La izquierda y el piolet

La izquierda española vuelve a desenterrar el piolet

“La izquierda tiene esa vocación conspiratoria que le pierde. En toda reunión en la que la izquierda trata de organizarse parece que hay unos cuantos piolets escondidos debajo de la mesa. Supongo que tiene que ver con esa tradición de cuestionarse permanentemente, de hacerse preguntas, que es muy saludable en cierto punto. Pero al mismo tiempo también tiene que ver con la vocación al fracaso, que ha sido un lastre por parte de ciertos sectores de la izquierda”.

Esta reflexión con la que comienzo este artículo es de Ismael Serrano y la he extraído del libro Tomar partido” (Editorial Txalaparta) que el periodista Sergio Gregori Marugán publicó en 2019 y en el que se recogen alrededor de medio centenar de entrevistas a actores políticos, intelectuales, periodistas y personajes visibles del mundo de la izquierda. Y hoy la he rescatado porque si en su momento me pareció muy acertada, desgraciadamente hoy está más vigente que nunca, y algunos se han propuesto no aprender del pasado.

Lo que estamos viviendo en los últimos meses, porque todo esto viene de atrás, raya la esquizofrenia. Algunos han sustituido el piolet por el tuit o el bolígrafo y se han puesto a disparar en medios de comunicación y redes sociales a todo lo que se mueve, haciendo tanto o más daño. No es nuevo este espectáculo, pero sigue siendo igual de bochornoso.

Antes de entrar en harina, voy a dejar algunas cosas claras: en este juego de tronos que nadie busque buenos o malos, y la sensación que acaba teniendo el votante de izquierdas es que esto va de cuatro popes que están jugando a ese tacticismo cruel que lleva a unos a auparse en el poder a costa de otros y acaban arrastrando a las bases de los diferentes bandos a una guerra fratricida. Igual los males de la izquierda pasan porque hay que acabar con tanto liderazgo y esto va dirigido a todas y todos.

Llevamos varias semanas escuchando a Pablo Iglesias y a algunas personas de la dirección de Podemos que para entrar en el proyecto de SUMAR tan sólo es necesario que Yolanda Díaz llegue a un acuerdo bilateral con Podemos en el que la primera acepte la celebración de unas primarias abiertas. Da la sensación que lo único que importa es el método para la elaboración de las listas ¿quizá quieren decir la forma de repartirse los puestos de la candidatura? pues no le han requerido para hablar del programa de gobierno que es lo que le interesa al votante de izquierdas, si Julio Anguita levantara la cabeza. Y han ignorado al resto de formaciones que ya están apoyando el proyecto SUMAR, si se me permite, algo poco respetuoso si se quiere ir de la mano con esas formaciones políticas en una única candidatura.

La respuesta de Yolanda y su equipo hasta hace unos días venía siendo de un perfil bajo, sin entrar en rifirrafes dialécticos, lo cual le estaba obligando a la otra parte a subir el tono y es cuando se han escuchado frases como que Yolanda Yolanda Díaz está actualmente “mucho más cerca políticamente” de Más País, es decir, de Íñigo Errejón, que de Podemos, o que el PSOE quiere una izquierda que la pueda manejar como lo hizo con IU. Lo primero que pienso es si este tipo de declaraciones de verdad sirven para unir, porque la sensación que he extraído es que han ayudado a caldear más el ambiente, y volviendo al contenido de las declaraciones, si es cierto ese acercamiento de Yolanda Díaz a las posiciones de Errejón ¿Podemos se sentiría cómodo en ese proyecto? ¿por qué ese interés de llegar a un acuerdo con Yolanda? ¿no le sería más útil defender su espacio político fuera de la candidatura de Sumar?

En esta historia no hay ni buenos ni malos, ni todo es blanco ni todo es negro, y para entenderlo es necesario tener una mirada retrospectiva y remontarnos cuatro años atrás. Allá por 2020 pasaron muchas cosas, no hacía un mes que el gobierno de coalición PSOE-UP había iniciado su andadura y en una entrevista que Yolanda Díaz concedió al diario El País nos dejaba esta perla: “Técnicamente no es derogable toda la reforma laboral, sería irresponsable”. Frase infumable donde las haya, pero parecía premonitoria a la vista del desenlace que tuvo la tan cacareada derogación de la reforma laboral del PP. Pero lo más llamativo es que en aquel momento, primeras semanas de 2020, ante esas declaraciones nadie de Podemos alzó la voz, en aras a defender el compromiso del gobierno de coalición de derogar la reforma laboral de Rajoy, y no voy a entrar en una guerra semántica, porque todo el mundo entiende perfectamente lo que significa derogación. Acababan de empezar a pisar las moquetas de los ministerios e igual estaban deslumbrados por ese nuevo status.

Pocas semanas después vino la pandemia y lo puso todo patas arriba. Y hay que decir que la labor desplegada por el ministerio de Trabajo, sin ser para echar cohetes, sirvió para que la clase trabajadora de este país no se hundiera aún más en la miseria y no me cabe la menor duda que con un gobierno de las derechas las decisiones hubieran sido muy diferentes en perjuicio de la población más vulnerable. Pero muchos de esos decretos, así como los relativos al confinamiento salieron adelante gracias a otras fuerzas políticas,  que para algunos gurús de Podemos están vendidas a los poderes económicos. Parece que a algunos se les ha olvidado con mucha rapidez que para convalidar algunos decretos-ley, anduvieron mendigando votos, pues cada voto en el Congreso valía su peso en oro. Por cierto, hay que decir alto y claro, esos que hoy no parecen que sean tan izquierdas para los defensores de las esencias de la izquierda, cuando subían al estrado del Congreso, exigían al gobierno que fuese más valiente a la hora de tomar medidas, recuerdo discursos de Errejón y Baldoví muy críticos con el gobierno en materia laboral, críticos desde posturas de izquierda. Así son las cosas. Y todo ello sin olvidar ese pacto de mayo de 2020 que los partidos del Gobierno firmaron con EH Bildu, y que nunca cumplieron, para la derogación de la reforma laboral del PP a cambio de una prórroga del Estado de alarma.

Posteriormente vino, e iba siendo hora, la negociación de la reforma laboral y algunos vimos, no sin cierto asombro, que se negoció con todo el mundo, menos con los que había que negociarla: los partidos que facilitaron la investidura. Se hizo todo de espaldas a los representantes de la ciudadanía, la patronal estaba feliz por el acuerdo, y como los números no salían tuvieron que buscar ayuda en Cs, y en la extrema derecha navarra (UPN), aunque sin éxito en este último caso. La puesta en escena de todo ese proceso fue muy clara: aupar a Yolanda Díaz al status de líder de la izquierda y futura candidata a presidenta del Gobierno. Podemos no sólo no lanzó ni una crítica a Yolanda Díaz por una infumable reforma laboral, es que solo faltó pontificarla, y así lo hizo en su discurso la portavoz de Podemos dentro del grupo parlamentario confederal de Unidas Podemos el día que se debatió la reforma laboral en el Congreso. En Podemos nadie discutía el liderazgo de Yolanda Díaz, parecía que iba a ser el Mesías. Y si la reforma laboral propiciada por el gobierno de coalición salió adelante, fue, entre otros, por los votos de Más País y Compromís. Allí estuvieron echando un capote a Unidad Podemos, aunque se quejaron que esta reforma estaba lejos de lo prometido y que con ella no se recuperaban todos derechos perdidos por los trabajadores. Y Yolanda Díaz y su equipo dejaron en la estacada a EH Bildu y a ERC, que decidieron no apoyar ese trágala, recibiendo un aluvión de críticas.

Llama la atención que desde Podemos la crítica se centre en la exigencia de unas primarias abiertas, cosa que en la coalición Unidas Podemos nunca se ha llevado a cabo y cuando la elección de Yolanda Díaz fue un dedazo en toda regla por parte de Pablo Iglesias, ignorando a las bases, una forma de actuar más propia de los partidos tradicionales, todo lo que siempre habían criticado. Por tanto, la legitimidad de Yolanda Díaz se la dio Pablo Iglesias, quizá pensando que por detrás podría mover los hilos de su proyecto, cosa que no parecería muy descabellada si observamos el rol que está adoptando en toda esta trifulca, porque habría que preguntarse cuál es el papel de Pablo Iglesias en todo esto, una persona que al cabo del día realiza muchísimas más declaraciones que Ione Belarra, actual secretaria general de Podemos y la actitud que tiene en los medios de comunicación es la de la persona que lleva las riendas de Podemos, quien dirige el partido en la sombra, cosa que no favorece nada ni a la actual dirección de Podemos ni al conjunto del partido. El hecho que se haya conocido que hace unos meses se reunieran Yolanda Díaz y Pablo Iglesias para rebajar el tono lo dice todo, pues no se reunió con nadie de la dirección de Podemos, lo hizo con el poder en la sombra.

Aquí se está hablando mucho de la fórmula de un frente amplio y que es necesario que Sumar y Podemos se entiendan para evitar que la derecha obtenga la mayoría absoluta, pero nadie está diciendo absolutamente nada sobre la posibilidad que otras sensibilidades de la izquierda se incorporen a este proyecto, como es el caso de Adelante Andalucía, la formación de Teresa Rodríguez y Anticapitalistas. No deja de ser una sensibilidad más dentro de la izquierda que hasta no hace tanto tiempo compartía espacios con algunas de las organizaciones que están en Sumar y que estuvieron en Podemos.

Si lo expuesto hasta ahora es preocupante, aún lo es más los derroteros por donde están yendo las declaraciones de Yolanda Díaz y algunas personas de su entorno en estos últimos días. Si hasta ahora había jugado un papel amable, da la sensación que ha cambiado el chip y ha pasado de tender la mano a no hacerle ascos a evitar que Podemos se incorpore a Sumar, y frases como “Sumar no será será un fracaso si no está Podemos” no ayudan a crear un ambiente de confluencia.

En toda esta bronca hay mucho de tacticismo y mucho pánico al día después del 28 de mayo. No corren buenos vientos para Unidas Podemos en las municipales y autonómicas y todo el mundo tiene claro que sentarse a negociar con los resultados electorales en la mano va ser más complicado para las formaciones que obtengan un mal resultado, pero sería injusto que ese lastre recayese únicamente sobre Podemos, pues no hay que olvidar que en Unidad Podemos también está IU y debería de compartir esa responsabilidad.

Lo que no puede repetirse es el escándalo de la negociación que se dio en Andalucía para negociar la candidatura de las elecciones autonómicas del año pasado, aunque parece que nadie ha aprendido nada de ese espectáculo bochornoso en el que el motivo de la pelea eran los puestos de las listas y el reparto de la financiación. Y la realidad es que a día de hoy el ambiente está peor que hace un año.

Sería más productivo que explicasen al votante de izquierdas cuál es la estrategia para afrontar los comicios de noviembre, si esta pasa por intentar reeditar un acuerdo de gobierno, como hasta ahora, si se van a centra únicamente en la política institucional como fin en sí mismo o, si por el contrario, piensan recuperar el pulso de la calle. Cuando UP entró a formar parte del gobierno de coalición, renunció a la calle como instrumento de presión, y cuando en algún momento quisieron salir a protestar, su socio de gobierno le hizo ver que no se puede estar gobernando y simultáneamente manifestándose en contra de las decisiones del gobierno.

Y en esas estamos, sería importante saber qué hoja de ruta tienen los diferentes actores de la izquierda, que proyecto de gobierno tienen y si hay o no posibilidad de llegar a confluir en un frente amplio, pero por favor, que todos terminen con este espectáculo lamentable, dejen de conspirar tanto y entierren el piolet.