El conflicto de Chechenia

El conflicto de Chechenia

Uno de los efectos que se produce cuando estalla una guerra es que sirve para que el grueso de la población olvide la anterior, lo que conlleva que si uno echa la vista atrás y observa los últimos veinte años, se encuentra un panorama aterrador. La lista de conflictos armados que se han dado en el planeta y que se han ido quedando enquistados en el camino puede ser interminable.

Entre todos los conflictos que han estallado en las últimas décadas hubo uno que en su momento, por diversos motivos, lo seguí con cierto interés, y que a día de hoy sigue sin resolverse, porque la forma en la que se zanjó fue manu militari y todo lo que finaliza de ese modo, continua y, con el tiempo, acaba resurgiendo. Me estoy refiriendo al proceso que se vivió en Chechenia desde la caída de la Unión Soviética, con su declaración de independencia en 1991 y las dos guerras que se dieron en un periodo de diez años.

Chechenia pasó de ser portada en los medios de comunicación internacionales, entre los años 1994-2004, a caer en el mayor de los olvidos, sencillamente, dejó de ser noticia, y cuando abría informativos, el foco de la noticia era algún atentado terrorista en Rusia de alguna de las guerrillas chechenas, obviando las causas del conflicto.

Después de casi veinte años, y no por casualidad, cuando el año pasado estalló la guerra en Ucrania, volvió a hablarse de Chechenia en los medios de comunicación, en esta ocasión para informar que fuerzas de élite del ejército checheno iban a reforzar las filas del ejército ruso y, por otra parte, y con menor ruido mediático, también conocimos, a través de algunos medios de comunicación, la existencia de voluntarios chechenos luchando dentro del ejército ucraniano. Es como si dieciocho años después, el conflicto checheno se estuviese dirimiendo en Ucrania.

Todas estas circunstancias me han parecido lo suficientemente sugerentes para desempolvar el conflicto checheno, y para ello he rescatado un trabajo que con el título “El conflicto de Chechenia” (Editorial Catarata), el politólogo Carlos Taibo publicó en 2004, justo al final de la segunda guerra ruso-chechena de la era postsoviética. En mi caso he utilizado la tercera edición que vio la luz en 2005.

Antes de entrar a comentar el libro, quisiera decir que si hay alguien que es conocedor de todo lo que tenga que ver con la historia de los dos últimos dos siglos de Rusia, la URSS y la posterior etapa postsoviética ese, sin duda alguna, es Carlos Taibo.

A la hora de definir este libro tendría que decir que es algo más que un ensayo. A lo largo de ocho capítulos, encontraremos un trabajo pormenorizado de todos los acontecimientos que se dieron desde el fallido golpe de Estado de agosto de 1991, que desembocó en la desintegración de la Unión Soviética, hasta la finalización de la segunda guerra ruso-chechena en 2004, y todo ello acompañado con una serie de apéndices y bibliografía que son de gran ayuda a la hora de profundizar en el conflicto de Chechenia.

A lo expuesto anteriormente habría que añadir que este libro ayuda a comprender la evolución de Rusia y en qué parámetros se mueve la política del Kremlin desde la desaparición de la URSS, un régimen que, primero con Boris Yeltsin y posteriormente con Vladimir Putin, es muy diferente de lo que estamos acostumbrados a ver en Europa occidental y todo ello con la dificultad que conlleva realizar un estudio sobre un conflicto en el marco del Estado más grande del planeta y en el que la información en muchos casos hay que ponerla en cuarentena por el oscurantismo y la censura que existente desde hace décadas, y por supuesto, teniendo presente que hablar de Rusia, es hablar de corrupción a gran escala, puesto que está enquistada en todas sus estructuras, incluido el ejército.

El autor en 2005, al inicio de su libro, señalaba algunas cuestiones que leídas en estos días, en los que estamos viviendo el conflicto de Ucrania, tienen cierta relevancia porque es algo recurrente observar que la hipocresía de Occidente no tiene límites. Una de ellas es el doble rasero de los países occidentales en lo concerniente a la intervención rusa en Chechenia. El hecho que Rusia fuese “el aliado fiel” de Occidente en aquellos años sirvió para que miraran para otro lado ante todas las vulneraciones de derechos humanos llevadas a cabo por el Kremlin. La otra cuestión no es otra que una actitud muy laxa por parte de Occidente ante el grado de destrucción que se vivió en las dos guerras que hubo entre Rusia y Chechenia entre 1994 y 2004 que sería equiparable a la destrucción sufrida en algunas de la batallas de la II Guerra Mundial (Stalingrado, Dresde), y como botón de muestra encontramos la imagen de Grozni, capital de la república, que quedó reducida a cenizas.

El entorno

Antes de entrar de lleno en los avatares del conflicto checheno, el autor realiza una pequeña introducción para que el lector tenga una visión panorámica de la región del Cáucaso, donde se encuentra la república de Chechenia/Ichkeria[1]. Hay diferentes factores que hacen que la región tenga una relevancia geoestratégica: su situación entre los mares Negro y Caspio, su cercanía al Golfo Pérsico y su riqueza petrolera y gasística. Todo ello conlleva que las potencias de la zona, Turquía e Irán, tengan políticas muy activas en la región, así como EEUU, China y la UE miren a esa zona con gran interés, pero sobre todo, lo que destaca es la “injerencia de Moscú en los asuntos internos de Estados que sólo formalmente se antojan soberanos”.

El conflicto de Chechenia
Un hombre ondea una bandera independentista chechena en Grozni

Al centrarse el ensayo en lo que denomina “el escenario checheno”, el autor, una vez de situarnos Chechenia en la zona septentrional de la cordillera caucásica,  nos da una serie de datos de interés que nos ayudarán a conocer al pueblo checheno. Desde su forma de organización social, la religión que en su mayor parte profesan: “son musulmanes suníes, sobre la base de un substrato sufí”, teniendo en cuenta que “hasta hace poco los signos externos de identidad religiosa eran débiles”. Sostiene que “el peso del islam en modo alguno es despreciable, configurando un significado de identificación cultural”, pero teniendo siempre presente que el conflicto checheno es muy complejo como para invocar como factor principal “el auge del islamismo radicalizado”.

En un viaje a través del tiempo, nos da a conocer una serie de pinceladas históricas que nos ayudarán a conocer al pueblo checheno, destacando los hitos más significativos de su historia, hasta la caída de la Unión Soviética.

Siguiendo una estructura similar, Carlos Taibo realiza un repaso de la economía chechena a lo largo de los últimos siglos, lo que supuso la aplicación de las políticas estalinistas, teniendo en cuenta todo lo relativo a las reservas de combustibles, la industria de refinado y los oleoductos que atraviesan este territorio, para concluir que las políticas soviéticas tuvieron como consecuencia que “el beneficio procedente del petróleo no revertía en la esta república”.

Chechenia/Ischkeria de Dudáyev

Una vez de haber puesto unas bases para que el lector tenga unos conocimientos del Cáucaso septentrional y de Chechenia en particular, el ensayo nos introducirá en esa etapa vertiginosa que se inició con el golpe de Estado fallido de agosto de 1991, que abrió paso al proceso que llevó a Chechenia a proclamar su independencia, erigiéndose Dudáyev en líder de la república, hasta el inicio de la primera guerra en 1994.

Carlos Taibo se adentra a dar una serie de motivos por los que se dio en Chechenia y no en otros lugares de la Federación Rusa una apuesta por la independencia. Desde la singularidad de su organización social, pasando por “el fracaso de la rusificación y la posterior sovietización”, sin olvidar la influencia ejercida por la riqueza de esta república en petróleo, pero entiende que “mucho mayor relieve había tenido la noción de sufrimiento colectivo” reflejado en la conquista militar rusa en los siglos XVIII y XIX y la deportación a Asia Central en 1944, siendo de menor influencia el factor religioso.

La relación entre la Federación Rusa y Chechenia es analizada en este trabajo, donde encontraremos algunos hechos relevantes que, sin lugar a dudas, nos pueden chocar por la forma de actuar de las partes en conflicto, teniendo presente el enquistamiento de la corrupción y las redes mafiosas.

En una región como el Cáucaso que destaca por la diversidad étnica, esta se refleja en las diferentes disputas territoriales y políticas y en las alianzas que se dan, sobre todo por parte de Chechenia para contrarrestar la presión rusa, y para ello el autor hace un repaso a esta cuestión señalando, entre otras cuestiones, los esfuerzos que realizó Dudáyev “encaminados a crear estructuras comunes al conjunto del Cáucaso septentrional”, entre las que destacó la Conferencia de Pueblos Montañeses del Cáucaso.

En todo este proceso de desintegración de la URSS, con la declaración de independencia de las antiguas repúblicas que formaban parte de ella y las demandas independentistas de las repúblicas autónomas que constituían la Federación Rusa en la era soviética, Carlos Taibo no deja pasar por alto la importancia que tuvo la estrategia seguida por Moscú, a la hora de enfocar el problema territorial existente y los diferentes vaivenes que se dieron.

La primera guerra ruso-chechena postsoviética (1994-1996)

Al adentrarse en lo que fue la acción militar de Rusia en Chechenia, Carlos Taibo realiza un análisis pormenorizado de los factores que llevaron a la Federación Rusa a iniciar la invasión de Chechenia. Son varios los argumentos que maneja, si bien todos giran alrededor de “la vida política propia, y los intereses generales de la Federación Rusa”. Desde la instauración de “un discurso imperial”, hasta la necesidad de poner el foco en la “búsqueda de enemigos externos” para desviar la atención de los graves problemas internos, sin olvidar la situación socio-económica que se vivía en Rusia y la importancia de la ubicación geoestratégica que suponía para Rusia el Cáucaso septentrional. Moscú tenía que evitar que otros pueblos del Cáucaso se mirasen en el espejo checheno.

Las relaciones entre las mafias rusas, en concreto, las relacionadas con los militares rusos, y los dirigentes chechenos no pasan desapercibidas para el autor, para lo cual recoge algunas teorías y evidencias al respecto.

En lo concerniente a la guerra, Carlos Taibo expone el auténtico fracaso que supuso desde el punto de vista militar, “una decisión adoptada por el poder civil de Moscú”, y que “provocaron una violencia ciega e ineficaz a menudo aplicada sobre la población civil”. El ensayo aporta datos de observadores internacionales sobre el grado de destrucción que se dio, muy superior a que se dio en Bosnia o actualmente en Ucrania.

En el ensayo se destaca que desde el comienzo de la guerra se vivió una crisis política profunda en Rusia, que se extendió a las fuerzas armadas, con los partidos de la oposición  y una opinión pública en contra de la guerra. Si a esto se suma la inminencia de unas elecciones presidenciales, Moscú tenía motivos más que suficientes para llegar a un acuerdo con los lideres chechenos.

El acuerdo de Jasaviurt y el interregno de paz y caos (1996-1999)

En el ensayo encontramos los acuerdos que firmaron ambas partes en la localidad daguestaní de Jasaviurt que da nombre al tratado y a qué compromisos llegaron, que se pueden resumir en: un alto el fuego duradero, la retirada del ejército ruso y el desarme progresivo de la guerrilla, inicio de un periodo de cinco años para lograr la normalización del país y el inicio de un proceso de autodeterminación

Al analizar esta etapa, Carlos Taibo nos da algunas claves que nos sirven para poder entender las tensiones que se vivieron y en lo que derivó, pero sobre todo, tiene una especial importancia las luchas internas entre los diferentes líderes chechenos, a lo que se le sumaba que era un entorno donde las mafias se movían a sus anchas en todo tipo de negocios turbios, y la imagen de los guerrilleros, que en muchos casos, pasaron a parecer delincuentes por la violencia que ejercían. El autor, en este trabajo, sostiene algunas teorías interesantes para explicar las situaciones de tensión que se daban en la zona y los oscuros intereses que existían para boicotear la normalización de la república caucásica.

Carlos Taibo es muy elocuente a la hora de analizar cómo se llegó a la segunda guerra, al exponer los diferentes acontecimientos que se produjeron a partir del verano de 1999 y que desembocaron en una nueva intervención rusa. Uno de los detonantes, pero no el único ,fue el despliegue, en agosto de ese año, en la vecina Daguestán de una guerrilla wahabí, cuyo líder era Basáyev, “sin mayor respaldo entre la población local con el enunciado propósito de acelerar la configuración de una república islámica en el Cáucaso”, los atentados de dudosa autoría que se produjeron en Moscú y otros lugares de Rusia, fueron la antesala del inicio de la segunda guerra ruso-chechena. Lo que sí que es un dato constatable, que se recoge en el libro de Taibo, es que el efecto principal de los atentados de septiembre de 1999 no fue otro que el cambio de opinión que se registró en la población rusa y en los principales partidos de la oposición en Rusia sobre la forma de resolver el conflicto checheno.

La segunda guerra ruso-chechena postsoviética (1999-2004)

Carlos Taibo se adentra a analizar el cambio de rumbo que tomó el conflicto checheno con la llegada del nuevo primer ministro ruso, Vladimir Putin, con el inicio de la invasión de la república chechena el 1 de octubre de 1999, para dar por finalizado todo el proceso secesionista iniciado en 1991.

Si en algo pone el foco este ensayo es en dos cuestiones de gran calado. La primera es relativa a la gestión del Kremlin de los medios de comunicación. Esta fue expeditiva con la clausura y el control de los medios que habían sido más críticos. Todo ello llevó a un cercenamiento de la libertad de prensa en todo lo relativo a la información de la guerra o “hechos de terror”. La segunda, es que sirvió para “catapultar a Putin”, supo utilizar el conflicto checheno para fortalecer su carrera política, y combinar los conceptos de imperio ruso y negocio. Y a partir de aquí, iniciar una “apuesta centralista” con un “fortalecimiento impregnado de ribetes autoritarios y recentralizadores”.

Por lo que se refiere a la parte chechena, Carlos Taibo realiza un pormenorizado análisis de las disputas internas entre los líderes chechenos, la irrupción del islamismo, lo que esto supuso, y la influencia en el devenir de los acontecimientos. Al analizar la etapa de Masjádov, sustituto de Dudáyev (primer presidente checheno), expone los virajes que dio en su mandato ante la cuestión religiosa, en un ejercicio de equilibrio ante la presión de Basáyev. Para finalizar, cuestiona el grado de colaboración entre la guerrilla chechena, Arabia Saudí y los talibanes afganos aportando algunos datos de interés, por mucha propaganda de Moscú en esa dirección.

Un conflicto enquistado

El ensayo, al entrar a analizar la fase posterior a la segunda guerra en Chechenia/Ichkeria, relata cómo se instaló el terror ruso ejercido por el ejército, el Ministerio del Interior y la aparición de un terrorismo de Estado que “rivalizaba en crueldad con el no estatal”. Facilita datos espeluznantes de lo que supuso la actuación rusa y todo ello con la “más franca impunidad, sin observadores internacionales, sin periodistas y sin que los propios jueces y fiscales rusos hayan podido trabajar sobre el terreno”.

También hay un apartado para tratar el terror que sembró algunos grupos significados de la resistencia chechena, actos de terrorismo en diversos lugares de Rusia, pero, como en otros pasajes del libro, vuelve a poner el acento en las diversas interpretaciones que se han dado sobre esos hechos. Desde la duda que algunas acciones fuesen ejecutadas por guerrilleros chechenos, como el grado de colaboración que recibían por parte de determinados funcionarios rusos que los “manipulaban a su antojo” para el logro de fines un tanto oscuros.

Carlos Taibo esboza lo que denomina “la normalización putiniana”, que no fue otra cosa que instaurar un gobierno títere en Chechenia, mediante elecciones de dudosa limpieza en la que estaban proscritas las organizaciones secesionistas chechenas y la aprobación de una constitución “draconiana y represiva” que tenía muchas menos competencias que otras repúblicas rusas y con una economía que no levantaba cabeza y en la que seguía habiendo prácticas mafiosas por ambos bandos, con el negocio de la droga por medio que servía para mantener a la guerrilla y seguir comprando armas al ejército ruso. No cabe duda que era una normalidad bastante surrealista.

La trama internacional

En este ensayo hay un hueco nada desdeñable para todo lo relativo a las relaciones internacionales en las que Rusia ha tenido un protagonismo importante en la década de  1990 y principio de 2000. Relaciones internacionales con otras potencias y con organismos internacionales, que en muchos casos estaban influenciadas por las relaciones comerciales y la situación económica rusa del momento. Pero en lo concerniente al problema checheno, Carlos Taibo analiza los movimientos de Rusia tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, su relación con EEUU, pues no hay que olvidar que la propaganda rusa se encargaba de vender la imagen que la guerrilla chechena formaba parte del terrorismo islamista, cosa que nunca pudo probar con datos, pero que en Occidente, a partir de los atentados en EEUU empezaron a dar cierto pábulo.

Uno de los más apartados más interesantes que tiene el trabajo de Taibo, es sin duda alguna, las páginas que dedica a los movimientos geoestratégicos de EEUU en la zona del Cáucaso, entre otros motivos, para tener acceso a los recursos de la zona y de Asia, entre ellos todo lo concerniente al petróleo y gas natural. Leído casi dos décadas después, y viendo los acontecimientos actuales en Europa Central y, particularmente, en Ucrania, no cabe duda que sirve para poder entender muchas de las cosas que estamos viviendo en la actualidad. Y centrándose en la política estadounidense en el conflicto checheno, destaca “el doble juego” que realizó EEUU, por un lado, el evitar todo tipo de crítica a Rusia por sus desmanes en Chechenia, y por otro, el “procurar alejar a Rusia-y privarla de negocios-del Caspio y del Pérsico”.

Al tratar la posición de los países que forman la Unión Europea y sus organizaciones supranacionales, este ensayo le asigna un papel que, siendo suaves, se podría calificar de lamentable. El autor lo define como “la miseria de siempre”. Europa, dando una de cal y otra de arena, le exigían a Rusia el respeto a los derechos humanos y una resolución del conflicto mediante el diálogo político, pero se acababa imponiendo la Realpolitik con Rusia, que en aquellas fechas proporcionaba un 16 por ciento del petróleo y un 40 por ciento del gas que consumía la UE. Otro tanto se podría decir del FMI que estaba dispuesto a dar más créditos a Rusia, obviando sus modos de actuar en Chechenia/Ichkeria.

Conclusiones

Carlos Taibo, al acometer las conclusiones a su ensayo, se ciñe a cuatro grandes cuestiones para que el lector termine de formarse una idea completa de la situación de Chechenia/Ichkeria en el momento de la publicación de su libro.

Realiza un análisis, no sin dosis de cierta especulación,  del sentir de la sociedad chechena, en la que destaca, sin duda alguna, el hartazgo con todos y con todo lo acontecido. Es de la opinión que la mayor parte de los chechenos étnicos se pronunciaría en favor de la secesión de Rusia y respecto al crecimiento del islamismo aporta algunos datos de interés que hacen suponer que ha habido una resistencia hacia el islamismo wahabí que no ha conseguido implantarse entre la población.

El debate sobre la autodeterminación se asienta sobre la discusión de si Chechenia/Ichkeria podía ejercerlo al ser una entidad de rango inferior a las repúblicas federadas soviéticas y, por tanto, no ajustada a derecho su declaración de independencia de 1991, cosa que el autor echa por tierra, por lo artificial de la articulación de todo lo que fue la Unión Soviética y sostiene que “la asunción de que Chechenia/Ichkeria es ontológicamente Rusia acarrea una dramática , y fácilmente perceptible, distorsión de la historia”. Incide en la recuperación de un discurso imperial por parte de la Federación Rusa, con tintes militaristas y autoritarios que lo están comprobando en “la periferia de la antigua Unión Soviética”. Y en este apartado es muy crítico con Occidente por haber “dado alas a una serie de operaciones” en las que Rusia ha empleado una “violencia indiscriminada que ha ocasionado numerosísimas víctimas civiles”. Para finalizar, el autor deja una duda en el aíre que no había despejado en el momento de publicar este ensayo: “No estaba claro si los intereses occidentales pasaban por una Rusia débil o, por el contrario, reclamaban una Rusia que ejerciera un ferrero control sobre su patio trasero”[2]. No cabe duda que sería interesante volvérsela a formular en la actualidad.

En su tercera conclusión trata el enfoque que se ha dado al tema islamista y el discurso que se ha instalado de ver islamistas por todos lados formando parte de “oscuras tramas internacionales” y las consecuencias que ha supuesto este tipo de análisis “entre la mayoría de los expertos en seguridad” que, entre otras cosas, son remisos a buscar las causas del origen el terror islámico.

Para finalizar, su última conclusión está dedica a Putin, que bajo el título  ¿el Zar listo? partiendo de la base que ha sido escrito hace casi dos décadas, no cabe duda que no debería diferir mucho si hubiera sido escrito a día de hoy. Se podría definir  como una “persona que carece de principios […] y con el objetivo de afianzar inmoderadamente el poder propio”. Me ha llamado poderosamente la atención cuando Carlos Taibo afirma que “Putin no es en modo alguno ese dirigente que siempre se sale con la suya” o cuando dice “de entre los que rodean a Putin, no hay mayor mito que aquel que sugiere que ha puesto firme a los magnates”, cuestiones que las argumenta en su última conclusión.

Para finalizar, este libro de Carlos Taibo nos sirve para rescatar un conflicto olvidado, como es el checheno, que sigue sin resolverse, pero también para poder entender los movimientos geopolíticos en la región de Cáucaso, que la ciudadanía de Europa Occidental quizá los ve con cierta lejanía, pero que no es tal, cuando podemos constatar la influencia que está teniendo en las relaciones de Rusia con EEUU y la UE en particular. Una región ubicada entre los mares Negro y Caspio y limítrofe con Oriente Medio y Asia Central.


[1] Chechenia/Ichkeria es el nombre dado a la república en 1994 por su entonces presidente, Yoyar Dudáyev.

[2] La cita extraída del libro de Carlos Taibo está redactada en presente. Me he tomado la licencia de transcribirla en pasado, puesto que es una reflexión que hizo cuando escribió el libro “El conflicto de Chechenia” en 2004.

Conflicto Rusia-Ucrania ¿Geopolítica o ideología?

Conflicto Rusia-Ucrania ¿Geopolítica o ideología?

A lo largo de estos cinco meses de duración del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania el contenido de la información que los gobiernos y la inmensa mayoría de los medios de comunicación europeos han enviado a la opinión pública se han movido en los parámetros del simplismo, la desinformación, pero sobre todo, la intoxicación porque había que hacer llegar a la ciudadanía que en esta guerra hay unos buenos, Ucrania, y unos malos, Rusia. De esta forma es más fácil manipular a la opinión pública, y en este conflicto se ha equiparado a Putin con el pueblo ruso o viceversa. Tenían que evitar por todos los medios que se pudiera pensar que todo es más complejo y que detrás de este conflicto, lo que hay es una lucha por el control económico del mundo y en muchos momentos las ideologías no dejan de ser utilizadas como coartada o como herramienta para el logro de otros fines. El hecho que la inmensa mayoría de los países de Europa Occidental formen parte de la OTAN y bailen al son de los EEUU, inclina la balanza hacia uno de los lados de este conflicto. Y a la hora de tratar cuestiones de política internacional la cloaca mediática no se diluye, sino que actúa a las órdenes de los grandes lobbys y las multinacionales occidentales.

A día de hoy ha pasado el tiempo suficiente para poder hacer un diagnóstico que nos ayude a vislumbrar lo que el futuro nos puede deparar a medio-largo plazo. Pero para ello es necesario hacer un ejercicio de guardar una cierta distancia con todos esos análisis que están viciados en origen, puesto que son de parte y adolecen de rigor. No están tan lejos esos mensajes que recorrían los medios de comunicación en los que se decían que la guerra no se prolongaría durante mucho tiempo, debido a la superioridad militar rusa y que era cuestión de semanas la ocupación de todo el territorio ucraniano. Todo ello con la finalidad de introducir el miedo en la población europea y para ello barajaban la hipótesis de que Putin no pararía una vez que conquistase Ucrania. Detrás de esas afirmaciones, había un intento de influir sobre la opinión pública occidental para que se posicionara en contra de Rusia, que asimilara esta guerra como suya, viese con buenos ojos todo el apoyo enviado al Gobierno ucraniano y se recibiera con los brazos abiertos a toda la oleada de inmigrantes de este país. Y lo más importante, se empezaba a poner en marcha la demonización de Rusia y todo lo que sonase a ruso.

Después de las primeras semanas, y con motivo de los efectos económicos, el mensaje fue virando  con una finalidad muy concreta, que nos fuésemos haciendo a la idea que esta guerra va a durar años y que algunas de las consecuencias que vamos a sufrir, entre otras muchas, es el desabastecimiento energético y alimentario, es decir, mentalizar a la población que se avecinan tiempos duros, pues, al fin y al cabo, la ciudadanía va a ser quien sufra las consecuencias más duras. Y todas las informaciones se han enmarcado desde la visión que todo este sacrificio tiene como finalidad salvar a Occidente y su hegemonía a lo largo y ancho del planeta. Detrás de todo esto lo que buscan es que la ciudadanía no piense, porque para ello ya están las altas instancias de la OTAN y la UE que lo hacen por ella. Si hoy nos fijamos en la información que recibimos del conflicto, es más bien escasa y está enfocada únicamente a los efectos económicos del conflicto. Lo que si se puede afirmar es que Europa Occidental está al borde de una crisis sin precedentes.

A lo largo de estos meses de guerra la geopolítica y la batalla ideológica están sobrevolando en todo momento, pero lo importante es que sepamos darle el valor que tiene cada una de ellas y como encajar las piezas de este puzzle, puesto que ambos conceptos no tienen por qué coincidir, cada uno tiene su lógica y siguen caminos diferentes. Pueden relacionarse en algún momento dado, pero no es requisito sine qua non.

Por ello voy a tratar ambas cuestiones en el ámbito de la guerra ruso-ucraniana, para intentar entender en la medida de lo posible todo lo que está sucediendo, e intentar ayudar a entender lo que se nos avecina y, en ese contexto, analizar los posicionamientos de la izquierda.

Expansionismo desbocado de EEUU en la Europa oriental

Para hablar de las causas geopolíticas que han llevado al momento actual, no queda más remedio que empezar por el principio, que no es otro que todos esos hechos que han ocurrido a lo largo de las últimas décadas, que en su momento pudieron pasar desapercibidos, pero que bien ordenados sirven para entender el momento actual.

De todos es conocido que desde principios de la década de los noventa del siglo pasado, la OTAN inició un proceso de expansión hacia Europa del Este, aprovechando la caída de los regímenes prosoviéticos, la desaparición de la URSS y su posterior desmoronamiento. De esta forma se rompió el equilibrio geoestratégico existente hasta entonces, vulnerando todo tipo de acuerdo o pactos en los que la OTAN se comprometía a no expandirse hacia el Este de Europa. En aquel momento esta estrategia pudo pasar desapercibida, pues hasta la misma Rusia, después de la desaparición de la URSS, en la década de los 90, realizó un acercamiento a la OTAN, con el deseo de formar parte de ella, cosa que no acabó fructificando, probablemente porque no entrase en los planes ni en los intereses de EEUU. Era el inicio de un nuevo orden mundial en el que todo pilotaría sobre el eje de esta organización militar, bajo el liderato norteamericano.

Todo este terremoto en la Europa del Este fue aprovechado por EEUU a través de la OTAN para aislar a Rusia. Un dato histórico que es necesario tener presente es que al finalizar la II Guerra Mundial, y el inicio de la guerra fría, la primera organización internacional de carácter militar que se constituyó fue la OTAN en 1949, mucho antes del surgimiento del Pacto de Varsovia, que se produjo en 1955. La organización que englobaba a los países del Este se creó como necesidad de defensa ante la escalada armamentística de EEUU y sus aliados cuando se inició la guerra fría. Es por ello que con la desaparición del Pacto de Varsovia, la OTAN no se plantease su desaparición, pues su objetivo era y es el control absoluto del mundo para crear un nuevo orden mundial y que EEUU sea quien lo lidere, y claro, los conflictos surgen cuando hay potencias que intentan disputarle esa hegemonía, como es el caso de China que se ha convertido en una potencia económica de primer orden o Rusia que no quiere injerencias en su entorno más cercano.

A lo anteriormente comentado hay que añadir que EEUU tanto en el marco de la OTAN como fuera de ella lleva tiempo queriendo recuperar un protagonismo que en los últimos tiempos había sufrido algunos traspiés, debido a los fracasos cosechados en sus políticas internacionales, véase Afganistán, Irak, pérdida de influencia en África, Latinoamérica y en otras regiones del planeta.

Una estrategia para el aislamiento de Rusia

Viendo el desarrollo de los acontecimientos en estas últimas décadas, podemos tener claras algunas ideas acerca de la estrategia de EEUU, a través de la OTAN que han desembocado en el escenario actual.

A lo largo de los años EEUU ha ido provocando una serie de situaciones para atraer a todos los países que pertenecieron al Pacto de Varsovia y/o formaron parte de la extinta URSS, con la finalidad de aislar a la actual Rusia, lo que a esta última le ha supuesto una pérdida de la capacidad hegemónica en todos los países que fueron de la órbita soviética. Primero fue el apoyo dado por Occidente a las repúblicas bálticas para lograr la independencia de la URSS, aprovechando la situación que vivía el régimen soviético. Posteriormente fue en la antigua ex Yugoslavia, con la finalidad de controlar los Balcanes, algo que pasó más desapercibido debido a las características del conflicto armado que hubo entre las ex repúblicas yugoslavas y que este Estado no pertenecía al Pacto de Varsovia.

En el caso de Ucrania, país donde ha estallado la guerra actual, como ya veremos en su momento, los problemas surgieron con el golpe de Estado dado con la revolución del Euromaidán (2014). Todo esto ha servido para que Rusia se sienta acosada y vea como una amenaza la entrada de Ucrania en la OTAN y en la UE. De hecho, cabría decir que en estos últimos años, desde los sucesos de 2014, EEUU ha diseñado una estrategia con la intención de medir la reacción rusa y provocar algún error del Gobierno ruso.

Con los datos que se manejan en la actualidad, el hecho que Rusia iniciara un conflicto bélico a gran escala contra Ucrania, no deja de ser una reacción a las políticas occidentales en Ucrania. Todo lo sucedido se podría ver desde la óptica que EEUU habría planificado una estrategia para Ucrania con la finalidad de provocar a Rusia para que más pronto que tarde se viera abocada a realizar un ataque militar contra esta república exsoviética de Ucrania. Si el Gobierno de Moscú optaba por una estrategia militar, no cabría duda que EEUU ya habría obtenido uno de sus objetivos: tener una guerra porque la política internacional norteamericana está basada en exportar conflictos armados para obtener suculentos beneficios. Y en todo este juego, Ucrania no deja de ser el saco que se va a llevar todos los golpes.

Una guerra a la medida de los EEUU

Para los EEUU esta guerra reúne los requisitos necesarios de la guerra perfecta para sacarle una rentabilidad que no ha podido logar en los últimos tiempos con otros conflictos y con el añadido de su reforzamiento a nivel mundial.

Una guerra de estas características en el corazón de Europa ha servido para un fortalecimiento de EEUU como potencia líder ante sus aliados, puesto que desde el primer momento está imponiendo su estrategia tanto en la OTAN como en su relación con sus aliados en las diferentes regionales del planeta. Todo esto le ha ayudado a recuperar la iniciativa perdida en política internacional y le ha servido para hacer resucitar a la OTAN que después del fracaso de Afganistán, empezaba a ser un cadáver con un futuro un tanto incierto y desde el punto de vista de la imagen internacional, EEUU necesitaba de forma imperioso lavar su imagen.

Este conflicto ha sido la excusa perfecta para que los norteamericanos hayan obtenido el compromiso sin rechistar del resto de países de la OTAN para un incremento en el gasto militar. Una vieja reivindicación de la Administración norteamericana a la que se resistían el resto de países de la OTAN, pero que el conflicto entre Ucrania y Rusia ha servido para doblegar la resistencia europea.

Si todas las guerras en las que participa EEUU suelen ser a decenas de miles de kilómetros de sus fronteras, en el caso que nos ocupa hay que añadir el elemento nada desdeñable que no está teniendo un coste en bajas humanas, cuestión importante porque evita que la opinión pública se pueda volver en contra de la Administración norteamericana.

Dentro de la política expansionista de la OTAN, esta guerra ha servido para que Finlandia y Suecia hayan abandonado su tradicional neutralidad y hayan pedido el ingreso en la OTAN. De esta forma se incorporan dos países con una situación estrategia que supone una amenaza para Moscú. Sin este conflicto se hace difícil pensar que hubieran cambiado su status. Otro logro más en la política expansiva de la OTAN.

En todo conflicto bélico siempre hay países que obtienen una rentabilidad económica a costa de los contendientes, y en el caso que nos ocupa, los EEUU están obteniendo unos beneficios nada desdeñables. Este conflicto está sirviendo para reforzar sectores estratégicos de la economía norteamericana. El primer sector que se está viendo beneficiado por el conflicto es la industria armamentística americana. El envío de armamento al Gobierno ucraniano y las inversiones que los aliados de EEUU están realizando dentro de esta carrera desaforada está proporcionando un beneficio inusitado al sector armamentístico norteamericano y europeo, pues hay que ser muy ingenuo para pensar que el armamento que recibe el Gobierno de Zelensky es a título gratuito, por lo tanto, nadie debe de olvidar que los EEUU han apostado por una guerra que se prolongue en el tiempo, cuanto más se prolongue, los beneficios serán mayores. Las declaraciones que el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, realizó el pasado mes de junio al diario alemán Bild fueron bastante premonitorias. Advirtió que es preciso estar preparados para que la guerra en Ucrania dure posiblemente años. No cabe duda que están abonando el camino para un escenario en el que el conflicto se alargue en el tiempo.

Las sanciones económicas impuestas a Rusia y la estrategia surgida desde la UE de dejar de adquirirle materias primas dio como primer fruto la venta por parte de EEUU de gas y otros productos energéticos a la UE, pero con unos incrementos en los precios que en el caso del gas rondaban el 40 por ciento, lo que ha contribuido a seguir mejorando la economía norteamericana a costa de la UE. Esta estrategia seguida desde Bruselas, que se puede calificar como un suicidio en toda regla, al pasar a depender energéticamente de los EEUU, está sirviendo como un auténtico pelotazo económico para EEUU.

Lo alarmante es que no sólo se está viviendo esta situación con los productos energéticos, también se está generalizando con otras materias primas, como son los productos agrícolas, pues EEUU tiene un interés muy importante en poder introducir ciertos alimentos que hasta el momento tenían una gran dificultad en poderlos introducir en la UE debido a que no cumplen con las normas europeas.

Los países de Europa occidental en esta estrategia de plegamiento ante los intereses de EEUU se han dejado llevar a un callejón de muy difícil salida. La economía de la UE lleva años arrastrando problemas como consecuencia de la pandemia y de factores como la deslocalización, la dependencia energética del exterior, a lo que hay que añadir sus políticas erráticas y neoliberales. Con una economía sin haber recuperado el pulso a niveles de antes de la pandemia, el bloqueo económico impuesto a Rusia se está volviendo en su contra. La tan cacareada insolvencia de Rusia a medio y corto plazo no parece que se vaya a producir y, por el contrario, es Rusia la que en las últimas semanas ha procedido al corte del suministro energético a los países europeos, lo que está suponiendo un efecto boomerang para la estrategia de la UE en este conflicto.

Por ello no es nada descabellado pensar que EEUU estaba necesitado de tener un conflicto de estas características para que le reportara unos beneficios que en condiciones normales no los hubiese tenido.

La Ucrania de Zelensky

La Ucrania actual es producto de un proceso que nació con la mal llamada revolución del Euromaidán. Y digo mal llamada revolución, porque aquello tuvo similitudes a un golpe de Estado auspiciado por intereses occidentales con una finalidad muy concreta: el acercamiento de Ucrania a la OTAN y la UE. Para ello desataron una represión feroz contra la minoría rusa y contra los partidos comunistas de Ucrania, contraponiéndose con la permisibilidad que tenían las organizaciones de ideología nazi y fascista, encargadas de desatar el terror contra la minoría rusa y las organizaciones de izquierdas. Los sucesos de Odesa en la casa de los sindicatos no fueron algo casual. La guerra en el Dombás fue una muestra más de agresión a la minoría rusa de la región que causó más de 14.000 muertos y donde se firmaron los acuerdos de Minsk, que han sido vulnerados de forma sistemática por el Gobierno ucraniano. Como el Gobierno ucraniano debió quedar muy satisfecho del trabajo realizado por las bandas nazis, no se le ocurrió mejor premio que integrarlos en el Ejército ucraniano y como muestra está el Batallón Azov, plagado de nazis ucranianos.

En todo este proceso EEUU empezó a tomar posiciones en el sector energético ucraniano. La historia se vuelve a repetir como en otros conflictos no tan lejanos. EEUU y la OTAN no tienen como prioridad ni exportar la democracia ni el apoyar a gobiernos democráticos. Lo importante es la lucha en el marco geopolítico para ganar influencia en más regiones del mundo.

En la actualidad Zelensky representa un régimen que cualquier parecido con una democracia de corte liberal es pura coincidencia y en esta situación de guerra, han convertido a Ucrania en un parque temático de la extrema derecha, un laboratorio en el que los partidos nazis y fascistas europeos están obteniendo una formación militar que debería preocupar a cualquier demócrata. Cuando vuelvan todos los voluntarios de extrema derecha alistados en las milicias ucranianas, van a ser un auténtico problema para los gobiernos de Europa occidental, cosa que no parece que preocupe a ningún gobierno.

Las ilegalizaciones de partidos de izquierda y la vulneración de los derechos de la minoría rusa se siguen produciendo sin que ningún gobierno realice ninguna declaración al respecto. Si a esto añadimos la alfombra roja que los medios de comunicación han puesto a todos estos grupos neonazis en la cobertura mediática que han tenido, nos podemos esperar cualquier cosa. Sin olvidar que Zelensky no deja de ser un peón de los EEUU, este ha sabido utilizar los medios de comunicación para atraer las simpatías de Occidente y reforzarse en el poder.

De todo esto la conclusión que obtenemos es que una vez más EEUU y la OTAN no están defendiendo ni la democracia ni a un país democrático, es pura geopolítica que esconde intereses económicos y la guerra durará lo que ellos quieran, porque no parece que la UE con líderes como Borrell vayan a dar un giro de 180 grados. La única preocupación es el poner parches a la situación actual sin cuestionar las decisiones estratégicas norteamericanas.

La Rusia de Putin

Cuando en el mes de febrero estalló este conflicto desde Occidente se puso el objetivo en Putin y Rusia para lanzar toda una batería de críticas y acusaciones de todo tipo. Parecía como si nadie conociese a Putin. Parece que nadie recordaba las barbaridades que había realizado en otros conflictos. Quizá una de las más destacado sea la Guerra de Chechenia, en la que Putin decidió arrasar el país caucásico, pero hay otros conflictos en los que ha actuado de forma similar, caso de Siria, así como en lo concerniente a la política interna rusa. Pero durante muchos años Occidente ha mirado para otra parte y/o le ha reído las gracias.

Al hablar de Rusia es necesario diferencia entre los intereses de su ciudadanía y las políticas de Putin, pues este no gobierna para la gran mayoría del pueblo ruso. El hecho que Putin sea un político deplorable, no nos puede hacer olvidar que a Rusia y al pueblo ruso le asiste el derecho de defenderse de las políticas expansionistas de EEUU y la OTAN. Es lógico que vean como un peligro latente el expansionismo de la OTAN y que vean con gran preocupación la situación de las minorías rusas que hay en los países de Este de Europa. Las políticas internacionales aplicadas por EEUU han sido humillantes para Rusia y salvando las distancias, tienen una cierta similitud con el trato recibido por Alemania en el Tratado de Versalles, al finalizar la I Guerra Mundial, lo que acabó derivando en el III Reich.

El pueblo ruso está herido en su orgullo y a nadie le debería de extrañar los acontecimientos de los últimos meses, con el agravante que no sabemos cuanto tiempo puede durar.

La izquierda europea ante el conflicto Rusia-Ucrania

Dentro de la izquierda se ha dado un debate acerca de cuál debía de ser el papel que debía desempeñar en esta guerra. Por un lado los que han apoyado al régimen ucraniano y, por otro,  los que se han posicionado en contra de la OTAN y dentro de estos nos encontramos algunos sectores que ha apoyado a Rusia. Y ante este conflicto, como no podía ser de otra forma, ha surgido el debate acerca del posicionamiento que los gobiernos europeos debían de tener en esta guerra. Si había que ayudar a Ucrania ante la invasión rusa o lo coherente era la no intervención en el conflicto y la búsqueda de una solución dialogada.

Se mire como se mire, tanto Putin como Zelensky y los regímenes que ambos representan no tienen un pase. Ambos regímenes no es que estén muy lejos de lo que es la izquierda europea, es que están a años luz de lo que son los estándares democráticos liberales. Cada uno con sus características, son dos regímenes que tienen un pie en el populismo de derechas y el otro pisando la raya del fascismo.

Como con anterioridad ya he expuesto, aunque de forma breve, lo que representa el actual régimen político de Ucrania, me voy a centrar en Rusia, pues quizá haya sido donde en la izquierda ha habido un mayor debate.

El rechazo que genera la OTAN en un sector importante de la izquierda española ha vuelto  salir a la luz con motivo de la estrategia belicista de esta organización en este conflicto, lo que nos ha retrotraído en el tiempo al debate que hubo en los años 80 acerca de la entrada del Estado español en la alianza militar. La realidad es que la alianza no ha variado un ápice su discurso ni sus políticas, lo que refuerza la posición anti-OTAN de la gran parte de la izquierda española.

Respecto a Putin es necesario decir que lidera un régimen corrupto y profundamente reaccionario, xenófobo, contrario a los derechos humanos, a las reivindicaciones del colectivo LGTBI y muy cercano a la Iglesia Ortodoxa rusa, teniendo dirigida su mirada a tener contentos a los oligarcas del país que han hecho dinero a su sombra.

A estas alturas de la película nadie puede negar los vínculos estrechos que mantiene Putin con la extrema derecha mundial y antiglobalista. Putin lleva años tejiendo relaciones con personajes como Le Pen en Francia, Orbán en Hungría o Salvini en Italia o con organizaciones de la órbita de VOX como Hazte Oir. Los oligarcas rusos afincados en países occidentales han financiado a partidos de derechas como a los conservadores británicos y Putin ha llegado a financiar la campaña de Lepen para las presidenciales francesas de 2017. Es curioso que todo esto no haya levantado ninguna ampolla en los medios de comunicación europeos. Se ha recogido en la prensa pero de forma normalizada, no ha supuesto ningún escándalo.

Por lo que respecta a las bases ideológicas de Putin, estas quedaron expuestas en el discurso que realizó al inicio de la invasión de Ucrania, en él marcaba las líneas maestras de su ideología y su revisionismo de la historia reciente de Rusia. Utilizando un lenguaje propio de la Rusia zarista, reivindicó la gran Rusia e hizo una crítica feroz a las políticas que aplicaron con la Revolución bolchevique en lo referente a los derechos de los diferentes pueblos que formaban el Imperio ruso y el derecho de autodeterminación de los pueblos.

Al hablar de ucrania de definía como “parte inalienable de nuestra propia historia, cultura y espacio espiritual”. Se me viene a la cabeza un recurso fácil, pero se parece bastante a la frase que utilizaba el régimen franquista de “una unidad de destino en lo universal”. Un discurso en el que juega con los términos ruso y cristiano ortodoxo. Pero la concepción que tiene de la “Ucrania moderna” es lo más contrario al espíritu de la revolución rusa de 1917. Para Putin “la Ucrania moderna fue creada completamente por Rusia o, para ser más precisos, por la Rusia bolchevique, comunista. Este proceso comenzó prácticamente justo después de la revolución de 1917, y Lenin y sus asociados lo hicieron de una manera extremadamente dura con Rusia: separando, cercenando lo que históricamente es tierra rusa. Nadie preguntó a los millones de personas que vivían allí qué pensaban”.

Realiza una enmienda a la totalidad de lo que fue la Revolución bolchevique, erigiéndose en sucesor de las políticas imperialistas del zarismo y criticando duramente “el humillante Tratado de Brest-Litovsk”, por el que los bolcheviques ponían fin a la participación rusa en la I Guerra Mundial, en consonancia con la postura que habían mantenido desde que estalló la guerra.

Por lo que respecta a los destacamentos militares que ha enviado Putin, tampoco se puede dejar pasar por alto que ha utilizado mercenarios de la empresa Wagner o las milicias chechenas, que no tienen nada que envidiar a otros grupos de tendencia fascista.

En este escenario y con este discurso por parte de Putin, se me hace muy complicado que haya algunos sectores de la izquierda que estén cercanos a este posicionamiento, por muchas imágenes que nos muestren a tanques rusos con banderas soviéticas. El rechazo a la OTAN y lo que ha representado a lo largo de la historia es lo que en cierto sentido ha movido a hacer un análisis más desde un prisma geopolítico que ideológico.

La postura de la izquierda que apuesta por el desarme, la no beligerancia y agotar la vía diplomática y el dialogo siempre es complicada, máxime cuando toda la maquinaria de comunicación está al servicio de los sectores proclives a la solución militar. El exponer a día de hoy que el incremento en gastos de defensa no es sinónimo de más seguridad, probablemente muchas personas no lo compartan, pero la paz nunca se puede construir armándose para la guerra.

El no encuadrarse en un bando, aunque se le intente aplicar el “si no estás conmigo estás contra mi”, no deja de ser una posición coherente en un conflicto que teniendo muchas aristas, destacan las relacionadas con los intereses económicos y el control de la región. La conclusión que se puede obtener de la guerra entre Rusia y Ucrania nos ha ofrecido un escenario en el que la confrontación es más geopolítica que ideológica y es resto es propaganda pura y dura.