aberración legal ya habrá tiempo para corregirlo o cuando se lo corrija un tribunal habrá pasado mucho tiempo y durante ese tiempo han impuesto su ley. La derecha es como la policía, que primero pega y luego pregunta.

Si todo lo dicho hasta ahora es preocupante, lo es mucho más el viraje que se ha producido en el discurso de uno de los socios de gobierno, Unidas Podemos. Es de auténtico vértigo. No es que haya entrado en una senda de moderación o de modulación de su discurso, es que lo que está haciendo es una auténtica reubicación dentro del tablero político. Las declaraciones y posicionamientos que están teniendo en las últimas semanas hubieran sido impensables hace poco más de un par de meses ¿Alguien se hubiera imaginado que Podemos hubiera rechazado en la Mesa del Congreso la petición para que el Rey compareciera con la finalidad de dar cuenta de temas relacionados con negocios de armamento de empresas públicas con Arabia Saudí? Pues eso ha ocurrido a mediados de enero. Los representantes de Unidas Podemos y En Comú en la Mesa del Congreso no han tenido ningún problema para votar en contra junto al PSOE, PP, Cs, y VOX.

Frases cómo las de Irene Montero, cuando dice que si para subir el SMI tienen que aplaudir al borbón lo van a seguir haciendo, son anécdotas si lo comparamos con lo que ha ocurrido esta semana en la Mesa del Congreso cuando Unidas Podemos y En Comú han votado en contra de la solicitud de EH Bildu de publicar la hoja de servicios de Billy el Niño, argumentando dudas jurídicas. En este tema han pecado de ingenuidad si pensaban que no iba a trascender. No han tenido en cuenta que podía saltar a la opinión pública y cuando ha venido un aluvión de críticas se han visto en la necesidad de rectificar de forma urgente.  El error de cálculo ha sido mayúsculo hasta el extremo que ha tenido que salir al paso el mismo Pablo Iglesias.

De la situación de Cataluña únicamente señalar que para que el Gobierno volviera a tener los pies en el suelo ERC tuvo que recordarle los acuerdos a los que habían llegado. Por lo visto se les había olvidado que para que este gobierno salga adelante es imprescindible su apoyo.

En el Estado español ha podido pasar inadvertida la postura que Unidas Podemos ha mantenido ante la huelga general que se celebró el pasado día 30 de enero en Euskal Herria, pero la postura ha ido en la línea que está teniendo en estas últimas semanas. Ha vuelto a dar un paso atrás. Ha ignorado las reivindicaciones recogidas en la Carta de los Derechos Sociales de Euskal Herria promovida por la mayoría sindical vasca y agentes sociales convocantes para cruzar a la otra orilla, en la que se encuentran el PNV, PSOE, PP a junto la patronal vasca y dos sindicatos minoritarios en Euskal Herria, CCOO y UGT. Si, aunque parezca ciencia ficción estos dos sindicatos en este territorio son minoritarios.

Podemos ha abandonado las dinámicas que se han llevado hasta este momento en Euskadi para la defensa de los derechos sociales, bajándose del tren de la huelga. Para ello la argumentación que dio Podemos Euskadi en su cuenta de Twitter es de lo más infantil. Manifiestan que era una “huelga de carácter social y político”. Pues claro que era una huelga de marcado carácter social y político, como todas las huelgas generales que se han dado en la historia de este país. Desde la primera huelga general que convocó CCOO en junio de 1985 para la defensa de las pensiones, pasando por la huelga general del 14D de 1989, hasta las convocadas en contra de las reformas laborales y de pensiones que han realizado los diferentes gobiernos del PP y PSOE. Absolutamente todas las huelgas generales tienen ese perfil. Cualquiera diría que son nuevos en política. Bien es verdad que no debería de coger de sorpresa la actitud de Podemos Euskadi, porque de un tiempo a esta parte su acercamiento al Gobierno de coalición PNV-PSOE que hay en la Comunidad Autónoma Vasca ha ido en aumento. La colaboración de Podemos para la aprobación de los Presupuestos Generales de esa Comunidad ha sido la piedra sobre la que se está fundamentando toda su nueva estrategia.

Todo este viraje lo que hace flotar en el ambiente es un mensaje para las altas instancias: Podemos ha entrado en la senda de la moderación, en la que Bárbara Balzerani define como un repliegue de posiciones dentro de ese concepto de “democracia progresiva” para salvarnos de las tentaciones de la derecha fascista. El asalto a los cielos puede esperar. Estamos en la hora de tragar sapos hasta la indigestión.

Una nueva partitura para una orquesta inédita

Ya tenemos partitura y sólo hace falta que la nueva orquesta la sepa interpretar bien. Cuando uno se pone a leer el pentagrama le suena algo la melodía. Ni mucho menos es la Quinta sinfonía de Beethoven, pero la aritmética parlamentaria da para lo que da. El miedo, que a más de uno le puede rondar en la cabeza, es que después de haber creado esta obra musical, llegue el futuro gobierno y se ponga a interpretar Paquito Chocolatero y entonces se acabó la esperanza de la izquierda española para las próximas dos décadas.

El documento que han acordado el PSOE y Unidas Podemos para formar un gobierno durante esta legislatura no es un asalto a los cielos. Es producto de unos resultados surgidos de unas elecciones en las que los partidos que apuestan por romper amarras con el Régimen del 78 han obtenido unos resultados modestos y no aceptar esa realidad es querer vivir en otra dimensión.

El acuerdo tiene luces y sombras y su interpretación va en función de cada persona. Habrá quienes quieran ver que la botella está medio llena y quienes, por el contrario, la vean medio vacía.

Aún siendo una obviedad, es obligado decir que este acuerdo llega tarde, quizás muy tarde, porque con unos números muy similares se podía haber dado con anterioridad. No me estoy refiriendo a los resultados de abril de 2019 sino a las elecciones del 20 de diciembre de 2015. Los actores hubieran sido los mismos, pero con un desgaste mucho menor, la ciudadanía se hubiera ahorrado el suplicio de las elecciones de junio de 2016, pero, sobre todo, nos hubiéramos evitado la tortura de la última etapa del Gobierno del PP y el espectáculo bochornoso que dio el gobierno del PP en Cataluña el 1 de octubre de 2017 y la judicialización de un conflicto de naturaleza política, porque quiero pensar que con Podemos en el Gobierno no se hubieran dado ninguna de las situaciones que se vivieron en esos meses en Cataluña. La frustración de no haberse logrado un Gobierno producto de las elecciones de 2015 hay que endosárselo al PSOE. Un partido que estaba en horas muy bajas y fracturado.

Hay que tener presente que va a ser el primer gobierno de coalición desde las primeras elecciones de junio de 1977 y eso es un dato positivo porque significa que se va a gobernar desde la pluralidad y la diversidad y con un añadido fundamental, va a recibir el apoyo de otras fuerzas políticas, que van a estar vigilantes, van a ser necesarias y, si se me permite, imprescindibles a lo largo de toda la legislatura, lo que le va a obligar a ser más trasversal. A este Gobierno de coalición, le guste o no, va a tener que negociar día si día también con ERC y con EH Bildu, porque son las únicas opciones cercanas que tiene para sacar muchas de las medidas que han acordado, cómo por ejemplo todas las relativas a las políticas socioeconómicas.

El acuerdo es ambicioso. No es que las medidas que han acordado sean la quintaesencia en el ámbito de la izquierda, pero es que son medidas imprescindibles para acercar a este país al espacio de la Europa social, pues hasta la fecha nos habíamos ido alejando.

El documento firmado por el PSOE y Unidas Podemos tiene un poco de todo. Desde medidas muy concretas en las que se explica de forma muy nítida la actuación del futuro gobierno  hasta otras, que no pasan de ser meras declaraciones intenciones.  

En las políticas sociolaborales y fiscales hay medidas para acabar con la deriva liberal del PP aunque sean insuficientes y es positivo que hayan dedicado un capítulo a revertir la despoblación aunque no hayan pasado de enumerar las metas que se han puesto. Ni que decir tiene que en materia de igual a este acuerdo era lo mínimo que se le podía exigir.

La cuestión territorial la han querido abordar desde un punto de vista competencial y administrativo. Han omitido el debate de la plurinacionalidad del Estado, porque esta cuestión no se menciona por ninguna parte y la situación de Cataluña se la quitan de en medio con la frase “Abordaremos el conflicto político catalán, impulsando la vía política a través del diálogo, la negociación y el acuerdo entre las partes que permita superar la situación actual” y con la decisión de traspasar a la Generalitat las competencias recogidas en el Estatut. Es decir, cumplir la ley. Por el contrario, han preferido que otras cuestiones se recojan en los documentos que el PSOE ha firmado con el PNV y con ERC. Lo lógico hubiera sido que ambos documentos hubieran tenido el visto bueno de los dos partidos que van a gobernar porque en un tema tan importante como éste entiendo que debía haber participado Unidas Podemos, que para eso va a ser corresponsable de todas las decisiones que se tomen en el Consejo de Ministros, pero esta forma de actuar quizás tenga una explicación que a mí se me escapa.

No cabe duda que negociar el tema territorial ha debido ser lo que más le ha quitado el sueño al PSOE. Pedro Sánchez, con sus declaraciones sobre Cataluña, puso el listón muy alto durante los meses previos a las elecciones. Actuaciones como el montaje policial contra los CDR que se está diluyendo como un azucarillo en un vaso de agua, la aprobación del decreto-ley conocido como el 155 digital, la amenaza con volver a aplicar el artículo 155, etc… terminaron de ser la guinda a su deriva. Por el contrario, el hecho que figure en el documento de acuerdo de gobierno la frase “Abordaremos el conflicto político catalán, impulsando la vía política a través del diálogo, la negociación y el acuerdo entre las partes que permita superar la situación actual”, es una vuelta a la cordura. Al PSOE no le ha quedado más remedio que reconocer la existencia de un “conflicto político” porque Sánchez y su entorno no se cansaron de repetir durante la campaña que no existía un conflicto político y que lo único que había era un conflicto de convivencia. La tozudez en política acaba pasando factura.

En los otros dos documentos que ha firmado el PSOE, uno con el PNV y otro con ERC, es donde acuerdan los pasos a dar para intentar desatascar la situación de Euskal Herria y Cataluña, pero sobre todo, para que sea en el ámbito político donde se resuelvan este tipo de conflictos. En el texto firmado con el PNV es donde se llega a hablar de una forma un tanto difusa de plurinacionalidad cuando se recogen expresiones como “reconocimiento de las identidades territoriales” o “atendiendo a los sentimientos nacionales de pertenencia”.

Este acuerdo no le gustará a mucha gente de la izquierda. Lo criticarán porque verán en Podemos una renuncia a una serie de reivindicaciones. Algunos dirán que este pacto apuntala el Régimen del 78. No cabe duda que eso es cierto. Para muchos este acuerdo es una renuncia a asaltar los Cielos. Pero al principio he dicho que la aritmética parlamentaria da para lo que da y es que a los escépticos habría que preguntarles si con la representación que tiene Unidas Podemos y con el apoyo de otras organizaciones de izquierdas se podía haber logrado un acuerdo mucho más de izquierdas. El no firmar ese acuerdo podría suponer el suicidio político de Podemos y poner en bandeja la llegada de la ultraderecha al poder y eso lo han entendido perfectamente el independentismo de izquierdas (excepto la CUP), al facilitar con su abstención la investidura de Sánchez.

Si la investidura no hubiera salido adelante estaríamos en la antesala de una repetición electoral y se le hubiera puesto una alfombra roja al golpismo del siglo XXI para que llegase al poder. Algunos sectores de la izquierda tienen la costumbre de caer en un izquierdismo infantil, que en muchos casos lo que realmente les ocurres es que tienen un auténtico terror a ser opción de gobierno. Se sienten más a gusto desde las trincheras de la calle, pero sin asumir riesgos en tareas de gobierno.

Si se analiza lo que ha ocurrido en los últimos meses desde una óptica menos convencional, la irresponsabilidad de Sánchez de empeñarse en que no hubiera un gobierno de coalición después de los resultados de abril de 2019 quizás haya sido lo mejor que le ha podido pasar a la izquierda por dos motivos.

El primero es el hundimiento de Ciudadanos (Cs). Los datos de las elecciones de abril eran unos resultados trampa para la izquierda. Es verdad que los números eran algo mejor que los de noviembre, pero también es cierto que el PSOE podía obtener la mayoría absoluta con Cs y el sólo hecho que existiera esa posibilidad podía dinamitar cualquier acuerdo de izquierdas. Lo mejor que le ha podido pasar a la izquierda real y a las formaciones del cambio es que Cs abandonara su pose moderada y sacara su verdadera cara, la de un partido que puede disputar el espacio político de la extrema derecha al PP y a VOX, porque eso ha sido su perdición. Los nuevos resultados lo han dejado en la marginalidad política. Por tanto, el PSOE deja de tener ese comodín de poder recurrir a Cs.

El segundo factor que ha sido positivo es que con los resultados del 10 de noviembre el PSOE ha tomado conciencia del peligro que presenta el ascenso de la extrema derecha. No es que la extrema derecha haya aparecido como arte de magia. Hasta ahora había votado al PP y a Cs, pero ahora han salido todos del armario. Tengo el convencimiento que este hecho le asustó al PSOE y en menos de 24 decidió no seguir con su estrategia suicida y por eso llegó a un acuerdo urgente con Unidas Podemos.

Para finalizar, este acuerdo de Gobierno tiene dos tipos de enemigos. La derecha carpetovetónica, de la mano de la Brunete mediática. La sesión de investidura y lo que están publicando en estos días no es más que un aperitivo de lo que nos espera. El lenguaje será pre golpista e intentarán utilizar la calle para meter presión. El nuevo Gobierno tendrá que saber contrarrestarlo, porque ganar la batalla mediática es fundamental y no debería de dejar la calle en manos de la ultraderecha. Los otros enemigos proceden del mismo PSOE y la única fórmula que tiene Pedro Sánchez para que no se le vaya el partido de las manos es que el nuevo Gobierno tome decisiones sin complejos y en eso no sería malo que se fije en cómo actúa la derecha porque lo hace de cine.

Reflexionando sobre el efecto Errejón

Todas las fichas ya están en el tablero político para afrontar unas nuevas elecciones que, se mire por donde se mire, podían haberse evitado. Sin embargo, el maquiavelismo de unos, la falta de visión a largo plazo de otros y la esquizofrenia de alguno, han llevado a una situación que no tiene marcha atrás. No cabe duda que el 10N va a traer sorpresas, quizás más de las que nos podamos imaginar, porque en política todo es posible.

Todo lo vivido en estos últimos meses se podría calificar como  un cúmulo de despropósitos sino fuese porque en política las cosas no suceden porque sí. Un análisis sereno de lo vivido, nos deja una serie de ideas que pueden servir para poder afrontar el futuro a corto plazo.

En primer lugar, cuando se utiliza la palabra bloque progresista o bloque de izquierdas sólo se puede entender como expresión retórica para hacer un discurso político en el que se intente  conectar con ese sector de la ciudadanía que se siente de izquierdas, pero cuando va a las urnas  introduce la papeleta del PSOE, en un acto de fe, con el convencimiento que esas siglas representan algo dentro de la izquierda.

En el lado opuesto está el votante de izquierdas que tiene una imagen del PSOE que se encuentra en sus antípodas, pero que es consciente que la travesía del desierto conlleva recorrer el camino, en algunos momentos, de la mano de esa máquina electoral que se llama PSOE; el mismo que puede pasar más tiempo pidiendo ayuda a la derecha para que facilite un gobierno de Pedro Sánchez que sentando las bases de un gobierno que corrija la deriva neoliberal que ha sufrido la ciudadanía en los últimos 10 años.

Pero la batalla del relato se puede resumir de la siguiente forma: Una nula intención por parte del PSOE de negociar nada que no fuese un gobierno gratis total y así tener las manos libres para  hacer las políticas a las que nos tiene acostumbrados cuando llega al poder. Siempre teniendo en mente el intentar no enfadar a la oligarquía financiera y empresarial. Y el desaprovechamiento de UNIDAS PODEMOS del momento de flaqueza del PSOE, cuando quedaron descolocados por la decisión de Pablo Iglesias de hacerse a un lado para llegar así a un acuerdo, fue una ocasión única de entrar en el Gobierno, aunque fuera con calzador. Cuando se desperdician ocasiones de este tipo lo que ocurre es que el rival político no te las vuelve a dar.

Otra cosa es que la ciudadanía que sólo se informa a través de los medios de comunicación convencionales tenga claro el relato, porque no nos olvidemos que la inmensa mayoría de la población no tiene una actitud proactiva a la hora de informarse. Se limita a recibir la información que le dan los grandes medios de comunicación. Lo de bucear y contrastar la información es una actividad de una minoría.

En todo este escenario, el tercer protagonista es Cs. No hay que olvidar que, en esta legislatura fallida, la suma del PSOE y CS en el Congreso daba mayoría absoluta y que en ningún momento utilizó esa aritmética para llegar a algún acuerdo de gobernabilidad con el PSOE, y erigirse en lo que tanto sueña Rivera, ser el partido líder de la oposición que facilita ciertos acuerdos de Estado. Este partido se encuentra sumido en una deriva entre el suicidio político y la esquizofrenia ideológica. Ha dejado pasar la mejor oportunidad que ha tenido para evitar unas elecciones y poder consumar lo que realmente quería el PSOE y sobre todo la CEOE y la oligarquía de este país: Un pacto entre estos dos partidos que sirviera para en lo político apuntalar el Régimen del 78 y en lo socioeconómico para no tocar las reformas neoliberales que se han llevado a cabo durante los diez últimos años. Por eso, viendo que Cs no se movía de su posición inmovilista, sumergido en una competición con sus socios, PP y VOX, en ver quien es más de extrema derecha, los poderes económicos se han pasado todo este periodo pidiendo al PSOE que no llegase a un gobierno de coalición con Unidas Podemos o que el mal menor fuera la repetición electoral. A esto hay que añadir que hace unos días se ha publicado la noticia que, en verano, Pedro Sánchez manifestó al jefe de la CEOE que no pensaba pactar un gobierno de coalición con Unidas Podemos. Está claro quien ha ganado la batalla ¿a alguien le quedaba alguna duda?

A priori esta situación lo único que generaba era un futuro negrísimo para la izquierda, y sobre todo, para todo lo situado a la izquierda del PSOE. Lo vivido en los últimos quince días se podría calificar como situación de pánico, porque en este barrizal empezamos a observar que en el 10N va a haber más de un perdedor.

En un principio se ha hablado de una gran abstención por parte del electorado de izquierdas y de una subida del PSOE en intención de voto, pero después de la irrupción de MÁS PAÍS, a día de hoy nada de todo lo dicho está claro. Lo que se dice clara solo hay una cosa. El PP va a obtener un resultado mejor que en abril, porque hacerlo peor es ya imposible. En el PP le deberían estar agradecidos eternamente al PSOE por esta repetición electoral. Un favor que solo se puede entender dentro de los fundamentos ideológicos que tienen todos los defensores del Régimen del 78, y sobre todo, en lo concerniente a recuperar el bipartidismo. Otra bocanada de oxígeno para que el Régimen se recupere.

Cs empieza a vivir su particular calvario y no porque las encuestas le vaticinen unos malos resultados. Su actitud de no colaborar en buscar una salida para un gobierno dócil, que evitara veleidades progresistas, le va a acarrear enemigos dentro en los poderes económicos y ya le ha generado problemas internos que a lo largo de los próximos meses, veremos si no van a más. No hay que olvidar que es un partido que si no tiene el apoyo de los poderes económicos y del establishment no es nadie.

Pero sin duda alguna, todos los análisis que se estaban realizando hasta ahora acerca de cuál podría ser el nuevo mapa político y la situación que estaba viviendo el centro izquierda, se han quedado obsoletos con la irrupción en este proceso electoral de un nuevo sujeto político: El partido liderado por Íñigo Errejón. Se había especulado mucho sobre este escenario, pero cuando se pasa de la especulación a la confirmación de la noticia todo el tablero político se recoloca de forma más o menos virulenta y  esto trae consecuencias.

El primer efecto de la irrupción de MÁS PAÍS ha sido el de conseguir ser un revulsivo para toda la izquierda. Desde los que califican a Íñigo como un traidor y un peón del sistema, pasando por los que lo ven con buenos ojos siempre que desgaste a PODEMOS, porque piensan que puede ser un agente político más manejable que Podemos. Por otro lado está ese sector de la izquierda que estaba muy quemado por lo vivido en estos últimos meses y que dudaba entre quedarse en casa o votar con la nariz tapada y que ahora ha encontrado una nueva ilusión en este nuevo partido. Lo que está claro es que la irrupción de Más País no ha dejado indiferente a nadie. Este hecho tampoco ha pasado  desapercibido para la derecha, porque si en algo le puede perjudicar es en la variable con la que jugaban, la gran abstención en la izquierda, que ahora puede no ser tan grande.

La aparición de este nuevo partido es un movimiento que tiene algunas lecturas, tiene como objetivo no dejar huérfano a ese votante de izquierdas que está sumido en el hartazgo de ver como se ha perdido una oportunidad histórica para que, por primera vez, la izquierda entre en el gobierno de este país. Quizás uno de los políticos que ha visto esta situación de forma más nítida es Gabriel Rufián, en algunas de las declaraciones que ha realizado.

La propuesta de sólo presentarse en las circunscripciones en las que tengan posibilidad de obtener representación institucional, sin restar dentro del bloque del centro izquierda, y de no presentarse en provincias poco pobladas, pidiendo de forma implícita el apoyo al PSOE o a Unidas Podemos, es un signo de prudencia y de no beligerancia hacia estas dos formaciones.

Una de las incógnitas más importantes es saber de dónde va a atraer más votos. Si en un primer momento se ha dicho que sería a costa de Unidas Podemos, realmente saldremos de dudas una vez que conozcamos los resultados electorales. No habría que descartar que uno de los partidos más damnificados con la irrupción de MÁS PAÍS sea el PSOE. La línea que ha seguido Sánchez y su entorno tiene un poco de estrategia suicida. Hay declaraciones que han realizado que son para enmarcarlas y guardarlas en el cajón de los disparates. Si las han escuchado con posterioridad puedo entender que ahora no duerman tranquilos. Tengo dudas de que esta estrategia le genere alguna rentabilidad al PSOE, por el contrario, creo que incrementa el hartazgo. A esto hay que añadir que, durante el debate de investidura, Sánchez se pasó más tiempo pidiendo a la derecha que le facilitara la investidura que intentando atraer a la izquierda. Poco ha tardado en renegar de la posición que le llevó a dimitir como secretario general del PSOE en 2016, para no facilitar la investidura de Rajoy, de la que hizo bandera para presentarse de nuevo a la secretaria del PSOE. Por todo este elenco de contradicciones puede ser que el electorado del PSOE en su gran mayoría no le dé la espalda a Sánchez, pero si le puede costar unos puñados de votos, lo suficientemente importantes como para que el PSOE no consiga el objetivo que busca con esta repetición electoral que es recuperar el peso que tenía en otras épocas en el espectro del centro-izquierda.

¿Gobierno de coalición o repetición electoral?

Han pasado más de dos meses desde las elecciones generales y durante este tiempo el PSOE se ha dedicado únicamente a solicitar al resto de los partidos que faciliten su investidura como gesto de responsabilidad para facilitar la formación de un nuevo gobierno. Bien es verdad que hasta ahora sus mensajes se han dirigido más a su derecha que a su izquierda. Esta solicitud, como no podía ser de otra forma, ha ido acompañada con la muletilla recurrente “para no depender del independentismo”.  La verdad sea dicha que hasta en esto el PSOE ha sido poco original.

No se puede olvidar que la foto que salió de las urnas el día 28 de abril no fue una buena foto para la izquierda. Es verdad que se había conseguido evitar la llegada del tridente ultraderechista al poder. El trio de Colón no consiguió sus objetivos gracias a los números nefastos que obtuvieron en Cataluña y Euskal Herria. Los resultados que obtuvieron los partidos nacionalistas e independentistas, tanto de izquierda como de derecha fueron determinantes para evitar que se repitiera una situación como la de Andalucía después del 2 de diciembre. Pero no es menos cierto que el resultado obtenido por el PSOE le daba un margen de maniobra lo suficientemente holgado como para buscar algunos acuerdos, muy lejos de los deseos del electorado de izquierda, tendentes a contentar a los poderes económicos y a los guardianes del Régimen del 78. De hecho, los números le dan la posibilidad de gobernar con el apoyo de Ciudadanos.

EL PSOE ha esperado los resultados de las elecciones municipales y autonómicas para diseñar una estrategia que se ha centrado en la presión, por todos los flancos, a Ciudadanos para que facilite la investidura de Sánchez. Para reforzarla ha contado con todos los poderes políticos y económicos, habiendo sido hasta la fecha totalmente infructuosa. Ciudadanos, pero sobre todo su líder, está en estos momentos en una ardua batalla por querer pelear con PP y VOX por el espacio de la derecha dura, hasta el extremo de llegar a perder las formas en más de una ocasión. Está claro que cuando se pelea en el lodazal los contrincantes no están para finuras. Pero llama la atención que el líder de Ciudadanos haya hecho oídos sordos a todos los requerimientos que le han realizado los que hasta ahora han sido sus mayores valedores, la oligarquía y los grupos de presión políticos.

Desconozco si esta estrategia del PSOE tenía como finalidad la de obtener el apoyo de Ciudadanos o, por el contrario, que estos últimos se retrataran. Si esta segunda opción era la finalidad de Ferraz, no cabe duda que han logrado su objetivo, porque Ciudadanos en la actualidad se ha echado al monte. Pero la opción real del PSOE era la primera, pero se ha encontrado que Ciudadanos está en otra dinámica y es casi imposible que deshagan el camino andando.

En todo este proceso, hay que tener presente que el PSOE todavía tiene en la mente lo sencillo que le fue sacar adelante la moción de censura contra Rajoy. Fue un trabajo limpio y como quien dice “sin despeinarse”. Desde un primer momento manifestó que no iba a negociar con ningún grupo parlamentario. Era jugar con las cartas marcadas pues sabía el deseo unánime de toda la izquierda, partidos nacionalistas catalanes y vascos de echar a Rajoy. Solo hacía falta que se taparan la nariz para apoyar a Sánchez. Todo fuera por echar del Gobierno al partido más corrupto de Europa. Para ello, Unidos Podemos le ofreció un cheque en blanco para la investidura y, para que no quedara duda al respecto, Pablo Iglesias se puso a trabajar en favor de obra convenciendo a ERC, PdeCAT, PNV y EH Bildu. Todos apoyaron la moción de censura, no tanto por las pasiones que levantaba Sánchez en esos partidos, sino por la necesidad de echar a Rajoy. Pienso que el PSOE que puede ser muchas cosas, pero tonto no, ha querido volver a probar la misma fórmula para sacar a delante la investidura: ser apoyado sin necesidad de dar nada a cambio. Esta estrategia tenía su lógica porque en la actualidad tiene opciones a derecha e izquierda para llegar a acuerdos. Se ha reunido con los partidos con un solo punto en el orden del día, que le faciliten la investidura sin ofrecer nada a cambio. Por la derecha ha visto que la opción Ciudadanos parece haber entrado en barrena, por lo que vuelve a plantearse la opción Podemos, siendo consciente que a ese hipotético acuerdo hay que añadirle más apoyos.

Durante toda esta pelea siempre ha habido un mar de fondo, la amenaza soterrada por parte del PSOE y del Presidente del Gobierno de una repetición de las elecciones. Sin embargo la semana pasada se han dado informaciones que nos ofrecen algunas claves de lo que busca el PSOE. Por un lado, el PSOE envía señales de desear un pacto con Podemos, pero que su alcance sea un simple gobierno de colaboración y por otro, casualmente, el CIS nos obsequia con una encuesta electoral, en el supuesto de que hubiera que repetirlas, que no tiene desperdicio. Desconozco su fiabilidad, pero no me cabe ninguna duda que su publicación no ha venido dada por ningún fenómeno meteorológico. No sabemos si es verdadera o falsa pero no cabe duda que es verosímil y como dice el filósofo Daniel Innerarity, en política la verosimilitud es más importante que la verdad y no cabe duda que esta encuesta puede lograr su objetivo. Por el espectro de la derecha, pronostica que en global perderían nueve diputados, Cs lograría dar el sorpaso al PP, que perdería 5 escaños y VOX perdería casi la mitad de los escaños logrados en abril. La lectura que se puede hacer es: la guerra interna de la derecha se salda con la victoria de Cs, pero pierden toda posibilidad de liderar el centro. Parece que los datos son verosímiles viendo la actitud de los tres partidos de derecha.

Por lo que respecta al pronóstico que realiza sobre los partidos nacionalistas e independentistas no parece que haya movimientos significativos y augura una nueva caída de Podemos.  Este dato también puede entrar dentro de lo factible, porque puede existir un hipotético sector del electorado de Podemos que se muestre favorable a un apoyo a un gobierno del PSOE, aunque no sea de coalición.

Pues bien, a día de hoy, nos encontramos que la encuesta no ha conseguido mover de su sitio a la derecha ni tampoco ha conseguido que Podemos se pliegue a las exigencias del PSOE. Por ello, visto lo visto, el PSOE para defender su postura de no aceptar que Podemos entre en un gobierno de coalición ha tirado de manual hispano, con una cuestión recurrente, rancia y  ciertamente ventajista: la imposibilidad de formar un gobierno con un partido que está a favor de la celebración de un referendum de autodeterminación en Cataluña. Este argumento es muy socorrido y al electorado del PSOE le va a parecer un argumento de peso, sin pararse a pensar que la negociación de un gobierno de coalición se hace bajo la aceptación de un programa en el que ambas partes tienen que renunciar a ciertas cuestiones para poder llegar a un acuerdo y no me cabe la menor duda de que Podemos dejará a un lado esa cuestión si ello puede facilitar entrar a formar parte de un gobierno de coalición. El electorado de Podemos, fuera de las nacionalidades históricas, tampoco se vería muy defraudado por renunciar a un referendum en Cataluña como fórmula para resolver esta cuestión. Pero el problema que puede haber es que, con la actual representación parlamentaria de Podemos, haya más cuestiones en las que tenga la obligación de claudicar. Ahí es donde Podemos puede tener un desgaste muy superior que el que tendría si estuviera apoyando al ejecutivo desde fuera. Sin embargo, sus dirigentes apuestan por un gobierno de coalición, porque entienden que su recuperación política pasa por formar parte de ese gobierno y por eso están poniendo toda la carne en el asador. Ante esta posibilidad sólo cabe recordar que todos aquellos partidos que han compartido gobiernos de coalición con el PSOE y presididos por éste, han salido bastante perjudicados y si no que se lo pregunten a ERC e ICV cuando fueron parte del Tripartito catalán o a IU cuando compartió gobierno con el PSOE en Andalucía.

Deben de ser conscientes que el objetivo se antoja sumamente difícil y que si el PSOE no acepta la exigencia de Podemos, decide tirar la toalla y convocar de nuevo elecciones sus resultados pueden ser peores de los obtenidos el 28 de abril y eso sería el principio de su fin.

Hasta ahora lo que está claro es que el PSOE sigue marcando los tiempos, con una posición rocosa que nadie ha conseguido erosionar y, por su parte, Podemos tiene que gestionar una situación cada vez más difícil.

El turnismo político. Una democracia en decadencia.

El final de la I República, que da por concluido el sexenio democrático iniciado en 1868, sumió al país en una de las épocas más sombrías de la historia de España. Fue una experiencia democrática, que se inició con la caída de la monarquía de Isabel II, para acabar proclamándose la I República española.

Con la caída de la I República, vuelve a restaurarse la monarquía como forma de gobierno en la persona de Alfonso XII, hijo de Isabel II. Ésta tuvo que abandonar el trono en 1868, entre otros motivos, por los grandes escándalos de corrupción que se vivieron en su reinado y en los que estuvo envuelta.

La Restauración de la monarquía en 1874 trajo consigo una monarquía parlamentaria y la Constitución de 1876, que, siendo rigurosos, no era equiparable a los regímenes parlamentarios existentes en Europa.

La Restauración monárquica tuvo una serie de formas de operar un tanto peculiares a través de las instituciones y la clase política de la época:

El bipartidismo: A través de un sistema electoral que primaba la alternancia en el poder de dos partidos, a fin de evitar la dispersión en muchos grupos políticos. El partido conservador y el liberal cumplían esa función a las mil maravillas.

El turnismo político: Entre los líderes de ambas formaciones (Cánovas y Sagasta) llegaron a un pacto tácito de alternancia en el poder. Planificaron el momento en que cada uno de ellos tomaría el poder, al margen de lo que pudiera deparar el resultado electoral. Cuando el partido en el poder había agotado su periodo de permanencia, el monarca encargaba la formación de un nuevo gobierno al jefe de la oposición. Éste disolvía las Cortes y convocaba unas nuevas elecciones que las ganaba el partido del nuevo presidente del Gobierno. Para ello, el presidente recién nombrado organizaba las elecciones con el objetivo de fabricar un resultado a su medida, para que su partido tuviese mayoría en el Parlamento.

Este sistema político era una farsa. Todo estaba preestablecido de antemano. La voluntad popular era continuamente falseada por los guardianes de este Régimen. No hace falta decir que este déficit democrático era el caldo perfecto para que, en los diferentes gobiernos de la Restauración, la corrupción y las malas prácticas políticas volvieran a campar a sus anchas.

Pues bien, parece que en la actualidad, en este país, hay partidos políticos que tienen un deseo irrefrenable de reeditar situaciones que deberían de estar desterradas de la práctica política.

Todo esto lo traigo a colación porque han aparecido algunas informaciones que parecen hacernos retroceder muchos años en el túnel del tiempo. Me estoy refiriendo, por un lado, a los acuerdos a los que han llegado PSOE y Ciudadanos para gobernar dos años cada uno  en los ayuntamientos de Albacete y Ciudad Real y, por otro lado, a la exigencia que ha realizado Ciudadanos al PP para aplicar la misma idea en el Ayuntamiento de Madrid. Bien es verdad que no se puede dejar en el saco del olvido esa sesión de investidura de Rajoy en la que el PSOE pasó del “no es no” en campaña a la abstención, previo golpe de Estado en Ferraz. Eso sí que fue todo un acto de fraude a los votantes del PSOE, al más puro estilo decimonónico.

Esta forma de actuar es la nueva fórmula política para aplicar el turnismo político. Una reedición moderna, más sofisticada si se quiere, pero que en su núcleo tiene la misma finalidad que en la Restauración española: ignorar la voluntad popular. En la Restauración no se sabía cuál era la voluntad popular porque el pucherazo estaba organizado desde unas fechas antes y en los casos actuales los resultados de las elecciones, en muchas ocasiones, sirven de poco si se   dan acuerdos de los partidos políticos que durante la campaña electoral nunca llegaron a comunicar. Es más, si durante la campaña electoral, caso hipotético, se les hubiera preguntado por la posibilidad de pactos de esta naturaleza es probable que los hubieran negado y que hasta se hubieran sentido ofendidos por la pregunta.

Este nuevo modus operandi tiene su parte interesante porque viene a ser como la prueba del algodón. Hay partidos políticos que están adoptando algunas decisiones que no son más que el deseo de llegar al poder a cualquier precio. Aunque no figura en sus estatutos ni documentos políticos, su único objetivo se circunscribe a tocar poder porque están faltos de ideas para solucionar los problemas de la ciudadanía. A esto se le llama la consecución del poder como elemento imprescindible para perdurar en el tiempo.

Estos partidos pueden durar más o menos tiempo en el poder en función de las necesidades del Régimen y de la capacidad que tengan en la trastienda política para maniobrar. No olvidemos que son los títeres que mueve el Régimen para lograr sus fines y son la herramienta necesaria para recomponer las costuras del Régimen, pero el daño que hacen a la sociedad es de imposible reparación.

Para cuando la mayor parte de las personas lean este artículo, ya se habrán consumado muchos de los acuerdos que censuro en este escrito, sin embargo, estoy seguro de que nos encontraremos con algunos acuerdos que superen nuestra capacidad de asombro. Todo sea por el control del poder.

Batacazo de Podemos y el Trifachito no suma

Han pasado escasas 72 horas de la celebración de las Elecciones General y da la sensación que hubieran pasado 15 días. Lo digo porque los resultados han dado juego no solo para titulares, sino para realizar todo tipo de lecturas y análisis. Desde el fracaso de las derechas, pasando por el triunfo con cierta holgura del PSOE, la debacle anunciada de Unidas Podemos, y, para finalizar, los excelentes resultados obtenidos por el bloque que forman los partidos soberanistas de izquierda (ERC y EH Bildu).

Estos resultados van a seguir generando múltiples análisis porque ya los datos se están extrapolando hacia las próximas elecciones municipales, autonómicas y forales. Lo que se ha convertido en el partido de vuelta.

Estas elecciones han dejado algunos datos que son incontestables. Con mayor participación la derecha tiene más problemas para ganar, pero la suma de votos de los tres partidos de derecha y extrema derecha (11.276.920 votos) es algo superior a la suma de los votos PSOE-Unidas Podemos (11.213.684 votos). Para que este último bloque obtenga mayoría absoluta, por mucho contorsionismo que quieran hacer, no les queda más remedio que contar con los votos del bloque soberanista de Izquierdas (1.274.195 votos), sin contar los casi 400 votos que ha obtenido el PNV o los casi 500 mil votos que ha obtenido JxCat. En concreto, ERC ha obtenido un millón de votos y ha subido en casi 400 mil votos y no precisamente a costa de JxCat , porque esta formación sube ligeramente 14 mil votos.

Por su parte EH Bildu sube 74 mil votos y hago hincapié en un detalle que sirve para entender la subida del bloque soberanista de izquierdas: tanto en Cataluña como en Euskal Herria baja Unidas Podemos. Todo esto se traduce en que, sin tener presente los datos de Euskal Herria y Cataluña, en estas elecciones las derechas hubieran obtenido mayoría absoluta. A partir de aquí que cada cual extraiga sus propias conclusiones, la mía es clara: para hacer políticas de izquierdas la ecuación pasa, sí o sí, por contar con ERC y EH Bildu y lo demás es hacerse uno trampas jugando al solitario. El futuro Gobierno tiene dos opciones: o pactar con la izquierda (Unidas Podemos, ERC y EH Bildu) o sumar con Ciudadanos  y lo demás es literatura barata.

Estas elecciones han dejado una primera lectura que quiero resaltar: la suma de PP-Cs-VOX consigue casi 200 mil votos más que la suma de PP-Cs en las elecciones de 2016. Por tanto, la suma de las derechas ha subido en votos. Por el otro lado, el tándem PSOE-Unidas Podemos ha conseguido incrementar casi un millón de votos, que no son suficientes para superar a la derecha, pero lo que le ha favorecido es que éstos iban en tres partidos y la ley electoral les ha pasado factura. Todo esto hay que decirlo porque parece que la izquierda hispana ha tocado la gloria y es bueno que ponga los pies en el suelo, porque no tiene tantos motivos para estar risueña.

Entrando en el análisis de los resultados se puede decir que ha habido un vencedor, porque no nos llevemos a engaños, las elecciones sólo las gana un partido o un bloque. Si en Andalucía el vencedor de las elecciones fue el Trifachito, en las Elecciones Generales el vencedor ha sido el PSOE. Luego algunos han podido tener algunos premios de consolación y otros han tenido el honor de haber cosechado el mayor de los fracasos.

El premio gordo se lo ha llevado el PSOE no tanto por méritos propios sino por deméritos de los demás. Ante el abandono total del centro político y sociológico por parte de PP y Cs, al PSOE solo le ha hecho falta jugar a no cometer errores y a intentar cubrir ese espacio. Y no es que el PP y Cs sean de centro, porque son la derecha pura y dura, pero siempre intentan vender al electorado esa imagen de centro-derecha. Al PSOE le pasa algo parecido, intenta proyectar  una imagen de izquierda, pero sus políticas liberales lo acaban situando en el espacio de centro, sin grandes veleidades izquierdistas.

El PSOE ha subido en algo más de 2,3 millones de votos. Ha recogido por su izquierda gracias al batacazo de Unidas Podemos y de la abstención, porque el votante que se define de centro y hasta ahora votaba al PP o a Cs se ha escorado a la derecha. Ese electorado que se abstenía y que ha ido a votar por el miedo a lo que podía ser un frente de derechas, como el de Andalucía, ha ido a parar al PSOE. Al PSOE le ha hecho la campaña la derecha. Pero sin duda, el gran triunfador ha sido Pedro Sánchez, que con este magnífico resultado ha tapado bocas en el partido, sobre todo a los barones díscolos.

Siguiendo por la izquierda, el resultado de Unidas Podemos, se mire por donde se mire, es horrible y debería de servir para que salgan de la burbuja en la que se han metido hace tres años. Después de luchas internas, de abandonar la centralidad de la política y de embarcarse en una coalición con Izquierda Unida, que cada día que pasa demuestra que es un suicidio político de consumación lenta. Todo este harakiri a Podemos le ha hecho perder desde las elecciones de diciembre de 2015 (sin contar con los votos de IU) la nada despreciable cifra de más de dos millones de votos (si el cálculo se hace con los votos que obtuvo IU en 2015 a esta cifra hay que añadirle 900 mil votos más). Y si el cálculo se hace con las elecciones de 2016, a las cuales ya iban en coalición Podemos e IU, la pérdida asciende a casi 1,4 millones de votos. Son unos números que, si se miran con frialdad, asustan porque lo más grave es que no parece que esta sangría haya acabado.

Sin duda la coalición de izquierdas no ha rentabilizado absolutamente nada el apoyo que ha dado a Sánchez para llegar al Gobierno y no será por falta de ganas porque Pablo Iglesias se puso manos a la obra desde el primer minuto. En todos los análisis se dice que le ha pasado factura el voto útil en favor del PSOE, como antídoto para parar a la suma de las tres derechas, pero la caída era un secreto a voces. Antes de los resultados de las elecciones andaluzas se daba por hecho que la coalición estaba en horas bajas y hasta se puede decir que durante la campaña electoral ha conseguido recuperar algo de aire. La mayor parte de la caída ya la arrastraba con anterioridad y no parece que hayan dado con la tecla. Lo que está claro es que esa coalición no solo no suma, sino que además resta. Bueno, para todos no resta porque para IU está siendo muy rentable: casi sin arriesgar IU está manteniendo una representación en el Congreso que quizás fuese muy inferior si concurriese a las elecciones en solitario. De hecho, el peso de la campaña lo ha llevado Podemos.

Por la derecha, entrando a analizar a los tres partidos, sin duda alguna el gran derrotado ha sido el PP. No se puede hacer peor una campaña. El responsable de campaña, Javier Maroto, en una empresa privada sería despedido ipso facto. La competición  por ser más de derechas que VOX sólo le podía reportar un tortazo de dimensiones estratosféricas. Entre el original y la copia el elector siempre elige el original.  Y puestos a coquetear con la extrema derecha un sector importante de su electorado la ha elegido directamente. El PP ha realizado una campaña de guante blanco ante VOX y Cs. En la primera semana ya hablaban de reparto de ministerios entre PP y Cs, sin olvidar que el último día de campaña el PP también le ofrecía a VOX carteras ministeriales. Todo un despropósito que le ha llevado al mayor de los fracasos y sin tiempo de rectificar a menos de un mes de las siguientes elecciones.

 Pero lo que me deja atónito es que con esta estrategia les llame la atención el resultado que han cosechado en Cataluña y en Euskal Herria. Por cierto, el colmo de los despropósitos ha sido la campaña en Álava, con insultos y malos modos hacia el candidato de EH Bildu, Iñaki Ruiz de Pinedo. Luego Casado lo termina de rematar informando de que si Maroto no obtenía el acta de diputado ésta sería para EH Bildu. No me cabe duda que tanto en la izquierda abertzale como    fuera  de ella, en la vida han tenido mayor acicate para votar a lo que más le puede fastidiar al PP. Si a eso le añadimos que Otegi fue la persona más mencionada en los dos debates, algún premio tenía que tener la izquierda abertzale.

Cs tiene motivos para estar contento con su resultado, pues se ha quedado a algo más de 200 mil votos para alcanzar al PP y con la representación parlamentaria que tiene aritméticamente podría pactar con el PSOE, aunque en este momento esta hipótesis no sea la más manejada. Pero para Cs no es un resultado para estar feliz. La opción que llevaban planteando desde hace meses era la de echar a Sánchez del Gobierno y a día de hoy éste está mucho más cómodo que hace tres meses. La suma por la que apostaban ha fracasado y no han conseguido descabalgar al PP como partido de derechas más votado. Le ha pasado algo parecido a lo que le pasó a Podemos en diciembre de 2015, que se quedó a punto de superar al PSOE. Pero, si analizamos la evolución de las encuestas durante esta legislatura, veremos que en algunos momentos Cs estaba liderándolas, muy por encima del PP, sin embargo las urnas los han hecho volver a la cruda realidad. A esto hay que añadirle el pésimo resultado que han obtenido en Cataluña. No han rentabilizado la campaña bronca y provocadora que ha realizado su cabeza de cartel, Inés Arrimadas, más propia de discusión entre chonis poligoneras. Y en Euskal Herria no iba a ser una excepción, pues no ha llegado ni al 4% y sigue bajando con respecto a las anteriores elecciones.

Sin duda el caso de VOX es uno de los que más análisis y artículos ha generado. Un partido que de no tener representación parlamentaria pasa a obtener 24 diputados y más de dos millones y medio de votos. Ha crecido a la sombra del PP pero los datos de esta formación son para estudiarlos con detenimiento porque el trasvase de votos a VOX no se ha producido únicamente en barrios de alto poder adquisitivo. En poblaciones y barrios obreros del Estado español (sin incluir Euskal Herria y Cataluña) se ha movido en la horquilla del 10%. Por tanto, en las zonas menos favorecidas el voto de gente trabajadora que votaba al PP también se ha movido hacia VOX.

En estas elecciones ha habido otro bloque triunfador: el formado por los soberanistas de izquierda. Han cosechado un resultado histórico ayudando a que Cataluña y Euskal Herria hayan sido la tumba de la derecha nacionalista española. La sociedad vasca y catalana han ido a contracorriente del resto del Estado y han sido los únicos lugares donde PP-Cs-VOX se han quedado en partidos testimoniales. Pablo Iglesias dijo en la noche de las elecciones andaluzas que pedía un bloque de los partidos del cambio para frenar el ascenso del fascismo, pues dos naciones del Estado español si lo han conseguido y con muy buena nota.

Después de hablar la ciudadanía han hablado los que no se presentan a las elecciones pero que mandan más que los electores: la banca y la patronal, que han manifestado sus preferencias y lo han dejado meridianamente claro: No quieren que Unidas Podemos entre a formar parte de nuevo Gobierno, algo que no nos debería sorprender pero es que ya no guardan ni las formas. Se permiten el sugerir como debe de ser el futuro Gobierno al margen del mandato ciudadano.

Por lo que respecta a los futuros pactos, el PSOE lo tiene relativamente fácil. Un hipotético pacto con Cs no parece que vaya a cuajar más que nada porque la carrera que se ha pegado Cs hacia la extrema derecha es muy difícil desandarla en tan poco tiempo. Pero lo que no hay que descartar es que en muchas votaciones y leyes Cs pacte y apoye al PSOE. En cuanto haya un telefonazo de los que han financiado la campaña a Rivera, este chico se pone las pilas. La opción de un gobierno de coalición con Unidas Podemos no la acabo de ver. Lo que no consiguió Podemos con 69 diputados no parece que lo vaya a conseguir con 42 y no creo que se les pase por la cabeza bloquear la investidura, porque como por casualidad vayamos a una repetición de las elecciones entonces sí que es el fin de Podemos. El PSOE va a querer tener las manos libres para gobernar a su manera: un pasito para adelante otro pasito para atrás. Lo que ha hecho cuando ha estado en el Gobierno. Así que tranquilidad porque todavía van a pasar muchas cosas.

El PSOE es de izquierdas y yo soy Robert Redford

En el día de ayer leí una entrevista que eldiario.es había realizado a la escritora catalana Rosa Regàs y tengo que reconocer que me quedé estupefacto. No sé si será porque la intelectualidad hispana, que se autodefine de izquierdas, ha vivido durante muchos años en Alicia en el País de las Maravillas o porque muchos de no quieren enterarse.

Todo esto viene a cuento por algunas de las manifestaciones y afirmaciones que realiza en la entrevista. La verdad, no tienen desperdicio. Pero en este artículo solo me voy a centrar en una de ellas: la del carácter de izquierdas del PSOE.

En los primeros compases de la entrevista manifiesta: “Yo soy de izquierdas y votaré siempre a un partido de izquierdas. La verdad es que voto al mismo, lo haga bien o lo haga mal, porque estoy convencida de que igual que las personas también los partidos cometen sus errores”. Ya, el leer esta afirmación, me produjo una sensación de perplejidad. Es de izquierdas pero actúa igual que el votante de derechas. El concepto de la autocrítica no debe de entrar en sus coordenadas políticas. Quizás sea porque confunde el concepto de disciplina, que también existe en la izquierda, con el borreguismo político. Otra posibilidad es que no entienda que la sana autocrítica no tiene nada que ver con la autoflagelación, que muchas veces se da en la izquierda cuando el purismo se lleva a límites perversos,  pretendiendo que su partido sea tan perfecto que no tenga contradicciones. Conclusión: Vota siempre al mismo, lo haga bien, mal o regular.

Hasta aquí alguna de las críticas que se le pueden realizar en el campo de la ética o de las formas de hacer política desde los parámetros de la izquierda. Pero, avanzando un poco en la entrevista, manifiesta a qué partidos vota y ha votado, en los siguientes términos: “Desde que existe voto a Podemos. Voté durante mucho tiempo al PSOE” y desvela que cambió el sentido de su voto “Por esa modificación de la Constitución que hizo el PSOE con nocturnidad y alevosía. Aquello me sentó fatal. No entendí ni lo que hicieron ni cómo lo hicieron y me ha costado mucho recuperarme de eso”. Debió ser que en ese momento vio la luz, pero en todo el artículo no nos dice si todavía considera al PSOE un partido de izquierdas porque ¡quién sabe! Para Rosa Regà quizás el PSOE siga siendo un partido de izquierdas que ha cometido únicamente el error de la modificación de la Constitución en agosto de 2011.

Ante esta manifestación de la escritora catalana me ha venido a la cabeza un sinfín de decisiones que ha tomado el PSOE, tanto durante los gobiernos de Felipe González como en los de Rodríguez Zapatero, y  me pregunto si le parecieron decisiones propias de un partido de izquierdas. Así que paso a enumerar algunas, a ver si, aunque ha terminado la Semana Santa y entrados en tiempo de Pascua, le sirve como acto de penitencia a Rosa Regàs como a las personas que todavía piensan que el PSOE es de izquierdas y de esta forma tengan un hilo de luz que les ilumine y aterricen en el suelo porque la realidad siempre es tozuda. Como  a Rosa Regàs el motivo que le hizo dejar de votar al PSOE fue una decisión en materia económica, voy a empezar por este tema. Los diferentes gobiernos de Felipe González (1982-1996) nos obsequiaron con las siguientes medidas: el decreto-ley que aprueba Boyer liberalizando algunos sectores como el alquiler, lo que suposo dar gasolina y oxígeno a la especulación que se daba en los años 80. ¿Alguien ha olvidado aquella frase de Carlos Solchaga en 1988 de «España es el país donde se puede ganar más dinero a corto plazo de toda Europa y quizás uno de los países donde se puede ganar más dinero de todo el mundo»? Era la cultura del pelotazo.

Otra medida: la reconversión de los sectores estratégicos que estaban en manos del antiguo INI (Instituto Nacional de Industria) luego denominada SEPI. El PSOE desmanteló la  industria naval con el cierre de astilleros como Euskalduna (Bizkaia) y Astano (A Coruña) y luego pasó a la industria siderometalúrgica con AHV (Bizkaia) y Ensidesa (Asturias). Esto no fue una reconversión, fue únicamente un cierre para adelgazar al Estado e ir poniendo la alfombra roja al sector privado. Muchos trabajadores miraron para otro lado al recibir indemnizaciones y prejubilaciones sin pensar que su puesto de trabajo quedaba amortizado y que empezaba la política de desierto y tierra quemada.

La primera reforma de las pensiones la hizo el gobierno de Felipe González en 1985 y le supuso la primera huelga general que organizó CCOO. La UGT todavía se encontraba cómoda con el PSOE, aunque eso supuso la dimisión como diputado del PSOE de Nicolás Redondo Urbieta. Para finalizar, justo antes que el PP llegara al gobierno en 1996, el Gobierno de Felipe González le facilitó el camino dejándole aprobada una ley de empresas de trabajo temporal.

Durante los gobiernos de Rodríguez Zapatero se profundiza en las reformas fiscales rebajando los impuestos directos, IRPF e Impuesto sobre Sociedades de la mano del marxista-leninista de Pedro Solbes. Si, ese señor que cuando era comisario europeo le engañó el gobierno de derechas griego falsificando los datos económicos para poder entrar en la Zona Euro. Pues bien, El PSOE dio una vuelta de tuerca más para rebajar la carga fiscal a las clases más favorecidas. Es la época en la que deciden que se elimine el Impuesto sobre el Patrimonio. Lo dicho, un marxista clásico en materia económica y culmina este gobierno realizando otra reforma de las pensiones en la que se sube la edad de jubilación a los 67 años y la reforma laboral. En conclusión, siempre pagan el pato los mismos. No cabe duda de que el PSOE es el responsable del giro neoliberal en el Estado español.  

En materia de derechos y libertades el Ministro del Interior, el requeté José Barrionuevo (lo de requeté lo digo porque en su época estudiantil militó en la Asociación de Estudiantes Tradicionalistas de ideología carlista y perteneció al SEU) impulsó una nueva ley antiterrorista en el año 1983 en la que se producía un recorte de los derechos y libertades. Fue criticada por organismos internacionales y en Madrid, la Asociación contra la Tortura presidida por el abogado Fernando Salas, se partió la cara para luchar contra esta ley, porque consideraba que serviría para dar cobertura a la práctica de la tortura. De la mano de esas políticas miembros del Gobierno del PSOE crearon un grupo terrorista por parte del Gobierno (GAL) con la utilización de la cal viva para acabar yendo de romería a la puerta de la prisión de Guadalajara a abrazar a Barrionuevo y Rafael Vera el día que entraban en prisión. El PSOE no sólo no finalizaba con el problema de ETA sino que encima echaba más gasolina al problema y daba recursos dialécticos a los que se suponía que combatían.

El PSOE  tampoco depuró responsabilidades en los cuerpos policiales en su connivencia con los grupos de extrema derecha, les dejó campar a sus anchas. Aquellos polvos trajeron estos lodos, ahora todo el mundo en la izquierda se escandaliza porque se han percatado que la Policía y Guardia Civil está plagada de elementos ultras. En todos los mandatos en los que el PSOE ha gobernado no ha realizado ni un solo intento por democratizar ni el Ejército,  ni los cuerpos policiales, ni la judicatura. También debería de haberlos depurado de elementos franquistas pero no hizo ni el intento que regenerarlos. Vemos hoy en día que, esos elementos franquistas, siguen campando a sus anchas. Ni se molestó en investigar la trama civil del 23-F e indultó al General Armada ¿quizás tenían algo que ocultar?

Por lo que respecta a la memoria histórica y rehabilitación de las víctimas de la Dictadura, esta etapa se puede resumir diciendo que los diversos gobiernos de Felipe González no hicieron absolutamente nada. Con la mayoría aplastante que tenía, ni se plantearon sacar al dictador del Valle de los Caídos y permitieron que se le homenajeara, junto a José Antonio, todos los 20-N y no se aprobaron ninguna ley en la que se condenara la dictadura ni su exaltación. Ahora nos echamos las manos a la cabeza por todo lo que estamos viendo pero no debería de extrañarnos nada.

En materia de organización territorial el PSOE dice una cosa en la oposición y en el gobierno hace otra. Pero tampoco vamos a pedirle peras al olmo, a un partido que durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera tiene la indecencia de colaborar con ella no le vamos a pedir mucho más. Todo esto lo digo porque antes de llegar al poder llegó a salir en una manifestación en Donostia en 1978 a favor del derecho a la autodeterminación, encabezada por Txiki Benegas. Pero cuando llegaron al gobierno intentaron aprobar leyes orgánicas que recortaban competencias a los estatutos de naciones históricas como fue el caso de la LOAPA. Es más de lo mismo. Durante todo el tiempo que gobernó el PSOE con Felipe González tuvo la posibilidad de dejar solucionado el tema territorial y de paso podía haber ayudado a solucionar la parte más dura del conflicto de ETA. Pienso que tuvo todo el margen de maniobra necesario para ello. No me cabe la menor duda que nos hubiéramos ahorrado mucho sufrimiento. El PSOE fue incapaz de avanzar hacia un Estado Federal de verdad y no cara a la galería.

Ha tragado con una ley electoral que para las elecciones al Congreso prima a las zonas más despobladas pero en el caso de la forma de elección del Senado es más grave al dar la misma representación a todas las provincias. No puede ser que Ávila tenga 4 senadores al igual que Madrid, Barcelona o Bizkaia. Luego ocurre que en el Senado siempre va a tener mayoría absoluta la extrema derecha (no me he vuelto loco, el PP siempre ha sido la extrema derecha o ¿es que alguno piensa que Fraga o Arias Navarro se convirtieron a la democracia porque una mañana se levantaron simpáticos?).

En política de pactos poselectorales no sé si le escandalizaría a Rosa Regàs el hecho de que en Navarra, durante dos legislaturas seguidas (2007-2015), apoyara un gobierno de UPN-PP, lo que ella llama extrema derecha. Por tanto, no le debería de preocupar que ahora la extrema derecha llegue al gobierno o ¿es que los ciudadanos de Navarra sirven de moneda de cambio para otras cuestiones oscuras?

En política internacional el PSOE no sacó al Estado español de la OTAN, gran incumplimiento electoral (OTAN de entrada NO. Saldremos como hemos entrado, con mayoría simple en el Congreso) y además, las bases americanas tampoco se fueron (en la pregunta del Referendum OTAN se decía que si ganaba el SI los americanos se irían de las bases).

Olvidó y abandonó al pueblo saharaui. Todo el discurso de solidaridad con el pueblo saharaui se tradujo en lo contrario. Buenas relaciones con el sátrapa rey feudal de Marruecos y todo lo que ello comportaba. Plegamiento a las políticas de los EEUU y Francia en esa región de África. Apoyó la primera guerra del Golfo, año 1990-1991 que tenía, como todas las guerras, una motivación económica por los intereses de los EEUU en la zona y nunca tuvo una posición enérgica con el gobierno de Israel en el genocidio contra el pueblo palestino.

En cambio, en materia de corrupción el PSOE se movió como pez en el agua: Filesa, BOE, Cruz Roja, Luís Roldán, Juan Guerra, fondos reservados, comisiones en la construcción de casas-cuarteles, comisiones en la construcción de la autovía de Leizaran, porque la lucha contra ETA también tenía su parte crematística.

No continúo enumerando decisiones del PSOE que podía haber tomado un partido de derechas porque este artículo tiene que tener un final.

Todas estas políticas, como muy bien dice Íñigo Errejón, sobre todo las concernientes a las cuestiones socio-económicas y la huelga general de 1988 suponen la ruptura del PSOE con los sindicatos y el comienzo del desgaste de su hegemonía en la clase trabajadora. Ha minado sus propias bases sociales y culturales entregándoselas a la derecha. Ahora deshacer ese camino se me antoja imposible, entre otros motivos, porque no le veo al PSOE dando un giro copernicano en sus políticas.

Eso sí, en la entrevista Rosa Regàs, cumple con los cánones de la intelectualidad de este país y se mete a arreglar los problemas de Podemos, criticando a unos y a otros. Los dirigentes de Podemos lo habrán podido hacer horrible en lo que respecta a sus temas internos pero será que el PSOE no ha tenido broncas internas y ahí no ha pasado nada. En Podemos nadie ha dado un golpe de Estado, como ha ocurrido en el PSOE a lo largo de su historia.

En resumen, calificar al PSOE de partido de izquierdas es propio de un país esperpéntico al más puro estilo valleinclanesco. La deformación de la realidad llega a tal extremo que todavía se tilda sin rubor alguno al PSOE como partido de izquierdas. Y tengo que decirlo así de diáfano: Ni el PSOE es de izquierdas ni yo soy Robert Redford.

Podemos: avanzar o autodestruirse

Si alguien pensaba que en Podemos ya había visto todo lo que tenía que ver sin duda estaba equivocado. No pongo tanto el foco en la lucha encarnizada que hay en muchos territorios, hasta el extremo de estar judicializados algunos de los procesos de primarias, como en la lucha actual por la táctica que debe de seguir Podemos para convertirse en opción de gobierno que englobe a la mayoría social de la ciudadanía del Estado. Esta cuestión la lleva arrastrando desde el día siguiente a las elecciones generales del 26 de junio de 2016. Esas elecciones marcaron un punto de inflexión, pero, sobre todo, fueron el inicio de una espiral de la que Podemos no sólo no ha sabido salir sino que empieza a ser un problema de casi imposible gestión. Esto se debe a diferentes causas:

1.- Los resultados de las elecciones generales de junio de 2016 fueron como un golpe seco que dejó noqueada a la dirección de Podemos, en especial a Pablo Iglesias, y lo que hoy es su equipo más cercano. Tardaron unas semanas en llegar a un análisis y se me antoja que el debate que hubo en la dirección, y en las conclusiones que realizaron los diferentes líderes, nunca llegaron al común de los mortales. Si nos atenemos a la posterior guerra de tuits, lo que si que quedó claro es que no hubo una unanimidad en el diagnóstico, sobre todo, entre las caras más representativas del partido. Todo esto ha desembocado en que desde entonces, en la dirección de Podemos, conviven dos planteamientos totalmente divergentes:

– El planteamiento representado por Pablo Iglesias de una apuesta decidida porque perdure en el tiempo la alianza electoral con IU, en busca de la tan ansiada unidad popular para la izquierda con el fin de configurar mayorías a la izquierda del PSOE.

– El planteamiento de Iñigo Errejón que, si bien coincide con Pablo Iglesias en que hay que configurar confluencias que busquen la unidad popular, entiende que los acuerdos con IU no suman, cosa que ciertamente quedó demostrado de forma palmaria en las elecciones de junio de 2016 y que va más lejos planteando ensanchar la unidad popular a otros espacios sociales. En palabras de Iñigo Errejón, recogidas en el documento de Vistalegre II, habría que “atraer a sectores muy diversos y ser efectivamente el núcleo irradiador de un nuevo acuerdo de país”.

2.- A partir de ese momento se empezaron a vislumbrar dos posturas diferentes a la hora de asimilar los resultados, gestionarlos y empezar una nueva etapa, que se verán reflejados en un primer momento en el proceso para la renovación del Consejo Ciudadano Autonómico de Madrid y aprobación de los documentos políticos, que serían su nueva hoja de ruta para lograr la Comunidad de Madrid en 2019 y en un segundo momento en el debate previo a Vistalegre II.

En esta segunda confrontación, en la que de todos es conocida que la militancia eligió por mayoría absoluta los documentos del equipo de Pablo Iglesias, fue muy interesante analizar los documentos políticos de los sectores más importantes de la formación; por un lado el redactado por el sector de Pablo Iglesias y, por otro, el redactado por el equipo de Iñigo Errejón. En ese momento se pudo comprobar que había dos propuestas que eran muy diferentes tanto en el análisis que realizaban de la gestión de los resultados de las elecciones generales de 20 de diciembre de 2015, de los resultados obtenidos el 26 de junio de 2016, así como cual debería de ser la nueva hoja de ruta de Podemos hasta las siguientes elecciones generales.

Si de alguna forma hay que definir el documento de Pablo Iglesias diría que es el documento de un canto a la resistencia hasta que vengan buenos vientos que empujen la nave a la victoria electoral y mientras tanto, en dicho documento, no se planteaba una línea de actuación política en la que se intente sacar partido a la correlación de fuerzas que hay en el Congreso, intentado propiciar situaciones que generen contradicciones en lo que desde Podemos se denomina Régimen del 78.

Si realizamos a día de hoy una nueva lectura del documento redactado por Pablo Iglesias nos chocarían algunas de las cosas que en él se recogen, porque en los dos años que han pasado desde su redacción no parece que haya acertado en el análisis. En el apartado titulado “Un régimen débil y un Gobierno no tan débil: el epílogo de Rajoy” se dice “No es cierto que el del PP sea un Gobierno en una situación de debilidad, a pesar de no contar con una mayoría parlamentaria. […] el Gobierno cuenta con facultades legales y reglamentarias para gobernar ignorando al Congreso y haciendo que en la práctica buena parte de las decisiones de este queden en papel mojado”. Por el contrario, el gobierno no era tan fuerte como pronosticaban en ese documento pues ha caído y, lo más importante, han cambiado las alianzas políticas, lo que ha llevado a una recomposición de los bloques políticos.

Por el contrario el documento de Iñigo Errejón parte de una premisa más nítida: construir un proyecto amplio para gobernar. Para ello en ese momento entendían que Podemos debía de “corregir el rumbo de los últimos meses y volver a disputar el sentido común y las nociones centrales para los españoles” y para poder ser opción de gobierno ineludiblemente y aguantar las embestidas “de los de arriba” es necesario que la oposición esté formada por algo más que lo que son las fuerzas de izquierda. Tiene que ser “la mayoría heterogénea y mestiza de los de abajo”.

El documento de Iñigo Errejón hace una apuesta por la transversalidad porque entiende que la unidad del pueblo es un concepto más amplio que lo que entendemos por izquierda. Eso le hace plantearse que con IU no se crece sino que el proyecto se acaba encasillando en un espacio de la izquierda que no le hace crecer y que la sociedad  interpreta como el enésimo intento de la izquierda de toda la vida, para dejar de ser un actor secundario en la política de este país. Sin embargo Podemos, en sus orígenes, no era eso, porque nació para “asaltar el cielo”.

Desde un punto de vista táctico, sin duda alguna es aquí donde estaba la dicotomía entre los dos líderes de Podemos y la única forma de saber quién estaba en lo cierto era la puesta en práctica de uno de los documentos para saber quién hacía el diagnóstico certero.

Ganó el documento de Pablo Iglesias en febrero de 2017 y lo que más me llama la atención es que, en los dos años que han pasado tengo, la percepción que ese documento debe de encontrarse olvidado en algún cajón porque no solo no se ha puesto en práctica, sino que en muchos casos se han aplicado las recetas del documento perdedor, el de Iñigo Errejón.

Han sido varias las circunstancias que se han dado para que llegue a una conclusión tan categórica, pero estimo que son actuaciones políticas que no han pasado desapercibidas. A los pocos meses de celebrarse el cónclave de Vistalegre II, Podemos inicia una dinámica de ofensiva institucional simultánea en la Comunidad de Madrid y en el Congreso de los diputados con la presentación de dos mociones de censura al gobierno autonómico y del Estado del PP. Dos mociones de censura muy bien planificadas, con un grado muy alto de iniciativa política a la hora de ser sustentadas, que sirvieron para que, como sucediera por vez primera en junio de 2016, Podemos volviese a marcar la agenda de este país. Pero no se puede negar que esta opción no entraba en la hoja de ruta que salió victoriosa en Vistalegre II, sino que fue más producto de un salto que tenía que dar Podemos después de mucho tiempo de estar sumido en crisis internas y abocado a estar en un segundo plano.

Otro ejemplo de olvido de lo aprobado en Vistalegre II se produce cuando Pedro Sánchez presenta la moción de censura, que sirve para que el gobierno de Mariano Rajoy compruebe que tenía una mayoría más exigua de lo que parecía y lo más llamativo es que, para facilitar este cambio, Pablo Iglesias no entró a negociar nada con el PSOE. Creo que les dio un cheque en blanco para apoyar el voto de investidura, sin tener garantizado que el PSOE de nuevo no fuese a intentar buscar mayorías al margen de Podemos y de sus confluencias. Es llamativo ver que después de las primeras elecciones generales no sólo hubo una propuesta de gobierno con una serie de reivindicaciones, sino que se llegó a postular como vicepresidente de un futuro gobierno. Todo esto no es más que el reflejo de que Podemos ante este movimiento político de Pedro Sánchez no duda en intentar ser una pieza fundamental, pero con un estilo muy diferente al del primer intento de llegar a un acuerdo con el PSOE y, por supuesto, esta forma de actuar no entraba dentro de la hoja de ruta de Vistalegre II. Y ¿Qué decir del despliegue que realiza Pablo Iglesias para intentar facilitar la tramitación de los Presupuestos Generales del Estado al intermediar con los partidos independentistas de Cataluña? No era ese precisamente el papel que se le asignó a Podemos en Vistalegre II.

3.- Pero lo que llama más la atención es que, en un partido en el que su dirección está bien surtida de politólogos y personas del mundo de las ideas, su dirección haya llevado a cabo una política de continuos zigzagueos que daban la sensación que eran producto de la improvisación con declaraciones cambiantes por parte de algunos de sus líderes. Da la sensación de que hay una pérdida de rumbo político. Si hasta hace algo más de dos años Podemos era la organización política que marcaba la agenda diaria de la política de este país, dos años después va al remolque de los acontecimientos.

Si comparamos las declaraciones de Pablo Iglesias el día de las elecciones andaluzas con las que hace pasadas 48 horas, a la hora de valorar la irrupción de VOX en el tablero político, tenemos un ejemplo  claro de funambulismo. Pasa de plantear que el fascismo crece y hay que pararlo, por lo que realiza un llamamiento a todas las fuerzas que apoyaron la moción de censura para hacer fuerza común,  a decir que son los mismos que antes estaban en el PP.

Pero lo que realmente ha hecho cambiar el tablero político han sido las elecciones andaluzas: la mayoría que ha conseguido el bloque de derechas con la irrupción de VOX,  por lo que este partido representa y que ha hecho virar al PP hacia las esencias de lo que era Alianza popular a finales de la década de los 70.

Para luchar políticamente contra este tridente representante de la “hiperconcentración de poder y riqueza en muy pocas manos” hay dos formas de combatirlo: o bien con un discurso de más izquierda, es decir, volviendo a posiciones frentistas (en eso las fuerzas reaccionarias tienen un master y siempre ganan) o, por el contrario, con la receta de un trabajo en favor de las mayorías que componen este país, defendiendo las conquistas democráticas que en materia de derechos individuales y colectivos se consiguieron en los inicios de la Reforma política, aunque fuesen desmochadas por los poderes que vigilaron el proceso de Reforma política en los años 70.

Para trabajar por ello, Podemos se encuentra en una encrucijada vital. O se reinventa superando todos los errores cometidos en los dos años y medio últimos o acabará convirtiéndose en una fuerza política secundaria convirtiéndose en momentos puntuales en la muletilla del PSOE.