Amnistía versus indultos trampa

La utilización de la figura del indulto ha sido una constante a lo largo de la historia relativamente reciente del Estado español. Las asonadas militares que se dieron a lo largo del siglo XIX solían traer consigo algún tipo de indulto para los militares y políticos afinen a los uniformados que habían salido triunfantes del pronunciamiento de turno. Los golpes de Estado a lo largo del siglo XX fueron otro cantar, pues la característica de estos fue la represión generalizada manu militari, lo que conllevó que se perpetuaran en el poder y que todavía estemos bajo los efectos del que realizaron en julio de 1936.

Desde el momento que el Tribunal Supremo dictó la sentencia en la que condenaba a los políticos independentistas catalanes se han traído a colación dos instrumentos para obtener su excarcelación: amnistía e indulto. Términos que difieren mucho entre sí y que es necesario diferenciarlos.

La amnistía, vocablo de origen griego, tiene su inspiración en Mnemosine (Mνημοσυνη), diosa de la memoria. Y de ahí surge el término amnesia (Pérdida total o parcial de la memoria que impide recordar o identificar experiencias o situaciones pasadas), del que surgirá amnistía, que viene a ser el olvido de los delitos cometidos. La RAE la define como el “perdón de cierto tipo de delitos, que extingue la responsabilidad de sus autores”. Por tanto, es el olvido y/o perdón de un tipo de delitos, aplicándose a la totalidad de las personas que lo hayan cometido y llevando aparejada la extinción de responsabilidad, por lo que las personas beneficiadas no tendrán antecedentes penales.

Esto contrasta con la figura del indulto, que viene a ser una medida de gracia por la que se perdona el cumplimiento de la pena a la persona que ha cometido el delito, pero no se le exime de la responsabilidad derivada del delito cometido, pues el delito en sí no desaparece, teniendo un carácter individual, pues sólo se aplica de forma individualizada y no con carácter general a todas las personas que hayan participado en delitos de esa naturaleza. Esto último tiene su importancia como más adelante se verá.

En todo este proceso hay tres posturas diáfanas y antagónicas entre sí. La que representan los partidos de la foto de Colón y sus medios de comunicación afines, la Brunete mediática, que se oponen de forma radical a cualquier tipo de media de gracia para con los presos políticos catalanes. La segunda postura es la que ha utilizado el Gobierno, el indulto únicamente para los nueve políticos condenados por el Tribunal Supremo. Y por último la que defiende el independentismo catalán que reivindica sin ambages la amnistía como solución a este conflicto.

Por lo que respecta a los defensores del inmovilismo poco o nada se puede añadir. Tanto la Brunete mediática como los partidos de la foto de Colón se han enganchado a este banderín, algo, que por otra parte era de todo punto de vista esperable. Es su forma de hacer política y la forma de tener lo más agrupado posible a su rebaño político. Su postura les puede dar ciertos réditos políticos en el resto del Estado y no quieren desaprovechar la ocasión. Lo que no entraba en sus cálculos es que dos estamentos de lo más reaccionario, en los que se apoya el régimen del 78 hayan adoptado una posición diametralmente diferente. Me estoy refiriendo al empresariado español, representado por la CEOE y los obispos.

Haciendo un ejercicio de análisis político comparado, no deja de ser un auténtico sarcasmo que las diferentes consultas que ha organizado la oposición venezolana, al margen del Gobierno venezolano, en ningún momento se hayan visto en la Unión Europea como unos actos en los que se cometieran infracción penal alguna y en el caso de los partidos que se oponen a los indultos, en todo momento alentasen ese tipo de acciones como método de protesta. Da la impresión que lo de organizar consultas a la población al margen de la legalidad vigente incurre en una infracción penal según donde y cuando se realicen. Debe ser que ejercer la legitimidad democrática es patrimonio de unos pocos.

Sin embargo, en el tema que nos ocupa, lo fundamental es contrastar las otras dos opciones existentes para solucionar el problema de los presos políticos catalanes, ver quienes las defiendes y buscar una solución al problema de Catalunya.

Anteriormente he expuesto de forma muy laxa las diferencias existentes entre amnistía e indulto. Ahora bien, ambos conceptos si los llevamos a la praxis política las diferencias se agrandan de forma considerable.

Los defensores del indulto hay que situarlos en los partidos que forman el Gobierno de coalición, aunque con matices a lo largo del tiempo. Por un lado, tenemos al PSOE, que no hace tanto tiempo apoyaba la aplicación del 155 y apoyaba los procedimientos judiciales que se abrieron en la Audiencia Nacional y Tribunal Supremo, porque había que salvaguardar “el Estado de derecho”. Es decir, abogaba por buscar una salida judicial a un problema político. Pedro Sánchez no hacía más que enseñar una de las mil versiones que lleva sacando a la luz desde que dirige los designios del PSOE.

Por lo que respecta a la postura de Podemos, esta se ha movido en no judicializar el problema catalán y en contra de los procesos judiciales abiertos. Y una vez que se hizo pública la sentencia, abogó por los indultos, entre otros motivos, por una cuestión importante: derogar el delito de secesión. Postura lógica, porque con la sentencia en la mano la aplicación de esta figura penal se podía convertir en un instrumento para criminalizar cualquier tipo de protesta en el marco de una huelga general, movilización como el 15M o protestas antidesahucio. Desde los partidos de la izquierda enseguida percibieron que la sentencia del TS ponía en peligro algunos derechos fundamentales.

Para el Gobierno la búsqueda más sencilla para que los nueve condenados por el Tribunal Supremo obtuviesen la libertad ha sido utilizar la figura del indulto. De esta forma han salido a la calle, aunque seguirán impedidos para el ejercicio de ningún tipo de cargo público, pues no se les anulan ni las inhabilitaciones y las responsabilidades civiles que les fueron impuestas. Los indultos han sido decretados con una serie de condicionantes que impiden a los indultados poder ejercer una actividad política plena. Así, de esta medida no se han podido beneficiar ni los que tomaron el camino del exilio ni todas aquellas personas que están inmersas en otra serie de procedimientos penales como consecuencia del procés. Esta cuestión es fundamental, porque con la medida que ha adoptado el Consejo de ministros los únicos beneficiados son un número reducidísimo de personas si lo comparamos con todas las personas que continúan imputadas en otras instancias judiciales.

El Gobierno está vendiendo los indultos en clave de magnanimidad con los presos políticos catalanes, pero eso no se corresponde con otras acciones que está llevando a cabo. Sin ir más lejos, el Gobierno ha quedado retratado estos días con algunas de sus actuaciones y sus declaraciones. El dar marcha atrás en la reforma del Código Penal que está preparando en lo referente a la derogación del delito de sedición, alegando que no hay un supuesto consenso con los partidos que apoyaron la investidura es una muestra que no está por la labor de adecuar el Código Penal español a los estándares democráticos. No deja de ser el mantenimiento de la legislación que le da cobertura para volver a encarcelar a quien vuelva a poner urnas. Otro botón de muestra han sido las manifestaciones de rechazo al informe del Consejo de Europa contra España por el juicio del procés. Esta actitud es más típica de la Turquía de Erdogán o de la Rusia de Putin, o de un hipotético gobierno de coalición entre  Casado y Abascal. Lo que no tiene un pase es que el Gobierno de Pedro Sánchez actúe de esta forma, pero quizás todo sea producto de intentar sacar a relucir una de las mil caras que tiene el líder del PSOE. Y ese intento de intentar contentar a los que desde su partido han puesto el grito en el cielo por los indultos.

El Gobierno está vendiendo estos indultos como la fórmula mágica que va a servir para solucionar el problema de Catalunya, sin querer abordar el problema de fondo que es tan sencillo como que las reivindicaciones de una parte muy importante de la ciudadanía catalana no pueden ser ejercidas porque el marco jurídico-político actual lo impide y hablar de otras cuestiones no deja de desviar la atención y marear la perdiz. La imposibilidad de poder ejercer el derecho a decidir el modelo de país en el que quiere vivirla ciudadanía catalana choca de forma sistemática con el muro que forma el régimen del 78. El drama existente es que gane quien gane en las elecciones catalanas, los partidos que pierden, que casualmente siempre son los mismos, pueden dormir tranquilos porque las reivindicaciones de los partidos que forman el bloque vencedor no pueden ponerse en práctica y sus programas electorales acaban siendo papel mojado o, en su defecto, si lo quieren poner en práctica, les espera el palo y tente tieso. El Gobierno ha ido posponiendo de forma reiterada la reunión de la mesa de diálogo y mientras el tiempo y la legislatura transcurre, siendo el margen de maniobra cada vez es más corto pues la legislatura no corre, vuela.

La estrategia del Gobierno de coalición es bastante simple: busca romper el bloque independentista a través de unos indultos trampa, pues sólo neutralizan el caso de nueve personas, dejando la situación empantanada para otras muchas que no son tan mediáticas. Es una estrategia legítima, pero, al mismo tiempo, carente de ética y un tanto peligrosa. Es peligrosa porque con la salida de los presos condenados por el procés, se ha encontrado una reivindicación unánime de amnistía, como fórmula para resolución del conflicto, al margen de las diferencias existentes entre las organizaciones independentistas. En un tema de esta naturaleza, las diferencias han quedado aparcadas para unirse en la reivindicación de la amnistía. Si el Gobierno pensaba que desde las filas del independentismo iba a recibir el aplauso generalizado es que no ha entendido nada hasta el momento.

La postura del independentismo en defensa de la amnistía como única forma de solución del conflicto tiene su fundamento en varias cuestiones.  Partiendo de la definición que he realizado de amnistía, en términos políticos esta no se ciñe únicamente al olvido y/o perdón de un tipo de delitos para todas las personas que lo hayan cometido. La aplicación de una amnistía política va más allá, pues suele ser la consecuencia última del reconocimiento de los objetivos políticos que persiguen los condenados, lo que conlleva que no tenga razón de ser la condenada que en su día les impusieron.

En términos políticos la amnistía viene a ser el respaldo a la lucha o actividad política que han ejercido las personas condenadas y beneficiadas por la aplicación de esta medida y elevar su lucha a ejemplo para toda la sociedad con la extinción del delito para la totalidad de personas que se puedan afectar. Es por ello, que cuando una medida de esta naturaleza es concedida por algún gobierno suele llevar aparejada algún acuerdo entre las partes beligerantes. Todo esto con el añadido que los delitos por los que fueron condenados se resumen en poner urnas para que la población participase de un referendum.

El independentismo catalán ha sido un ejemplo a la hora de utilizar métodos pacíficos, algo que no ha pasado desapercibido en Europa, por más que desde el Ministerio del interior hayan tenido una actitud intoxicadora, con la cooperación necesaria de los medios de comunicación cercanos a la extrema derecha española. Mucho más fructífero hubiera sido que este gobierno hubiese realizado tiempo atrás una labor pedagógica para explicar a la ciudadanía que la puesta en libertad de los presos políticos catalanes era una cuestión de higiene democrática y explicar que la represión a quien tiene por objetivo poner urnas es propia de otros países y/u otros tiempos. Los próximos meses van a ser cruciales en el desenlace del conflicto Catalunya-España. La pelota está en el tejado del Gobierno español para poder desatascar una situación que se lleva arrastrando a lo largo del tiempo. Debe de tener voluntad política para abordar el problema con valentía y hacer pedagogía con la población del resto del Estado para que entiendan la naturaleza del conflicto y que muchos sectores abandonen el lema del “a por ellos” que pusieron en marcha los partidos de la derecha extrema y la extrema derecha española en 2017 durante los meses del procés. En política buscar la cuadratura del círculo sólo sirve para tropezarse con el mismo obstáculo

Nubarrones en el horizonte político de la izquierda

La victoria contundente que el PP ha obtenido en las elecciones autonómicas madrileñas está alertando la posibilidad de un cambio de ciclo político. Si nos guiamos por las encuestas que se están publicando, la derecha podría obtener una mayoría absoluta en el Congreso de los diputados.

Este nuevo panorama que hace unos meses parecía harto improbable, es producto de un desgaste del actual Gobierno de coalición que en poco menos de dos años ha sido incapaz de poner todos los medios para ejecutar el acuerdo de Gobierno que aprobaron en diciembre de 2019 y plasmarlo en una batería de leyes e iniciativas que sirvieran para dejar sin efecto la involución que fue la etapa del PP en el Gobierno de la mano de Mariano Rajoy.

El documento que firmaron en su día PSOE y Unidas Podemos (UP), sin ser la panacea, era lo suficientemente interesante como para poder avanzar en el camino de la recuperación de derechos fundamentales civiles y sociales. Este Gobierno durante el tiempo de legislatura que ha consumido debía de haber impulsado una batería de leyes e iniciativas que negociadas previamente con las formaciones políticas que posibilitaron su investidura, sirvieran para derribar toda la involución que se vivió durante la etapa neoliberal del PP.

Cierto es que los primeros meses de la pandemia trastocaron ese calendario de actuaciones y hasta se podría admitir que el Ministerio de Trabajo diese prioridad a toda esa batería de Decreto-leyes que están siendo imprescindibles para sofocar la situación laboral de millones de trabajadores como consecuencia del confinamiento y la pandemia y durante los primeros meses dejase a un lado la derogación de la reforma laboral del PP. Lo que no tiene lógica es que diese un auténtico parón en el resto de temas y que este Gobierno no haya avanzado en el cumplimento de su propia hoja de ruta que elaboró y que fue instrumento fundamental para que los socios que lo sustentan facilitasen la investidura.

Con la perspectiva que está dando el transcurso de casi año y medio de gobierno, y la inacción en la que está sumido, la conclusión que se obtiene es sencilla. Todo se resume en el bloqueo que existe desde dentro de la mayoría del gobierno a la hora de sacar adelante el programa pactado por PSOE y UP y el modus operandi está siendo diáfano.

Para ello es necesario tener una mirada retrospectiva. La situación que está viviendo este Gobierno tiene su origen en las circunstancias que llevaron a que se diese este acuerdo de coalición. Este gobierno es producto de una repetición electoral, pues las elecciones de abril de 2019, aun dando a los dos partidos que forman la coalición de gobierno una mayoría superior a la que tienen en la actualidad, fue imposible que llegasen a un acuerdo.

En los meses posteriores a las elecciones de abril de 2019 un hipotético acuerdo entre PSOE y UP se antojaba harto complicado. No sólo hay diferencias ideológicas y políticas entre ambas formaciones. La cuestión va a allá. Estos dos partidos representan dos conceptos diametralmente opuestos de modelo jurídico-político que quieren para el Estado. El PSOE es un ferviente defensor del Régimen del 78, lo que lleva aparejado que no cuestione la monarquía y las instituciones surgidas a partir de 1978, posicionándose en contra del derecho de autodeterminación de los diferentes pueblos del Estado español y, a nivel socioeconómico cuando ha gobernado ha realizado políticas neoliberales, bordeando esa línea casi inapreciable que le separa del PP, teniendo una relación de gran complicidad con los poderes económicos.

Frente a esta posición de partido sostenedor del régimen heredero del franquismo, está UP que se alinea en una posición crítica contra las esencias de este régimen, manteniendo una actitud muy crítica con todos esos poderes con los que el PSOE no tiene problema alguno para salir en la misma fotografía.

Ante esta situación era tremendamente complicado que hubiera cierto grado de química entre ambas partes, aunque alguien dirá que la política es el arte de lo imposible y cosas más raras se han visto. La realidad se imponía y no hubo acuerdo, entre otras cosas, porque lo que realmente seducía al PSOE era llegar a un acuerdo con Ciudadanos (Cs), pues la suma de ambos partidos en el Congreso les daba una mayoría absoluta, sin tener que necesitar ningún otro apoyo. Que el PSOE se decantaba por esta opción es algo que está probado porque algunos líderes del PSOE han reconocido que esa era la opción que barajaban en su partido. La negativa reiterada por parte del líder de Cs para hablar con Sánchez y la imposibilidad de llegar a un acuerdo con UP, abocó a una repetición electoral, pero el nuevo escenario que surgió en noviembre dejó al PSOE sin margen de maniobra. Con un Cs reducido a la mínima expresión, el PSOE tuvo que hacer de la necesidad virtud y negociar con UP un acuerdo de gobierno y un programa que a día de hoy todo hace iniciar que no cree mucho en él.

Eso y no otro motivo es lo que empujó a Sánchez a mover ficha a las pocas horas de las elecciones de noviembre de 2019. El PSOE, además de representar lo que representa, uno de los pilares del régimen, no deja de ser una máquina electoral que le obliga imperiosamente a estar en el poder para poder mantener su estructura como partido. Este tipo de partidos tienen muchos estómagos que alimentar y para ello su oxígeno es ostentar el poder en las diferentes administraciones. Eso le abocó a Sánchez a olvidar todo lo que había dicho en campaña y a abrirse a negociar no sólo con UP, sino con otras fuerzas políticas para que los números le dieran la presidencia del gobierno.

En el caso hipotético que se hubiera dado la posibilidad de haber llegado a un acuerdo con Cs después de las primeras elecciones, la relación entre ambos partidos no hubiera estado tan salpicada de diferencias y enfrentamientos entre ambos socios. Sólo hay que ver como el PSOE comparte gobierno con el PNV en la CAV y las diferencias son mínimas. Alguna que otra surge cuando se habla de un nuevo Estatuto, porque ahí le sale al PSOE la vena jacobina, pero por el resto de temas suele ser una balsa de aceite. Y algo similar se puede decir del gobierno de coalición que comparte en Cantabria con el PRC. Las diferencias son de andar por casa.

Este Gobierno está controlado por el PSOE y en algunos momentos los ministros de UP dan la sensación que son auténticos jarrones decorativos, surgiendo las profundas diferencias cuando se tropiezan con algún tema de los que vienen recogidos en el acuerdo de gobierno.

En el caso de los proyectos de ley que tienen que sacar adelante los ministerios controlados por el PSOE, el ministro en cuestión suele ignorar bastante el contenido y el espíritu del documento de forma casi sistemática, sacando adelante borradores de documentos que lo que consiguen es el enfrentamiento con sus socios de gobierno, que frecuentemente se traslada a los medios de comunicación con declaraciones cruzadas. Todo esto lo único que logra es soliviantar a los socios del Gobierno de coalición y, a partir de ese momento el esperpento está servido. Casos como el de la ley de vivienda que se tramita a través del ministerio de que controla Jose Luís Ábalos o la reforma de las pensiones que controla Escrivá están siendo la muestra palpable que los ministros del PSOE están ignorando un día sí y otro también los acuerdos firmados.

En el caso de los proyectos de ley que elaboran los ministerios controlados por UP, la estrategia del PSOE está siendo tanto o más sangrante. Al llegar los borradores a las inmediaciones del Gobierno. Es decir, cuando el ministro de turno de UP los lleva a la comisión de secretarios y subsecretarios, que la preside la vicepresidenta del gobierno, es el momento en el que la lugarteniente de Pedro Sánchez pone en marcha toda la maquinaria para aparcar esas iniciativas. Utilizando todo tipo de argucias jurídicas, como la solicitud de informes, la duda de la constitucionalidad de las iniciativas que se presentan, etc… La realidad es que ministerios como el de Igualdad han sido incapaces hasta el momento de aprobar ningún proyecto de ley en todo este tiempo. Ni el proyecto de  del “Solo sí es sí”, que es la ley estrella de este ministerio y que lleva una tramitación de más de un año, ni la ley trans han sido capaces de llegar al Consejo de ministros para que sea aprobada y se remita al Parlamento.

A todo esto hay que añadir la imagen que están dando en los medios de comunicación, que ávidos de carnaza informativa, esto les viene como anillo al dedo. Pero lo más grave es la percepción que recibe la ciudadanía. Porque todo esto acaba generando frustración en el electorado y al final se acaba imponiendo la decepción.

La táctica que está siguiendo UP de criticar a posteriori algunas de las decisiones que previamente han sido aprobadas en Consejo de ministros, no pasa de ser una forma bastante burda de hacer oposición desde dentro del Gobierno. Las decisiones que se adoptan en ese órgano son colegiadas y no es muy coherente actuar de esta forma. UP realmente quiere actuar como si fuese un socio del Gobierno a través de un acuerdo de legislatura, en el que le permite tener una libertad mucho mayor. Pero la apuesta de la dirección de Podemos fue la de gobierno de coalición por encima de todo. Entrar en el Gobierno al precio que fuese y el resultado es que en menos de dos años han quemado al líder del partido y de la coalición. Pésimo negocio pues no parece que su estancia en el gobierno les esté deparando mejores perspectivas electorales.

Por el contrario, estas cosas no le pasan a la derecha. Cuando gobiernan no se andan con miramientos si una ley se ajusta a la Constitución o si puede levantar ampollas en la opinión pública. La derecha llega al Gobierno para servir unos intereses, tienen muy claros que tener a su disposición el Boletín Oficial del Estado es la mayor herramienta existente para aplicar sus políticas. Cuanto antes sea publicado en el Boletín la norma que quieran sacar adelante, ellos ponen todos los medios para lograr sus objetivos. Entonces ¿por qué le pasa a este Gobierno? Por una combinación de factores. El nulo entusiasmo del PSOE en sacar adelante la hoja de ruta acordada con su socio y la incapacidad política que está demostrando UP en el Gobierno.

Al margen de la pandemia y lo que ha acarreado, Podemos se ha volcado en el trabajo institucional, olvidando sus origines que no son otros que las calles y plazas. Lo del partido movimiento se ha quedado para los documentos políticos. Ha obviado la importancia que tiene la presión en la calle para poder azuzar a su socio de gobierno y lo que ha conseguido es que la extrema derecha se haya adueñado de la calle y que este partido se distancie más de su verdadero pulmón que es la capacidad movilizadora que se supone que es una de las esencias de la izquierda.

Todo esto siendo algo obvio, es una situación que se repite con gran frecuencia allá donde la izquierda llega a gobernar, exceptuando honrosas excepciones. La izquierda para que llegue al poder tienen que darse unas condiciones muy determinadas y a eso hay que añadir que los obstáculos que tiene que sortear no tienen comparación con la facilidad que tiene la derecha para ganar unas elecciones. Por ello no es comprensible que cuando la izquierda logra constituir gobiernos más o menos progresistas se diluya en ellos. Entran en una especie de burbuja y, lo que es más grave, se abre una brecha entre el gobierno y la calle.

Este gobierno olvida que las posiciones no están ganadas de por vida. El votante ya no es como hace cuarenta años que era fiel a unas ideas o a unas siglas. La ciudadanía está en constante movimiento y evolución y cuando observa que no hay diferencia entre las políticas de la derecha y la izquierda acaba votando a la extrema derecha populista porque les vende un discurso plagado de demagogia pero que les suena bien.

A este gobierno ya le empieza a correr el cronómetro, pues casi ha consumido la mitad de la legislatura y hay que tener presente que sacar adelante las diferentes leyes lleva unos plazos en función del tipo de norma que sea. Si a esto le añadimos que para que la ciudadanía pueda percibir la aplicación de toda esa nueva legislación tiene que pasar un periodo para que se vean los resultados. Los plazos se acortan y este año es fundamental para dar un impulso político. Las dudas radican de la voluntad política que tenga el PSOE en cumplir el documento de gobierno de coalición.

Toda esta inacción no hace sino allanar el camino a la derecha para que en las próximas citas electorales pueda lograr mayorías suficientes para poder gobernar. En estos momentos en los que por Europa corre el viento de los populismos de extrema derecha, los partidos que forman el Gobierno tienen la responsabilidad de retomar la iniciativa para hacer de muro de contención. No pueden estar pendientes de que los números salgan gracias a que en Catalunya y Euskal Herria los partidos de la foto de Colón son testimoniales. Ellos tienen que poner los mimbres necesarios para recuperar la ilusión en el electorado que les votó. En sus manos está limpiar el horizonte de los nubarrones que representa las derechas o que se oscurezca el futuro más inmediato.

VOX. El mamporrero de Diaz Ayuso

Si a alguien le podía quedar alguna duda, esta se ha despejado en los dos debates electorales que ha habido la semana pasada. Ha quedado claro que hay dos partidos de extrema de derecha que se presentan a las elecciones a la Comunidad de Madrid y uno, VOX, hace de mamporrero del otro, el PP de Ayuso. El PP y VOX están teniendo una actuación con un cierto grado de coordinación.

Para entender todo esto, es imprescindible hacer un diagnóstico claro de lo que representan PP y VOX. Ello ayudará a buscar la hoja de ruta más adecuado para luchar contra los movimientos de extrema derecha, fascistas o trumpistas. La verdad sea dicha, que en estos momentos los adjetivos no dejan de ser sinónimos, pues realmente todos estos adjetivos se están refiriendo a ideologías que tienen como misión principal apuntalar al capitalismo cuando ve que peligrar su dominación sobre la humanidad.

Es necesario precisar algunas cuestiones imprescindibles para entender todo lo que se está viviendo cara a las elecciones autonómicas de Madrid. El PP madrileño siempre ha sido el ala de extrema derecha dentro de la derecha extrema que representa el PP. La historia está ahí y no se puede ocultar. Por el PP de Madrid han pasado personajes de todo pelaje, pero todos han tenido un denominador común: han sido los exponentes más claros de lo que es la extrema derecha madrileña. Desde el siniestro Ángel Matanzos, concejal en el Ayuntamiento de Madrid,  pasando por Ruiz Gallardón. Un lobo de la extrema derecha con piel de cordero. El que era considerado progre en el PP, pero en cuanto tuvo la oportunidad enseñó la patita y terminando con Esperanza Aguirre, que llegó a ser la lideresa gracias al tamayazo y actual madrina política de Isabel Díaz Ayuso. La lista es superior, pero no es cuestión de extenderse en ella. Y VOX es el hijo que ha engendrado el PP.

Para definir a Diaz Ayuso se podría resumir diciendo que podría ser la candidata perfecta de VOX. Tendría que afinar alguna que otra frase suya a la hora de hablar al votante, pero quitando algún que otro matiz de barniz y pintura, el resto es lo mismo. Quizá por eso VOX en estos momentos siga subiendo el tono en sus manifestaciones, para que quede claro que la esencia de esa ideología les pertenece a ellos y no verse fagocitados en las urnas por Díaz Ayuso.

La estrategia de la extrema derecha para afrontar la campaña electoral de la Comunidad de Madrid no pasaba por asistir a los debates. Lo que ha ocurrido en el debate organizado por la Cadena SER no fue una forma aislada de actuar de VOX.  Se podría decir que en cierta forma ha sido una estrategia calculada al milímetro.

La extrema derecha madrileña, formada por VOX y Díaz Ayuso, no se podía permitir otro debate como el del miércoles pasado en Telemadrid. La candidata del PP tuvo que tragar con el debate que se celebró el pasado miércoles en esta cadena. Su no asistencia la hubiera dejado demasiado evidencia. La imagen de una candidata que huye de todo lo que sea confrontar ideas y propuestas con sus contrincantes políticos, con el agravante que la cadena organizadora era, nada más ni nada menos, que la televisión pública autonómica. Pero declinó asistir al resto de debates programados. Pasó el mal trago del miércoles dando una imagen de mala educación y un tanto chulesca. La señorita no da para más. La que fue responsable de la cuenta de Twitter de Pecas, el perro de Esperanza Aguirre. Bueno, como esta señora está muy preocupada por el bilingüismo en la Comunidad de Madrid voy a coger prestada la denominación que le doy Gabriel Rufián: Community manager del perro de Esperanza Aguirre. Así queda más british. Ella sabe perfectamente que en el ámbito de contratar ideas tiene más posibilidades de perder que de ganar y no está para tomar riesgos innecesarios.

A partir de este momento, en todos los debates que se iban a producir se daba un desequilibrio que a nadie se le podía escapar. Los tres candidatos de la izquierda tenían claro cuál era el objetivo: Dejar al descubierto las políticas del PP en Madrid durante los últimos veinticinco años, la colaboración necesaria que ha tenido de Ciudadanos en los últimos seis años y la dependencia de un partido que representa el fascismo del siglo XXI, VOX. En el debate de Telemadrid la confrontación entre Gabilondo, Mónica García y Pablo Iglesias fue de guante blanco. Pero la actitud de la representante de VOX ya empezaba a dejarnos pistas de lo que nos podían deparar los debates futuros. Descalificaciones, insultos, interrupciones y mala educación por doquier.

La actitud de Pablo Iglesias en los preliminares del debate que se celebró el viernes en la Cadena SER entraba dentro de la lógica. El hecho de recibir una carta amenazando a él y a toda su familia con cuatro balas de cetme no es muy agradable y su postura de negarse a debatir con alguien que se niega a condenarlo hay que entenderla. Ahora bien ¿Fue inteligente el abandonar el debate? ¿Ha sido una decisión acertada que los candidatos del PSOE y Más Madrid no solo abandonaran ese debate, sino que se nieguen a hacer más debates con VOX? El tiempo lo dirá, pero lo que ocurrió en la Cadena SER ha sido una victoria que ha obtenido VOX, que en ningún momento ha querido que haya debates donde cada partido pueda exponer sus propuestas. El partido de extrema derecha es más de sacar ruido y lanzar bulos. Teniendo presente que a esos debates no iba a asistir Diaz Ayuso, uno acaba pensando que la más favorecida de la bronca que organizó la candidata de VOX haya sido Díaz Ayuso, pues en cada debate que se celebrase ella iba a ser la gran ausente y la representante de VOX se llevaría honor de defender el discurso de la extrema derecha en solitario.

Después de todo lo que ha sucedido, que nadie se llame a engaños, el votante de la extrema derecha madrileña está muy ufano. El perfil que ansían es el que ha tenido la representante de VOX en todos los debates y el que tuvo Díaz Ayuso el miércoles en Telemadrid. Insultos a otros candidatos, faltando al respeto, interrupciones, etc… Esto no deja de ser una copia de los líderes en los que se inspiran. Sin ir más lejos, en la campaña a las elecciones presidenciales norteamericanas Trump actuó de forma similar en los debates a los que asistió. Que nadie piense que los dos partidos de la extrema derecha madrileña vayan a perder un voto con las formas que han utilizado en los medios de comunicación. Muy al contrario. Su electorado es la esencia de la radicalidad que se alimenta de todo tipo de fake news a través de las redes sociales.

La izquierda española hasta ahora no se ha percatado que la actitud que la extrema derecha está teniendo con ella es la que tuvo hace unos años con los políticos independentistas catalanes ¿Ya nadie se acuerda de esas despedidas a la Policía y Guardia Civil que trasladaban a Catalunya y en la que se coreaba el grito de “a por ellos”? o¿La impunidad que tienen los ultras que asaltaron la librería Blanquerna de Madrid? Impunidad hasta el extremo que a día de hoy el Tribunal Constitucional ha suspendido el ingreso en prisión de los condenados. La extrema derecha lo único que ha hecho es cambiar el blanco de sus ataques y ahora la izquierda es la que está en su punto de mira.

Todo lo ocurrido ha dado un vuelco a la campaña y la izquierda ha pasado a enfocar la campaña entre democracia o fascismo. Algo que es real. Pero no hay que olvidar que la bandera del fascismo no solo la porta VOX. El PP de Ayuso se afana por alzar esa enseña con el mismo ahínco. Pero otra cosa muy diferente es si esa dicotomía ayuda a ganar las elecciones, porque todo lo que no sea obtener la derrota de la extrema derecha no deja de ser secundario. Y entrar en ese debate de democracia versus fascismo quizá sea restar fuerzas al debate en el que prima desmontar las políticas del PP en temas tan importantes como sanidad, educación, cuestiones sociales, corrupción, etc…

El discurso en un barrio de gente trabajadora, en el que sus habitantes, en el mejor de los casos, salen de su casa cuando las calles no están puestas para regresar justo para cenar y al día siguiente vuelta a empezar, todo ello para llevar un sueldo con el que es imposible llegar a fin de mes tiene que centrarse en sus problemas. Además de la denuncia del fascismo hay que explicarle que la Comunidad de Madrid es la que menos gasta por habitante en sanidad y educación y es la que lidera el gasto de sus habitantes en seguros sanitarios privados. Es decir, ciudadanos que pagan por tener una sanidad privada. Hay que recordarles que los recortes en educación han servido para llenar de dinero a la educación concertada y privada y esas son las políticas de la extrema derecha en Madrid y en otras partes del mundo. Y así en innumerables temas que los sufren diariamente. En resumen, no existe la democracia sin derechos fundamentales de carácter social.

Tengo la sensación que en el debate de polarizar entre democracia y fascismo, la extrema derecha de Madrid tiene todas las cartas para ganar. Olvidamos con facilidad que el dictador tuvo una muerte placida en una cama de un hospital, que los que controlaron el poder durante la dictadura han continuado los siquientes cuarenta años en puestos relevantes en los ámbitos políticos, económicos, judiciales, en los aparato policiales y militares siendo los que han controlado el relato. Y a todo eso hay que añadir la no desdeñable cantidad de medios de comunicación que controlan. Debería de hacernos pensar que el partido heredero del franquismo, el PP, en Madrid durante varias décadas ha obtenido mayoría absoluta sin despeinarse. En el Estado español todavía no se ha pasado la página del franquismo y la masa del partido que en la actualidad lo vitorea, VOX, hace menos de una década estaba toda en el PP.

En la izquierda hay una frase que se suele utilizar con frecuencia que dice que “con el fascismo no se discute, se le combate”. La literalidad de la frase no deja lugar a dudas, pero a día de hoy, el significado que en este caso se da al verbo combatir hay que ponerlo en contexto. La acepción actual va dirigida a combatir sus ideas y para ello cualquier foro de debate, tribunas o plató de medios de comunicación son las armas que hay que utilizar contra el fascismo. La extrema derecha no tiene cabida en nuestra sociedad, pero es necesario que en todo tipo de debates no se sienta cómoda y ello es imposible si no tienen enfrente a los partidos que les pueden hacer frente ante ese discurso. Y es evidente que no se puede caer en las provocaciones que andan buscando, utilizando como siempre los mismos recursos dialécticos. No sería de extrañar que esta semana utilizaran el comodín de ETA, porque el de Venezuela ya lo han utilizado Díaz Ayuso.

La misión de lograr un cambio en Madrid es lo suficientemente compleja y difícil como para renunciar de la noche a la mañana a asistir a ningún debate y entiendo las razones que han dado los tres partidos que se han negado.

En todo esto que se ha vivido no se puede olvidar el papel que han jugado los medios de comunicación, porque no hay que olvidar que la inmensa mayoría pertenecen a grupos económicos, lo que conlleva que anteponen sus intereses crematísticos al derecho a la información. Esa inmensa mayoría de medios de comunicación han normalizado el discurso de la extrema derecha española y un número no despreciable de ellos se han convertido en el altavoz de sus soflamas. Estos medios de comunicación han tildado de gobierno ilegítimo al gobierno de coalición PSOE-UP, utilizando términos como golpistas. Han reído las gracias a los grupos de Whatsapp, en los que se han vertido amenazas y frases de odio. Todo ello tiene como finalidad el normalizar en la sociedad este discurso y este lenguaje golpista.

Cuando Xabier Arzallus denominó a un sector de la prensa madrileña como la Brunete mediática no fue un recurso verbal. Los definió de esa forma porque representaban los ideales del 18 de julio de 1936. Y el tiempo le ha venido a dar la razón.

La batalla de Madrid II. La lucha por la hegemonía de la izquierda madrileña

Corren malos tiempos para la izquierda madrileña. Son muchos los años en los que la derecha lleva gobernando la Comunidad de Madrid (CAM) de la mano de las políticas más afines a la extrema derecha y con el paso de los años, Madrid ha pasado a ser el laboratorio que el ala más de extrema derecha del Partido Popular (PP) utiliza de forma reiterada para poner en marcha las políticas que salen de la factoría FAES y/o que importan de los think tank republicanos y trumpistas de los EEUU.

Desde que en las elecciones de 1995 el PP, con la candidatura de Ruiz-Gallardón obtuviese la mayoría absoluta, la izquierda madrileña lleva más de un cuarto de siglo sin lograr dar con la tecla para desbancar a la derecha, con el paréntesis efímero de las elecciones de mayo de 2003, en las que no fructificó un gobierno de mayoría PSOE-IU, debido a que dos tránsfugas del PSOE posibilitaron el tamayazo. A partir de entonces, las victorias del PP se han ido sucediendo hasta nuestros días, aunque en las de 2015 y 2019 hayan necesitado el apoyo de otros grupos de la derecha para poder mantenerse en el gobierno. 

A priori, el anticipo de las elecciones autonómicas de Madrid es el peor escenario que se le puede plantear al centro-izquierda madrileño en estos momentos. Ello ha provocado algunos movimientos que se han dado desde el anuncio de la convocatoria de elecciones, aunque no parece que sean lo suficientemente importantes para que pueda producirse un cambio en la correlación de fuerzas dentro de los partidos del centro-izquierda. Eso sí, este proceso electoral va a servir para animar la pugna entre las diferentes opciones de este espectro político que concurren a estos comicios.

El PSOE madrileño, a lo largo de los años, ha sido incapaz de articular un proyecto para disputarle unas elecciones a la derecha. Desde la época de Joaquín Leguina, último presidente del PSOE en la CAM, la Federación Socialista Madrileña ha sido siempre un polvorín, con luchas intestinas que le han ido desangrando como alternativa y eso lo está pagando con creces. Si a eso se le añade que las políticas que desarrolla el PSOE allá donde gobierna no difieren en las grandes cuestiones de las que realiza la derecha, es muy complicado remarcar su espacio electoral. Y en esta campaña se está volviendo a reproducir esta situación pues el candidato del PSOE está pisando esa línea que separa las políticas progresistas de las neoliberales.

La decisión del PSOE de mantener como candidato a Ángel Gabilondo ha sido un tanto llamativa, pues parecía que su candidatura estaba en el aire, sobre todo, después de todas las críticas que ha recibido por la nula oposición que ha realizado al gobierno de Díaz Ayuso, desde el estallido la pandemia. En ningún momento ha tenido una estrategia como líder del partido más votado en Madrid ante la nefasta gestión que ha realizado el Gobierno la CAM. Ha sido incapaz de tener una actitud proactiva en temas tan importantes y graves como la gestión del Gobierno autonómico en las residencias de ancianos, así como en la destrucción de la sanidad pública. En Madrid se dice que dos no discuten si uno es Ángel Gabilondo, y en los días posteriores a la convocatoria electoral la sensación era que el PSOE tenía interiorizado un resultado adverso y por ende una mayoría absoluta incontestable de la extrema derecha.

A lo anteriormente expuesto hay que añadir la política acomplejada que ha mantenido el Gobierno Central en su relación con la CAM. Ha sido una auténtica guerra de posiciones en la que Díaz Ayuso ha sabido tomarle la medida a Pedro Sánchez. Ha habido diversas situaciones en las que se ha constatado quién tenía claro su objetivo y quién iba sin rumbo fijo y el ejemplo palmario fue la visita que Pedro Sánchez realizó a la sede de la CAM y la posterior comparecencia conjunta. Ayuso le preparó su emboscada particular con las declaraciones que realizó.

Pasado unos días, el PSOE se ha empezado a desperezar y para ello ha retomado una táctica muy similar a la que utilizó Pedro Sánchez en la campaña de las elecciones de noviembre de 2019. Si en esa campaña proyectó una imagen en la que se alejaba de Unidas Podemos (UP) y criminalizó al independentismo catalán para luego acordar un gobierno de coalición con los primeros y pactar con ERC una abstención, ahora parece que la campaña de Gabilondo quiere seguir un camino muy similar, vetando a Podemos en un hipotético acuerdo de gobierno e inclinándose por llegar a pactar con Más Madrid y Ciudadanos (Cs). Pero esta estrategia no sólo la están siguiendo en lo que a alianzas electorales se refiere. El candidato Gabilondo ya ha iniciado un discurso neoliberal, al más puro estilo Cs, con su propuesta de no subir impuestos. Da la sensación que es un intento a la desesperada por pescar en el caladero de Cs y evitar que la mayor parte del electorado de los naranjas acabe votando a alguno de los dos partidos de extrema derecha que se presentan a las elecciones (PP-VOX). El PSOE más que un partido es una máquina electoral que puede hacer fluctuar su discurso en función de la dirección del viento, pero eso en política se suele pagar caro porque su electorado natural se acaba desmovilizando.

Sin duda alguna, la decisión de Pablo Iglesias de presentarse como cabeza de Unidas Podemos, abandonando el Gobierno y el escaño de diputado y su posterior oferta a Más Madrid para concurrir conjuntamente a estos comicios ha sido el revulsivo que necesitaba la izquierda para animar esta campaña electoral. Estos dos movimientos simultáneos han generado el mayor efecto mediático a lo largo de estas últimas semanas.

El salto que ha dado Pablo Iglesias abandonando su puesto de Vicepresidente segundo del Gobierno no deja de ser una decisión que va a condicionar el futuro de Podemos y su relación con su socio de coalición, IU. Que Pablo Iglesias haya llegado a la conclusión que tiene que ser él la persona que encabece la lista de UP para presidir la Comunidad de Madrid no deja margen de dudas a la hora de hacer una lectura. Muy mal tenía que ver la cosa. En UP había auténtico pánico de no poder llegar al cinco por ciento y pasar a ser una fuerza extraparlamentaria, como le ha ocurrido en Galicia. Esta vez UP no se lo podía permitir. Hubiera sido un golpe durísimo y se hubiera reflejado en la relación con su socio (PSOE) en el Gobierno Central. Es llamativo que no hayan sido capaces de encontrar otro candidato de cierta talla dentro de las filas de la coalición, porque la estrategia de buscar un candidato de cierto prestigio fuera del partido ya la han utilizado con demasiada profusión y ese comodín parece estar un tanto quemado.

Para Podemos es una muy buena noticia que Pablo Iglesias lidere su candidatura porque va a conseguir movilizar a sus bases y poder superar el cinco por ciento. Y es una muy buena noticia para la izquierda en general porque el elector de izquierdas va a tener dos candidaturas con dos sensibilidades diferentes para que el votante de izquierda se pueda sentir identificado en alguna de ellas. Ahora no tiene excusas para quedarse en casa. En estas elecciones si todas las candidaturas de la izquierda superan el cinco por ciento, cosa que en estos momentos se da por descontado, no se van a ver penalizadas. Es más, al superar todas ellas el listón del cinco por ciento van a obtener los mismo o más escaños que yendo juntos.

Hubiera sido un error que las dos listas de izquierdas se hubieran presentado en una única candidatura porque dentro del electorado de ambas formaciones hay vetos cruzados. Hay personas de Podemos que nunca votarían una lista del entorno de Íñigo Errejón y hay votantes de Más Madrid que se resistirían a votar a Pablo Iglesias.

La propuesta que realizó Pablo Iglesias para ir junto con Más Madrid en una lista conjunta ha sido un golpe de efecto que nacía frustrado desde el primer momento. Estaba destinada a que no saliese adelante porque más que una oferta, era una OPA pseudo amistosa para fagocitar a Más Madrid. A lo largo de la vida de Podemos, el sector liderado por Pablo Iglesias ha ido dejando cadáveres políticos a su paso. En todos los territorios no han faltado operaciones para controlar los órganos del partido desde Madrid y arrinconar al resto de las sensibilidades hasta que han ido abandonando la formación. El aparato del partido ha sido una máquina interna de triturar a las facciones no oficialistas. Primero se dio el divorcio con el sector liderado por Íñigo Errejón y posteriormente con la corriente Anticapitalistas. En este último caso dándose una situación bastante lamentable en el Parlamento andaluz.

La oferta de Pablo Iglesias en la que ofrecía unas primarias para liderar la lista no dejaba de ser una oferta-trampa porque la militancia de Podemos e IU es muy superior a la que tiene Más Madrid. Los dos primeros partidos tienen un bagaje político mucho mayor que el partido liderado por Íñigo Errejón, que no deja de tener una trayectoria muy corta, pues no llega ni a dos años de vida. En unas hipotéticas primaras para elegir una lista conjunta, con toda probabilidad los primeros puestos hubieran sido copados por gente de Podemos e IU, quedando bastante marginadas personas de más Madrid que han llevado el peso de la oposición en la Asamblea de Madrid. UP ha obviado que la representación obtenida por Más Madrid en las elecciones de 2019 para la Asamblea de Madrid fue muy superior a la que obtuvo UP y estos últimos consiguieron representación por un margen inferior a un punto.

Pablo Iglesias ha sido tremendamente inteligente realizando esta oferta a más Madrid. Era vital para poder difuminar el mediocre bagaje de algo más de un año en el Gobierno Central. Sin perder de vista lo que ha supuesto la pandemia mundial, los logros de UP en el gobierno son bastante paupérrimos. Muchos de los objetivos que firmaron los partidos que forman la coalición PSOE-UP los podían haber logrado a lo largo del primer año de legislatura porque los números daban para ello. Por el contrario, han estado sumidos en trifulcas y declaraciones cruzadas. Temas tan importantes como la derogación de la reforma laboral, que a día de hoy sigue sin haberse aprobado, la incapacidad para abaratar los costes energéticos y la bronca que tienen organizada con la Ley de vivienda son cuestiones que no deberían de generar fricciones porque estaban recogidas en el documento que firmaron para sellar el Gobierno de coalición.

Este bagaje en la gobernanza está demostrando el ninguneo al que UP está siendo sometido por parte del PSOE. De los ministerios que controla UP, el único que está teniendo una producción legislativa es el Mº de Trabajo, porque el resto están atados de pies y manos. La Vicepresidenta Primera se encarga de cortocircuitar los proyectos en los que trabajan y si no que se lo pregunten a la Ministra de Igualdad. Luego la salida recurrente es cargar en las presiones que realiza la oligarquía para justificar la falta de cumplimiento de las propuestas con las que llegaron al Gobierno. Me pregunto si una de esas presiones de la oligarquía es que el Gobierno Central hasta ahora no haya sido capaz de declarar el próximo cuatro de mayo día festivo en la Comunidad de Madrid, para neutralizar la decisión de Díaz Ayuso de realizar unas elecciones en día laborable y que no se favorezca de esa treta burda, pues en un día laborable es más factible que suba la abstención en los barrios trabajadores, beneficiando de forma notable a la derecha.

Esa es la gran diferencia entre la derecha y la izquierda cuando gobiernan. La derecha sabe cuidar a su electorado. Lo mima desde el primer día. No se anda con miramientos. Al Gobierno de Rajoy le bastó menos de dos meses para aprobar una reforma laboral. Los deseos de la patronal se vieron cumplidos y no hubo dialogo social que valga. Pusieron en marcha su rodillo parlamentario para aprobar la reforma laboral. Nada más llegar Almeida al Ayuntamiento de Madrid ha actuado de forma similar. En pocos meses tiraron abajo todo el trabajo que el equipo de Carmena realizó durante cuatro años.

El actual Gobierno rebasó la raya del surrealismo en el mes de mayo del año pasado, cuando firmaron un pacto con EH Bildu para sacar adelante una de las prórrogas del estado de alarma. En ese acuerdo una de las cuestiones a las que se comprometían los dos partidos del Gobierno de coalición (PSOE-UP) era derogar la reforma laboral, algo que ambos partidos tenían firmado en su acuerdo gobierno. Pero a las pocas horas, la cosa se tuerce y hace acto de aparición la ministra Calviño alzando la voz en contra de ese acuerdo y automáticamente el PSOE se desdice de lo firmado. Esto no es precisamente cuidar al votante que te ha facilitado llegar al Gobierno. Luego hay sectores de la izquierda que se sorprenden cuando estudios que realizan politólogos y sociólogos dicen que en los barrios y poblaciones más humildes de Madrid la participación suele ser alrededor de diez puntos menor que en los barrios más acomodados. Habría que preguntarse porqué se quedan en casa ¿Quizás porque dudan de la utilidad de votar a una izquierda que no suele ser capaz de resolver sus problemas? Esta situación es susceptible de ser más grave si en vez de quedarse en la abstención deciden votar a la extrema derecha al calor de un discurso nacional-populista.

En estas elecciones Más Madrid ha optado por tirar de cantera. No ha hecho ningún fichaje de cierto relumbrón para sus listas y desde un primer momento ha tenido claro que su cabeza de lista tenía que ser Mónica García. Una persona que hace dos años para el común de los mortales, esos que siguen la política desde una cierta distancia, era una auténtica desconocida, pero que en dos años, gracias a la labor de oposición que ha realizado al Gobierno del PP-Cs, es una de las políticas más conocidas de la CAM. La candidata de Más Madrid ha sabido desplazar a Ángel Gabilondo, que lleva missing casi dos, pero, sobre todo, contrarrestando con propuestas la campaña guerracivilista que está realizando la extrema derecha.

Díaz Ayuso quiere evitar, que la campaña se centre en confrontar programas y propuestas. La izquierda tiene dos opciones: entrar al trapo y hacer una campaña identitaria de banderas o, por el contrario, intentar hacer llegar a la población que hay otra forma de hacer política para la gran mayoría de la ciudadanía madrileña. El partido que logre este objetivo tendrá un porcentaje importante de probabilidades de ir calando entre el electorado de la CAM.

Ante la dificultad añadida de que la derecha en la CAM ha ido moldeando una sociedad que le sea lo más receptiva posible a su discurso, la izquierda tiene que construir un proyecto para Madrid con luces largas y eso no se hace de la noche a la mañana, pero cuanto antes ponga la primera piedra más pronto empezará a correr el tiempo para que la derecha pierda el poder en Madrid.

La batalla de Madrid I. La lucha del PP y VOX por los despojos de Ciudadanos

El atentado en Sarajevo contra el archiduque Francisco Fernando de Austria, heredero de la corona del Imperio austrohúngaro, el 28 de junio de 1914 fue la chispa que desato la Primera Guerra Mundial, pero nadie cuestiona que los motivos reales fueron la lucha imperialista entre las grandes potencias europeas y la pelea entre las burguesías de los países industriales por el control económico y el comercio internacional.

Algo similar ha ocurrido en la convocatoria de elecciones autonómicas en Madrid. Ha sido producto de la concatenación de una serie de situaciones que se han vivido en la política a nivel de todo el Estado en general y en Madrid en particular, y lo ocurrido en Murcia no ha dejado de ser la chispa que ha desembocado en el adelanto electoral.

Durante muchos años la política madrileña fue bastante anodina, en la que no ocurría nada destacable pues ya se encargó el tamayazo de dejar las cosas en su sitio y que quedase claro que los que mandan en la sombra en la Comunidad de Madrid (CAM) son ciertos poderes económicos, sobre todo los relacionados con el ladrillo. Pero esta tranquilidad en la que vivía el PP cambió en los últimos seis años. La descomposición política en la que ha estado sumido, con todos los casos de corrupción alrededor de los diferentes presidentes y consejeros de la CAM ha dado vida a la política madrileña.

Lo de Murcia no ha dejado de ser la excusa perfecta que Díaz Ayuso necesitaba para la convocatoria electoral, con la particularidad que ha conseguido que todo este proceso afecte de forma directa a la estructura del Gobierno Central con la decisión adoptada por Pablo Iglesias de abandonarlo para presentarse como candidato por Unidas Podemos para presidir la Comunidad de Madrid.

Los resultados que la derecha había cosechado hace escasas semanas en las elecciones catalanas habían sido un auténtico fiasco. Si Ciudadanos (Cs) perdía 30 escaños, la mayor parte de estos fueron a parar al PSOE y en menor medida a VOX. Por su parte, el PP no sólo no mejoró sus resultados, sino que perdió uno de los cuatro escaños que tenía hasta el momento. Fue incapaz de pescar nada en la desbandada de votantes que sufrió Cs y Casado empezaba a ser cuestionado dentro de su partido y a eso se le sumaba el juicio por la caja B del PP. La cosa no pintaba bien hasta el punto que decidieron hacer mudanza de sede, como si eso fuese el bálsamo de fierabrás.

Tanto en el bloque de la derecha como en el de la izquierda las aguas bajan revueltas y un tanto turbias. Dentro de ambos bloques hay grandes tensiones entre las formaciones políticas que los forman, lo que no deja de ser uno de los innumerables factores que han podido influir en la jugada de anticipo de elecciones. En este artículo me centraré en tomar el pulso a la derecha ante estas elecciones autonómicas.

La imagen del Gobierno de coalición PP-Cs con el apoyo de la extrema derecha, representada por VOX ha sido lamentable, echándose los trastos a la cabeza día y noche los socios de gobierno. En los casi dos años de convivencia han sido incapaces de aprobar un presupuesto para la CAM. Ayuso no logró aprobar unos presupuestos en 2020 y en lo que va de año todavía no tenía los apoyos suficientes dentro de la derecha para sacar adelante los de 2021. No han tenido voluntad política de sacar adelante unas cuentas que sirvan para poder hacer frente a las necesidades de esta Comunidad. Y no lo ha conseguido el Gobierno del PP-Cs porque quien les ha marcado el paso en todo momento ha sido la extrema derecha de VOX, poniendo innumerables exigencias encima de la mesa de negociación. El PP de Madrid, de la mano de Ayuso, no ha tenido muchos problemas en asumir las propuestas de VOX, cosa que al otro socio de la coalición, Cs, le ha costado en todo momento digerir que la extrema derecha fuese la fuerza política que les marcara el paso en la Asamblea de Madrid, pues tenía la llave para sacar adelante cualquier disposición legislativa. Todo esto, lo único que ha logrado es tensar la relación entre los dos socios de Gobierno. En la gestión de la pandemia las trifulcas entre Ayuso y Aguado, líder de Cs en Madrid han sido constantes y en algún momento se tenía que romper la cuerda de tanto tensarla.

Ante este cúmulo de tensiones y broncas internas, a Ayuso no le quedaba otra que esperar el momento más propicio para aprobar un adelanto electoral con la intención de fagocitar a su socio de gobierno. Lo de Murcia ha sido algo similar al atentado que sufrió el archiduque Francisco Fernando de Austria para que se desatase en menos de tres meses la Gran Guerra. Y en lo que a Madrid concierne, Murcia la excusa perfecta.

Al adelanto electoral de las autonómicas de Madrid no le está faltando de nada. Cada día salta alguna bomba. La decisión de Pablo Iglesias de dejar el Gobierno y el escaño en el Congreso de los diputados para presentarse como cabeza de lista por Unidas Podemos ha sido la última sorpresa que nos ha deparado todo este proceso y parece que a partir de ahora el foco mediático va a estar centrado en lo que ocurra dentro de Cs. De entra a Aguado de forma educada le han enseñado la puerta para que deje de liderar la candidatura de los naranjas. En el anterior artículo que publiqué le auguraba un futuro bastante negro y parece que empieza a haber codazos y tropezones para ver quien llega antes a la salida de emergencia[1].

La operación de Ayuso ha estado estudiada al milímetro. No han dejado al azar ningún detalle. La forma de la disolución de la Asamblea de Madrid y convocatoria de elecciones, realizada una vez finalizado el Consejo de Gobierno del nueve de marzo y la automática destitución de todos los consejeros y altos cargos de Cs, no deja sino entrever que eso no se planifica de la noche a la mañana. Ha sido producto de un trabajo minuciosamente preparado. Pero la fecha que escoge para la realización de las elecciones de los comicios no puede pasar desapercibida. Que se celebren en día laborable es otro elemento que no puede ocultar el deseo de buscar una menor participación en los feudos de la izquierda, barrios obreros donde la ciudadanía tiene más complicado el ir a votar a lo largo de la semana laboral, con largos desplazamientos a los centros de trabajo y horarios laborales interminables, como para que luego tengan que ir a un colegio electoral para ejercer el derecho al voto, sabiendo que al día siguiente le espera otro día aterrador. Ayuso, mejor dicho, sus asesores son conscientes que el electorado de derechas siempre va a votar, al margen de cualquier factor que pueda condicionar el ejercer el voto. Por el contrario, la izquierda se lo piensa mucho más. Cualquier mínimo detalle puede lograr que un potencial votante de izquierdas se quede en casa.

Es curioso ver ahora la amnesia que está sufriendo Díaz Ayuso. Durante todos estos meses de la pandemia ha intentado evitar confinar a la ciudadanía, enarbolando la bandera de la economía. Para ella no se podía parar la economía y ahora se ha descolgado organizado unas elecciones que lo primero que van a conseguir es paralizar, aún más, la niña bonita de sus ojos. Todo ello sin olvidar lo más importante: el peligro sanitario que acarrea una cita electoral, al exponer a la población al contagio en los colegios electorales.

Curiosamente, de la noche a la mañana Díaz Ayuso ha olvidado que un proceso electoral conlleva un gobierno interino durante unos meses y, por tanto, una paralización de su tan amada economía, con el agravante que en estos momentos los diferentes sectores productivos necesitan más que nunca el apoyo de las instituciones. Como consecuencia de todo esto, las ayudas que vienen de Europa a través del Gobierno Central llegarán más tarde en el caso de la Comunidad de Madrid y se demorará su reparto entre los diferentes sectores económicos. Habrá empresas que no llegarán a ver esas ayudas porque para entonces ya habrán echado el cierre.

Como su objetivo es ganar las elecciones cueste lo que cueste, tampoco ha reparado en las horas de trabajo que se van a perder por organizar unas elecciones en día laborable ni en que ese día tendrán que cerrarse las aulas para impartir clase. Ese día habrá padres que estarán más preocupados de ver cómo se organizan para cuidar a sus hijos porque no tienen un centro educativo donde puedan llevarlo mientras ellos trabajan y, por el contrario, otros padres no tendrán ese problema porque para eso está la empleada de hogar y así podrán ir a votar tan ricamente. Eso es la CAM. Un territorio donde la brecha socioeconómica cada vez es mayor entre su población. Aunque más curioso es ver que ningún empresario haya salido criticando la fecha elegida. Debe de ser que al empresariado madrileño no le debe de importar cargar con ese coste si ello sirve para que la derecha extrema y la extrema derecha ganan las elecciones ¿Será porque luego obligarán a sus trabajadores a recuperar las horas que hayan utilizado para poder ir a votar?, ¿Será porque les pondrán todas las trabas posibles para que puedan votar? O ¿Será porque con un gobierno de Díaz Ayuso van a tener todo tipo de ventajeas, incluidas las fiscales, en detrimento de los sectores más humildes de la sociedad?

En el bloque de la derecha las cosas se van clarificando cada día que pasa. El PP y VOX están eufóricos porque se ven con mayoría absoluta y la tarea más inmediata que tienen es repartirse los despojos de Cs. Los buitres rondan el cadáver y la duda que puede asaltar es quien se llevará el trozo de carroña mayor de la víctima.

Cs pudo haber evitado todo lo que está viviendo si hubiera actuado con mayor instinto político. En los últimos meses ha sido incapaz de percibir las intenciones de Díaz Ayuso y se embarcó en una moción de censura en Murcia sin haber tenido mayor amplitud de miras y no haber evaluado sus posibles repercusiones. Si daba ese paso, al menos, tenía que haber ido en paralelo la moción de censura en la Comunidad de Madrid, propuesta que la oposición se la había realizado en diversas ocasiones. Pero Aguado ha estado en la inopia y los errores se pagan y de qué manera.  En estos momentos Cs en Madrid está fracturado y veremos si en los próximos días no sufre una auténtica estampida de exparlamentarios y militantes vips. Este partido pasará la historia por haber sido el partido que peor ha sabido gestionar los acuerdos postelectorales.

El elector de Cs está realizando el camino de vuelta. Proveniente en su mayor parte del PP y en menor medida del PSOE, ahora vuelve a sus antiguos hogares. En Catalunya el votante de Cs provenía en gran parte del PSC-PSOE y en estas últimas elecciones han vuelto a votar a su antiguo partido y los que venían del PP en vez de votar a este partido votaron a VOX porque es el que en Catalunya representa mejor la imagen del españolismo beligerante. En el caso de Madrid, la mayor parte del electorado de Cs provenía del PP, por lo que en principio debería volver a su antigua casa, pero la aparición de VOX, que es quien está ganando la batalla ideológica en el conjunto de la derecha española[2] deja en el aire cuál va ser el porcentaje que cada partido va a arañar a Cs.

En toda esta batalla dentro de la derecha hay que tener presente que la cabeza de cartel del PP para estas elecciones es Díaz Ayuso, representante genuino del aguirrismo, del que también procede Abascal. Detalle que no se debe de pasar por alto. Desde el minuto uno su campaña está siendo al más puro estilo Trump con el apoyo incondicional de la Brunete mediática.

Un constante de su discurso es el lanzar slogans para agitar al electorado más de derechas e intentar captar votos de la extrema derecha. Sin lugar a dudas, podía ser la candidata perfecta de VOX. Además de que ella tenga una ideología muy similar al partido de Abascal, todo ello tiene como finalidad erigirse en el voto útil para luchar contra la izquierda y atraer electores de VOX. Esto con otro candidato del PP sería más complicado.

Por otra parte, ese discurso de mentar el socialismo o el comunismo asemejándolo a los mayores males terrenales y encarnarse como la defensora de la libertad no deja de ser la estrategia de la derecha rancia española que le da sus frutos en ciertos sectores de la sociedad que no tienen por qué ser de una clase social alta. En la Comunidad de Madrid hay ciudadanos que no tienen una situación económica boyante y ese discurso les seduce.

Esta estrategia no tiene otra finalidad que tapar la gestión de Díaz Ayuso durante los casi dos años que ha sido presidenta de la CAM. A lo largo de este tiempo se ha erigido en la nueva Juana de Arco y ha querido convertirse en la oposición al Gobierno Central, una vez que en su partido asimilaron que el Gobierno de coalición no era flor de un día y que esa batalla la tenían perdida en el Congreso. Ha abanderado, junto con VOX, todas las algaradas de los barrios pudientes durante el primer confinamiento. Esas concentraciones lamentables en las que sin ningún tipo de seguridad pedían la derogación del estado de alarma. Ha intentado boicotear cualquier ley que se aprobase en el Congreso, como es el caso de la Ley Celaá y lo más grave, se mire por donde se mire, tiene el dudoso honor de presidir la Comunidad Autónoma que peores números tiene en la gestión de la pandemia. Cada vez que se ha visto contra las cuerdas informaba de algún paquete de medidas que iba a adoptar que no dejaban de ser más que una válvula de escape porque ninguna de ellas las ha puesto en marcha. Ha priorizado a la educación concertada en detrimento de la pública y la última decisión que ha adoptado es la de recortar 135 millones de euros al sistema de ayuda a la dependencia. Y sin olvidar el pelotazo que las constructoras han dado a costa del erario público en la construcción de hospital Isabel Zendal, pero maltratando a los profesionales de la Sanidad Pública.

Así y todo, Ayuso tiene todas las papeletas para presidir de nuevo la CAM. No cabe duda que Madrid se ha convertido en un laboratorio donde se han ensayado las políticas más ultraliberales. La derecha más liberal en lo económico y reaccionaria en lo político ha logrado imbuir su discurso a una gran parte de la población. Quizás sea por aquí por donde tiene que empezar la izquierda a repensar su estrategia para poder ganar la batalla de Madrid. Se deben de replantear si la fórmula para ganar la batalla de Madrid pasa por un enfrentamiento ideológico, terreno en el que la derecha se siente muy cómoda o, por el contrario, la estrategia debe de ir encaminada a desnudar la gestión que ha destruido todo lo que suena a servicio público y ofrecer una alternativa en la que quepa la mayor parte de la ciudadanía.


[1] “Ciudadanos. Crónica de una muerte anunciada”, publicado en este blog el 19 de febrero de 2021.

[2] En el anterior artículo que publiqué con fecha de febrero realicé una exposición más extensa acerca del electorado de Ciudadanos y en los parámetros socioeconómicos y políticos en los que se ubican.

Ciudadanos. Crónica de una muerte anunciada

No por ser esperada, la debacle de Ciudadanos (Cs) ha pasado inadvertida ni  ha dejado indiferente a nadie y me atrevería a decir que había mucha gente, tanto en la izquierda como en la derecha, que estaba esperando el momento de ver pasar el cadáver político de Ciudadanos. Pero en el caso de Cs, al ser el desastre por etapas, está dando más juego, porque no olvidemos que el calvario que le queda por pasar todavía tiene recorrido. Vendrán las elecciones andaluzas y, posteriormente, las elecciones municipales y autonómicas. Y todo ese poder que han acumulado en los gobiernos de coalición con el PP, con la colaboración necesaria e imprescindible de VOX, porque de lo contrario los números no daban, se vendrá abajo como un castillo de naipes. En ese momento habrá llegado el fin de fiesta a esa carrera desenfrenada por tocar poder, de recepciones y besamos en salones nobles, ágapes servidos por camareros engalanados para las grandes ocasiones e invitaciones para codearse con la flor y nata de la oligarquía económica y política en eventos como los que organiza el Club Bilderberg. Algunos, antes que el agua les llegue a la cintura, ya habrán saltado del barco para buscar acomodo en alguno de los socios que han tenido en su corta carrera política. Un viaje de ida y vuelta, porque no olvidemos que cuando subían como la espuma eran los reyes de los fichajes de políticos de otros partidos. En aquel entonces la cotización de Cs estaba por las nubes y había tortas por colocarse en algún puesto de relumbrón. En cambio, según y como se sucedan los acontecimientos, la zona más transitada de la flamante sede que Cs tiene en Madrid será la escalera de incendios. Será la forma más rápida de abandonar el Coloso en llamas.

Para ubicar a Cs, que siempre han hecho gala de la bandera liberal, es necesario recordar que la derecha española, de la que este partido es uno de sus tres pilares, junto al PP y VOX, es una anomalía en Europa, pues es algo que se arrastra desde hace dos siglos y es la gran lacra de la política española. En el siglo XIX el liberalismo español era monárquico, en contraposición con el francés que era republicano y para diferenciarse del resto de Europa el liberalismo hispano representaba los intereses de terratenientes, latifundistas y aristócratas, lo que no dejaba de ser un liberalismo conservador y caciquil. Nunca se planteó una reforma agraria ni cualquier otra medida que cuestionara la posición dominante de las clases más conservadores e inmovilistas de la época y para rematar el fin de siglo fueron actores principales en la puesta en marcha de la Restauración borbónica con Alfonso XII, uno de los periodos más infames de la historia de España.

A lo largo del siglo XX la derecha española, si por algo destacó, es por sus carencias democráticas. Su posicionamiento y maneras durante el reinado de Alfonso XIII, la dictadura primorriverista, así como a lo largo de los cuarenta años de dictadura franquista es propia del estilo del señorito andaluz. La derecha siempre ha pensado que el Estado es su cortijo, por eso cuando pierden las elecciones nos ofrecen los espectáculos a los que nos tienen acostumbrados. Lo de la democracia queda muy bien, pero siempre y cuando ganen las elecciones y/o no peligren los privilegios de la oligarquía. Es por ello que a día de hoy no hay partido que se precie de ser de derechas en el Estado español que ante el franquismo en el mejor de los casos eche balones fuera, porque lo usual es que tengan alguna palabra amable o de justificación. Ese tipo de manifestaciones las realizan ante un micrófono a las doce de la mañana, porque si están en las fiestas de un pueblo de la España profunda y a altas horas de la madrugada tienen un resorte en el brazo derecho que lo estiran como si estuvieran parando un taxi en la Gran Vía y es posible se fotografíen junto a la bandera franquista. Ni es la primera vez ni será la última.

Lo más importante y grave, a su vez, es que lo expuesto hasta ahora son los fundamentos de la derecha sociológica. En general el ciudadano que vota a las opciones de derecha en el Estado español no tiene un gran parecido con el votante de derechas europeo. Tiene un posicionamiento muy laxo ante los periodos dictatoriales que se han vivido en el siglo XX. En el mejor de los casos, su discurso se ciñe a decir que eso pasó hace muchos años y que hay que olvidarlo. Y en muchas ocasiones su posición es de comprensión pues lo enmarca en la situación que se estaba viviendo en aquellos años y llegan a afirmar sin ruborizarse que el franquismo trajo el progreso y salvó a España del comunismo.

Si uno se pone a bucear en el baúl de la derecha para encontrar algo con cierto tono democrático en los últimos 40 años, lo único que me viene a la cabeza es lo que en 1986 se denominó la Operación Roca, a través del Partido Reformista Democrático, cuyo líder era Antonio Garrigues y que en Catalunya tenían como socios a CiU. Uno de los cerebros de esa operación era Miquel Roca, de ahí su nombre. Y fue un auténtico fracaso, excepto en los resultados que obtuvo CiU en Catalunya. Fue un desastre porque la derecha sociológica no veía con buenos ojos un partido que de verdad fuese liberal en lo político y, menos aún, que el catalanismo tuviera un peso importante en todo ese movimiento político. Por aquel entonces, el votante de derechas estaba obnubilado con el franquista de Manuel Fraga, que en aquel momento se había disfrazado de demócrata.

La historia de Cs nos la han contado por activa y por pasiva y se resume en el intento de las élites económicas por aupar a una formación política de derechas que viniese limpia de todo el lastre que arrastraban las dos formaciones que sostenían el régimen del 78, el PP de Bárcenas, la Gürtel, los sobres de dinero B, la Púnica, Lezo, etc., y el PSOE de los ERES, Filesa, GAL, etc.., y que hiciera de dique de contención a la subida de Podemos o de cualquier organización que cuestionara el régimen actual. Su tarjeta de presentación era el ultranacionalismo español que había desplegado en Catalunya. Ideal para los servicios que tenía que prestar al régimen.

La derecha sociológica española en un principio recibió con muy buenos ojos a Cs. El PP ya no les acababa de llenar. El lastre de la corrupción le pasaba factura y la crítica que Cs hacía a las supuestas políticas entreguistas del PP y PSOE hacia el nacionalismo catalán y vasco eran de su agrado. Las banderas de Cs en materia económica eran menos Estado, menos impuestos y más privatizaciones.

Sin perjuicio que Cs rascase votos en diferentes extractos de la sociedad y lugares geográficos, uno de los caladeros de votos más importante se encontraba en los núcleos urbanos y eran personas jóvenes y de mediana edad. Por ello me voy a detener en Madrid ciudad. Si uno observaba los barrios donde Cs obtuvo mejores resultados en la Capital lo entenderá a la perfección. En los PAU (Programa de Actuación urbanística), sobre todo los de la zona norte de la ciudad, el partido naranja obtuvo unos excelentes resultados en sus comienzos, tocando techo en las elecciones generales de abril de 2019.

El modelo urbano de los PAU viene a ser un reflejo de lo que representa el concepto de sociedad para el entorno de la derecha consiste en urbanizaciones cerradas en las que tienen una serie de servicios privados que les permite realizar ciertas actividades sin salir del perímetro de su comunidad. En la mayoría de ellas disponen de pequeñas zonas de ocio para sus hijos y zona deportiva privada. Las personas que viven en ellas entran y salen en coche absolutamente para todo. Son barrios despersonalizados en los que no es frecuente ver a gente por la calle porque no hacen vida en el barrio o, mejor dicho, no hacen vida de barrio. Por no haber no hay ni tiendas. Cubren sus necesidades en grandes superficies o a través de Internet. Son los mejores clientes de Amazon. No se percibe en ellos ningún tipo de tejido asociativo, pero son urbanizaciones que cuando se han construido han tenido unos precios accesibles para familias que tenían este perfil, con el añadido que algunas promociones eran de protección oficial. En su gran mayoría son familias que para mantener su status trabajan las dos personas que forman la pareja, tienen una hipoteca, dos vehículos de gama media-alta, sus hijos estudian en colegios concertados porque la escuela pública está atestada de inmigrantes e hijos de currelas. Y la contribución que hacen para dar colorido a la arquitectura de sus urbanizaciones es la bandera española que cuelga de las ventanas o terrazas de sus casas. Para ellos Cs era donde se reflejaba su concepto de sociedad. Alejado de todo lo que pudiera ser lo colectivo y centrado en lo individual. Se sienten los representantes más genuinos de lo que llaman clase media pero en su mayor parte son asalariados o en el mejor de los casos son propietarios de una pyme. Dicho de otro modo, resulta casi imposible encontrar la diferencia que pueden tener con un votante del PP o de VOX, lo cual es importante para entender los trasvases de votos que hay entre estos tres partidos.

De forma muy sintética, decir que se ha instaurado en los medios de comunicación la teoría de la caída de Cs fundamentada en el error que supuso el enrocamiento de su anterior líder, Albert Rivera, al no haber facilitado la investidura de Sánchez después de las elecciones generales de abril de 2019 y, por tanto, haber forzado unas nuevas elecciones en noviembre de ese año, teniendo su estrategia centrada en dar el sorpasso al PP. Otro que no aprendió del error garrafal de Pablo Iglesias con la repetición de las elecciones en 2016. Los que sostienen ese argumento plantean que su electorado le dio la espalda porque no facilitó la gobernabilidad.

La percepción que tengo del fracaso de Cs es más de asfalto y de pie de calle que de redacción de medio de comunicación y, por tanto, difiere bastante.

En primer lugar y no siendo el argumento de más peso que voy a exponer, diría que si el electorado de Cs hubiera pensado en clave de gobernabilidad y estabilidad política, en noviembre de 2019 hubiera habido un trasvase de votos al PSOE, aunque no fuera masivo, por eso de facilitar la gobernanza, pues fue el partido que en abril había obtenido más escaños y, sobre todo, con vistas a evitar un hipotético gobierno del PSOE en coalición con Unidas Podemos. Pero los votos que perdió Cs fueron en su gran mayoría a la abstención, a VOX y al PP.

Como he manifestado anteriormente Cs, cuando aterrizó en la política estatal, lo que resaltaba en su curriculum era su nacionalismo español, su postura en contra del nuevo Estatuto catalán y en lo que concierne a las políticas socioeconómicas eran derecha ultraliberal y amantes de la bronca y la sobreactuación política en el Parlament de Catalunya y en cada entrevista o aparición en los medios de comunicación, sin olvidar que en las elecciones europeas de 2009 se presentaron junto a una plataforma de extrema derecha. Con ese expediente, no cabía la menor duda que un sector importante de la derecha sociológica española le iba a dar la oportunidad ¿Quién no recuerda las legislaturas en las que el PP estando en la oposición se pasaba el día crispando el ambiente político? Pues Cs iba a mejorar la forma de montar el pollo. Mimbres tenía y todavía sigue teniendo para dar y regalar en sus filas. Suyas fueron las ocurrencias de ir a montar actos políticos a Altsasu, Rentería o Arrigorriaga. Lugares donde nadie les vota, pero su estrategia de provocación y crispación diseñada tenía un objetivo claro: captar el máximo de votos posibles en el resto del Estado gracias a esa imagen de defensores de la unidad de España. Su forma de animarse en los mítines y arengar a sus seguidores era que los dirigentes del partido dieran saltos al grito de “Yo soy español, español….” Todo más típico de un partido de fútbol, pero con esa forma de hacer política la diferencia con VOX es una línea fina que ellos mismo la han borrado y los seguidores ya no saben dónde tienen puestos los pies.

Este perfil que he descrito de gran parte del votante de Cs., liberal en lo económico y ultraconservador en lo político, con un sentimiento nacionalista español hasta la médula y con la bandera española en su balcón y ahora en la mascarilla, podía cambiar de partido dentro del espectro político de la derecha en el momento que viniese otro que fuera más ruidoso que ellos.

Cuando Cs llegó a la política española siguió actuando igual que en Catalunya, quiso liderar la bronca política en el Parlamento español, y eso les dio resultado. Y empezaron a crecer, y en esa dinámica fueron haciendo fichajes de políticos de otros partidos, sobre todo del PP. En este caso los que perdían poder dentro del PP empezaban a abandonar el barco de Génova. Todo era crecimiento exponencial, ostentación a raudales, sede lujosa y el coche que el partido ponía a disposición de su caudillo dejaba al resto al nivel de un triste utilitario.

Cs veía que podía tocar poder en Andalucía con los resultados que se dieron en sus elecciones autonómicas, pero para gobernar no les quedaba más remedio que llegar a acuerdos con VOX. Y es aquí donde empieza a cimentarse su posterior declive, pero no porque pacte con la extrema derecha, como han dicho muchos, sino porque intenta evitar a toda costa la fotografía con ellos. Querían la cuadratura del círculo, gobernar con los votos de VOX pero como si todo eso fuese un fenómeno meteorológico, y lo que no se daban cuenta es que sus votantes estaban encantados que gobernasen con VOX, que la derecha sociológica española no tiene escrúpulos de ningún tipo. Utilizando su lenguaje, todo lo que sea evitar un gobierno de socialcomunistas, bolivarianos gracias al apoyo de los bilduetarras y golpistas catalanes bienvenido sea, y los de VOX son buenos chicos, aunque un poco exaltados en las formas.

A partir de ese momento, principios de 2019, empieza la campaña de las tres derechas para que se adelanten las elecciones generales y echar la “okupa de Sánchez” de La Moncloa y para ello organizan el acto de Colón. Si los dirigentes de Cs estaban evitando en todo momento no salir en la fotografía junto a los de VOX, sus simpatizantes no tenían la misma actitud. Se sentían muy cómodos dentro de esa multitud en la que había gentes de los tres partidos del Trifachito. La preocupación de las cabezas pensantes de Cs se centraba en que los medios de comunicación no proyectaran una imagen que les pudiera señalar como los amigos de VOX. Las mentes pensantes de Cs no fueron capaces de percibir que gran parte de su electorado era tan de derecha extrema como un votante del PP o tan de extrema derecha como un votante de VOX.

A partir de ese momento Cs empezó su declive, aunque no era del todo perceptible. Los resultados de las elecciones de abril de 2019 fueron su primer contratiempo al no conseguir su gran objetivo, que no era otro que superar al PP.  Y a eso se unió el fiasco en las municipales y autonómicas, en las que quedaron por detrás del PP en lugares donde un mes antes habían superado al PP (Comunidad de Madrid) o estaban empatados (Madrid ciudad). Los resultados de Cs vistos a simple vista fueron buenos, pero si se profundizaba en ellos se podía observar que habían tocado techo y empezaban a perder apoyos, que casualmente iban a parar a los partidos de su entorno sociopolítico.

Desde esas elecciones hasta la repetición electoral de las generales de noviembre de ese año los partidos de la derecha extrema y la extrema derecha siguieron su estrategia incendiaria y cuando se entra en esa dinámica quien tiene todas las de ganar es el que sea más salvaje, porque la derecha sociológica necesita ese tipo de discursos para sacar pecho. Frases como España se rompe, los españoles primero, los inmigrantes vienen a quitarnos el pan, gobierno okupa o peligro que viene un gobernó bolivariano. Todo este rosario de frase y otras muchas más han sido la gran aportación a la política de cualquiera de los tres partidos del Trifachito. Los líderes del PP-Cs-VOX se paseaban por las redacciones de la Brunete mediática y era sintomático, escuchabas a uno y habías escuchado a los otros dos. Estaban inmersos en una carrera para ver quién de los tres partidos era más de extrema derecha. Y esos discursos y maneras son la caja de las esencias de la extrema derecha y en ese barro VOX siempre va a ganar al PP y a Cs.

La debacle que sufrió en noviembre de ese año no era más que un aviso para todos. La batalla dialéctica dentro de la derecha la empezaba a ganar VOX y para algunos, como es el caso de Cs ya era demasiado tarde. Y a partir de ese momento quien está representando en el Parlamento la forma de pensar de la derecha sociológica es VOX. Por muchos cables que alguna prensa de derechas les lance a Cs y al PP, ya llegan tarde. VOX perdió la moción de censura de forma contundente en el Parlamento, pero ese victimismo de haber sido rechazados por todos los partidos, incluso por los socios de la foto de Colón, le está reportando suculentos beneficios dentro del espectro de la derecha y se han plasmado en las elecciones catalanas. Porque una cosa son los titulares de la prensa, incluida la de derechas, que se dieron para aplaudir los discursos del PP y Cs durante la moción de censura y otra cosa bien distinta es la forma de reaccionar del ciudadano de bandera española en la mascarilla. Estos se mueven por instintos más que por la racionalidad.

Lo que ha ocurrido en Catalunya estaba ya escrito desde hacía meses, lo único que faltaba era que se confirmara en las urnas. VOX ha entrado en el Parlament para realizar la misma labor que ha realizado Cs hasta este momento pero con un toque más casposo.

Una cuestión que quería dejar para el final es hablar, aunque sea brevemente, de la ideología que profesan los que han pasado por la dirección de Cs. Se podría pensar que eso era un totum revolutum, con personas que venían de diversos partidos políticos y en algunos casos este era el tercer partido en el que militaban, vamos, unos auténticos mercenarios de la política. En muchos casos, estos peregrinajes de un partido a otro no dejaban de ser más que una deriva ideológica que les iba llevando a posiciones de derecha extrema junto al deseo irrefrenable de vivir de lo público. Algo que no es nuevo porque hay infinidad de casos similares. Pero en todos ellos se podían observar algunos rasgos comunes que reflejaban que Cs era un partido ultranacionalista español, ultraliberal en lo económico y que para diferenciarse de los otros dos partidos de su espectro, quería dar una imagen de falso progresismo en algunas cuestiones como en igualdad de género, eutanasia, colectivo LTBI, intentando lanzar mensajes que les intentara proyectar una imagen moderna. Todo eso no dejaba de ser puro marketing para crecer en votos por el centro, porque cuando han necesitado de VOX para gobernar no le han hecho ningún asco y quien sabe si en un futuro no muy lejano algunos de estos dirigentes acabarán en VOX. Lo que si sabemos a día de hoy, es que el sector crítico de Cs pide fusionarse con el PP, es decir, con el partido al que han puesto a escurrir por los casos de corrupción y la última perla en todo este enredo que tienen entre los partidos del Trifachito es que el líder de VOX ha dicho en el día de hoy en una emisora de la Brunete mediática que la fusión del PP y Cs sería buena para España.

Está claro. En la derecha extrema y en la extrema derecha ya están lanzando una OPA a Cs, si es hostil o amistosa el tiempo lo dirá, pero la víctima está en el punto de mira y sus socios se quieren repartir el botín cuanto antes. La muerte de Cs está anunciada, solo falta el certificado de defunción.

Inutilidad en la gestión de la nevada en tres actos

Tengo que reconocer que se me hace un tanto desagradable que muchas de las cosas que escribo en diferentes RRSS tenga como destino las personas que en la actualidad ostentan el poder en el Ayuntamiento y en la Comunidad de Madrid, pero es que van pidiendo a gritos ser el centro de atracción de todas las críticas. Entiendo que hay temas más importantes e interesantes para escribir, pero como decía Mafalda, como siempre lo urgente no deja tiempo para lo importante. De hecho, aunque la falta de tiempo me ha impedido publicar en mi blog en las últimas semanas, tenía en mente escribir sobre otros temas. Pero la realidad se ha impuesto y toca tratar la situación calamitosa que se está viviendo en Madrid.

Si la gestión de la pandemia en la Comunidad de Madrid está siendo un auténtico disparate y el proceso de vacunación es el retrato del funcionamiento de la derecha allí donde gobierna, ha tenido que ser una nevada la que haya dejado fuera de juego a la comunidad autónoma y al ayuntamiento que más recursos mueven en todo el Estado español.

Lo que se ha vivido desde el viernes, ocho de enero, en Madrid sólo es equiparable a un país tercermundista. El drama que se ha sufrido en Madrid consta de tres actos, pero a diferencia de las obras dramáticas que se ponen en escena, ésta no ha tenido ningún descanso, ha ido todo seguido, sin posibilidad de que la ciudadanía se recuperara.

El primer acto hay que situarlo en las horas previas al inicio de la nevada, cuando Martínez Almeida y Díaz Ayuso, alcalde de Madrid del PP y presidenta de la Comunidad, y en ambos casos por la gracia, no de Dios, sino de VOX, manifestaron en los medios de comunicación que la ciudadanía no se preocupase que tenían la situación controlada. Todas las previsiones coincidían que la dimensión de la tormenta iba a ser de una gran magnitud, pero los que dirigen los designios del Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid estaban más que tranquilos. Ahora podríamos decir que iban de sobrados.

El segundo acto se inicia con la nevada del jueves. Fue el calentamiento de motores para lo que se avecinaba al día siguiente, porque todos los expertos en meteorología avisaban que lo fuerte vendría a partir del viernes. Y la verdad que no se equivocaron y la tormenta no defraudó. El viernes a media mañana empezó a nevar de forma ininterrumpida hasta el sábado por la noche. Más de veinticuatro horas de tormenta que ya el sábado a primera hora de la mañana en muchos lugares llegaba al medio metro de nieve.

Durante todo el tiempo que duró la nevada los que dirigen los designios de Madrid estaban perdidos, como pollos sin cabeza. Fueron incapaces de gestionar la situación que se vivía en las calles y las carreteras. Si previamente no hicieron nada para hacer ver a la ciudadanía que no usara el transporte privado, durante la nevada ya estaban desbordados, hasta el extremo de ser incapaces de suspender el servicio de autobuses hasta la noche del viernes. A las nueve de la noche, todavía había autobuses de la EMT en funcionamiento cuando la circulación por las calles de Madrid era muy peligrosa, y puedo decir esto porque lo viví en primera persona. A partir de las seis de la tarde circular por Madrid era más que peligroso, pues ya había vehículos que se estaban quedando bloqueados. Muchos conductores del servicio urbano de autobuses tuvieron que abandonar los vehículos y los que pudieron volvieron a sus domicilios por su cuenta, porque alguno se vio atrapado y no pudo salir del autobús, pero el delegado de Medio Ambiente y Movilidad del Ayuntamiento no es que no dimita, es que saca pecho y el gerente de la EMT estará esperando a que llegue el día 30 para cobrar la nómina.

Durante las algo más de veinticuatro horas de nevada en Madrid reinó el desgobierno y la improvisación, y en algunos casos la táctica fue ponerse de perfil. Como si la nevada y sus consecuencias no fueran con ellos.

Y el colofón ha sido el tercer acto. Todo lo que se ha vivido a partir de que finalizo el temporal de nieve ha servido para superar, aún más si cabe, el cúmulo de torpezas cometidas en los dos primeros actos. El domingo por la mañana todo tenía un aire dantesco. Se vivía una situación de incomunicación total. Era imposible la circulación terrestre. Se veía algún quitanieves en las carreteras, como es el caso de la M-30, pero en la ciudad hasta bien entrada la tarde ni se les vio ni se les esperó y hay que decir que a día de hoy, pasados siete días, según los datos oficiales del Ayuntamiento de Madrid sólo han limpiado un tercio de las calles. En las primeras horas las declaraciones de los responsables políticos fueron que la gente colaborara en la limpieza de las calles. Era la imagen patética de unas autoridades totalmente desbordadas. Esto es lo que se llama buena gestión de la derecha.

De los efectos del temporal y de su gestión se puede hacer algunas reflexiones, para ver hasta que extremo la ciudadanía madrileña está a merced de una banda de descerebrados.

Lo primero que hay que destacar es que los servicios públicos están siendo castigados sin piedad por las políticas ultraliberales del Trifachito en el Ayuntamiento y Comunidad de Madrid. Hemos podido comprobar que para situaciones de este tipo la que se autoproclama como la comunidad más rica del Estado no tiene equipos ni personal suficiente para hacer frente a un temporal de nieve. Hay comunidades autónomas mucho más modestas que tienen varias nevadas durante el invierno y no proyectan la imagen de caos que ha dado la Comunidad de Madrid.

Desgraciadamente, y es una consecuencia que se repite de forma reiterada, quienes están sufriendo mucho más las consecuencias de todo este desbarajuste son los barrios y las zonas más humildes. La administración local se ha preocupado en atender las necesidades de los barrios más ricos y más visibles. Por el contrario, en los barrios más humildes y periféricos han sido sus gentes las que han salido con picos y palas a quitar la nieve y el hielo. En este fin de semana, después de una semana laborable muy complicada, la ciudadanía de todos estos barrios ha vuelto a tomar las riendas para poder adecentar las calles.

Lo mismo ha ocurrido con la enseñanza, mientras los colegios concertados han tenido un sinfín de recursos para poder retomar las clases, al igual que durante el confinamiento, mediante las herramientas tecnológicas, los colegios públicos han sufrido uno de los mayores abandonos que se pueden dar. Y esto se ha visto agravado a la hora de la limpieza y acondicionamiento de los centros educativos. Después de cinco días laborables, el viernes la mayor parte de la red pública de enseñanza estaba inoperativa y no estaba preparada para abrir la siguiente semana. Han tenido que ser los profesores y los padres de alumnos los que sustituyeran la acción de la administración autonómica para el acondicionamiento de los centros educativos. Esto no ha ocurrido con la enseñanza concertada que ha tenido más recursos para adecentar sus instalaciones y accesos. La comunidad más rica del Estado es la que peor maltrata a la enseñanza pública. Por lo que respecta a los campus universitarios, los accesos a la mayor parte de ellos son impresentables, lo que ha paralizado toda su actividad.

Esta nevada ha sido la puntilla para la masa arbórea de Madrid. Si era de todos conocido que más de un veinticinco por ciento de los árboles estaban enfermos, la nieve ha acabado por agravar el problema. Las calles están llenas de ramas y troncos de árboles, por lo que muchos no sobrevivirán. Todo esto es producto de mantenimiento deficiente por parte del ayuntamiento. Las podas se hacen tarde y mal. De hecho, este año muchos árboles no han sido podados y eso ha incrementado el desastre que ha generado la nevada. Este servicio es uno de tantos que su gestión está en manos de empresas privadas que están más pendientes de su rentabilidad que de ofrecer un servicio de calidad.

Aunque pueda parecer surrealista, a lo largo de esta semana ha habido desabastecimiento de muchos productos en los grandes supermercados y tiendas de alimentación y no ha sido porque haya habido una avalancha de personas comprando de forma compulsiva, es que las mercancías no han podido llegar a su destino. Ha sido producto de no haber puesto los medios necesarios para que las mercancías pudieran llegar a los centros de venta y para ello tenían que haber tenido acondicionados todo el trayecto que tienen que realizar los productos.

Pero en todo esto no le ha ido mal a todo el mundo. Esta situación ha sido muy beneficiosa para todas esas empresas que de la noche a la mañana se han visto agraciadas con adjudicaciones sin concurso de ningún tipo, es decir, a dedo, con la excusa de la urgencia. Lo que viene a corroborar que la administración no tiene medios suficientes para prestar los servicios necesarios a la población pero si para repartir cantidades astronómicas de dinero entre empresas de su entorno.

En situaciones de este tipo, la petición más socorrida de los gobiernos de derechas es que les envíen la UME. Esa unidad militar que creó Zapatero para actuar en catástrofes y que recibió todo tipo de críticas por parte de los que ahora están pidiendo su ayuda. Lo que demuestra todo esto es la necesidad urgente de que las instituciones creen una unidad civil para actuar en todo tipo de situaciones de emergencia. Hay que acabar con ese deseo de militarizar cualquier situación de emergencia.

Para finalizar, los responsables del Ayuntamiento han tenido la ocurrencia de pedir la declaración de zona catastrófica. Para quitar la nieve de las calles no están teniendo prisa, pero para elaborar un informe que con los datos que se han publicado se puede decir que es un informe bastante deficiente les ha faltado tiempo. Como perlas de ese informe el Ayuntamiento de Madrid reclama lo que dejó de ingresar por parquímetros y pistas de pádel, además una serie de partidas que no hay por donde cogerlas. Parece que nos quieren equiparar una nevada a un terremoto o a unas inundaciones.  Todo esto no deja de ser el enésimo intento de hacer oposición al Gobierno Central desde las instituciones donde el Trifachito gobierna.

Lo que no dice nada el Ayuntamiento que para 2021 ha bajado los impuestos directos, como es el caso del IBI y quienes más se han beneficiado son los inmuebles más grandes y que están ubicados en mejores zonas de la ciudad. Luego es normal que las cuentas no les cuadren.

Biden gana, Abascal pierde

El candidato demócrata, Joe Biden se ha alzado con la victoria, después de una larga carrera electoral, y de un recuento de votos extenuante. Ahora sólo nos falta por ver cuál va a ser el espectáculo que Donal Trump nos tiene preparados para su fin de mandato, porque ya ha empezado a dar los primeros pasos para la batalla legal que va a desplegar para deslegitimar la victoria del candidato demócrata. No es que quiera emular al general Custer y morir con las botas puestas. Es lo mucho que se juega el trumpismo en estas elecciones.

Los cuatro años de mandato de Donal Trump nos han deparado situaciones de lo más surrealistas,  pero lo vivido durante la campaña electoral y el recuento nos está dejando muchas señales y muchas pistas para que la sociedad mundial valore el peligro del populismo de extrema derecha, porque Donal Trump y el trumpismo no deja de ser el espejo en el que se mira la extrema derecha de todo el mundo y la española no es una excepción. Hay que intentar discernir entre el personaje estrambótico que es Trump y que sólo por su modo de actuar debería de generar rechazo a cualquiera que esté en su sano juicio, sin perjuicio de la ideología que uno profese, y lo que representa el trumpismo. Esto último es lo que debemos tener presente a la hora de analizar esta ideología.

No se puede caer en el error de pensar que Trump es un iluminado y lo que él representa es un delirio. No, el trumpismo es pura ideología populista de extrema derecha, apoyándose en la xenofobia y en el supremacismo blanco. Detrás está el ultraliberalismo económico y la negación de derechos fundamentales y civiles (el antiliberalismo político). Por ello, todas las decisiones que se han adoptado en su mandato han tenido un objetivo muy nítido: legislar en favor de los intereses de las grandes élites de los EEUU y para atraer el voto de las capas más populares de la población tiraba de manual: culpaba a la inmigración que venía a quitar el trabajo y lo que tienen a los de casa y que el resto de políticos son todos iguales, buscando en todo momento el enfrentamiento entre comunidades y creación de enemigos sobre los que proyectar todos los peligros y odios. Para el éxito de su discurso era necesario tener una maquinaria de propaganda que allanara el camino, utilizando los métodos que está utilizando la extrema derecha en todo el planeta: llenar las redes sociales y los medios de comunicación de bulos y noticias falsas. La diferencia entre Goebbels y Donald Trump es que el primero no tuvo acceso a las nuevas tecnologías y el segundo está sumergido en todas ellas.

El espectáculo que ha dado el Partido Republicano, su líder, Donald Trump y su legión de seguidores está sacada del manual que lleva tiempo usando la derecha más reaccionaria y la extrema derecha mundial, pero con el agravante que todo eso se ha estado dando en lo que hasta la fecha es la mayor potencia occidental. En la actualidad el Partido Republicano es Trump, nadie va a cuestionar su discurso porque es el partido de Ronald Reagan y Bush padre e hijo. Un partido que siempre ha estado en la línea que separa la derecha extrema de la extrema derecha.   

Lo vivido desde el cierre de los colegios electorales en EEUU, las continuas acusaciones de fraude electoral hasta la situación esquizofrénica de un presidente que cuestiona el sistema electoral del país que ha gobernado durante los últimos cuatro años son el concepto que el trumpismo tiene de la democracia y la legalidad americana. Hemos visto a un presidente de los EEUU acusar de fraude electoral a sus rivales, ha presionado a los jueces para paralizar el recuento electoral cuando todavía los votos escrutados le daban la victoria parcial y ha llamado a sus seguidores a salir a la calle para defender su reelección. Las imágenes que nos han mostrado los medios de comunicación han sido muy elocuentes. No ha faltado de nada, hasta darse el caso que algunos de sus incondicionales han salido armados a la calle. Y si esto no fuera suficiente, lo grave es que su mensaje cala con mucha facilidad en muchas capas de la población de ese país. Escuchar a sus seguidores que están convencidos que ha habido un fraude electoral en favor de Biden es una muestra hasta qué punto las noticias falsas, los bulos y la manipulación han calado en gran parte de la sociedad americana .

La derrota de Donald Trump no significa que haya desaparecido el trumpismo en los EEUU. Tiene muchos adeptos en la sociedad americana y pueden generar la crispación suficiente como para que el mandato de Joe Biden no sea un camino de rosas. En estos momentos la duda que asalta es hasta dónde puede llegar la fractura que se da la sociedad americana, porque políticamente el país está partido en dos.

No hay que dejar pasar por alto el gran apoyo que ha tenido Trump de ciudadanos de un extracto social bajo y de origen inmigrante, en concreto de la comunidad hispana. Personas que salen de noche de su domicilio para ir a trabajar y que llegan a casa después una larga jornada laboral y que su mayor preocupación es conservar lo poco que tienen. Para ellos el discurso que le vende el populismo de extrema derecha les seduce. Escuchan las frases que quieren oír.

El candidato demócrata sin levantar grandes pasiones ha sido el candidato más votado en la historia de las elecciones presidenciales de los EEUU, gracias a las fobias que generaba Trump. Una de las conclusiones es que más que votar a Biden votaban contra Trump, que ha sacado un resultado espectacular. En otro momento con el número de votos recibidos hubiera ganado las elecciones. Esto es una muestra del interés que han suscitado estas elecciones americanas.

Del mandato de Joe Biden tampoco se pueden esperar grandes milagros. La política norteamericana no tiene un gran parecido a la europea. No se puede esperar que durante su mandato se produzcan unos cambios radicales. Ni es Bernie Sanders, ni dentro del Partido Demócrata es precisamente del ala más izquierdista. Fue vicepresidente durante los dos mandatos que estuvo Obama por lo que se le puede atribuir una responsabilidad importante en la frustración que generaron las políticas de Obama en las clases más bajas de los EEUU, de lo que supo aprovecharse Trump.

La  primera consecuencia de la derrota de Trump es que los movimientos de extrema derecha populistas han perdido un referente en el poder y un altavoz de sus políticas, entre los que se encuentra la derecha española en general y VOX en particular. Si por algo destaca la derecha española es por llevar años utilizando algunas de las formas de hacer política de los republicanos y del trumpismo. Quien no recuerda la bronca política que montó la derecha española de la mano de la Brunete mediática cuando Zapatero ganó las elecciones de 2004 o la que organizó después del éxito de la moción de censura de Pedro Sánchez. Todo vale a la hora de atacar al adversario. Pero sin duda alguna, la formación política española que más empatía tiene con Trump y sus políticas es VOX. Sus mensajes vienen perfectamente elaborados de la factoría trumpista. La forma de hacer política de VOX, la estrategia de la crispación, su relación con los medios de comunicación, ese discurso subliminal de incitación a la violencia, el uso de las redes sociales para hacer circular bulos y noticias falsas es un calco de lo que lleva haciendo Trump y un sector muy importante del Partido Republicano desde hace muchos años.

El tiempo nos dirá lo que puede repercutir en VOX la derrota de Trump en las elecciones presidenciales norteamericanas, pero a día de hoy no puede pasar inadvertidas las imagenes que hemos visto en casi todos los medios de comunicación. La imagen de un presidente haciendo el mayor de los ridículos cada vez que hacía una declaración o escribía un tuit, negándose a reconocer los resultados electorales y ver a sus partidarios llegando a utilizar la violencia pueden gustar a un número importante de votantes de VOX, todos aquellos reaccionarios y nostálgicos del franquismo, que no son pocos, pero, por el contrario, pueden generar un rechazo en mucho despistado que ha votado a VOX, pensando que son el partido que lucha contra las élites de la política. A partir de ahora VOX no va a poder tener de referencia al primo americano de Zumosol.

El término derrota aplicado a VOX no lo debemos de entender desde el punto de vista que tenga una bajada en las próximas citas electorales. No sería de extrañar que VOX tenga un recorrido al alza gracias a un electorado proveniente de los otros dos partidos de la derecha extrema española (PP y Cs). Dentro del corral que comparten esos tres partidos la moción de censura ha dado alas a VOX. Por ello, donde hay que poner la mirada no es en cómo se reparten estos tres partidos su electorado fiel sino en la capacidad que pueda tener VOX en captar votos de sectores de la población que nunca han votado a la derecha o que sencillamente nunca han votado. Y el resultado de las elecciones estadounidenses y todo lo que hemos visto en los medios de comunicación en teoría no es un mensaje que beneficie a VOX o del que pueda casar un rédito electoral.

El deseo de VOX de que el Estado español se aleje de Europa y su deseo de acercarse a los países latinoamericanos, a través de ese término que utilizó Abascal en la moción de censura, la Iberosfera, ha encontrado un obstáculo con la derrota de Trump. A ello hay que añadir que muchos de los gobiernos que hay en Latinoamérica no tienen una sintonía con la ultraderecha española y para mayor de sus desgracias, la victoria del MAS de Evo Morales en Bolivia es otra piedra más en ese camino de VOX a emular las políticas franquistas tendentes al acercamiento al otro continente pero siempre con un tono de cierto tutelaje, como si todavía fueran provincias de ultramar.

El hecho que la inmensa mayoría de los líderes europeos hayan reconocido al Biden no deja de ser expresión del alivio que sienten. Es dar portazo a los últimos cuatro años de la política estadounidense y ello representa y una mala noticia para VOX, que hasta el momento no se han prodigado en ningún tipo de declaración. Quizá todavía no se atrevan a dar el pésame a Trump por la derrota electoral.

Revuelo en el gallinero de la derecha española

La derrota de la moción de censura presentada por VOX, aderezada con ciertas dosis de humillación, está siendo proyectada de tal forma por los medios de comunicación que la conclusión del debate es que Casado ha retomado el viaje político al centro y a la moderación y que el Gobierno de coalición ha salido fortalecido y cohesionado después del esperpento ultra que hemos vivido en el Congreso de los Diputados. Pues bien, Casado no va retomar ningún viaje al centro porque nunca estuvo en el centro, ni tiene intención de pasarse a hacer una visita a ver cómo es ese espacio político ni el Gobierno está mejor que el día anterior a la moción de censura. Si se me apura, hay motivos para estar preocupados con el ascenso de la extrema derecha en el Estado español.

Era una moción de censura abocada al fracaso desde el día que fue anunciada. Sólo faltaba por saber cuál iba a ser la posición del PP y en el pleno salimos de dudas. Los diputados de la derecha extrema votaron en contra y su líder desde la tribuna aprovechó para saldar deudas de familia que estaban pendientes e intentar vender una imagen de alejamiento de VOX, pero la moderación de la que hablan algunos, se mire por donde se mire, no aparece por ningún lado. En el debate estaba en juego saber quién era el gallo del corral de la derecha heredera del franquismo y por ahora Casado salió airoso.

Si algún iluso cree que el discurso que pronunció en la sesión de la moción de censura el líder del PP es el inicio de un viaje al centro, más pronto que tarde, se percatará que no deja de ser un espejismo. Lo que hizo Casado es un discurso de consumo interno, venir a decir a su gente, al electorado de derechas, que él también sabe parar los pies al que hasta ayer le estaba humillando constantemente. El PP no se ha movido un ápice de su discurso, lo que ha hecho es reivindicarse como la derecha que ha sido, es y será de toda la vida, con un pasado franquista hasta la médula, pero con la cara lavada y para ello utilizan términos como moderación, democracia y vocación europea, es decir, todo de lo que reniega VOX. Lo que Casado hizo es decirle a Abascal que ha mordido la mano que le dio de comer durante muchos años y que está donde está gracias al PP. Le echó en cara el ser un desagradecido. Pero que nadie piense que más allá de todo esto va a haber un cambio de estrategia en el PP. Va a seguir haciendo la misma oposición .

El PP no va volver al centro, entre otras cosas, porque nunca se puede volver a un sitio donde nunca se ha estado y el PP nunca ha sido un partido de centro. Cosa bien distinta es que el común de los mortales nos queramos creer esa milonga. Es un partido que siempre que ha estado en la oposición ha utilizado la crispación como la fórmula mágica para atacar al gobierno y esto lo ha practicado desde la época que gobernaba Felipe González.

El PP lleva crispando y tensionando la política española desde el momento que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se sentaron a negociar las bases de este gobierno de coalición y cada día que ha pasado ha sido subir un escalón más.

Para que sea una realidad ese giro al centro, el PP tendría que romper de forma automática los pactos que tiene en Andalucía, Madrid y Murcia con la extrema derecha y sabe que necesita de ellos para que sus gobiernos autonómicos puedan sacar la cabeza del agua porque en el momento que VOX deje de apoyarlos abocaría a esas Comunidades Autónomas a un adelanto electoral y eso no va a pasar. Casado no se puede permitir tensar la cuerda de las relaciones con VOX porque si se rompe el que más tiene que perder es el PP. En este momento lo único que ha ocurrido es que por primera vez el PP se ha enfrentado a VOX y ha cogido con el pie cambiado a más de uno. Nada más. Porque en los lugares donde el PP gobierna gracias a los apoyos de VOX traga con todo lo que esta formación le exige. No parece que sea un viaje al centro que el PP en el Ayuntamiento de Madrid, a requerimiento de VOX, haya procedido a  quitar la placa de Largo Caballero, un torturado por la Gestapo.

En las próximas semanas veremos en qué se concreta esta nueva estrategia del PP. El desbloqueo para la renovación del CGPJ, la finalización de las políticas que está haciendo el PP en Bruselas en contra del Gobierno para dificultar las ayudas de la UE o el cambio de actitud del Gobierno de la Comunidad de Madrid en la gestión de la pandemia pueden ser un termómetro.

La mayoría de los medios de comunicación que componen la Brunete mediática han dictado sentencia en favor de Casado, pero no hay que menospreciar que algunas de las excepciones que no comparten ese mensaje tienen un peso específico importante a la hora de crear opinión en el espectro sociológico de la derecha.

Es difícil poder calibrar que líder de los que forman la foto de Colón ha ganado este debate y como consecuencia, consigue un trasvase de votos a su formación. Esa respuesta sólo nos la daría el resultado de unas elecciones que no se vislumbran a corto o medio plazo. Porque no nos engañemos, quienes dictan la victoria o la derrota es la ciudadanía y aunque el discurso de VOX ha sido muy pobre, utilizando los mismos mantras de siempre, con ataques a la Unión Europea, situándose como el representante de Trump en Europa, eso es lo que quiere escuchar el votante de derechas hispano. El perfil sociológico de la derecha española se fundamenta en que le bajen impuestos a los ricos, aunque la inmensa mayoría de ellos no lo sean, están en contra del Estado de las autonomías, piensan que los inmigrantes  vienen a quitarles el puesto de trabajo y tienen la concepción que todos los políticos son iguales, pero ellos siempre votan a los mismos. Todos son iguales pero el votante de derechas siempre vota y casualmente a los mismos.

A todo esto hay que añadir un elemento que se debe tener muy en cuenta. El personal de derechas cada día que pasa está más radicalizado y escorado a la extrema derecha. Esto es producto de un proceso que se inició hace varios años y que han contribuido a ello varios factores, pero sin duda el más importante ha sido la irrupción de fuerzas políticas que cuestionan los pilares del Régimen del 78. Para un sector muy importante de la derecha rancia española, todo lo que sea cuestionar la monarquía, la unidad del Estado, sus símbolos y el poner en la mesa la memoria histórica les hace entrar en estado shock. Despiertan al Cid Campeador que llevan dentro y se ponen nostálgicos recordando a los Tercios de Flandes. Por eso durante los años que Felipe González gobernó se sentían cómodos, sus diferentes gobiernos no osaban tocar esos principios que eran eternos en el tiempo.

En el panorama político no habrá cambios mientras los votos que se disputen los partidos del Trifachito sean los que tienen en la actualidad. Todo trasvase interno entre ellos para lo que sirve es para ver quién va a liderar a ese sector de la sociedad. Pero como las posiciones no están ganadas por nadie y en la actualidad cada vez existen menos las fidelidades ideológicas, el peligro estriba en que ese discurso de la extrema derecha cale en las clases bajas porque es un discurso sencillo que no obliga a pensar mucho, te dicen lo que uno quiere oir. Gabriel Rufián en su discurso en la moción de censura ha sabido incidir en este tema tan importante, porque los partidos que forman el Gobierno de coalición dan muestras de no percibir lo que se mueve en la calle y lo fácil que cala el discurso ultra en los barrios obreros.

De Ciudadanos no se puede decir mucho. En la actualidad es un partido irrelevante. El número de diputados que tienen no le da ninguna opción para cambiar las mayorías existentes y el cambio de estrategia adolece de credibilidad. En ningún momento se ha desmarcado de las exigencias de VOX allí donde necesitan sus votos para gobernar y no será por ocasiones. La imagen que está proyectando tanto en la Comunidad de Madrid como en el Ayuntamiento de la capital demuestran que en su actual forma de hacer política hay más marketing que de un deseo de hacer un borrón y cuenta nueva.

Después de lo que estamos viendo los partidos que forman el Gobierno de coalición no deberían venirse arriba. No están para destilar cierta euforia. El hecho que VOX se haya quedado más sólo que una no quiere decir que a partir de ahora la oposición vaya a diluirse. Tanto VOX como el PP van a seguir subiendo el tono y la oposición va a ser, aun si cabe,  más dura. Deberían de poner atención en los discursos que han realizado los partidos que facilitaron la investidura para poder evitar el crecimiento de la extrema derecha y, sobre todo, para que gracias a su gestión política, vía Boletín Oficial del Estado, la sociedad perciba que este Gobierno toma medidas de calado en favor de los intereses de las capas populares de la ciudadanía.

Golpe de Estado de baja intensidad

No se había celebrado la votación de investidura y los movimientos conspiratorios hicieron acto de presencia. Se había dado el pistoletazo de salida y los partidos de la foto de Colón, junto a la flor y nata de los elementos más reaccionarios del Régimen del 78 iniciaron un pulso contra un Gobierno elegido de forma democrática, que reúne todos los estándares democráticos, aunque las instituciones del Estado estén infectadas de todo tipo de elementos ultras, herederos del Régimen franquista, con el agravante que este Gobierno da la sensación que es incapaz de realizar una limpieza en toda regla.

Pero volvamos al punto de partida, porque parece que han pasado varios años y nada más lejos de la realidad, pues este Gobierno no tiene ni diez meses de vida. Éste surge de la votación de investidura que se celebró el día 7 de enero de este año, que vino precedida por un cúmulo de presiones y amenazas a diputados que podían ser susceptibles de caer en la tentación de  cambiar su voto. El peligro era de tal calibre que el día anterior a la votación dos diputados, uno de EH Bildu (Jon Iñarritu) y otro de ERC (Gabriel Rufián) realizan unas declaraciones que venían a mostrar el grado de gravedad de lo que los poderes fácticos del Estado estaban maquinando. Estas dos personas manifiestan que por cada diputado del PSOE que cambiase el sentido de voto, un diputado de estas formaciones cambiaría su voto y en vez de abstenerse votaría a favor. Es lógico que existiera un cierto miedo en las filas del PSOE y UP. Existen antecedentes y los hijos predilectos de Esperanza Aguirre querían repetir la misma jugada que hizo su adorada lideresa para llegar a presidir la Comunidad de Madrid  con el Tamayazo ¡Será por dinero! Siempre habrá algún empresario caritativo que se prestaría a hacer un trabajo. En su discurso siempre nos dirán que ese empresario generoso lo hizo ¡Por España!, lo que traducido al idioma del común de los mortales significa que lo hizo pensando en la cuenta de resultados de su empresa y en el chorro de dinero que le iba a entrar en su bolsillo.

Como todos los intentos de la reacción fueron baldíos, a partir del mismo día en el que fue investido este Gobierno se puso en marcha una maniobra que se podría definir como una operación para derrocar a este Gobierno sin tener que pasar por el Congreso de los diputados, porque eran conscientes que la aritmética parlamentaria en ningún momento les iba a favorecer. Pueden ganar alguna votación que otra pero de forma aislada y no tanto por sus méritos, sino por los deméritos de este Gobierno que en muchos casos se comporta de forma errática.

La extrema derecha española sabe muy bien que en pleno siglo XXI no pueden emular a Miguel Primo de Rivera ni a Franco a través de un golpe de Estado impulsado desde los cuarteles, ni pueden esperar que el actual borbón pida auxilio a los militares como lo hizo su bisabuelo, Alfonso XIII, cuando nombró al general Dámaso Berenguer, presidente del Gobierno, lo que fue conocido como la Dictablanda. Pero los objetivos del trio de Colón es el mismo que el que tuvo la CEDA, los falangistas y requetés en 1936. Llegar al poder, perpetuarse en él y limpiar todas las instituciones de aquellos elementos que puedan interferir sus objetivos. Hasta ahora han gozado de un régimen que les permita controlar el poder aunque no ganasen las elecciones y la preocupación que tienen es que ese marco quiebre.

Para lograr los fines que persiguen han tirado de manual y de las instituciones que llevan controlando los últimos ochenta años. Esos aparatos del Estado que le son de total confianza desde el Golpe de Estado que dio Franco. Me refiero a los cuerpos policiales, en especial la Guardia Civil, el Ejército y la Judicatura. Todos estos poderes saben el papel que desempeñan y y tienen muy claro su objetivo.

En este paisaje político hace su entrada un nuevo elemento inesperado. Este Gobierno no llevaba ni tres meses y se encuentra con un factor externo de dimensión mundial como es la pandemia generada por el COVID-19. Desde que declaró el estado de alarma, allá por mediados de marzo, ha tenido adoptar multitud de decisiones sanitarias y políticas, sobre todo de índole socioeconómico. Ante esta situación de emergencia, los diferentes tentáculos de la reacción neofranquista se pusieron manos a la obra para iniciar un proceso de acoso y derribo desde fuera del Parlamento a este Gobierno y han utilizado la pandemia porque fue lo que se cruzó en nuestras vidas. Podía haber utilizado cualquier otra cuestión, pero ésta les venía francamente bien y ponen en marcha lo que es un golpe de Estado de baja intensidad. Empiezan con un frente y poco a poco van abriendo más frentes. Para ello, utilizan los aparatos del Estado que he mencionado con anterioridad.

El frente judicial que abren para acusar al Gobierno por no haber prohibido la celebración de las manifestaciones del 8 de marzo y ser el causante de la propagación del virus es el comienzo de una batalla judicial, que va respaldada por una serie de informes que elabora la Guardia Civil sin ningún rigor y que no hacen más que enseñar la patita de lo que están cociendo.

El motivo por el que el Poder Judicial es el ariete de la extrema derecha hay que buscarlo retrocediendo en el tiempo. Desde que el PP perdió las elecciones de 2004, bloqueó la renovación del CGPJ y del Tribunal Constitucional. Lo que no había ganado en las urnas lo quería ganar a través de la vía judicial. Desde entonces cada vez que el PP ha perdido unas elecciones ha activado la estrategia de bloqueo de todo tipo de instituciones en las que la ley exige una mayoría cualificada, es decir, superior a la mayoría absoluta. Esa estrategia no ha sido casual. Cuando Zapatero ganó las dos elecciones al PP de M. Rajoy, la intención de este partido era torpedear todo lo que aprobase el Parlamento a través de los recursos de inconstitucionalidad, desde el nuevo Estatuto de Catalunya, pasando por la reforma de la Ley del Aborto para acabar con el matrimonio homosexual. La estrategia se resume en ganar en los juzgados lo que no pueden ganar en las urnas

Los procesos judiciales abiertos no  tenían ni pies de cabeza pero gracias a una serie de informes realizados por la Guardia Civil dan oxígeno a la instrucción de esos procedimientos. Para la elaboración de esos informes han seguido el mismo patrón que utilizaron en los informes que presentaron para la ilegalización de partidos políticos abertzales en Euskal Herria, cierre de periódicos y en fechas más recientes para el juicio del Procés. Los informes que aportaron a la instrucción estaban repletos de innumerables contradicciones y datos erróneos, pero sobre todo, estaban viciados de raíz porque tenían su origen en el pulso que algunos mandos de la Guardia Civil estaban echando al ministro del Interior y al Gobierno.

Simultáneamente abren otro frente, las protestas en los barrios ricos. En pleno Estado de alarma empiezan a manifestarse y liderar un movimiento de protesta utilizando una estrategia y lenguaje pro golpista. Es ir caldeando el ambiente para provocar la confrontación entre la ciudadanía, realizando acciones violentas. Lo más preocupante es la imagen que este Gobierno transmitía. Una incapacidad manifiesta para cortar de raíz este tipo de actuaciones. Hemos visto amenazas, insultos por parte de personas que tienen nombre y apellidos y que en algunos casos son militantes y cargos públicos de los partidos de la foto de Colón, pintadas en monumentos y hasta la fecha no parece que desde el Gobierno se esté tomando medida alguna. Aunque no nos debería de extrañar cuando es incapaz de cortar de raíz el acoso que está sufriendo Pablo Iglesias, miembro de ese Gobierno, hasta el extremo de tener que suspender sus vacaciones. Todas estas situaciones no hacen más que envalentonar a la ultraderecha de este país. El hecho que puedan campar a sus anchas les hace pensar que tienen inmunidad para hacer lo que les venga en gana. Si luego tienen la cobertura judicial para salir indemnes, como ha ocurrido con los ultras que realizaron las agresiones en la librería Blanquerna, ya no hay quien los pare.

Todo este despliegue no hubiera sido posible sin el apoyo de la Brunete mediática. El grado de manipulación que está aplicando este sector de la prensa, que no se nos olvide que es mayoritario, siempre tiene el mismo objetivo. Crispar a la población. Lo han hecho siempre que no gobierna la derecha, con el añadido de la frustración que acumulan al ver que algunos de los que forman parte de ese gobierno son los que fueron el blanco de las noticias falsas y manipuladas que lleva publicando desde hace más de cinco años. Las innumerables portadas con bulos, falsedades ha sido una constante en sus portadas durante el último lustro.

Con la finalización del estado de alarma y la llegada del verano las fuerzas reaccionarias mas que tomarse un respiro estaban preparando el segundo asalto al poder. Empiezan a percibir que este Gobierno no va caer tan fácilmente por falta de apoyos parlamentarios. Los socios de la investidura pueden ser muy críticos con el Gobierno en muchos temas pero tienen muy calibrada la crítica y cuando y como le tienen que retirar el apoyo en el Congreso. Dan la sensación que son los que mejor lectura están haciendo de la situación política del Estado. En las intervenciones que tienen, una y otra vez le están advirtiendo a este Gobierno de la falta de voluntad para tomar medidas que acaben con todo esto, porque tienen los apoyos suficientes para sacar adelante propuestas de calado para desarmar políticamente a las fuerzas reaccionarias.

En este periodo de tiempo de una forma u otra ha entrado en liza otro elemento que no puede pasar inadvertido.  La salud de la monarquía española no es para tirar cohetes. El deterioro de su imagen es progresivo y que uno de los socios del Gobierno haga declaraciones en contra de esta situación pone muy nerviosos a los partidos del tridente reaccionario. Desde la restauración de la monarquía es la primera vez que se viven este tipo de situaciones que hace algunos años nos podían parecer impensables. Esta situación de la monarquía en el contexto actual tiene mucha importancia, porque al ver los partidos de la extrema derecha que uno de los pilares del régimen del 78 tambalea han redoblado su presión contra este gobierno. Pero lo que nadie podía pensar es que el Borbón intentase interferir en la vida política y tan torpemente. Eso es lo que hizo con su “casual” llamada telefónica al presidente del Poder Judicial y que éste la hiciera pública. Todo esto ha servido para que quede negro sobre blanco que Felipe VI no está de brazos cruzados. El discurso del 3 de octubre de 2017 no fue ni una casualidad ni un acto aislado. La Casa Real lleva tiempo haciendo política y no cabe duda donde se ha posicionado. El problema que todo esto tiene es que un mal paso le puede costar la corona.

 A partir del mes de septiembre se esperaban algunas resoluciones judiciales que no iban a pasar inadvertidas. Eran sabidas las resoluciones judiciales que iban a afectar a Podemos y no están defraudando y han quedado clara cual es la estrategia que sigue este proceso de golpe de baja intensidad. Sacar a toda costa del Ejecutivo a Pablo Iglesias. Su intento de reprobación en el Congreso acaba de fracasar estrepitosamente, así que han activado la vía judicial. No se descubre nada nuevo si digo que las acusaciones que existen contra él no tienen fundamento alguno. No hay que olvidar que hasta la fecha todos los intentos judiciales contra Podemos y sus líderes han acabado archivados, pero yo no estaría muy tranquilo si mi futuro dependiese de Marchena y de los magistrados que redactaron la sentencia del Procés.

Este Gobierno da la sensación que no se está tomando en serio el tipo de oposición que le están haciendo y una muestra clara es el pulso que le está echando la Comunidad de Madrid que se ha convertido en el mayor saboteador de la lucha contra la pandemia. No se da cuenta que la Comunidad de Madrid lleva semanas aplicando una estrategia para reventar las medidas que se toman desde la Administración Central, haciendo un discurso en el que busca echar a la población encima del Gobierno. Las medidas que el Gobierno ha aplicado a Madrid mediante la aprobación del último estado de alarma están siendo papel mojado. En muchas zonas de la capital no se están cumpliendo las medidas aprobadas.

Todo este proceso de golpe de Estado de baja intensidad no ha hecho más que empezar y mientras el Gobierno no coja el toro por los cuernos las conspiraciones inspiradas por la extrema derecha van a seguir en aumento. Como le ha dicho hace unos días Gabriel Rufián, el Gobierno tiene todos los martes la posibilidad de cambiar este país a través del BOE. No sólo con leyes y decretos, también con ceses y nuevos nombramientos. En esta cuestión los ministerios de Interior y Defensa tienen una ardua labor a realizar.