Donde la esperanza espera y resistir es su emblema
Más allá de la utopía hay un mundo sin fronteras a la sombra de un poema
(Bernardo Fuster)
Hay hechos y fechas que el paso de los años no logrará borrar de mi mente, y sería peligroso que los borrara, porque eso querría decir que olvidaría parte de un pasado que fue crucial en aquel momento, y ya se sabe: cuando un pueblo olvida su pasado, está condenado a repetirlo. Por ello, asistí con interés a ver la película Las armas no borrarán tu sonrisa. Tenía claro que iba a volver a ver imágenes y testimonios que me iban a generar una cascada de recuerdos que me evocaría lo vivido en aquel tiempo, pero también era consciente que brotaría en mí la rabia y la impotencia que se vivió en aquellos días.
Era un gélido domingo de enero, de un invierno frio en lo climatológico, como eran aquellos inviernos, pero caliente y bien caliente en lo político y social. Yo apenas tenía doce años, pero quizá porque eran otros tiempos, porque los doce años de aquella época no eran los de hoy en día, por la excepcionalidad del momento, o porque no había que tener una gran madurez para ver lo que pasaba alrededor de uno, la cosa es que era plenamente consciente de lo que estaba sucediendo.
Aquel domingo al mediodía, en mi casa se puso el televisor para escuchar las noticias, pues eso era como una liturgia. En aquellos años la desinformación venía de la mano de la única televisión que había, con sus dos canales, es decir, la diferencia entre antes y ahora es que, en el plano televisivo, por entonces la desinformación venía por un único medio de comunicación existente y ahora uno tiene la posibilidad de elegir qué cadena quiere que le desinforme y le intoxique con el último bulo salido de las factorías de los poderes mediáticos, económicos y políticos. No hay que darle más vueltas, antes la prensa estaba controlada por el franquismo y ahora por sus herederos.
Pero volviendo a ese domingo de enero, cuando escuchamos que, en el transcurso de una manifestación, que ya se encargaba la prensa oficial de recalcar de forma reiterada que era ilegal, habían asesinado a un joven en la zona de la Gran Vía madrileña, en mi casa se respiró un ambiente de rabia e indignación, pero al mismo tiempo de cierta preocupación, porque llovía sobre mojado. El Poder no estaba dispuesto a ceder un ápice en esa lucha en la que el pueblo quería recuperar la libertad que hacía más de cuarenta años le había sido arrebatada. Desde mi corta edad, observaba con cierta inquietud el semblante de los adultos que temían que se repitiera la misma historia; el dictador había muerto hacía algo más de un año y la situación era como si el pueblo estuviera sumido en un laberinto en el que no existía salida alguna.
Ese joven asesinado no era otro que Arturo Ruiz, que, como otros muchos, pensaba que la libertad no te la conceden, sino que hay que conquistarla, que la democracia no cae del cielo y que no estaba dispuesto a que todo siguiera igual, por eso esa mañana gélida de domingo se manifestaba.
Si el asesinato de Arturo Ruiz fue terrible, tanto peor fue lo que recogía la prensa de la época, donde la maquinaria de intoxicación trabajaba a destajo, lo que era motivo de indignación. En aquella época en la que no existían las tecnologías actuales, la gente solía compartir con su entorno la información que podían obtener a través de otros conductos, al margen de la prensa de la época.
Antidisturbios
La cosa no quedó ahí. Al día siguiente, lunes, 24 de enero, en repulsa al asesinato de Arturo Ruiz, se organizó una manifestación en la zona donde acabaron con su vida. Y esta vez no fueron los grupos parapoliciales, fueron uniformados, que tenían que dejar claro que seguían siendo los mismos cuerpos policiales de la dictadura, que sus mandos estaban al servicio de la oligarquía y de todo el aparato político-represivo que construyó la dictadura para poder perpetuarse en el Poder y, por supuesto, que la élite política no iba a permitir que aquello se convirtiera en la Revolución de los Claveles portuguesa. Y qué mejor forma de hacérselo ver a la población que disparando un bote de humo para que impactase en la cabeza de una joven estudiante que se manifestaba para protestar contra la muerte de Arturo Ruiz. Y en este caso la víctima fue Mari Luz Nájera, una joven universitaria, que luchaba para lograr salir de una vez por todas de ese oscuro túnel que era la dictadura, que, como otros muchos jóvenes, quería que sus sueños dejasen de ser una utopía; era una generación que no estaba dispuesta a caer en el conformismo de sus mayores a la hora de luchar por cambiar las cosas.
Cuando se conoció el asesinato de Mari Luz Nájera observaba la desorientación que había en las personas mayores que se sentían antifranquistas. Veían la dificultad que había por derrocar el régimen para traer una democracia de verdad, no lo que nos estaban intentando colocar. Percibía un tono de impotencia, pues eran personas que sólo había conocido el franquismo, que nacieron en los años en los que la represión fue salvaje, que habían trabajado de sol a sol para que, como buenamente podían, sacar adelante a sus familias. Todo ello me generaba inquietud, con ciertas dosis de miedo. Recuerdo que en aquella época era frecuente que los Guerrilleros de Cristo Rey hicieran algunas de sus razias por algunos lugares de la ciudad. Solía ser habitual que aparecieran los domingos por El Rastro Madrileño para agredir de forma indiscriminada. Era una forma de expandir y generalizar el terror.
En aquellos días, también observaba que, a un sector de la ciudadanía, como ocurre en la actualidad, todo aquello no iba con ellos. No es que fueran franquistas en sentido estricto, pero actuaban como si el franquismo fuese un fenómeno meteorológico, siempre solían tener algunas frases muy elocuentes que los definían, “no hay que meterse en líos”, “la política para los políticos”, como si los derechos y libertades cayesen del cielo, algo así como el maná en el libro del Éxodo. No es nada nuevo, pues, salvando las distancias, lo mismo sucede hoy en día, donde a un gran sector de la población le parece que el ascenso de la ultraderecha y el fascismo no va con ellos. No hay duda de, como dijo Marx en el 18 Brumario de Luis Bonaparte, la historia ocurre dos veces: la primera como tragedia y la segunda como farsa.
Los acontecimientos se sucedieron de forma desbocada y el drama no quedó ahí. Si el asesinato de Mari Luz Nájera se produjo al mediodía, lo que depararía esa tarde-noche fue la culminación de la tragedia. La irrupción de unos pistoleros de ultraderecha en un despacho de abogados laboralistas, donde asesinarían a tres abogados, un estudiante de derecho y un administrativo, dejando gravemente heridos a otros cuatro abogados, hizo saltar todo por los aires. La jerarquía dominante, a través de sus diferentes tentáculos, había vuelto a hablar y cómo había hablado; pusieron en el punto de mira la defensa de los derechos laborales de los trabajadores.
Esa tarde estaba puesta la radio en mi casa, cuando interrumpieron la programación para dar un avance de lo que había pasado en el despacho de abogados laboralistas de la calle Atocha. Las preguntas que flotaban en el ambiente eran sencillas: ¿Y a partir de ahora qué? ¿todo esto tiene como objetivo un intento de que los militares se pongan de nuevo al frente del gobierno? Preguntas que no encontraban respuestas.
Monumento a los abogados de Atocha (Wikimedia Commons)
Recuerdo la conmoción que supuso. Fue un mazazo para los que habían conocido los cuarenta años de dictadura, entendían el mensaje: un aviso a la verdadera oposición al régimen, a los que se parten la cara con los aparatos del régimen, vuelven a meternos miedo, como había ocurrido en situaciones anteriores.
Era un pulso totalmente desequilibrado, pues una de las partes lo tenía todo: control de poder político, económico, pero, sobre todo, lo que controlaba era el monopolio de la violencia, cosa que me explicaron con el tiempo en la facultad de derecho, que el monopolio de la violencia reside únicamente en el Estado. Ni que decir tiene que la clase de ese día la entendí a la primera, aunque eso me revolviera las tripas. Por el contrario, la otra parte lo único que podía aportar era lucha y grandes dosis de voluntarismo, porque muchos de los que posteriormente protagonizaron eso que llaman Transición, en ese momento no estaban dispuestos a arriesgar, estaban esperando que llegara su ocasión para erigirse en los héroes de la democracia y la verdad es que coló, porque la historia oficial así lo recoge, elevando a los altares a toda esa lista de oportunistas que aparecieron unos meses después y que empezaron a ocupar sillones mullidos en las instituciones.
Todos estos hechos que hoy en día se conocen como la Semana Negra de Madrid, fueron como un terremoto que intentaba arrasar con todo lo que sonara a disidencia política. No era la primera vez que desde la muerte del dictador se vivían momentos tensos y actuaciones salvajes de los aparatos del Estado y sus satélites. No eran los primeros asesinados a manos de los aparatos policiales del Estado, o por los grupos parapoliciales, que no eran otros que miembros de la ultraderecha española e internacional, estos últimos con la cobertura de los aparatos del Estado. Vitoria, Montejurra, Basauri, Éibar, Hondarribia, ya habían vivido situaciones de este tipo. Pero lo que sucedió en esa semana de enero de 1977 venía a ser como una concatenación de situaciones que no cabía duda de que en absoluto fueron casuales.
Los poderes nunca dejan nada al azar, y los sucesos vividos esa maldita semana de enero no dejaban lugar a dudas: había que amedrentar al pueblo para que no sacase los pies del tiesto, y por si alguien tenía alguna duda, que quedase claro que el dictador lo había dejado atado y bien atado. Y posteriormente, cuando tuvieron que recurrir a estos métodos, no dudaron, y fue un suma y sigue: Germán Rodríguez, Gladys del Estal, Yolanda González, Almería, etc. Los muertos siempre los ponían los mismos.
Después de la semana trágica, nada fue igual. Los que controlaban (y siguen controlando) los resortes del poder económico y político empezaron a preparar el terreno para lavar la cara al régimen, sin tener que tocar sus cimientos. La casa no la iban a tirar, todo quedaría en revocar la fachada y cambiar alguna ventana. Con lo que les había costado levantarla, la iban a defender a costa de lo que fuese, como así sucedió.
Esos días fueron tristes, porque poco a poco se iba esfumando la esperanza que se diera una ruptura democrática. La gente de a pie veía cómo la política se hacía en los sanedrines del poder, en los reservados de los restaurantes de alto copete. Empezaron a aparecer nuevas caras que, bajo algunas siglas, hoy en día muy conocidas, y la protección del régimen, se erigieron en los adalides de la libertad y la democracia. Pero el tiempo nos ha demostrado que no eran más que una cuadrilla de trileros. El pasar de los años ha servido para que más de uno haya visto que lo que vendieron al pueblo fue humo, y aquellos polvos trajeron estos lodos. Por ello, hoy es más importante que nunca no olvidar a aquellos jóvenes que dieron su vida por la libertad. Y para ello, es necesario seguir portándolos en la memoria colectiva, fundamental para que no perdamos el norte en estos tiempos de zozobra.
Cuando uno pasea por cualquier ciudad es muy normal que se encuentre en las fachadas de los edificios placas que suelen recordar que en dicho lugar nació o vivió algún personaje relevante, o bien, que en ese lugar ocurrió algún hecho destacable, y Madrid que no es una excepción, es muy frecuente que uno se tope con alguna reseña de este tipo, sobre todo en barrios con cierta historia.
Pues bien, en pleno centro de Madrid, a pocos metros de la Puerta del Sol, se encuentra lo que se conoce como la red de San Luis, lugar donde confluyen la calle Montera con la Gran Vía. En uno de los edificios, el número 44 de la calle Montera, hay una placa de mármol y no pequeña precisamente, que recuerda un hecho que sucedió en dicho lugar a mediados del siglo XIX y que puede parecer un tanto curioso.
Placa conmemorativa del lugar donde Iparraguirre interpretó en Madrid el Gernikako Arbola
El acontecimiento que reseña la placa es muy escueto: “En este lugar estuvo el café de San Luis donde el año 1853 Jose María Iparraguirre interpretó por primera vez en España el zortziko Guernikako Arbola. En el primer centenario de su muerte el Ayuntamiento de Madrid le dedica este recuerdo. 7 de noviembre de 1981”.
Para ponerse en situación, lo primero que habría que decir es que en aquella época en Madrid había una proliferación de cafés, donde se reunía lo más variopinto de la sociedad madrileña. Uno de ellos era el café de San Luis, que estaba ubicado en lo más céntrico de la capital, en lo que hoy se conoce como calle Montera, junto a la Gran Vía. Según las crónicas de la época, en dicho local se solían reunir los vascos que residían en la Villa y Corte.
Edificio donde se encontraba situado el Café de San Luís
Lo primero que habría que destacar es que no se puede considerar algo casual que Iparraguirre estuviera en Madrid y frecuentara dicho lugar, pues la vida del bardo de Urretxu fue de todo menos sosegada. Su primer contacto con la ciudad se produjo siendo un crio que no contaba más de doce años; su familia se trasladó a Madrid, y a su llegada ingresó al muchacho en el colegio de San Isidro el Real, regentado por los jesuitas. Pero no duró mucho su estancia pues a la edad de trece años, se escapó de casa para alistarse como voluntario en la Primera Guerra Carlista. A partir de ahí su vida fue un continuo ir y venir, teniendo una participación activa en infinidad de momentos históricos. Sin ir más lejos, participó en la revolución de 1848 en Francia.
Tardó 19 años en volver a residir en Madrid, 13 de ellos los pasó en el exilio después de la primera contienda carlista, que le llevaron a recalar en Francia, Suiza, Alemania, Italia e Inglaterra, desde donde pudo regresar a Bilbao, para posteriormente volver a instalarse durante un breve espacio de tiempo en Madrid, época en la que al parecer Iparraguirre solía frecuentar el café de San Luís, donde se reunía con otros vascos que residían en el Foro cuando en 1853 interpretó el Gernikako Arbola.
Monumento a Iparraguirre en la localidad de Gernika (Wikimedia Commos)
Se ha escrito mucho sobre Iparraguirre y su himno. Si bien en infinidad de libros y artículos se recoge que fue interpretado por primera vez en Madrid en 1853, Jose Mari Esparza Zabalegi, en su libro Biografía del Gernikako Arbola, deja este extremo un tanto en el aire, al hacerse eco de lo escrito por el político e historiador guipuzcoano Fermín Lasala, que sitúa la primera interpretación del himno en julio de 1852, con motivo de una reunión de las juntas generales de Gipuzkoa. Lo que nadie pone en duda es que la interpretación que se realizó en Madrid fue, sin duda alguna, tan exitosa que a partir de ese momento se convirtió en algo más que una simple canción.
Volviendo al momento en el que fue cantado en Madrid, las crónicas se hicieron eco de ello, relatando que tuvo mucho éxito y la canción corrió como la pólvora entre la comunidad vasca en Madrid para expandirse por toda Euskal Herria para seguidamente pasar el océano y llegar a América.
Fue un himno que pasó de estar prohibido y/o reprimido durante la Restauración española, a interpretarse en Madrid en muchas ocasiones con motivo de diferentes manifestaciones culturales y artísticas.
A día de hoy, quizá la mejor definición que se puede hacer de la composición musical que realizó el urretxuarra la hace Jose Mari Esparza Zabalegi, cuando en el libro anteriormente reseñado, se expresa de la siguiente forma: “Nacido como himno carlista y foralista, fue inmediatamente asumido por liberales, conservadores, federales o republicanos; luego pasó a las nuevas expresiones políticas, como socialistas, comunistas y nacionalistas […] Y donde unos venían un poso religioso, otros interpretaban lo contrario: un himno liberal y laico, como los árboles de la Libertad que expandió por el mundo la Revolución francesa. Para unos representaba las libertades forales dentro de la España monárquica o republicana; para otros, un canto a la independencia o al internacionalismo. Como el mapa del territorio, un himno nacional identifica a toda la ciudadanía; luego, cada cual sueña la patria pintada con sus propios colores”.
El 7 de noviembre de 1981 en el lugar donde estaba ubicado el Café de San Luis, fue inaugurada por parte del que fuera alcalde de Madrid, Enrique Tierno Galván, una placa recordando el lugar donde Iparraguirre interpretó el Gernikako Arbola. En el acto participó el Orfeón de Euskal-Etxea de Madrid que interpretó el zortziko.
Para finalizar, tampoco quiero dejar pasar que siempre que el recorrido de la Korrika transcurre por ese lugar, se suele hacer una parada para cantar el Gernikako Arbola.
Este año se ha cumplido el centenario del fallecimiento de Vladimir Ilich Ulianov, Lenin. Entorno a este pensador, filósofo y político voy a adentrarme en una de las cuestiones que mayores debates y discusiones han surgido entre los pensadores marxistas. Me refiero a la teoría del Estado. A lo largo de la historia en el ámbito ideológico del marxismo se ha dado un debate, no exento de confrontación, a la hora de qué hacer con el Estado y lo que éste representa.
Su estudio ha concitado controversias a la hora de interpretar el pensamiento de Marx y Engels, lo que lleva a diferentes interpretaciones que realizan algunos de los pensadores de la órbita del socialismo.
Sobre los presupuestos ideológicos de estos dos pensadores, es Lenin el que realiza un estudio más profundo en un momento histórico único, como fue el período vivido en Rusia con la caída del Régimen Zarista, la Revolución democrático-burguesa de febrero y la posterior Revolución Socialista de octubre de 1917.
Para estudiar el pensamiento de Lenin sobre la Teoría del Estado hay que profundizar en dos obras que fueron escritas a lo largo de 1917. La primera de ellas, y la más importante, es “El Estado y la Revolución”. Consta de varios ensayos que Lenin escribió a lo largo de 1917. La primera edición se publicó en el mes de agosto, bajo el Gobierno Provisional, en plena fase de la revolución democrática-burguesa. La segunda edición fue publicada en diciembre de 1918, es decir, un año después de que en octubre de 1917 triunfara la Revolución bolchevique. Es una obra fundamental en el pensamiento de Lenin, de las que más polémica ha generado en el ámbito del marxismo y me atrevería a decir que es una de las más olvidadas.
La segunda obra es “Las tesis de abril”. Fue escrita a su vuelta del exilio, una vez que había triunfado la revolución de democrático-burguesa de febrero de 1917, y en ella realiza un ataque a las posturas reformistas que en esos momentos estaban llevando lo socialistas-revolucionarios y los mencheviques, así como la posición dubitativa del partido bolchevique.
Contexto histórico
La Gran Guerra estaba acelerando la descomposición del régimen zarista y la mayor parte de la burguesía era consciente del peligro que corría este. Es por ello que la única opción que barajaba la burguesía para acabar con el régimen autárquico, burócrata que se sostenía gracias al Estado policiaco en el que se había convertido, era la sustitución del zar y la utilización de instrumentos demócrata-parlamentarios. Sin embargo, esta operación no prosperó.
En enero de 1917 la situación del régimen zarista era insostenible. En febrero la huelga de Petrogrado se acabará convirtiendo en huelga general política, dando el salto a una huelga revolucionaria. El surgimiento de dos poderes: El Gobierno Provisional, producto de un acuerdo entre los liberales burgueses, los mencheviques y los socialistas-revolucionarios con el propósito de neutralizar al segundo poder que había surgido con la insurrección de febrero: los Soviets de obreros y soldados.
Cuando Lenin llega a finales de marzo a Rusia, la consigna es clara: dar los pasos necesarios para derrocar al Gobierno Provisional. La fase democrático-burguesa no deja de ser un paso previo para lograr la revolución socialista. Los bolcheviques no debían caer en el error de que el régimen democrático-burgués se consolidara.
Este planteamiento le llevó a un enfrentamiento no sólo con los mencheviques y socialistas-revolucionarios, si no con una parte muy importante de los bolcheviques, en concreto con los dirigentes del interior, como Stalin y Kamenev.
Los hechos son de sobra conocidos: las tesis de Lenin se impusieron, y el lema de “todo el poder a Soviets” fue fundamental para que en octubre se diera el paso definitivo para la caída del Gobierno Provisional, produciéndose el triunfo de los bolcheviques y su llegada al Poder.
El Estado y la revolución
Como he manifestado anteriormente, en el ámbito de la teoría del Estado, la obra referente que escribió Lenin fue “El Estado y la Revolución”[1]. En ella realiza un estudio pormenorizado de las teorías de Marx y Engels acerca de esta cuestión. La obra está plagada de citas, algunas ciertamente extensas, con la finalidad de encuadrar su pensamiento en el marco de las teorías de los fundadores del marxismo y de reforzar su tesis como producto de la correcta interpretación del pensamiento político de Marx y Engels.
Friedrich Engels Wikimedia Commons)
Esta obra es una enmienda a la totalidad a la doctrina nacida en el seno de la II Internacional y a los planteamientos mecanicistas que tenían algunos dirigentes bolcheviques, como Stalin. En ese contexto, Lenin realiza una crítica muy severa a algunos conocidos miembros de la II Internacional, entre los que destaca C. Kautsky, el teórico más importante de dicha organización, por entender que su praxis se salía de la doctrina marxista.
Algunos autores han definido esta obra como desviación anarquista. Otros pensadores, como Wayne Price, la han definido como “su trabajo más libertario”. Sin olvidar que Lenin realiza una lectura de lo escrito por los padres del marxismo, vamos a analizar si es realmente un texto que se pueda definir como libertario.
Lenin escribió “El Estado y la Revolución” en ese periodo de efervescencia de los Soviets, entre las revoluciones de febrero y octubre, es por ello, que dedica un espacio a analizar la experiencia de la Comuna de París, al ser la experiencia histórica en la que por primera vez el pueblo consigue poner en marcha la “destrucción de la máquina del Estado”.
El Estado como herramienta de dominio de la sociedad
A la hora de hacer una definición del Estado, Lenin se apoya en lo teorizado por Marx y Engel. Si para Marx, el Estado es un órgano de dominación de clases, Lenin lo define como “producto y manifestación del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase”. El Estado es la herramienta de la clase económicamente dominante para la represión y explotación de la clase oprimida. Y trae a colación a Engels y su obra “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, cuando este manifiesta que “con la desaparición de las clases desaparecerá inevitablemente el Estado”.
Una de las conclusiones de las definiciones anteriores, es que la cuestión del Estado va íntimamente ligada a la confrontación entre clases, el antagonismo existente entre la clase dominante (burguesía) y la clase oprimida (proletariado). O dicho de otro modo, para estos pensadores, la lucha de clases tiene mucho que ver con la maquinaria que sustenta al Estado burgués.
Para Lenin el aparato del Poder Estatal es el que está por encima de la sociedad en la que se dan las contradicciones de clase, al haber sido creado por la clase dominante, para poder tener sometida a la clase oprimidas, y una de las características del aparato estatal es que para ejercer esa función de dominación se apoya en el “ejército permanente y la policía”, elementos imprescindibles para poder realizar esa acción coercitiva contra la clase oprimida.
Ante este análisis, la pregunta que Lenin se plantea es
¿Qué hacer con el Estado?
Sin duda aquí radica una de las cuestiones fundamental de su ensayo. ¿Extinguirlo, destruirlo, abolirlo? Lenin no duda en exponerlo de forma radical, al plantear la destrucción del Estado burgués, lo que denominará la maquinaría estatal burguesa, como paso para la toma del Poder por parte del proletariado mediante un proceso revolucionario. Lo que se extinguirá posteriormente es el Estado surgido de esa revolución. Para ello, una vez más recurre a los trabajos de Marx y Engels.
Vladimir Ilich Lenin,1918 (Wikimedia Commons)
Lenin cita a Engels, al manifestar que el pensador alemán plantea la destrucción del Estado de la burguesía por la revolución proletaria para que posteriormente se vaya extinguiendo el “Estado o semi-Estado” proletario surgido de dicha revolución. Y para poder llevar a efecto la destrucción de todo ello, es necesario pasar por la fase de la dictadura del proletariado, o lo que en otros autores, como Rosa de Luxemburgo, denominan democracia proletaria, que no es otra cosa que la represión de la burguesía por parte del proletariado, que en el plano socioeconómico se traduciría en la “toma de posesión de los medios de producción por el Estado en toda la sociedad”. A esto, denominan la destrucción del Estado burgués, que Lenin llega a denominar “la democracia más completa”. En este momento se iniciaría el proceso para la extinción del Estado, momento en el que desaparecería la democracia proletaria, porque para el político ruso, la democracia no deja de ser un Estado.
Al tratar esta cuestión, Lenin desarrolla una batería de críticas hacia los teóricos de la II Internacional, y en concreto a la socialdemocracia alemana, representada por C. Kautsky, al recordarles que si bien es “la república democrática, como la mejor forma de Estado para el proletariado bajo el capitalismo”, no hay que olvidar que “todo Estado es una fuerza especial para la represión de la clase oprimida”, lo que lo convierte en un obstáculo para llegar al socialismo, y para lograrlo, pasa por la destrucción del Estado capitalista y la instauración de la dictadura del proletariado. En este punto, Lenin no hace más que traer a colación lo expuesto por Marx en Crítica al Programa de Gotha, donde desarrolla este tema. Y es que vuelve a traer a colación al pensador alemán cuando dice que “la lucha de clases conduce necesariamente a la dictadura del proletariado”[2].
Hasta entonces, todas las revoluciones habían “perfeccionado la maquinaria del Estado, y lo que hace falta es romperla”[3]. Y para ello, Lenin llega a la conclusión que “el proletariado no puede derrocar a la burguesía si no empieza por conquistar el Poder político, si no logra la dominación política, si no transforma el Estado en el proletariado organizado como clase dominante. El Estado proletario empieza a extinguirse inmediatamente después de su triunfo, pues en una sociedad sin contradicciones de clase es innecesario e imposible”.
En la cuestión al método de lucha para lograr lo expuesto hasta ahora, el líder bolchevique no duda en exponer que será mediante un proceso revolucionario de carácter violento, y para ello, recoge una cita de la obra Anti-Düring de F. Engels, cuando manifiesta que “… De que la violencia desempeña en la historia otro papel (además del de agente del mal), un papel revolucionario; de que, según expresión de Marx, es la partera de toda vieja sociedad que lleva en sus entrañas otra nueva; de que la violencia es el instrumento con la cual el movimiento social se abre camino…”.[4]
En este debate acerca de qué hacer con el Estado, Lenin también realiza una crítica al anarquismo de la mano de lo escrito por Marx y Engels. A diferencia de los anarquistas que plantean la supresión del Estado “de la noche a la mañana”, el revolucionario ruso defiende la necesidad de la vigencia temporal del Estado, como “forma revolucionaria y transitoria” del estado que el proletariado necesita, etapa necesaria para utilizar los resortes del Estado contra los explotadores, para lo que es necesario el empleo sistemático de las armas. “El Estado no puede abolido antes de haber sido destruidas las relaciones sociales que lo hicieron nacer”[5].
En este contexto, la Comuna de París de 1871 viene a ser uno de los referentes que tiene presente a la hora de teorizar sobre la organización de la clase trabajadora para derrocar el Estado burgués, porque esta experiencia demostró que no bastaba con que la clase obrera se apodere de la máquina estatal, por el contrario, era necesaria su destrucción, y con ello la máquina burocrático-militar.
Vladimir Lenin en un mitin, 1920 (Wikimedia Commons)
El proceso de extinción del Estado (el periodo de transición)
Sin duda este es el punto que más disputa dialéctica se puede encontrar, porque en él es donde el líder ruso analiza el proceso de transición del capitalismo al comunismo, que constaría de varias fases, hasta llegar a la fase superior de la sociedad comunista, momento en el que se extinguirá el Estado.
Este proceso daría inicio con la transición del capitalismo al comunismo, que se realizaría únicamente a través de la dictadura del proletariado, que se extenderá en el tiempo hasta la desaparición de las clases, momento en el que “desaparecerá el Estado y podrá hablarse de libertad”. Y para ello, recurre a Engels cuando dice “mientras el proletariado necesite todavía el Estado, no lo necesitará en interés de la libertad, sino para someter a sus adversarios, y tan pronto como pueda hablarse de libertad, el Estado como tal dejará de existir”[6]. El Estado desaparecerá cuando no hayan desaparecido los capitalistas y no haya clases. Es a lo que Lenin llama libertad.
Todo ello es un proceso gradual en el que Estado reprimirá a la minoría de explotadores, hasta llegar a la primera fase de la sociedad comunista: una fase intermedia que desembocará en la fase superior de la sociedad comunista, momento en el que se extinguiría el Estado.
Si bien Lenin afirma que el Estado iniciará su proceso de disolución de forma inmediata, en ningún momento pone plazos a ese proceso, manifestando en algunos pasajes de su obra el desconocimiento ante la velocidad de ese proceso y “subrayando el carácter prolongado de este proceso”. Ello lleva a plantear que al no llegar a concretar la duración de ese proceso, hace pensar que todo dependería de la evolución del periodo de transición y de las posteriores fases de la instauración de la comunista. Teniendo presente lo expuesto, cabe poner en duda que en este trabajo haya una cierta tendencia libertaria y mucho menos, una desviación anarquista. En esta cuestión, Humberto Da Cruz entiende que “la progresiva extinción del Estado a lo largo del período socialista” se movió en el campo de la teorización, pues no dejaba de tener un gran componente de abstracción, lo que le hizo caer en un optimismo, al exponer que desde el momento en el que se produjera la toma del poder, y la destrucción del Poder burgués, daría inmediatamente comienzo a la extinción del Estado[7].
Hay que tener en cuenta que debido al atentado que sufrió, sus facultades quedaron muy mermadas, falleciendo en 1924, por lo que desconocemos como hubiera interpretado el proceso que se vivió en los posteriores años en la URSS.
Teniendo presente lo escrito por el líder ruso, la conclusión es que a lo largo de la historia, ninguna de las experiencias socialistas ha llegado a la fase final para llevar a cabo la extinción total del Estado. Ello se puede deber a múltiples factores, y el más importante podría ser la actitud hostil de los países capitalistas a lo largo de la historia para con los países socialistas, lo que les ha llevado a fortalecer el Estado socialista. Quizá en ese contexto, se podría tener presente la teoría surgida del XXII Congreso del PCUS (1961), en el que plantean la desaparición del Estado “cuando se haya edificado la sociedad comunista y la victoria del socialismo se consolide en todo el mundo”[8].
Tampoco habría que dejar a un lado que en la praxis seguida en las diferentes experiencias en la transformación del capitalismo al socialismo, podemos observar el arrinconamiento de algunas de las ideas que Lenin planteó en 1917, entre las que se encontraba que todo el poder residiera en los Soviets, para ir siendo sustituido por el control del poder a cargo de una élite de dirigentes que dominaban tanto los aparatos del partido y del Estado, llegando identificarse el uno con el otro y alejándose de las masas obreras.
[1] Para escribir este artículo he utilizado dos ediciones del libro de Lenin El Estado y la Revolución: Editorial Miguel Castellote, 1976 y Editorial Progreso de Moscú, 1976.
[2] Recogido en una carta que Marx escribe a Weydemeyer, fechada el 5 de marzo de 1852.
[3] Cita recogida por Lenin del libro de Marx, El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte.
[5] Cita de Engels que Lenin recoge en El Estado y la Revolución, extraida de unos artículos que Marx y Engels escribieron para un almanaque italiano y que en 1913 fueron publicados en alemán en la revista Neue Zeit.
[6] Lenin trae una cita de Engels obtenida de una carta que envió a Bebel.
[7] Prólogo al “Estado y la Revolución” de Lenin escrito por Humberto Da Cruz, Editorial Miguel Castellote, 1976.
[8] Pablo Lucas Verdú: Curso de derecho político, volumen I, 1980, pag. 199.
A mediados de 1974 ETA[1] celebra su III Biltzar Ttipia desde la celebración de la primera parte de su VI Asamblea y se consuma lo que se venía madurando en los últimos meses. La mayor parte del Frente Obrero abandona la organización y su objetivo es la creación de un partido comunista vasco. El nuevo partido se llamará LAIA (Langileen Alderdi Iraultzaile Abertzalea)[2].
Cartel de LAIA (Lazkaoko Beneditarren Fundazioa-Fundación de los Benedictinos de Lazkao)
Esta escisión, a diferencia de las anteriores (ETA-berri y ETA VI) no cuestiona la ideología independentista ni en cierta forma la lucha armada, si bien critican el activismo alejado de las masas. LAIA celebra su asamblea fundacional en agosto de 1974 en la localidad de Domezain (Zuberoa)[3]. En el momento de su constitución la crítica que realiza a ETA es la presencia de elementos antimarxistas, nacionalistas reaccionarios y libertarios por lo que ETA no podrá transformarse en la vanguardia de la clase obrera vasca. No hay que olvidar que ETA, heredera de la V Asamblea de ETA, se define como socialista y aunque el método de análisis es marxista, en ningún momento se define como marxista-leninista, sin perjuicio que haya militantes que así se definan.
LAIA tiene una evolución ideológica no exenta de tensiones internas. Si bien en un inicio se la puede encuadrar dentro de la ideológica marxista-leninista, en ella conviven militantes que son trotskistas y autónomos. Esto es importante tenerlo en cuenta porque en un futuro estas diferentes sensibilidades provocarán futuras escisiones.
Este proyecto político genera una atracción en diferentes sectores pues viene a llenar ese hueco que la organización armada no ha sido capaz de ello, debido a lo complicado de compatibilizar la lucha armada y la lucha de masas por la misma organización.
Portada de la revista Sugarra nº 1 editada por LAIA (Lazkaoko Beneditarren Fundazioa-Fundación de los Benedictinos de Lazkao)
En el primer número de su revista teórica Sugarra (la llama), LAIA publica las razones de su nacimiento.
“Si hemos optado por estructurarnos fuera de ETA, rechazando las siglas por las que hemos luchado […] La razón que nos ha movido a ello ha sido la imposibilidad de transformar a ETA en un aparato capaz de desarrollar una política revolucionaria que respondiera a los intereses de la clase obrera vasca […] La imposibilidad de ver cumplido este objetivo dentro de ETA, es decir, la imposibilidad de romper con el activismo alejado de las masas que nos atenazaba, está en el origen de nuestra ruptura con ETA […] La revolución no se hace por el hecho de mantener a la gente unida numéricamente, sino tan solo si esta unidad está cimentada de una línea política correcta […] Podemos declarar que lo que nos unía como grupo no era la coherencia ideológica, sino la necesidad imperiosa de contrarrestar la corriente “españolita” de VI […] El único nexo de unión era el común deseo de ofrecer una alternativa abertzale ante las posturas liquidacionistas de los grupos españolistas respecto al problema nacional […]”.
En la revista Sugarra recogen los objetivos estratégicos del nuevo partido. Nacen para “trabajar por todos los medios en la organización dinámica de la clase obrera vasca a fin de instaurar una República Popular de Euskadi y la creación de un nuevo Estado al servicio de la clase obrera y las capas populares”.
No todo el Frente Obrero que abandona la organización armada pasa a formar parte de LAIA. Los militantes del FO de Gipuzkoa en su gran mayoría organizan el partido LAIA pero los militantes del FO de Bizkaia no se incorporan a esta nueva organización pasando a trabajar de forma autónoma.
Impulso de los Comités Obreros Abertzales (COA) y nacimiento de LAB
La escisión vivida en el Frente Obrero no se parece en nada a las que ha sufrido anteriormente ETA por lo que no pasa desapercibida en la militancia ni en la dirección de la organización. Es en 1974 cuando la dirección de la organización armada impulsa con los militantes del Frente Obrero que no abandonan la organización la creación de organismos de masas que sirvan para organizar a la clase trabajadora vasca desde una óptica abertzale y revolucionaria. Se van constituyendo los Comités Obreros Abertzales (COA). Estos comités surgen en algunas comarcas de Gipuzkoa (Valle del Urola y Alto Deba). Tienen el problema que en este espacio de lucha las organizaciones de la izquierda radical estatal (LCR, MCE y ORT) llevan tiempo trabajando con la ventaja que la represión se ha cebado en menor medida en ellas al no practicar la lucha armada. En un principio estos COA son impulsados tanto por ETA como por LAIA para potenciar la organización de los trabajadores abertzales en las fábricas. En este momento son comités autónomos que no tienen una estructura común.
Estas estructuras obreras que son independientes entre sí tienen la necesidad de unificarse, lo que llevará a ETA[4] a favorecer un encuentro en el mes de enero de 1975 entre estos comités para avanzar en la creación de una única organización. Todo esto llevará a que en mayo de 1975 a que nazca la organización LAB (Langile Abertzaleen Batzordeak).
Para LAIA esta fórmula de unificar en una estructura estos comités obreros puede provocar de nuevo que sean objetivo de la represión por lo que se descolgará del proyecto de LAB e impulsará los grupos obreros autónomos LAK (Langileen Abertzale Komiteak). Estos comités obreros tienen una presencia globalmente bastante escasa en todo Euskadi, teniendo mayor implantación en algunas zonas de Gipuzkoa.
Todo este proceso lo que deja patente es que desde la V Asamblea uno de los problemas que tiene ETA en relación con el movimiento de masas es la falta de una estructura organizada dedicada a la labor de las masas, que pudiera trabajar sin tener que definirse como estructura de ETA por lo que podía conllevar en el terreno de la represión, situación que aprovechan las organizaciones políticas de izquierda estatal ya que al no practicar la lucha armada tienen una mayor capacidad para implantarse y desarrollar una actividad política en diferentes ámbitos (fábricas, universidad, etc).
LAB viene a cubrir esa carencia que ETA tiene en el campo obrero, y en ese contexto se define “como organización de masas para la clase trabajadora vasca en una línea abertzale y de clase”. Tiene una vocación asamblearia y no pretende ser portavoz de los trabajadores a la hora de negociar convenios con la patronal porque entiende que esa responsabilidad recae en las asambleas de fábricas.
En ese período en el que los atentados de todo tipo, choques violentos entre guardias civiles y miembros de ETA y detenciones son constantes, el día 13 de septiembre de 1974 se produce en Madrid el atentado de la cafetería Rolando que estaba situada al lado de la DGS (Dirección General de Seguridad), en el que mueren 11 personas y 71 resultan heridas. De los fallecidos solo uno es policía y el resto de las víctimas son civiles que se encontraban en el local. Ante el error cometido por ETA la dirección no quiere reivindicar el atentado, pero un sector de la organización entiende que deben de reivindicar el atentado, por lo que este atentado y su no reivindicación va a ir generando una desazón entre la militancia que se verá reflejada en la reunión del IV Biltzar Ttipia que se celebra en octubre de 1974 con la finalidad de preparar la celebración de la Segunda parte de la VI Asamblea, dándose dos posturas ante el atentado: Un sector quiere eludir la autoría del atentado para evitar la imagen que le puede generar. Este sector corresponde con la corriente mayoritaria existente en la organización que es la político-militar. Por el contrario, el otro sector exige que sea reivindicado el atentado llevando aparejado el asumir la responsabilidad que ello va a comportar. Este sector minoritario es de la opinión que la ocultación de los hechos por graves que fueran, son propios del sistema que se combate. Esta postura es defendida por la corriente que se conocerá como militar.
En este contexto en el que los cambios políticos se hacen cada vez más sensibles la dirección de la organización, es decir, el Biltzar Ttipia realiza un análisis de la situación y elabora un programa para el futuro. En este análisis y hoja de ruta se plantean cuestiones como la legalización, el papel de la lucha armada en el futuro régimen. En ese momento los problemas de la organización armada se dividen en dos grandes bloques: a) el problema de la estructura de ETA que está lastrando a la organización y b) la táctica que tiene que seguir la organización en el futuro inmediato.
En términos ideológicos o políticos no hay diferencias entre ambas corrientes, o las que hay no son de gran calado. Las posturas que defiende cada una de las corrientes se pueden resumir en los siguientes términos:
Revista Hautsi 1976, editada por ETA político-militar (Lazkaoko Beneditarren Fundazioa-Fundación de los Benedictinos de Lazkao)
Una corriente mayoritaria que a partir de la escisión será conocida como ETA (político-militar) plantea en el plano organizativo transformar la estructura de la organización, desapareciendo los antiguos cuatro frentes[7] para pasar a una estructura político-militar, influidos por el modelo organizativo de los tupamaros uruguayos. Se basan en el análisis que ambas actividades (política y militar) están íntimamente ligadas y deben de estar muy coordinadas.
Las actividades de los frentes militar y obrero a nivel local serían coordinadas por un único responsable de zona y sería el responsable de las acciones armadas. Se mantiene un frente llamado “bereziak” (especiales) que serán los encargados de planificar y realizar acciones militares complejas y de largo alcance, funcionando con un grado de autonomía por razones de seguridad.
Esta estructura engarza la lucha política con la militar a diferencia de la praxis que había habido hasta entonces que cada frente trabajaba de forma autónoma. Es por ello, que a esta fórmula organizativa se la denominara “político-militar”, porque es partidaria de unir la lucha armada y la lucha de masas en una sola organización.
El análisis político que hacen de la situación es muy optimista viendo a corto plazo la salida del Régimen franquista hacia una democracia burguesa y en el plano político plantean formar el BAT (Frente por la izquierda vasca) con los siguientes objetivos: La independencia del Euskadi, la reunificación, la euskaldunización, el socialismo y la defensa del internacionalismo proletario.
Zutik nº 65-1975. Editado por ETA militar (Lazkaoko Beneditarren Fundazioa-Fundación de los Benedictinos de Lazkao)
La otra corriente minoritaria que tiene una visión muy diferente de la situación será la que en noviembre de 1974 dará lugar a ETA (militar) dando a conocer su planteamiento en el “ETAren Agiria” (Manifiesto de ETA) en el que se presentan ante la opinión pública como la organización ETA (militar). Es un documento en el que hacen un análisis de la situación política, que pone las bases de lo que va a ser su línea táctica y estratégica para un futuro.
Organizativamente entienden que el modelo de unir los frentes, es decir, el nuevo modelo político-militar, no solo no solucionaba los problemas del modelo de frentes, sino que los aumentaba ya que al ir muy ligadas las actividades políticas y militares, el funcionamiento va a ser mucho más deficiente que hasta ahora. Es más, con este modelo la represión va a hacer más daño a la organización al estar unificados los frentes, el político y militar, lo que arrastraría a tener grandes caídas. Este sistema imposibilitaría la creación de organizaciones de masas estables debido a la represión que sufren por pertenecer a ETA.
La estructura político-militar es elitista y el aceptarla por la totalidad de la organización supondría la renuncia a participar en la legalidad democrática por lo que plantean asumir la posición de transformar toda la organización en un aparato militar único. Es decir, defienden que la lucha armada se tiene que separar de la lucha de masas para no entorpecerla.
El concepto que tienen es que ETA debe ser una organización política que ejercerá la lucha armada como método de lucha, siendo las fuerzas políticas que tengan como objetivos estratégicos la independencia, el socialismo y la euskaldunización las que ejercerán la iniciativa política entre las masas. Esto es lo que les diferencia del sector político-militar.
Para entrar en la legalidad democrática plantean que se han de articular organizaciones amplias y estables que sean capaces de elaborar un programa político y “hace un llamamiento a todas las organizaciones, grupos y personalidades de los sectores independentistas, obreros y populares antioligárquicos a buscar la unidad de acción en un frente común de cara a la posición política a tomar con respecto a la alternativa democrática”.
Por ello, la mayoría de los miembros del Frente Militar deciden separarse del “aparato de masas” para tácticamente limitar sus funciones al desarrollo de la lucha y de sus posiciones políticas, en función de la situación de cada momento. Esta separación de los organismos de masas no conlleva un alejamiento de ellos. Lo que pretenden es poner en práctica una forma nueva de relación, actividad armada-actividad de masas ya que en este momento el segmento que compone las capas populares no está en condiciones de radicalización para hacer suya la lucha armada y tampoco hay una organización preparada para afrontarlo.
El análisis que hacen de la situación política no es tan optimista como los político-militares y si bien entienden que “el fascismo agoniza a la par que Franco, aunque muy bien podría suceder que éste le sobreviviese en estado de momificación”.
Esta ruptura producida en el IV Biltzar Ttipia de ETA acelerará los acontecimientos y el grupo que se denominará ETA (político-militar) pondrá en marcha el proceso para realizar la segunda parte de la VI Asamblea.
En diciembre de 1974 se realiza una huelga de hambre por parte de los presos políticos vascos, organizada por ETA (pm) y apoyada por ETA (m) y ETA-VI, ORT y MCE, realizándose una huelga general el día 11 de diciembre que paraliza todo Euskadi Sur. Todo esto llevará al sexto estado de excepción en abril de 1975.
Con el gobierno de Arias Navarro, la represión se canaliza de dos formas: Una es mediante una represión brutal creciendo el peso de sectores ultras y teniendo como desenlace los últimos procesos judiciales que desembocan en los fusilamientos de septiembre de 1975 y la otra es mediante la utilización de grupos parapoliciales que actúan con total impunidad atacando cualquier cosa que pueda ser progresista. La represión es tan grande que en Bilbao tuvieron que habilitar la plaza de toros como lugar de detención e interrogatorios.
La gran mayoría de la militancia de la organización se posiciona con ETA (pm), tanto entre la militancia activa, refugiados como los militantes que están presos en las cárceles del Estado español. Por el contrario, lo que se conocerá como ETA (m) es un grupo más reducido, pero más compacto.
ETA (pm) durante los primeros meses de 1975 sufre muchas detenciones, entre otros motivos debido a su nueva estructura político-militar que unifica los frentes, lo que lleva a que las caídas afecten a las dos estructuras de la organización. En julio de 1975 una de las acciones que planificaron como más importante para la organización era la fuga de la cárcel de Segovia de miembros de esta organización prevista para el 27 de julio que se vio desbarata por las caídas de comandos que tuvo en ese período, sobre todo porque en ETA (pm) había un infiltrado de los servicios secretos españoles que contribuyó a ello.
Las detenciones de miembros de ETA (pm) tienen como resultado dos consejos de guerra que el Régimen los celebra en el mes de agosto aprovechando el período vacacional para mitigar las posibles protestas que pudieran surgir, cosa que no consigue. Como consecuencia de ambos consejos de guerra dos militantes de ETA (pm) son condenados a muerte y fusilados el 27 de septiembre de 1975 (Txiki y Otaegi). En esas mismas fechas hay otro consejo de guerra en el que tres militantes del PCE (m-l) y FRAP son condenados a muerte y fusilados el mismo día.
Por lo que respecta a la actividad de ETA (m) en este período si bien en un principio era una organización más minoritaria, poco a poco se va estructurando e incorporando más militantes, continuando con el método de lucha de acción-represión-acción, atacando a miembros de los aparatos policiales y confidentes de la policía.
En el inicio, ETA (pm) arrastraba el lastre de todas las caídas que había sufrido. Unas sesenta detenciones, el 80% de la militancia y centenares de personas habían huido del interior. Lo que le obliga a coger militantes de otros sectores y realiza algunos secuestros para financiarse. Estas acciones las realizan los comandos “Bereziak” y fueron duramente criticadas por las otras organizaciones de la Izquierda Abertzale (ETA (m), LAIA, LAB y EHAS).
Es en este momento cuando en el entorno de gentes abertzales y socialistas junto con ex militantes de ETA forman en Euskadi Sur la organización EAS y en marzo de 1974 en Euskadi Norte había surgido la organización HAS. En el mes de noviembre de 1975 ambas organizaciones realizan un congreso en Pamplona para converger en una nueva organización: EHAS, que tiene la característica de ser por el momento la única organización que tiene su ámbito de acción en todo Euskal Herria (Norte y Sur).
Conclusiones
El primer lustro de la década de los 70 del siglo XX fue convulso dentro de las organizaciones que luchaban contra la dictadura. Los días del dictador llegaban a su fin, pero cosa muy diferente era el escenario que se abriría con su muerte.
Tanto en el Estado español, como en Euskal Herria se empezaban a vislumbrar diferentes ópticas de la situación, así como la estrategia a seguir en todo ese proceso y ETA no fue una excepción. Los análisis al respecto empezaban a atisbar las diferencias existentes, en algunos casos sustanciales, a la hora de definir los nuevos escenarios políticos.
Por lo que respecta a la organización ETA, además de las diferentes visiones que había en su seno, habría que añadir la dificultad añadida por su forma de organización. La estructura organizativa en diferentes frentes de lucha, totalmente alejada de la concepción clásica de partido vanguardia que era lo que predominaba en el resto de las organizaciones antifranquistas de izquierda empezaba a ser un cierto lastre en esos momentos; todo ello explica los movimientos que se vivieron en su interior y que desembocaron en diferentes crisis.
Lo que a priori se hubiera podido entender como debilidad política, analizando el contexto del momento y con la perspectiva histórica, se puede afirmar que lo sucedido en ese periodo no dejó de ser un proceso político que estaba poniendo las bases de lo que posteriormente se ha definido como izquierda abertzale y dentro de esta lo que se ha conocido como Movimiento Vasco de Liberación Nacional.
A partir de 1974, se abre un periodo en el que las diferentes organizaciones políticas surgidas del proceso vivido dentro de ETA, adoptarían sus dinámicas propias de lucha, que se reflejaría en sus formas de interpretar los diferentes acontecimientos que se vivieron a partir de 1975, con el fallecimiento del dictador y los derroteros que iba a seguir el régimen.
Como expuse en la introducción del primer artículo, la finalidad de su publicación no ha sido otra que recordar unos hechos de los que ahora se cumplen cincuenta años, que desde el punto de vista histórico podríamos decir que fueron ayer, pero totalmente desconocidos para las actuales generaciones.
Bibliografía utilizada:
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[1] A partir de ahora a ETA V la denominaré ETA a secas, pues será la organización que continuará con las siglas de dicha organización.
[2]Langileen Alderdi Iraultzaile Abertzalea: Partido Abertzale Revolucionario de los Trabajadores.
[3]Zuberoa: Territorio de Euskal Herria en Iparralde o País Vasco-Francés.
[4] La organización armada que impulsa la creación del sindicato LAB es ETA Político-Militar. Posteriormente se explicará como la organización ETA se parte en dos, surgiendo ETA Político-Militar y ETA Militar producto de su división en octubre de 1974.
[5] Milis: Termino que se utilizaba en la época para denominar a ETA militar o ETA (m).
[6] Polimilis: Termino que se utilizaba en la época para denominar a ETA político-militar o ETA (pm).
[7] Hay que recordar que en la pre-asamblea de octubre de 1972 se habían fusionado el Frente Obrero y el Frente Cultural
En la historia reciente de Euskal Herria hubo varios episodios que sucedieron en un breve espacio de tiempo, que si bien en aquel momento no dejaron de ser situaciones frecuentes que se daban en las organizaciones que luchaban en la clandestinidad contra la dictadura franquista, pasadas unas décadas se puede afirmar que tuvieron una influencia decisiva en lo que fue a partir de entonces el devenir de la política vasca y los caminos que recorrieron las diferentes sensibilidades de la izquierda abertzale. Todo ello sucedió a lo largo de 1974, ahora hace cincuenta años.
Si 1973 fue el año que catapultó a la organización ETA a nivel internacional, gracias al atentado más importante desde su nacimiento, volar el coche del presidente del Gobierno español y mano derecha del dictador, 1974 pasó a ser el año en el que las disensiones internas que arrastraban desembocaron en varias escisiones, pero, sin duda alguna, una de ellas marcaría la historia, no solo de ETA, sino de lo que conocemos como Izquierda Abertzale.
Este texto, dividido en dos partes, no pretende ser un análisis profundo de ese periodo de la historia, más bien se limita a realizar un pequeño repaso de las experiencias ideológicas y políticas que se dieron en el espacio político de lo que posteriormente se ha conocido como izquierda abertzale; unas pinceladas que puedan servir para desempolvar aquellos años y para quienes estén interesados puedan profundizar en su estudio.
Antecedentes
A lo largo de su historia, ETA ha estado inmersa en tensiones internas que en muchos casos desembocaron en importantes crisis internas. Gran parte de ellas tenían su origen en divergencias ideológicas, pero otras eran producto de diferencias organizativas. Todo ello se debía a diferentes factores, pero la inmensa mayoría de ellos tenían un denominador común: ETA era una organización en continuo movimiento, no se podía asemejar a ninguna de las organizaciones que luchaban contra la dictadura. Su estructura y sus dinámicas inspiradas en los movimientos de liberación nacional del Tercer Mundo en su lucha contra el colonialismo; no se parecía en nada a las organizaciones clásicas que estaban en el exilio y/o se movían en la clandestinidad. ETA era una organización estructurada en cuatro frentes (político, cultural, obrero y militar).
La última gran crisis que vivió en su seno no estaba muy lejos en el tiempo, habría que poner la mirada en 1970 y el cisma que se produjo en su seno con la celebración de la VI Asamblea, cónclave que no fue reconocido por parte de la militancia; todo ello desembocó en la existencia de dos organizaciones que compartían las mismas siglas: ETA, pero que para diferenciarlas eran conocidas por la asamblea en la que fundamentaban su legitimidad, lo que se traducía en que una fuese conocida como ETA V Asamblea y la otra como ETA VI Asamblea.
Zutik 55 enero de 1973 de ETA VI (Wikimedia Commons)
El paso del tiempo y la actividad de ambas organizaciones llevó a que la que era conocida como ETA V Asamblea pasase a ser la heredera de las siglas, para finalmente ser denominada como ETA, sin ningún añadido. Por el contrario, ETA-VI fue encaminándose a transformarse en una organización de corte marxista-leninista clásico, un partido vanguardia; después de algunas diferencias internas que se solventaron con una escisión, el sector mayoritario, conocido como Mayos, entró en un proceso de convergencia con la organización LCR, por lo que durante un tiempo fueron conocidos como LCR-ETA VI, para finalmente suprimir las siglas de ETA VI y denominarse únicamente LCR.
Cartel de LCR-ETA VI
Eran tiempos convulsos, a la represión desatada por el régimen franquista, había que añadirle los innumerables debates ideológicos que se daban en todas las organizaciones políticas. Todavía estaba cercano el Mayo francés, hecho que influyó en muchas organizaciones de la época.
Evolución de ETA V
En octubre de 1972 ETA V realiza una segunda pre-asamblea o asamblea de cuadros. En esta reunión acuerdan fusionar el Frente Obrero y el Frente Cultural, pasándose a llamar únicamente Frente Obrero. En esta pre-asamblea surge una nueva corriente, autónoma o ácrata, siendo su cabeza visible el histórico militante Emilio López Adan, Beltza.
Es una época en el que las tensiones entre el Frente Militar (FM) y el Frente Obrero (FO) son continuas. Las causas se debían a que partiendo de la base que la necesidad de la lucha armada no era cuestionada por nadie en la organización, debido a que las acciones armadas que habían realizado en los dos últimos años habían reforzado la imagen de ETA, sin embargo, el problema estribaba en cómo organizar el incremento de apoyo social que se estaba dando.
Al crecer la militancia de la organización, la mayor parte de esa militancia entraba a formar parte del Frente Obrero. Eran personas que se comprometían pero que no realizaban acciones armadas. Pero el grado de represión había aumentado muchísimo desde el Proceso de Burgos, lo que originaba muchas detenciones y caídas en dicho frente. No hay que olvidar que el Régimen quería evitar otro proceso judicial al estilo del Proceso de Burgos que se le pudiera ir de las manos, por lo que en este período se producen un elevado número de muertos por parte de militantes de la organización, ya que los sectores más duros de los aparatos del Estado querían demostrar mano dura ante la opinión pública.
Todos estos problemas que arrastraba la organización armada le exigían fijar unas bases de actuación política y armada. Por ello convocan la VI Asamblea, pero unos meses antes, en concreto en mayo de 1973, se produce una reunión del Biltzar Ttipia (Comité Ejecutivo) en la localidad madrileña de Getafe para intentar superar las diferencias existentes entre el Frente Militar y el Frente Obrero aunque el problema no quedó superado. De esta reunión sale un comunicado que ETA difunde al pueblo vasco.
Zutik nº 57 de ETA V Asamblea
Los aspectos más importantes de este comunicado son los siguientes: La lucha armada es “la forma suprema de la lucha de la clase trabajadora”, la cual tiene dos aspectos: “a nivel táctico, potenciar y apoyar la dinámica de masas que desarrollamos la clase trabajadora y el resto de nuestro pueblo” y a nivel estratégico para dotar de un dispositivo armado a la clase trabajadora y clases populares vascas para derrocar e inutilizar las fuerzas represivas del régimen y en el marco ideológico, la organización armada da una explicación-definición de independentismo socialista: “Una independencia separatista con respecto al imperialismo y los Estados capitalistas español y francés, e independencia-unionista con respecto a todos los pueblos del mundo en especial con nuestros vecinos inmediatos. Independencia quiere decir pues, creación de un sistema social vasco completamente dirigido por nuestro Pueblo, en el que el grado de compromiso de unidad con los Pueblos vecinos sea función del momento histórico; somos partidarios de la abolición de las fronteras cuando no haya condiciones para que un hombre explote a otro ni que un pueblo oprima a otro. Nuestra lucha está concebida dentro de la unidad de los trabajadores del todo el mundo y en función de los intereses de la Revolución Socialista”.
En esta situación de tensión entre ambos frentes ETA V llega a su VI Asamblea.
VI Asamblea de ETA V
En primer lugar, hay que recordar que ETA V no reconoce la legitimidad de la VI Asamblea celebrada en verano de 1970 que dio origen a ETA VI por lo que para ellos esta es su verdadera VI Asamblea que celebra su primera parte en agosto de 1973 en Hazparne (Lapurdi)[1].
Las diferencias entre los militantes de ambos frentes se centran por un lado en cuestiones organizativas e internas; el Frente Obrero rechaza que para acceder a los puestos de dirección sea obligatorio saber euskera ya que había muchos miembros de este frente que no podrían optar a cargos de responsabilidad. Criticaba que no se veían representados lo suficientemente en los órganos de dirección de la organización, en concreto, en el Biltzar Ttipia (Comité Ejecutivo); y en la política de alianzas: El FM propugna que solo se lleguen a acuerdos con otras organizaciones vascas y el FO quiere libertad de acción ya que su planteamiento es llegar a acuerdos con otras organizaciones de izquierda del Estado español.
ETA aprueba un documento no muy extenso en el que recoge su línea ideológica, el documento se titula “Por qué estamos por un Estado Socialista vasco”. Es un texto en el que no entran en la dinámica de grandes discursos teóricos. Si comparamos este documento con el Zutik nº 55 que publica ETA VI en marzo de 1973 con motivo de la 2ª parte de su VI Asamblea, la conclusión que podemos obtener es que el documento de ETA VI es de un gran desarrollo y profundidad teórica en contraposición con el documento aprobado por ETA V que es mucho más sencillo, pero más accesible a las bases y los sectores de la población cercanos ideológicamente. Sin ser extenso, desarrolla y profundiza en las motivaciones que llevan a la organización ETA V a apostar por la construcción de un Estado Socialista Vasco. Con este documento ETA V pone de manifiesto las diferencias ideológicas que mantiene con ETA VI.
Así define la organización armada los objetivos que persigue:
“Nuestro objetivo fundamental es la creación de un Estado Socialista Vasco dirigido por la clase trabajadora de Euskadi como instrumento para alcanzar una sociedad vasca sin clases, una Euskadi auténticamente comunista; como instrumento -en suma- para nuestra total e íntegra liberación como trabajadores”.
En este documento la organización armada conjuga la lucha de liberación nacional del pueblo vasco con la lucha social para la consecución de una sociedad socialista y la enmarcan
“desde una perspectiva revolucionaria de clase, desde la perspectiva más consciente y auténticamente revolucionaria: la comunista”.
Profundiza en los motivos por los que se posicionan en favor de la independencia y la argumentación gira en los planos étnico y cultural. Hay que tener presente que en estos momentos la izquierda del Estado español tiene unas posiciones un tanto ambiguas respecto del problema vasco[2].
“En el plano nacional, luchamos por la liberación de Euskadi desde una perspectiva independentista; lo que ciertamente nos distingue de muchas organizaciones socialistas […] Nosotros no somos independentistas porque creamos que españoles o franceses nos roban dinero y lo mejor de nuestra juventud y busquemos edificar una sociedad vasca opulenta, ni porque los vascos seamos superiores y no nos convenga tener contacto alguno con maketos[3], belarrimotzas[4] o cosas por el estilo, ni condicionados por el odio étnico que España y Francia nos tienen […] si éstas fueran las únicas razones […] nos opondríamos con todas nuestras fuerzas a tal reivindicación por burguesa, racista y cabalmente reaccionaria. Nosotros somos independentistas porque creemos que nuestro problema como trabajadores vascos, nuestro problema como clase explotada en un contexto de pueblo nacionalmente oprimido, no puede solventarse dentro del marco español o francés […] Solo un Poder Político Independiente en nuestras manos, es decir, sólo un Estado Socialista Vasco podrá garantizar la resolución de la otra cara del problema, nuestra liberación como miembros de una comunidad nacional oprimida: Euskadi”.
Para ETA V, por un lado, el problema vasco desborda los marcos estatales español o francés al englobar un territorio que está dentro de dos estados diferentes, pues en ambos casos, existe una franja de territorio vasco que queda fuera de sus respectivos dominios y, por otro, “el problema cultural del Pueblo Vasco no puede ser resuelto desde una perspectiva no vasca; aunque pretendidamente internacionalista”.
Para ETA las vanguardias españolas únicamente contienen “soluciones parciales e incompletas que -si bien a ellas les parecen satisfactorias- nos conducirían inevitablemente a la diglosia”.
En este documento los militantes de ETA se definen de forma expresa como comunistas, pero la organización armada sigue definiéndose como organización socialista sin posicionarse en ninguna tendencia dentro del socialismo.
“como revolucionarios comunistas que somos, luchamos contra toda opresión; luchamos pues contra la opresión nacional. Y, por ello mismo, estamos por la independencia de Euskadi, por un Estado Socialista Vasco”.
De hecho, en este documento la organización armada encuadra al Estado Socialista Vasco como un paso transitorio hasta la consecución de la sociedad comunista. No deja de ser una etapa hasta la consecución una sociedad mundial sin clases. Lo que Marx y Lenin definían como la extinción del Estado[5].
El Estado Socialista Vasco -por fin- no tendrá una existencia perpetua: lo necesitaremos únicamente mientras estemos empeñados en la resolución de nuestro problema nacional y en la reconstrucción económica y social de Euskadi Norte. Una vez cumplidas estas tareas, la existencia de un Estado autónomo para el Pueblo Vasco habrá dejado de tener sentido. A consecuencia de ello, en tal momento nuestro deber internacionalista será unirnos en pie de igualdad con todos los pueblos y proletarios del mundo -comenzando por los más próximos- para proseguir la edificación de la sociedad comunista”.
Por el contrario, el gran problema de ETA V es que no está sabiendo articular organizativamente el aumento de su base social y las tensiones entre los dos frentes serán continuas. Estos problemas que la organización arrastra desde que en la V Asamblea aprueba el modelo frentista y que en algunos momentos generan fricciones profundas son dejados para debatirlos en la 2ª parte de esta VI Asamblea. El problema de ETA es que al ser un Movimiento de Liberación Nacional en el que abarca todos los frentes en la lucha contra el franquismo, una de las dificultades más importantes es que no todos los frentes llevan las mismas dinámicas a la hora de trabajar y algunos frentes tienen el hándicap de verse limitados en su trabajo político porque la organización tiene, entre otros, como método la utilización de la lucha armada que condiciona al resto de los frentes.
Zutik nº 64 de mayo de 1974 de ETA
El 20 de diciembre de 1973 el Comando Txikia realiza el atentado contra Carrero Blanco. Una operación cuyos preparativos y seguridad fueron cuidados al máximo por la dirección de la organización, hasta el extremo que no todos los miembros de la ejecutiva de la organización tenían conocimiento de la acción que estaba preparando un comando en Madrid.
En contraposición al éxito que tiene ETA en el ámbito operativo, el gran problema de la organización armada es el adecuarse a la nueva situación política ya que en estos momentos tiene dificultades para tener una organización de masas que esté enraizada en el tejido socio-político. Todo esto llevará a vivir unas tensiones importantes en el Frente Obrero de ETA, que se traducirá en el abandono de la mayor parte de la militancia de este frente, dando origen al nacimiento del primer partido político dentro del espacio de la izquierda abertzale, LAIA (Langileen Alderdi Iraultzaile Abertzalea)[6].
La segunda parte de este trabajo se centrará en la crisis surgida dentro del Frente Obrero, el nacimiento de LAIA y la posterior crisis internar en ETA, que dio origen al nacimiento de dos nuevas organizaciones producto de la ruptura interna en la organización: ETA militar y ETA político-militar.
Zutik nº 52 de ETA V Asamblea
Bibliografía utilizada:
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Letamendia Belzunce, Francisco (Ortzi): Historia de Euskadi. El Nacionalismo y ETA, Ruedo Ibérico, 1977.
Varios: Clase obrera, marxismo y cuestión nacional en Euskadi, Cursos “IPES” cuaderno de formación nº 1, conferencias celebradas entre el 23 de marzo y el 3 de junio de 1980 en Bilbao.
[1]Lapurdi: Territorio de Euskal Herria situado en Iparralde o País Vasco-Francés.
[2] Recordar que tanto la escisión de ETA Berri que en este momento se denominan Komunistak como ETA VI entienden que la opción independentista es contrarrevolucionaria y pequeñoburguesa.
[3]Maketo: Término despectivo que se utilizaba para denominar a las personas que emigraron de otras zonas a Euskadi.
[4]Belarrimotza: Término despectivo a veces utilizado para referirse a las personas no originarias del País Vasco (en este sentido acepción similar a la de maketo) o que no conocen el euskara.
[5] Marx y Lenin teorizan sobre este tema en varias de sus obras. Una de las más importantes es el Estado y la Revolución de Lenin en la que analiza las teorías de Marx sobre esta cuestión refutando las interpretaciones que de Marx realizan algunos líderes de la II Internacional.
[6]Langileen Alderdi Iraultzaile Abertzalea: Partido Abertzale Revolucionario de los Trabajadores.
Julián Zugazagoitia y su novela el botín. Un exponente de la novela social del siglo XX
Hoy voy a desempolvar a un escritor que fue uno de los exponentes de la novela social en los años veinte del siglo XX. El escritor en cuestión no es otro que Julián Zugazagoitia (1899-1940), periodista y escritor vocacional, pero, sin duda alguna, más conocido por su actividad política dentro del socialismo vasco de las primeras décadas del siglo XX.
Su actividad periodística estuvo íntimamente ligada a su militancia socialista; dirigió el semanario La Lucha de Clases (años veinte) y el periódico El Socialista (1931-1937), siendo asiduo colaborador del periódico El Liberal de Bilbao, donde Indalecio Prieto desempeñó varios papeles importantes. En su faceta como escritor, fue autor de varios libros, donde destaca la biografía de Pablo Iglesias, las memorias de Tomás Meabe, así como varias novelas, entre las que se encuentran Una vida anónima (1927), El botín (1929) y El asalto (1930), siendo estas una muestra de la novela social de la época.
Julián Zugazagoitia
De entre todas ellas, hoy voy a destacar la novela El botín, que en noviembre de 2023 volvió a ser reeditada a cargo de la editorial Txalaparta, y sobre la que va a versar mi comentario.
“El botín” nos trasladará a la tumultuosa segunda década del siglo XX. A nivel mundial, la Gran Guerra era la que acaparaba todas las portadas, y en lo concerniente a los asuntos domésticos, a lo largo de la obra predominará la situación social que se vivía por entonces, la conflictividad existente que desembocó en la huelga revolucionaria de 1917 y la posterior despiadada represión. Eran los vientos que recorrían la vieja Europa, daba la sensación que todo ello no dejaba de ser un presagio de lo que se iba a vivir en la Rusia revolucionaria y bolchevique, aunque en este caso con victoria de la clase trabajadora. Y toda la novela está ambientada en el Bilbao de la época, el de las grandísimas desigualdades existentes, con una oligarquía incrementando sus riquezas de forma exponencial a costa de la miseria en la que vivía la clase trabajadora y campesina. Se podría decir que algunos parámetros poco han variado.
Zugazagoitia sostiene su novela en varios pilares. En el plano socioeconómico, el autor nos mostrará una sociedad vasca que había vivido una tremenda transformación; los rescoldos de la última guerra carlista, y el proceso de industrialización salvaje, trajeron consigo la aparición de nuevas clases sociales: por un lado el surgimiento de una oligarquía a costa de la explotación de una clase social hasta entonces desconocida por estas latitudes: el proletariado, en su inmensa mayoría proveniente de otros lugares del Estado, mano de obra imprescindible y barata para el florecimiento de los negocios de la oligarquía. En este contexto, el autor nos muestra la llegada de una ideología propia de lugares industrializados: el socialismo y la lucha por la mejora de las condiciones de vida de la clase trabajadora. Pero el autor también expondrá que la frustración que conllevó la última derrota carlista desembocaría en el surgimiento de una nueva ideología: el nacionalismo vasco, que veía en la naciente oligarquía la responsable de los males del País; era la enemiga de Euskal Herria, expoliaba sus riquezas, traía mano de obra de otros lugares, abocando a la población de las zonas rurales a la pobreza, y traía consigo la pérdida de la identidad nacional y cultural del pueblo vasco. En la novela podemos observar cómo dos ideologías que en aquel momento eran totalmente antagónicas (socialismo y nacionalismo) compartían un mismo enemigo: la oligarquía. Todavía no había llegado la época en la que se conjugaran ambas variables.
La cuestión religiosa y lo que representaba en la sociedad de la época será otro pilar fundamental sobre el que se sustentará esta obra. El autor, a través de los diálogos del protagonista y sus soliloquios, se servirá para realizar una crítica a lo que representaba la religión en un contexto social en el que la respuesta que esta ofrecía a las clases más desfavorecidas ni daba soluciones ni aportaba absolutamente nada para redimirla de la explotación a la que se veían sometidas; contrapone la justicia social frente a la caridad religiosa. Pero Zugazagoitia va más allá, al profundizar en cuestiones como la existencia de Dios y lo que representaba. Es aquí donde el autor nos ofrece su visión más profunda acerca de la religión.
Zugazagoitia nos irá haciendo un retrato de ese Bilbao producto de la industrialización, caracterizado por el choque entre las diferentes clases sociales y cuyo eje vertebrador era la Ría que le daba dinamismo. No es que en esa descripción salga mal parada la Villa, sencillamente nos muestra tal y como era, una ciudad áspera, que en las últimas décadas había experimentado una grandísima transformación; el surgimiento de las grandes industrias y con ello los nuevos barrios obreros, consecuencia de la llegada de trabajadores de otros lugares, en contraposición con el Bilbao burgués, que se extendía por el Ensanche de la Villa. En este contexto, el autor realiza una crítica a la sociedad bilbaína, donde dominaba esa oligarquía que predicaba los valores cristianos, mientras se enriquecía gracias a la guerra que asolaba Europa y la explotación de la clase trabajadores; y como no podía ser de otra forma, eran los mejores clientes de los burdeles de la Villa. Sin lugar a dudas, la novela describe esa hipocresía, y en ese contexto el autor analiza el tema de la prostitución en la época.
En la novela hay dos últimas cuestiones que no quisiera pasar por alto. La primera es que el autor, a lo largo de la narración, transmite con dosis de gran realismo, lo que supuso la huelga revolucionaria de 1917, y los métodos que utilizaron los dirigentes obreros para que pudiera triunfar. Para quien desconozca la historia de la época, probablemente al leer el libro le pueda llamar la atención, pero así sucedía, las organizaciones obreras, a la hora de defender los intereses de la clase trabajadora, no se perdían en interminables debates, eran gentes de acción. La explotación y represión que sufrían solía generar una respuesta directa, en la que el choque estaba garantizado, reivindicando como legítima la utilización de la violencia revolucionaria. Esas organizaciones todavía no habían sido asimiladas por el sistema. El sólo hecho de recordarlo a día de hoy y mirar cómo está el patio en las organizaciones herederas de aquellas de principios del siglo XX, uno no puede evitar esbozar una cierta sonrisa irónica.
La segunda cuestión que quisiera resaltar, y en la que me sucede una sensación similar a la anterior, la encuentra el lector en unos pasajes de la novela, en los que algunos dirigentes del socialismo vasco estando en un trance delicadísimo, debido a la represión que estaban sufriendo, reciben la ayuda del campesinado vasco, ideológicamente enclavado en el nacionalismo vasco y que era blanco de las críticas en la prensa socialista, aquella en la que Zugazagoitia desarrolló gran parte de su carrera periodística. La pregunta que uno se puede plantear es si el socialismo vasco de la época había iniciado una evolución, arrinconando algunos postulados en los que eran más afines al nacionalismo español, pues algunos artículos que se podían encontrar en el semanario La Lucha de Clases eran de lo más incendiaros hacia el euskera, la cultura vasca y las reivindicaciones políticas del nacionalismo vasco de la época, estando más en sintonía con los postulados políticos de la derecha española o, por el contrario, se debe a que Zugazagoitia iba un paso por delante de sus compañero de partido e ideología.
Para finalizar, comentar que es una novela de lectura rápida. Sus algo más de 300 páginas, están divididas en cuatro partes, en la que podemos encontrar algunas ilustraciones a blanco y negro de la época y en la que los personajes que le dan vida están muy bien caracterizados por Zugazagoitia en el papel que cada uno representa.
Las tesis de abril. Un manual para la toma del Poder
Las primeras semanas de 1917 supusieron el inicio de un proceso en Rusia que desembocó en la Revolución de Febrero. Después de más de dos años de guerra, el régimen zarista hacía aguas y la Gran Guerra no era otra cosa que una sangría organizada por las burguesías de los países participantes en dicho conflicto para defender sus intereses económicos y donde los muertos los ponían la clase trabajadora de esos países, y todo ello con la aquiescencia de la socialdemocracia europea, pues en cada país tuvo un papel de seguidismo de los intereses imperialistas de sus respectivas burguesías.
En Rusia toda esta situación derivó en una serie de luchas obreras y populares que pusieron contra las cuerdas al Estado burocrático-policiaco zarista y de paso los intereses de la oligarquía rusa. La huelga general de Petrogrado a partir del 18 de febrero, en la que obreros y soldados fueron de la mano, adquirió un carácter insurreccional que desembocó en la caída del régimen zarista, y la salida que encontró la burguesía fue llegar a un acuerdo con las fuerzas reformistas (mencheviques y socialistas-revolucionarios) para la formación de un Gobierno Provisional y así sustituir al gobierno zarista con la promesa de convocar una Asamblea Constituyente que le permitiese proyectar la imagen de un régimen parlamentario.
De esta revolución surgieron dos poderes antagónicos entre sí. Si producto del acuerdo entre los liberales burgueses, mencheviques y socialistas-revolucionarios se crea un Gobierno Provisional, con la finalidad de garantizar el orden capitalista, este tendría en frente un nuevo poder, los Soviets de obreros y soldados, nacidos durante las huelgas del mes de febrero con el objetivo de la defensa de los intereses populares y de instaurar un poder revolucionario que nacionalizase los medios de producción.
Los bolcheviques, que eran minoría en los Soviets que se habían constituido, se encontraban sobrepasados por la situación del momento y tanto el ala reformista del POSDR (Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia), como algunos líderes bolcheviques del interior, entendían que en Rusia todavía no se daban las condiciones materiales para aplicar el socialismo, por lo que defendían un Estado democrático-burgués como paso para realizar la revolución socialista. Entre esos líderes se encontraban Kamenev y Stalin, que en ningún momento planteaban en este momento la destrucción del Estado burgués.
La llegada de Lenin a Petrogrado en los primeros días de abril de 1917 fue un punto de inflexión en el posicionamiento del sector bolchevique del POSDR. Nada más llegar de su exilio en Zurich, redacta su programa, que será conocido como “Las tesis de abril”[1]. Este documento, junto a “Estado y la Revolución”, serán fundamentales en el devenir del proceso revolucionario que se vivió en los siguientes meses, con el triunfo de la Revolución de Octubre.
Antes de la llegada de Lenin a Petrogrado, este había redactado varias cartas en las que exponía algunas de las ideas que posteriormente recogería en “Las tesis de abril”. En dichos escritos ya avanzaba la necesidad de dar pasos concluyentes hacia la revolución socialista, y para ello entendía que era esencial profundizar en la organización de los soviets y la creación de un partido que fuese capaz de liderar estas tareas. En ese periodo en el que Lenin redactó los documentos anteriormente mencionados, va a ir marcando la línea política que deberían seguir los bolcheviques.
Lenin al presentar Las tesis de abril tuvo que enfrentarse no sólo a mencheviques y social-revolucionarios, sino a gran parte de los viejos bolcheviques que seguían anclados en la interpretación mecanicista-evolucionista que del marxismo realizaba la II Internacional, por la que era necesaria una etapa democrático-burguesa larga en el tiempo liderada por la burguesía pero sin saber muy bien en qué momento llevar a cabo la revolución socialista.
La redacción de “Las tesis de abril” y de los documentos en los que desarrolla sus diez puntos, servirán a Lenin para teorizar acerca de la toma del Poder político por parte del proletariado ruso. El conjunto de documentos donde desarrolla sus tesis son un auténtico manual de táctica revolucionaria, donde viene a poner en práctica su conocida frase recogida en el documento “¿Qué hacer?” cuando dice que “sin teoría revolucionaria tampoco puede haber movimiento revolucionario”.
Las tesis de abril. Editorial Akal.
En Las tesis de abril, Lenin no teoriza acerca de cómo realizar la revolución socialista, sino en los pasos que el proletariado y el campesinado tienen que dar para que el Poder pase a los soviets y las tareas inmediatas que deben de realizar estos; se podría describir como un manual para derrocar al régimen democrático-burgués e ir dando los pasos para avanzar hacia la revolución socialista.
El análisis que realiza de la situación es fundamental para entender la estrategia que a su juicio debían de seguir los bolcheviques. Habiendo pasado el Poder de manos de “la nobleza feudal terrateniente”, sostén del régimen zarista, a la burguesía, Lenin da por concluida la primera etapa revolucionaria. Pero a diferencia de otros dirigentes políticos de su entorno, entiende que en Rusia se ha dado una situación nueva; la existencia de los soviets de obreros y soldados es la expresión de haber llegado al periodo de la dictadura democrático-revolucionaria del proletariado y el campesinado.
Lenin dirigiéndose a los trabajadores y sodados (Wikimedia Commons)
Para Lenin el proceso que se había dado en Rusia era un tanto peculiar, se daba una dualidad de poderes que se veía reflejada en la existencia de un gobierno de la burguesía, el Gobierno Provisional, que controlaba todos los órganos de Poder y un gobierno paralelo, que ejercía en cierta manera de contrapoder popular dirigido por obreros y soldados a través de los soviets que se habían constituido, siendo el de Petrogrado el más importante. Esta singularidad llega al extremo que el gobierno surgido de la revolución democrático-burguesa ostentaba el Poder porque, en palabras de Lenin, los soviets “le han entregado el Poder del Estado a la burguesía y a su gobierno provisional”, con el agravante que el gobierno surgido en febrero de 1917, controlado en su mayor parte por miembros del antiguo régimen, era un obstáculo a la hora de avanzar hacia el control de los medios de producción por parte de los soviets de diputados obreros.
En este escenario, que hasta ese momento no se había dado en ningún proceso revolucionario, le lleva al líder ruso a no tener dudas que este “entrelazamiento” no podía durar mucho tiempo; la coexistencia de dos poderes dentro de un Estado, estaba abocado a que uno acabase con el otro, definiendo el momento en los siguiente términos: “La dualidad de poderes no expresa más que un momento transitorio en el curso de la revolución, en el momento en el que ésta ha rebasado ya los cauces de la revolución democrático-burguesa corriente, pero no ha llegado al tipo “puro” de dictadura del proletariado y de los campesinos”.
En ese momento crucial en que los dos poderes se disputan el triunfo, Lenin alerta del peligro existente en la Rusia del momento, por el despertar de la pequeña burguesía, que no sólo tenía importancia numérica, pues estaba formada por pequeños propietarios, un sector de la población ubicada entre los capitalistas y los obreros asalariados, sino porque había logrado influir ideológicamente en grandes capas de la clase obrera; en todo momento era consciente de los problemas que padecía el proletariado ruso, que no eran otros que su debilidad numérica, su deficiente conciencia de clases y organización. De ahí que plantease una labor de crítica de las políticas que realizaban los partidos pequeñoburgueses, para que no se repitiera en Rusia el triunfo que cosecharon las burguesías inglesa y francesa con anterioridad, después de haber vivido diferentes procesos revolucionarios.
No plantea transformar todo este proceso en una revolución socialista, sino en que el Poder pase a los soviets y para ello caiga el gobierno democrático-burgués, y los soviets lideren la creación de un nuevo Estado inspirado en la experiencia de la Comuna de París. Y aunque Lenin, en los documentos que forman las tesis de abril no profundice a la hora de tratar la cuestión del Estado[2], pondrá algunas de las bases y expondrá los pasos que debe de seguir el proletariado para lograr su extinción. Pone el énfasis en el tipo de Estado que tiene que haber durante el periodo revolucionario, que en nada se tiene que parecer a la república democrática parlamentaria.
Después de la toma del Palacio de Invierno (Wikimedia Commons)
Equipara los soviets con la experiencia de la Comuna de París, un tipo superior de Estado democrático, en el que se destruye la máquina represiva (ejército y policía) del Estado democrático burgués. Lenin buscaba acabar con la república parlamentaria burguesa porque corría el riesgo de que sufriera una involución al seguir intactas las estructuras represivas del régimen zarista (policía, ejército y burocracia), motivo por el cual realiza una crítica a los líderes socialdemócratas rusos, Kautsky y Plejánov, alineados con la II Internacional. Para ello plantea la creación de una policía popular para poder defender los soviets y las conquistas logradas. Y en todo ese proceso, reserva un papel protagonista a la mujer, en igualdad con el hombre.
Lenin, a la hora de abordar la cuestión nacional, no duda en defender la plena libertad de todas la naciones y nacionalidades oprimidas por el zarismo para separarse de Rusia, y así lo expresa en Las tesis de abril. La creación de un Estado proletario lo más grande posible pasa por la unión voluntaria de las masas trabajadoras de esos estados.
Aboga por la creación de soviets de campesinos para poder desarrollar una política que tiene como pilares la nacionalización de todas las tierras, a través de la confiscación de las tierras a los terratenientes.
El posicionamiento contrario a la guerra y a la participación del nuevo gobierno surgido de la insurrección de febrero era claro. Era una guerra imperialista en la que Rusia iba de la mano de Inglaterra y Francia en la defensa de los intereses capitalistas, y en ningún momento defendían los intereses de los trabajadores, es por ello que arremetió contra el “defensismo revolucionario”. Para Lenin el carácter político-social de la guerra se determina por la situación de la clase que hace la guerra, y en este caso los intereses en litigio eran los del capital y su carácter imperialista, y Rusia se había puesto al servicio de Francia e Inglaterra. No duda en atacar al régimen zarista ante su política de someter a otros pueblos y dominarlos dentro del Imperio ruso, cuestión que va íntimamente relacionada con lo expuesto sobre la cuestión nacional y el derecho de los pueblos y naciones a ejercer libremente la autodeterminación.
Las tesis de abril. Editorial Fundación Federico Engels
Al ser una guerra cuyo origen hay que encontrarlo en el desarrollo que había tenido el capital mundial a lo largo de los años, Lenin concluye que al final de la guerra no se podía llegar por un acuerdo entre los socialistas de los países inmersos en el conflicto, pues no dejaba de ser buenos deseos, puesto que la raíz del problema se encontraba en la existencia del capital. Ante esta situación, la única forma de salir de una guerra imperialista pasaba por derribar al Gobierno, para que el Poder pase a manos del proletariado, cosa que sucedió cuando en octubre los bolcheviques acceden al Poder y deciden finalizar con la participación de Rusia en la guerra.
La posición crítica de Lenin con la socialdemocracia rusa y sus líderes, es extensible al conjunto de la socialdemocracia europea, alineada en la II Internacional. En este contexto Lenin denuncia la posición de muchos de sus dirigentes, que ante la guerra han adoptado en algunos casos una posición socialchovinista, caracterizada por apoyar a las burguesías de sus respectivos estados en el conflicto bélico, o que tienen una postura ambigua, porque para el líder ruso, la estrategia pasaba porque cada partido luchase contra las burguesías de sus estados, puesto que el enemigo de clase está en propio país. En todo el discurso del líder ruso subyace su crítica a la interpretación que realizan muchos líderes de la II Internacional de la doctrina marxista.
Lenin que describiría a la II Internacional como una organización en situación de bancarrota, abogaba como cuestión prioritaria por la creación de una III Internacional que aglutinase a todos los socialistas europeos críticos con la organización existente. Todo esto era la constatación del cisma total en el que se vivía en el socialismo a nivel mundial, y que traería el nacimiento de nuevas organizaciones que mirarían a la Revolución rusa como el paso a seguir en la lucha por la construcción del socialismo.
En las Tesis de abril, Lenin, manifiesta la necesidad de clarificar algunas cuestiones relativas al partido, a través de un congreso, en el que se tratasen algunas de las cuestiones que ha recogido en este documento. El objetivo no era otro que abrir un debate para la recuperación de la teoría marxista que se encontraba relegada en las organizaciones obreras de la época. En concreto en tres cuestiones: una es la recuperación de la teoría marxista del Estado, que en palabras de Lenin “ha sido desnaturalizada por la II Internacional”, la segunda es que la defensa de la patria en las guerras imperialistas va en contra del socialismo, pues los obreros no tienen patria y la tercera es sobre el nombre que tiene que tener el partido, pues siguiendo la doctrina de Marx y Engels, no deberían de utilizar el término socialdemocracia, por ser científicamente inexacto, por lo que el partido no debería de llamarse socialdemócrata sino comunista.
A la hora de realizar este análisis, el líder ruso tuvo presente algunos de los textos que Marx escribió a lo largo de su vida, no sólo el Manifiesto Comunista, escritos como Crítica al Programa de Gotha o La Guerra Civil en Francia fueron utilizados a la hora de dar respuestas a los momentos en los que se vivían no sólo en Rusia, sino en toda Europa.
Las tesis de abril y algunos de los documentos donde Lenin las desarrolla fueron fundamentales para abrir un debate dentro de los bolcheviques y que se produjese un cambio de rumbo en su acción política. No cabe duda que la llegada de Lenin a Rusia en los primeros días de abril de 1917 y la interpretación que realizó del momento político, incluso antes de pisar suelo ruso, fue determinante para que el devenir en los meses siguientes hasta el triunfo de la Revolución de Octubre.
[1] Para la redacción de este artículo he utilizado dos ediciones diferentes de Las tesis de abril: la primera es una edición de la Editorial Akal publicada en 1976 y la segunda es la segunda edición de la Fundación Federico Engels publicada en 2004.
[2] En la obra donde Lenin desarrolla de forma más profusa la cuestión del Estado, es en su trabajo El Estado y la Revolución, que lo escribió a lo largo de 1917.
Siempre he mirado a Portugal con cariño y admiración, porque un pueblo que hace la revolución se merece eso y algo más. Ni vinieron de fuera para liberarles del fascismo, ni el dictador se les murió en la cama. Y para realzar su gesta, uno de los actores principales fueron los militares demócratas, algo que no se ha visto en otras latitudes.
La Revolución de los Claveles 1974-1975 fue una experiencia única en el continente europeo, la última revolución, donde el ejercicio de la democracia participativa llevó al pueblo a logros impensables, cómo la propiedad común de los medios fundamentales de producción social, pero, sobre todo demostró que hay alternativa al capitalismo.
El movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA) eligió la canción Grândola, Vila Morena, compuesta por José “Zeca” Afonso, como señal para el levantamiento contra la dictadura salazarista. En ella hay una frase que dice “O povo é quem mais ordena” (El pueblo es quien más ordena), que se convirtió en consigna y ahora da título a un libro cómic que Raquel Varela y Robson Vilalba han publicado en marzo de 2024 (Editorial Txalaparta)[1].
Revolución de los Claveles (Wikimedia Commons)
El relato de este cómic nos llevará al Portugal de los años 60 y 70, los últimos años del Estado Novo, nombre que dieron al régimen dictatorial fascista que había en este país, y lo hará de la mano de un joven, José, que desde pequeño vive de primera mano la situación que sufre el pueblo, las penalidades por las que pasaba, el alto precio en vidas que pagaba para que la dictadura mantuviera las guerras coloniales en África. Todo ello le llevará a ir adquiriendo conciencia política, y a tomar parte activa en el proceso revolucionario que se vivió a partir del 25 de abril de 1974.
Este cómic, si bien es una historia imaginaria, refleja la realidad en la que estaba inmerso Portugal bajo la dictadura salazarista y la lucha que llevó el pueblo en su deseo de echar abajo las estructuras del Estado Novo para hacer realidad lo que muchos llaman utopía, porque si de alguna forma se puede definir lo que fue la Revolución de los Claveles, sería la que Raquel Varela recoge en la introducción de este libro cómic: “la fuerza colectiva de millones de personas que se movilizan por la transformación de sus vidas es un poderoso motor de imaginación creativa y pensamiento crítico con el que diseñar soluciones de futuro para la organización de las sociedades humanas”.
Algarve (Portugal) (Wikimedia Commons)
En el relato encontramos diferentes momentos históricos que se vivieron en Portugal a lo largo de los años 60 y 70, pues lo imaginario en esta obra son únicamente los personajes y sus historias personales. Este libro cómic relata la política colonial portuguesa, una de las más salvajes, donde primaba explotación de su población, trabajos forzados, y para mantener ese dominio, la dictadura movilizó a un millón de portugueses, con un alto coste en vidas; más de cien mil personas de Guinea-Bisáu, Angola y Mozambique perdieron la vida en esa guerra por nueve mil del lado portugués. También nos da a conocer el desastre que originaron las inundaciones que se produjeron en 1967, donde la población más humilde fue quien se llevó la peor parte.
La historia de José servirá a los autores para ir mostrándonos las inquietudes de los jóvenes portugueses en los últimos años de la dictadura, la experiencia que supuso el movimiento revolucionario en los diferentes ámbitos de la sociedad, la colectivización de la tierra, la autogestión de empresas, el control público de la banca y la participación activa del pueblo en una experiencia revolucionaria impensable en Europa.
El pueblo es quien más ordena. Editorial Txalaparta
Los dibujos e ilustraciones realizados en tonalidades grises se caracterizan por su sencillez, que van muy acordes con el contenido de la obra.
El epílogo de este trabajo es una síntesis de lo que representó la Revolución de los Claves, sus logros, pero sobre todo es un mensaje para los tiempos que corren, en los que el auge de la extrema derecha recorre Europa, de recordarnos que en los momentos de crisis, como el actual, “son momentos de elección de encrucijadas”, “momentos en los que la barbarie es tan posible como también lo son los proyectos de emancipación social” y “corremos el riesgo que si nosotros no cambiamos el mundo, el mundo nos cambiará a nosotros”.
[1] Esta obra está editada en euskera y castellano por el Editorial Txalaparta y en catalán por el Editorial Manifest Llibres.
Herriak du gehien agintzen. TxalapartaEl poble es qui més ordena. Editorial Manifest Llibres
Nos encontramos en el último trimestre de 1973, cuando empezaron a estudiar la forma realizar el atentado. Después de barajar diferentes opciones, optaron por realizarlo mediante una explosión, para ello en el mes de noviembre, lograron alquilar un sótano en el número 104 de la calle Claudio Coello, desde donde excavaron un túnel en forma de T, en dirección al centro de la calle para colocar en tres puntos del túnel alrededor de 80 kilogramos de dinamita. Su construcción fue rápida, pues lo realizaron en ocho días, eso sí con grandes dificultades y con mucho miedo que se pudiera hundir el techo del túnel.
Número 104 de la calle Claudio Coello
Los preparativos estaban realizados en el mes de diciembre a falta de concretar la fecha para llevar a cabo el magnicidio, la cual tuvo que retrasarse en varias ocasiones: la primera fecha para realizarlo estaba señalada para el día 13 de diciembre, aunque fue aplazada al día 18, pero debido a unos problemas técnicos se vieron obligados a volver retrasarla un día, pero justo ese día coincidía con la visita del secretario de EEUU Kissinger, lo que iba a conllevar un incremento considerable de policía en la zona donde iban a realizar el atentado, debido, entre otras cosas, al encontrase muy cerca de la embajada norteamericana, lo que les llevó a posponerlo un día más. De hecho, la víspera del atentado, Kissinger se entrevistó con Carrero Blanco. El día 20 iba a ser la fecha definitiva.
Otro dato importante es que para esas fechas del mes de diciembre estaba previsto la celebración de un juicio contra diez líderes de las Comisiones Obreras, más conocido como Proceso 1001, para los que había unas elevadas peticiones de prisión. En concreto, la vista dio comienzo el mismo día en el que ETA realizó el atentado. Este hecho fue motivo de crítica hacia ETA por parte del PCE, pues podía frenar las movilizaciones de solidaridad con los encausados. Esta cuestión la aclararía ETA en el Zutik 64, donde explicaría los motivos de pasar por alto la celebración de este juicio, que no fueron otros que la convocatoria que había sido organizada para el día 12 de diciembre como protesta contra el Proceso 1001 no generó movilizaciones apreciables, por lo que entendieron que el atentado no iba a interferir en las protestas que se organizasen en solidaridad con los encausado en el Proceso 1001.
Socavón producido tras la explosión
El día 20 de diciembre el comando tenía todo preparado para realizar la acción y una vez que comprobaron que ese día Carrero había ido a misa, procedieron a ejecutar el plan para realizar el magnicidio. Cuando el Dodge 3700 GT negro, donde viajaba el almirante se aproximaba a la altura del 104 de la calle Claudio Coello, tuvo que reducir la marcha porque los miembros del comando habían colocado un coche, marca Austin Morris, en doble fila, justo a la altura del túnel, para dificultar la marcha del coche donde viajaba el almirante. Ese vehículo también tenía otras finalidades: por un lado, que el miembro del comando que diera la señal para activar el explosivo no tuviera ningún error de cálculo, pues estaba situado en la confluencia de la calle Claudio Coello y Diego de León y pudiera dar la orden cuando pasase por encima del túnel; y, en segundo lugar, porque dentro del vehículo habían colocado una carga de dinamita para que explotase por simpatía, cosa que no ocurrió. De esa forma, al llegar a la altura del Austin Morris, uno de los miembros del comando accionó el dispositivo, provocando una gran explosión, lo que elevó el vehículo hasta dar en la cornisa del convento de los jesuitas que hay en la parte posterior a la iglesia para acabar cayendo a su patio interior.
Fachada del convento de los jesuitas que da a la calle Claudio Coello
El régimen en estado de shock
Las primeras horas después de cometerse el atentado fueron de un desconcierto total por parte de los aparatos del régimen. En principio se pensaba que lo sucedido fue a consecuencia de un escape de gas, porque los miembros del comando, cuando realizaron la explosión, salieron corriendo al grito de “gas, una explosión de gas”.
Los cuerpos policiales no empezaron a barajar la hipótesis del atentado hasta avanzada la tarde, pero lo que despejó todas las dudas fue la reivindicación que realizó la organización independentista el mismo día 20, a través de un comunicado difundido en Baiona. Por la noche los aparatos policiales barajaban la autoría de ETA como única hipótesis de trabajo.
A partir de ese momento, los datos que se publicaban en la prensa, cuya única fuente eran los aparatos policiales de la dictadura, no dejaban de ser palos de ciego, con innumerables errores de bulto, sin contrastar la información. Todo podía valer para ocultar la realidad, que no era otra que durante meses los militantes de ETA se habían movido por Madrid con toda la tranquilidad del mundo, hasta el extremo que en el mes de mayo de 1973, el comité ejecutivo de la organización llegó a realizar una reunión en un piso de Getafe, para sortear la presión policial que se daba en Euskal Herria.
Durante los días siguientes al atentado, la Policía publicó fotografías de diferentes militantes de ETA, como autores del atentado, algunos de los cuales realizaron declaraciones públicas en las que manifestaban que llevaban meses residiendo en territorio francés, donde realizaban una vida conocida, o como fue el caso de Jose Félix Azurmendi, que fue imputando, cuando llevaba tiempo viviendo en Caracas. Un ridículo en toda regla.
El historiador Iñaki Egaña, en su ensayo “Operación Ogro. Hechos y construcción del mito”, relata un suceso que, además de la tragedia que supuso, dejaba en evidencia que los aparatos policiales del Régimen estaban totalmente perdidos. En la madrugada del 21, la policía disparaba contra un joven de 19 años, Pedro Barrios, pensando que era Iñaki Mujika Arregi, Ezkerra. La prensa que escribía al dictado del Régimen, publicó que uno de los integrantes del comando había resultado herido a consecuencia de la explosión producida en el atentado. Pasados quince días, este joven falleció a consecuencia de las heridas sufridas, y a partir de entonces, del tema nunca más se hizo mención en ningún medio de comunicación.
En todo ese ambiente en el que muchas de las informaciones no tenían ni pies ni cabeza, la realidad fue que el comando se retiró del lugar del atentado en un vehículo que tenían preparado en la zona para luego seguir la huida en transporte público, con destino a un piso de seguridad, situado en la localidad de Alcorcón, donde tenían previsto estar escondidos hasta que se dieran las condiciones para poder salir de la Capital, pero en la vivienda sótano desde donde realizaron el túnel, dejaron alguna pista falsa para que la Policía pensase que habían huido en un vehículo de gran cilindrado con dirección a Andalucía.
En un espacio de ocho días ETA difundió cuatro comunicados. El primero para reivindicar la autoría del atentado y los otros tres con la finalidad de clarificar algunas cuestiones y desmentir las declaraciones del lehendakari Leizaola y del secretario general del PCE, Santiago Carrillo, que negaban que ETA fuese la autora del atentado.
En la vorágine de esos días ETA daría una rueda de prensa en la ciudad de Burdeos, donde cuatro encapuchados, haciéndose pasar por los autores materiales del atentado daban todo tipo de detalles de cómo lo perpetraron. Fue toda una escenificación que tuvo varios fines. El más importante, sin duda, era dar la imagen que las personas que realizaron el atentado ya estaban a salvo, fuera del alcance de la Policía española. De hecho, en la rueda de prensa relataron que la huida la habían realizado por Portugal y posteriormente en un barco a Bretaña. Otro motivo, mencionado anteriormente, era disipar las dudas que sembraron algunos dirigentes políticos antifranquistas acerca de la autoría de ETA. En esa rueda de prensa, informaron que el coche que estaba aparcado en doble fila a la altura de donde se produjo el atentado, contenía una carga explosiva que no llegó a explotar, con la intención de evitar que explotase en algún depósito de vehículos con lo que ello podía acarrear. Este dato servía, aún más, para verificar que la organización independentista vasca era la autora. La rueda de prensa cumplió su objetivo, por un lado los medios la dieron por buena y a los investigadores policiales ni se les pasaba por la cabeza que los autores del atentado estaban escondidos en un piso de Alcorcón.
Las reacciones al atentado
Se podría decir que la respuesta del régimen al atentado entraba dentro de su lógica represiva, incrementándola, máxime cuando el Bunker salió a la calle pidiendo mano dura. Los más ultras del régimen se manifestaron junto al lugar donde se realizó el atentado, en el entierro y actos oficiales en recuerdo del almirante. Algunos mandos policiales y militares, como el teniente general Iniesta Cano, que ostentaba el cargo de director general de la Guardia Civil pedían tener las manos libres para dar respuesta al atentado, de hecho hubo varios muertos a causa de disparos de la policía.
La represión se cebó con todo lo que fuera disidencia, la condenas a los sindicalistas del proceso 1001 fueron inusualmente altas, siendo condenado Marcelino Camacho a 20 años de prisión. El 2 de marzo de 1974, el régimen franquista ejecutó mediante garrote vil al anarquista Puig Antich. Era la venganza del régimen ante el atentado contra Carrero Blanco. En esa espiral represiva, el dictador agonizó de la misma forma en la que llegó al poder, y en el mes de septiembre de 1975 fusilaron a tres militantes del FRAP y dos de ETA (pm), siendo el Estado de excepción una herramienta socorrida a la hora de aplicar la represión. El atentado trajo consigo la detención de muchos estudiantes vascos que cursaban sus estudios en Madrid.
Aunque después de 50 años, pueda parecer algo chocante, pero la respuesta de algunas organizaciones antifranquistas fue bastante contradictoria y chocante en algunos casos, probablemente motivada porque a ninguna de ellas se les pasaba por la mente la posibilidad que se pudiera dar un atentado de esta naturaleza. El atentado dio lugar a una situación bastante curiosa que probablemente hoy en día haya quedado en el olvido, que no era otra que la diferente respuesta que hubo entre la militancia de base y el pueblo por un lado, y la dirección de algunas de las organizaciones antifranquistas, por otra
Contrastaba la alegría de las gentes antifranquistas, independientemente de las siglas a las que pertenecieran con las declaraciones de las direcciones de algunos partidos políticos, como el PNV, PCE, LCR-ETA VI y MCE. En Euskal Herria corría la sidra, el cava en Catalunya y los trabajadores de otros puntos del Estado no dudaron en celebrarlo. Por el contrario, para los dirigentes de algunas organizaciones, el hecho que una organización como ETA, que tan solo unos meses antes, la prensa del régimen la daba por desarticulada, ponía en tela de juicio el tipo de oposición al régimen que estaban realizando y la idoneidad del ejercicio de la lucha armada contra un régimen que se sustentaba en la represión y el miedo. En aquellos años la práctica de la lucha armada contra el régimen no dejaba de ser un debate que estaba sobre la mesa y que generaba una disputa importante entre los que estaban a favor y sus detractores.
Una de las primeras reacciones fue la del PCE, a través de su secretario general, Santiago Carrillo, que en el periódico francés L´Humanité se expresa en los siguientes términos: “las circunstancias de la muerte de Carrero son muy extrañas y las versiones son contradictorias y sospechosas”. Para la dirección del PCE fue la mano de profesionales experimentados y poderosamente cubiertos, y no de los amateurs que reivindicaron el atentado “ayudando de esta forma a cubrir a los auténticos autores del mismo”.
Comentarios similares realizados por Carrillo, se recogen en el nº 1 de Euzkadi Roja, órgano del PC de Euskadi. Ven una mano negra detrás de todo lo sucedido, llegando a manifestar que “lo que está fuera de toda duda es que la inspiración nada tiene de común con los intereses del pueblo vasco”.
Otra reacción que se dio en parámetros similares fue la del lehendakari en el exilio, Jesús María Leizaola, que negaba la veracidad del comunicado de ETA, afirmando que “No puede ser sino una acción llevada a cabo por unos elementos aislados”. Su postura la fundamentaba en dos razones que vistas con la perspectiva de los años, da una muestra de la decadencia del Gobierno Vasco en el exilio: La primera es que “El acto de violencia extremo, cual es la muerte premeditada y perfectamente planeada es impropio del hombre vasco” y la segunda no tiene desperdicio, pues llega a decir que “si ETA hubiera sido la ejecutora, el Sr. Leizaola, como Presidente del Gobierno Vasco en el exilio y por tanto máximo representante político del pueblo vasco, hubiera estado al corriente de lo sucedido, y no lo estaba”.
En un segundo comunicado fechado el 22 de diciembre, la organización armada desmintió categóricamente las declaraciones del Sr. Leizaola y del pleno del C.E del PCE. ETA tuvo que enviar por dos veces una delegación a París para que el Leizaola rectificase sus palabras y reconociera la autoría de ETA.
La reacción de la prensa europea, sobre todo la francesa, era diáfana. Para Le Nouvel Observateur, la desaparición de Carrero Blanco del mapa político español iba a traer consigo el enfrentamiento entre las diferentes familias que conformaban el régimen, pues este “puede impedir el choque y preparar el terreno al futuro rey”. Le Monde es contundente, al hacerse eco de un antiguo embajador del régimen: “la muerte del almirante ha acortado el proceso de sucesión al menos en cinco años”.
Una vez realizado el atentado, ETA realizó un análisis en el Hautsi nº 5 en el que manifiestaba que “la desaparición de Carrero Blanco no equivale a la entrada en barrena del franquismo… Tampoco es cierto que la muerte de Carrero no representaba nada políticamente…. Aglutinaba y mantenía el equilibrio entre las diferentes tendencias fascistas, y entre éstas y otras más liberales… evitando que se desarrollasen peligrosamente las divergencias que dentro del régimen y sectores circundantes se incubaban”.
En el libro de Eva Forest, recoge un documento del Comando Txikia, que fue redactado a lo largo de la entrevista que sirvió para la elaboración del libro, en el que pasan revista a las posturas que se dieron en la oposición antifranquista ante el atentado contra Carrero Blanco, una vez que las dudas sobre su autoría habían quedado del todo disipadas.
En él dan una respuesta al Sr. Leizaola, en el que analizan la política del Gobierno Vasco y del PNV, “carente de actividad y distanciamiento con los verdaderos intereses populares vascos”, calificándolo como una institución que ya cumplió su papel histórico y que “sólo podría resucitar por obra y gracia de alguna maniobra de la oligarquía española en busca de la integración del pueblo vasco en el sistema monopolista, maniobra en la que estarían envueltas algunas organizaciones reformistas españolas”. El debate de ruptura democrática o reforma estaba encima de la mesa, y presagiaba lo que posteriormente sucedió y la postura que mantendría el PNV una vez que murió el dictador.
Dedican un apartado importante a rebatir el análisis que realiza el PCE en lo relativo a la acción contra el presidente del régimen, pues el pleno del C.E del PCE de 29 de diciembre de 1973 se había manifestado en los siguientes términos: “Nosotros estamos contra el atentado individual porque consideramos que no resuelve, que no da una salida y que puede ser un obstáculo al desarrollo de la lucha del pueblo, de las masas en las que está la posibilidad de solución”. Da la sensación que el PCE renunciaba a la ruptura democrática y una vez que Franco despareciera de la escena política, sería asimilado por el régimen, como así fue.
Las diferentes escisiones que se dieron en ETA en la década de los 60 y 70, de donde surgieron la VI Asamblea de ETA, posteriormente fusionada con la LCR y el Movimiento Comunista de España (MCE), se posicionaron ante este atentado. LCR-VI Asamblea se posiciona en contra de los métodos de ETA V calificándolo como “un activismo minoritario” que pueden crear ilusiones en la clase obrera y en franjas de la vanguardia, para manifestar que “no es mediante la liquidación progresiva de los capitalistas del régimen como se puede derrocar a éste, sino mediante la acción revolucionaria de las masas”. Por su parte, el MCE entiende que “este tipo de atentados no pone en dificultades la continuidad del franquismo”.
A este análisis los miembros de Comando Txikia se preguntan “si se puede dudar de que la ejecución de Carrero Blanco ha sido un duro golpe para el fascismo en el Estado español; y ha despertado los elementos contradictorios que conviven en el seno del Estado”.
Muy distinta fue la respuesta que dio el Movimiento Libertario. Aplaudieron la acción, posicionándose en contra de las declaraciones del PCE. En su análisis entienden que políticamente es de mayor relieve el atentar contra Carrero que contra el mismo dictador, pues el almirante es su brazo derecho y sucesor de Franco.
El pueblo, al margen de siglas políticas, lo valoró como un acontecimiento histórico y lo expresaba de forma clara ¿quién no ha tirado el jersey al aire cantando la canción que popularizaron Eñaut Etxamendi y Eñaut Larralde? “Voló, voló, Carrero voló y en el alero quedó, Yup! La-la” se convirtió en todo un clásico en las fiestas y no sólo en Euskal Herria.
Bibliografía utilizada:
Bruni, Luigi: ETA. Historia Política de una lucha armada, Txalaparta, Bilbao, 1987.
Caro Baroja, Julio y AA.VV: Historia General del País Vasco, La Gran Enciclopedia Vasca-Haranburu Editor, Volumen XIV, Donostia, 1981.
Operación Ogro. Un golpe al corazón del régimen franquista (1ª parte)
Todavía hay personas que cada 20 de diciembre nos viene a la mente, aunque sea un recuerdo lejano, el mayor golpe que recibió el régimen franquista. Me estoy refiriendo al atentado de la organización ETA que acabó con la vida del almirante Carrero Blanco, en el que este año se cumple el cincuenta aniversario. Un acontecimiento histórico que a día de hoy nadie duda que fue determinante en la evolución del régimen, puesto que en esas fechas los días del dictador tocaban a su fin, y la gran incógnita era cómo se gestionaría el franquismo sin Franco.
Sobre el atentado y sus consecuencias políticas se han escrito innumerables artículos y libros, algunos de los cuales han desarrollado teorías de lo más variopintas y rocambolescas. En algunas se afirmaba que detrás del atentado estaba la CIA, en otras que fue ejecutado por alguna organización extranjera e incluso se ha llegado a decir que detrás de todo estaban dirigentes del propio régimen franquista, porque Carrero les molestaba. Todas estas hipótesis no han tenido mucho recorrido y, como posteriormente veremos, algunas de ellas fueron alimentadas por algunos dirigentes políticos antifranquistas a los que el atentado les cogió con el pie cambiado.
Actualmente la mayor parte de la población no conoció esa época, y en el mejor de los casos, muchas de las personas que vivieron el magnicidio, tienen un recuerdo un tanto lejano, entre otros motivos, porque no contaban con el uso de razón suficiente como para poder entender lo que estaba pasando en ese invierno de 1973.
Con la perspectiva que da el paso de los años, lo que en este texto se recoge tiene como finalidad rescatar aquel oscuro periodo de la historia, la España en blanco y negro del No-Do, hacer una fotografía panorámica de la dictadura, de la figura de Carrero, la pieza clave del régimen, relatar cómo se fue urdiendo el atentado, los motivos que llevaron a la organización ETA a realizar esta acción, la lectura política que realizaron y las repercusiones que tuvo.
La noche oscura de la dictadura
Desde que finalizó la Guerra Civil, las organizaciones que defendieron la República contra el fascismo, pasaron a luchar contra la dictadura desde la clandestinidad. Algunas, como el PCE, practicaron la guerrilla rural, el maquis, hasta finales de los años 40, pero ante la gran dificultad de coordinar la lucha armada y la lucha de clases, la dirección del PCE dio un giro a su estrategia para enfocarla en infiltrarse en las organizaciones del régimen. Otras organizaciones, desde un primer momento, se dedicaron a realizar su labor en la clandestinidad, sobre todo en el ámbito socio-laboral, pero siempre con grandes dificultades, sufriendo caídas de sus cuadros.
Durante la dictadura se produjeron protestas que en muchos casos se expresaron mediante manifestaciones y huelgas. La mayoría de estos conflictos tenían como finalidad reivindicar mejoras económicas o laborales de la población que vivía en unas condiciones de miseria, a lo que había que añadir las reivindicaciones de carácter nacional en lugares como Catalunya y Euskal Herria. No es necesario decir que cualquier atisbo de protesta, sufría la represión feroz del régimen que se traducía en caídas constantes de militantes y cuadros de las organizaciones antifranquistas.
Con los rescoldos de la guerra, en los años cuarenta será en Catalunya y Euskal Herria donde estallen las primeras huelgas, pesaba la tradición de lucha sindical, extendiéndose estas a otros puntos del Estado. El periodo 1946-1947 fue de especial conflictividad, destacando la huelga que estalló en Bizkaia en 1º de mayo de 1947, siendo secundada por 50.000 trabajadores, la huelga general en Manresa en 1946 o en la factoría CASA de Getafe.
La década de los 50 transcurrió por derroteros similares a la anterior, las protestas siguieron focalizándose en mayor medida en Asturias, Catalunya y Euskal Herria y más tímidamente en el resto del Estado, pero la oposición al régimen, con todas las dificultades que conllevaba la clandestinidad, intentaba reconstruirse, cosa que se pudo percibir mejor en los años 60.
Las décadas de los 60 y 70, la respuesta al régimen se consolida
Si hasta mediados de los años 60 la mayor parte de las protestas y las huelgas se dieron en lugares muy concretos del Estado, con la declaración de varios estados de excepción, sobre todo en Bizkaia y Gipuzkoa, a partir de 1968, estas se fueron extendiendo a lo largo del Estado español. En agosto de ese año, con motivo del atentado que ETA realizó contra el jefe de la Brigada Político-Social de Gipuzkoa, el torturador Melitón Manzanas, el gobierno declaró un Estado de excepción en Gipuzkoa y en enero de 1969 se vuelve a imponer esta medida en todo el Estado para atajar las protestas estudiantiles.
Desde la mitad de los sesenta se dio un incremento considerable de la conflictividad en todos los ámbitos. Si en 1966 se realizaron alrededor de 100 huelgas en todo el Estado, en los siguientes dos años se multiplicaron por tres, hasta llegar a 1975, año en el que se alcanzó la cifra de 1.595 conflictos colectivos. La respuesta a la dictadura se había extendido por todo el Estado, a la que se adherían, además de los trabajadores, estudiantes, diferentes sectores de la sociedad que se habían convertido en contrarios al régimen franquista y un sector de la Iglesia, que veía como los derechos más elementales eran continuamente pisoteados.
En este contexto, en los años 60, además de las organizaciones que tenían un arraigo histórico, hubo un resurgimiento de un número importante de nuevas organizaciones políticas, sindicales y estudiantiles. Eran tiempos en los que el debate se centraba en los métodos de lucha para acabar con la dictadura, y entre estas organizaciones, en diciembre de 1958, surgió en Euskal Herria la organización ETA (Euskadi Ta Askatasuna), un movimiento independentista que a partir de los años 60 fue quien más quebraderos de cabeza dio al régimen franquista, convirtiéndose en un referente político contra la dictadura. Sus militantes pertenecían a una generación que no conoció la guerra, se sentían libres de la losa que pesaba sobre la generación anterior, que se encontraba lastrada por el recuerdo de la guerra y su resultado, siendo críticos con el modelo de resistencia que se llevaba a cabo hasta el momento por el PNV. Serán los protagonistas de las protestas que en la década de los 50 se empezaron a producir en Euskal Herria. Esta generación se caracterizaría por la desconfianza que tienen en las instituciones vascas en el exilio y por su incapacidad política.
La situación que se vivía en el Estado español en los primeros años de la década de los setenta era de un fortalecimiento de las protestas contra el franquismo, fruto de las luchas obreras y estudiantiles de finales de la década anterior.
Ante la respuesta popular, el régimen incrementa la represión
La dictadura franquista inicia la década de los setenta a golpe de represión. En diciembre de 1970 se celebró el Consejo de Guerra de Burgos contra dieciséis militantes vascos de la organización ETA, algunos de ellos eran acusados del atentado contra el policía torturador Melitón Manzanas. Un proceso organizado por el régimen franquista que tenía como finalidad dar un escarmiento a los militantes de la organización independentista vasca y que la población viera que la dictadura era indestructible. Sobre los acusados pesaban unas peticiones de condena elevadísimas, habiendo peticiones de pena muerte para seis de los dieciséis militantes encausados.
El resultado del proceso judicial fue un hito en la lucha contra el franquismo, el proceso se volvió en contra del régimen, los acusados durante la vista oral lo convirtieron en un proceso contra el franquismo y la sentencia del tribunal militar no se movió un ápice de la petición del fiscal, confirmando las peticiones de condena a muerte; pero el régimen no tuvo en cuenta la respuesta que iba a tener. Las protestas que se dieron en Euskal Herria, se extendieron por el resto del Estado español y las capitales europeas, algo que el régimen no pudo obviar. Y a todo ello habría que añadir el secuestro del cónsul alemán en Donostia por parte de la organización ETA que tuvo como finalidad el dar a conocer el problema vasco a todo el mundo y volver a recordar que en la vieja Europa seguía habiendo una dictadura que desde que dio el golpe de Estado en julio de 1936, había tenido como método para perpetuarse en el poder la práctica del terror contra la población civil.
Ante las innumerables protestas, de la ciudadanía europea, muchas de ellas de forma espontánea, en contra de la sentencia dictada por el tribunal militar que juzgó a los militantes de ETA, obligó a muchos de esos gobiernos a tomar una posición contraria a la ejecución de los procesados con penas de muerte, ejerciendo una presión al régimen franquista hasta ese momento desconocida. La única salida que le quedó al régimen franquista fue la de conmutar dichas condenas, lo que generó grandes contradicciones internas en el régimen franquista, dándose una lucha entre las diferentes familias que lo sustentaban, y en esa pugna interna entre los representantes del búnker franquista y los sectores tecnócratas del Opus Dei, estos últimos quedaron tocados y en esa lucha dentro del régimen, Carrero Blanco ostentaba la vicepresidencia del Gobierno.
El Proceso de Burgos sirvió al régimen para aprender la lección que no podía volver a organizar ningún proceso judicial similar porque se le podía volver en contra, como le ocurrió con el de Burgos, y se decantó por eliminar a los responsables de ETA, en vez de capturarlos vivos y juzgarlos. Esta práctica supuso que desde 1970, cayeron abatidos por las fuerzas policiales nueve militantes de ETA y en una de esas redadas, en abril de 1973 el jefe del aparato militar, Eustakio Mendizabal, Txikia, fue tiroteado por la Policía, resultado muerto.
Hasta que ETA atentó contra Carrero Blanco, el único atentado que había planificado con la finalidad de acabar con la vida de alguna persona fue el perpetrado contra Melitón Manzanas, por el contrario, fue constante el incremento de la represión por parte de los aparatos policiales del régimen.
Carrero Blanco. La sombra alargada del régimen franquista
En esos años, en los que el dictador era casi octogenario, hubo una figura política que llevaba años atesorando poder, convirtiéndose en imprescindible para la supervivencia del régimen una vez que desapareciera el dictador, el almirante Carrero Blanco, un militar que siempre se mantuvo al margen de las diferentes familias que sustentaban el régimen y que, sin duda alguna, era, si no la única, sí de las poquísimas personas que interpretó a la perfección los fundamentos ideológicos sobre los que Franco basó su régimen. Supo entender y representar las esencias del franquismo.
Nacido en 1904 en la localidad de Santoña (Cantabria), en el seno de una familia de tradición militar, entró con 15 años en la escuela militar naval para desarrollar la carrera militar, tomando parte en la guerra de Marruecos. El golpe de Estado de julio del 36 lo cogió en Madrid, y al no poder unirse a los golpistas, pidió asilo político primero en la embajada de México y posteriormente en la francesa, hasta que logró huir a Francia, para en 1937 pasarse al bando sublevado, teniendo puestos de relevancia en la flota fascista.
Franco y Carrero Blanco
A partir del final de la guerra, su carrera fue meteórica. En 1939, con la finalización de la guerra, fue nombrado jefe de Operaciones del Estado Mayor, en 1941, subsecretario de la Presidencia, lo que le permitió tener una relación muy cercana con Franco. A partir de entonces, la influencia que ejerció sobre el dictador fue creciendo hasta llegar a ser nombrado ministro subsecretario de la Presidencia en julio de 1951, vicepresidente del Gobierno en 1968, en sustitución del Muñoz Grandes, para llegar a su cenit en junio 1973, al sustituir a Franco en el puesto de presidente del Gobierno, quedándose este último como jefe del Estado.
El almirante fue quien diseñó cómo debía de ser el franquismo cuando el dictador muriese, y para ello fue el artífice de la Ley de Sucesión y de la elección de Juan Carlos para suceder a Franco. En todo momento destacó por ser un defensor de las relaciones con EEUU, propulsor de los acuerdos bilaterales entre el régimen franquista y la Administración norteamericana y partidario de la instalación de bases militares norteamericanes en el Estado español.
Católico preconciliar, monárquico, anticomunista, antiliberal y antisemita, Carrero representaba lo más reaccionario del franquismo. En el libro Operación Ogro, los miembros del Comando Txikia realizaron una definición muy nítida del personaje: “Es el hombre clave del Régimen, el hombre que durante años han preparado cuidadosamente para continuar el franquismo, el hombre que en esos momentos garantiza su continuidad”.
Operación Ogro
Como anteriormente he mencionado, el atentado en la persona de Carrero Blanco ha servido para que se hayan construido teorías sustentadas en hipotéticas conspiraciones, en las que participaban servicios secretos extranjeros y una amalgama de oscuros intereses, que en algunos de los casos, para intentar un cierto viso de credibilidad, han tenido que meter todas esas piezas con calzador, pero que si se profundiza un poco en la cuestión, todas esas hipótesis se acababan cayendo como un castillo de naipes. Ninguna de esas publicaciones que han dado pábulo a ese sinfín de teorías conspirativas ha aportado pruebas con cierta consistencia, porque quizá hayan sido más producto de un deseo de vender ejemplares o porque no podían aceptar que una organización relativamente joven dejase en ridículo a una dictadura que llevaba casi cuarenta años teniendo como pilar fundamental la represión generalizada para tener controlada a la población.
Para poder acceder a la información necesaria para entender todo lo relativo a la operación que acabó con la vida de Carrero Blanco hay tres publicaciones, donde se puede obtener la información necesaria para dar respuesta a las dudas e interrogantes que puedan surgir sobre este tema. La primera es el Zutik 64 que publicó ETA en mayo de 1974, una publicación en euskera y castellano, en la que recogían muchos datos del atentado y las valoraciones políticas.
Operación Ogro. Cómo y por qué ejecutamos a Carrero Blanco. Autor: Eva Forest
La segunda publicación es el libro “Operación Ogro. Cómo y por qué ejecutamos a Carrero Blanco”, que tiene su historia particular, al ser un documento de primera mano pues en su elaboración intervinieron los miembros del Comando Txikia, autor de la acción contra el almirante y presidente del Gobierno de la dictadura. El libro que fue editado por primera vez en 1974 por el editorial Mugalde de Hendaia y Ruedo Ibérico en París, fue escrito bajo el seudónimo de Julen Agirre. Pasados diez años del atentado, en el prólogo a la edición que publicó la revista “Punto y Hora” fue desvelado el verdadero nombre de la autora, Eva Forest, que además de ser la persona a la que la dirección de ETA le encargó la preparación de este libro, fue destacada colaboradora del comando, entre otras actividades, en lo relativo a facilitar su ocultamiento y huida de Madrid una vez cometido el atentado. Este libro tuvo una nueva edición realizada por la editorial HIRU, cuando se cumplió el vigésimo aniversario, con la particularidad, que por primera vez, el libro se publicó en su totalidad, pues hasta la fecha en ninguna de las ediciones anteriores, aparecía como los miembros del comando contaban la huida del lugar del atentado, su ocultamiento y posterior salida de Madrid. La última edición de este libro corrió a cargo de la editora del diario Gara, al cumplirse cuarenta años del magnicidio. Hay que decir que en el libro hay algunos pasajes en el que se recogen algunos datos falsos para no dar pistas a la policía puesto que en el momento de su publicación en el 1974, parte de la infraestructura de apoyo que tuvo el comando estaba intacta y para no develar algunas cuestiones relativas a la metodología de trabajo que utilizó el comando, pues podían ser utilizadas en futuras acciones.
Operación Ogro. Hechos y construcción del mito. Autor: Iñaki Egaña
Un tercer libro de reciente publicación es el escrito por Iñaki Egaña, que con el título “Operación Ogro. Hechos y construcción del mito” (Editorial Txalaparta), intenta desvelar algunas cuestiones relacionadas con el atentado y su entorno, desmonta con datos muchas de las informaciones falsas que se han publicado, así como las teorías conspirativas. Aclara algunos pasajes que recoge el libro de Eva Forest y que de forma deliberada quedaron algo borrosas, para preservar la seguridad de los miembros y la infraestructura en Madrid de la organización independentista.
¿Por qué atentar contra Carrero Blanco?
Los miembros del Comando Txikia, en el libro de Eva Forest, realizaron una reflexión en torno a esta cuestión, tanto si hubieran llevado a cabo el secuestro, como finalmente atentaban contra la vida del almirante.
En ambos escenarios, el objetivo era la pieza fundamental en el funcionamiento del Régimen, y para ello realizan un análisis exhaustivo de la figura de Carrero Blanco, llegando a definirlo en los siguientes términos: “llegó a ser insustituible por su experiencia y capacidad de maniobra, porque nadie lograba mantener como él el equilibrio interno del franquismo”. Inciden en el papel que desempeñó para colocar a Juan Carlos como sucesor de Franco “cara a la opinión pública y Carrero desde la sombra tendría el poder auténtico”. Esta argumentación los llevaba a plantear que “eliminar a Carrero significaba dejar coja la maniobra de desdoblamiento y, sobre todo, privar a la oligarquía del quizá único elemento capaz de asegurar la continuidad del Régimen, una vez desapareciera la figura del viejo dictador”. Analizándolo en estos parámetros, la conclusión a la que llegaron es que “desde el punto de vista de atacar al Estado español era aún más importante la ejecución”, aunque la idea inicial era la de su secuestro, porque para la organización era una prioridad lograr la libertad de sus militantes presos.
El atentado abría una ventana a la posibilidad de poder derrocar a la dictadura mediante la lucha armada, algo que hasta la fecha no se plantaba ni como hipótesis de trabajo en la mayoría de las organizaciones antifranquistas. Los miembros del Comando Txikia tenían muy claro que la represión había logrado que el pueblo asumiera la imposibilidad de poder derrocar a la dictadura mediante la lucha armada, proyectando la imagen que el Estado era invencible. No dejaba de ser una forma de eliminar la combatividad para que asumiera que todo pasaba por pactar con el Régimen.
Eran conscientes que el nuevo escenario iba a acarrear un incremento de la represión, ante una acción de tal magnitud. Y así fueron los dos últimos años de la dictadura franquista, en los que hubo seis condenas a muerte en ese periodo, pero también se iban a agudizar las contradicciones del régimen.
Los primeros pasos de ETA en Madrid
Volviendo a los meses previos del magnicidio, el año 1973 fue relativamente tranquilo en la actividad de ETA, las capturas y muerte de varios de sus militantes destacados alimentó la euforia en la prensa del régimen, que volvía a dar por desarticulada a la organización. No era la primera vez que se daba una situación similar, en la que el régimen manifestaba haber desarticulado a la organización independentista, pero en este caso la realidad era que la mayor parte de la militancia estaba inmersa en la preparación de la primera parte de la sexta asamblea que se celebró en agosto de 1973 en el Iparralde, excepto un reducidísimo número de militantes que estaba planificando una operación que sacudiría los cimientos de la dictadura.
Iglesia de San Francisco de Borja. Calle Serrano (Wikimedia Commons)
En el libro de Eva Forest, los miembros del comando Txikia relatan como en el mes de diciembre de 1972, ETA da los primeros pasos, que consistieron en comprobar una información que había llegado a la organización y que era así de escueta: Carrero Blanco, la mano derecha de Franco, iba todos los días a misa de nueve a una iglesia situada en la calle Serrano, regentada por los jesuitas y muy cerca de su domicilio. En ese momento, no dejaba de ser una información que reciben y, con todas las cautelas propias de un dato de esa naturaleza, decidieron contrastar el dato, cosa que de forma discreta, realizaron dos militantes a finales de ese año. Fruto de ello averiguan el recorrido que realizaba todos los días desde que salía de su domicilio, en la calle Hermanos Bécquer, para dirigirse en el coche oficial a la iglesia de San Francisco de Borja, en la calle Serrano, justo enfrente de la Embajada de los EEUU, para una vez que terminaba la misa, bajar por Serrano, girar a la izquierda en la calle Juan Bravo, tomar la calle Claudio Coello, que es de un único sentido para subir a Diego de León y volver a su domicilio.
En este punto, el relato que se recoge en el libro de Eva Forest, por razones de obvias, no se ajusta en su totalidad a la realidad, pues desde hacía unos meses dos militantes cualificados residían en Madrid, a causa de una cuestión de índole interna de la organización.
Sobre la fuente de la información, en el libro de Eva Forest, los miembros del comando manifiestan que ETA tenía colaboradores fuera de Euskal Herria, pero en este punto Iñaki Egaña, desvela algunos datos de como la obtuvieron, que unidos a la información del sumario correspondiente a las personas que fueron detenidas en septiembre de 1974 en Madrid, pueden dar algunas pistas sobre el origen de la información.
Del secuestro a hacer volar por los aires a Carrero Blanco
A principios de 1973 es cuando se puede decir que ETA empezó a barajar la posibilidad de realizar una acción de envergadura en Madrid, momento en el que envían un comando a Madrid para analizar pormenorizadamente los movimientos de Carrero y el entorno de la iglesia de la calle Serrano. Hasta entonces, la organización independentista nunca había actuado fuera de territorio vasco. Una vez realizada esa labor es cuando un pequeño núcleo de la dirección de ETA toma la decisión de secuestrar a Carrero Blanco con la finalidad de solicitar la liberación de todos los presos políticos existentes en el Estado español y que tuviesen una condena superior a diez años, independientemente de la organización a la que perteneciesen. Estiman que era factible que el Régimen aceptase el canje de prisiones si la persona objeto del secuestro fuese “la pieza fundamental para su funcionamiento, la que garantizada su continuidad y esa pieza era precisamente Carrero”.
Estando muy avanzada la preparación del secuestro del almirante, tuvieron que desechar dicha acción. En principio, por un lado tuvieron un percance que surgió con el lugar donde iban a esconderlo, si bien la complejidad de efectuar el secuestro exigía un gran número de militantes con el grave riesgo que eso suponía para una organización que había sufrido un gran número de detenciones en los últimos meses. Pero lo que les acabó empujando a abandonar la idea del secuestro es que en junio de 1973 fue nombrado presidente del Gobierno, lo que trajo consigo un aumento de las medidas de seguridad, que Carrero se iba de vacaciones hasta septiembre y empezaba a tener desplazamientos de carácter oficial, por lo que ya no iba todos los días a misa. Todo ello influyó para que la dirección de ETA decidiera acabar con la vida del almirante.
Bibliografía utilizada:
Bruni, Luigi: ETA. Historia Política de una lucha armada, Txalaparta, Bilbao, 1987.
Caro Baroja, Julio y AA.VV: Historia General del País Vasco, La Gran Enciclopedia Vasca-Haranburu Editor, Volumen XIV, Donostia, 1981.
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