Carrero Blanco. El guardián del régimen franquista
Este año se cumple medio siglo del atentado en el que perdió la vida el almirante Carrero Blanco, presidente del Gobierno de Franco, a la sazón la persona más importante del régimen, después del dictador.
El hecho que sea el cincuentenario de su muerte está siendo una buena ocasión para que aparezcan diferentes publicaciones en las que profundizan sobre los hechos acaecidos y/o las personas que lo protagonizaron. En este caso, he querido adentrarme en la persona que fue objeto del atentado más importante en la historia de ETA. Quien fuera mano derecha de Franco a lo largo de más de treinta años, merece la pena analizarlo con cierta profundidad y para ello, he recurrido a un ensayo de reciente publicación, que con el título “Carrero Blanco. Historia y memoria” (Editorial Los libros de la Catarata), Juan Antonio Castellanos López realiza un estudio pormenorizado de “la trayectoria del hombre público que fue Luis Carrero Blanco”.
Analizar a Carrero Blanco y su paso por la política es traer a colación una de las etapas más tenebrosa de la historia de España, pues es poner sobre el tapete el golde de Estado fallido de julio de 1936, la Guerra Civil y la instauración de un régimen totalitario durante 40 años, porque Carrero Blanco estuvo en el puente de mando del régimen desde casi sus comienzos hasta poco antes del fallecimiento de Franco. Pero dicho esto, que no deja de ser algo de sobra conocido, es interesante ahondar en la labor oscura y discreta que realizó durante el franquismo, una labor fundamental para que el régimen perdurase tanto tiempo.
El autor, no se limita a realizar un trabajo biográfico de Carrero y lo que fue su periplo político, se adentra en el régimen franquista, las tensiones internas entre las diferentes familias que lo componían y el papel que este jugó desde los puestos que ostentó, pues sobre su persona giraron todas las grandes decisiones políticas de la época, por ello, es imposible entender la dictadura franquista sin tener presente la figura de Carrero Blanco.
Nos encontramos ante un ensayo histórico, en el que el lector va a encontrar un gran número de hechos y decisiones tomadas en la cúpula del régimen franquista donde la sombra de Carrero estuvo siempre presente, muchas de ellas fueron actuaciones públicas, de las que hay crónicas en la prensa de la época, pero sobre las que el autor aporta algunos datos menos conocidos que ayudan al lector a entender las interioridades del régimen franquista.
Al leer el libro, una de las cosas que puede llamar la atención es que durante una primera etapa de su trayectoria política, siendo subsecretario de la Presidencia, llegase a tener una influencia tan grande sobre Franco. La conclusión que el lector puede extraer es que su poder en la sombra era superior al de los miembros del Consejo de Ministros. Esto nos da una idea de lo que representaba Carrero Blanco dentro del organigrama del régimen. Y para ello, en este ensayo se recogen algunos hechos que constatan lo que acabo de mencionar, sobre todo a la hora de ceses y nombramientos de miembros del Gobierno de Franco. Hay que tener presente que Carrero no ocupó asiento en el Consejo de Ministros hasta la crisis ministerial de julio de 1951, en la que fue nombrado ministro subsecretario de la Presidencia, pero como bien señala José Antonio Castellanos, fue más bien una cuestión “meramente nominal”, que le permitía sentarse junto al resto de ministros, porque seguiría desempeñando las mismas funciones.
El ensayo está dividido en dos bloques. El primero es un estudio de la trayectoria política de Carrero Blanco hasta su muerte y el segundo gira en torno al tratamiento colectivo que recibió su figura después de su muerte.
El primer bloque del ensayo, que está dividido en cinco capítulos, nos irá descubriendo la importancia del personaje en lo que fue el devenir del régimen franquista. Y para ello, nos describe de forma somera cuál fue su entorno familiar, su ingreso precoz en la carrera militar, su periplo en la Armada, y alguno de sus avatares cuando se produce el golpe de Estado de 1936 y la Guerra Civil. En estos inicios del ensayo el autor aporta algunos apuntes que serán relevantes en la futura carrera política del personaje. Su incorporación al Consejo Nacional de FET y de las JONS gracias a las relaciones que mantuvo durante la guerra con figuras influyentes, no deja de ser un primer paso, nada despreciable, que será la antesala para entrar a formar parte del entorno gubernamental gracias a su nombramiento como subsecretario de la Presidencia.
Si bien el autor recalca que su entrada en política no fue buscada, más bien fue producto del devenir de los acontecimientos y su personalidad, es necesario subrayar que “fueron algunos pasos de su trayectoria militar los que sentaron las bases del ingreso en política de Carrero y llegada a puestos de máxima responsabilidad”.
José Antonio Castellanos lo define como “ese estratega que anticipaba con mucho tiempo sus importantes decisiones, el que las pensaba”, y recuerda en este libro que Javier Tusell lo definió “como la eminencia gris del régimen de Franco”. Desde un punto de vista ideológico este ensayo coloca a Carrero dentro de los siguientes parámetros: “catolicismo, conservadurismo, anticomunismo, fidelidad al sistema monárquico, exaltación del valor de autoridad y catalogación del judaísmo y masonería como dos de los grandes enemigos de España”, pudiendo encontrar recogida su ideología en los escritos y documentos que redacto a lo largo de su vida.
A la hora de ubicarlo dentro de las diferentes familias del régimen, el autor no duda en definirlo como “un franquista puro, en el sentido de que su adhesión fundamental lo fue hacia la persona que ocupó la cúspide del sistema implantado en 1939, más incluso que hacia un conglomerado de fuerzas y clanes ideológicos”, alejado de todas las familias que componían el régimen, a las que en ocasiones las veía “como desalineadas y desatentas a la hora de trabajar en la exacta dirección deseada” por Franco. Y para ello, en este ensayo podemos encontrar algunos pasajes del primer discurso que realizó ante las Cortes franquistas nada más ser nombrado presidente del Gobierno (julio 1973), donde se autodefinió en los siguientes términos: “Soy un hombre totalmente identificado con la obra política del Caudillo, plasmada doctrinalmente en los Principios del Movimiento Nacional y en las Leyes Fundamentales del Reino; mi lealtad a su persona y a su obra es total, clara y limpia, sin sombra de ningún íntimo condicionamiento ni mácula de reserva mental alguna”.
Una de las conclusiones que el lector puede extraer de este ensayo es que Carrero fue de los pocos dirigentes políticos del régimen que compartía en su totalidad las esencias ideológicas de Franco. La ideología del dictador no bebía de la misma fuente del falangismo, sin perjuicio que fueran innumerables las cosas que les unían. El hecho que se inclinase por la instauración en el futuro de una monarquía, era motivo de fricción con el deseo falangista de una república nacional-sindicalista, y en todo ese proceder Carrero siempre fue la persona más influyente del entorno del dictador. Si bien Carrero profesaba una fidelidad absoluta a los Principios del Movimiento Nacional, su actuación política se caracterizó por intentar reducir la importancia que tenía el falangismo dentro de las instituciones franquistas y evitar la concentración de poder en el partido único.
En este primer bloque del libro, el autor relata una serie de acciones claves que desplego Carrero para que la dictadura franquista tuviera una vida tan prolongada. La más urgente tenía como objetivo acabar con el aislamiento internacional en la que se encontraba el régimen, y no era otra que su empeño en iniciar los contactos con EEUU, que culminaron en los años cincuenta con la firma de un tratado entre ambos países y la entrada del Estado español en diversos organismos internacionales y, por otro lado, los contactos con el Vaticano que culminarían con la firma del Concordato.
La segunda estaba dirigida a “recuperar un diseño institucional que Carrero imaginaba como ideal para España: la monarquía” y para ello trabajó para que saliese adelante la Ley de Sucesión, que perpetuaba a Franco en el poder, un caudillo con carácter vitalicio, y rompía con el concepto de monarquía hereditaria, porque no era una restauración, sino una instauración monárquica “absolutamente identificada con la España del 18 de julio”. Para el autor “las intensas convicciones monárquicas de carrero harán que encare la cuestión sucesoria como un asunto político de carácter existencial”, y relatará la labor que llevó a cabo para que fuese elegido Juan Carlos de Borbón, descartando otras opciones que se pudieron barajar. Es en ese contexto, cuando en 1969 fue nombrado el futuro sucesor, como príncipe, y procedió a jurar lealtad a los Principios del Movimiento Nacional y a las Leyes Fundamentales del Reino.
Si en la cuestión sucesoria el peso de Carrero fue decisivo, otro tanto ocurrió con el deseo de culminar con la arquitectura institucional del régimen franquista. El ensayo incide en la preocupación del almirante para perpetuar el franquismo en ausencia del dictador, el denominado franquismo sin Franco. Para ello puso todo su empeño en aprobar la Ley Orgánica del Estado (LOE). Y en este ensayo se hace hincapié en la importancia que tenía esta norma para el almirante con la finalidad de acotar el poder de Falange dentro de las instituciones del régimen. Batalla que dio dentro del Consejo de Ministros contra los intentos de algunos miembros por reforzar el papel del partido único. Carrero Blanco, en todo momento actuó como el verdadero guardián del régimen franquista.
En el contexto de desastre en el que estaba sumida la economía española, gracias a las políticas autárquicas, el autor expondrá como Carrero apostó por su final y para ello, se produjo la entrada de los conocidos como tecnócratas que pertenecían al Opus Dei.
El autor incide en definir al personaje como un reaccionario inmovilista que se solía poner de manifiesto, entre otras ocasiones, siempre que algún miembro del gabinete intentaba tramitar la ley de asociaciones políticas, donde siempre encontraba a un reacio Carrero, en total sintonía con Franco, pues no querían ni oír hablar de esa posibilidad.
Con su muerte, desaparecía la persona elegida para garantizar un franquismo sin Franco. A partir de este momento, todas las tensiones que ya se vivían en las instituciones de la dictadura se agudizarán, pues nada sería lo mismo.
El segundo bloque del libro de José Antonio Castellanos, que consta de dos capítulos, estudia “el tratamiento que la memoria colectiva ha dispensado” a Carrero Blanco, y para ello hará un repaso desde que se produjo el atentado hasta nuestros días.
El ensayo recoge las primeras reacciones que se dieron al atentado, “el impacto que tuvo en un régimen que había hecho del orden y de la quietud social dos de sus pilares fundamentales” y qué movimientos hubo entre las diferentes familias que lo conformaban, una vez que había desaparecido la persona que estaba destinada a ser el “albacea de Franco”. El atentado de ETA fue un factor decisivo para acrecentar las contradicciones de un régimen que ya estaba en crisis. Analiza los pasos que se dieron para la elección del sustituto, Arias Navarro, que es calificado por el autor como un hombre de “impolutas credenciales franquistas”, y al igual que su antecesor, no adscrito a ninguna de las familias que componían el régimen, por lo que se le consideraba fiel al dictador.
Este trabajo expone brevemente las consecuencias del atentado en algunos aspectos, como el protagonismo que adquirió ETA como autora de un atentado de estas características, lo que le convirtió en una cuestión de Estado y las nuevas fórmulas que adoptaron los aparatos del Estado para combatirla, en concreto, con el inicio de operaciones parapoliciales. También dedica un apartado para tratar las consecuencias que el atentado generó dentro de ETA y su evolución posterior, así como el miedo que generó en la oposición antifranquista a la reacción represiva por parte del régimen, pues no hay que olvidar que el día del atentado se iniciaba el juicio a los sindicalistas de CCOO en el conocido como Proceso 1001.
Por lo que respecta a la actitud del régimen para con Carrero, el autor relata como el régimen lo convirtió en un mártir del franquismo, dando cuenta de una profusión de homenajes que recibió hasta la muerte del dictador.
Este libro recoge algunas de las diversas teorías conspirativas que siempre han circulado sobre los autores del atentado, en los que se pueden encontrar hipótesis de lo más variopintas, que son desterradas por el autor, porque hasta la fecha ninguna tiene un sostén que pueda desvirtuar la autoría de ETA.
El autor expone como el atentado ha servido para que hayan aparecido diferentes obras en las que se habla de Carrero y del atentado del que fue objeto. De los diferentes libros que han aparecido le dedica un espacio al que escribió Eva Forest en 1974, que con el título “Operación Ogro. Cómo y por qué ejecutamos a Carrero”, los autores del atentado relatan no sólo lo que fue la preparación del atentado, sino también el análisis político que les llevó a realizar el atentado.
Esta obra estudia cuál ha sido la valoración de la figura de Carrero Blanco una vez que el dictador desaparece, dando paso a la etapa actual. Es en esta parte del ensayo donde proporciona una panorámica del trato que recibió en diferentes espacios, como puede ser el televisivo, audiovisual y en el espacio público (monumentos, calles en su memoria, etc…). Este pasaje del libro es interesante porque sirve para ver la diferente actitud que ha habido en los medios de comunicación públicos, en función de quién gobernase y las disputas políticas que ha generado, similares a las que han surgido con la aprobación de leyes como de la de Memoria Histórica o Memoria Democrática. De hecho homenajearlo como “víctima” perfectamente se puede interpretar como un enaltecimiento de la dictadura.
Es interesante cuando el autor entra a exponer diferentes teorías donde ubicar la figura Carrero, al igual que Melitón Manzanas, dentro de la dicotomía victima-victimario, cuestión que “sigue siendo un asunto objeto de discusión en España”. Si no hay duda que es considerado victimario, en su calidad de autor intelectual de violencia política practicada por el régimen franquista, a la hora de considerarle víctima, el ensayo recoge diversas opiniones al respecto, para que el lector tenga una visión amplia de este debate.
Quiero mencionar la argumentación del profesor de derecho penal José León Alapont, que se encuentra recogida en este libro, que plantea que conforme a la legislación penal, a Carrero no se le puede considerar una víctima del terrorismo, puesto que “ni habría supuesto un ataque a nuestro Estado democrático y social de derecho, ni habría alterado la paz pública, ni tampoco originó ningún estado de miedo en nuestra sociedad. Y, por tanto, quienes asesinaron a Carrero Blanco no podrían ser definidos como terroristas ni el almirante asesinado una víctima del terrorismo”, pues es la que, a mi modo de ver, mejor contextualiza los hechos que se vivieron ese 20 de diciembre de 1973, en plena dictadura franquista.
Para concluir, decir que la lectura de este ensayo sirve para que las generaciones que no han conocido la dictadura y al personaje más importante de ella, después del dictador, puedan obtener los datos necesarios para entender lo que fue el régimen franquista por dentro y el papel que desempeñó Carrero Blanco en todo ese tiempo.