Marx y Rusia. Un ensayo sobre el Marx tardío

Marx y Rusia. Un ensayo sobre el Marx tardío

El hecho que en un ensayo confluyan el análisis de la última etapa de Marx con la Rusia de finales del siglo XIX, a priori, quizá no sea un tema lo suficientemente atractivo para adentrarse en esta materia, pero una vez que uno inicia su lectura sosegada, no le queda ninguna duda que ambas cuestiones, y la particular conexión que podemos encontrar entre ellas gracias a esta obra, es un trabajo que no se puede dejar pasar por alto.

Con el título “Marx y Rusia. Un ensayo sobre el Marx tardío” (Editorial Catarata), el politólogo Carlos Taibo ha realizado un trabajo que en poco más de 120 páginas ha profundizado en esa parte del pensamiento de Marx que es poco frecuentada, como es todo lo relativo a los estudios que el filósofo de Tréveris realizó sobre las diferentes estructuras de la sociedad a lo largo de la historia, lo que el autor de este ensayo denomina desarrollo de las formaciones sociales, centrándose en las estructuras sociales precapitalistas. Y todo ello para buscar una conexión entre las ideas que sostuvo Marx en su última etapa y la Rusia de finales del siglo XIX en la que se vivió la experiencia del movimiento  naródniki.

El profesor Taibo plasma en este libro la evolución del pensamiento de Marx, para poner el foco en la última etapa de la vida de Marx, en concreto, a partir de los sucesos de la Comuna de París y plantear si en su última etapa hay un cambio de visión en lo relativo a las sociedades precapitalistas y, lo que es más importe, si este tipo de sociedades podían llegar al socialismo sin tener que pasar por la etapa del capitalismo. Para ello el autor hace un repaso al desarrollo histórico de las sociedades en el pensamiento marxista, el colonialismo, las sociedades precapitalistas y los campesinos, para engarzar con un estudio de la comuna rural en Rusia y el movimiento de los naródkini.

A lo largo de este ensayo, Carlos Taibo tiene presente los estudios que realizaron varios autores entre los que cabe destacar, entre otros, a Teodor Shanin, Godelier y Marcello Musto.

El ensayo se compone de seis bloques en los que desarrolla el pensamiento de Marx en lo relativo a las relaciones sociales, su relación con Rusia, para pasar a exponer lo que fue la Comuna rural rusa, el movimiento de los naródniki y la relación que mantuvo Marx con este movimiento, para finalizar con las conclusiones-reflexiones del autor.

Los últimos años de Marx

La última década de la vida de Marx, en concreto, desde la experiencia de la Comuna de París (1871) hasta su fallecimiento en 1883, es el periodo que despierta un mayor interés a Carlos Taibo.

La experiencia que supuso la Comuna parisina y la represión que sufrió para su derrota marcan el inicio de esa etapa de un Marx que estuvo envuelto en una lucha denodada contra la línea reformista del socialismo alemán e inglés y en la que profundizará en cual debería de ser la actitud ante Estado, cuestión que trató en su trabajo Crítica al Programa de Gotha (1875).

El autor del ensayo plantea que es en esta época cuando Marx “alumbró una nueva vía para la construcción del socialismo” en la que desconfiaba de “apoderarse de la maquinaria del Estado”.

El hecho que el profesor Taibo sea un teórico y defensor del movimiento libertario y la autogestión, nos puede servir para entender su interés por los trabajos que Marx realizó en los diez últimos años de su vida, donde se posicionaba en pro de destruir el Estado burgués y una apertura a las experiencias que se daban en países con sociedades precapitalistas, como era el caso de Rusia a finales del siglo XIX.

Marx y el desarrollo de las formaciones sociales

En lo concerniente al desarrollo histórico de las sociedades nos adentra en las dos interpretaciones que se hacen del pensamiento de Marx. Si era determinista, lo que pudo influir en la teorización que realizó a lo largo de su vida en lo relativo a la evolución de las sociedades y los tránsitos que debían de seguir para llegar al socialismo o, por el contrario, “la obra de Marx se ve marcada afortunadamente por la flexibilidad en el análisis y por la ausencia de esquemas cerrados”, por lo que en el libro se plantea si “realmente el Marx tardío no sería muy diferente de los anteriores”. La lectura del ensayo servirá para que el lector pueda reflexionar sobre esta y otras cuestiones que se abordan.

Al tratar los posicionamientos de Marx y Engels ante el colonialismo, Carlos Taibo se centra en la evolución que se da en el pensamiento de ambos pensadores, que influidos por la época en la que vivieron, pasaron de la aceptación del colonialismo como “un carácter progresivo y beneficioso”, y camino para que todos esos territorios siguieran la estela de la “Europa civilizada” a defender una propuesta anticolonial. El autor recuerda que esta era una postura mantenida por “muchos de los clásicos anarquistas más o menos coetáneos”,  que criticaban “los excesos de la colonización”, pero aceptaban “la idea de que tenía una dimensión liberadora”. Marx superaría ese legado hegeliano, para pasar a defender una propuesta anticolonial.

Esta evolución tiene importancia, pues servirá para que Marx vaya otorgando mayor importancia a países que estando fuera de la Europa occidental, van adquiriendo mayor protagonismo a nivel mundial a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, como es el caso de EEUU y Rusia.

A la hora de analizar el estudio que realizó Marx sobre las sociedades precapitalistas, el autor parte de la premisa que hasta su última etapa “las formaciones sociales precapitalistas sólo atrajeron a Marx como fundamento de explicación de la gestación del orden burgués”, pero eso no fue óbice para que en palabras de Carlos Taibo, “a Marx las sociedades precapitalistas le interesaran, también, por cuanto ofrecían formas de relación humana distintas de las características en el capitalismo”. En este caso hay que tener presente la incesante búsqueda por parte de Marx de una “sociedad sin propiedad privada”.

A la hora de estudiar el posicionamiento de Marx ante los campesinos, el autor volverá a incidir en la evolución del pensador alemán a lo largo de sus diferentes escritos. Desde los pertenecientes a sus inicios, como pueden ser Las luchas de clases en Francia (1850) o el Manifiesto Comunista (1848), en los que los campesinos no salen muy favorecidos, descartándolos como “sujeto revolucionario”, para en sus últimos años mostrar mayor receptividad, como así sucede en la obra Critica al programa de Gotha (1875). El cambio de visión inicial que tenía sobre el campesinado le llevó a sostener que no se debía incluir a los campesinos dentro de las capas reaccionarias de la sociedad. En un libro en el que se estudia a la Rusia de finales del siglo XIX el campesinado tiene una vital importancia, puesto que en la Europa oriental era la clase mayoritaria.

La relación de Marx con Rusia

La lectura de este libro permite acercarse a la visión que Marx tuvo de Rusia a lo largo de su vida. Una percepción, que como se recoge en este trabajo, varió a lo largo del tiempo, teniendo inicialmente un posicionamiento antirruso, al ser este país un régimen reaccionario, una autocracia, nada comparable con los regímenes existente en Inglaterra, Francia y Alemania. En este marco se puede entender la defensa que hacía de una Polonia independiente, pues detrás de este planteamiento se encontraba una lucha contra el zarismo.

Una opinión similar tuvo respecto de la comuna rural rusa, estimando que “estaba llamada a desparecer y no podía servir de sustento a un proceso revolucionario autóctono”. Sin embargo, esta percepción varió diametralmente en el tiempo debido a diversos factores para llegar a plantearse “si la comuna rural podía servir de fundamento para una industrialización no capitalista”. Esta evolución le llevó a un acercamiento al naródnichestvo o, populismo ruso.  

Populismo y comuna rural rusa

En este bloque encontramos un estudio profundo de lo que supuso el movimiento de los naródniki en el último cuarto del siglo XIX y su propuesta de “sortear el capitalismo, sobre la base de una revolución social que debía de surgir de la singularidad rusa, asentada en la comuna rural y en las cooperativas urbanas”.

Para Carlos Taibo, este movimiento tenía claro el papel del Estado en su faceta del ejercicio de la opresión y la represión, lo que le lleva a defender la idea de la “abolición del Estado para liberar a la comuna rural”. El naródnichestvo constituyó “una respuesta a un socialismo, el occidental, que ignoraba las singularidades de Rusia y se articulaba como un proyecto inequívocamente elitista”.

Si bien, en un principio el campesinado fue la preocupación principal de los naródniki, con el paso del tiempo pusieron su interés en el proletario, así como en los estudiantes y los soldados.

Taibo menciona la posición de los naródniki en temas como la igualdad de sexos, la violencia y en materia medioambiental. Favorables a preservar estructuras descentralizadas para evitar las reformas dictadas desde arriba. En palabras de Shanin, se plantearon “la necesidad y la dificultad de combinar el individualismo y el colectivismo bajo el socialismo, el lugar de la ética en la acción socialista”.

La obshina (término utilizado para referirse a la comuna rural rusa) era considerada por los naródniki como un resto del comunismo primitivo. Carlos Taibo nos la define como “una comunidad territorial de autogobierno que en tal sentido operaba en detrimento de la aldea o la parroquia. Era una entidad económica, una fórmula de propiedad colectiva … dirigida por una asamblea”. Para los naródniki era una huella de la tradición colectivista del pueblo ruso.

Karl Marx
Marx y Rusia

La correspondencia de Marx con Vera Zasúlich

En este ensayo hay un análisis acerca de la posición de Marx ante la comuna rural rusa, y para ello el autor bucea en la comunicación epistolar que mantuvo con Vera Zasúlich, militante naródnik que con posterioridad militó en el marxismo.

El autor expone el valor que Engels da a la comuna rural en el marco de la Rusia de la época, que la ubicaba dentro de lo que denominaba comunismo primitivo que no podía ser la base de una estructura socialista, a no ser que hubiera una fuerza externa que lograse dar ese salto. Las ideas de Engels se contraponían con la postura que acabó manteniendo Marx, producto de sus estudios acerca de las sociedades precapitalistas.

A la hora de tratar este bloque del libro, Carlos Taibo realiza un estudio teniendo presente no sólo la respuesta que Marx envió a Vera Zasúlich, sino también los borradores de carta que redacto y que no llegó a enviar. Esos borradores sirven al autor para exponer que las teorías recogidas en El Capital y en otras obras eran de aplicación exclusiva en Europa occidental y servían para explicar el tránsito del feudalismo al capitalismo. Por tanto, en palabras de Marx “el precedente occidental no prueba nada”, llegando a rechazar de forma expresa “haber diseñado una teoría de aplicación general y universal”. Se desmarca de estudiar los diferentes procesos históricos “con la clave universal de una teoría general de filosofía de la historia”.

Carlos Taibo recoge comentarios y análisis de autores como Maximilien Rubel, Roberto Finelli o Poggio, que afirman que para Marx la comuna rural rusa era una herramienta válida para que el individuo se desarrollara de forma individual y colectiva. Y en palabras de Poggio, “la comuna rural rusa no era un obstáculo para el socialismo, pero sí lo era, en cambio, para el capitalismo”.

Llegados a este punto se podría volver a plantear si Marx realmente era determinista cuando tuvo este acercamiento a la comuna rural. El autor nos dice que en los años finales el pensador alemán tiene en mente “vías de transformación que no reclaman un desarrollo de las fuerzas productivas en clave capitalista”. Y por ello desarrolla en esta obra el interés que tuvo por las sociedades no occidentales y precapitalistas. Entiende que Marx no se posiciona en favor de una concepción mecanicista de la necesidad histórica.

Conclusiones

En este último bloque del ensayo el autor hace una pequeña exposición de las diferentes teorías existentes sobre los cambios producidos en el Marx de los últimos años y las percepciones que tuvo de Rusia. Se pregunta si hubo una continuidad en su pensamiento o, por el contrario, se dio una ruptura, para ello, expondrá las teorías de diferentes autores sobre esta cuestión para resaltar el interés de esta última etapa del pensador alemán.

Donde se puede atisbar una crítica por parte de Carlos Taibo al pensamiento de Marx es a la hora de tratar conceptos como la centralización de los medios de producción en el marco de la industrialización y la tecnología. Es en esta cuestión donde el autor manifiesta que Marx no abandonó sus teorías en lo relativo a la “centralización de las grandes explotaciones , de la producción industrial y de las tecnologías acompañantes”, en línea con su idea que “la centralización de los medios de producción y la socialización del trabajo acabarían con el capitalismo”. Entiende el autor que hay un alejamiento de cualquier planteamiento autogestionario por parte de Marx como de Engels.

El ensayo dedica un pequeño apartado a comentar el pensamiento de Engels, donde destaca algunas diferencias, que se acentuaban en el pensamiento que mantuvo Marx en los últimos años de su vida, en concreto en la visión que tenían sobre Rusia y la comuna rural, pues entiende que mantenía una teoría más mecanicista de la concepción materialista de la historia.

Carlos Taibo deja para el final de sus conclusiones tres apartados muy recurrentes en el debate de las ideas que se dio en el campo del marxismo desde finales del siglo XIX hasta la Revolución bolchevique de 1917.

El primero es el relativo al Estado y Poder, donde defiende la “inflexión libertaria” de Marx, para ello el autor toma como eje de su argumentación la obra que dedico a la Comuna de Paría, La guerra civil en Francia (1871), donde plantea acabar con la maquinaria del Estado burgués por ser el instrumento de la dominación de clases. Taibo nos expondrá algunas visiones de diversos autores que sostienen la importancia de esta obra, tanto a la hora de tratar el tema del Estado, al haber quedado un tanto marginado en el Capital, como en el campo de la dialéctica contra sus detractores anarquistas.

En el segundo apartado Carlos Taibo reflexiona sobre “en qué medida los avatares de su vida, la reflexión sobre su trabajo teórico y sus desencuentros políticos” pudieron influir en los pensamientos de sus últimos años. El hecho que los socialdemócratas alemanes y los socialistas ingleses adoptaran posicionamientos más moderados dentro de la Internacional le lleva a plantear al autor que generó un rechazo en Marx y, a su vez, puso el foco en Rusia, lugar donde su obra empezaba a tener adhesiones. Todo ello le hizo modular su visión de otras realidades para analizarlas con una visión más comprensiva, cosa que no había hecho con anterioridad.

El último apartado lo reserva para lo que el autor denomina “el experimento bolchevique”, que si bien se produce pasados más de treinta años de la muerte Marx, el autor lo incluye en el ensayo para realizar una comparación entre el Marx tardío y la evolución de la Unión Soviética. Muy crítico con la experiencia bolchevique, al aplicar un modelo sui generis de producción capitalista con la disolución de la comuna rural rusa y la instauración por Stalin de una “propiedad burocrática estatalizada y nunca socializada”.

En palabras de Taibo “Lenin se inclinó por abrazar una interpretación acrítica, mecánica y determinista de las teorizaciones del Marx maduro”. En un pais en el que el proletariado era minoritario, el autor entiende que la burocracia soviética tiene como objetivo superar etapas “en el desarrollo de las fuerzas productivas” utilizando el modelo capitalismo de forma solapada. Para el autor la burguesía liberal fue sustituida por el Estado y el partido, donde desaparecieron la comuna rural rusa, “los soviets como instancias autónomas” y la revolución social.

El ensayo de Carlos Taibo es un trabajo interesante sobre el Marx tardío y su visión de Rusia en dicha época. No se puede obviar que el trabajo lo realiza desde la perspectiva del pensamiento anarquista, pero eso no le quita ningún ápice de interés, porque es una herramienta para poder debatir sobre todos los temas que desarrolla.

Como comentario personal, en el ensayo he echado en falta, y lo digo más como aportación que como crítica, que no se ha tenido en cuenta una obra que se puede enclavar en la etapa del Marx tardío como es la Crítica al programa de Gotha, escrita en 1875, posterior a los hechos de la Comuna de París, donde hace una disertación del periodo de transición entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista que lo define como “dictadura revolucionaria del proletariado”. Esto llevaría a reflexionar como engarzaría la destrucción de la maquinaria del Estado burgués con esa fase intermedia hasta la consecución de la sociedad comunista. Y a la hora de comentar el análisis que realiza de la experiencia bolchevique hay una obra de Lenin que siempre he tenido la sensación que es la gran olvidada y que ha sido obviada en este ensayo. Me estoy refiriendo al Estado y la Revolución. En ella, apoyándose, entre otros escritos de Marx, en La guerra civil en Francia, habla sin ambages de la destrucción de la maquinaria estatal. Bien es verdad que la teorización que realizó Lenin en lo referente al Estado fue paulatinamente marginada, pero eso daría para otro profundizar en otro ensayo.

27 de septiembre, una fecha para conmemorar la lucha antifranquista

27 de septiembre, una fecha para conmemorar la lucha antifranquista

Ayer, 27 de septiembre, se cumplieron 47 años de los últimos fusilamientos del franquismo. Estando todavía mucha gente despertándose del resultado electoral de Italia y haciéndose la pregunta retórica de cómo ha podido pasar que en Italia el fascismo del siglo XXI haya ganado unas elecciones, nos encontramos que las barbaridades que hizo el fascismo a lo largo de 40 años en el Estado español siguen siendo la preocupación de una minoría. Fiel reflejo de ello es la falta de un acto institucional por parte de un Gobierno que se autodefine progresista y de izquierdas y que ha aprobado a bombo y platillo la nueva Ley de Memoria Democrática y la nula repercusión que ha tenido en los medios de comunicación.

Empiezo por el final, es decir, por los medios de comunicación. Si digo que los medios que componen la Brunete mediática están al servicio de los grandes poderes económicos no estoy desvelando ningún secreto y que para estos poderes el fascismo no sólo no es su preocupación, sino que perfectamente puede llegar a ser su aliado táctico y estratégico, es algo que lo estamos comprobando en el día a día. Por ello, la estrategia de esos medios de comunicación en su labor de blanquear al fascismo en el Estado español no debería de llamar la atención a nadie que esté medianamente informado, lo que conlleva el olvido de hechos como los que se produjeron el 27 de septiembre de 1975. Lo que debería de llamar la atención es la gran cantidad de medios que en la actualidad se pueden definir como condescendiente con el golpe de Estado de julio de 1936 y con la dictadura franquista.

Lo realmente triste y grave es que la prensa que se puede enclavar en un espacio democrático y progresista, salvado contadas excepciones, parece que ha decidido meter en el cajón del olvido unos hechos que deberían de ser recordados todos años.

A lo largo de esta legislatura este Gobierno no ha dado muestras palpables de querer recordar esta fecha de una forma solemne. A nivel institucional este hecho sencillamente no existe. Parece que hay que contentarse con que los actos que se convocan no sean prohibidos, bajo el pretexto que se daba un enaltecimiento del terrorismo, como ocurrió con algunos homenajes que se intentaron celebrar en la pasada década. Parece como si los homenajes haya que hacerlos de tapadillo.

La lucha contra la dictadura franquista, en general, debería de ser motivo de estudio y admiración en cualquier régimen que se precie de democrático y, en particular, tanto por parte del Gobierno como de la prensa que defiende unos valores democráticos y antifascistas. De hecho, es algo habitual que en el Estado francés, como en otros estados europeos, todos los años se celebre la victoria contra el nazismo, fascismo, o como se quieran denominar los movimientos totalitarios que se dieron en los años 20 y 30 del siglo XX. Y para ello existen fechas emblemáticas, como puede ser la liberación de París o de Berlín, esta última por parte de las tropas soviéticas. Todo esto sólo sirve para hacer chirriar, aún más si cabe, la sala de máquinas de lo que hoy se denomina democracia española.

En el Estado español no existe ninguna fecha similar a las comentadas anteriormente por la sencilla razón que el fascismo murió plácidamente en la cama. Ello nos llevaría a plantear que en ausencia de buscar una fecha que significara la victoria contra el fascismo, un estado que se precie de ser democrático debería buscar otra que sirva para homenajear a todos aquellos luchadores antifranquistas y, en ese caso se hace difícil pensar que haya una fecha mejor que el 27 de septiembre, día en el que la dictadura franquista fusiló a cinco militantes antifranquistas. En esa fecha el régimen biológicamente estaba en las últimas, puesto que el dictador duró algo menos de dos meses. El problema radica en que políticamente el régimen ha durado mucho más, puesto que todavía estamos sufriendo las consecuencias políticas de dicho periodo dictatorial y ese el mayor obstáculo para institucionalizar el 27 de septiembre como día de la lucha antifranquista.

Esa fecha reúne todos los requisitos necesarios para que sea un día de recuerdo a todas las personas que durante los cuarenta años de dictadura lucharon contra el franquismo, primero defendiendo la legalidad republicana y después luchando contra la dictadura militar. Los militantes antifranquistas fusilados sufrieron detenciones, torturas y un simulacro de juicio en el que se vulneraron todo tipo de garantías para condenarlos a muerte.

Un Estado que apueste por ensalzar los valores democráticos debe de tener presente una serie fechas en las que se conmemoren hechos de esta naturaleza. Si la Diada, día nacional de Catalunya se homenaje a los que defendieron Barcelona de las tropas borbónicas, el 19 de julio se homenajea en Amaiur a los defensores del Reino de Navarra o el 2 de mayo se recuerda al pueblo de Madrid que se sublevó contra las tropas francesas, falta un día en el que se recuerde a los que dieron su vida por la libertad durante el franquismo. Y el mejor día es el 27 de septiembre, fecha en la que la dictadura franquista fusiló a cinco militantes antifascistas. Y lo demás es seguir blanqueando al franquismo y los cuarenta años de dictadura fascista.

Hagan juego señores, pero la patronal siempre gana

Hagan juego señores, pero la patronal siempre gana

Lo sencillo sería recurrir a la frase que allá por 1990 inmortalizó el futbolista británico Gary Lineker y que decía que “el fútbol es un deporte que inventaron los ingleses, juegan 11 contra 11 y siempre gana Alemania”. A mí me ha venido a la mente porque en la política española si hay alguien que siempre gana es la patronal, siendo indiferente el color del gobierno y las mayorías que haya en el Congreso. Los Garamendi y Cía duermen tranquilos, la maquinaria por la que hacen crecer de forma exponencial sus plusvalías a cuenta de la clase trabajadora funciona a destajo incasablemente de noche y de día, teniendo la tranquilidad que todos los vientos van a soplar a su favor. Da igual que sea en materia laboral como en el campo de la fiscalidad, la deriva legislativa existente desde los años 80 ha girado en reducir derechos laborales, incrementar los ajustes salariales y aprobar grandes reformas fiscales que han ido dejando de gravar los beneficios empresariales y a las grandes fortunas.

Hagan juego señores, pero la patronal siempre gana
Antonio Garamendi. Presidente de la CEOE

Cuando se pusieron los mimbres para que arrancase el acuerdo de gobierno uno de los pilares fue la derogación de la reforma laboral del PP, que a finales del año pasado vimos que era un deseo que se esfumaba en aras a llegar a grandes acuerdos con los agentes sociales, para acabar siendo una reforma de la reforma. Para apuntalar ese viraje se intentó vender a la población las bondades de un acuerdo en el que estuvieran patronal y sindicatos. Se hicieron discursos grandilocuentes más parecidos al País de las Maravillas por el que se paseó Alicia, pero una de las cosas que llamaba la atención es lo satisfecha que estaba la patronal y su entorno, hasta el extremo que las tuvieron tiesas con el PP, que en ese momento lideraba Casado. Personajes nada dudosos como Fátima Báñez, ex ministra de Trabajo en los gobiernos de Rajoy y ahora en nómina de la CEOE, y antiguos pesos pesados del PP salieron en defensa de ese acuerdo, llegando a pedir al PP la abstención. Pero una de las cosas que más rechinaba eran los piropos que la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz lanzaba a la patronal por el acuerdo alcanzado.

No hay que ser muy avezado para tener claro que el papel que jugó la patronal fue inteligente. Entró al juego de la negociación con la carta que se levantaba de las negociaciones si se traspasaban ciertas líneas sabiendo que por parte del Gobierno había un deseo de llegar a un acuerdo a tres bandas (Gobierno, patronal y sindicatos). Eran conocedores que tenían de su lado a parte del Gobierno representado por los ministros del PSOE y en la negociación tenía enfrente a dos sindicatos totalmente apesebrados (CCOO y UGT). Solo les faltaba neutralizar a Unidas Podemos, que era algo relativamente sencillo sabiendo que la ministra de Trabajo y futura candidata a Presidenta del Gobierno tenía muchísimo interés en buscar una fotografía en la que estuvieran Gobierno, patronal y sindicatos, aunque tuviese que renunciar a liderar una reforma más progresiva y valiente, pues esa imagen la podía catapultar como líder de su nuevo proyecto político. El final de ese vodevil es de sobra conocido, pues hasta su aprobación en el Congreso fue más propio de una ópera bufa.

Lo que ocurre es que en estos tiempos en los que reina la zozobra y la incertidumbre en todos los ámbitos, y en especial en el económico con una inflación galopante, este Gobierno y, sobre todo su ministra de Trabajo y los sindicatos se han encontrado con algo que era esperable: una postura de la patronal muy nítida, consistente en no negociar nada que suponga la merma de sus beneficios. Los empresarios saben que el incremento de los salarios, excepto el SMI, no los puede regular el Gobierno, por el contrario, dependen de la negoción colectiva en el marco de cada convenio y no se van a mover de ese punto. Esta postura de la patronal, que por otra parte era del todo esperable, ha llevado a la ministra de Trabajo a apoyar las reivindicaciones sindicales y a realizar una crítica a la patronal en las que se ha quedado sola, porque la parte socialista del Gobierno no está por la labor de enemistase con la patronal. Son muchos años en los que el PSOE ha estado más cerca de la patronal que de los trabajadores, y sus dirigentes, en el mejor de los casos, se limitan a realizar declaraciones contra las grandes empresas que en realidad van más dirigidas a llenar los oídos de sus votantes que a adoptar políticas concretas para revertir la gravedad del momento actual.

Esta situación de bloqueo en lo que concierne a la negociación salarial no va a desparecer con la actual correlación de fuerzas existentes en el ámbito político, puesto que el PSOE va a torpedear cualquier medida que se pueda tomar en el marco de las relaciones laborales para presionar a la patronal, aunque ,sin duda alguna, es el momento ideal para cambiar la legislación en materia de despidos, como en materia de ajustes de empleo colectivos como pueden ser los ERE o ERTE, viendo que se avecina un incremento del paro debido a los efectos que está causando la situación política internacional (no es únicamente la guerra entre Rusia y Ucrania la que está generando la coyuntura actual).

Sería un paso muy importante hacer una modificación legislativa que sirviese para que un empresario antes de despedir a un trabajador se lo tuviera que pensar dos veces porque no le iba a salir gratis. Cuestiones como la recuperación de los 45 día por año en los despidos, el incremento en el tope de la indemnización de 2 a 4 años, la supresión de algunos supuestos a la hora de realizar ERES o ERTES, como la reducción de la facturación, puesto que no es sinónimo de reducción de beneficios o generación pérdidas y su aprobación por la autoridad laboral y el reconocimiento de los salarios de tramitación, serían cuestiones importantes para garantizar a los trabajadores unas condiciones de protección mínimas.

El problema reside en que el PSOE no está por esa labor, ni se le pasa por la imaginación enfrentarse a los empresarios y, como siempre, lo apuesta a la mejora de la coyuntura económica. Algo similar a lo que le pasó a Zapatero en su segundo mandato. No se enfrenta al poder económico porque eso sería tanto como romper con los consensos que ha habido en el Estado español para apuntalar al Régimen del 78.

Toda esta situación ha llevado a una situación un tanto insólita. La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, se ha posicionado del lado de las reivindicaciones salariales de los sindicatos, lanzando mensajes muy críticos con la patronal. Algo a lo que hasta la fecha no estábamos acostumbrados, pero la realidad es que se ha quedado sola dentro del Gobierno, porque desde el socio de Gobierno, encabezado por Pedro Sánchez, ya se han encargado de lanzar algunas flores al empresariado español. Una vez más la imagen que proyecta este Gobierno es de una profunda división a la hora de tratar cuestiones tan importantes como la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores, volviendo a dar munición a la derecha.

La hipótesis de que se avecina un otoño caliente con movilizaciones obreras reclamando un incremento salarial que palie los efectos de la inflación, si bien van a tener como objetivo la patronal, pueden acabar pasando factura al Gobierno que haya en ese momento y el actual lleva sufriendo un desgaste feroz desde la aparición de la pandemia, hace más de dos años, por lo que esto podría incrementar su desgaste, con el alborozo de la patronal. Sin presentarse a las elecciones conseguirían cargarse a un gobierno que sin haberse sido beligerante con los empresarios, al menos, no se ha posicionado descaradamente al lado de estos.

Las movilizaciones sindicales están totalmente justificadas, pero tan importe como esta fórmula de presión, es la de saber transmitir al conjunto de la ciudadanía a quién van dirigidas las movilizaciones y en quién recae la responsabilidad de las protestas, y esto último se me antoja complicado si vemos que la inmensa mayoría de los medios de comunicación están alienados con la derecha política y económica, si es que no pertenecen directamente a la Brunete mediática, lo que aprovecharán para atacar al Gobierno de coalición.

Lo preocupante del momento es que si en 2023 la derecha obtuviese una mayoría suficiente para recuperar el poder, la diferencia con el actual Ejecutivo sería clara. Aparcaría todo tipo de concertación entre los agentes sociales, los sindicatos pasarían a un segundo plano, para volver a legislar a golpe de decreto-ley, dando la enésima vuelta de tuerca a los derechos laborales de los trabajadores mediante una norma que llegaría redactada a la Moncloa en un correo electrónico con remite de la CEOE. Y el juego seguiría siendo el mismo, la patronal gobierne quien gobierne seguiría marcando las pautas legislativas, en unos casos con un descaro insultante y en otros de forma más sibilina, pero siempre volcada en esa ofensiva emprendida por el capital para ir recortando los derechos de los trabajadores. Y siendo todo esto que he escrito algo tan obvio, parece que si se plasma en un papel da la sensación que es un escrito con tintes incendiarios. Así es el tiempo en el que nos ha tocado vivir, en el que está triunfando de forma contundente la defensa de los intereses individuales a los colectivos. Eso del sálvese quien pueda.

Conflicto Rusia-Ucrania ¿Geopolítica o ideología?

Conflicto Rusia-Ucrania ¿Geopolítica o ideología?

A lo largo de estos cinco meses de duración del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania el contenido de la información que los gobiernos y la inmensa mayoría de los medios de comunicación europeos han enviado a la opinión pública se han movido en los parámetros del simplismo, la desinformación, pero sobre todo, la intoxicación porque había que hacer llegar a la ciudadanía que en esta guerra hay unos buenos, Ucrania, y unos malos, Rusia. De esta forma es más fácil manipular a la opinión pública, y en este conflicto se ha equiparado a Putin con el pueblo ruso o viceversa. Tenían que evitar por todos los medios que se pudiera pensar que todo es más complejo y que detrás de este conflicto, lo que hay es una lucha por el control económico del mundo y en muchos momentos las ideologías no dejan de ser utilizadas como coartada o como herramienta para el logro de otros fines. El hecho que la inmensa mayoría de los países de Europa Occidental formen parte de la OTAN y bailen al son de los EEUU, inclina la balanza hacia uno de los lados de este conflicto. Y a la hora de tratar cuestiones de política internacional la cloaca mediática no se diluye, sino que actúa a las órdenes de los grandes lobbys y las multinacionales occidentales.

A día de hoy ha pasado el tiempo suficiente para poder hacer un diagnóstico que nos ayude a vislumbrar lo que el futuro nos puede deparar a medio-largo plazo. Pero para ello es necesario hacer un ejercicio de guardar una cierta distancia con todos esos análisis que están viciados en origen, puesto que son de parte y adolecen de rigor. No están tan lejos esos mensajes que recorrían los medios de comunicación en los que se decían que la guerra no se prolongaría durante mucho tiempo, debido a la superioridad militar rusa y que era cuestión de semanas la ocupación de todo el territorio ucraniano. Todo ello con la finalidad de introducir el miedo en la población europea y para ello barajaban la hipótesis de que Putin no pararía una vez que conquistase Ucrania. Detrás de esas afirmaciones, había un intento de influir sobre la opinión pública occidental para que se posicionara en contra de Rusia, que asimilara esta guerra como suya, viese con buenos ojos todo el apoyo enviado al Gobierno ucraniano y se recibiera con los brazos abiertos a toda la oleada de inmigrantes de este país. Y lo más importante, se empezaba a poner en marcha la demonización de Rusia y todo lo que sonase a ruso.

Después de las primeras semanas, y con motivo de los efectos económicos, el mensaje fue virando  con una finalidad muy concreta, que nos fuésemos haciendo a la idea que esta guerra va a durar años y que algunas de las consecuencias que vamos a sufrir, entre otras muchas, es el desabastecimiento energético y alimentario, es decir, mentalizar a la población que se avecinan tiempos duros, pues, al fin y al cabo, la ciudadanía va a ser quien sufra las consecuencias más duras. Y todas las informaciones se han enmarcado desde la visión que todo este sacrificio tiene como finalidad salvar a Occidente y su hegemonía a lo largo y ancho del planeta. Detrás de todo esto lo que buscan es que la ciudadanía no piense, porque para ello ya están las altas instancias de la OTAN y la UE que lo hacen por ella. Si hoy nos fijamos en la información que recibimos del conflicto, es más bien escasa y está enfocada únicamente a los efectos económicos del conflicto. Lo que si se puede afirmar es que Europa Occidental está al borde de una crisis sin precedentes.

A lo largo de estos meses de guerra la geopolítica y la batalla ideológica están sobrevolando en todo momento, pero lo importante es que sepamos darle el valor que tiene cada una de ellas y como encajar las piezas de este puzzle, puesto que ambos conceptos no tienen por qué coincidir, cada uno tiene su lógica y siguen caminos diferentes. Pueden relacionarse en algún momento dado, pero no es requisito sine qua non.

Por ello voy a tratar ambas cuestiones en el ámbito de la guerra ruso-ucraniana, para intentar entender en la medida de lo posible todo lo que está sucediendo, e intentar ayudar a entender lo que se nos avecina y, en ese contexto, analizar los posicionamientos de la izquierda.

Expansionismo desbocado de EEUU en la Europa oriental

Para hablar de las causas geopolíticas que han llevado al momento actual, no queda más remedio que empezar por el principio, que no es otro que todos esos hechos que han ocurrido a lo largo de las últimas décadas, que en su momento pudieron pasar desapercibidos, pero que bien ordenados sirven para entender el momento actual.

De todos es conocido que desde principios de la década de los noventa del siglo pasado, la OTAN inició un proceso de expansión hacia Europa del Este, aprovechando la caída de los regímenes prosoviéticos, la desaparición de la URSS y su posterior desmoronamiento. De esta forma se rompió el equilibrio geoestratégico existente hasta entonces, vulnerando todo tipo de acuerdo o pactos en los que la OTAN se comprometía a no expandirse hacia el Este de Europa. En aquel momento esta estrategia pudo pasar desapercibida, pues hasta la misma Rusia, después de la desaparición de la URSS, en la década de los 90, realizó un acercamiento a la OTAN, con el deseo de formar parte de ella, cosa que no acabó fructificando, probablemente porque no entrase en los planes ni en los intereses de EEUU. Era el inicio de un nuevo orden mundial en el que todo pilotaría sobre el eje de esta organización militar, bajo el liderato norteamericano.

Todo este terremoto en la Europa del Este fue aprovechado por EEUU a través de la OTAN para aislar a Rusia. Un dato histórico que es necesario tener presente es que al finalizar la II Guerra Mundial, y el inicio de la guerra fría, la primera organización internacional de carácter militar que se constituyó fue la OTAN en 1949, mucho antes del surgimiento del Pacto de Varsovia, que se produjo en 1955. La organización que englobaba a los países del Este se creó como necesidad de defensa ante la escalada armamentística de EEUU y sus aliados cuando se inició la guerra fría. Es por ello que con la desaparición del Pacto de Varsovia, la OTAN no se plantease su desaparición, pues su objetivo era y es el control absoluto del mundo para crear un nuevo orden mundial y que EEUU sea quien lo lidere, y claro, los conflictos surgen cuando hay potencias que intentan disputarle esa hegemonía, como es el caso de China que se ha convertido en una potencia económica de primer orden o Rusia que no quiere injerencias en su entorno más cercano.

A lo anteriormente comentado hay que añadir que EEUU tanto en el marco de la OTAN como fuera de ella lleva tiempo queriendo recuperar un protagonismo que en los últimos tiempos había sufrido algunos traspiés, debido a los fracasos cosechados en sus políticas internacionales, véase Afganistán, Irak, pérdida de influencia en África, Latinoamérica y en otras regiones del planeta.

Una estrategia para el aislamiento de Rusia

Viendo el desarrollo de los acontecimientos en estas últimas décadas, podemos tener claras algunas ideas acerca de la estrategia de EEUU, a través de la OTAN que han desembocado en el escenario actual.

A lo largo de los años EEUU ha ido provocando una serie de situaciones para atraer a todos los países que pertenecieron al Pacto de Varsovia y/o formaron parte de la extinta URSS, con la finalidad de aislar a la actual Rusia, lo que a esta última le ha supuesto una pérdida de la capacidad hegemónica en todos los países que fueron de la órbita soviética. Primero fue el apoyo dado por Occidente a las repúblicas bálticas para lograr la independencia de la URSS, aprovechando la situación que vivía el régimen soviético. Posteriormente fue en la antigua ex Yugoslavia, con la finalidad de controlar los Balcanes, algo que pasó más desapercibido debido a las características del conflicto armado que hubo entre las ex repúblicas yugoslavas y que este Estado no pertenecía al Pacto de Varsovia.

En el caso de Ucrania, país donde ha estallado la guerra actual, como ya veremos en su momento, los problemas surgieron con el golpe de Estado dado con la revolución del Euromaidán (2014). Todo esto ha servido para que Rusia se sienta acosada y vea como una amenaza la entrada de Ucrania en la OTAN y en la UE. De hecho, cabría decir que en estos últimos años, desde los sucesos de 2014, EEUU ha diseñado una estrategia con la intención de medir la reacción rusa y provocar algún error del Gobierno ruso.

Con los datos que se manejan en la actualidad, el hecho que Rusia iniciara un conflicto bélico a gran escala contra Ucrania, no deja de ser una reacción a las políticas occidentales en Ucrania. Todo lo sucedido se podría ver desde la óptica que EEUU habría planificado una estrategia para Ucrania con la finalidad de provocar a Rusia para que más pronto que tarde se viera abocada a realizar un ataque militar contra esta república exsoviética de Ucrania. Si el Gobierno de Moscú optaba por una estrategia militar, no cabría duda que EEUU ya habría obtenido uno de sus objetivos: tener una guerra porque la política internacional norteamericana está basada en exportar conflictos armados para obtener suculentos beneficios. Y en todo este juego, Ucrania no deja de ser el saco que se va a llevar todos los golpes.

Una guerra a la medida de los EEUU

Para los EEUU esta guerra reúne los requisitos necesarios de la guerra perfecta para sacarle una rentabilidad que no ha podido logar en los últimos tiempos con otros conflictos y con el añadido de su reforzamiento a nivel mundial.

Una guerra de estas características en el corazón de Europa ha servido para un fortalecimiento de EEUU como potencia líder ante sus aliados, puesto que desde el primer momento está imponiendo su estrategia tanto en la OTAN como en su relación con sus aliados en las diferentes regionales del planeta. Todo esto le ha ayudado a recuperar la iniciativa perdida en política internacional y le ha servido para hacer resucitar a la OTAN que después del fracaso de Afganistán, empezaba a ser un cadáver con un futuro un tanto incierto y desde el punto de vista de la imagen internacional, EEUU necesitaba de forma imperioso lavar su imagen.

Este conflicto ha sido la excusa perfecta para que los norteamericanos hayan obtenido el compromiso sin rechistar del resto de países de la OTAN para un incremento en el gasto militar. Una vieja reivindicación de la Administración norteamericana a la que se resistían el resto de países de la OTAN, pero que el conflicto entre Ucrania y Rusia ha servido para doblegar la resistencia europea.

Si todas las guerras en las que participa EEUU suelen ser a decenas de miles de kilómetros de sus fronteras, en el caso que nos ocupa hay que añadir el elemento nada desdeñable que no está teniendo un coste en bajas humanas, cuestión importante porque evita que la opinión pública se pueda volver en contra de la Administración norteamericana.

Dentro de la política expansionista de la OTAN, esta guerra ha servido para que Finlandia y Suecia hayan abandonado su tradicional neutralidad y hayan pedido el ingreso en la OTAN. De esta forma se incorporan dos países con una situación estrategia que supone una amenaza para Moscú. Sin este conflicto se hace difícil pensar que hubieran cambiado su status. Otro logro más en la política expansiva de la OTAN.

En todo conflicto bélico siempre hay países que obtienen una rentabilidad económica a costa de los contendientes, y en el caso que nos ocupa, los EEUU están obteniendo unos beneficios nada desdeñables. Este conflicto está sirviendo para reforzar sectores estratégicos de la economía norteamericana. El primer sector que se está viendo beneficiado por el conflicto es la industria armamentística americana. El envío de armamento al Gobierno ucraniano y las inversiones que los aliados de EEUU están realizando dentro de esta carrera desaforada está proporcionando un beneficio inusitado al sector armamentístico norteamericano y europeo, pues hay que ser muy ingenuo para pensar que el armamento que recibe el Gobierno de Zelensky es a título gratuito, por lo tanto, nadie debe de olvidar que los EEUU han apostado por una guerra que se prolongue en el tiempo, cuanto más se prolongue, los beneficios serán mayores. Las declaraciones que el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, realizó el pasado mes de junio al diario alemán Bild fueron bastante premonitorias. Advirtió que es preciso estar preparados para que la guerra en Ucrania dure posiblemente años. No cabe duda que están abonando el camino para un escenario en el que el conflicto se alargue en el tiempo.

Las sanciones económicas impuestas a Rusia y la estrategia surgida desde la UE de dejar de adquirirle materias primas dio como primer fruto la venta por parte de EEUU de gas y otros productos energéticos a la UE, pero con unos incrementos en los precios que en el caso del gas rondaban el 40 por ciento, lo que ha contribuido a seguir mejorando la economía norteamericana a costa de la UE. Esta estrategia seguida desde Bruselas, que se puede calificar como un suicidio en toda regla, al pasar a depender energéticamente de los EEUU, está sirviendo como un auténtico pelotazo económico para EEUU.

Lo alarmante es que no sólo se está viviendo esta situación con los productos energéticos, también se está generalizando con otras materias primas, como son los productos agrícolas, pues EEUU tiene un interés muy importante en poder introducir ciertos alimentos que hasta el momento tenían una gran dificultad en poderlos introducir en la UE debido a que no cumplen con las normas europeas.

Los países de Europa occidental en esta estrategia de plegamiento ante los intereses de EEUU se han dejado llevar a un callejón de muy difícil salida. La economía de la UE lleva años arrastrando problemas como consecuencia de la pandemia y de factores como la deslocalización, la dependencia energética del exterior, a lo que hay que añadir sus políticas erráticas y neoliberales. Con una economía sin haber recuperado el pulso a niveles de antes de la pandemia, el bloqueo económico impuesto a Rusia se está volviendo en su contra. La tan cacareada insolvencia de Rusia a medio y corto plazo no parece que se vaya a producir y, por el contrario, es Rusia la que en las últimas semanas ha procedido al corte del suministro energético a los países europeos, lo que está suponiendo un efecto boomerang para la estrategia de la UE en este conflicto.

Por ello no es nada descabellado pensar que EEUU estaba necesitado de tener un conflicto de estas características para que le reportara unos beneficios que en condiciones normales no los hubiese tenido.

La Ucrania de Zelensky

La Ucrania actual es producto de un proceso que nació con la mal llamada revolución del Euromaidán. Y digo mal llamada revolución, porque aquello tuvo similitudes a un golpe de Estado auspiciado por intereses occidentales con una finalidad muy concreta: el acercamiento de Ucrania a la OTAN y la UE. Para ello desataron una represión feroz contra la minoría rusa y contra los partidos comunistas de Ucrania, contraponiéndose con la permisibilidad que tenían las organizaciones de ideología nazi y fascista, encargadas de desatar el terror contra la minoría rusa y las organizaciones de izquierdas. Los sucesos de Odesa en la casa de los sindicatos no fueron algo casual. La guerra en el Dombás fue una muestra más de agresión a la minoría rusa de la región que causó más de 14.000 muertos y donde se firmaron los acuerdos de Minsk, que han sido vulnerados de forma sistemática por el Gobierno ucraniano. Como el Gobierno ucraniano debió quedar muy satisfecho del trabajo realizado por las bandas nazis, no se le ocurrió mejor premio que integrarlos en el Ejército ucraniano y como muestra está el Batallón Azov, plagado de nazis ucranianos.

En todo este proceso EEUU empezó a tomar posiciones en el sector energético ucraniano. La historia se vuelve a repetir como en otros conflictos no tan lejanos. EEUU y la OTAN no tienen como prioridad ni exportar la democracia ni el apoyar a gobiernos democráticos. Lo importante es la lucha en el marco geopolítico para ganar influencia en más regiones del mundo.

En la actualidad Zelensky representa un régimen que cualquier parecido con una democracia de corte liberal es pura coincidencia y en esta situación de guerra, han convertido a Ucrania en un parque temático de la extrema derecha, un laboratorio en el que los partidos nazis y fascistas europeos están obteniendo una formación militar que debería preocupar a cualquier demócrata. Cuando vuelvan todos los voluntarios de extrema derecha alistados en las milicias ucranianas, van a ser un auténtico problema para los gobiernos de Europa occidental, cosa que no parece que preocupe a ningún gobierno.

Las ilegalizaciones de partidos de izquierda y la vulneración de los derechos de la minoría rusa se siguen produciendo sin que ningún gobierno realice ninguna declaración al respecto. Si a esto añadimos la alfombra roja que los medios de comunicación han puesto a todos estos grupos neonazis en la cobertura mediática que han tenido, nos podemos esperar cualquier cosa. Sin olvidar que Zelensky no deja de ser un peón de los EEUU, este ha sabido utilizar los medios de comunicación para atraer las simpatías de Occidente y reforzarse en el poder.

De todo esto la conclusión que obtenemos es que una vez más EEUU y la OTAN no están defendiendo ni la democracia ni a un país democrático, es pura geopolítica que esconde intereses económicos y la guerra durará lo que ellos quieran, porque no parece que la UE con líderes como Borrell vayan a dar un giro de 180 grados. La única preocupación es el poner parches a la situación actual sin cuestionar las decisiones estratégicas norteamericanas.

La Rusia de Putin

Cuando en el mes de febrero estalló este conflicto desde Occidente se puso el objetivo en Putin y Rusia para lanzar toda una batería de críticas y acusaciones de todo tipo. Parecía como si nadie conociese a Putin. Parece que nadie recordaba las barbaridades que había realizado en otros conflictos. Quizá una de las más destacado sea la Guerra de Chechenia, en la que Putin decidió arrasar el país caucásico, pero hay otros conflictos en los que ha actuado de forma similar, caso de Siria, así como en lo concerniente a la política interna rusa. Pero durante muchos años Occidente ha mirado para otra parte y/o le ha reído las gracias.

Al hablar de Rusia es necesario diferencia entre los intereses de su ciudadanía y las políticas de Putin, pues este no gobierna para la gran mayoría del pueblo ruso. El hecho que Putin sea un político deplorable, no nos puede hacer olvidar que a Rusia y al pueblo ruso le asiste el derecho de defenderse de las políticas expansionistas de EEUU y la OTAN. Es lógico que vean como un peligro latente el expansionismo de la OTAN y que vean con gran preocupación la situación de las minorías rusas que hay en los países de Este de Europa. Las políticas internacionales aplicadas por EEUU han sido humillantes para Rusia y salvando las distancias, tienen una cierta similitud con el trato recibido por Alemania en el Tratado de Versalles, al finalizar la I Guerra Mundial, lo que acabó derivando en el III Reich.

El pueblo ruso está herido en su orgullo y a nadie le debería de extrañar los acontecimientos de los últimos meses, con el agravante que no sabemos cuanto tiempo puede durar.

La izquierda europea ante el conflicto Rusia-Ucrania

Dentro de la izquierda se ha dado un debate acerca de cuál debía de ser el papel que debía desempeñar en esta guerra. Por un lado los que han apoyado al régimen ucraniano y, por otro,  los que se han posicionado en contra de la OTAN y dentro de estos nos encontramos algunos sectores que ha apoyado a Rusia. Y ante este conflicto, como no podía ser de otra forma, ha surgido el debate acerca del posicionamiento que los gobiernos europeos debían de tener en esta guerra. Si había que ayudar a Ucrania ante la invasión rusa o lo coherente era la no intervención en el conflicto y la búsqueda de una solución dialogada.

Se mire como se mire, tanto Putin como Zelensky y los regímenes que ambos representan no tienen un pase. Ambos regímenes no es que estén muy lejos de lo que es la izquierda europea, es que están a años luz de lo que son los estándares democráticos liberales. Cada uno con sus características, son dos regímenes que tienen un pie en el populismo de derechas y el otro pisando la raya del fascismo.

Como con anterioridad ya he expuesto, aunque de forma breve, lo que representa el actual régimen político de Ucrania, me voy a centrar en Rusia, pues quizá haya sido donde en la izquierda ha habido un mayor debate.

El rechazo que genera la OTAN en un sector importante de la izquierda española ha vuelto  salir a la luz con motivo de la estrategia belicista de esta organización en este conflicto, lo que nos ha retrotraído en el tiempo al debate que hubo en los años 80 acerca de la entrada del Estado español en la alianza militar. La realidad es que la alianza no ha variado un ápice su discurso ni sus políticas, lo que refuerza la posición anti-OTAN de la gran parte de la izquierda española.

Respecto a Putin es necesario decir que lidera un régimen corrupto y profundamente reaccionario, xenófobo, contrario a los derechos humanos, a las reivindicaciones del colectivo LGTBI y muy cercano a la Iglesia Ortodoxa rusa, teniendo dirigida su mirada a tener contentos a los oligarcas del país que han hecho dinero a su sombra.

A estas alturas de la película nadie puede negar los vínculos estrechos que mantiene Putin con la extrema derecha mundial y antiglobalista. Putin lleva años tejiendo relaciones con personajes como Le Pen en Francia, Orbán en Hungría o Salvini en Italia o con organizaciones de la órbita de VOX como Hazte Oir. Los oligarcas rusos afincados en países occidentales han financiado a partidos de derechas como a los conservadores británicos y Putin ha llegado a financiar la campaña de Lepen para las presidenciales francesas de 2017. Es curioso que todo esto no haya levantado ninguna ampolla en los medios de comunicación europeos. Se ha recogido en la prensa pero de forma normalizada, no ha supuesto ningún escándalo.

Por lo que respecta a las bases ideológicas de Putin, estas quedaron expuestas en el discurso que realizó al inicio de la invasión de Ucrania, en él marcaba las líneas maestras de su ideología y su revisionismo de la historia reciente de Rusia. Utilizando un lenguaje propio de la Rusia zarista, reivindicó la gran Rusia e hizo una crítica feroz a las políticas que aplicaron con la Revolución bolchevique en lo referente a los derechos de los diferentes pueblos que formaban el Imperio ruso y el derecho de autodeterminación de los pueblos.

Al hablar de ucrania de definía como “parte inalienable de nuestra propia historia, cultura y espacio espiritual”. Se me viene a la cabeza un recurso fácil, pero se parece bastante a la frase que utilizaba el régimen franquista de “una unidad de destino en lo universal”. Un discurso en el que juega con los términos ruso y cristiano ortodoxo. Pero la concepción que tiene de la “Ucrania moderna” es lo más contrario al espíritu de la revolución rusa de 1917. Para Putin “la Ucrania moderna fue creada completamente por Rusia o, para ser más precisos, por la Rusia bolchevique, comunista. Este proceso comenzó prácticamente justo después de la revolución de 1917, y Lenin y sus asociados lo hicieron de una manera extremadamente dura con Rusia: separando, cercenando lo que históricamente es tierra rusa. Nadie preguntó a los millones de personas que vivían allí qué pensaban”.

Realiza una enmienda a la totalidad de lo que fue la Revolución bolchevique, erigiéndose en sucesor de las políticas imperialistas del zarismo y criticando duramente “el humillante Tratado de Brest-Litovsk”, por el que los bolcheviques ponían fin a la participación rusa en la I Guerra Mundial, en consonancia con la postura que habían mantenido desde que estalló la guerra.

Por lo que respecta a los destacamentos militares que ha enviado Putin, tampoco se puede dejar pasar por alto que ha utilizado mercenarios de la empresa Wagner o las milicias chechenas, que no tienen nada que envidiar a otros grupos de tendencia fascista.

En este escenario y con este discurso por parte de Putin, se me hace muy complicado que haya algunos sectores de la izquierda que estén cercanos a este posicionamiento, por muchas imágenes que nos muestren a tanques rusos con banderas soviéticas. El rechazo a la OTAN y lo que ha representado a lo largo de la historia es lo que en cierto sentido ha movido a hacer un análisis más desde un prisma geopolítico que ideológico.

La postura de la izquierda que apuesta por el desarme, la no beligerancia y agotar la vía diplomática y el dialogo siempre es complicada, máxime cuando toda la maquinaria de comunicación está al servicio de los sectores proclives a la solución militar. El exponer a día de hoy que el incremento en gastos de defensa no es sinónimo de más seguridad, probablemente muchas personas no lo compartan, pero la paz nunca se puede construir armándose para la guerra.

El no encuadrarse en un bando, aunque se le intente aplicar el “si no estás conmigo estás contra mi”, no deja de ser una posición coherente en un conflicto que teniendo muchas aristas, destacan las relacionadas con los intereses económicos y el control de la región. La conclusión que se puede obtener de la guerra entre Rusia y Ucrania nos ha ofrecido un escenario en el que la confrontación es más geopolítica que ideológica y es resto es propaganda pura y dura.  

El secuestro de Pablo González. El precio del periodismo independiente

El secuestro de Pablo González. El precio del periodismo independiente

No corren buenos tiempos para la defensa de los derechos y libertades fundamentales en Europa Occidental. Derechos como los de libertad de expresión, manifestación o información llevan tiempo siendo cercenados de forma alarmante. No es que sea una cosa de anteayer, pues la degradación de la democracia de corte liberal se lleva produciendo desde hace décadas y, casualmente, los primeros pasos de esta deriva coinciden en el tiempo con la caída de los países de Europa del Este, al inicio de la década de los noventa. Cuando el capitalismo dejó de tener competencia pasó a enseñar su verdadera faz. La situación continuó acrecentándose después de los atentados del 11-S, recientemente la pandemia que hemos sufrido en los últimos dos años ha sido la excusa perfecta para continuar en esa dirección y ahora el conflicto entre Rusia y Ucrania ha supuesto la última vuelta de tuerca en esa deriva de recortes de derechos.

Cualquier escenario siempre es bueno para que desde los gobiernos y las organizaciones supranacionales se cercenen derechos individuales y colectivos. En unos casos la excusa es salvaguardar la seguridad y la lucha contra el terrorismo. Así lo empezamos a sufrir después de los atentados del 11-S, con ilegalizaciones de organizaciones políticas, al amparo de que todo podía ser terrorismo, con listas interminables de organizaciones que de la noche a la mañana pasaban a ser terroristas. En otros casos, escudándose en la seguridad sanitaria, como lo vivido durante la pandemia. Eso sí, en este caso, se viese como se viese, el recorte de derechos fundamentales fue arbitrario, y así lo pudimos comprobar a lo largo de los diferentes confinamientos que tuvimos en los dos últimos años. Derechos fundamentales como el de manifestación, se podían ejercer en función del barrio al que perteneciesen los manifestantes. Y ahora la guerra en Europa del Este está sirviendo para que los gobiernos europeos apliquen leyes pensadas para situaciones de guerra, pero sin estar en guerra, puesto que está localizada de forma muy nítida; es una contienda ente Ucrania y Rusia, y no pasa por las mentes de la  OTAN ni la UE la idea de formalmente ser parte directa en el conflicto.

Detrás de todo este recorte de derechos individuales y colectivos, lo que está habiendo es un intento de control de la disidencia política e ideológica, y para ello el paso fundamental que están dando los estados es la manipulación de la información. Esta tiene que llegar a la ciudadanía lo suficientemente cocinada para que cualquier parecido con la realidad sea pura coincidencia, pero que sirva a los intereses de los que dominan en los países occidentales.

En todo este deterioro de la salud democrática, los medios de comunicación son la herramienta perfecta para que el Poder pueda llevar a cabo toda esta estrategia, y el periodismo independiente se acaba convirtiendo en la mayor víctima. Los aparatos de los Estados se apoyan en los grandes medios de comunicación que pertenecen a los grandes grupos económicos para la defensa de sus intereses y los periodistas de esos medios no dejan de ser marionetas en manos de los que dirigen esos medios de comunicación.

En este ambiente de manipulación informativa, tienen que andarse con cuidado todos aquellos profesionales del periodismo que son independientes y que tienen un compromiso con la sociedad y con el derecho a una información veraz.

Desde que dio comienzo el conflicto entre Ucrania y Rusia los estados que forman parte de la OTAN y la UE están utilizando la información como el arma más importante para ganar la batalla ante la opinión pública, por lo que el derecho a la información ha pasado a mejor vida. Desde Occidente se ha criticado duramente la actuación del Gobierno ruso en esta materia, pero las diferencias entre ambas partes son más bien de matices. La prohibición de poder ver canales de televisión ruso en Europa occidental es una vulneración del derecho a una información plural. Da la impresión que sólo buscan el pensamiento único. Y con todo esto que acabo de exponer no  justifico la decisión de Putin de invadir Ucrania, pues son cuestiones diferentes.

En este conflicto no quieren testigos que cuenten las cosas que ven, porque la verdad pone en peligro los intereses de toda esa maquinaria montada para que la ciudadanía se forme una opinión en función de los intereses de los países occidentales y cuando hay algún periodista que su objetivo es informar al margen de los poderes mediáticos no deja de ser una persona molesta.

En esta situación se encuentra el periodista vasco Pablo González, que lleva más de 130 días secuestrado e incomunicado en una prisión de Polonia, bajo la acusación de ser espía ruso. Para denunciar esta situación y solidarizarse con el Pablo González, el pasado jueves, 7 de julio, se celebró en Euskal-Etxea de Madrid un acto en el que intervinieron personas de diferentes ámbitos[1]. También intervino mediante videoconferencia Oihana Goiriena, compañera de Pablo González.

Este caso está sirviendo para poder observar el grado de rusofobia que se está trasladando a la ciudadanía. El hecho que Pablo González tenga doble pasaporte, español y ruso, al ser hijo de uno de los niños de la guerra que acabó recalando en la URSS, que domine el ruso y sea un conocedor de los países de esa zona, habiendo estado como periodista en el Dombás, ha servido para estigmatizarlo desde el momento que se conoció su detención.

Del acto quisiera destacar algunas cuestiones que son importantes para poder entender el nivel informativo que se está dando en Europa occidental entorno del conflicto entre Ucrania y Rusia.

Desde la óptica jurídica el magistrado Martín Pallín definió esta situación como un secuestro judicial. La detención se ha producido en un país que no es parte directa en el conflicto, puesto que Polonia y Rusia no están en guerra. Se están vulnerado todo tipo de legislación y tratados europeos, que son de obligado cumplimiento en Polonia al ser miembro de la UE. Pablo González se encuentra en un régimen de incomunicación en el que se le ha prohibido tener un abogado de su confianza y tener una comunicación con su familia. Y dentro de esta situación la abogada Silvia Arribas denunció la pasividad del Gobierno español que se ha limitado a darle asistencia consular mediante tres visitas que le ha realizado el cónsul español. La UE en este caso está mirando para otro lado, sabiendo de las dudas que desde hace tiempo ha generado en este organismo la judicatura polaca.

Desde la óptica del derecho a la información, el panorama que describieron diferentes intervinientes del mundo del periodismo fue bastante negro. Las diversas intervenciones que se dieron en la sala tuvieron un denominador común: hicieron hincapié en la falta de solidaridad por parte de los profesionales del periodismo y la falta de sensibilidad que se vive en nuestra sociedad ante situaciones de este tipo.

El grado de abandono que está sufriendo Pablo González llega al extremo que si uno intenta buscar en Internet la única crónica sobre el acto es la que ha escrito Iñaki Alrui, para el digital LoqueSOMOS. Aquí os dejo el enlace de la crónica para quien esté interesado: https://loquesomos.org/desde-madrid-pablo-gonzalez-libertad.

El apagón informativo está funcionando a la perfección en una sociedad en la que se presume que es transparente. Y en palabras de la periodista Teresa Aranguren, nos encontramos en un contexto de pensamiento único.

Para finalizar, es de agradecer que el salón de actos de Euskal-Etxea de Madrid haya podido servir para ser un altavoz de la solidaridad con el periodista Pablo González, puesto que un acto de esta naturaleza no es lo más atrayente para muchos auditorios.


[1] Los intervinientes fueron Lola, del Colectivo de Madres contra la Represión, José Antonio Martín Pallín, magistrado emérito del Tribunal Supremo, Ana María Pascual, periodista de Público, Silvia Arribas, abogada de la Asociación Libre de Abogadas y la periodista Teresa Aranguren.

El constante maltrato al electorado de izquierdas

El constante maltrato al electorado de izquierdas

No era mi intención escribir línea alguna sobre las elecciones andaluzas, más que nada, porque el final de la película era muy previsible, en el ambiente no había duda alguna que se iba a dar el tercer resultado consecutivo en unas elecciones autonómicas en las que el PSOE pincharía y la izquierda española volvería a darse otro batacazo y de esa forma se cumpliría un guion escrito con mucho tiempo de antelación. Algunos partidos ya habían perdido las elecciones desde el momento en el que fueron convocadas. La única duda era si el PP obtendría la mayoría absoluta, como así ha ocurrido al final del proceso electoral.

El motivo que me han hecho cambiar de opinión a la hora de escribir esto, lo podría resumir en que con los resultados en la mano, es imposible que algunos líderes que se denominan de izquierdas maltraten peor a su potencial electorado.

Escuchar al candidato del PSOE decir que el mal resultado de su partido se debe a que no se ha movilizado el votante de izquierdas es un insulto a toda aquella persona que se siente de izquierdas y que es vilipendiada día tras día por parte de un partido, el PSOE, que desde que llegó por primera vez a gobernar, allá por 1982, ha realizado políticas de derechas en el Estado español, y en Andalucía en particular. Ante este fracaso, al candidato del PSOE habría que recordarle algunas cuestiones que son imprescindibles para entender lo que le ha pasado a su partido.

Las políticas del PSOE en Andalucía no han sido muy diferentes de las realizadas por el PP. Durante los más de 35 años que el PSOE gobernó en esa comunidad, las políticas de izquierda brillaron por su ausencia, sobre todo, cuando no necesito el apoyo de IU. Su acción de gobierno, en muchas ocasiones, las separaba de las del PP una línea difusa, llegando a conseguir que el electorado no encontrase diferencias entre ambos. Un ejemplo es el de la Sanidad Pública. Estando de acuerdo que es un ejercicio muy sano criticar continuamente el furor del PP para privatizar la gestión de la Sanidad en las comunidades donde gobierna, como es el caso de Díaz Ayuso en Madrid, también es necesario recordar que cuando ha gobernado el PSOE en Andalucía ha realizado las mismas políticas. Durante muchos años los hospitales que se construyeron en Andalucía bajo los mandatos del PSOE fueron de gestión privada.

Uno de los problemas que arrastra el PSOE es que no asimila que el votante ya no tiene una identificación o sentimiento inquebrantable a lo largo del tiempo con unas siglas. Esto ya no funciona como los sentimientos con un club de fútbol que son para toda la vida. Hoy en día una persona es capaz de cambiar su voto de toda la vida, máxime si, como he dicho anteriormente, las diferencias con su oponente son imperceptibles. Esto le llevaba ocurriendo al PSOE en Andalucía desde hace tiempo, pero parece que no se quieren enterar. Deben de seguir echando de menos esa época en la que para ganar las elecciones sacaban a pasear a Felipe González y Alfonso Guerra y con cuatro frases y un poco de gracejo andaluz, les era más que suficiente para cubrir sus expectativas electorales.

Cuando gobierna el PSOE suele ser una auténtica heroicidad que realice políticas de izquierda en materia socioeconómica, o para poner en su sitio a las multinacionales de la energía, como ocurre en estos momentos tan complicados que estamos pasando. Es incapaz de adoptar medidas que no sean paños calientes y que sirvan para mejorar de forma sustancial la situación de los sectores más humildes de la población, aunque ello colisione con los privilegios de unos pocos. Ante esta situación que se repite de forma cíclica cuando llega al gobierno, es imposible que el electorado de izquierdas se movilice masivamente en unas elecciones en favor de estas siglas y ocurra que el PP cada vez obtiene mejores resultados en los barrios más deprimidos  de Andalucía.

Un dato que hay que tener en cuenta es que el PSOE de Andalucía ha sido, junto al PSOE de Extremadura y Castilla-La Mancha, el estandarte del PSOE más rancio de todo el Estado español. Ese PSOE de mantilla y castañuela, que se ha montado a caballo, al igual que un señorito andaluz, enarbolando todos los símbolos de la derecha más rancia, que ha criticado cualquier gesto para solucionar los conflictos de carácter plurinacional, que ha sido reacio a más no poder con los pactos alcanzados por la dirección de su partido a la hora de formar gobierno y que ha criticado duramente cualquier acuerdo con independentistas vascos o catalanes, como si fueran una banda de apestados y no olvidemos que aplaudieron fervorosamente la aplicación del 155 en Catalunya por parte del Gobierno del PP. Cualquiera de esas intervenciones que realizan los dirigentes del PSOE de esas comunidades las puede haber realizado perfectamente cualquier líder de la ultraderecha española. Un partido que en Andalucía no ha evolucionado en el tiempo y no ha sabido hacer pedagogía por esas tierras para asumir la realidad de un Estado plurinacional. Han preferido envolverse en la bandera española, al más puro estilo de la extrema derecha, sin tener en cuenta que cuando se entra en ese juego al final lo pierden, porque ese discurso es una de las señas de identidad de la ultraderecha española.

La izquierda andaluza (cuando hablo de la izquierda me refiero única y exclusivamente a todo ese espectro a la izquierda del PSOE) iba a estas elecciones con una mochila repleta de problemas que venía arrastrando de tiempo atrás y que han terminado de explotar en cuanto fueron convocadas las elecciones.

Los problemas empezaron hace algo más de dos años con la ruptura de Anticapitalistas con Podemos derivadas de las diferencias políticas insalvables. Dos formas concepciones antagónicas a la hora de analizar el momento político, pero sobre todo, de las estrategias a seguir. La situación se agravó y llegó a ser lamentable cuando los miembros de UP expulsaron del grupo parlamentario a los miembros de Anticapitalistas entre las que se encontraba Teresa Rodríguez y el posterior intento frustrado de UP para privarles de las actas de diputados autonómicos. Una acción, la de intentar que perdieran sus actas, que generó muchas dudas legales y que no prosperó, pero que dejó una herida imposible de cicatrizarse a medio plazo, lo que auguraba que cada uno recorrería caminos diferente.

Si todo lo anterior presagiaba un futuro poco halagüeño, no era nada para el espectáculo que nos tenían reservado para los meses previos a las elecciones. Bajo el nombre Por Andalucía, la mayoría de los grupos de izquierdas crearon una candidatura en la que Podemos e IU eran las formaciones con mayor peso. Pero ese proceso ha sido uno de los capítulos más lamentables de la izquierda que uno pueda recordar. Los navajazos entre Podemos e IU a la hora de ver quien lideraba la candidatura, el reparto de las subvenciones y la imagen por parte Podemos, llegando fuera de plazo su adhesión a la candidatura, han servido para ahuyentar al votante de izquierdas. Pero como todo este esperpento no les debía de parecer suficiente, la guinda al pastel ha sido cuando la candidatura de Por Andalucía impugnaba la presencia de Adelante Andalucía en los debates televisados. El cainismo de la izquierda en estado puro. En la candidatura de Por Andalucía, tampoco han sabido dar una imagen de unidad a lo largo de la campaña y eso el votante lo percibe. Cada partido ha realizado la campaña un poco por su lado. En los mítines los líderes de unos partidos no coincidían con los de otros partidos. Mas que una candidatura, era la suma de muchas siglas. Todo esto ha ayudado a que se diese un fracaso histórico.

Claro, cuando uno escucha las declaraciones de la candidata de Por Andalucía, Inma Nieto, en las que para justificar el fracaso de su candidatura, culpa a Teresa Rodríguez (Adelante Andalucía) de los malos resultados por presentarse en solitario y dividir a la izquierda no deja de ser un insulto a la inteligencia. Inma nieto, una de las responsables de la expulsión de Teresa Rodríguez y los suyos del grupo parlamentario que compartían en la anterior legislatura andaluza acusa a esta de la división de la izquierda. Las declaraciones de la candidata de Por Andalucía tenían una explicación: era la manera de desviar la atención de un fracaso que llevaba fraguándose varios años, pero que el proceso para crear la candidatura Por Andalucía lo ha acabado rematando.

Si la izquierda andaluza arrastraba los problemas anteriormente descritos, en el caso de la candidatura Por Andalucía, en la que las formaciones más importantes son Podemos e IU, hay que añadir un problema de fondo en su discurso. Es muy complicado querer hacer una campaña de izquierdas con el bagaje que estos dos partidos están teniendo en el gobierno de coalición. Se hace difícil hablar de políticas progresistas en esta campaña cuando IU y Podemos forman parte de un gobierno que no es capaz de aplicarlas. Cada vez que tienen que aprobar alguna medida parece el parto de los montes. La postura de estos dos partidos es muy complicada, pues se antoja bastante difícil y, si se me apura, incómodo estar en un gobierno y a su vez desde fuera apoyar iniciativas que critican la acción del gobierno al que pertenecen.

Sin ser un buen resultado el de Adelante Andalucía, ha conseguido cubrir los objetivos que se habían marcado, que no era otro que entrar en el Parlamento andaluz. Aun teniendo una candidata muy conocida, el objetivo era complicado. La posibilidad de poder de tener voz en el un parlamento autonómico les va a permitir confrontar su discurso con el resto de fuerzas políticas.

La campaña realizada por el PSOE y las candidaturas de izquierda han servido para constatar que no han sido incapaces de acorralar al candidato del PP. Este salió ileso y si se me apura, fortalecido después de los dos debates de televisión. Los partidos a la izquierda han vuelto a entrar al trapo de pedir al candidato del PP que explicase si iba a gobernar o no con VOX. Una pregunta innecesaria, puesto que después de las elecciones de diciembre de 2018 el PP de Moreno Bonilla ya recurrió a VOX para poder lograr la investidura y visto lo visto en Castilla y León, la pregunta ya está respondida. Ante esa obcecación, el efecto que han conseguido ha sido el contrario al deseado, puesto que un porcentaje de votantes del PSOE han apoyado al candidato del PP para evitar que dependiera de los votos de la ultraderecha. Y a su vez, ante todo este despropósito, más de un votante de izquierdas, ha entendido que el voto útil era apoyar al PSOE como mal menor. Todo esto ha generado un corrimiento del electorado hacia la derecha.

A todo este movimiento de votos que se fueron al PP procedentes de votantes del PSOE, hay que añadir que VOX se pasó de frenada durante la campaña exigiendo entrar en el gobierno del PP si este no lograba la mayoría absoluta. Su insistencia fue de tal tono que lo que han conseguido es facilitarle al PP una victoria que probablemente hace unos meses no contaban que fuera de esta magnitud.

Después de las elecciones de Andalucía, el futuro del Gobierno de coalición pende de un hilo. Las consecuencias de la guerra están siendo diabólicas, máxime si le añadimos las secuelas que se arrastraba desde la pandemia. Si en las próximas semanas no es capaz de tomar medidas de carácter económico de envergadura para neutralizar la actual situación, a finales de año estará clínicamente muerto. Este mensaje le está llegando por activa y por pasiva, porque el margen de tiempo cada vez es menor y el poco crédito que le queda se le acaba.

Adiós muchachos. Una novela negra con acento cubano

Adiós muchachos. Una novela negra con acento cubano

En este mundo de apariencias en el que en muchas ocasiones nada es lo que parece y donde la fachada y la superficialidad esconden realidades opacas, no cabe duda que la novela es un género en el que se pueden construir este tipo de ficciones que dan juego a la trama de la obra. Y esto se ve reflejado en el relato de la novela “Adiós Muchachos” del escritor Daniel Chavarría (1933-2018), una de las obras más importantes de su trayectoria literaria.

Uruguayo de nacimiento, pasó gran parte de su vida en Cuba, donde recaló en 1969. En la isla ejerció como profesor universitario de latín, griego y literatura clásica, traductor de literatura alemana para el Instituto Cubano del libro y realizó guiones para el cine y televisión entre otras actividades, pero sin duda alguna, donde brilló fue como novelista, ganando diversos premios a lo largo de su vida.

Daniel Chavarría  escribió en 1994 “Adiós muchachos” como novela corta para la revista “Crimen y Castigo” y con la que en 2002 obtuvo en Nueva York el premio Edgar Allan a la mejor novela policiaca. Perteneciente al género de la novela negra ha sido publicada en 2013 por el editorial Txalaparta.

Ambientada en la Habana de los años del periodo especial, los personajes que dan vida a la novela son una jinetera, un buscador de barcos hundidos con un historial de estafador y un multimillonario holandés con una juventud un tanto dudosa, llevando en la actualidad una vida desordenada. Truhanes, conseguidores y los encantos de una joven cubana son los ingredientes que Chavarría utilizará para armar esta novela.

Alicia, una estudiante de literatura francesa que abandona sus estudios para dedicarse a la prostitución con la vista puesta en intentar pescar a un multimillonario que le trasporte a otro mundo se encontrará con Víctor, contratado por una empresa para la búsqueda de tesoros submarinos de la que uno de sus propietarios es el holandés Groote. Estos personajes  formarán un triángulo perfecto en el que el azar o un hecho fortuito pero que podríamos definir como golpe de mala suerte originará un vuelco al desarrollo de la novela que trastocará los planes de los personajes que aparecen en el relato.

El infortunio en el que se ve envuelto uno de los personajes principales de la novela servirá para ver la forma de encarar esa circunstancia y, quién sabe, si esa desgracia, como es que entre a escena un cadáver, se puede convertir en una oportunidad única para lograr el fin que tienen en sus vidas que no es otro que obtener dinero fácil para cambiar de forma radical su status. El instinto de supervivencia flotará en el relato hasta el desenlace final.

El autor ha sabido ambientar la novela en la Habana de la década de los noventa del siglo pasado. Personajes como la jinetera o los extranjeros que se dejan caer por la isla maravillados por todo tipo de encantos los encontramos en la obra muy bien caracterizados.

La novela  tiene suspense y en ella encontraremos momentos de erotismo junto con diversas tendencias sexuales en los personajes, pero lo que está presente en muchos pasajes de la novela es el humor, que sirve para diluir la tensión del relato. La novela tiene ritmo, pues es de lectura sencilla y rápida gracias a que la trama de la obra lleva con facilidad al lector. Chavarría es un gran comunicador y esa faceta suya se refleja en su forma de escribir y contar cosas. No hay que olvidar que una de sus facetas fue la de guionista para el cine y la televisión

La alternativa republicana. Un ejercicio de higiene democrática

La alternativa republicana. Un ejercicio de higiene democrática

Realizar una propuesta republicana en el Estado español debería de situarse dentro de la normalidad democrática, pero, hoy en día sigue siendo un ejercicio complejo, al seguir estigmatizada por algunos sectores de la ciudadanía, al percibirla como una propuesta de la izquierda rupturista que siempre tuvo un tono crítico con la Transición y con lo que vino de la mano de ésta: el régimen del 78.

El pilar en el que el régimen del 78 tenía previsto sustentarse era la Constitución y dentro de ese pack venía incluida la monarquía, institución que el dictador ya se había encargado de recuperar como forma de gobierno a través de la Ley de Sucesión que fue aprobada en 1947, reservándose la potestad de nombrar al futuro monarca. Cuando entendió que era el momento, designó al que sería el futuro rey y el nuevo régimen surgido de la Constitución del 78 no solo no puso reparo alguno a dicho nombramiento, sino que acabó por encumbrar a la monarquía como vértice superior de la pirámide del régimen. La estrategia del régimen era que no hubiese posibilidad de elección, el todo o nada.

Al hablar de república a uno le viene a la mente las dos experiencias que ha habido a lo largo de la historia y que tienen como denominador común el intento de modernizar el Estado español para asemejarlo a los países europeos de la época, pero sucumbieron a los ataques que recibieron desde el primer momento por las élites existentes, más preocupadas en salvaguardar sus privilegios e intereses económicos que en el avance de la sociedad del momento.

Desde que accedió al trono el rey Juan Carlos I la llama republicana ha estado siempre encendida, aunque durante bastantes lustros no haya tenido la suficiente intensidad para abrir un debate en la población. Pero en los últimos diez años las tornas han ido cambiando y desde hace tiempo la institución monárquica no pasa precisamente por sus mejores momentos y es que se han vivido situaciones que han deteriorado su imagen hasta el extremo que hace algunas décadas esta circunstancia hubiera sido inimaginable.

En toda esa vorágine de escándalos de corrupción en los que el epicentro está siendo la monarquía representada por quien ha sido figura visible en los últimos cuarenta años, Juan Carlos I, pero sin olvidar a otros miembros destacados de la Corona, me parece interesante traer aquí el libro  “La alternativa republicana” de Hugo Martínez Abarca (Editorial Catarata), publicado en junio de 2021. Es un ensayo en el que su autor realiza un repaso histórico de los últimos cuarenta y cinco años y para ello desarrolla su trabajo bajo los siguientes ejes: la figura de los dos monarcas que ha habido durante ese periodo, examina la construcción del mito de la Transición y la corrupción que ha inundado las estructuras políticas y económicas del régimen del 78.

Antes de pasar a comentar el libro, no quisiera pasar por alto el prólogo realizado por Luís Alegre. En un libro de estas características, en el que se hace un relato de las últimas cuatro décadas, realiza algunas reflexiones que merece la pena tenerlas presente, como qué es el patriotismo y en lo que lo han convertido todos aquellos que diariamente utilizan ese término como arma arrojadiza.

Al hablar de la monarquía, Luís Alegre lanza algunas preguntas que a lo largo de este libro encontraremos las respuestas. Se pregunta “si la monarquía tiene más poder que el que nos imaginamos”, algo que no se recoge en ningún texto legal, y va más allá cuando se pregunta “si es la piedra angular desde la que se articula y constituye la arquitectura de las élites”. Luís Alegre quizá realiza una de las mejores definiciones de lo que es la Corona al decir que “es símbolo de la unidad y permanencia de una arquitectura de élites dispuestas a bloquear cualquier opción de progreso allí donde despunte en los más mínimo”.

Hugo Martínez Abarca, a la hora de realizar el relato de estos últimos cuarenta y cinco años, divide el libro en tres bloques en los que narrará como se ha ido moldeando y retorciendo el relato de la Transición (lo que el autor denomina “la construcción del mito de la Transición”), la deriva de la monarquía a lo largo de este periodo, para finalizar tratando de enfocar lo que debe de ser hoy en día una alternativa republicana. Y todo el relato va acompañado de algo que ha sido el santo y seña de la monarquía española y de las élites económicas y políticas: la corrupción estructural, siendo la monarquía la cabeza más visible.

Todo proyecto de cambio necesita tener un nombre y para el autor no hay otro que el de república, un nombre que “representa una ruptura con el pasado”, pero ello exige “eliminar muchísimas connotaciones hoy asociadas en España a la república y enriquecerla con connotaciones más compartidas, modernas y esperanzadoras”. Y es en este aspecto donde este ensayo supone una ruptura con la defensa que se hace de la república desde la izquierda. En palabras de Hugo Martínez Abarca, la propuesta republicana “pasa por hacer de la república una imagen de un proyecto popular y democrático” que englobe la modernidad, la justicia, la ecología, el feminismo y que sea europeo.

La “vinculación simbólica y emocional” de la república con la izquierda española es el principal impedimento que tiene este término para poder ser el nombre del cambio en España. Por ello plantea una alternativa no sólo republicana para España, sino también al tipo de republicanismo. Porque si en innumerables ocasiones los acérrimos defensores de la monarquía son quienes más la empujan al abismo, “la república como bandera de la izquierda imposibilita su emergencia como motor del cambio de país”. La II República, anhelo histórico de la izquierda, pertenece a un tiempo histórico diferente al que vivimos en la actualidad y la llegada de una república solo puede lograrse si se da un movimiento que englobe a la mayor parte de la ciudadanía.

La primera parte del ensayo, bajo el título “formación del espíritu de la Transición”, es un repaso de lo que fue realmente la Transición y la posterior idealización de esta etapa, mediante la creación de un relato. El autor cuando habla de este periodo lo realiza en los siguientes términos: “Cuando hablamos de la Transición (con mayúsculas) en realidad hablamos de un relato a medio camino entre lo místico y lo épico que se construyó muchísimo después, básicamente entre 1995 y 2002 “.

Trata algunas cuestiones de todo ese periodo como el tan idolatrado “consenso”. Una palabra que formaba parte de la retórica de la Transición. Hugo Martínez Abarca realiza un análisis crítico a este concepto y en lo que se ha convertido. Pues el consenso “dificulta todo cambio” y “la justicia nunca se conquista por gracioso acuerdo con quien se beneficia de la injusticia”, todo lo contrario que la democracia pues una de las virtudes consiste en ser la herramienta para gestionar las diferencias existentes en una sociedad plural. Una de las características de la democracia, es que “canaliza de forma pacífica y legítima los disensos”. Pero el consenso ha acabado transformándose en “derecho de veto” de los sectores más inmovilistas a la hora de poder realizar cualquier cambio que reclama la sociedad.

Para el autor, la sacralización de la Transición ha sido un instrumento de gran utilidad para el “conservadurismo” tanto de izquierdas como de derechas, pues ha servido para impedir cualquier tipo de cambio y ha impedido solucionar problemas que se arrastraban desde el inicio de este período.

Sin embargo, para Martínez Abarca, la cultura política de la Transición llegó a su fin con la llegada de Aznar pues antepondrá el partido al Estado, llegando a usar “el llamado constitucionalismo, la Transición y el 78 como identidad propia”.

Explica de forma sucinta las dos diferentes etapas de lo que fue el periodo de Aznar en el Gobierno. Una primera en la que ensalza a Azaña, como intelectual y político por su labor para “construir en España una democracia moderna e ilustrada” y a Cánovas como “demócrata moderado y con sentido de Estado”. La segunda etapa fue la que se vivió durante su segunda legislatura en la que gozó de mayoría absoluta. Desarrolla el cambio radical de discurso que se da a partir de ese momento, impulsando el revisionismo histórico, haciendo un nuevo relato de la Transición con la finalidad de acometer “una construcción ideológica usando la idea del patriotismo constitucional y retorciéndola hasta hacerla sinónimo de nacionalismo español”.  El régimen del 78 se “definía por dos valores: unidad de España y monarquía”. Y lo más grave de este discurso era que todo aquel que se saliera ni era constitucionalista y ni era demócrata. Toda esa etapa se convierte en lo que Martínez Abarca llama “autoritarismo liberal”. Es la época en la que se da un recorte de libertades políticas en nombre de la lucha contra ETA, hasta llegar a construir una teoría de que “todo lo que no sea PP es susceptible de ser ETA”.

Para el autor, la cultura de la Transición ha sido derrotada, sobre todo con la llegada del 15M, pero lo que no ha sido derrotado hasta la fecha es el régimen del 78, pues las instituciones han sobrevivido a todos los movimientos que han puesto en tela de juicio la política de las últimas décadas.

La segunda parte del libro, sin duda, entra a fondo con la institución monárquica. El hecho que a partir de 1995 se fuera haciendo un relato de la Transición cada vez más restrictivo, lo convertía en algo cada vez más excluyente, pero también su aislamiento era mayor, hasta llegar un momento que cada vez más personas se ubicaban más lejos de lo que representaba Transición y el régimen del 78.

En el ensayo se va recogiendo una serie de factores que van haciendo perder legitimidad democrática a la monarquía, entrando en una deriva en la que cada vez menos españoles se sienten representados por esta institución hasta llegar el momento en el que Juan Carlos I se ve obligado a abdicar.

El autor destaca la fragilidad actual de la monarquía al tener “dos gravísimos problemas, el generacional y el territorial”, debido al rechazo que suscita esta institución entre los nacidos en democracia y los nacionalistas vascos y catalanes. Y eso le hace tener “un problema de futuro”. Pero incide en el factor generacional como “el más estructural a largo plazo”.  Esto se ve reflejado en las diferentes encuestas y estudios que se han realizado sobre la institución.

Hace una defensa por la que los republicanos no pueden esperar a que la monarquía caiga con el paso del tiempo gracias al crecimiento de su rechazo. La propuesta republicana tiene un recorrido importante en la regeneración democrática, teniendo presente las dudas que pueden surgir en muchos ciudadanos a la hora de sumarse a la opción republicana pues el hecho que la monarquía tenga un rechazo no es sinónimo que la alternativa sea aceptada.

Repasará los negocios ilegales del emérito, su conexión con el tejido empresarial español, como desde el inicio de la Transición “el Estado se ponía al servicio de los negocios corruptos de Juan Carlos I” y como llegado el momento entrará en esta ecuación el Parlamento, gracias a los partidos que sustentan el régimen (PSOE, PP, Cs y VOX), para hacer saltar por los aires los principios del Estado de derecho. De hecho, el autor lo describe diciendo que “la protección al monarca hacía retorcer (vulnerar) la legalidad hasta el extremo que hacían pensar que de una monarquía parlamentaria estábamos pasando a un parlamento monarquizado”. Todo ello ha creado un ambiente para que la corrupción se haya institucionalizado. Un efecto dominó que tiene su origen en la cúspide de la pirámide del Estado y que se ramifica por el resto del poder político y económico. Para ello aportará una serie de casos de prácticas corruptas, algunas de dominio público y otras que han podido pasar más desapercibidas para gran parte de la opinión pública.

Si para el autor “lo mejor que podía pasar a la monarquía para no ser cuestionada es pasar desapercibida, formar parte del paisaje”, la monarquía empieza a salir de la irrelevancia política para tomar partido en cuestiones de carácter político. El caso más grave y con mayor repercusión que recoge el ensayo es el discurso de Felipe VI el 3 de octubre de 2017, a raíz de la movilización soberanista que se dio en Catalunya con motivo del 1 de octubre. Rompe con el papel que había tenido la monarquía de 1978 para “tomar partido de forma beligerante con una posición que no era unánime” en el conjunto de la sociedad. Y en este tema quiero rescatar la reflexión que realiza Luís Alegre en el prólogo de este ensayo, al señalar que es “la quiebra definitiva de la legitimidad monárquica” al renunciar a su función moderadora y arbitral. El hecho que se haya posicionado en este tema y guardar silencio sobre otros temas le acaban dejando en evidencia. Y sin ir más lejos, estos días el rey ha vuelto a actuar de parte al no informar a todos los partidos sobre su patrimonio, limitándose a informar a los que sustentan el actual régimen. A dado la espalda una parte muy importante de la ciudadanía para hacer política sin tener legitimidad alguna.

El ensayo también recoge dos momentos en los que la monarquía toma partido para “consolidar los factores culturales e ideológicos más conservadores, tradicionalistas y ligados al catolicismo”. Uno es la entrevista que Pilar Urbano hizo en 2009 a Sofía, en la que “destapa los planteamientos más reaccionarios de la reina frente a los avances que estaba dando la sociedad española”, posicionamientos que en muchos casos ni la extrema derecha los lleva al extremo de los planteamientos de la emérita.

El otro es el acto de nombramiento de príncipe de Asturias, tanto cuando fue nombrado Felipe de Borbón, como cuando ha sido nombrada su hija Leonor. Dos discursos similares, llenos de valores tradicionalistas cristianos en los que la nación española está unida al cristianismo y a la lucha contra los musulmanes que nacieron y vivieron en la Península Ibérica, señalándolos como enemigos invasores.

La tercera parte del ensayo, que titula “el emperador está desnudo”, la inicia haciendo un símil entre el traje del emperador y la Transición, pues cualquier parecido del relato con la realidad es pura coincidencia. Martinez Abarca continúa con un rápido repaso de la crisis de 2008, el colapso del sistema financiero, el saqueo de las cajas de ahorros, siendo el Estado el que financió todo el desastre, pero pagando un alto coste los trabajadores, siendo el recorte de derechos laborales una de las herramientas más utilizadas. Pero donde hace una parada importante es en lo que denomina “tres fotos de familia”: El Escorial, en referencia a la boda de la hija de Aznar, pues fue la foto de la Gürtel, Bankia, para explicar lo que supuso esta entidad financiera en la compra de voluntades de políticos de la oposición e Iñaki, para hablarnos de la corrupción de la Casa Real, a través del yerno del rey y sobre el que hubo un procedimiento judicial con condena.

Se adentra en lo que supuso el 15 M. Esa nueva generación que ponía en tela de juicio la Transición, el bipartidismo, la apelación a una “democracia real” y que se posicionaba en contra de las elites políticas y económicas. Ese discurso que recogió Podemos en su primera etapa basado en dos conceptos: la denuncia de las élites y el antagonismo entre los de abajo frente a los de arriba. Al analizar toda esta etapa, se adentra a exponer la evolución que se dio en Podemos, desde su nacimiento como herramienta que nace como la maduración del 15M. Si el Podemos inicial era una expresión política necesaria, puesto que la no participación en política era regalar las instituciones a las élites que habían controlado todo hasta la fecha, hay un posterior abandono de ese “discurso innovador, rupturista y transversal heredado del 15M”, para recuperar el discurso de la izquierda clásica, utilizando la república como eje aglutinador de la izquierda.

Sin duda, esta es la parte más herética del libro, pues junto con algunos argumentos que realiza en la introducción, es donde construye un discurso que rompe con la tradición republicana existente y Martínez Abarca lo expresa en los siguientes términos: “la república como bandera de la izquierda imposibilita su emergencia como motor del cambio de país”. Aboga por una república incluyente, defensora de los derechos y libertades más avanzadas, contrapuesta a la corrupción y enemiga de las élites. Una república despojada de “tradiciones identitarias políticas del pasado”. En esta línea trata el tema de los símbolos y, en concreto, el de la bandera, que entiende que la ve más como la representación de la nostalgia que de la esperanza republicana.

Reivindica la modificación del imaginario colectivo, para desterrar los episodios más reaccionarios de la historia, para unir la lucha por la república con una serie de acontecimientos históricos dignos ser tenidos en cuenta. De todos ellos voy a enumerar únicamente tres: El modelo federal de la I Republica Española de la mano de Pi i Margal,  la solidaridad internacional reflejada en las Brigadas Internacionales y la aportación a la lucha antifascista durante la II Guerra Mundial.

El ensayo de Hugo Martínez Abarca es una aportación que podrá tener detractores dentro del espacio republicano, pero que es necesaria tenerla en cuenta si se quiere construir un discurso que sirva para atraer a todas aquellas personas que ven a la monarquía como el mayor obstáculo para lograr una transformación pero les falta dar el paso para percibir a la I Republica del siglo XXI como un ejercicio de higiene democrática.

La miseria moral de Occidente

En primer lugar, como cuestión preliminar, y viendo que al tratar el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania ha aumentado la sensibilidad de la opinión pública hasta el extremo que si uno hace un comentario o análisis crítico acerca de una de las partes en conflicto ya se le acusa de estar a favor de la otra, voy a dejar claras algunas cuestiones.

En primer lugar, estoy en contra de todo tipo de agresión, militar o de otra naturaleza, a cualquier país soberano, por eso me parece una aberración la carrera armamentística de las grandes potencias mundiales que sólo tiene una finalidad: la defensa de los intereses económicos de las élites de los países contendientes. Las guerras son un instrumento del capitalismo para acumular más riqueza y para ello, utilizan el nacionalismo más reaccionario para enfrentar a unos pueblos contra otros, siendo estos los que ponen los muertos en todo conflicto. Y quien sufre las consecuencias es, como siempre, la población civil. Y por supuesto, estoy en contra de los que exportan la guerra lejos de sus fronteras con la finalidad de obtener grandes beneficios para sus empresas armamentísticas.

Por todo lo que acabo de exponer, estoy en contra de todas las agresiones y guerras que se han dado o se dan a lo largo del planeta, que por cierto, en la actualidad hay algo más de una docena de ellas y de las que no se habla. El hecho de que la guerra se esté produciendo en Europa no lo hace más grave que cuando ocurre en otras regiones del mundo.

En el caso de la guerra entre Rusia y Ucrania también voy a hacer una consideración preliminar. El conflicto no se ha iniciado el pasado 24 de febrero con el ataque de Rusia a Ucrania y su invasión. El conflicto lleva produciéndose desde 2014, con alrededor de 14.000 muertos en la zona del Dombás. Si bien es cierto que hay muchas personas que teniendo conocimiento de esto, curiosamente han entrado en un estado de amnesia para poder mantener en este momento un discurso bélico acorde con los dictados de EEUU, la OTAN y ese títere de los EEUU que es la Unión Europea.

Dicho todo esto, son innumerables los temas que se pueden tratar entorno a este conflicto, pero el que en este momento me preocupa es la miseria moral de Occidente en esta conflagración, que se puede englobar en las siguientes cuestiones: política de refugiados, política de sanciones, vulneración del derecho de información y blanqueo de regímenes que no cumplen los estándares de las democracias liberales.

No ha sido necesario que hayan pasado más de dos semanas desde que el Ejército ruso iniciara la ofensiva contra Ucrania para volver a constatar una vez más la mezquindad de Occidente con la colaboración inestimable de la gran mayoría de los medios de comunicación, pues no hay cuestión que afecte a este conflicto que no esté bajo los efectos de la manipulación política y/o informativa.

Occidente en general y Europa en particular, representan en estos momentos la mayor de las miserias y cada día que pasa logran superarse. A lo largo de las dos décadas que hemos consumido de este siglo, los países occidentales han llevado la guerra a diferentes zonas del planeta, en algunos casos de forma directa, como fueron las invasiones de Afganistán, Irak y los bombardeos a Libia, o de forma indirecta, apoyando a algunos países o grupos terroristas para derrocar a gobiernos que no eran de su cuerda o que eran un estorbo para sus intereses en la zona, como son el caso de las guerras en Siria y Yemen.

EEUU, en colaboración con los países que forman la OTAN y la UE, ha exportado destrucción y muerte para millones de personas inocentes que veían como de la noche a la mañana lo perdian todo, convirtiendo su vida en un infierno, siendo su única salida la huida y el abandono de su país. La situación actual de Ucrania es similar a la vivida en Siria, Libia, Iraq, Afganistán o Yemen. Mención especial tiene la cobertura que proporciona Occidente a las políticas belicistas del Estado de Israel para atacar al pueblo palestino y los países de su entorno, especialmente Siria. Es la típica guerra que se encuentra junto a nosotros, como el que tiene una jaqueca crónica que llega un momento que pasa a ser como algo connatural a esa persona. Eso sucede con la situación de los palestinos. Una situación sangrante en la que Occidente mira para otro lado, pues no se puede disgustar a Israel.

Las imágenes de destrucción y de personas huyendo que estamos viendo estos días son similares a las de cualquiera de los conflictos que he enumerado. Lo que cambia es que las personas que en Ucrania lo están sufriendo son blancos, rubios, no tienen la tez morena ni son negros, profesan la religión cristiana, van vestidos con ropa occidental de las mismas marcas que por estas tierras se consumen y llevan consigo un móvil de última generación. Y todo esto no es cuestión menor, pues casualmente en cuanto estalló este conflicto, la celeridad demostrada por los gobiernos de la UE ha sido inimaginable. No tardaron ni 48 horas en ponerse de acuerdo para aprobar el status de refugiado para todo aquel ucraniano que entrase en un pais de la UE, vamos, todo lo contrario de lo que ha sucedido en otras crisis humanitarias promovidas y provocadas por ese tridente formado por EEUU, la OTAN y el tonto útil que es la UE. Ello ha venido a demostrar que existen refugiados de primera y de segunda. Se critica a la extrema derecha, pero se acaba actuando como ella. La bajeza moral ha llegado hasta el extremo de diferenciar a las personas que huían de Ucrania entre los que eran nativos de este país y los que habían recalado en él como consecuencia de la huida de otros conflictos, como los procedentes de Siria o Afganistán. Si la actitud con la inmigración ucraniana la comparamos con el trato dado a lo largo de estos últimos días a las personas que saltaban la valla en Melilla, la comparación es insultante. Estos últimos eran recibidos a porrazo limpio. Eso con el gobierno más progresista de la historia. No quiero ni pensar cómo serán recibidos cuando VOX gobierne.

En relación a la acogida a los refugiados me parece impresionante el gesto de solidaridad de la sociedad europea volcándose en acoger a los refugiados ucranianos, dando ayuda de todo tipo, personas que han cogido una furgoneta y se han ido a traer familias para acogerlos en sus casas. Pero, como he mencionado anteriormente, en las dos últimas décadas ha habido varias crisis humanitarias provocadas por los países occidentales y, en el mejor de los casos, ha habido sectores de la población que han dado un apoyo, pero ni mucho menos ha tenido la misma magnitud, y ha estado sujeto a la crítica constante de los partidos de derecha europeos. Esto en el Estado español lo sabemos muy bien, el trio de Colón en su conjunto ha estado en contra de cualquier acogimiento a inmigrantes, aduciendo del peligro que generaba el efecto llamada. Ahora parece que no hay riesgo de que se produzca el tan temido para la derecha efecto llamada y toda solidaridad es poca. La conclusión es que la doble vara de medir de la clase política europea ha sido asimilada por la sociedad. Y con esto en absoluto critico la solidaridad desplegada durante estas últimas semanas, sino que echo en falta que se actúe de la misma forma cuando se dan situaciones similares en otros conflictos, con el agravante que su origen se encuentra en las injerencias políticas y militares de los países de occidentales. Hasta en la solidaridad hay un poso de xenofobia.

La política de sanciones que aplica Occidente no deja de ser una forma arbitraria de imponer su hegemonía. Su finalidad no es tanto la democratización ni el respeto de los derechos humanos en los Estados a los que se les aplica cualquier medida de esta naturaleza, sino que sigan los dictados de EEUU y de la UE. A la hora de imponer sanciones económicas a un Estado las grandes potencias tienen presente los beneficios o perjuicios económicos y geoestratégicos que la decisión generaría. En función de esto se blanquea al régimen de turno, sin perjuicio que sea una dictadura feudal, caso de las monarquías feudales del Golfo Pérsico con Arabia Saudita a la cabeza, un Estado genocida, al estilo de Israel con el pueblo palestino o Marruecos con el pueblo saharaui. A ninguno de estos países se les ha impuesto sanciones económicas. Y habría que preguntarse ¿y por qué ahora a Rusia? Porque el régimen ruso no ha engañado a nadie en los últimos 30 años. Ha practicado la represión contra la prensa y la oposición hasta el punto de llegar a envenenar, asesinar o encarcelar a ciudadanos rusos, practicó atrocidades durante las dos guerras de Chechenia y durante todo este tiempo la Comunidad Internacional nunca tomó medidas de calado, se ha limitado a protestar y nunca se han puesto en tela de juicio los procesos electorales rusos sobre los que ha habido algo más que indicios de fraude.

Ahora, como la cosa en materia energética se complica, el guardián de las esencias democráticas, EEUU, ha dado un paso más en su falta de ética y por cuestiones crematística no ha dudado en tocar la puerta de Venezuela y de intentar normalizar las relaciones. Después de haberlo demonizado y de haber aplicado un embargo económico que lo ha sufrido todo el pueblo venezolano ahora da un giro de 180 grados. Partiendo de la premisa que Venezuela es un Estado soberano sobre el que no debe de haber ninguna injerencia extranjera, el viraje de los EEUU es una muestra más de la falta de toda moral en materia de derechos humanos.

Otro tema que es muy preocupante es que la vulneración del derecho de información es una constante en una guerra y esta no está siendo una excepción. Entiendo que para la inmensa mayoría de los medios de comunicación de Occidente debe de ser casi imposible escribir desde unos parámetros de imparcialidad, rigor y profesionalidad sobre las innumerables cuestiones que afectan al conflicto armado entre Rusia y Ucrania. Su relación de dependencia con los grandes grupos económicos y de poder político les lleva a ubicarse en el bando del poder. Por tanto, nada podemos esperar de su labor, pues va dirigida a apuntalar a los prebostes políticos y económicos.

Es muy preocupante que en lo relacionado con la información se esté viviendo un auténtico estado de excepción. La decisión adoptada por los países de la UE de prohibir la emisión de canales de televisión rusos es una vulneración del derecho que tiene el ciudadano a elegir donde se quiere informar y de tratarnos por tontos. Que este tipo de prácticas se den en Rusia, un país donde los derechos fundamentales se encuentran diariamente vulnerados, es algo esperable, pero que lo haga la UE es muy preocupante, como lo es que el reportero vasco Pablo González se encuentre encarcelado en Polonia acusado de espionaje, sin que a día de hoy hayan aportado prueba alguna. Ante esta vulneración del derecho de información la UE mira para otro lado. Debe de ser que no quieren testigos incómodos.

A lo largo de estas semanas se ha podido observar cómo los medios de comunicación españoles han intentado desnaturalizar algunos hechos que se han producido en los últimos ocho años en Ucrania. Comprobar como han intentado lavar la cara del régimen ucraniano surgido del Euromaidán[1] en cuestiones como la quema de la casa de los sindicatos en Odessa por parte del grupo paramilitar de ideología neofascista Sector Derecho, partidario del Gobierno ucraniano, donde murieron más de cuarenta personas que se habían refugiado en ese edificio para protegerse de las agresiones de estos grupos, la inclusión en el ejército regular ucraniano de todas estas unidades paramilitares neonazis o la ilegalización de los partidos comunistas de Ucrania son una muestra de la labor que está realizando la prensa. Además de poca profesionalidad, no han dudado en alinearse con una de las partes enfrentadas, en vez de ser rigurosos a la hora de informar.

Da la sensación que la UE se siente más cómoda con medios de comunicación que blanquean a organizaciones nazis y fascistas a través de la cobertura informativa que les están proporcionando. Tanto en televisión como en la prensa escrita han aparecido entrevistas a miembros de grupos fascistas que se han apuntado de voluntarios para alistarse en los regimientos nazis que hay en Ucrania, como es el Regimiento Azov (grupo paramilitar nazi ucraniano que ha sido integrado en el ejército de este país). Lo cuál no deja de ser un blanqueamiento político del actual régimen ucraniano, que no es que haya brillado por la defensa de los derechos humanos y los valores democráticos.

Esto último me sirve para enlazar con la última cuestión que es la relativa al blanqueo por parte de Occidente de los regímenes que no cumplen con los estándares de las democracias liberales y un ejemplo es el régimen ucraniano. Las políticas de las democracias occidentales vienen a demostrar que no tienen ningún interés en que países como Ucrania se conviertan en democracias donde se garanticen los derechos civiles y políticos de la población y se respeten los derechos humanos, entre otros de las minorías existentes. EEUU y sus socios están más preocupados por la geopolítica para la defensa de sus intereses y lo de la democracia y los derechos humanos se queda en pura retórica.


[1] Euromaidán: Revolución que se produjo en Ucrania en 2014.

La izquierda española está en bucle

Parece que la izquierda española sigue instalada en su particular bucle y no tiene mucha intención de salir de él. Siempre que tiene un fracaso electoral se habla de abrir un proceso de reflexión para conjurarse y salir de la deriva en la que se encuentra desde hace tiempo, pero la realidad es que desde 2016 es incapaz de superar esta tendencia en la que se ha instalado.

La situación ha pasado de ser preocupante a, si se me apura, dramática, puesto que el reloj corre en su contra. El calendario electoral se le va echando encima y se me antoja un tanto complicado que sea capaz de salir de la tormenta que tiene encima. No hay territorio, comunidad autónoma o nación del Estado español en la que no haya tenido un fracaso electoral.

A todo esto, hay que añadirle que la extrema derecha empieza a ver reflejados sus resultados de las elecciones generales de noviembre de 2019 en las CCAA donde se han realizado elecciones, como es el caso de Castilla y León. Y parece que algunas élites pensantes de la izquierda española, para tapar los fracasos propios y evitar buscar respuesta a sus problemas, han puesto el foco en el peligro que supone la extrema derecha, actitud que no es nueva, y algunos se han metido en la espiral de siempre; que si un cordón sanitario para aislar a la extrema derecha, que hay que blindarse contra VOX, etc… En relación con esto, ha habido una catarata de análisis en medios de comunicación digitales del espacio de la izquierda, así como en redes sociales, en las que se analiza el fenómeno del ascenso de la extrema derecha, pero echo en falta una crítica profunda sobre lo que le sucede a la izquierda estatal. Es lo de siempre, más preocupados por los demás que por los problemas propios. Y ahora con los enredos existentes en el PP, estamos todos más pendientes del adversario que de corregir la deriva que se vive en nuestra casa.

Ante esta descomposición de la izquierda que se está viviendo, a mí me vienen a la mente algunas preguntas-reflexiones de lo más sencillas.

¿Cuál es el problema que se da en la izquierda? ¿su caída se debe al crecimiento de la extrema derecha o es producto de sus propios errores? O dicho de otro modo ¿No será que el crecimiento de la extrema derecha es consecuencia de los errores de la izquierda? Entonces ¿No sería lo lógico profundizar donde falla la izquierda y preguntarse por qué mucha gente que votaba esta opción ahora le ha dado la espalda? Lo que está claro es que esos ciudadanos que no hace tanto tiempo votaban a la izquierda nacida del 15M no se han esfumado por arte de magia. Siguen en el mismo lugar donde se encontraban hace unos años, pero han dado la espalda a la izquierda surgida del 15M para vaya uno a saber si se han ido a la abstención, por sentirse defraudados o, por el contrario, se han dejado seducir por ese discurso de la extrema derecha.

En la izquierda siempre ha flotado esa actitud en la que cuando se cosecha algún fracaso se mira con cierta superioridad intelectual a ese votante que por su condición socioeconómica debería de ser un voto fiel de la izquierda y, en cambio, vota opciones diametralmente opuestas. ¿Alguna vez hemos pensado si el problema radica en nosotros?

Para buscar respuestas a la crisis en la que está sumida la izquierda quizá haya que recurrir a análisis sencillos y no perderse por las ramas. Voy a exponer de forma somera algunas pequeñas ideas al respecto para que luego cada cual saque sus propias conclusiones.

Si un gran porcentaje de votantes han dejado de votar a la izquierda es porque el grado de satisfacción ha desaparecido y/o porque no ha cumplido con las expectativas creadas. Este es un mal endémico en la izquierda. Cuando llega al poder le cuesta tremendamente tomar iniciativas de calado, se pierde en grandes discursos. Luego esas decisiones que toma llegan tarde y mal al BOE, y algunas veces ni llegan. Se quedan en auténticos brindis al sol. 

Tiene una grandísima incapacidad de legislar para revertir las políticas que realiza la derecha. Y lo voy a resumir en dos temas de sobra conocidos: el fracaso de la derogación de la reforma laboral, pues sólo se ha derogado una parte minúscula de lo que aprobó la derecha cuando gobernó y la Ley Mordaza, que vuelve a ocurrir lo mismo que con la reforma laboral. En el caso de la Ley Mordaza, hasta tal punto es preocupante, que ha tenido que llegar el Consejo de Europa para solicitar que realicen una reforma de calado para adecuar la legislación española a los estándares democráticos y equipararla a las normas europeas e internacionales de derechos humanos. Que después de dos años de gobierno tenga que venir un organismo internacional y te diga eso, no cabe duda que algo falla en una acción de gobierno que se define como progresista y/o de izquierdas.

Es muy preocupante que después de algo más de dos años de gobierno hayan sido incapaces de sacar adelante la ley de vivienda, que ha ocasionado continuos enfrentamientos entre los socios de gobierno, la ley del “solo si es si”, la Ley de Memoria Democrática y la reforma fiscal, y por lo que respecta a la nueva Ley de Universidades ni está ni se la espera a corto plazo. El anterior ministro de Universidades Manuel Castells, que pasó con más pena que gloria por el ministerio de Universidades, lo que logró es poner en pie de guerra a toda la comunidad universitaria, sobre todo al alumnado de la universidad pública, llegando a organizarle una huelga en otoño pasado.

De la situación de Catalunya poco o nada hay que añadir. Este Gobierno está dando largas a sentarse con el Govern en la mesa de diálogo y lo apuesta todo a las disensiones entre los partidos que forman el bloque independentista. No tiene interés alguno en abordar este tema. Actúa en clave electoral y quiere evitar la pérdida de votos en otros territorios ¿no sería más lógico que hiciera una política didáctica en el resto del Estado explicando que la cuestión de Catalunya se resuelve dialogando, con más dosis de democracia y escuchando a la opinión de la ciudadanía catalana?

Si todo esto es grave, lo es mucho más ver cómo esta semana el PSOE se ha unido a PP, VOX y Cs para tumbar las propuestas de reforma fiscal pactadas por UP con los socios de investidura. El PSOE puede votar tranquilamente junto con la extrema derecha sin inmutarse. Eso sí, en los días previos a la votación de la reforma laboral, en un estado de semi histeria, salía el ministro Félix Bolaños acusando a otras formaciones de izquierdas de salir en la foto votando junto al bloque de extrema derecha. La desvergüenza no tiene límites.

Anteriormente he mencionado que el Gobierno no ha sido capaz de sacar adelante la Ley de Memoria Democrática que está invernando en el Congreso, porque es consciente que con la redacción actual no le dan los números para aprobarla, pero es que en sus actuaciones diarias es incapaz de cumplir con la ley vigente (La Ley de Memoria Histórica). Esta semana ha vuelto a salir publicado que en el cuartel de Loyola hay una exposición sobre la División Azul. Y lo grave es que tiene todas las bendiciones de la ministra de Defensa y equipara esa exposición a otras exposiciones vinculadas a republicanos ¡Hay que tener estómago! Luego nos extrañamos de que haya grupos de Whassap de militares que digan las barbaridades que dicen. Tienen barra libre.

Con este tipo de políticas erráticas ¿alguien se extraña que no se dé una sangría de votos en la izquierda? y para tapar toda esta inacción de gobierno queda muy bien sacar el fantasma que viene la extrema derecha. De hecho, eso harán cuando se acerquen los procesos electorales y nos dirán que viene el lobo y apelarán a la responsabilidad para evitar que el fascismo entre en las instituciones. El problema es que igual ni yendo a votar y pasando lista se logra pararlo, porque el crecimiento de la extrema derecha es directamente proporcional a la incapacidad de este gobierno por hacer políticas en beneficio de las clases populares. Claro, luego tocará encomendarse a que en Catalunya, Euskal Herria y Galiza, las izquierdas soberanistas obtengan unos buenos resultados que impidan la mayoría absoluta de la extrema derecha. Lo que se suele decir, que vengan otros a sacar las castañas del fuego.

Dentro de la necesidad de hacer un análisis crítico dentro de la izquierda habría que lanzar de nuevo algunas preguntas, que reconozco que a día de hoy la respuesta puede ser un tanto ventajista después de haber visto lo que ha sucedido en estos dos últimos años ¿merecía la pena desgastarse en un gobierno de coalición con el PSOE en el que los choques han sido continuos? ¿Ha valido la pena renunciar a la calle y centrarse únicamente en la política institucional para ser la muletilla del PSOE? porque el vacío dejado en la calle lo ha ocupado la extrema derecha y ahora va a ser complicado recuperar el terreno perdido y ¿ha merecido la pena entrar en un gobierno que se ha limitado a hacer políticas neoliberales? ¿Lo poco que se ha conseguido en lo que va de legislatura se podía haber conseguido mediante un acuerdo de legislatura sin necesidad de abrasarse en un gobierno con tintes neoliberales?

Si la izquierda tiene que brillar por algo es por pisar el suelo de las ciudades y pueblos para conocer los problemas de la gente. No puede encerrarse en un despacho en el que llegan los datos de la subida del IPC, la energía, los carburantes o los alquileres en un informe frio. Las estadísticas son incapaces de transmitir los problemas de la gente y no vale ocultarse tras factores externos aunque los haya. Los números dicen que la economía crece, pero la realidad es que la brecha social sigue acrecentándose y cada vez aumenta más las personas en riesgo de exclusión.  

En el fracaso de la izquierda en las elecciones de Castilla y León hay que añadir dos problemas que la izquierda no se ha molestado en afrontarlos. En primer lugar su jacobinismo, pues todo lo relativo a los territorios es diseñado y decidido desde las direcciones ubicadas en Madrid, se hace y deshace de arriba abajo. En las elecciones de 2015 se pudo entender esa forma de actuar por la situación de excepcionalidad para echar al PP de las instituciones, pero a día de hoy esa forma de actuar está abocada al fracaso. Hay que respetar la plurinacionalidad del Estado español, pero con hechos. No basta con frases grandilocuentes.

El segundo problema es su desapego por el mundo rural. Respecto a esto último, en cuanto se saca a la izquierda de los problemas de las grandes ciudades o núcleos urbanos de cierta entidad se difumina. En los programas electorales lleva ideas muy importantes de y calado para afrontar los problemas que tiene el mundo rural, pero le falta realizar un trabajo a pie de obra. Da la impresión que da por perdida esa batalla, obviando que en algunos momentos ha obtenido buenos resultados o, al menos, mucho mejores que los cosechados en estas elecciones autonómicas. Porque no quisiera pensar que se deba a ver el mundo rural como algo de menor importancia y que no está a la altura intelectual de la izquierda urbanita, porque en muchas ocasiones esa es la sensación que uno puede percibir.

Ahora un sector de la izquierda se quiere volver a encomendar a un proyecto que su atractivo es la persona que lo va a liderar, Yolanda Diaz, o al menos esa es la esperanza a la que se intentan agarrar. De entrada soy bastante escéptico con los resultados que se vayan a obtener. Si el objetivo es parar la sangría de votos, puede ayudar algo, pero un proyecto tiene que ser algo más que la imagen de una persona, por mucho carisma que tenga, porque no vale de nada que lo tenga entre los convencidos, su imagen tiene que servir para atraer a otros y no sólo mantener a los incondicionales. Pero el problema es más profundo, es de agotamiento del proyecto y de distanciamiento entre los votantes y los dirigentes de la izquierda. En el fondo, la sensación es que se está apostando por un proyecto personalista para no poner sobre debatir sobre los problemas de fondo.

En esta reflexión he dejado a un lado de forma consciente el debate existente para que haya una única candidatura de izquierdas. Ese es un tema importante, pero sin un diagnóstico profundo de la situación actual, de nada sirven montar nuevas plataformas y proyectos. En esto último la izquierda tiene una experiencia contrastada, pero crear nuevas candidaturas no garantiza ganar elecciones.